El flebotomista: análisis de «El Vampiro» de John Stagg.


El flebotomista: análisis de «El Vampiro» de John Stagg.




«Cuando esté muerto, yo también buscaré tu vida,
tu sangre.»



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el poema de vampiros de John Stagg: El Vampiro (The Vampyre), publicado en la antología de 1810: El trovador del norte (The Minstrel of the North).

El Vampiro es el primer poema de la literatura inglesa dedicado exclusivamente al tema del vampirismo, e introduce una buena cantidad de temas que se convertirían en tropos comunes del géenero; entre ellos, el tema de la sexualidad, en particular, de la homosexualidad, una característica importante del vampiro literario posterior.

El poema desarrolla la historia de Herman, quien, una noche, mientras yace en cama, enfermo, pronostica su propia muerte a su esposa, Gertrude. La causa, afirma él, es su «querido amigo» Sigismund:


El fantasma de Segismundo vaga
y acecha terriblemente en mi cama.
Allí, revestido de un aspecto infernal,
(por medios que no entiendo),
a mi lado yace el duende
y bebe mi sangre vital.
¡Succiona de mis venas la vida que fluye
y drena la fuente de mi corazón!


Herman describe a su visitante e insiste en no hay forma de escapar. Él mismo está destinado a convertirse en vampiro y regresar de la tumba para alimentarse de la sangre de Gertrude [el consumo de sangre en el poema está claramente sexualizado]. Sin embargo, Gertrude logra escapar de esta profecía, motivada por la voluntad de matar a Herman; mejor dicho, de volver a matarlo después de que se convirtiera en vampiro.


Su rostro estaba ensangrentado,
roja su terrible mirada,
no quedaba ningún signo de vida anterior,
en absoluta inmovilidad yacía.
Se las ingenian para llevarse el cadáver de Herman
al mismo sepulcro y, atravesando ambos cadáveres
profundamente en la tierra, clavan la afilada estaca.


Gertrude es un personaje asombroso teniendo en cuenta que las mujeres en la literatura vampírica del siglo XIX son [casi exclusivamente] víctimas o victimarias. Pensemos en Carmilla [victimaria] y Laura [víctima], en las novias de Drácula [victimarias] y Mina Harker/Lucy Westenra [víctimas]. Es cierto, a menudo estas mujeres revierten la situación y al final se enfrentan con sus respectivos chupasangres, pero en general comienzan como víctimas. Gertrude es diferente, se niega a convertirse en víctima desde que se entera de la situación. No sucumbe a la seducción del vampiro, más bien lo contrario: se siente decepcionada de que su amado, Herman, haya sido feminizado por Segismundo, y resuelve matarlo de la manera más eficaz posible.

Si Mina hubiese tenido algo de Gertrude, habría ensartado a Jonathan Harker con una estaca en el convento de St. Mary; nunca se hubiese casado con él. En el lore del poema de John Stagg, ser víctima de un vampiro implica haber sido feminizado. Gertrude ataca el corazón [literalmente] de esta actividad moralmente contagiosa. Es importante señalar que la homosexualidad subyacente en la figura del Vampiro, o al menos su ambigüedad sexual, no era celebrada ni representada positivamente en la literatura gótica temprana.

El poema está enmarcado como un diálogo entre Herbert y Gertrude, en el que el primero asegura estar siendo atormentado por el espectro de su amigo fallecido, Segismundo, que viene a él por la noche y bebe su sangre. No se trata de un delirio de Herbert: en el momento de su muerte, Gertrude llega a ver por sí misma al Vampiro. A la mañana siguiente, los habitantes del pueblo colocan el cuerpo de Herbert sobre el de Segismundo en su tumba y clavan una estaca a través de ambos, evitándoles la condena de los no-muertos pero, al mismo tiempo, condenándolos a permanecer juntos en la muerte [ver: «No-Muertos» en el folklore y la psicología]

El contexto de El Vampiro parece vagamente aristocrático. No estoy seguro, pero los personajes pueden permitirse el lujo de tener «tumbas» en lugar de entierros comunes. Además, se percibe una diferencia entre los tres protagonistas y los aldeanos, quienes al final terminan obedeciendo las órdenes de Gertrude.

