Mostrando entradas con la etiqueta vampiros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vampiros. Mostrar todas las entradas

«En este pecho se obra un hechizo»: análisis de «Christabel» [Samuel Coleridge]


«En este pecho se obra un hechizo»: análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.




«En el roce de este pecho se obra un hechizo.»



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el poema de Samuel Taylor Coleridge: Christabel (Christabel), publicado en 1816 junto a Kubla Khan (Kubla Khan) y Los dolores del sueño (The Pains of Sleep). Antes de entrar en el poema es importante mencionar que se trata de una pieza dividida en dos partes. La primera fue escrita en 1797, y la segunda en 1800. Coleridge planeó tres partes más, que nunca se completaron.

Resumen:

Coleridge comienza hablando de sir Leoline, un poderoso barón muy apegado a su perra, una mastín que tiene la costumbre de responder al reloj del castillo. Cuando aúlla, dicen, la perra es capaz de ver el espíritu de la difunta baronesa. Pero el verdadero orgullo de sir Leoline es lady Christabel, su hija, que en esta medianoche camina sola por el bosque. Encuentra un viejo y robusto roble, se arrodilla ante él y reza por la salvación de su prometido; sin embargo, un lastimoso gemido interrumpe sus plegarias. Detrás del árbol hay una mujer vestida de blanco, descalza, pero con ricas gemas en su cabello.

Con una voz delicada, musical, le dice a Christabel que su nombre es Geraldine. Según cuenta, fue secuestrada por un grupo de caballeros. Logró deshacerse de ellos pero pronto volverán. Afirma no recordar nada mas. Christabel trata de consolarla. Le dice que su padre se encargará de que regrese a salvo a casa. Por ahora, lo mejor es pasar la noche en su cuarto.

Las dos mujeres llegan al castillo de sir Leoline sin incidentes, pero, al antes de cruzar las puertas de hierro, Geraldine se desploma en el suelo. No se desmaya, sino que tiene un súbito ataque de dolor. Christabel la ayuda a incorporarse y la invita a orar a la Virgen, pero Geraldine dice que está demasiado cansada. Al cruzar el patio, la perra ladra furiosamente y las brasas del salón se agitan en extrañas lenguas de fuego. Ya en la habitación, Christabel le ofrece a Geraldine un licor que preparó su madre, quien, según confiesa, murió al darla a luz. Entonces, como si Geraldine pudiera «ver a los muertos sin cuerpo», le advierte a Christabel que tiene un «espíritu guardián» junto a ella, y que ya es hora de liberarse de él, habida cuenta que la propia Geraldine se encargará de cuidarla.

Christabel cree que su nueva amiga está algo confundida por la terrible experiencia que acaba de tener, pero Geraldine le dice que «los habitantes del cielo» la aman y que incluso ella intentará corresponderle. Le pide a Christabel que se vaya a dormir mientras ella reza. Christabel obedece, pero no puede conciliar el sueño, así que observa a Geraldine mientras se desviste, «una visión para soñar, no para contar», porque uno de sus pechos y la mitad de su cuerpo son, digamos, indescriptibles.

Geraldine se acuesta en la misma cama y abraza a Christabel. Por alguna razón, el roce de sus senos hace Christabel sea incapaz de recordar lo que sucedió esa noche, excepto que encontró en el bosque a una «dama brillante», una muchacha «de una belleza excepcional» a quien ha traído a casa. En pocas horas, Christabel deja de ser aquella damisela inocente que rezaba por su prometido para yacer en los brazos de Geraldine. Durante este encuentro todos los «pájaros nocturnos» permanecen en silencio.

Al oír las campanas de servicio matutino, Geraldine se levanta para arreglarse. Christabel despierta y descubre que su nueva «amiga» es aún más hermosa que la noche anterior, antes de derramarle su «dulce agradecimiento». Está claro que Christabel es consciente de que ha pecado.

Sir Leoline, presa de una severa depresión, da la bienvenida a Geraldine. Se asombra al saber que su padre es Roland de Vaux de Tryermaine, un viejo amigo de la juventud con quien tuvo una disputa. No lo ha visto en décadas, pero piensa que no ha encontrado un mejor amigo desde entonces. Al ver a Roland en Geraldine, sir Leoline jura castigar a sus secuestradores [dice que les arrancará sus «almas de reptil»] y la abraza. Al observar esta escena, Christabel vuelve a notar el monstruoso pecho que Geraldine reveló la noche anterior. Advierte también una especie de «jadeo sibilante» en ella.

Sir Leoline dice que enviará a su bardo, Bracy, a informar a Roland que desea recuperar su amistad, por lo que cabalgará con sus tropas para llevar a su hija a casa. Bracy se conmueve, pero ruega que el viaje se retrase. Anoche tuvo un sueño extraño: vio a Christabel como una paloma, sola, gimiendo de angustia en el bosque, enroscada en una serpiente verde. Bracy teme que algo impío esté acechando, por lo que sugiere ir a purificar el bosque con su música.

Sir Leoline, estupefacto por la belleza de Geraldine, apenas escucha al bardo. Le dice a Geraldine que él y Roland son más fuertes que el arpa o la canción; y que juntos aplastarán a esa serpiente. Geraldine acepta su beso con un aire puro, virginal, pero sus ojos, que brillan con un «odio sordo y traicionero», como los de una serpiente, miran de reojo a Christabel.

Christabel cae de rodillas y le ruega a su padre que expulse a Geraldine. Sir Leoline, por supuesto, está indignado por esa deshonra a la hospitalidad de su casa, y todo por celos. Le ordena a Bracy que se vaya a Tryermaine de inmediato. Luego, sir Leoline se aleja de Christabel y acompaña a Geraldine fuera del salón para «expresar el exceso de su amor con palabras de amargura involuntaria».

***


Lo primero que salta a la vista de Christabel es su influencia en el relato de Sheridan Le Fanu: Carmilla (Carmilla). Por ejemplo, en ambas historias una vampiresa atrae a una joven inocente, logra ser invitada a su castillo y, una vez instalada, se gana el favor de su padre. Además, las dos heroínas, Christabel y Laura, son hijas de madres fallecidas durante el parto, y las dos están a cargo de sus padres enfermos. Más aún: la presencia de Geraldine provoca en Christabel síntomas similares a los que Carmilla estimula sobre Laura, y ambas protagonistas experimentan problemas de sueño y debilidad por la mañana después de pasar la noche con sus invitadas [ver: Carmilla y la leyenda de los nombres de los vampiros]

Si bien sabemos que Carmilla es una vampiresa, no conocemos la naturaleza de Geraldine. Puede ser una vampiresa, un súcubo, una lamia o una bruja. Uno de los «síntomas» de su maldad es la aversión por determinados símbolos; por ejemplo, se rehúsa a rezar a la Virgen, la luz ejerce una influencia negativa sobre ella, y se desmaya al rozar casualmente una cadena de plata. Es probable que Coleridge pensara brindar más información sobre ella en las siguientes tres partes del poema.

Se habla mucho de Christabel, pero el personaje más interesante es Geraldine. Es carismática y adapta su perfil de acuerdo a su víctima. Puede actuar como una damisela aterrorizada y, un momento después, ejercer una poderosa influencia sexual sobre hombres y mujeres por igual.

No está claro qué es Geraldine. Sabemos que hay algo extraño en su «pecho desnudo» y «la mitad de su costado», algo visible, y por lo tanto físico. La sugerencia es que Geraldine no es humana, o al menos no del todo humana. Sabemos también que el roce de su pecho hechiza a Christabel, la hace olvidar el encuentro sexual de la noche anterior, lo cual sugiere que no necesariamente es sangre, sino algún tipo de magia. Uno tiende a pensar que debe ser algo bello, atractivo, pero cuando Coleridge dice que es «una imagen para soñar, no para contar» podría estar hablando de un pecho de aspecto cadavérico, o, por otros indicios, escamado, como la piel de una serpiente. Tampoco puede descartarse que Christabel y Leoline se sientan atraídos por el pecho de Geraldine por motivos diferentes. La madre de Christabel murió en el parto, por lo que ella no pudo experimentar la lactancia. Leoline es viudo, y se encuentra privado de la cercanía de una amante. En ambos casos, el pecho de la difunta madre/esposa es una privación para la hija y el esposo [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]

Si tuviese que jugar al detective literarios, diría que Geraldine se acuesta con Christabel para llegar a sir Leoline. Es decir, el sexo captura nuestra atención, pero es curioso que Geraldine resulte ser la hija de un viejo amigo, ahora adversario, y que su situación [secuestro] desencadene en sir Leoline una serie de arrepentimientos. Este podría ser el trasfondo político del poema. Leoline, ya anciano y con una salud frágil, cede a la influencia de Geraldine, incluso ignora las visiones del bardo [lo cual nunca es buena idea] pero Christabel interrumpe el hechizo lo suficiente como para plantear su desconfianza.

Supongo que, en las sucesivas partes, Christabel iría ganando terreno y terminaría imponiéndose sobre Geraldine. También veríamos más a Bracy y a la perra, y tal vez descubriríamos qué es Geraldine, su pasado, sus motivaciones.

El pecho de Geraldine es un aspecto misterioso del poema. Se dice que Percy Shelley, que poseía una sensibilidad morbosa, como la mayoría de los románticos, tuvo un ataque de pánico en Villa Diodati luego de escuchar a lord Byron recitando Christabel. Al parecer, Percy tuvo una visión de su esposa, Mary Shelley, con ojos en lugar de pezones, y salió corriendo de la habitación. Tuvo que ser atendido por John Polidori, que era médico. ¿Será que Percy Shelley, en su ataque de nervios, captó algo en las palabras de Coleridge? ¿Será que Geraldine tiene ojos en lugar de pezones?

Una lectura religiosa del poema de Coleridge sugiere que Geraldine es la serpiente del Edén que corrompe a Christabel, quien representa a Eva. Después de todo, tienta a Christabel en la naturaleza, cerca de un árbol, y libera su sexualidad, hasta ese punto latente e inexplorada. Pero esta figura termina aquí, porque Geraldine también influye sobre sir Leoline, quien se interesa sexualmente por ella. Leoline, evidentemente, no es Adán; de hecho, es el padre de Christabel, no su amante. Sin embargo, Coleridge insiste en recordarnos que la madre de Christabel murió en el parto, y que la chica se convirtió en una gran compañía para su padre; en cierto modo, asumió el rol de esposa, Tanto es así que Christabel reacciona únicamente cuando Geraldine pone en peligro la relación con su padre.

