Ghouls: la historia secreta de los Necrófagos en la ficción.


Ghouls: la historia secreta de los Necrófagos en la ficción.




[Muchos y multiformes son los oscuros horrores que infestan la Tierra. Duermen bajo la piedra, se levantan con el árbol desde su raíz; se mueven en lugares subterráneos; emergen del sepulcro cerrado. Hay algunos que son conocidos por el hombre desde hace mucho tiempo, y otros aún desconocidos que soportan los terribles últimos días de su revelación. Pero entre los que se han revelado y han manifestado su presencia variable, hay uno que no puede ser nombrado abiertamente por su excesiva impureza.]


Esta cita del Necronomicón de Abdul Alhazred [mencionada en el relato de Clark Ashton Smith: La estirpe sin nombre (The Nameless Offspring)], hace referencia a los Ghouls, una de las criaturas más sombrías que acechan en la imaginación humana. La palabra en sí ha llegado a referirse a cualquier persona mórbida, y si bien podríamos pensar que, cuando una palabra tiene demasiados significados, el realidad no tiene ninguno, los Ghouls prueban que esta dilución del significado sirve para disminuir el verdadero horror que subyace debajo de estas horrorosas criaturas [ver: Ghouls: vampiros de los cementerios]

La palabra Ghoul deriva del verbo árabe ghala, que significa «apoderarse», y tradicionalmente se refiere a un demonio u otra entidad sobrenatural que acecha en los cementerios y se alimenta de restos humanos. En árabe, la palabra se usaba para referirse a cualquier cosa que privara a las personas del uso de sus sentidos; de ahí que se convirtiera en el apelativo de estos Necrófagos que, se suponía, rondaban por los cementerios y otros lugares solitarios. Tan importantes terminaron siendo estos seres que la estrella Algol [Al-ghoul, «el Demonio»] lleva su nombre [ver: Algol: la estrella de los vampiros]

Posteriormente se interpretó a los Ghouls como una forma degradada de los genios [Djinns], una raza pre-adamita engendrada por Iblis, [el Satanás musulmán], asociados con los vientos y el desierto. Sir Richard Francis Burton describe al Ghoul como el equivalente de la Lilith hebrea, la Lamia griega y la Baba Yaga rusa, todas ellas caracterizadas por un pernicioso apetito por la carne humana [ver: Razas de vampiros]

Montague Summers nos brinda la siguiente descripción del Ghoul en el libro: El Vampiro (The Vampire):


[El ghoul aparece como un demonio femenino que se alimenta de cadáveres e infesta los cementerios por la noche, cavando en las tumbas para encontrar sus horribles comidas. A veces parecería una mujer, mitad humana, mitad demonio, porque en la historia a menudo se la representa como casada con un marido que descubre su repugnante necrofagia. Puede tener hijos, y se la representa como atrayendo a los viajeros hacia ruinas solitarias y remotas para caer sobre ellos de repente y devorarlos, chupando con avidez la sangre caliente de sus venas.]


La palabra Ghoul probablemente ingresó al idioma inglés a principios del siglo XVIII, cuando aparecieron las primeras traducciones de Las mil y una noches. De hecho, varias de las historias que se cuentan en Las mil y una noches son relatos de los horribles hábitos del Ghoul. Uno de ellos cuenta cómo un joven príncipe se encontró en el desierto con una hermosa doncella que se había separado de su caravana. Piadoso, el príncipe la lleva con él en su caballo. Cuando pasan por una antiguas ruinas, ella le pide que se le permita hacer una parada. La mujer se demora tanto entre las ruinas que el príncipe va a investigar, solo para descubrir que ella es un Ghoul que le estaba informando a sus muchos hijos que su cena estaba a punto de llegar.

Otro relato de las Mil y una noches habla de un joven, Sidi Nouman, cuya novia, llamada Amina, resulta ser un Ghoul:


[Uno de esos demonios que, como su Alteza sabe, vaga por el país haciendo sus guaridas en edificios abandonados y saltando sobre viajeros desprevenidos. Si ningún ser vivo sigue su camino, entonces se dirigen a los cementerios y se alimentan de cadáveres.]


