Algol: la estrella de los vampiros


Algol: la estrella de los vampiros.




No asombra realmente que los vampiros tengan su propia estrella, pero que ésta provenga de ese cúmulo de tradiciones que los mortales llaman mitología griega, y aún más atrás, de las olvidadas ensoñaciones de los pueblos del desierto, resulta fascinante.

La Estrella de los Vampiros se llama Algol. Ese vínculo no tiene nada que ver con un siniestro culto astronómico o una deificación estelar de las ignotas potencias de la noche, por ejemplo, la poderosa Nix, adorada en los albores de la oscuridad.

Algol es la estrella de los vampiros debido a su existencia inquieta, poco propensa a la métrica astronómica que los hombres han trazado.

Los sabios sostienen que Algol significa «estrella endemoniada», epíteto que tal vez proviene de las variaciones lumínicas que se observan en su órbita cada dos días, veinte horas y cuarenta y nueve minutos.

Naturalmente, los astrónomos mortales asociaron esta actividad inusual, aunque no imprevisible, con lo demoníaco; con aquello que trastorna el orden natural del universo, aún cuando se produzca en lo más profundo del cosmos.

Lo cierto es que Algol es una desnaturalización del nombre árabe: Ras al-ghoul, que, además de ser un enemigo inefable de Batman; significa «cabeza del demonio» (ver: El lenguaje de los vampiros: ¿los vampiros tienen su propio idioma?)

Ahora bien, la palabra Gul, o, para ser más precisos, Ghoul, denomina a una especie de vampiros de la tradición árabe: los Ghouls, seres necrófagos y escandalosos que vagan por los cementerios en busca de huesos y otras viandas menos honrosas (ver: Ghouls: vampiros de los cementerios)

Los Ghouls (me permito una breve digresión) conforman un tópico central entre los relatos y cuentos que los vampiros más ancianos trasmiten a los miembros más jóvenes como prevención de lo que puede ocurrir cuando un vampiro es dejado solo a merced de sus apetitos.

En un período en el que los mortales pensaban que el cielo era inmutable, Algol fue vista como un emergente perturbador de la noche, una especie de faro pavoroso para las criaturas sobrenaturales de la tierra.

Los vampiros, casi inevitablemente, terminaron siendo sus mayores depositarios.

Ahora bien, los griegos, mucho antes de que los árabes siquiera pensaran en vampiros, asociaron a Algol con la Gorgona Medusa, vencida por Perseo gracias a un ardid malicioso, de cuya cabeza brotó la sangre que daría forma al alado Pegaso.

En resumen, Algol siempre fue una estrella asociada a lo antinatural, a lo que excede la comprensión y las leyes físicas, aún cuando éstas procedan del mito, cuyas bases son, y serán, eternamente inestables.

Algol también está asociada a nuestra liturgia narrativa, es decir, a la literatura vampírica.

Eruditos ociosos han afirmado que varios relatos y novelas de vampiros tejen su trama alrededor del complejo movimiento de esta irreverente binaria eclipsante.

Carmilla (Carmilla), de Sheridan Le Fanu, por ejemplo, parece coordinar sus ataques con las fluctuaciones de Algol; lo mismo que el celebérrimo Drácula (Dracula) de Bram Stoker, quien se desplaza por las calles de Londres únicamente cuando la órbita de Algol le es propicios.

Ya en un recuerdo telúrico, creo haber visto el parpadeo de Algol en alguna meseta soñolienta del norte, atisbo inquietante que la matemática de los astrónomos mortales jamás podrá banalizar con sus ecuaciones.




Leyendas de vampiros. I Diario de un vampiro real.


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1 comentarios:

Unknown dijo...

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