Coleridge es un maestro de la insinuación. Nunca vincula lo sobrenatural con nada concreto, trata de ser lo más impreciso posible, logrando en el lector un efecto de misterio que roza la frustración. Lo que en otros autores es «información», en Coleridge son detalles. Por ejemplo, es evocador que el poema comience a la medianoche, horario propicio para lo sobrenatural, y que todos los animales que menciona el poeta [los búhos, el gallo, la perra] se muestren inquietos, como si percibieran la llegada de un visitante del otro mundo. La insinuación de la presencia del espíritu de la madre de Christabel completa la atmósfera, y nos da la certeza de que algo sobrenatural está a punto de ocurrir. Sin afirmar nada en concreto, Coleridge nos prepara para la aparición de Geraldine.

El efecto que logra es más convincente que si solo proporcionara información directa. Lo sobrenatural en la ficción es un fenómeno mental, está lleno de dudas, contradicciones e incertidumbre. Christabel siente un temor vago al ver a Geraldine. No hay nada objetivamente sobrenatural aquí; solo tenemos la noche [con luna], el bosque, los animales inquietos, el roble [con una hoja roja que cuelga de la rama más alta], la mujer hermosa. Sin embargo, Coleridge logra el efecto deseado, que es insinuar la presencia de algo sobrenatural apelando a una secuencia de elementos naturales que, en sí mismos, no tienen nada de extraño.

Geraldine, por su parte, procede como un vampiro, aunque no sabemos si la sangre está involucrada. Sus ataques giran en torno a lo sexual, posee un gran atractivo físico, su personalidad es hipnótica y más fuerte por la noche, lleva una marca corporal que revela su naturaleza sobrenatural y, después del encuentro físico con sus víctimas, estas quedan incapacitadas. Si el vampiro se define únicamente por la acción de beber sangre, Geraldine no es un vampiro. Si se define por el resto de sus caracterísicas o atributos, evidentemente pertenece a esa estirpe [ver: Razas y clanes de vampiros]

Hay otro detalle que nos lleva a pensar que Geraldine es un vampiro: al llegar al umbral del castillo, finge un desmayo. No puede cruzar las puertas hasta que Christabel la carga en sus brazos. Una vez adentro, su dolor desaparece misteriosamente. El motivo folklórico de la invitación del vampiro terminó de definirse en la novela de Bram Stoker: Drácula, pero ya estaba presente en Carmilla y, antes de eso, en Christabel. La prevalencia de este motivo deja en claro que el problema del mal es un asunto complejo, tanto en la ficción como en el folklore. Indica que el mal necesita ser invocado, invitado a entrar en nuestras vidas, y por lo tanto se deduce que existe en una esfera externa [ver: ¿Por qué los vampiros deben ser invitados a entrar?]

En este sentido, Christabel, sobre todo su comienzo arquetípico, posee cierta atmósfera de cuento de hadas, con esta pura doncella vagando a medianoche por el bosque que rodea el castillo. Todo parece inocente, pero, en cierto modo Christabel se expone a la influencia del mal. Tiene buenas intenciones, es devota, buena hija y ama a su prometido, pero al salirse del camino, es decir, al andar por el bosque a la hora equivocada, se expone a la influencia del mal [ver: ¡No salgas del camino! El Modelo «Caperucita Roja» en el Horror]

Esto, en nuestros días, puede sonar inapropiado, como si estuviéramos culpando a la víctima, pero el folklore no tiene esos reparos. Aún la personas buenas que actúan con buenas intenciones deben tener algún tipo de afinidad con el mal; deben atraerlo, buscarlo inconscientemente. En definitiva, si Christabel es tan pura como parece, ¿por qué sale a rezar a medianoche en el bosque? ¿Cuál es el motivo por el que decide hacerlo a esta hora y no, digamos, al mediodía? ¿Acaso no es lógico deducir que a medianoche sus plegarias pueden ser respondidas por algo más?

Evidentemente, Christabel actúa con secretismo, oculta sus movimientos. Coleridge dice: «se escabulló sin decir nada», y, más tarde, sostiene que la chica se «arrastró sigilosamente» fuera del castillo. ¿Por qué procede de este modo? Bueno, ha tenido un sueño con su «caballero», un «sueño que la hizo gemir». En otras palabras, Christabel se escapa del castillo, a la medianoche, al bosque, en pleno despertar de su sexualidad. Simbólicamente, está buscando algo, está exponiéndose a un entorno poco seguro. Su sexualidad es como una baliza que solo puede atraer a alguien, o algo, como Geradine.

También es justo decir que, si bien Geraldine trae problemas, no está nada claro que el castillo estuviera en paz hasta su llegada: la madre de Christabel murió al dar a luz, sir Leoline culpa a su hija por el fallecimiento de su esposa e impone un luto interminable que hace que el castillo parezca una tumba más que un hogar. Geraldine, quizás, no genera el mal en la casa, simplemente explota los resentimientos y conflictos latentes. Ciertamente despierta los instintos sexuales que aún no se han manifestado [ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima]

Christabel y Geraldine parecen aspectos opuestos; la primera es [supuestamente] «buena», la otra es [aparentemente] «mala». Cuando Bracy relata su sueño, donde una serpiente ataca a una paloma, Geraldine es claramente la serpiente y Christabel la paloma. Sin embargo, las dos se enfrentan del mismo modo, casi como un reflejo: la serpiente hincha su cuello mientras la paloma hincha el suyo. Podría decirse que cada una es el doppelgänger de la otra.

Para aquellos que quieran seguir explorando el lore de Christabel recomendamos el poema de Edgar Allan Poe: La durmiente (The Sleeper), así como en la pieza de Mary Elizabeth Coleridge [sobrina-nieta de Samuel] titulada La bruja (The Witch).




Vampiros. I Poemas de Samuel Taylor Coleridge.


Más literatura gótica:
El artículo: «En este pecho se obra un hechizo»: análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

El «extraño cochero»: ¿es Drácula el conductor de la calesa?


El «extraño cochero»: ¿es Drácula el conductor de la calesa?




Denn die Todten reiten Schnell.
[«Porque los muertos viajan deprisa»]



En la primera entrada de su diario, fechada el 3 de mayo, Jonathan Harker llega a la ciudad de Bistritz, en el norte de Rumanía. Al día siguiente toma un carruaje hasta el Paso de Borgo. Al anochecer observa a algunos campesinos con atuendos «pintorescos» que rezan arrodillados en pequeños santuarios junto al camino. Al caer la noche, los demás pasajeros se inquietan e instan al conductor a acelerar. Al llegar al Paso, no hay ningún carruaje esperando para llevar a Harker al Castillo. Justo cuando el cochero se ofrece a llevarlo de vuelta, arriba una calesa tirada por caballos. Este conductor, según algunos, es el propio Drácula. Pero, ¿lo es? ¿Podría tratarse de un «familiar»? ¿O acaso estamos ante la presencia de otro vampiro, tal vez un subordinado del Conde?

Algunas adaptaciones cinematográficas de la novela, como el Drácula de Francis Ford Coppola, muestran explícitamente que el cochero es Drácula. La novela es mucho más ambigua, y permite otras interpretaciones [ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker]

Continuemos con Stoker.

Harker sube al carruaje y continúa hacia el Castillo. Es un viaje onírico, parece fuera del tiempo ordinario. Harker tiene la impresión de que el carruaje recorre una y otra vez el mismo tramo. Oye aullidos en la noche. En un momento, el protagonista mira hacia afuera y ve una llama azul, parpadeante, que arde en la distancia. El cochero se detiene sin dar explicaciones, desciende, inspecciona la llama, regresa al carruaje y continúa su camino.

Harker describe varias paradas más como ésta, y señala que, en un momento dado, cuando el cochero reúne unas piedras alrededor de una de las llamas azules, puede verla «a través» del cuerpo del hombre. Punto a favor de la posibilidad de que el conductor sea, como mínimo, un vampiro.

Esta escena de la novela de vampiros de Bram Stoker: Drácula (Dracula), integra una gran variedad de elementos: las luces azules, los lobos, la distorsión del tiempo, los pequeños rituales a la vera del camino. Todas estas pistas nos permiten descubrir la identidad del misterioso cochero.

Una vez en el castillo, Drácula explica que existe la creencia local de que las luces azules aparecen sobre los lugares donde hay tesoros enterrados, y que los lugareños marcan esos lugares con piedras cuando las ven. Si el cochero es el propio Conde, ¿por qué se detendría? ¿Por qué tendría tantas dificultades para marcar los lugares? Después de tantos siglos, ¿no habría ideado una forma más eficiente? Además, ¿por qué está interesado en los tesoros? No parece que Drácula esté recaudando dinero para su campaña, habida cuenta que puede comprar varias propiedades en Londres. ¿Acaso las luces marcan otra clase de tesoros?

El principal indicio sobre la identidad del cochero proviene de Harker. Este pronto concluye que el Conde no tiene sirvientes, y asume que el cochero debe haber sido el propio Drácula. Suena razonable, pero lo cierto es que el Conde sí tiene sirvientes [Harker no lo sabe en este punto], sólo que no se ocupan de los quehaceres domésticos, sino que asisten a su amo en la logística del viaje a Inglaterra. Por ejemplo, estos servidores llenan y transportan cajas de tierra del castillo, así como baúles con dinero y otras pertenencias.

Todo el episodio del cochero es uno de los más extraños de la novela. Podríamos decir que es intencionadamente extraño. Después de todo, Bram Stoker solo transmite al lector la misma confusión en la que está envuelto Harker.

Las «luces azules» son una versión del Will of the Wisp, los fuegos fatuos, un genius loci o elemental presente en muchas culturas. Bram Stoker extrajo este motivo del libro de Emily Gerard: La Tierra más allá del Bosque (The Land Beyond the Forest), donde se dice que en la víspera de San Jorge pueden verse «llamas azules» marcando el lugar de un tesoro. Ahora bien, según la leyenda, las personas mueren si intentan seguir esta luz. El cochero se detiene repetidamente ante todas las luces y no sufre ningún daño. Con esto, Bram Stoker deja en evidencia que el cochero ya está muerto, mejor dicho, que es un no-muerto [ver: «No-Muertos» en el folklore y la psicología]. Sin embargo, el hecho de ser un vampiro no le brinda total protección: necesita realizar pequeños rituales con las piedras para lograr su objetivo, y ya sabemos que Drácula era un nigromante poderoso [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Bram Stoker establece en este episodio que Drácula controla y manipula toda la región. Por esta razón, algunos sospechan que los tesoros son propiedad del Conde, es decir, son los escondites que él ha designado para guardar su fortuna. En este contexto, las luces azules serían una defensa mágica para ahuyentar a los saqueadores, y por eso no tienen ningún efecto sobre él. Lo cierto es que no está claro que fuera Drácula quien marcó esos lugares. Podrían estar allí desde tiempos paganos y, por lo tanto, protegidos por fuerzas precristianas.

