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Cómo convertirse en un vampiro energético


Cómo convertirse en un vampiro energético.




Descargo de responsabilidad de El Espejo Gótico: este breve fragmento del Memento Umbrarum es solo para fines informativos. Por favor, no intentes llevar a cabo estas prácticas, son potencialmente peligrosas.

El texto a continuación fue editado oportunamente, eliminando elementos cuya divulgación consideramos peligrosa, de modo tal que algunos pasajes tal vez parezcan inarticulados, pero seguramente podrán ser interpretados por quienes tengan algún tipo de conocimiento sobre las técnicas de alimentación de los vampiros energéticos (ver: Cómo reconocer a un vampiro energético).


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Entonces, ¿te gustaría ser un vampiro que se alimenta de la energía de los demás? (ver: Vampiros energéticos) No hay problema. Hay muchas formas de hacerlo.

El mundo físico es tuyo. Hay tanta miseria allí, tanta energía negativa, que alimentarse es muy sencillo.

Antiguamente los Vampiros energéticos visitaban regularmente los cementerios para alimentarse, pero ya no es necesario: bares, iglesias, lugares con grandes concentraciones de personas, son perfectos para encontrar y alimentarse de energía negativa (ver: Parásitos astrales y las «malas energías»)

Las personas en estado de ebriedad son más vulnerables a la posesión (ver: Posesión vampírica: otra forma de convertirse en vampiro). Aprovecha estos estados para crear aún más energía negativa para alimentarte. Las iglesias son otro buen lugar para alimentarse de la energía de la adoración.

El problema con la alimentación por contacto es que a veces las personas pueden sentirlo, y créeme, no lo disfrutarán (ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima). Son humanos, pero no estúpidos, razón por la cual debes ser extremadamente cuidadoso. Si no saben del todo lo que está sucediendo, incluso si se sienten incómodos o amenazados, pueden reaccionar de forma extraña.

Cuando esto sucede, los humanos pueden encontrarte repentinamente espeluznante, perturbador, o pueden sentirse extrañamente invadidos por tu presencia. Algo indefinible sobre ti hará que se les erice la piel. No sabrán exactamente qué es, pero les causará miedo y rechazo. Este es el problema de la alimentación profunda con desconocidos: no crea enlaces estables entre el Vampiro y la presa (ver: ¿Cómo funciona el Vampirismo Psíquico?).

La alimentación consensuada es recomendable solo en aquellos casos en los cuales ambos estén dispuestos a tener un vínculo cercano, que puede volverse dolorosamente empático. En estas circunstancias, la alimentación se convierte en un acto profundamente íntimo.

Ésto último puede hacer que la presa se obsesione contigo, una condición muy humana que puede confundirse con el estado de enamoramiento. Si solo uno de los dos comparte este sentimiento, puede ser peligroso. He visto tantos humanos obsesionados como Vampiros. Es por eso que la alimentación de energía debe estar sujeta a una gran moderación y autocontrol.

Después de alimentarse de energía, el Vampiro puede experimentar algunos síntomas extraños. Es posible que se sienta eufórico, incluso hiperactivo, pero la mayoría de las veces la sensación será de letargo. En estos casos, el Vampiro solo quiere acostarse en la oscuridad y digerir su alimento.

Podemos encontrar este motivo en muchas leyendas de Vampiros. Me refiero a la imagen del Vampiro en su ataúd, de día, inmóvil, como petrificado, con un hilo de sangre corriendo por la comisura de sus labios pero con los ojos abiertos, alerta. Lo cierto es que los Vampiros Energéticos suelen pasar muchas horas de día durmiendo, en un estado casi letárgico, como producto de la digestión.

Esto nos lleva a otra cuestión importante: la energía humana no sabe ni se procesa del mismo modo (ver: Vampiros energéticos: características, síntomas y cómo protegerse).

La naturaleza, personalidad y aura de un ser humano en particular no necesariamente son un indicador de su nivel de energía, en muchos casos depende de las emociones que esté experimentando en ese momento (ver: 10 claves para reconocer a un vampiro emocional).

Algunas energías saben mejor que otras, e incluso una misma persona puede tener un sabor diferente para dos Vampiros. Aquellos que se alimentan en grandes grupos humanos suelen ser poco exigentes, y precisamente por eso necesitan alimentarse con mayor frecuencia. Los Vampiros que eligen y se alimentan de una sola víctima a la vez, en general se inclinan por sabores relacionados a la emoción, la alegría, la felicidad, la aprobación, y necesitan mucho más tiempo para volver a sentir hambre.

Los apetitos particulares del Vampiro también tienen su injerencia. Algunos Vampiros se sienten más atraídos por energías negativas como el dolor, el miedo, la ira; otros prefieren el éxtasis sensual, y en un tercer orden se encuentran los que beben con voracidad cualquier tipo de emoción positiva.

Más allá de las preferencias, todos los Vampiros están sujetos a la intensidad de la energía. Cuanto más intensa, y a veces más desagradablemente intensa, más nos sentiremos atraídos por ella, y más la ansiaremos.

Las personas sensibles son tu peor enemigo, y es altamente probable que aprendan a usar sus habilidades contigo, muchas veces inconscientemente. Esta es una pesadilla potencial para ti. Lo último que necesita un Vampiro es ser descubierto por alguien capaz de interferir con sus planes.

Muchos Vampiros procuran proyectarse en sueños sobre estas personas para anularlas lo más rápido posible. Finge ser su guía espiritual. Cuéntales un montón de tonterías sobre el más allá. Algunas pueden llegar a adorarte. Con suerte no lo cuestionarán. Si lo hacen, entonces tienes un problema.

Aparecer ante ellos como criaturas aterradoras, de aspecto demoníaco, podría ser suficiente para asustarlos en las primeras etapas; pero eventualmente lo superarán. Si te descubren en este punto realmente no hay mucho que puedas hacer al respecto (ver: Cómo defenderse de un vampiro psíquico).

Afortunadamente, la mayoría de los humanos posee una mente tan estrecha que rara vez le creerán a la persona sensible. ¿Quién cree en Vampiros en estos días?

Si algo no encaja en el sistema de creencias de un humano, es rechazado. Incluso si se les presenta evidencia. Esto reduce ostensiblemente el riesgo de exposición. Porque lo peor que puede suceder es que tu presa despierte y se de cuenta de lo que realmente estás haciendo.

Por suerte, existe cierta gratificación en la presa, cierta retribución por la energía que brinda, de manera tal que, incluso al advertir que está siendo vampirizada, una persona puede elegir ignorar lo que siente (ver: ¿Qué se siente al ser mordido por un vampiro?).

Recuerda: la miseria de los humanos nos alimenta. La necesitamos. La deseamos. Podríamos conformarnos con la alegría, pero es angustia lo que queremos.

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Diario de un vampiro real. I Vampiros.


Más literatura gótica:
El artículo: Cómo convertirse en un vampiro energético fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Cómo funciona el Vampirismo Psíquico (EN TEORÍA)


Cómo funciona el Vampirismo Psíquico (EN TEORÍA)




Si bien los Vampiros del folclore y la leyenda no son reales, al menos en términos objetivos, existe una gran cantidad de libros de ocultismo que denuncian la existencia de una raza de vampiros menos improbable: los Vampiros Psíquicos, también llamados vampiros emocionales o vampiros energéticos.

Estos Vampiros Psíquicos no son muertos vivientes que se abren paso desde la tumba para alimentarse de sangre, sino personas mortales que, conscientemente o no, se alimentan de la energía de los demás.

Dion Fortune, miembro de la Golden Dawn, fue una de las primeras investigadoras paranormales en referirse al tema del Vampirismo Psíquico. En su libro: Análisis de la naturaleza de un ataque psíquico (Analysis of the Nature of Psychic Attack), discute la posibilidad de que existan entidades astrales que se pegan al aura, es decir, parásitos del plano astral que se alimentan de nuestra energía, e inmediatamente después añade la hipótesis de que quizás existan Vampiros Psíquicos no intencionales en nuestro plano, es decir, personas comunes y corrientes que se alimentan de la energía vital de quienes los rodean, a menudo de sus parejas, llegando a debilitarlas al punto de la enfermedad e incluso de la muerte.