Al darse cuenta de que su esposa, Amina, no come en la cena más que unos granos de arroz, Sidi Nouman finge dormir una noche y la sigue hasta un cementerio desierto. Allí se sorprende al encontrarla sentada con una manada de Ghouls en una bóveda, y observa con horror cómo su encantadora esposa participa del macabro festín que se desarrolla dentro.

En cualquier caso, la palabra Ghoul definitivamente era parte del idioma inglés en 1786 cuando William Beckford se refiere a los gouls en la novela gótica Vathek, más precisamente en la escena donde el Califa despierta a su sirviente, Bababalouk, de los sueños de la dama Nouronihar:


[Ah, ¡Señor! —exclamó, retrocediendo diez pasos y tapándose los ojos con las dos manos—. ¿Realizas entonces el oficio del goul, desenterrando a los muertos?]


Aunque la palabra Ghoul se había convertido en un lugar común durante el siglo XIX, las representaciones literarias de la criatura clásica de Las mil y una noches, incluso entrado el siglo XX, eran muy escasas, probablemente porque los hábitos de estos Necrófagos movían más al asco que al horror. Una excepción, decíamos, es Clark Ashton Smith [fuertemente influenciado tanto por Las mil y una noches como por Vathek]; de hecho, su cuento: El Ghoul (The Ghoul, 1934), está ambientado durante el reinado del califa Vathek; y narra la historia de un joven que realiza un pacto con un Ghoul para asegurarse de que el cadáver de su difunta esposa, llamada Amina [que aquí no es un Ghoul, sino su posible cena], no sea profanado.


[Escuché una voz terrible que me ordenó levantarme del suelo; y, alzando la cabeza, vi un demonio espantoso con ojos de fuego escarlata debajo de unas cejas ásperas, enmarañadas, colmillos que sobresalían de una boca cavernosa, y dientes negros como la tierra. Y el demonio me dijo:

—Soy un ghoul, y mi oficio es devorar los cuerpos de los muertos. Ahora he venido a reclamar ese cadáver que fue enterrado bajo el suelo sobre el que estás acostado de una manera tan descortés. Márchate, porque he ayunado desde anoche y estoy muy hambriento.
]


El joven hace un trato con el Ghoul para proporcionarle ocho cadáveres frescos en ocho noches sucesivas. Relata su historia al juez, ante el cual es procesado luego de ser capturado con la séptima víctima. El juez, inexplicablemente, lo libera porque lo considera un sujeto honorable que hará justicia a su manera.

El concepto clásico del Ghoul se reanimó durante la era del relato pulp. L. Ronald Hubbard [fundador de la Cienciología], presenta una interesante versión de estas criaturas en el relato de 1939: El Ghoul (The Ghoul):


[Se alimentan exclusivamente de carne humana, pero a veces pueden pasar semanas y meses sin comer. La única característica constante del ghoul es su ojo, que no es diferente al de un leopardo, con una pupila oblonga que se abre y se cierra horizontalmente. Sus ojos tienen la característica peculiar de dominar a sus víctimas, al igual que algunas variedades de serpientes. Aunque por lo general se encuentran en ruinas, y a lo largo de caminos poco transitados donde atrapan a sus víctimas, los ghouls no son autóctonos de ningún lugar o clima.]


Si bien hay ejemplos anteriores, el verdadero crédito de introducir al Ghoul en el imaginario colectivo del relato de terror es Edward Lucas White. En 1897 escribió un poema titulado El Ghoul (The Ghoul), el cual nos permite ver las cosas desde la perspectiva del Necrófago, algo muy ingenioso para la época [¡Cuánto nos gustaría que Bram Stoker nos hubiese permitido husmear en el diario personal de Drácula!]. Edward Lucas White probablemente se inspiró más en los Morlocks de H.G. Wells que en las leyendas de Las mil y una noches, pero de todos modos estableció algunas pautas funamentales para estos seres [ver: ¡Morlocks, allá vamos!]