Las observaciones de Harker acerca del poder antinatural del cochero sobre lo lobos deja en claro que no se trata simplemente de un «familiar»:


«Llamé al cochero para que viniera, pues me parecía que nuestra única oportunidad era intentar escapar del círculo y, para ayudarlo, grité y golpeé el costado de la calesa, esperando asustar a los lobos. Cómo llegó allí, no lo sé, pero oí su voz alzada en un tono de mando imperioso, y al mirar hacia el sonido, lo vi de pie en el camino. Mientras agitaba sus largos brazos, como si apartara un obstáculo impalpable, los lobos retrocedieron cada vez más. Justo entonces, una densa nube cubrió la cara de la luna, de modo que volvimos a estar a oscuras. Cuando recuperé la vista, el cochero subía a la calesa y los lobos desaparecieron. Todo esto fue tan extraño y sobrecogedor que me invadió un miedo terrible,»


Estamos acostumbrados a pensar en Drácula en relación al cine, donde ejerce sus poderes casi sin esfuerzo. El Drácula de la novela [si es que el Conde es el cochero] necesita bajar de la calesa y agitar «sus largos brazos, como si apartara un obstáculo impalpable» para hacer retroceder a los lobos.

Ahora bien, el principal punto sobre la posibilidad de que el cochero de la calesa NO sea el Conde es que Harker de hecho VE SU ROSTRO. ¿Cómo es entonces que, al ver a Drácula en el castillo, no advierte que se trata del mismo hombre?

Es cierto, algunas características físicas del cochero se asemejan a las de Drácula. Es un «hombre alto», con una «larga barba», pero lleva un sombrero negro que oculta parcialmente su rostro. Sin embargo, Harker puede ver sus ojos, que parecen «rojos a la luz de la lámpara» de la calesa. Obviamente, la barba puede ser parte de un disfraz, lo mismo que el sombrero. De hecho, a menudo se describe al Conde con ojos rojos y una estatura considerablemente alta.

La siguiente cita parece probar definitivamente que el cochero es Drácula:


«Mientras hablaba, sonreía, y la luz de la lámpara caía sobre una boca de aspecto severo, con labios muy rojos y dientes afilados, blancos como el marfil.»

 
Previamente, cuando el cochero recoge a Harker, reprocha la intención del conductor que ha transportado al inglés hasta el Paso de Borgo por querer llevar a su pasajero de regreso a Bucovina. Más aún, el «extraño cochero» [presuntamente Drácula] asegura que «lo sabe todo» [knows all], y ciertamente sabe lo que se ha dicho antes de su llegada, lo que demuestra algún tipo de conocimiento oculto. No está claro si los campesinos del primer carruaje saben que el «extraño cochero» es, de hecho, Drácula; pero ciertamente sospechan que es un vampiro. Tal es así que uno de los pasajeros susurra en alemán: Denn die Todten reiten Schnell, que significa «los muertos viajan deprisa» [ver: «Porque los muertos viajan deprisa»].

Como señala el propio Harker, estas palabras hacen referencia al poema gótico de Gottfried August Burger: Lenore, donde la epónima protagonista cabalga en medio de la noche acompañada de un desconocido idéntico a su prometido, William, recientemente fallecido. Esta referencia, por supuesto, es otra insinuación a la condición vampírica del cochero de la calesa.

Cuando el «extraño cochero» escucha aquellas palabras [Denn die Todten reiten Schnell], responde con «una sonrisa radiante», y el pasajero aparta la mirada y se santigua. Luego pide el equipaje de Harker y, con una rapidez y una fuerza que sobresalta a todos, lo arroja al interior de la calesa. Harker experimenta en carne propia la fuerza física del cochero cuando este lo ayuda a subir al habitáculo sujetándolo del brazo «con una fuerza de acero». En este punto, el cochero le habla: dice que recibido instrucciones del Conde para cuidar de Harker y llevarlo rápidamente al castillo.

La cultura occidental de Harker, para colmo victoriana y racionalista, le impiden tomar seriamente las advertencias de los campesinos. Las considera simples «supersticiones» de una época primitiva. Sin embargo, ahora se enfrenta a una situación que sacude los cimientos de sus creencias, como las luces azules. Su cableado mental le impide aceptar que todo eso sea real, por lo que llega a la conclusión de que debió ser producto de un sueño.

El «extraño cochero» de Bram Stoker también está inspirado en el conde Azzo von Klatka de El extraño misterioso (The Mysterious Stranger), de 1853. Allí podemos leer un pasaje casi idéntico al del conductor de la calesa ahuyentando a los lobos:


«En cuanto apareció el extraño, los lobos abandonaron su persecución, se abalanzaron unos sobre otros y lanzaron un aullido aterrador. El extraño levantó la mano, pareció agitarla, y los animales salvajes se refugiaron en la espesura.»


El extraño misterioso es un cuento que influyó poderosamente en Drácula; de hecho, allí encontramos a un vampiro aristocrático, mayor, con ojos rojos, que vive en un castillo de los Cárpatos infestado de lobos. Por lo que Bram Stoker sabía, El extraño misterioso era una historia anónima, por lo tanto tomó libremente muchos elementos. Sin embargo, hoy sabemos que se trata de una traducción pirata [es decir, no autorizada] de El extraño (Der Fremde), de Karl von Wachsmann, publicada en 1844 [medio siglo antes de Drácula]. En esta historia, el protagonista viaja hacia el castillo de un conde, de noche. Teme ser atacado por lobos, a quienes oye aullar a lo lejos, por lo que se refugia en unas ruinas que, se dice, están embrujadas. A medida que los lobos se acercan, aparece un «extraño» [análogo al «extraño cochero»] y, con un gesto, los ahuyenta. Más adelante nos enteramos [por los lugareños] que las ruinas son el antiguo castillo de Klatka, cuyo último señor fue Azzo von Klatka, un tirano que fue ahorcado por los campesinos después de décadas de opresión.

Drácula guarda muchas otras similitudes con El extraño: un vampiro que controla a los lobos, una historia ambientada en los Cárpatos, un conde, un castillo embrujado, etc. Sin embargo, hay un punto interesante que Bram Stoker descartó. En la historia de Karl von Wachsmann se insiste en que es la víctima quien debe matar al vampiro. Stoker quizás omitió este elemento ya que requeriría que fueran Mina Harker y Lucy Westenra quienes mataran a Drácula.

En las notas preliminares de Bram Stoker, el episodio de Harker y el cochero no se produce en el primer capítulo, sino en el tercero. Stoker fue muy meticuloso en su notas, y en ellas se encuentran casi todos los elementos que terminarían siendo incluidos en la novela. Uno de los pocos que no aparece es el «extraño cochero». De hecho, parece un cochero ordinario. Ahuyenta a los lobos pero arrojando un cuchillo. Repasemos la nota del capítulo tres:


«Paso de Borgo. llegada dejado por diligencia —solo — soledad — comodidad (?) del conductor — llegada del carruaje, conductor enfundado — el viaje — lobos aúllan y rodean — llamas azules — conductor se detiene — cuchillo arrojado — ruidos extraños — niebla — truenos — perros aúllan — medianoche, llegada al castillo — describir — dejado solo — entra el conde, cena — a la cama — describir la habitación.»


No hay mención a ninguna característica sobrenatural o vampírica en el conductor, pero quizás Bram Stoker estaba tan seguro de que era Drácula disfrazado que no necesitó tomar nota de ello.

El viaje en la calesa está marcado por una continua perturbación de los sentidos [hay muchos sonidos y pocas imágenes], que se acrecenta a medida que Harker se acerca al castillo: no ve prácticamente nada por la ventanilla ni sabe dónde está geográficamente, quizás debido a que no tiene ningún punto de referencia exterior que le permita calcular la distancia recorrida. Sin embargo, es probable que el tiempo fluya de diferente manera en la proximidad de Drácula. Es interesante notar que el cochero no se confunde. Su sentido del tiempo y la ubicación es preciso. De hecho, las primeras palabras de Drácula son: «Llega temprano esta noche, amigo mío». El Conde, que de algún modo ha desafiado el paso del tiempo, es muy consciente de su corriente, sobre todo dentro de sus dominios. Necesariamente lo es para calcular sus propios asuntos, de modo que no es sorprendente que conozca las rutas y los horarios de los carruajes en sus tierras. ¿De otro modo cómo podría saber que Harker llegó temprano?

Lo curioso es que Harker llega «temprano» al castillo por deseo de Drácula.

El hecho de que sea el Conde quien conduce la calesa le permite seguir alimentando las supersticiones de los lugareños. Podemos ver esto entre los pasajeros del primer carruaje. Su cochero cree haber eludido el horario programado para la llegada de la calesa:


«El cochero, mirando su reloj, les dijo a los demás algo que apenas pude oír: Una hora antes»


El plan del cochero del primer carruaje era llegar al Paso de Borgo una hora antes; de ese modo tendría una excusa para llevar a Harker de regreso al pueblo. Su plan fracasa: el Paso está dentro del ámbito de influencia del Conde, y este pronto llega, como si conociera de antemano las intenciones del cochero. ¿Cómo pudo saber esto? Bueno, no lo sabemos; y por eso es oportuno el comentario del pasajero: «los muertos viajan deprisa»

Cuando se dice que el Conde es un aristócrata decadente, tendemos a pensarlo desde la perspectiva de la aristocracia victoriana. En definitiva, Bram Stoker es un producto de su tiempo. Pero, si lo pensamos bien, Drácula no procede en absoluto como un noble: él mismo patrulla su territorio, no necesita sirvientes para atender a Harker, se ocupa personalmente de sus asuntos inmobiliarios, sale de cacería [al menos una vez así alimenta a sus Novias], y hasta conduce una calesa para llevar a su invitado al castillo. Drácula se involucra activamente, y así mantiene vivo el terror de los humanos que, de otro modo, seguramente se aventurarían a sus dominios.




Taller gótico. I Vampiros.