Existe una vasta bibliografía sobre los Vampiros Psíquicos. Una porción considerable de los libros sobre el tema sostienen que el Vampirismo Psíquico es una práctica es detestable, cuando no delictiva, aunque admiten que la mayoría de los Vampiros Psíquicos desconocen su condición, y que se alimentan de manera involuntaria.

En este sentido, el mismo grado de malicia debería atribuírsele a alguien que padece los síntomas de una enfermedad sobre los cuales no tiene control alguno.

En general, este tipo de autores suponen que si un Vampiro Psíquico fuese consciente de lo que está haciendo, básicamente alimentándose de la energía de quienes lo rodean, elegiría no hacerlo. Se supone además que la necesidad de energía (ya hablaremos sobre esto más adelante) surge de algún tipo de debilidad o deficiencia metafísica, la cual, una vez abordada adecuadamente, pondría fin a sus prácticas.

En resumen: los Vampiros Psíquicos aparecen aquí como vampiros culposos, es decir, personas que vampirizan a los demás sin darse cuenta. Esto plantea algunas preguntas interesantes que, en teoría, intentaremos responder: ¿Cómo funciona el Vampirismo Psíquico?; y, ¿en qué consiste esa energía de la cual éstos se alimentan?

En este punto hay que mencionar que, en los últimos años, han surgido algunas obras que sostienen la existencia de Vampiros Psíquicos intencionales, es decir, personas que son conscientes de lo que son, y que toman energía de los demás voluntariamente.

Se supone también que éste es un hábito o técnica aprendida, y no un comportamiento que surge de una necesidad legítima. De hecho, existe una rica comunidad de Vampiros Psíquicos conscientes de sí mismos viviendo por debajo de la cultura dominante. Muchas de estas personas se refieren a sí mismas como vampiros, y su subcultura es compleja y diversa.

Más allá de esto, podemos conjeturar que la mayoría de los Vampiros Psíquicos no entienden adecuadamente lo que son; en parte, debido a que el Vampirismo Psíquico, por su propia constitución, es algo innato, con lo cual un porcentaje elevado de personas con estas características funcionan intuitivamente.

Si bien pueden ser conscientes de que están tomando energía, no siempre comprenden completamente cómo o por qué. De hecho, muchos Vampiros Psíquicos ni siquiera tienen una palabra para definirse a sí mismos.

Esta dinámica también se produce de forma inversa, es decir, cuando en presencia de alguien nos sentimos más cansados que de constumbre, como si sola presencia de algún modo nos fatigara. Vale la pena recordar que los síntomas más comunes de estar cerca de un Vampiro Psíquico son el cansancio físico, dolores de cabeza, irritabilidad e insomnio.

En la superficie, el Vampirismo Psíquico se reduce a aquellas personas que toman energía de los demás, conscientemente o no; sin embargo, esa perspectiva no es demasiado amplia, y entre los Vampiros Psíquicos existen diferentes razones para explicar su comportamiento, así como numerosas interpretaciones sobre cómo se expresa realmente el Vampirismo Psíquico.

En primer lugar, los Vampiros Psíquicos tienen diversas explicaciones sobre por qué necesitan alimentarse. Algunos creen que se alimentan como resultado de una dolencia física (a menudo crónica) o espiritual, las cuales reducen su propia vitalidad.

En tales casos, la necesidad de energía externa surge debido a una herida áurica, es decir, a la posibilidad de que el aura del vampiro no produzca suficiente energía vital, ni la redistribuya adecuadamente, lo cual los impulsa a alimentarse de la que producen los demás.

Y tal como ocurre con las leyendas de vampiros tradicionales, aquellos que sí duermen en ataúdes, que odian el ajo, la luz del sol, los crucifijos, y que no se reflejan en los espejos, quienes, se decía, se cebaban primero con la sangre de sus familiares, los Vampiros Psíquicos atacan con frecuencia a sus seres más queridos: parejas, hijos, padres, hermanos, compañeros de trabajo; con quienes establecen un vínculo tóxico, parasitario, basadado en la manipulación psicológica.

En teoría, los Vampiros Psíquicos aprovechan el afecto que esos seres queridos les dispensan para establecer con ellos un vínculo nocivo, pernicioso, donde predomina la dominación del otro a través de diversas herramientas.

Algo parecido ocurre con los vampiros de la leyenda, quienes rara vez mataban a sus presas, sino que se alimentaban de ellas durante todo el tiempo posible (ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima).

Otros sostienen que los Vampiros Psíquicos requieren energía externa porque efectivamente tienen un metabolismo espiritual más alto que los demás, no como consecuencia de una herida áurica.

En este caso, los Vampiros Psíquicos producen energía vital sin problemas, pero por alguna razón la queman demasiado rápido. Aquellos que defienden esta teoría sostienen que la razón por la cual los Vampiros Psíquicos queman su energía vital a un ritmo más acelerado que una persona normal se debe a que de esa forma alimentan las habilidades psíquicas que poseen de forma innata.

Al poseer este tipo de habilidades, que generalmente no saben controlar apropiadamente, los Vampiros Psíquicos se sienten constantemente cansados, como presa de una fatiga crónica. sin llegar a entender que es su propio sistema quien consume la energía que fluye a través del aura más rápido de lo que sus chakras pueden producirla, o mejor dicho, redistribuirla. Esa diferencia se compensa tomando energía de los demás.

En este contexto es comprensible que muchos Vampiros Psíquicos vacilen en hablar abiertamente sobre sí mismos, quizás por temor a ser juzgados.

En casi todos los libros sobre el tema, el Vampirismo Psíquico es representado como una aflicción, en el mejor de los casos, o como una elección consciente para victimizar a otros, en el peor. Al igual que los vampiros tradicionales, es más sencillo para la mayoría de los Vampiros Psíquicos vivir ocultos que luchar contra un prejuicio tan firmemente establecido.

Esta representación negativa también es aceptada por muchos Vampiros Psíquicos; es decir, muchos de ellos pasan años sintiéndose avergonzados de lo que son, hasta que finalmente terminan aceptando esa supuesta malignidad que se les atribuye y hacen todo lo posible para demostrarla abiertamente.




Vampiros. I Parapsicología.


Más literatura gótica:
El artículo: Cómo funciona el vampirismo psíquico (el teoría) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

El enlace entre el Vampiro y su víctima


El enlace entre el Vampiro y su víctima.




De acuerdo al Diario de un Vampiro, o Liber Vampiris, existe una especie de Enlace entre el Vampiro y su víctima. Según este libro prohibido, cada vez que un Vampiro se alimenta de alguien forja en el proceso un vínculo sutil con esa persona; y cada nuevo encuentro entre ambos refuerza el Enlace inicial, haciendo que sea mucho más fuerte y profundo.

(Nota: el Liber Vampiris utiliza la palabra latina vinculum, que significa «cadena», «atadura», pero que en español genera la idea de un vínculo sentimental, por eso hemos preferido utilizar el término enlace)

El Enlace no solo se establece a través de la alimentación, sino también mediante interacciones ordinarias con la otra persona, de modo que cada vez que el Vampiro y ella se encuentren, tanto en el ámbito social como en el privado, el Enlace se fortalecerá poco a poco.

El Enlace entre el Vampiro y su víctima no es completamente psíquico, es decir, no tiene que ver estrictamente con el control mental a distancia. Podemos pensarlo como una especie de tentáculo astral que conecta al Vampiro con el Cuerpo Sutil de la persona de la cual se alimenta. En otras palabras, el Enlace se establece a nivel astral, y posee una increíble capacidad de resistencia.