Edward Lucas White hizo otro aporte notable a la cultura de los Ghouls: Amina (Amina, 1906), que toma el nombre de aquella novia de Sidi Nouman de Las mil y una noches. Aquí se relata la historia de Waldo, un sujeto de Maine que se extravía en un desierto mesopotámico. Al alejarse de su campamento se encuentra con una mujer de una belleza exótica. Lleva el rostro descubierto, sin adornos, pero exhibiendo una musculatura excepcional, con largas uñas en sus pies. Amina, aparentemente, sabe hablar inglés [«aunque apenas mueve los labios»]. Afirma pertenecer al «pueblo libre», que no es ni musulmán ni cristiano. Ella le ofrece refugio, que resulta ser una tumba habitada por numerosos niños deformes. Finalmente, el cónsul estadounidense en Persia intercede y dispara a Amina dos veces. Cuando Waldo lo acusa de asesinar a una mujer, el cónsul le señala el cuerpo:


[Abrió los labios carnosos, dejando al descubierto dientes que no eran humanos, sino pequeños incisivos muy espaciados y caninos largos, agudos y superpuestos, como los de un galgo: una dentación feroz, mortal, carnívora. Lo que vio no fue el frente de una mujer, sino más bien el anverso de un viejo fox-terrier con cachorros, o de una cerda blanca con su camada; desde la clavícula hasta la ingle, diez ubres colgantes, dos filas mutiladas, fibrosas y flácidas.]


Edward Lucas White introduce varias innovaciones en su relato: enfatiza la naturaleza salvaje de los Ghouls, pero sin mencionar sus hábitos necrófagos, y los reduce a una rareza zoológica. En definitiva, los define como una amenaza temporal, no espiritual, que se enfatiza por la atracción sexual que Waldo siente hacia Amina. En cierto modo, ella es una mujer fatal estereotipada, y quizás por eso el cónsul y sus jenízaros están determinados a exterminar a toda su prole.

Al final de Amina, Waldo confiesa que todo el asunto de los Ghouls le parecía una leyenda, a lo que el cónsul responde: «puedo muy bien creer que no hay ninguno en Rhode Island. Pero esto es Persia, y Persia está en Asia». Henry S. Whitehead homenajea este pasaje en el relato: El Episodio Chadbourne (The Chadbourne Episode, 1933). La historia nos situa en Connecticut, no en Rhode Island, pero la amenaza consiste en una manada de Ghouls persas que, como el Conde Drácula, abandonaron sus desiertos nativos por terrenos de caza más fértiles entre las tumbas del Nuevo Mundo.

Henry S. Whitehead abre su historia con el relato de una niña que encuentra una cerda lactante que tiene «cabeza de dama». Whitehead explota el miedo a los inmigrantes al hecer que sus Ghouls depreden a los vivos [estadounidenses], particularmente a los niños pequeños, aunque minimiza su legendario apetito por los muertos.

Sería un amigo de Henry S. Whitehead, nada menos que H.P. Lovecraft, quien le devolvería a los Ghouls sus viejos hábitos como Necrófagos. Su cuento de 1926: El modelo de Pickman (Pickman's Model), elimina a los Ghouls de sus orígenes árabes, y los convierte en criaturas universales, como los vampiros y los hombres lobo. Estas dos criaturas estaban demasiado arraigadas en la cultura popular como para alimentar la imaginación de Lovecraft, pero los mismos atributos que convertían al Ghoul en un tabú los hicieron irresistibles para el flaco de Providence [ver: Grobnik: el vampiro de los cementerios]