Más literatura gótica:
El artículo: El «extraño cochero»: ¿es Drácula el conductor de la calesa? fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

El flebotomista: análisis de «El Vampiro» de John Stagg.


El flebotomista: análisis de «El Vampiro» de John Stagg.




«Cuando esté muerto, yo también buscaré tu vida,
tu sangre.»



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el poema de vampiros de John Stagg: El Vampiro (The Vampyre), publicado en la antología de 1810: El trovador del norte (The Minstrel of the North).

El Vampiro es el primer poema de la literatura inglesa dedicado exclusivamente al tema del vampirismo, e introduce una buena cantidad de temas que se convertirían en tropos comunes del géenero; entre ellos, el tema de la sexualidad, en particular, de la homosexualidad, una característica importante del vampiro literario posterior.

El poema desarrolla la historia de Herman, quien, una noche, mientras yace en cama, enfermo, pronostica su propia muerte a su esposa, Gertrude. La causa, afirma él, es su «querido amigo» Sigismund:


El fantasma de Segismundo vaga
y acecha terriblemente en mi cama.
Allí, revestido de un aspecto infernal,
(por medios que no entiendo),
a mi lado yace el duende
y bebe mi sangre vital.
¡Succiona de mis venas la vida que fluye
y drena la fuente de mi corazón!


Herman describe a su visitante e insiste en no hay forma de escapar. Él mismo está destinado a convertirse en vampiro y regresar de la tumba para alimentarse de la sangre de Gertrude [el consumo de sangre en el poema está claramente sexualizado]. Sin embargo, Gertrude logra escapar de esta profecía, motivada por la voluntad de matar a Herman; mejor dicho, de volver a matarlo después de que se convirtiera en vampiro.


Su rostro estaba ensangrentado,
roja su terrible mirada,
no quedaba ningún signo de vida anterior,
en absoluta inmovilidad yacía.
Se las ingenian para llevarse el cadáver de Herman
al mismo sepulcro y, atravesando ambos cadáveres
profundamente en la tierra, clavan la afilada estaca.


Gertrude es un personaje asombroso teniendo en cuenta que las mujeres en la literatura vampírica del siglo XIX son [casi exclusivamente] víctimas o victimarias. Pensemos en Carmilla [victimaria] y Laura [víctima], en las novias de Drácula [victimarias] y Mina Harker/Lucy Westenra [víctimas]. Es cierto, a menudo estas mujeres revierten la situación y al final se enfrentan con sus respectivos chupasangres, pero en general comienzan como víctimas. Gertrude es diferente, se niega a convertirse en víctima desde que se entera de la situación. No sucumbe a la seducción del vampiro, más bien lo contrario: se siente decepcionada de que su amado, Herman, haya sido feminizado por Segismundo, y resuelve matarlo de la manera más eficaz posible.

Si Mina hubiese tenido algo de Gertrude, habría ensartado a Jonathan Harker con una estaca en el convento de St. Mary; nunca se hubiese casado con él. En el lore del poema de John Stagg, ser víctima de un vampiro implica haber sido feminizado. Gertrude ataca el corazón [literalmente] de esta actividad moralmente contagiosa. Es importante señalar que la homosexualidad subyacente en la figura del Vampiro, o al menos su ambigüedad sexual, no era celebrada ni representada positivamente en la literatura gótica temprana.

El poema está enmarcado como un diálogo entre Herbert y Gertrude, en el que el primero asegura estar siendo atormentado por el espectro de su amigo fallecido, Segismundo, que viene a él por la noche y bebe su sangre. No se trata de un delirio de Herbert: en el momento de su muerte, Gertrude llega a ver por sí misma al Vampiro. A la mañana siguiente, los habitantes del pueblo colocan el cuerpo de Herbert sobre el de Segismundo en su tumba y clavan una estaca a través de ambos, evitándoles la condena de los no-muertos pero, al mismo tiempo, condenándolos a permanecer juntos en la muerte [ver: «No-Muertos» en el folklore y la psicología]

El contexto de El Vampiro parece vagamente aristocrático. No estoy seguro, pero los personajes pueden permitirse el lujo de tener «tumbas» en lugar de entierros comunes. Además, se percibe una diferencia entre los tres protagonistas y los aldeanos, quienes al final terminan obedeciendo las órdenes de Gertrude.

La luz del sol [en realidad, la luz] parece ahuyentar a los no muertos y una estaca en el corazón los anula de forma permanente. Cuando no andan por ahí chupando la sangre de los vivos, los vampiros de John Stagg se esconden en tumbas, hinchados y satisfechos.

Los nombres alemanes de los personajes quizás ofrecen tributo a la poesía vampírica que ya se estaba desarrollando en la literatura alemana. De todos modos, es curioso que John Stagg entregue un drama germano en una colección de poemas que exploran un conjunto de leyendas específicamente cumbrianas. El Vampiro no tiene ninguna conexión obvia con Inglaterra, y menos de Cumbria; de hecho, en el párrafo preliminar del poema se asocia su historia con el folclore húngaro y alemán.

En esta versión del mito de los vampiros, John Stagg emplea un lenguaje médico [resulta que los vampiros «drenan» a sus víctimas «por succión»] pero luego concluye que estas criaturas podrían andar por ahí en la forma de «caballos, vacas, ovejas, asnos, perros, gatos, etc.». Se trata de una estratagema ingeniosa para incluir este motivo foráneo [el vampiro] como algo meramente incidental: ¿usted vive en Cumbria y nunca ha visto a un vampiro? Eso es porque estos seres pueden esconderse en cualquier granja. Más aún, usted podría estar ordeñando a un vampiro sin notarlo.

Suena descabellado. ¿Por qué John Stagg cree que los vampiros pueden convertirse en ovejas? Si incluimos el párrafo preliminar del poema, titulado Argumento (Argument), los vampiros pueden convertirse en animales [¡o cordones umbilicales!]. A la parafernalia médica se le añaden conceptos como «fuerzas vitales» residuales, post-mortem, como causa de las actividades vampíricas. Otra explicación proporcionada por la introducción es la posesión: si no encuentra un cuerpo humano, el vampiro pasará el tiempo fingiendo ser un animal de granja.

No queda claro cuál es la posición del Vampiro del poema, y cuán en serio se supone que debemos tomar un Argumento en el que se ofrecen tanto explicaciones médicas, seculares, como clericales. Creo que John Stagg se esfuerza por emitir un discurso integral, incluyendo una terminología médica bastante inusual [como phlebotomised («flebotomizado»)], y, al mismo tiempo, respaldar un contexto espiritual para el vampirismo. Estas observaciones bien podrían formar parte del discurso de Van Helsing, que en la novela de Bram Stoker, Drácula, combina el conocimiento adquirido a través del folklore con concluisiones de orden médico.

A continuación compartimos el Argumento de John Stagg:


«La historia del vampiro se basa en una opinión o rumor que prevaleció en Hungría y varias partes de Alemania a principios del siglo pasado: se afirmaba entonces que los muertos abandonaban sus tumbas y, por la noche, volvían a las casas de sus amigos; a quienes, mediante la succión, les drenaban la sangre mientras dormían. La persona así flebotomizada seguramente se convertiría en vampiro a su vez; y de no haber sido por una afortunada idea del clero, que ingeniosamente recomendó clavarlos en sus tumbas, tendríamos una mayor multitud de chupasangres de la que tenemos actualmente. Muchas e ingeniosas fueron las críticas, tanto del profesorado como del clero, para adoptar razones probables para la causa física de un fenómeno tan inusual. Se afirmaba que una parte de los espíritus animales, al no escapar del cuerpo al morir, conservaba la capacidad de voluntad; y, al investirse con alguna parte del cuerpo que no se había corrompido inmediatamente, podían realizar esas prodigiosas salidas de la tumba y regresar a placer, sin aparente inconveniente. Otros opinaban que se trataba de una clase de demonios, supuestamente muy numerosos, que, al apoderarse de cualquier excrecencia humana, se volvían parcialmente corpóreos y perfectamente visibles a placer. Según algunos de nuestros viajeros modernos, la noción de la existencia de vampiros era muy conocida y aceptada entre los holandeses y algunos otros asentamientos de América. No creo que ni la milésima parte del mundo conozca la razón por la que la secundina, inmediatamente después del nacimiento del feto, es desprestigiada con tanto cuidado por la obstetra y otros que presiden el parto. Esto se basaba en la opinión de que esos numerosos demonios domésticos, en quienes tenían una fe tan profunda, eran tenaces al aprovechar cualquier oportunidad que les brindara un medio para obtener cualquier porción de humanidad, que ciertamente preferían a cualquier otra sustancia animal. Podemos suponer que el umbelicum sería un jubón muy deseable para uno de estos señores. De ahí que, dado su deseo de hacerse parcialmente corpóreos y visibles, a su antojo, cuando las excrecencias humanas no eran fáciles de obtener, se vieran obligados a acudir a los mataderos para ataviarse con los atuendos que la casualidad les ofrecía. De lo cual podemos inferir la razón por la que tantas de nuestras apariciones comunes se han visto obligadas, por fuerza, a aparecer en forma de caballos, vacas, ovejas, asnos, perros, gatos, etc., en fin, todo tipo de animales; de modo que muchos de ellos, de hecho, podría decirse que son los fantasmas de los animales que representan, más que de alguna persona en particular.»


La noción de que el Vampiro es, en realidad, un cadáver animado por fuerzas demoníacas, es muy antigua. Sobre estos cimientos folklóricos, John Stagg añade otros elementos que pasarían a formar parte del canon vampírico, como la idea de que los chupasangres pueden ser derrotados, o al menos debilitados, por la luz. En este caso, ni siquiera es necesaria la luz solar. Gertrude es capaz de ahuyentar al vampiro utilizándo una simple lámpara.

La forma en que los vampiros en el poema [Sigismund, y luego su víctima, Herman] son eliminados, los hace parecer una simple molestia, no una amenaza física y psicológica real. Un «consejo» decreta que una «plaga como esta» debe ser controlada de inmediato. En consecuencia, los dos vampiros son empalados [al parecer, juntos] para que «sus amigos no tengan nada que temer». El tono resulta casi patético; de hecho, ni siquiera queda claro si los vampiros han sido destruidos o controlados. La sugerencia es que Sigismund [no se menciona cómo se convirtió en vampiro] y Herman ya no podrán salir, no que están físicamente muertos. En cierto modo, ambos perpetúan un vínculo [¿homosexual?] en la [no] muerte, y finalmente son ensartados juntos en la misma tumba.