La intensidad con la cual el Vampiro se alimenta de la persona está relacionada con su grado de deseo, y este es el factor que determina la profundidad y la fuerza del Enlace. Al parecer, hay una alimentación superficial, con motivos rigurosamente biológicos, que no crea vínculos perdurables. En el caso de la alimentación profunda el Enlace se establece en un mismo nivel, conecta al Vampiro con el núcleo de la otra persona, forjando así un Enlace significativo.

El Enlace entre el Vampiro y su víctima no solo los conecta energéticamente, o mejor dicho, a nivel astral, sino que también puede forjar un vínculo emocional definido. La persona se siente cada vez más unida al Vampiro en términos mentales, físicos, emocionales y espirituales. En general esto se confunde fácilmente con atracción, e incluso con sentimientos más ricos, como el amor.

El Enlace, entonces, permite un intercambio de información entre el Vampiro y su víctima. A través de esa conexión el Vampiro puede sentir las emociones de la persona, e incluso percibir las cosas a través de sus sentidos. Cuanto más profundo y fuerte sea el Enlace más constante y definida es esta comunicación.

Es decir que el Vampiro puede utilizar el Enlace para recibir información, pero también para enviarla. Puede proyectar conscientemente sus sentimientos hacia la otra persona. Puede enviarle pensamientos, sugerencias, y hasta órdenes precisas, aunque esto puede hacer peligrar la estabilidad del Enlace, e incluso romperlo.

Excepto que la persona intente bloquear el Enlace conscientemente, la comunicación fluye sin obstáculos entre ambos extremos. Los estados emocionales fuertes son los que mejor se transmiten, en ambas direcciones, es por eso que la víctima a veces experimenta sentimientos encontrados, complejos, pero intensamente emocionales, que al no conocer de dónde provienen puede aceptarlos equivocadamente como propios, y con consecuencias sumamente desagradables.

Las emociones fuertes, dentro del marco emocional de los Vampiros, pueden producir estados de ánimo que oscilan peligrosamente entre los extremos del placer y la depresión cuando son transmitidos por el Enlace. Por otro lado, los cambios repentinos en el humano casi no afectan al Vampiro, pero sí al enlace.

Cuando el Vampiro se alimenta extiende parte de su energía sobre la víctima. Al principio puede existir cierta resistencia, pero cuando el Enlace se establece a nivel profundo, tocando el núcleo de la persona, se produce una apertura casi absoluta. Esto es peligroso para el Vampiro, que fácilmente puede perder el control y tomar demasiado de su presa. Después de retirarse, el Vampiro deja un poco de sí en la persona de la cual se alimentó. Esto constituye la raíz del Enlace.

El Enlace forjado a través de la alimentación, decíamos, puede crear un vínculo emocional significativo. La persona puede experimentar sentimientos realmente pintensos, como atracción y amor; y éstos a su vez siguen el flujo de energía que se transmite a través del Enlace. La profundidad e intensidad de esos sentimientos, así como su duración a lo largo del tiempo, están determinados por la fuerza del Enlace.

Esto significa que no hay dos Enlaces iguales entre un Vampiro y su víctima. Si las emociones involucradas son superficiales, así lo será el Enlace, pero cuando este es demasiado profundo puede llegar a comprometer al Vampiro. La persona puede incluso llegar a bloquearlo, y a tener cierto control sobre él.

Las consecuencias de un Enlace desigual pueden ser graves. En primer lugar, el Vampiro necesita una conexión con su víctima, pero también un alto grado de control sobre la situación. Es por eso que los Vampiros más evolucionados, aquellos que no encuentran satisfacción únicamente en alimentarse, jamás subestiman el poder de los seres humanos, ya que fácilmente podrían quedar atrapados en un Enlace desigual. Cuando este se debilita, el deseo, la atracción, la pasión, el amor, pueden convertirse en resentimiento; y nadie puede causar más daño a un Vampiro que alguien con el que estableció un vínculo profundo.

Por todos estas razones, los Vampiros nunca se alimentan de forma casual, salvo los Ghouls y otros seres despreciables que rondan los cementerios y sitios malditos. Los verdaderos Vampiros se aseguran de que el Enlace sea firme, profundo, y que permita cierto grado de intercambio entre ambas partes.

Las repercusiones emocionales y psicológicas de un Enlace desigual —donde una de las partes toma más de lo que da— son demasiado graves, incluso para el Vampiro. Éste no se cortará abruptamente, pero puede neutralizar la predominancia del Vampiro en la relación, neutralizando buena parte de su influencia.

No obstante, sostiene el Liber Vampiris, un Enlace bien establecido no se corroe fácilmente, aún cuando existan desigualdades en los sustratos menos íntimos de la relación. Incluso hay casos extraordinarios donde ya no existe un extremo dominante en el Enlace, y otro sometido, sino un vínculo equilibrado, incluso igualitario, donde ambos se alimentan y, a la vez, se ofrecen como alimento.




Vampiros. I Libros de Vampirología.


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El artículo: El enlace entre el Vampiro y su víctima fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Vampiros: el asombroso simbolismo detrás de la leyenda


Vampiros: el asombroso simbolismo detrás de la leyenda.




No es infrecuente que, al regresar sobre las leyendas medievales, los especialistas se esfuercen por explicarlas bajo la trémula luz de la alegoría y el simbolismo. Es decir que, frente a la Caperucita Roja, por ejemplo, pocos se atreven a interpretarla en términos literales; siendo menos aún los que vindiquen la existencia real de tales historias. Después de todo, los lobos no se disfrazan de desvalidas abuelas.

No obstante, con los vampiros ocurre una dinámica inversa.

En efecto, las leyendas de vampiros son interpretadas con una literalidad pasmosa: el muerto que regresa a la vida es un muerto que regresa a la vida, la sangre que se bebe es sangre bebida, los ataúdes, los cementerios, los revoleos nocturnos bajo la forma de murciélagos, ratas, y otras criaturas de la noche, son exactamente eso.

No hay símbolos. O mejor dicho, los hay, y muchos, pero omitidos de forma casi automática, lo cual nos sitúa frente a una leyenda que puede o no ser creída pero únicamente dentro de esa literalidad, sin margen para lo simbólico.

Por un lado, los cuentos de hadas, y por tal caso todas las mitologías, son observadas a través del velo de lo simbólico; mientras que a los vampiros, en cambio, les ha tocado prescindir de toda profundidad interpretativa.

¿Pero qué ocurriría si aplicáramos sobre los vampiros el mismo principio?

Es decir, ¿qué ocurriría si los vampiros, como criaturas del folklore que subsisten más allá de la tumba, alimentándose de la sangre de los vivos, fuesen en realidad una figura que intenta representar, de manera simbólica, algo mucho más tangible?

Eso es precisamente lo que intentó hacer la Teosofía.

Para esta resbaladiza rama del saber, los vampiros son un símbolo que describe una amplia variedad de entidades, algunas desencarnadas, otras materiales, capaces de vampirizarnos.

Por ejemplo: los vampiros beben sangre en todas las leyendas, y a veces cosas peores, pero este punto nunca se pone en duda. A nadie —o a pocos, para ser más justos— se le ha ocurrido imaginar que la sangre, dentro del mito de los vampiros, es un símbolo más. ¿Y qué es lo que representa la sangre en este tipo de leyendas? Según la Teosofía, la referencia a la sangre sería una representación física del principio vital que sostiene la vida orgánica.

La llaman Kama-Prana; energía, básicamente.

Dentro de este criterio, los vampiros son entidades vivas o espirituales que se alimentan de la energía vital de los vivos. El concepto de vampiro energético —a veces llamado vampiro emocional o vampiro psíquico— se ajusta dentro de este modelo de interpretación.

Esa energía vital —el Kama Prâna— circula por el organismo a través del torrente sanguíneo. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuál es la constitución de esa energía? Los teósofos son impermeables ante esos interrogantes, pero sí han deducido cuál es su función: es el principio vital en nosotros, el cual sostiene la vida orgánica y nos conecta con este y otros planos y universos.

Estas teorías plantean un tipo de vampirismo mucho más complejo, cuyas características resuenan simbólicamente en las leyendas.