Lovecraft nos sitúa en Nueva Inglaterra, y se inspira en una leyenda local que habla de la existencia de una serie de túneles que datan de la época colonial, y que habrían conectado los sótanos de varias casas [ver: El Horror siempre viene desde el Sótano]. Ahora bien, el flaco de Providence nunca lleva a los Ghouls a un primer plano, sino que los describe a través de las pinturas de Richard Upton Pickman. El narrador los describe como «no humanos, pero a menudo se acercan a la humanidad en diversos grados». Estos seres son bípedos, aunque con ciertas características caninas. Las pinturas los muestran cazando humanos, «saltando de noche por las ventanas abiertas» o «trepando desde alguna catacumba desconocida a través de una grieta en el piso del metro y atacando a una multitud de personas en la plataforma»:


[Un lienzo repugnante parecía representar una gran sección transversal de Beacon Hill, con ejércitos parecidos a hormigas de los monstruos mefíticos en sus madrigueras. Las danzas en los cementerios se representaban libremente, pro otra concepción me sorprendió más que todas las demás: una escena en una bóveda desconocida, donde decenas de bestias se apiñaban alrededor de una que sostenía una conocida guía turística de Boston y, evidentemente, estaba leyendo en voz alta. Todos apuntaban a un determinado pasaje, y cada rostro parecía tan distorsionado por una risa epiléptica y reverberante que casi pensé escuchar los ecos diabólicos. El título de la imagen era Holmes, Lowell y Longfellow yacen enterrados en Mount Auburn.]


Si antes los Ghouls eran una raza desmejorada de djinns, fundamentalmente diferente de la humana, Lovecraft enfatizó un posible parentesco entre nosotros y estas criaturas, basándose en nuestro miedo a la reversión atávica, es decir, a convertirnos en seres capaces de comer carne humana. Las pinturas de Pickman muestran esta clara relación entre humanos y Ghouls; incluso hay una de ellas que muestra a «una manada de necrófagos que enseñaban a un bebé humano a alimentarse de cadáveres» [ver: De la luz a la oscuridad: psicología de «El modelo de Pickman»]

Excepto por el título de una de las pinturas, El modelo de Pickman (Pickman's Model) no menciona específicamente a los Ghouls, pero sí lo hace Lovecraft en una historia escrita el mismo año: La búsqueda onírica de la desconocida Kadath (The Dream-Quest of Unknown Kadath). Aquí, Randolph Carter se encuentra con los Ghouls en su búsqueda por las Tierras de los Sueños, pero curiosamente les muestra poco miedo [«por extraño que parezca, tenía un vínculo muy singular con estas terribles criaturas»]. Ese vínculo era su amistad con Pickman, quien no solo le había presentado un Ghoul a Randolph Carter, sino que le había enseñado su idioma antes de su desaparición, por lo que «conocía bien sus rostros caninos». El propio Pickman reaparece en el relato, «habiéndose convertido en un Ghoul de cierta prominencia en los abismos cercanos al mundo de la vigilia» [ver: La crisis de la mediana edad de Randolph Carter]

En Las ratas en las paredes (The Rats in the Walls), Lovecraft relata la historia de una familia noble vinculada a un culto que se alimenta de seres humanos en una gruta subterránea [ver: El nido de Nyarlathotep: análisis de «Las ratas en las paredes»]. La descripción de los Ghouls como seres caninos parece relacionarlos más con el dios egipcio de los muertos, Anubis [que tenía cabeza de chacal], que con las leyendas árabes. Sin embargo, su verdadera fuente son los mitos celtas con sus Hadas y Changelings, probablemente a través de las historias de Arthur Machen: La novela del Sello Negro (Novel of the Black Seal) y La pirámide brillante (The Shining Pyramid).

Los cuentos de Machen sugieren la supervivencia de una raza aborigen, precelta, que acechaba en las colinas solitarias de la actual Gales, reducida al salvajismo, a veces intercambiando su propia descendencia atrofiada por bebés humanos [la «Gente Pequeña»] que habría inspirado las leyendas de hadas y otros seres elementales [ver: Cuando las hadas abandonaron nuestro plano de existencia]

Sin embargo, dado que Arthur Machen describe a la Gente Pequeña como capaz de asesinar, violar, secuestrar y sacrificar humanos, su novela El gran Dios Pan (The Great God Pan) generó una tremenda controversia; y desde entonces el autor se mostró reacio profundizar en temas tabú más de lo absolutamente necesario.