Más aún, John Stagg establece en el Argumento que los demonios se alojan [cuando pueden] en el cuerpo humano para interactuar con el mundo físico. No queda claro si son capaces de animar cadáveres, pero definitivamente necesitan materia orgánica que no se haya «corrompido». En este contexto, El Vampiro de John Stagg es fiel a las leyendas medievales. Sigismund y Herman han sido ensartados juntos, fijados a la tierra para que retornen al ciclo natural de putrefacción [ya no tendrán sangre fresca a mano] y las entidades que los ocupan se vean obligadas a desalojarlos. El poeta emplea un lenguaje burocrático al referirse a todo esto, pero la idea de permanecer vivo [o no-muerto] en la tumba hasta que tu cuerpo se pudra, es particularmente cruel.

Imagino que el procedimiento del fuego y la decapitación, muy común en las novelas de vampiros posteriores, responden a esta crueldad innecesaria.

Algunos años después encontraremos en Inglaterra a El Vampiro (The Vampyre) de Polidori y El Giaour (The Giaour) y El entierro (The Burial) de Lord Byron, entre otros poemas, donde los chupasangres adquieren características más humanas, y por lo tanto demandan métodos más humanos para aniquilarlos [ver: La marca de Lord Ruthven]. En cambio, el poema de John Stagg aborda la naturaleza animal del vampiro, básicamente una clase de demonios que desean «volverse corpóreos y visibles»; siendo esta densidad material obtenida gracias al consumo de sangre.

Es interesante notar que Herman se refiere a su visitante vampírico como goblin, que en tiempos recientes se asocia a los duendes y las hadas, pero que originalmente refería a una especie de Íncubo que [en la crónica de Ordericus Vitalis] rondaba la región de Evreux.

¿Quién fue John Stagg? Nadie lo sabe realmente. Sólo tenemos elementos biográficos aislados: perdió la vista [no completamente] en un accidente infantil no especificado, se ganaba la vida como violinista y bibliotecario, y formaba parte de una compañía teatral. Su carrera como poeta parece haber sido patrocinada por sus amigos, incluido el duque de Norfolk, a quien está dedicado El trovador del norte. Además de El Vampiro, su obra no recibe ningún comentario sustancial, con excepción de un puñado de poemas escritos en el dialecto de Cumberland.




Vampiros. I Taller gótico.


Más literatura gótica:
El artículo: El flebotomista: análisis de «El Vampiro» de John Stagg. fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Las raíces mitológicas y literarias del Conde Orlok.


Las raíces mitológicas y literarias del Conde Orlok.




«De la semilla de Belial surgió el vampiro Nosferatu»



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos las fuentes mitológicas y literarias del Conde Orlok, protagonista de la película de vampiros de 1922: Nosferatu; Una sinfonía del horror (Nosferatu, Nosferatu, eine Symphonie des Grauens), dirigida por F. W. Murnau. En este artículo no examinaremos la versión de Robert Eggers de este mismo personaje, que amplifica algunos elementos del original y disimula otros.

Si bien el Conde Orlok está basado en el Drácula de Bram Stoker, su pasado, en el lore de la película, posee matices propios. Por ejemplo, se lo describe como descendiente de Belial [volveremos sobre esto más adelante], es decir, se le atribuye un linaje demoníaco. Tal vez por eso la apariencia de Orlok se acerca más a las leyendas de vampiros de Europa del Este que a las representaciones tradicionales de Drácula.

El nombre Orlok podría estar relacionado el Vârcolaco rumano, una especie de vampiro-licántropo que integra la familia de los Vrykolakas. Vârcolaco deriva del eslovaco vlk [«lobo»]; y dlaka [«pelo»], y hace referencia a una criatura legendaria con el pelaje de un lobo; es decir, un hombre lobo, aunque en las leyendas de Europa del Este «vampiro» y «hombre lobo» a menudo son la misma criatura. Físicamente no tienen ninguna similitud con el Conde Orlok, son esencialmente cadáveres hinchados de tez rojiza.

Algunos relacionan fonéticamente el nombre Orlok con la palabra húngara Ördög; que de hecho aparece dos veces en Drácula [ver: Nosferatu no existe]. En la primera ocasión, Jonathan Harker escucha repetidamente las palabras «ordog» y «pokol» en Bistritz:


«Debo decir que [sus palabras] no me alegraban, porque entre ellas estaban Ordog (Satanás), Pokol (infierno), stregoica (bruja), vrolok y vlkoslak (ambas significan lo mismo, una es eslovaca y la otra serbia, algo que es hombre lobo o vampiro. Nota: debo preguntarle al Conde sobre estas supersticiones.»


La anotación: «debo preguntarle al Conde sobre estas supersticiones» está teñida de ironía, porque los aldeanos de Bistriz de hecho están hablando de Drácula.

Harker traduce Ördög como «Satanás» apoyándose en su diccionario de viaje. No es una mala traducción en términos de aludir al Enemigo de Dios, pero «Satanás» pero refiere a los mitos bíblicos, y Ördög es una entidad pagana. Es interesante notar que Harker utiliza la palabra Vrolok [similar a Orlok], en relación a «algo que es hombre lobo o vampiro», evidentemente un Vârcolaco.

La segunda mención de Ördög en la novela de Bram Stoker se produce en una larga exposición de Van Helsing sobre el pasado de Drácula; donde repite la misma información proporcionada por el diccionario de Harker:


«En los registros hay palabras como stregoica (bruja), ordog y pokol (Satanás e infierno), y en un manuscrito se habla de este mismo Drácula como wampyr, lo que todos entendemos muy bien. De las entrañas de este mismo Drácula han surgido grandes hombres y buenas mujeres, y sus tumbas hacen sagrada la tierra donde sólo puede morar esta inmundicia.»


Ördög es una criatura demoníaca de la mitología húngara. A menudo se lo retrata con el aspecto de un fauno o un sátiro: torso de humano, patas de cabra y cuernos de carnero, aunque entre sus habilidades está la de cambiar de forma a voluntad. Ördög habita en el Pokol, especie de inframundo con algunas asociaciones con el concepto cristiano de infierno. Cuando visita nuestro mundo es bastante furtivo. A veces se contenta con hacer ruidos extraños en las casas, a veces adopta la forma de un perro negro de ojos brillantes. Su única motivación es conseguir almas humanas. Quizás por eso el término sobrevivió en el Alemán Medio como orloch, que significa «guerra». Esta acepción probablente resonó en la audiencia germanoparlante de la película; de hecho, Orlok lleva la guerra a Alemania con sus ratas esparciendo la plaga como un ejército invasor..

Ahora bien, Harker simplemente escucha la palabra Ördög y busca la traducción en su diccionario, pero no hace ninguna asociación posterior con Drácula. Van Helsing sí asocia el término Ördög a Drácula, pero no insinúa que este sea uno de sus nombres. Más bien, la mención de Ördög tiene que ver con los orígenes de Drácula como no-muerto [ver: No-Muertos en el folklore y la psicología]

Van Helsing asocia todos estos términos [stregoica (bruja), ordog y pokol (Satanás e infierno), y wampyr (vampiro)] con el sitio donde el Conde habría adquirido sus poderes y conocimientos, donde básicamente se transformó en vampiro: Scholomance, una especie de post-grado en artes oscuras donde un puñado de jóvenes eran aceptados e instruidos por Ördög [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Quizás esto tenga que ver con la afirmación de que Orlok es un descendiente del demonio Belial.

En Nosferatu se cambian todos los nombres de la novela de Bram Stoker, incluido el del vampiro, por lo que no sería descabellado que el tutor demoníaco del Conde haya sido cambiado por Belial.

Por supuesto, todo esto es especulativo, porque la asociación de Orlok con Belial es más bien poética en la película de Murnau. Ahí simplemente se dice:


Aus dem Samen Belials erstundt der Vampyr Nosferatu.


Esto puede traducirse como: «de la semilla de Belial surgió el vampiro Nosferatu». La sentencia es figurativa; no afirma directamente que Orlok haya sido creado por Belial, pero sugiere que el Conde pertenece a la misma «semilla», es decir, a la estirpe demoníaca. Ahora bien, no creo que Orlok sea un demonio propiamente dicho. Murnau simplemente está diciendo que es un agente del mal, quizás un hechicero que pactó con las fuerzas del infierno, un Solomonari, como el Drácula de Stoker [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

La palabra solomonari [los elegidos para cursar las artes negras en Scholomance] hace clara referencia al rey Salomón, quien en los mitos hebreos era un poderoso mago capaz de controlar a los demonios. Curiosamente, Belial es uno de los demonios mencionados en la Clave Menor de Salomón.

Personalmente creo que Murnau introdujo a Belial debido al trasfondo hebreo de la personificación del Conde Orlok. La frase beni beliyaal [«hijo/descendiente de Belial»] aparece 27 veces en el Anrtiguo Testamento, y es un insulto que significa «hijo de la inutilidad», aludiendo a personas sin valor. Con el tiempo se ha interpretado la frase como descendientes de un ser [demoníaco] llamado Belial, algo que no tiene nada que ver con el origen de la palabra beliyya, que significa «inútil» [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]. De más está decir que muchos demonios han surgido mediante este tipo de personificaciones. La «semilla de Belial», en la película de Murnau, aparece en un libro genérico sobre los vampiros leído por Hutter [Harker], y tampoco refiere específicamente a Orlok, sino a los vampiros en general.

Este Buch der Vampyre [«libro de los vampiros»] es clave en Nosferatu. Thomas Hutter lo lleva consigo en su viaje, pero no le presta demasiada atención. Al escapar del Castillo, Thomas se lleva el libro. De regreso en Wisborg, Ellen [Mina] lee en sus páginas la forma de matar a Orlok. Al parecer, sólo una «mujer de corazón puro» puede detener al vampiro dándole a beber su sangre voluntariamente, haciéndole «olvidar el canto del gallo». El Buch der Vampyre también explica que los vampiros habitan en cuevas, tumbas y sótanos. Descansan en ataúdes llenos de tierra recolectada de cementerios que contienen a las víctimas de la Peste Negra.