Todos conocemos aquel axioma legendario que sostiene, en términos más o menos ambiguos, que uno debe invitar al vampiro para que éste pueda ingresar en un domicilio. Esto, en términos simbólicos, se resume en la necesidad de convertirse en víctima voluntariamente. La Teosofía explica este rasgo de la leyenda del siguiente modo:

La transmisión de una porción de la energía vital desde la víctima hacia el vampiro no es producto de una acción completamente forzada, sino que depende de la relación entre el vampiro y la víctima, siendo esta última la que concede ser vampirizada, a veces a nivel inconsciente.

Así como en la leyenda es necesario abrirle la ventana al vampiro, en el plano real, según la teosofía, uno debe desear ser vampirizado.

Lo curioso es que este proceso, por llamarlo de algún modo, generalmente se produce sin que el vampiro y su presa, salvo casos excepcionales, sean realmente conscientes de lo que ocurre. Uno puede estar vampirizando a otras personas sin saberlo, del mismo modo en que otras pueden ser vampirizadas sin tener conciencia real de lo que está sucediendo.

Los vampiros que actúan voluntariamente, según la Teosofía, son esencialmente los adeptos a la magia negra, la nigromancia, la brujería, el ocultismo y el esoterismo, quienes son capaces de dirigir la voluntad hacia una o varias personas hasta que éstas finalmente concedan en convertirse en sus víctimas.

Por otra parte, la relación de los vampiros con los sarcófagos, los cementerios, y sobre todo la marcada aversión de estas criaturas por los objetos sagrados, como las cruces y el agua bendita, e incluso el sol, serían símbolos que representan la constitución del mago negro, como todos sabemos, básicamente nocturno, asiduo visitante de sitios en donde predomina la muerte y siempre temeroso de la fe.

C.W. Leadbeater incluso arriesga una explicación para los vampiros energéticos que actúan sin saber exactamente el poder que ejercen sobre los demás:


El que tiene la desgracia de ser un vampiro inconsciente puede ser comparado con una esponja gigantesca, siempre lista para absorber enormes cantidades de energía vital. Si se limita a aprovechar las radiaciones superficiales que cada persona normal emite, no hará ningún daño, ya que el aura de la víctima es capaz de reponerla a medida que se pierde. Pero usualmente esto no es todo lo que el vampiro hace. Es capaz de absorber energía de forma tan intensa y sostenida que, literalmente, termina por vaciar a su presa.


Ahora bien, tanto H.P. Blavatsky como Annie Besant, dos de las principales figuras de esta corriente filosófica, coinciden en afirmar que la absorción de energía vital no ayuda realmente al vampiro, ya que éste la quema a un ritmo igualmente frenético.

El vampiro invariablemente desperdicia la sustancia energética que ha adquirido, como si pasara a través de él y se disipara sin una adecuada asimilación, de modo tal que su sed nunca se sacia. Es como si llevara consigo una herida incapaz de cicatrizar. No importa cuánta sangre, o energía, absorba, esta seguirá fluyendo a través de esa herida perpetuamente abierta.

Dentro del terreno de la leyenda, esto se representa en el incontenible estado de sed de los vampiros, quienes pierden fuerza y vitalidad si no beben sangre frecuentemente.

C.W. Leadbeater añade:


Lo único que se puede hacer para ayudar a un vampiro es proporcionarle la vitalidad que anhela en cantidades estrictamente limitadas, mientras se esfuerza, por acción hipnótica, para restaurar la elasticidad del doble etérico, de modo que la succión de energía, y la fuga correspondiente, ya no tengan lugar.


Es decir que el vampirismo energético no puede revertirse, del mismo modo en que, tras convertirse en vampiro en las leyendas, uno no puede retornar a su forma humana.

Y así como estos chupasangres de la tradición solo pueden morir con una estaca que les atraviese el corazón, el vampiro energético cesa de parasitar a sus víctimas cuando su corazón se detiene o, según la Teosofía, cuando un iniciado atraviesa el corazón de su cuerpo etérico.

Al parecer, también hay formas de defenderse de un vampiro energético. C.W. Leadbeater propone la creación de una especie de cáscara etérica, un Tulpa o Forma de Pensamiento, que actúe como armadura alrededor nuestro; pero ningún otro autor defiende esa posibilidad.

Por último, los vampiros incluso pueden trascender su propia muerte física, convirtiéndose en seres desencarnados cuyos instintos los impulsan a buscar con avidez el contacto con personas vivas.

Estos espíritus, conocidos en la Edad Media como Íncubos y Súcubos, todavía mantienen una relación magnética con sus cadáveres físicos, de manera tal que deben regresar a sus tumbas, del mismo modo en que los vampiros de la leyenda retornan a sus sarcófagos antes del amanecer.

A grandes rasgos, estos son algunos símbolos detrás del mito de los vampiros de acuerdo a la Teosofía, acaso la única rama del saber, tan endeble como interesante, en ensayar una interpretación para una de las criaturas más extendidas a lo largo de prácticamente todas las mitologías.




Vampiros. I Parapsicología.


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Cómo reconocer a un vampiro energético


Cómo reconocer a un vampiro energético.


Algunos consejos para saber quién es un vampiro energético.



Recientemente hablábamos sobre cómo protegerse de un vampiro energético. Hoy trataremos de especificar en resumidas cuentas las cualidades, atributos y rasgos que nos permitan identificar quién es un vampiro energético.

Así como la felicidad es "infecciosa", también lo son la envidia, el odio y el miedo: los tres atributos esenciales de los vampiros energéticos.

El vampiro energético es, en esencia, el opuesto de aquellas personas con las que podríamos pasar horas enteras sin darnos cuenta: hablando, compartiendo momentos; en definitiva, personas que nos llenan de energía, que nos hacen sentir vivos.

Los vampiros energéticos, por el contrario, promueven un constante sentimiento de infelicidad. Nos hacen sentir agotados, miserables, físicamente exhaustos e incómodos. Incluso durante una llamada telefónica logran absorber grandes cantidades de energía.

Desde luego que no todos los vampiros energéticos son iguales. Muchas personas con buenas intenciones no logran equilibrar su propia energía mental y, en consecuencia, hacen descender los niveles de los demás para balancearse con los suyos.

Por suerte existen algunos tipos de personalidades muy marcadas que pueden identificarse rápidamente como vampiros energéticos.

Naturalmente, esto es apenas una simplificación brutal, pero creo que sirve a modo de ejemplo. Todos los casos valen tanto para hombres como para mujeres.



10 tipos de personalidad de vampiros energéticos:


1) La Víctima:
Podríamos resumir este tipo de personalidad de vampiro energético como aquel que, con o sin evidencias objetivas, considera que todo el mundo está en su contra. Sus quejas rara vez conducen hacia algo constructivo, por el contrario, el propósito principal de sus lamentos es atraer la atención de los demás.


2) El Culpador.
Básicamente es aquel que desliga responsabilidades en los demás y nunca las asume como propias. Nunca se siente culpable de sus acciones; en todo caso, éstas siempre son justificadas con argumentos falaces. A todos señala con dedo acusador.


3) El Dramático.
La personalidad dramática intenta desesperadamente capturar la atención de los demás, no importa el costo, que puede oscilar desde el ridículo a lo patético. Las razones tampoco suelen ser claras. Todo lo dramatiza. Todo lo exagera. Todo lo saca de proporción. Rompe en llanto por cualquier motivo.


4) El Ofendido.
Es incapaz de lidiar con el rechazo. Se ofende frente a cualquier negativa o actitud que contradiga sus deseos. Suele ser firme en sus ofensas, que no se evacúan rápidamente. No es infrecuente que "castigue" a quienes supuestamente lo han ofendido.


5) El Celoso.
No solo cela a su pareja por motivos insignificantes, sino a todo el mundo y por cualquier cosa. Sus celos se disparan cuando la atención de quienes lo rodean se dirigen hacia alguien más. Puede ser una personalidad muy peligrosa si no se le marcan límites claros.