La luz del sol [en realidad, la luz] parece ahuyentar a los no muertos y una estaca en el corazón los anula de forma permanente. Cuando no andan por ahí chupando la sangre de los vivos, los vampiros de John Stagg se esconden en tumbas, hinchados y satisfechos.

Los nombres alemanes de los personajes quizás ofrecen tributo a la poesía vampírica que ya se estaba desarrollando en la literatura alemana. De todos modos, es curioso que John Stagg entregue un drama germano en una colección de poemas que exploran un conjunto de leyendas específicamente cumbrianas. El Vampiro no tiene ninguna conexión obvia con Inglaterra, y menos de Cumbria; de hecho, en el párrafo preliminar del poema se asocia su historia con el folclore húngaro y alemán.

En esta versión del mito de los vampiros, John Stagg emplea un lenguaje médico [resulta que los vampiros «drenan» a sus víctimas «por succión»] pero luego concluye que estas criaturas podrían andar por ahí en la forma de «caballos, vacas, ovejas, asnos, perros, gatos, etc.». Se trata de una estratagema ingeniosa para incluir este motivo foráneo [el vampiro] como algo meramente incidental: ¿usted vive en Cumbria y nunca ha visto a un vampiro? Eso es porque estos seres pueden esconderse en cualquier granja. Más aún, usted podría estar ordeñando a un vampiro sin notarlo.

Suena descabellado. ¿Por qué John Stagg cree que los vampiros pueden convertirse en ovejas? Si incluimos el párrafo preliminar del poema, titulado Argumento (Argument), los vampiros pueden convertirse en animales [¡o cordones umbilicales!]. A la parafernalia médica se le añaden conceptos como «fuerzas vitales» residuales, post-mortem, como causa de las actividades vampíricas. Otra explicación proporcionada por la introducción es la posesión: si no encuentra un cuerpo humano, el vampiro pasará el tiempo fingiendo ser un animal de granja.

No queda claro cuál es la posición del Vampiro del poema, y cuán en serio se supone que debemos tomar un Argumento en el que se ofrecen tanto explicaciones médicas, seculares, como clericales. Creo que John Stagg se esfuerza por emitir un discurso integral, incluyendo una terminología médica bastante inusual [como phlebotomised («flebotomizado»)], y, al mismo tiempo, respaldar un contexto espiritual para el vampirismo. Estas observaciones bien podrían formar parte del discurso de Van Helsing, que en la novela de Bram Stoker, Drácula, combina el conocimiento adquirido a través del folklore con concluisiones de orden médico.

A continuación compartimos el Argumento de John Stagg:


«La historia del vampiro se basa en una opinión o rumor que prevaleció en Hungría y varias partes de Alemania a principios del siglo pasado: se afirmaba entonces que los muertos abandonaban sus tumbas y, por la noche, volvían a las casas de sus amigos; a quienes, mediante la succión, les drenaban la sangre mientras dormían. La persona así flebotomizada seguramente se convertiría en vampiro a su vez; y de no haber sido por una afortunada idea del clero, que ingeniosamente recomendó clavarlos en sus tumbas, tendríamos una mayor multitud de chupasangres de la que tenemos actualmente. Muchas e ingeniosas fueron las críticas, tanto del profesorado como del clero, para adoptar razones probables para la causa física de un fenómeno tan inusual. Se afirmaba que una parte de los espíritus animales, al no escapar del cuerpo al morir, conservaba la capacidad de voluntad; y, al investirse con alguna parte del cuerpo que no se había corrompido inmediatamente, podían realizar esas prodigiosas salidas de la tumba y regresar a placer, sin aparente inconveniente. Otros opinaban que se trataba de una clase de demonios, supuestamente muy numerosos, que, al apoderarse de cualquier excrecencia humana, se volvían parcialmente corpóreos y perfectamente visibles a placer. Según algunos de nuestros viajeros modernos, la noción de la existencia de vampiros era muy conocida y aceptada entre los holandeses y algunos otros asentamientos de América. No creo que ni la milésima parte del mundo conozca la razón por la que la secundina, inmediatamente después del nacimiento del feto, es desprestigiada con tanto cuidado por la obstetra y otros que presiden el parto. Esto se basaba en la opinión de que esos numerosos demonios domésticos, en quienes tenían una fe tan profunda, eran tenaces al aprovechar cualquier oportunidad que les brindara un medio para obtener cualquier porción de humanidad, que ciertamente preferían a cualquier otra sustancia animal. Podemos suponer que el umbelicum sería un jubón muy deseable para uno de estos señores. De ahí que, dado su deseo de hacerse parcialmente corpóreos y visibles, a su antojo, cuando las excrecencias humanas no eran fáciles de obtener, se vieran obligados a acudir a los mataderos para ataviarse con los atuendos que la casualidad les ofrecía. De lo cual podemos inferir la razón por la que tantas de nuestras apariciones comunes se han visto obligadas, por fuerza, a aparecer en forma de caballos, vacas, ovejas, asnos, perros, gatos, etc., en fin, todo tipo de animales; de modo que muchos de ellos, de hecho, podría decirse que son los fantasmas de los animales que representan, más que de alguna persona en particular.»