Basado en la lectura de El culto de la brujería en Europa Occidental (The Witch-Cult in Western Europe), de Margaret Murray, Lovecraft también asocia a los Ghouls con las brujas, de nuevo, relacionando a las brujas con la antigua religión a las hadas. Su descripción de la actividad de los Ghouls en la Nueva Inglaterra puritana es consistente con sus teorías sobre el «erotismo transmutado» inherente a ese estilo de vida. En una carta a Robert E. Howard, Lovecraft comenta lo siguiente:


[Más aún, la introducción a las colonias de una clase baja de sirvientes que no fueron capaces de adaptarse a los rigores de una teocracia estricta, generó el caldo de cultivo ideal para el regreso de las viejas formas de adoración. El culto a la brujería ofreció un escape para estos elementos descontentos de la sociedad de Massachusetts. Entre las prácticas de las que se acusaba a las brujas se encontraban la exhumación de bebés muertos para su uso en hechizos y pociones, la nigromancia y la ingestión de carne humana, que, por supuesto, son los principales rasgos de los Ghouls.]


Robert E. Howard también se interesó en los Ghouls [via la «Gente Pequeña» de Arthur Machen y El modelo de Pickman de Lovecraft], y hasta agregó algunos rasgos macabros al concepto. Los moradores debajo de las tumbas (The Dwellers Under the Tombs) [rechazado por Weird Tales en 1932 debido a su carácter grotesco] relata la historia dos hermanos, uno de los cuales está aterrorizado de que el otro, recientemente fallecido, regrese de la tumba. Al final resulta que este hermano había fingido su murte, pero la tumba donde estaba escondido se había construído sobre una serie de túneles utilizados en tiempos de corsarios y familias de contrabandistas, quienes sobrevivieron bajo tierra, degradándose progresivamente, involucionando generación tras generación, hasta convertirse en algo parecido muy a los Ghouls [ver: Lo Subterráneo en la ficción]

Los Ghouls también son elementos importantes en otra historia de Robert E. Howard: La hora del dragón (The Hour of the Dragon), merodeando en la frontera entre Zingarán y Argossean, dentro del universo de Conan el cimerio:


[Ghouls, los llamaban los hombres, devoradores de carne humana, engendros de la oscuridad, hijos de apareamientos impíos de una raza perdida y olvidada con los demonios del inframundo.]


Clark Ashton Smith se acerca más a Arthur Machen que a Lovecraft [a pesar de citar al Necronomicón] en el relato de 1932: La estirpe sin nombre (The Nameless Offspring). El narrador, un canadiense perdido en los páramos británicos, se ve obligado a refugiarse en una remota finca, hogar ancestral de Sir John Tremoth, quien fue compañero de escuela de su padre. Este encuentro inesperado con un viejo amigo de la familia resulta no ser motivo de regocijo debido a un incidente horrible. Muchos años antes, la novia de Sir John Tremoth, Lady Agatha, que sufría ataques catalépticos, fue enterrada en unas tumbas que «tenían una antigüedad y una extensión casi fabulosas». Al visitar la tumba, Sir John Tremoth se sorprende, no tanto por encontrar a su esposa viva, sino por la extraña criatura inclinada sobre ella, «con el rostro pálido, espantoso e inhumano». No obstante su aspecto amenazador, el Ghoul huye al ser sorprendido.

Como era de esperar, Lady Agatha nunca se recupera de esta conmoción y muere [nueve meses después], después de dar a luz a «uno de esos monstruos espantosos que a veces aparecen en las familias humanas» [ver: Las «familias extrañas» de Lovecraft]. El niño, de tamaño prodigioso, está confinado en una habitación cerrada. Cuando Sir John Tremoth muere, sus deseos de una cremación rápida se retrasan por la lluvia, y la criatura logra llegar hasta el cadáver:


[Afortunadamente, tal vez, nunca he sido capaz de recordar con claridad la cosa infernal que surgió de la pared. El impacto visual, por su propio exceso de horror, casi ha borrado los detalles de la memoria. Tengo, sin embargo, la impresión borrosa de un cuerpo enorme, blanquecino, sin pelo y semicuadrúpedo, de dientes caninos en un rostro medio humano y largas uñas de hiena al final de las extremidades anteriores, que eran tanto brazos como piernas. Un hedor a putrefacción precedió a la aparición, como el hálito de algún animal carroñero; y luego, con un solo salto de pesadilla, la cosa estaba sobre nosotros.]