6) El Inseguro.
No hablamos aquí de la persona tímida, sino del sujeto inseguro que arrastra a los demás a su propia atmósfera. La persona sanamente insegura prefiere evitar las situaciones que le incomodan, el Inseguro, en cambio, hace que todos participen de sus miedos.


7) El Paranoide.
Vive lleno de ansiedad, de miedo; todo su entorno vibra en un ritmo caótico que se acentúa todo el tiempo. Prevee planes nefastos en contra suyo. Anticipa desgracias que nunca ocurren. Teme perderlo todo y nunca arriesga nada.


8) El Entrometido.
No solo se entromete en la vida de los demás sino que se siente partícipe exclusivo de las desiciones de otros. Suele esparcir rumores maliciosos y comentarios inapropiados.


9) El Egoísta.
Todo se relaciona con él y nada más que con él. Incluso el clima parece diseñado para perjudicarlo. Todo el cosmos, hasta su molécula más ínfima, gira alrededor de él.


10) El Demandante.
Nada es suficientemente bueno, nada lo satisface. Vive en un perpetuo estado de insatisfacción. Corre desesperadamente para alcanzar objetivos que luego descarta sin vacilaciones. Nada le gusta. Nada le resulta cómodo. Nada le causa placer. Exige más, lo demanda todo, siempre.




Más sobre vampiros. I El lado oscuro de la psicología.


Más literatura gótica:
El artículo: Cómo reconocer a un vampiro energético: cómo saber quién es un vampiro energético fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Cómo defenderse de un vampiro energético.


Cómo defenderse de un vampiro energético.




La ocultista británica Dion Fortune, autora de Autodefensa psíquica (Psychic Self Defence), siempre se mostró interesada en los vampiros energéticos, cuestión que en cierta forma favoreció a sus críticos, ya que éstos a menudo la acusaban de aliviar su hostilidad contra los hombres a través de la figura mítica del vampiro.

Ahora bien, Dion Fortune observó que existen distintas razas de vampiros energéticos, y que cada una de ellas opera asumiendo distintas personalidades. La primera asombra por su banalidad, e incluso por la ausencia de anomalías y características que inviten al profano a considerarse frente a un vampiro [ver: Cómo convertirse en un vampiro energético]

Para Dion Fortune todas las «víctimas» son, en definitiva, vampiros. No hablamos de víctimas de algún tipo de atropello, sino de aquellas personas que se victimizan, que hacen de sí y de sus problemas el centro gravitacional de quienes los rodean.

Pero no solo Dion Fortune vio en este tipo de personalidad los rasgos del vampiro energético. El ocultista Eliphas Levi sostuvo que las personas con tendencia a victimizarse son en realidad voraces vampiros energéticos. Veamos algunas de sus características basándonos en las observaciones de estos dos investigadores.

Los vampiros energéticos elaboran una suerte de teoría irrefutable sobre sus propias limitaciones e infortunios. Tanto íntimamente como de forma explícita se consideran incapaces de enfrentarse al mundo. Suelen quejarse a viva voz de sus problemas y desgracias. Desde su óptica, el mundo «está en su contra». Nunca son ellos los responsables de sus desdichas y siempre encuentran algún culpable exterior.

El profesor Lugano, árido exégeta del vampirismo, desarrolló un esquema por el cual define al vampiro energético como aquel que busca incansablemente a los responsables de entorpecer su destino, evitando el único sitio donde puede encontrarlos: un espejo.

Eliphas Levi ofrece más detalles sobre los vampiros energéticos. Señala que todos ellos son tozudos pesimistas. Buscan atraer la atención de los demás con gestos adustos, preocupados; suspiros teatrales, temblores, estremecimientos, llantos, miradas perdidas, respuestas pausadas, crisis reiterantes y relatos que giran en torno a un estado perpetuo de desdicha. De este modo, este tipo de vampiro energético se ubica en un estado de vulnerabilidad que les permite acceder a la comprensión ajena [ver: Cómo funciona el Vampirismo Psíquico]

Dion Fortune suscribe esta supuesta tendencia de los vampiros energéticos a mostrarse vulnerables, ya que con ella seducen a sus oyentes. Desde luego, ningún vampiro energético busca realmente solucionar sus problemas, por el contrario, estos son su fuente de energía, su motor para manipular a quienes tienen la mala fortuna de rodearlos [ver: Cómo reconocer a un vampiro energético]

El vampiro energético se convence —y convence a los demás— de que es una víctima. Más aún, vive en un constante estado de defensa. Ofrece excusas sin motivo, explica su situación reiteradamente, habla más de lo que escucha, y siempre de sí mismo. Cuando alguien le ofrece una solución la deshecha rápidamente, y cuando no encuentra eco para sus quejas se muestra ofendido por la falta de interés de sus oyentes.

Según Eliphas Levi, todas las personas que, luego de exponer con minuciocidad toda clase de problemas imaginarios, preguntan: «¿qué debo hacer?», tienen algo de vampiros energéticos. Los que luego de recibir nuestra respuesta sensata actúan como si nada hubiese sucedido, pasan a engrosar una clase de vampiros que no busca alimentarse de energía emocional, sino que encuentran un placer solaz en perpetuar ad infinitum su situación de víctimas, haciendo que cada sugerencia sea descartada con un abanico aparentemente interminable de argumentos.

Dion Fortune sostiene que no existen estacas lo suficientemente eficaces para tratar con esta clase de vampiros energéticos, o crucifijos capaces de repelerlos. Lo que sí existe es la posibilidad de identificarlos y ahuyentarlos al minimizar sus tragedias, casi siempre miserables.

No hay vampiro energético que tolere una burla sobre sus problemas. Basta reírse un poco de ellos e invitarlos a revisar la naturaleza frívola de sus inquietudes, para que retornen a sus ataúdes vaporosos y recurran con urgencia a otros oyentes más proclives a las abducciones energéticas.




Leyendas de vampiros. I Razas de vampiros.


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Vampiros energéticos


Vampiros energéticos.




En nuestro anterior artículo hablamos sobre los vampiros psíquicos, quienes se alimentan de la energía mental de su presa. Hoy, en este mismo sentido, hablaremos de los vampiros energéticos.

Los vampiros energéticos también se alimentan de la energía de los demás —su nombre no es caprichoso—, presumiblemente —de acuerdo al profesor Lugano— de la energía gástrica, o digestiva, que el organismo metaboliza y elimina en las dependencias sanitarias. O per upites, como se decía en la Antigua Roma. Algunos eruditos sostienen una teoría contraria, que afirma que los vampiros energéticos son una joda completamente innecesaria.

En otras palabras: los vampiros energéticos comen aquello que otros excretan.

Por supuesto, nos referimos a una especie de excremento metafórico, poético; a la caconia que menciona Cátulo. Quizás por esto se asocia a los vampiros energéticos con los escarabajos y otros insectos que no vacilan en frecuentar desechos orgánicos.

Ahora bien, ¿cómo protegerse de un vampiro energético?

Muy sencillo, mediante una serie de hábitos saludables que debemos observar religiosamente. En primer lugar, debemos evitar la liberación de metano en sitios apretados, como el subterráneo, el banco, o la cancha de Tristán Suárez.

En segundo lugar, debemos aprender a no romper abruptamente el vínculo sentimental con nuestros residuos intestinales. Es desaconsejable apretar el botón del reservado apenas efectuamos nuestro depósito. Por el contrario, es prudente quedarse allí durante unos minutos y velar por la seguridad de nuestros desechos.

Claro que los vampiros energéticos son seres muy astutos, y no se alimentan exclusivamente de sólidos. También son capaces de metabolizar nuestras expulsiones gaseosas, y de aspirar verdaderos trompetazos sin mayores reservas. El lector perspicaz puede reconocerlos por ser siempre los primeros en acusar, del modo más arbitrario, al resto de los parroquianos de emitir ebulliciones subrepticias.

Invitamos al lector reflexivo a elucubrar sobre este tópico apasionante en su próxima deposición.




Leyendas de vampiros. I Libros de vampiros.