Ellen sacrifica su vida sin dudar: simula un desmayo, envía a Hutter a buscar a un médico, e invita Orlok a su habitación [en el folklore medieval, una virgen puede salvar a una ciudad de la plaga]. Todo el plan, que eventualmente sale bien, está basado en la información propocionada por el libro. Sin embargo, el Buch der Vampyre no sostiene que Orlok sea un vampiro; de hecho, no habla de Orlok en absoluto. Simplemente menciona que los vampiros tienen un linaje demoníaco. Realmente no sabemos si Orlok es o fue alguna vez humano, un vampiro o un mago negro que logró dilatar su existencia antinaturalmente. Drácula se jacta de su pasado aristocrático; Orlok no menciona nada sobre su pasado. No tiene un harem de «novias», ni secuaces gitanos que se ocupen de sus asuntos mundanos; él mismo carga sus ataúdes a bordo del Empusa [ver: El misterio del «Deméter»].

Algunos consideran que el nombre Orlok tiene su origen en los humanoides representados en la novela de H. G. Wells: La máquina del tiempo (The Time Machine): los Morlocks, que viven bajo tierra y no toleran la luz del sol. Hay similitudes fonéticas entre Orlok y Morlock, pero no tiene demasiado sentido en términos más amplios. Drácula era el material base de Nosferatu, y resulta extraño que justamente el villano de la novela estuviese inspirado en otra historia. Lo más probable es que Orlok sea una contracción de aquellas dos palabras mencionadas en el diario de Harker: Ordog y Vrolok.

Físicamente repulsivo, Orlok se asemeja más a los vampiros de la leyenda que a Drácula. Incluso sus colmillos, en lugar de ser caninos alargados, están situados en la parte frontal de su boca, como los de una rata. Sus movimientos no son fluidos, tiene un andar trabajoso, contrariamente al Conde de Bram Stoker, que es capaz de reptar por las paredes del castillo y luchar, si es necesario, contra varios hombres a la vez. En general, Orlok carece de las maneras civilizadas de Drácula, actúa de un modo extraño, mecánico, como lo haría un cadáver animado por una voluntad implacable. Al carecer de rasgos humanos, tanto en su aspecto como en su comportamiento, resulta difícil identificarse con él.

Muchos críticos han notado que la apariencia general de Orlok se asemeja a las caricaturas estereotipadas de los judíos en la época en que se filmó Nosferatu. Creo que es un poco más complejo que eso. El estereotipo antisemita está ahí, indudablemente [el cambio de aspecto en la versión de Orlok de Robert Eggers evita este elemento incómodo para las audiencias modernas], pero no creo que haya sido una decisión consciente. F. W. Murnau fue reconocido por haber protegido a los miembros judíos del reparto en varias ocasiones durante y después del rodaje.

Albin Grau, artista [y ocultista], fue en gran parte responsable del aspecto de Orlok. Según él mismo, una ilustración de la novela de Gustav Meyrink: El Golem (Der Golem), influyó en el diseño del personaje. Pero creo que esta influencia va más allá.

El Golem es una manifestación física de la psique colectiva de los habitantes del gueto [ver: IA y el Golem de Dios]. No se lo describe con gran detalle en la novela, pero definitivamente no es el legendario homúnculo de arcilla de la leyenda. No es simplemente un autómata, sino una especie de epidemia psíquica. En la novela de Gustav Meyrink leemos:


«Tal vez esté aquí mismo, entre nosotros, a todas horas del día, sólo que no podemos percibirlo. No se puede oír el ruido de un diapasón hasta que toca madera y la hace resonar. Tal vez sea simplemente un crecimiento espiritual sin ninguna conciencia inherente, una estructura que se desarrolla como un cristal a partir del caos informe de acuerdo con una ley constante.»


Orlok opera en gran medida como el Golem, pero de manera inversa. El Golem, generado por los miedos del gueto, protege implacablemente a su pueblo de amenazas externas. Los automatismos de Orlok responden al mismo principio, sólo que conocemos su historia desde otra perspectiva. El Golem es narrado por uno de los habitantes del gueto, es decir, un judío. Nosferatu es interpretado desde la perspectiva del otro bando: el alemán. Para unos, el Golem es un protector; para otros, un monstruo.

Más allá de la apertura mental de Murnau, estaba haciendo una película para un público alemán. La apariencia física de Orlok proporciona una fuerte indicación a la audiencia de que el personaje debe ser interpretado como judío. Cuando nos encontramos por primera vez con él, se arrastra lentamente hacia la cámara, con su cabeza calva, pálido y de grandes orejas puntiagudas. Su perfil enfatiza su nariz ganchuda. Todos estos rasgos eran considerados marcadores raciales. Nadie que haya visto la película en su tiempo habría tenido dudas sobre la identidad del Conde. Además de su apariencia, es extranjero, está metido con la magia negra, y es un depredador de mujeres blancas.

Ahora bien, algo parecido podría decirse de Drácula, excepto que Bram Stoker proporciona una historia de fondo de nobleza y aristocracia para su vampiro, excluyendo la posibilidad de que fuera judío [ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes]. Es significativo que el pasado de Drácula haya sido evitado en Nosferatu. El director no tuvo escrúpulos en introducir elementos de la novela como para mostrar reservas en un detalle como este. Sin pasado, Orlok puede ser cualquier cosa, entre otras, una caricatura antisemita.

No es unicamente la apariencia física de Orlok lo que contribuye al potencial antisemita de Nosferatu. La relación entre Conde y Knock [el agente inmobiliario de Wisborg] es representada como dos judíos que conspiran para llevar la peste a alemania. El «judaísmo» queda claro en las similitudes de sus aspextos físicos, pero también a través de las cartas que intercambian. Estas epístolas consisten en una variedad de símbolos mágicos, incluida la cruz de Malta, la esvástica, símbolos astrológicos, letras del alfabeto hebreo y la estrella de David.

Despejada esta cuestión, creo que un análisis justo de la apariencia de Orlok debe reconocer necesariamente su parecido con las ratas. La primera escena en la que vemos al vampiro [que algunos examinan como una presentación racial] nos lo muestra escabulléndose lentamente hacia adelante desde un arco oscuro. Es, en toda regla, como una rata que emerge desde su submundo para propagar la enfermedad. La comparación con la rata se ve claramente en las orejas puntiagudas de Orlok, en su espalda encorvada, sus dientes, y la posición de sus brazos y manos. La primera imprensión es la de estar ante una encarnación física de la peste.




Vampiros. I Taller gótico.


Más literatura gótica:
El artículo: Las raíces mitológicas y literarias del Conde Orlok fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Los «No-Muertos» en el folklore y la psicología.


Los «No-Muertos» en el folklore y la psicología.




El concepto de «No-Muerto» podría definirse como «ni vivo ni muerto», una tercera categoría de existencia en la que habitan los Monstruos de la leyenda.

El término proviene del inglés undeadno-muerto»]; del Inglés Medio undede, utilizado poéticamente en las baladas medievales para decir «vivo». En una línea similar se encuentra el Nórdico Antiguo údauðrno-muerto»], que refería a algo que no estaba del todo muerto pero tampoco completamente vivo. El Inglés Antiguo undeadlic describía a alguien que no podía morir, variante que también se encuentra presente en la poesía escocesa medieval bajo la forma vndeid. El diccionario Merriam-Webster sostiene que el primer uso escrito de undead fue en 1897; más precisamente en la novela de Bram Stoker: Drácula (Dracula), cuyo título original, cambiado a último momento, era The Un-Dead.

Los No-Muertos están presentes en todos los sistemas de creencias de todas las culturas, principalmente como seres humanos que han muerto pero continúan físicamente activos. En este contexto, el No-Muerto es diferente de otras manifestaciones de ultratumba, como los fantasmas, que son entidades espirituales e incorpóreas. El No-Muerto es siempre un cadáver reanimado por medios sobrenaturales que emerge físicamente de su tumba.

La demonología medieval afirmaba que los demonios podían ocupar los cuerpos de los difuntos y animarlos hasta cierto punto, en general, haciéndolos bailar grotescamente en la misa negra e incluso mantener relaciones carnales con las brujas. El historiador medieval Walter Map [De Nugis Curialium] narra un hecho ocurrido en la región de Hereford, Inglaterra, donde un No-Muerto salía de su tumba durante las noches y llamaba a la gente del pueblo por su nombre, quienes luego enfermaban y morían. La tumba del individuo fue identificada por perros, el cuerpo fue exhumado durante el día, en presencia de un sacerdote, y prolijamente decapitado.

Después de la Edad Media encontramos muy pocos cadáveres errantes en el folklore de Europa Occidental, y muchos más fantasmas y espíritus inquietos molestando a la gente. Sin embargo, esta creencia continuó implícita en los hábitos de entierro de suicidas, asesinos y personas acusadas de brujería, quienes eran estacadas y enterradas boca abajo. En el caso de los suicidios, la ley inglesa continuó exigiendo el entierro con estacas en los cruces de caminos hasta 1823.

Actualmente relacionamos a los No-Muertos con los Vampiros, pero todas las culturas humanas hacen referencia a cadáveres reanimados que traen plagas y muerte. Muchas de estas criaturas no se levantan de la tumba para beber la sangre de los vivos; más bien son seres vengativos, incapaces de encontrar paz y consuelo en la muerte. De algún modo consiguen vagar por los alrededores de sus lugares de entierro para acechar y atacar a los humanos.

El No-Muerto tiene su origen en las creencias y costumbres precristianas sobre la muerte. Un difunto podía traer benfición o causar destrucción a su familia durante los primeros días después de su muerte; por lo tanto, la mayoría de las culturas pusieron especial énfasis en practicar los ritos funerarios adecuados. Hoy en día pensamos en los funerales como una forma de despedida que da inicio a la etapa de duelo, pero en tiempos antiguos tenía un propósito más bien profiláctico: asegurar la pureza y la paz del difunto y permitir que su espíritu se separe adecuadamente del cuerpo. De hecho, una de las formas comunes de convertirse en un No-Muerto era recibiendo un entierro deshonroso.