Más tarde, el narrador y un criado siguen el rastro del Ghoul hasta las bóvedas familiares, pero lo pierden entre los túneles.

Clark Ashton Smith vuelve sobre el tema de los Ghouls en El dios carnal (The Charnel God, 1934). La historia nos sitúa en Zothique, aquel continente que agoniza bajo un sol rojo. Como en La estirpe sin nombre, la heroína, llamada Elaith, es propensa a la catalepsia, y, al igual que Lady Agatha, es declarada muerta por error. Afortunadamente no le espera ningún entierro prematuro, ya que, para horror de su marido, Phariom, han entrado en la ciudad de Zul-Bha-Sair, cuyo dios, Mordiggian, se apropia de todos los que mueren en la ciudad. Los sacerdotes de la deidad visten voluminosas túnicas de color púrpura, máscaras plateadas y guantes, y se rumorea que no son humanos. Extrañamente, la gente considera a Mordiggian como una deidad benigna, utilitaria, que hizo innecesarias las tumbas; casi una especie de anti-Ghoul:


[A través de Él nos salvamos de la corrupción y el gusano. Así como la gente de otros lugares dedica a sus muertos a la llama consumidora, nosotros, los de Zul-Bha-Sair, entregamos a los muertos a nuestro dios.]


Phariom decide asaltar el templo de Mordiggian para rescatar a Elaith y descubre que los sacerdotes, liderados por Abnon-Tha, son en realidad Ghouls que se alimentan de los cadáveres ofrecidos al dios. Sin embargo, Mordiggian termina siendo un dios justo, y colabora con Elaith para derrotar a los Ghouls que se han apropiado de su culto.

En Las ratas del cementerio (The Graveyard Rats, 1936), Henry Kuttner también trata el tema de los Ghouls. Escrito antes de comenzar su correspondencia con Lovecraft, el relato alcanza un grado notable de horror claustrofóbico [ver: Los Mitos de Khut-N’hah]. Ambientado en Salem, relata la lucha entre el Viejo Masson [¿inspirado en el Keziah Mason de Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams in the Witch House)?], el cuidador de un antiguo cementerio abandonado e infestado de ratas. Henry Kuttner enfatiza la naturaleza excepcional de estas ratas, que habían llegado a Salem a bordo de «antiguos barcos, generaciones atrás, con cargamentos extraños». Como en El modelo de Pickman, la ciudad fue socavada con una serie de túneles que se remontan a los días de los juicios de Salem:


[Cuando Cotton Mather persiguió los cultos malvados que adoraban a Hécate y a la oscura Magna Mater en temibles orgías, había indicios de cosas peores que ratas y gusanos infestando los cementerios.]


Las ratas de Henry Kuttner son lo suficientemente grandes como para sacar un cuerpo de su ataúd, pero Masson evita cualquier informe por temor a que una investigación pueda revelar sus propias actividades macabras: Masson extrae el oro de los dientes de los cadáveres recién enterrados, junto con cualquier otro objeto de valor que puedan llevar, y luego vende los cuerpos a estudiantes de medicina. Sin embargo, cuando desaparece un cadáver que había sido enterrado con varias piezas joyería, Masson se ve impulsado por la codicia a seguirlo por los túneles, donde descubre que los rumores sobre seres macabros bajo tierra quizás no eran tan descabellados después de todo.