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¿Qué es un vampiro psíquico?


¿Qué es un vampiro psíquico?




Podemos definir a los vampiros psíquicos como parte de una raza de vampiros que se alimentan de la energía psíquica, emocional y corporal de sus víctimas.

Las leyendas afirman que los vampiros psíquicos no siempre son concientes de su condición. Muchos de ellos incluso aseguran a viva voz que sólo dedican al comercio, las finanzas, la política o la timba.

El vampirismo psíquico se extiende a través de todos los estratos sociales. Normalmente, la definición: vampiros psíquico, es aplicada por las clases sociales altas. Los pobres simplemente los denominan: mufas o yetas. Existe una mecánica similar en otros términos. Por ejemplo, si usted es rico y adepto a las mentiras, será catalogado como mitómano, mientras que si es de recursos moderados, será llamado chanta, chamuyero, etc.

Los vampiros psíquicos pueden ser tanto hombres como mujeres, y todas las posibilidad que se extienden en el medio. Incluso se ha sabido de una cotorra vampira en las costas del Báltico. Los lugareños la bautizaron Arghailgh, debido a la acidez de sus comentarios.

Los vampíros psíquicos masculinos suelen ser sujetos más bien bucólicos, taciturnos; el típico caballero que observa las tertulias con cara de culo, pero que jamás deja de asistir a alguna. Suelen dedicarse a la psicología y otras ramas de lo paranormal. Son petisos, hirsutos, y rinden un macabro culto a Marcel Marceau.

Los vampiros psíquicos femeninos son los más astutos. Jamás revelan su naturaleza, debido a una digestión energética más lenta. Pueden pasar años vampirizando a familiares, amigos y aves de corral sin que nadie detecte sus hábitos.

A continuación compartimos todo el material disponible en El Espejo Gótico sobre vampiros psíquicos.







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«La señora de las galletas»: Philip K. Dick; relato y análisis


«La señora de las galletas»: Philip K. Dick; relato y análisis.




La señora de las galletas (The Cookie Lady) —a veces traducido al español como La viejecita de las galletas— es un relato de vampiros del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), publicado originalmente en la edición de junio de 1953 de la revista Fantasy Fiction, y luego reeditado en la antología de 1955: Un puñado de oscuridad (A Handful of Darkness).

La señora de las galletas, uno de los cuentos de Philip K. Dick menos conocidos, relata la historia de Bernard "Bubber" Surle, un muchacho que disfruta visitar a la señora Drew, una viuda solitaria que le hornea galletas. Todos los días, después de la escuela, Bernard pasa sus tardes con la señora Drew, quien comienza a experimentar una transformación inquietante: lentamente comienza a rejuvenecer, mientras que el muchacho regresa a casa cada día más agotado y consumido.

En este sentido, La señora de las galletas de Philip K. Dick aborda el tema del vampirismo de forma muy eficaz. En efecto, la señora Drew es una vampiresa, pero no una tradicional, sino un vampiro energético, a veces llamados vampiros psíquicos o vampiros emocionales; en este caso, capaz de reducir a sus víctimas a una simple mota de polvo en el viento.




La señora de las galletas:
The Cookie Lady, Philip K. Dick (1928-1982)

—¿Adónde vas, Bubber? —gritó Ernie Mill desde el otro lado de la calle, mientras preparaba su itinerario.

—A ningún sitio —dijo Bubber Surle.

—¿Vas a ver a tu amiga? —Ernie se echó a reír—. ¿Por qué visitas a esa vieja? ¡Cuéntanos algo!

Bubber siguió caminando. Dobló la esquina y bajó por la calle Elm. Vio la casa al final de la calle, algo retirada del solar. Frente a la casa crecían multitud de hierbas, viejas hierbas resecas que susurraban y crujían cuando soplaba el viento.

La casa era como una pequeña caja gris, ruinosa y despintada, y los escalones del porche se habían hundido. En el porche descansaba una vieja mecedora deteriorada por la intemperie, y de ella colgaba un trozo de tela roto. Bubber entró en el sendero. Respiró profundamente cuando empezó a subir los desvencijados escalones. Ya percibía aquel aroma cálido y maravilloso, y la boca se le hizo agua. La perspectiva de lo que se aproximaba aceleró su corazón.

Bubber tocó el timbre. Un timbrazo chirriante y oxidado se oyó al otro lado de la puerta. Hubo unos instantes de silencio, roto por el sonido de alguien que se movía. La señora Drew abrió la puerta. Era vieja, muy vieja, una menuda anciana apergaminada, como las malas hierbas que crecían frente a la casa. Sonrió a Bubber y le abrió la puerta de par en par para que entrara.

—Llegas a tiempo —dijo—. Entra, Bernard. Llegas a tiempo: están a punto.

Bubber se encaminó a la cocina y asomó la cabeza. Las vio, dispuestas en una gran bandeja azul colocada sobre la encimera. Galletas, un plato de galletas calentitas, recién salidas del horno. Galletas rellenas de nueces y pasas.

—¿Qué te parecen? —preguntó la señora Drew. Pasó rauda junto a él y entró en la cocina—. También querrás un poco de leche fría, supongo. Te gusta tomar leche fría con las galletas.

Tomó la jarra de leche que guardaba en el alféizar de la ventana que daba al porche trasero. Después, le sirvió un vaso de leche y depositó algunas galletas en una bandeja pequeña.

—Vamos a la sala de estar.

Bubber asintió con la cabeza.

La señora Drew se llevó la leche y las galletas y las puso sobre el brazo del sofá. Se sentó en su silla y contempló como Bubber se dejaba caer al lado de la bandeja y empezaba a atacar su contenido. Como de costumbre, comió con buen apetito, concentrado en las galletas y sin emitir otros sonidos que los propios de la masticación. La señora Drew aguardó pacientemente a que el muchacho terminara; su ya abultado estómago se había hinchado aún más. Cuando Bubber vació la bandeja miró hacia la cocina, hacia las restantes galletas.

—¿Te importa esperar un poco a terminarte el resto? —preguntó la señora Drew.

—Bueno —aceptó Bubber.

—¿Cómo estaban?

—Estupendas.

—Eso está bien —La anciana se reclinó en su silla—. Bueno, ¿qué has hecho hoy en la escuela? ¿Cómo ha ido?

—Bien.

La viejecita observó que la mirada del muchacho vagaba sin descanso por la sala.

—Bernard —dijo a continuación—, ¿quieres quedarte a charlar un rato conmigo? —El chico apoyaba en el regazo algunos libros escolares—. ¿Por qué no me lees algo de tus libros? Ya sabes que no veo muy bien y es un descanso para mí que me lean.

—¿Podré comerme después el resto de las galletas?

—Por supuesto.

Bubber se acercó a ella, hacia el extremo del sofá. Abrió los libros. Geografía Mundial. Principios de Aritmética. Ortografía...

—¿Cuál quiere? La anciana titubeó.

—El de geografía.

Bubber abrió al azar el gran libro azul: «Perú».

—Perú limita al norte con Ecuador y Colombia, al sur con Chile, y al este con Brasil y Bolivia. Perú está dividido en tres grandes regiones. La primera es...

La anciana le miraba leer. Sus fofas mejillas temblaban mientras leía, y seguía la línea con el dedo. La señora Drew guardaba silencio, contemplándole, estudiando detenidamente al chico, paladeando cada arruga de concentración en la frente, cada movimiento de sus brazos y manos. Se relajó y se hundió en la butaca. El chico estaba muy cerca de ella, a pocos centímetros de distancia. Tan sólo la mesa y la lámpara les separaban.

Era tan agradable que viniera... Llevaba cerca de un mes acudiendo a la cita, desde aquel día en que ella estaba sentada en el porche, le vio pasar y se le ocurrió llamarle mientras señalaba las galletas que tenía junto a la mecedora. ¿Por qué lo había hecho? Lo ignoraba. Vivía desde hacía tanto tiempo en soledad que se sorprendió diciendo cosas extrañas y haciendo cosas extrañas. Veía a muy poca gente y sólo cuando bajaba a la tienda o el cartero le traía el cheque de la pensión. Sin contar a los basureros.