La noción de que el Vampiro es, en realidad, un cadáver animado por fuerzas demoníacas, es muy antigua. Sobre estos cimientos folklóricos, John Stagg añade otros elementos que pasarían a formar parte del canon vampírico, como la idea de que los chupasangres pueden ser derrotados, o al menos debilitados, por la luz. En este caso, ni siquiera es necesaria la luz solar. Gertrude es capaz de ahuyentar al vampiro utilizándo una simple lámpara.

La forma en que los vampiros en el poema [Sigismund, y luego su víctima, Herman] son eliminados, los hace parecer una simple molestia, no una amenaza física y psicológica real. Un «consejo» decreta que una «plaga como esta» debe ser controlada de inmediato. En consecuencia, los dos vampiros son empalados [al parecer, juntos] para que «sus amigos no tengan nada que temer». El tono resulta casi patético; de hecho, ni siquiera queda claro si los vampiros han sido destruidos o controlados. La sugerencia es que Sigismund [no se menciona cómo se convirtió en vampiro] y Herman ya no podrán salir, no que están físicamente muertos. En cierto modo, ambos perpetúan un vínculo [¿homosexual?] en la [no] muerte, y finalmente son ensartados juntos en la misma tumba.

Más aún, John Stagg establece en el Argumento que los demonios se alojan [cuando pueden] en el cuerpo humano para interactuar con el mundo físico. No queda claro si son capaces de animar cadáveres, pero definitivamente necesitan materia orgánica que no se haya «corrompido». En este contexto, El Vampiro de John Stagg es fiel a las leyendas medievales. Sigismund y Herman han sido ensartados juntos, fijados a la tierra para que retornen al ciclo natural de putrefacción [ya no tendrán sangre fresca a mano] y las entidades que los ocupan se vean obligadas a desalojarlos. El poeta emplea un lenguaje burocrático al referirse a todo esto, pero la idea de permanecer vivo [o no-muerto] en la tumba hasta que tu cuerpo se pudra, es particularmente cruel.

Imagino que el procedimiento del fuego y la decapitación, muy común en las novelas de vampiros posteriores, responden a esta crueldad innecesaria.

Algunos años después encontraremos en Inglaterra a El Vampiro (The Vampyre) de Polidori y El Giaour (The Giaour) y El entierro (The Burial) de Lord Byron, entre otros poemas, donde los chupasangres adquieren características más humanas, y por lo tanto demandan métodos más humanos para aniquilarlos [ver: La marca de Lord Ruthven]. En cambio, el poema de John Stagg aborda la naturaleza animal del vampiro, básicamente una clase de demonios que desean «volverse corpóreos y visibles»; siendo esta densidad material obtenida gracias al consumo de sangre.

Es interesante notar que Herman se refiere a su visitante vampírico como goblin, que en tiempos recientes se asocia a los duendes y las hadas, pero que originalmente refería a una especie de Íncubo que [en la crónica de Ordericus Vitalis] rondaba la región de Evreux.

¿Quién fue John Stagg? Nadie lo sabe realmente. Sólo tenemos elementos biográficos aislados: perdió la vista [no completamente] en un accidente infantil no especificado, se ganaba la vida como violinista y bibliotecario, y formaba parte de una compañía teatral. Su carrera como poeta parece haber sido patrocinada por sus amigos, incluido el duque de Norfolk, a quien está dedicado El trovador del norte. Además de El Vampiro, su obra no recibe ningún comentario sustancial, con excepción de un puñado de poemas escritos en el dialecto de Cumberland.




Vampiros. I Taller gótico.


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