Tratándose de cadáveres reanimados es lógico que los No-Muertos tuvieran un aspecto decrépito e inmundo. Los Ghouls, por ejemplo, podían vagar cerca de sus tumbas y merodear en los límites de las poblaciones, pero sus cuerpos continuaban descomponiéndose. Además de las dificultades motrices que esto acarreaba, el hedor que desprendían los Ghouls anunciaba su proximidad, haciendo que sus ataques rara vez tuvieran éxito salvo en las cercanías de los cementerios, donde el olor a descomposición es proverbial [ver: Ghouls: la historia secreta de los Necrófagos]

Las principales subespecies de No-Muertos de Macedonia, Grecia y la región del Egeo se conocían como Vrykolakas. Montague Summers, en el libro: El Vampiro (The Vampire), comenta que el término vrykolakas [«hada-lobo»] es de etimología eslava. En efecto, los No-Muertos eslavos reemplazaron a los nativos griegos, la mayoría, pacificos. Los Vrykolakas eran personas que sufrían una muerte violenta, eran enterradas inadecuadamente o eran excomulgadas por la iglesia. Es el tipo de No-Muerto que deambula en la oscuridad, llama a las puertas y grita el nombre de sus ocupantes. Si la persona responde, pronto morirá. No es improbable que la leyenda posterior de que los Vampiros deben ser invitados a entrar corresponda a este pasado [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]

Montague Summers comenta que la «estaca» utilizada para clavar a los herejes también se consideraba «la manera más eficaz de erradicar el vampirismo». En la mayoría de las historias populares los No-Muertos eran retenidos en sus tumbas con estacas. La Iglesia Católica empleaba un método similar, conocido como «transfixión», para evitar que los excomulgados se levantaran de sus tumbas. Según Summers, los No-Muertos eran personas que morían excomulgadas, «la pena principal y más grave que la iglesia puede infligir», añade, olvidando la tortura sistemática y la muerte bajo acusaciones vagas.

El concepto de No-Muerto, de acuerdo a la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, está relacionado con la Pulsión de Muerte [Thanatos], que debe entenderse como un impulso que está por encima de la vida orgánica convencional. La Pulsión de Muerte no tiene nada que ver con el deseo de autoaniquilación, como a menudo se cree, sino con un anhelo desbordante de post-existencia. De hecho, Lacán interpretaba a los No-Muertos no como heraldos de la muerte, sino como una desesperada reafirmación de la vida. Es probable que estas nociones correspondan a la «vida eterna» que adquirieron los Vampiros en la novela gótica del siglo XVIII y XIX; una «vida eterna» sujeta a numerosas prohibiciones y tabúes, como la luz del día, los crucifijos, las estacas.

Para Freud existe una diferencia entre el concepto de «vida» y la existencia humana ordinaria. Los seres humanos no sólo estamos «vivos», sino que estamos poseídos por el impulso de seguir existiendo. No es que estemos apegados a nuestros cuerpos físicos, sino a la idea de existir más allá del umbral de la muerte. En este contexto, los No-Muertos [en términos de manifestaciones folklóricas de la Pulsión de Muerte] no tienden hacia la autodestrucción: tienden a la indestructibilidad de la vida terrenal. La No-Muerte, entonces, es una especie de post-vida que todavía requiere un cuerpo físico. No estamos aquí ante los fantasmas que permanecen en el plano físico tratando de resolver asuntos pendientes, como la venganza. Los No-Muertos no encuentran paz en la muerte; de hecho, hacen un esfuerzo desesperado por escapar de la vida espiritual y continuar existiendo en el plano físico, aún con las dificultades de hacerlo en un cadáver en proceso de descomposición.

La psique humana tiene sus propios No-Muertos. Freud los llamaba reminiszenz [«reminiscencia»], una especie de limbo entre el recuerdo y el olvido; algo que no podemos recordar totalmente pero que no fue borrado del todo. Las «reminiscencias» de Freud se comportan como No-Muertos: no están vivas ni muertas, pero tienen formas de salir a la superficie de la consciencia [desde las tumbas de la represión] para acecharnos. Estos No-Recuerdos [o No-Olvidos] pueden provocar síntomas patológicos.

Es probable que los No-Muertos no comenzaran siendo cadáveres reanimados, sino personas demasiado «vivas», o al menos personas que transitaban la vida por fuera de las normas sociales establecidas, como las brujas y los hechiceros. De hecho, una de las subespecies de No-Muertos rumanos eran los Moroi, palabra que significa «muerto» pero no en términos físicos, sino alguien que está muerto socialmente, alguien exiliado; en una palabra: una bruja. Los Strigoii, también rumanos, se clasificaban como vivos o muertos, y hasta podían moverse entre esos estados debido a que posían dos corazones o almas, y a veces ambos. Cuando estaban «vivos», se decía que los Strigoii podían proyectar sus almas por la noche para beber la sangre del ganado. Cuando estaban «muertos», se presentaban como cadáveres reanimados que chupaban la sangre de sus familiares y vecinos [ver: Strigoii: los no-muertos que inspiraron a Drácula]

La situación de los No-Muertos en el folklore rumano es más compleja de lo que parece. La noción de «vampiro» está ausente hasta una época muy reciente. De hecho, uno de los vampiros más conocidos en la actualidad, el Nosferatu, ni siquiera existe en la tradición rumana. Se trató de un error de interpretación de Emily Gerard en el libro: La Tierra más allá del Bosque (The Land Beyond the Forest). Bram Stoker tomó la palabra Nosferatu de Gerard y la utilizó en Drácula en un par de ocasiones, siempre en boca de Van Helsing, pero el término era desconocido en Transilvania. En Rumania había Moroii, Strigoii y otros seres similares, pero ningún Nosferatu [ver: Nosferatu no existe en el Paso de Borgo]

En Europa Central los No-Muertos eran cadáveres hinchados que abandonaban sus tumbas llevando enfermedad y muerte. Durante mucho tiempo se pensó que este concepto fue importado a Inglaterra [en una forma más glamorosa] por los novelistas góticos, pero lo cierto es que estaba repleta de historias de cadáveres activos durante la Edad Media. Algunas incluso se corresponden perfectamente con la apariencia y el comportamiento del No-Muerto folklórico. En el siglo XII, William de Newburgh [Historia Rerum Anglicarum] escribió la historia de un No-Muerto en Alnwick [Northumberland], que fácilmente podría transferirse a las correrías de Van Helsing, Harker y el resto de los perseguidores de Drácula. La criatura de Alnwick emergía cada noche de su tumba, vagando por las calles e infectando el aire con un «aliento pestífero», de modo que estalló la plaga y muchos murieron. Cuando un grupo de hombres valientes decidieron «desenterrar esta peste funesta y quemarla», encontraron el cuerpo mucho más cerca de la superficie de lo que esperaban. y se había hinchado hasta alcanzar un tamaño descomunal. Su rostro, según William de Newburgh, estaba «turgente y bañado en sangre» y su sudario estaba hecho jirones.

Uno de los hombres golpeó el cuerpo con una pala, y de la herida «brotó tal chorro de sangre que podría haber sido tomado por una sanguisuga [sanguijuela] llena de la sangre de muchas personas». Entonces los hombres le arrancaron el corazón, se llevaron el cuerpo y lo quemaron. Esto, aparentemente, puso fin a la plaga.

William de Newburgh proporciona tres historias más de No-Muertos. En Buckinghamshire, un hombre salió de su tumba y regresó a su casa para acostarse en su cama, casi aplastando a su esposa; y luego aterrorizó a sus familiares y vecinos. El cuerpo luego fue encontrado en su tumba, en perfecto estado. Algunos habitantes de Buckinghamshire aconsejaron quemarlo, pero sólo se colocaron algunos objetos cristianos sobre su pecho. En Berwick-on-Tweed, también en Northumbria. otro «cadáver pestífero» merodeó por la ciudad «seguido por una jauría de perros». Diez hombres lo atraparon, lo descuartizaron y quemaron en el acto.

Una de las formas tradicionales para identificar a un No-Muerto reciente era examinando el comportamiento de su sombra. La Sombra y el Alma están vinculadas en el folklore desde el amanecer de los tiempos. La Sombra nos sigue durante toda nuestra vida, repite todos nuestros movimientos, pero [aparentemente] deja de moverse cuando fallecemos. No es extrañar, entonces, que la mente humana haya llegado a la conclusión de que la existencia puede vincularse a la Sombra de alguna manera misteriosa. La fuerza de esta relación entre la Sombra y el Alma se perpetuó en el lenguaje: los muertos que regresan de la tumba a menudo se expresan en torno a la palabra «sombra». En este sentido, no es caprichoso que una de las características primordiales del No-Muerto, así como del Vampiro posterior, sea la falta de sombra y reflejo.

Bram Stoker, decíamos antes, consideró hasta último momento usar el título The Un-Dead para Drácula; y el uso que la novela le da al término es inédito en el Inglés Moderno. La palabra Un-Dead aparece en inglés mucho antes de Bram Stoker pero con el sentido poético de «vivo», es decir, alguien que no está muerto. En Drácula, Van Helsing describe a los No-Muertos de la siguiente manera:


«Antes de hacer cualquier cosa déjame decirte esto. Pertenece a la tradición y la experiencia de los antiguos, y de todos aquellos que han estudiado los poderes de los No-Muertos, que estas criaturas, al cambiar, vienen con la maldiición de la inmortalidad. No pueden morir, sino que deben continuar edad tras edad agregando nuevas víctimas y multiplicando los males del mundo. Porque todos los que mueren a causa de los No Muertos se convierten ellos mismos en No Muertos y se aprovechan de los de su especie. Y así el círculo se va ampliando cada vez más, como las ondas de una piedra arrojada al agua (...) Cuando esta, ahora No-Muerta, descanse como una verdadera difunta, entonces el alma de la pobre dama a quien amamos volverá a ser libre. En lugar de obrar maldad durante la noche y degradarse más al asimilarla durante el día, ella ocupará su lugar con los otros ángeles.» [Diario del doctor Seward, 29 de septiembre]


Inmediatamente después presenciamos el enfrentamiento en el cementerio, que muestra a Lucy Westenra, como No-Muerta, yendo por una niña. La intervención de Van Helsing, dando instrucciones sobre cómo acabar con «los No-Muertos, como los llamamos», sigue el plan establecido: Lucy es estacada y encuentra el descanso final [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]

Bram Stoker talló en mármol la descripción definitiva de los No-Muertos en la ficción, pero algunos episodios puntuales, como la lucha con Lucy en el mausoleo familiar, habrían resultado verosímiles para William de Newburgh siete siglos antes, sobre todo esta idea del No-Muerto como agente transmisor de una «enfermedad» [«peste», en la Edad Media; vampirismo en la novela de Stoker]. El propio Drácula, en cambio, no parece pertenecer a ningún tipo particular de No-Muerto, sino a varios diferentes. El Conde, por ejemplo, posee «la fuerza de veinte hombres», algo congruente con los No-Muertos medievales, puede controlar a los lobos, las ratas y algunos animales nocturnos, incluso posee cierto dominio sobre las fuerzas climáticas, pero su poder va más allá de cualquier No-Muerto de la leyenda, ejerciendo poderosas habilidades hipnóticas y telepáticas y hasta cambiando de forma [murciélago, lobo, perro, niebla].