La voz del chico zumbaba monótonamente. La señora Drew se encontraba a gusto, tranquila y relajada. La viejecita cerró los ojos y cruzó las manos sobre el regazo. Y, mientras dormitaba y escuchaba, algo empezó a ocurrir. La anciana empezó a cambiar; sus arrugas se desvanecían. Estaba rejuveneciendo, sentada en su butaca, y su cuerpo frágil y enjuto se llenaba de juventud. El cabello cano se espesó y oscureció, el color acudió a sus ralas mechas. La piel manchada de sus brazos adquirió un tono subido, como el que tenía muchos años atrás.

La señora Drew, sin abrir los ojos, respiró profundamente. Sentía que algo ocurría, pero no sabía qué. Algo pasaba; lo sentía, y era bueno. Pero no sabía exactamente qué. Ya había sucedido antes, casi cada vez que el muchacho venía y se sentaba a su lado.

Sobre todo en los últimos días, desde que había acercado la silla al sofá. Respiró hondo de nuevo. ¡Era fantástico experimentar aquella cálida plenitud, aquel soplo de calor en su cuerpo frío, por primera vez en tantos años! La viejecita, sin moverse de su butaca, se había transformado en una matrona de cabello oscuro que rondaría los treinta años, una mujer de mejillas llenas y brazos y piernas regordetes. Sus labios volvían a ser rojos y en su cuello se concentraba un mínimo exceso de carne, como en el pasado tanto tiempo olvidado.

La lectura cesó de repente. Bubber cerró el libro y se puso en pie.

—He de irme —dijo—. ¿Puedo llevarme el resto de las galletas?

Ella parpadeó y se incorporó. El chico estaba en la cocina, llenándose los bolsillos de galletas. La mujer asintió con la cabeza, desconcertada, todavía bajo los efectos del hechizo. El chico recogió las últimas galletas. Cruzó la sala de estar en dirección a la puerta. La señora Drew se levantó. El calor la abandonó al momento. Se sentía cansada, muy cansada. Contuvo el aliento y respiró con rapidez. Se miró las manos: descamadas, arrugadas.

—¡Oh! —murmuró.

Las lágrimas nublaron sus ojos. Todo se había esfumado en cuanto el chico se apartó. Se tambaleó hasta el espejo situado sobre la repisa de la chimenea y se miró. Unos ojos viejos y apagados la contemplaban, unos ojos hundidos en un rostro ajado. Esfumado, todo esfumado en cuanto el chico se apartó de su lado.

—Hasta luego —dijo Bubber.

—Vuelve —susurró ella—, vuelve, por favor. ¿Volverás?

—Claro —respondió Bubber con voz apática. Abrió la puerta—. Adiós.

Bajó los escalones. Al cabo de un momento se oyeron sus pisadas en la acera. Se había ido.

—¡Bubber, ven aquí! —May Surle, muy malhumorada, estaba de pie en el porche—.Entra y siéntate a la mesa.

—De acuerdo. —Bubber subió al porche con parsimonia y entró en la casa.

—¿Qué te ha pasado? —La mujer le tomó por el brazo—. ¿Dónde has estado? ¿Te encuentras mal?

—Estoy cansado. —Bubber se frotó la frente. Su padre salió de la sala de estar en camiseta, con el periódico en la mano.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Fíjate en él —dijo May Surle—. Hecho un asco. ¿Qué has estado haciendo, Bubber?

—Ha visitado a esa vieja —dijo Ralf Surle—. ¿No te das cuenta? Siempre viene hecho un cromo después de visitarla. ¿Para qué vas allí, Bub? ¿Qué te llevas entre manos?

—Le da galletas —explicó May—. Ya sabes cómo es en lo referente a comer. Haría cualquier cosa por una bandeja de galletas.

—Escúchame, Bub —dijo su padre—. No quiero que vuelvas a ir a casa de esa vieja loca. ¿Me has oído? No me importa la cantidad de galletas que te dé. ¡Vuelves a casa demasiado cansado! Se acabó. ¿Me has oído?

Bubber clavó la vista en el suelo y se apoyó en la puerta. Su corazón, agotado, latía violentamente.

—Le prometí que volvería —murmuró.

—Puedes volver una vez más —dijo May, entrando en el comedor—, pero sólo una. Le dices que no puedes volver nunca más. Díselo con educación. Ahora, ve arriba y lávate.

—Será mejor que se acueste después de cenar —dijo Ralf, contemplando a su hijo mientras subía lentamente la escalera, apoyando la mano en la barandilla. Meneó la cabeza—. No me gusta —murmuró—. No quiero que vuelva más allí. Esa vieja es un poco extraña.

—Bueno, será la última vez —dijo May.

El miércoles amaneció cálido y soleado. Bubber paseaba con las manos en los bolsillos. Se detuvo frente a la tienda de McVane un momento, mirando fijamente los tebeos. Una mujer bebía en el mostrador un gran batido de chocolate. Al verlo, a Bubber se le hizo agua la boca. Eso bastó para decidirle. Se volvió y continuó su camino, apresurando un poco el paso. Pocos minutos después subía al desvencijado porche gris y tocaba el timbre. Detrás de él, el viento agitaba y hacía crujir las hojas. Eran cerca de las cuatro; no podría quedarse mucho rato. En cualquier caso, era la última vez. La puerta se abrió. Una sonrisa iluminó el rostro arrugado de la señora Drew.

—Entra, Bemard. Me alegro de verte. Tus visitas me rejuvenecen. Bubber entró y miró a su alrededor.

—Prepararé las galletas. No sabía si ibas a venir. —Caminó sin hacer ruido hacia la cocina—. Ahora mismo me pongo manos a la obra. Ven a sentarte en el sofá.

Bubber obedeció. Observó que la mesa y la lámpara habían desaparecido; la butaca estaba junto al sofá. La contempló con perplejidad y en ese momento la señora Drew entró en la sala.

—Ya están en el horno. Tenía la masa preparada. —Se sentó en la butaca con un suspiro—. Bien, ¿cómo te ha ido hoy? ¿Qué tal en la escuela?

—Bien.

La mujer asintió con la cabeza. ¡Qué gordito estaba el muchacho, sentado tan cerca de ella, con las mejillas sonrosadas y llenas! Tan cerca que podía tocarle. Su viejo corazón se aceleró. Oh, volver a ser joven. La juventud era muy importante. Lo era todo. ¿Qué significado tenía el mundo para los viejos? Cuando todo el mundo sea viejo, muchacho...

—¿Quieres leerme algo, Bernard? —preguntó a continuación.

—No he traído libros.

—Oh. —La mujer movió la cabeza—. Bueno, yo tengo algunos —se apresuró a decir.-Los traeré.

Se levantó y se dirigió a la biblioteca.

—Señora Drew —dijo Bubber cuando la anciana abrió las puertas—, mi padre dice que no podré volver aquí. Dice que hoy es la última vez. He pensado que sería mejor decírselo.

Ella se quedó inmóvil. Todo pareció saltar a su alrededor, la sala se retorció de furia. Contuvo la respiración, asustada.

—Bernard, no... ¿No vas a volver?

—No, mi padre dice que no.

Se hizo el silencio. La anciana eligió un libro al azar y regresó lentamente hacia su butaca. Al cabo de unos momentos, le pasó el libro al muchacho con manos temblorosas. Bubber lo tomó sin decir nada y examinó la cubierta.

—Lee, Bernard, por favor. Por favor.

—Muy bien. —Abrió el libro—. ¿Por dónde empiezo?

—Por donde quieras. Por donde quieras, Bernard.