La risa del Ghoul (The Grinning Ghoul, 1936) fue escrito por otro protegido de Lovecraft: Robert Bloch. Se trata de una historia muy breve que toma elementos prestados de La estirpe sin nombre de Clark Ashton Smith y Las ratas en las paredes de Lovecraft. La novedad radica en que se nos informa que el narrador está loco en los primeros párrfos, incluso preso en un manicomio. Este sujeto, de hecho, es un psiquiatra que describe un caso en el que un distinguido erudito busca tratamiento para una serie de sueños en los que desciende a antiguas bóvedas detrás de un cementerio y se encuentra con una manada de Ghouls. La investigación posterior de la escena representada en los sueños revela que el psiquiatra no estaba delirando [ver: Georgie vs. Pennywise: el sótano arquetípico]

Tras la muerte de Lovecraft en 1937, muchos escritores de Weird Tales le rindieron homenaje, incluso algunos que no tuvieron trato con él [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]. Uno de estos homenajes [votado como el mejor relato en la historia de la revista] es Bien abajo (Far Below, 1939), de Robert Barbour Johnson; quien se inspiró en la descripción de Lovecraft en El Modelo de Pickman sobre un ataque de Ghouls en una plataforma del subterráneo [ver: En el Metro: el horror subterráneo de lo reprimido]

En este caso, los Ghouls que merodean por los túneles son enfrentados por la policía de Nueva York. Como lo hizo Lovecraft en Boston, Robert Barbour Johnson proporciona una historia de fondo a la ciudad de Nueva York, en la que las milicias coloniales patrullaban las áreas alrededor de los cementerios para perseguir a estas criaturas; además, sugiere que la razón por la que los indios vendieron la isla de Manhattan a precio vil es porque sabían que estaba infestada de Ghouls. Arrinconados, estos seres despreciables ahora se alimentan de pasajeros desprevenidos.

Ronald Chetwynd-Hayes también hizo su aporte al tema de los Ghouls en el relato No subas las escaleras (Don’t Go Up Them Stairs), en el que un niño de diez años ignora este mandato para curiosear el ataúd de su abuelo recién fallecido, ubicado en el piso de arriba:


[Quedó abrumado por un hedor de cementerio mientras observó una figura sombría: era delgada y alta, vestida con una larga túnica hecha de mortajas de lino; el rostro era de un blanco verdoso y brillaba con una tenue luz; los ojos eran agujeros blancos, sin pupilas, y no tenía nariz, sólo dos agujeros. Se arrastró hacia el rellano, justo en el círculo de luz amarilla, y extendiendo una mano esquelética, abrió su boca de dientes negros: Glug-glug.]


Una vez que el Ghoul nota al niño, ya no está satisfecho con la carroña, y exige que él sea su próxima comida.

En El demonio desconcertado (The Discomfited Demon, 1870) de Ambrose Bierce, el mismísimo Diablo se encuentre con un Ghoul en un cementerio y huye a toda prisa. En la misma línea se encuentra El Ghoul (The Ghoul, 1916), de Hugh Clifford, deliberadamente ambiguo en cuanto a quién es el verdadero Ghoul del título, si un antropólogo que se propone desenterrar a un niño para estudiarlo o la bruja que se le adelanta. Finalmente, hay que mencionar a Anthony Boucher y el relato: ¡Muerden! (They Bite), el cual presenta un caso similar pero situado en Kansas.

El tema de los Ghouls, al menos para nosotros en El Espejo Gótico, es realmente fascinante; sobre todo porque estas criaturas no poseen una base cultural y folclórica en occidente, y además expresan un tabú casi universal: el canibalismo. Son, en definitiva, el producto de una creencia popular subyacente en las leyendas árabes, muy diferentes de los vampiros, los hombres lobo, incluso los zombis, que sí extienden sus raíces en el folclore y la cultura popular occidental.

En cualquier caso, este no es un resumen definitivo de los Ghouls en la ficción. Lejos está de serlo. A lo sumo es un repaso arbitrario sobre el tratamiento de los necrófagos en la ficción de finales del siglo XIX y comienzos del XX.




Vampiros. I Taller gótico.


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