El mito de Pegaso, el caballo alado.
Pegaso [Πήγασος] es un caballo mítico con varios atributos que ningún otro equino logró igualar, ni siquiera los formidables Unicornios. Pegaso fue el primer caballo en ascender al Olimpo ya que su amo era nada menos que Zeus, el señor de los dioses.
La leyenda cuenta que Pegaso nació espontáneamente del chorro de sangre que manó cuando Perseo cortó la cabza de Medusa. Zeus lo reclamó inmediatamente para sí, aunque se lo cedió por un tiempo a Perseo, uno de los tantos hijos ilegítimos que el dios había desparramado por la tierra; y también a Belerofonte.
Pegaso, contrariamente a lo que se cree, era un caballo sobrio; a tal punto que cuando se lanzaba a los aires continuaba moviendo las patas como su estuviera corriendo sobre las nubes. Hesíodo comenta que la etimología del nombre Pegaso proviene de la raíz pēgē: «volar», pero en un sentido que no está asociado a las aves, sino más bien a la caída de los rayos, algo apropiado como transporte de Zeus y sus repentinos ataques de furia que a menudo terminaban en el lanzamiento de relámpagos y rayos.
Contrariamente a lo que se cree, Perseo nunca montó a Pegaso; ya que de hecho el héroe poseía un par de sandalias aladas. En ningún mito clásico aparece sobre el lomo de Pegaso. Esta posibilidad solo se dio en la pintura, especialmente entre los renacentistas. En cambio, Pegaso ocupó un rol fundamental en el mito de Belerofonte y la muerte de la Quimera, una criatura bestial de múltiples cabezas que derrochó su ira sobre las tierras de Licia. Adicionalmente Pegaso colaboró con otra hazaña de Belerofonte; la victoria sobre la nación de las amazonas.
No obstante, la relación del héroe Belerofonte y Pegaso siempre fue un poco tensa. En cierta forma, Belerofonte representa el lado oscuro de la ambición. Cuando el héroe realiza sus hazañas obliga a Pegaso a transportarlo al Olimpo con el propósito de ser convertido en un dios. Naturalmente, Zeus se manifestó en contra de este acto de osadía. Cuando el caballo estuvo a las puertas del Olimpo el dios envió a un mosquito de hierro para que se cebe el el lomo de Pegaso. Al sentir la picadura el caballo se encabritó, precipitando a Belerofonte a la tierra.
Esta caída no fue fatal. Socialmente hablando fue peor que eso. Lisiado y avergonzado, Belerofonte no se atrevió a comparecer entre sus compatriotas y pasó el resto de sus días vagando en el exilio.
Poco se sabe sobre el destino final de Pegaso. Algunos sostienen que durante un tiempo anduvo libre entre los campos y las montañas. Otros, que su naturaleza dual le impedía asentarse tanto en la tierra como en los aires. Zeus nunca reclamó por su ayuda, aunque algunos exégetas sostienen que Pegaso representa el pensamiento de Zeus, su voluntad y su fuerza, tan veloces y repentinas que solo pueden proyectarse en alas de lo imposible.
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