El chico empezó a leer. Era algo de Trollope. La mujer apenas le escuchaba. Se llevó la mano a la frente y tocó la piel reseca, frágil y fina, como papel viejo. Tembló de angustia. ¿La última vez?
Bubber continuó leyendo, poco a poco y con voz monótona. Una mosca revoloteaba sobre la ventana. El sol declinaba, la atmósfera refrescaba. Aparecieron algunas nubes, y el viento azotó los árboles con furia. La anciana seguía sentada, cerca del chico, más cerca que nunca, le oía leer, oía el sonido de su voz, le sentía muy cerca. ¿Era posible que fuera ésta la última vez? El terror atenazó su corazón, pero ella lo rechazó. ¡La última vez! Miró al muchacho sentado tan cerca de ella. Al cabo de unos instantes, alargó su mano fina y seca. Respiró muy hondo. Nunca volvería. Nunca más. Era la última vez que Bernard se sentaba allí. Le tocó el brazo. Bubber levantó la vista.

—¿Qué pasa? —murmuró.

—No te importa que te toque el brazo, ¿verdad?

—No, creo que no.

Prosiguió la lectura. La anciana sintió que la juventud del muchacho fluía entre sus dedos y penetraba en su brazo. Una juventud vibrante, y tan próxima... Nunca había estado más cerca, hasta el punto de poder tocarla. La sensación de vida la aturdió. Y entonces empezó a suceder, como en otras ocasiones. Cerró los ojos para permitir que la rodeara, que la llenara, que se introdujera en su cuerpo gracias al sonido de la voz y el tacto del brazo. El cambio, la sensación de bienestar, aquella sensación cálida y poderosa, la inundaba. Florecía de nuevo, henchida de vida, fértil y plena como antes, muchos años atrás.

Se miró los brazos. Redondeados, sí, y fuertes las uñas. El cabello. Negro otra vez, espeso y negro, resbalando sobre su cuello. Se tocó la mejilla. Las arrugas habían desaparecido, la piel era suave y flexible. Una creciente y desbordante alegría se apoderó de ella. Miró a su alrededor, contempló la sala. Sonrió, sintiendo sus dientes y encías firmes, los labios rojos, los fuertes dientes blancos. Se levantó de repente, con el cuerpo seguro y confiado. Describió un breve, ágil y veloz círculo. Bubber dejó de leer.

—¿Ya están las galletas?

—Voy a ver.

Su voz poseía un tono vivaz y profundo que había perdido muchos años antes. Y ahora la había recuperado, su voz, ronca y sensual. Se dirigió con rapidez a la cocina y abrió el horno. Sacó las galletas y las colocó sobre la encimera.

—En su punto —gritó alegremente—. Ven a comerlas.

Bubber pasó por su lado, con los ojos fijos en las galletas. Ni siquiera reparó en la mujer erguida junto a la puerta. La señora Drew salió de la cocina como una exhalación. Fue al dormitorio y cerró la puerta a su espalda. Se volvió para contemplarse en el espejo de cuerpo entero sujeto a la puerta. Joven, volvía a ser joven, vivificada con la savia de la vigorosa juventud. Inspiró profundamente y sus firmes senos se hincharon. Sus ojos destellaron, sonrió. Giró sobre sí misma, la falda revoloteó. Joven y adorable. Y esta vez no se había desvanecido.

Abrió la puerta. Bubber tenía la boca y los bolsillos llenos. Se hallaba de pie en el centro de la sala de estar, con el rostro fofo y abotargado, mortalmente pálido.

—¿Qué pasa? —preguntó la señora Drew.

—Me voy.

—Muy bien. Bernard. Y gracias por venir a leerme. —Apoyó la mano sobre el hombro del chico—. Quizá nos volvamos a ver otra vez.

—Mi padre...

—Lo sé. —Lanzó una alegre carcajada y le abrió la puerta—. Adiós. Bernard. Adiós.

Le vio bajar lentamente los escalones, uno a uno. Después, cerró la puerta y regresó corriendo y brincando al dormitorio. Se desabrochó el vestido y lo dejó caer; la gastada tela gris le resultaba desagradable. Miró durante un breve segundo su cuerpo lleno y redondeado, puso los brazos en jarras. Rió con nerviosismo y se volvió un poco; tenía los ojos brillantes. Un cuerpo maravilloso, pictórico de vida. Tocó los pechos turgentes. La carne era firme. ¡Había tantas, tantas cosas que hacer! Miró a su alrededor con la respiración alterada. ¡Tantas cosas! Abrió el grifo de la bañera y empezó a sujetarse el pelo.

El viento soplaba a su alrededor mientras Bubber caminaba trabajosamente hacia su casa. Era tarde, el sol se había puesto y el cielo estaba oscuro y cubierto de nubes. El viento que le azotaba era frío y penetraba a través de sus ropas, dejándole helado. El chico se sentía cansado, la cabeza le dolía, y se paraba cada pocos minutos para frotarse la frente y descansar, con el corazón agotado. Se desvió de la calle Elm y subió por la calle Pine. El viento aullaba y le empujaba de un lado a otro.

Sacudió la cabeza, intentando despejarse. Qué fatigado estaba, cómo le pesaban los brazos y las piernas. El viento le golpeaba, empujaba y tiraba de él. Respiró profundamente y siguió su camino con la cabeza gacha. Se detuvo en la esquina y se apoyó en una farola. El cielo había oscurecido por completo, las luces de la calle empezaban a encenderse. Por fin, emprendió nuevamente su camino, sin poder apenas caminar.

—¿Dónde estará ese chico? —se preguntó May Surle, saliendo al porche por décima vez. Ralf encendió la luz y se reunió con ella—. Hace un viento horrible.

El viento silbaba y azotaba el porche. Los dos miraron a ambos lados de la calle desierta, pero sólo vieron algunos periódicos y restos de basura que eran arrastrados por el viento.

—Entremos —dijo Ralf—. Menuda paliza va a recibir cuando llegue a casa.

Se sentaron a la mesa del comedor. May no tardó en bajar el tenedor.

—¡Escucha! ¿No has oído nada?

Ralf escuchó. Percibieron un tenue ruido, como una palmadita, que sonaba en la puerta de la calle. Ralf se levantó. Afuera, el viento aullaba, y se proyectaban sombras en la habitación de arriba.

—Voy a ver qué es —dijo el hombre.

Se dirigió a la puerta y la abrió. Algo gris, algo gris y reseco arrastrado por el viento chocaba contra el porche. Lo miró, pero no pudo distinguir qué era. Tal vez un montón de hierbas, hierbas y trapos que el viento empujaba. El bulto rebotó contra sus piernas. Vio que pasaba de largo y golpeaba contra la pared de la casa. Después, cerró la puerta lentamente.

—¿Qué era? —preguntó May.

—Sólo el viento —respondió Ralf Surle.

Philip K. Dick (1928-1982)




Relatos góticos. I Relatos de Philip K. Dick.


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«La casa del vampiro»: George Sylvester Viereck; relato y análisis


«La casa del vampiro»: George Sylvester Viereck; relato y análisis.




La casa del vampiro (The House of the Vampire) es un relato de vampiros del escritor norteamericano George Sylvester Viereck (1884-1962), publicado en 1907.

La casa del vampiro, probablemente uno de los cuentos de George Sylvester Viereck más conocido, relata la historia de un vampiro psíquico —también conocido como vampiro energético o vampiro emocional—; en este caso, el mentor de un joven muchacho, quien se alimenta de la inspiración y los pensamientos de su discípulo.

En este sentido, La casa del vampiro de George Sylvester Viereck deja de lado las viejas costumbres de los vampiros del siglo XIX, y narra la historia de una raza de vampiros completamente nueva, una especie de parásito mental que absorbe y consume los pensamientos y fantasías de sus víctimas, reduciéndolos a una masa biológica, balbuceante, carente de cualquier tipo de reacción mental.

No hemos encontrado ninguna versión digital en español de La casa del vampiro de George Sylvester Viereck, de manera tal que remitimos a los interesados a su original en inglés.




La casa del vampiro.
The House of the Vampire, George Sylvester Viereck (1884-1962)

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  • https://en.wikisource.org/wiki/The_House_of_the_Vampire



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Vampiros: índice de leyendas, relatos y mitos


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