El No-Muerto de la leyenda explora el miedo común a la «peste», a la enfermedad encarnada. Algunos antropólogos se han preguntado si acaso este concepto no está relacionado con los enfermos mismos, en etapas terminales, quienes podrían haber sido vistos como en una instancia de post-vida, o de No-Muerte. Estas historias apuntan a una crisis de la identidad y la integridad humana. En cualquier caso, la noción de No-Muerto [y de Vampiro, en este caso] es exclusivamente física. El miedo a «contagiarse» una enfermedad fatal es análogo al miedo a «convertirse» en un No-Muerto, y en ambos escenarios se requiere, por un lado, el contacto físico; y finalmente conducen al exilio de la comunidad. Los No-Muertos merodean por los cementerios, alejados de las poblaciones, del mismo modo que los enfermos seguramente eran aislados de la comunidad. De hecho, esta idea recurrente del No-Muerto saliendo de noche para golpear la puerta de su casa y llamar a sus familiares bien podría haber estado inspirada en los propios enfermos [con sus cuerpos «hinchados»] tratando desesperadamente de ser recibidos en sus hogares.

Drácula le dio cierto aire de autoridad a los No-Muertos. Si estos últimos [como representación de los enfermos de la «peste»] se limitaban a vagar por las calles de noche, aullando el nombre de sus parientes y golpeando puertas, Drácula se burla de los seres humanos «sanos». No sólo es un depredador astuto, sino que su actitud hacia sus presas expresa un sentido de propiedad. Al referirse a sus cazadores, asegura que «son como ovejas en el carnicero», y les recuerda que sus mujeres [Lucy y Mina] ya le pertenecen: «A través de ellas, tú y los demás serán míos, mis criaturas, para cumplir mis órdenes y para ser mis chacales». Esto es considerablemente distinto de los gritos lastimeros de los No-Muertos medievales.

Por supuesto, Drácula tuvo la ventaja de haberse convertido en No-Muerto mediante prácticas diabólicas, las cuales le permitieron mantener su peculiar existencia durante siglos. En la novela nunca se afirma que haya muerto y luego regresado de la tumba [ver: «Drácula» NO está inspirado en Vlad Tepes]

Existen otros ejemplos medievales de No-Muertos asociados a la peste. El Nachzehrer, conocido en los territorios germánicos, era la primera víctima de la peste durante una epidemia. Después de su funeral, despierta en su lugar de entierro y es atormentado por un hambre feroz. En su desesperación devora primero su mortaja y luego mastica sus propias extremidades. Ya mutilado comienza a cavar como un topo, mordiendo y tragando tierra, hasta profanar las tumbas adyacentes y devorar los restos allí encontrados. En las noches tranquilas, afirma Michaël Ranft en De Masticatione Mortuorum in Tumulis [«Sobre la masticación de los muertos en sus tumbas»], puede oírse un murmullo bajo tierra, debajo de las tumbas. Si uno apoya una oreja en el suelo, sostiene Ranft, pueden distinguirse algunas palabras entre los balbuceos guturales, en general, palabras de odio contra los vivos.

El ciclo de no-vida del Nachzehrer es prolongado. Siendo la primera víctima de la peste, puede seguir alimentándose mientras la epidemia continúe azotando la zona, asegurándose así un suministro continuo de cadáveres. Para destruirlo basta cortarle la cabeza; pero aún más sencillo es colocar una roca su boca, lo cual le impide alimentarse.

Los muertos nórdicos tenían dos destinos: uno era la continuación de la vida en el reino de los dioses; el otro era la no-vida dentro del túmulo. Estos No-Muertos, con algunas subdivisiones, eran los Draugar. Para empezar a entender el concepto de No-Muerte entre los nórdicos es necesario comprender sus concepciones de la vida y la muerte. En primer lugar, el término «draugar» [sustantivo colectivo] es demasiado general, pero podemos decir que todas estas criaturas [aún con sus distinciones y atributos propios] eran cuerpos humanos sin vida que permanecían animados. De hecho, ser criaturas físicas es una de las pocas características que comparten. La otra, a veces oculta detrás de motivos particulares [como proteger sus posesiones, dar una lección moral], es un impulso sexual para regresar de la muerte [ver: Draugr y el concepto de no-muerte entre los nórdicos]

Volviendo a Freud, las historias populares de No-Muertos expresan claramente deseos sexuales y agresivos reprimidos. Más aún, desde la perspectiva freudiana podríamos decir que Drácula es una historia que esboza todos los rasgos del Complejo de Edipo. Drácula es una figura paterna primordial de enorme poder, y toda la subtrama de incesto, necrofilia y sadismo se apoya en fijaciones orales y anales. Carl Jung, en cambio, veía a los No-Muertos como arquetipos. Desde una perspectiva junguiana, las innumerables variedades de historias de No-Muertos prueban que estos seres no son subproductos de la experiencia personal, sino que están basados en estructuras psicológicas compartidas por toda la especie humana. En otras palabras, los No-Muertos expresan preocupaciones universales.

La teoría de Van Helsing recuerda a las reminiszenz de las que habla Freud: cuestiones «enterradas» mediante el proceso de represión que salen a la superficie [de la consciencia] en sueños. Freud sostuvo que las leyendas de No-Muertos están relacionadas con estos recuerdos edípicos reprimidos. Esto explicaría porqué los No-Muertos vuelven para visitar a sus seres queridos; en esencia, serían una representación del Padre fallecido. Freud creía que todas las figuras demoníacas personifican [inconscientemente] la figura reprimida de un Padre fallecido que retorna para atormentar los sueños de sus hijos. En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung), Freud comenta un sueño propio donde su padre se presentaba como un «aparecido», más precisamente como un «rey de los magiares» parecido a un vampiro. Esta es una curiosa sincronía: el Drácula de Bram Stoker también es un antiguo gobernante de los magiares. Y Stoker, a su vez, insufló en Drácula algunos elementos de su padre fallecido

Por ejemplo, al igual que Bram Stoker, que trabajó en el Castillo de Dublín como secretario de un abogado, Jonathan Harker ejerce el mismo oficio, atendiendo las necesidades legales de Drácula en su Castillo en Transilvania [ver: Una exploración literaria por el Castillo de Drácula]

La figura del No-Muerto, en términos de figura paterna arquetípica, evoca algunos aspectos del Complejo de Edipo, y Bram Stoker fue quien mejor capitalizó está situación. Este es el motivo por el cual la novela alcanzó el estatus de motivo cultural: nos interpela a todos, «desentierra» una situación común a toda la sociedad occidental. En cierto modo, funciona como un cuento de hadas moderno.

Bram Stoker lleva su poder intuitivo al máximo cuando el propio Drácula, como un bebé, busca protección en el «útero» del barco en el que viaja a Inglaterra, llamado Deméter. En los mitos griegos, Deméter es una diosa de la tierra y madre de Perséfone, quien es llevada por la fuerza al inframundo por el gobernante de los muertos: Hades. De más está decir que el propio Conde es un rey de los No-Muertos que puede regresar al mundo de los vivos como una oscura pesadilla, o un recordatorio, de los miedos infantiles de los adultos [ver: El misterio del «Deméter»]

El autoerotismo oral suele ser reprimido una vez que el niño es destetado. Aunque eliminados de la conciencia [enterrados, en cierto modo], estos impulsos amenazan con regresar a la conciencia del adulto, generando síntomas de ansiedad que resultan similares a un No-Muerto que trata de devorarnos y dominarnos. Aunque Van Helsing llama «genio» al Conde, también afirma que este posee un «cerebro infantil», es decir, un agente resuelto y exclusivamente dedicado a la búsqueda de satisfacción oral [ver: El «cerebro infantil» de Drácula]. Podríamos pensar que la voracidad de la primera infancia puede proyectarse hasta cierto punto sobre los No-Muertos de la leyenda, quienes se entregan libremente a la comisión de actos que prohibimos a los adultos.

En la primera infancia, de acuerdo al Complejo de Edipo, el acto de alimentarse [chupar y morder] está altamente sexualizado. Más adelante en la vida del niño se renuncia a esta atracción hasta que esos deseos [antes naturales, ahora prohibidos] se vuelven latentes. Sin embargo, en la pubertad, la libido vuelve a despertarse y los impulsos primordiales [no-muertos] regresan y buscan una vía de satisfacción. La sed y el hambre del No-Muerto manifiestan el anhelo inconsciente por la primera fuente de satisfacción instintiva: el pecho materno. En la novela de Bram Stoker, el Conde obliga a Mina a beber sangre de su pecho en una perversa imitación de la lactancia. Avergonzada, Mina explica: «debí asfixiarme o tragar parte de la sangre que comenzó a brotar de una vena de su pecho.» En este contexto, el pecho materno es la fuente más temprana de satisfacción oral, y la figura del No-Muerto amenaza con beber la sangre vital como una vez bebimos la leche materna.

Carl Jung creía que la imagen del No-Muerto podía entenderse como una expresión de la Sombra, es decir, aquellos aspectos de nuestra psique que nuestro el ego consciente es incapaz de reconocer. De hecho, nadie puede volverse consciente de su Sombra [proceso de individuación] sin realizar un esfuerzo moral considerable, ya que implica reconocer los aspectos más oscuros de nuestra personalidad como parte de nosotros mismos. En este contexto, el No-Muerto, a través del mecanismo de proyección, es una representación de nuestra Sombra, y estas historias nos permiten repudiar los aspectos negativos de nuestra personalidad.

Presente en todas las sociedades del mundo, el No-Muerto fue forjado por los miedos del hombre primitivo, inequívamente similares a los miedos infantiles. El comportamiento de los personajes humanos de Drácula da crédito a esta suposición. Los varones, especialmente Harker, recrean las fantasías edípicas: encerrado en el Castillo de Drácula, Harker no está seguro si ha sido «engañado como un bebé por sus propios miedos [edípicos]». También está asustado por la advertencia [paternal] del Conde de evitar ciertas habitaciones, pero, como un niño rebelde, afirma, «disfruté desobedecer» las órdenes del padre simbólico.




Vampiros. I Psicología.


Más literatura gótica:
El artículo: Los «No-Muertos» en el folklore y la psicología fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.
Poema de Elizabeth Akers Allen.
Relato de Carl Jacobi.


Poema de Amy Lowell.
Poema de Dora Sigerson Shorter.
Poema de Thomas Lovell Beddoes.