El mito de las Amazonas: nación de guerreras.


El mito de las Amazonas: nación de guerreras.




El mito es explícito. No ofrece ambigüedades de ningún tipo. Las Amazonas conformaban una nación independiente integrada por mujeres guerreras. Este es el hecho mítico.

Entre sus reinas más importantes se encuentran la implacable Pentesilea, que luchó en la guerra de Troya y fue ensartada por Aquiles, favorecido por el destino; y la veloz Hipólita, hija de Ares, el dios de la guerra, cuyo cinturón mágico fue uno de los doce trabajos de Heracles.

Heródoto ubica a las Amazonas en las fronteras de Escitia. Otros historiadores señalan geografías aún más remotas, aunque todos coinciden en que esta nación de mujeres guerreras realizaba incursiones regulares sobre Asia. Se las consideraba originales de Ponto, actualmente Turquía, cerca de la costa del Mar Negro, por entonces llamado mar Euxino. Allí formaron un reino independiente de las regulaciones masculinas, con leyes y estructuras sociales pensadas exclusivamente para la mujer. Su primera reina fue Hipólita, «caballo salvaje»; fundadora mítica de las ciudades de Éfeso y Pafos, entre otras.

Naturalmente, una nación de estas características cautivó la imaginación del pueblo griego. En la Ilíada aparecen bajo el nombre Antianiras, «las que pelean como hombres». Heródoto, más lacónico, las llama andróctonas: «asesinas de hombres».

Podemos estar seguros de que el nombre Amazonas es griego, y más aún, que es un nombre despectivo. Literalmente significa «sin senos» [del privativo a, y masos, «pecho»]. Este apodo proviene de la certeza mítica de que las Amazonas se amputaban el pecho derecho para utilizar el arco con mayor eficiencia.

Esta idea está sujeta a fuertes polémicas. Pero lo cierto es que los griegos no afirmaban que para ser guerrero una mujer debía alterar su género, sino ceder parte de su naturaleza. En este sentido, la amputación del seno tiene objetivos simbólicos además de prácticos. En última instancia, lo que sacrificaban las Amazonas no era su femineidad, sino la posibilidad de amamantar, es decir, la maternidad como objetivo central de sus vidas.

Ningún hombre tenía permiso para residir en las tierras de las Amazonas. Los intrusos eran condenados a la mutilación, a la muerte, y a veces a ambas cosas simultáneamente. Sin embargo, las Amazonas no eran un pueblo de naturaleza lésbica, tal como lo sostienen algunas novelas distópicas, como la trilogía Herland (Herland), de Charlotte Perkins Gilman; y Nueva Amazonia (New Amazonia), de Elizabeth Burgoyne Corbett.

Por el contrario, se cuenta que las Amazonas eran amantes feroces e insaciables. Una vez al año abrían sus fronteras para propiciar la continuidad demográfica del reino. Se dice que ocasionalmente visitaban a los Gargarios, una tribu vecina, y que allí seleccionaban a los varones más aptos para el amor colectivo. Los hijos varones de estas uniones eran enviados de vuelta a sus hogares paternos. Sólo se quedaban con las mujeres, cuya crianza incluia distintos oficios además de la guerra.

Todos los mitos apuntan a clarificar sobre la naturaleza sensual de las Amazonas. Abundan las historias sobre incursiones de mujeres enardecidas en busca de hombres biológicamente aptos. Sin embargo, algunas historias sostienen que las Amazonas, aunque libres de la institucionalidad del matrimonio, preferían agrupar pequeñas cortes de amantes y alcahuetes. El caso más conocido es el de Antianira, aquella reina que sucedió a Pentesilea en el trono, célebre por organizar la mutilación sucesiva de sus siervos, ya que sostenía que los lisiados eran amantes más atentos y cálidos.

Las Amazonas participaron en incontables guerras. Lucharon contra Belerofonte, el matador de Quimera; e incluso [según Diodoro] contra los mismísimos Atlantes y el ejército de las Gorgonas. Siempre mantuvieron una relación tensa con Troya. No obstante, cuando la ciudad fue atacada por la liga griega se unieron a las huestes de Príamo, acaso para proteger el comercio en el Egeo. Incluso Heracles se vio en la difícil tarea de robarle el cinturón a la reina Hipólita; cuestión que logró apelando a estratagemas y ardides ilícitos.

Entre los últimos rumores de la antigüedad sobre esta casta de damas guerreras se cuentan los amoríos de Alejandro Magno con la reina Talestris.

Existen pruebas arqueológicas que avalan la posibilidad de que las Amazonas realmente existieron, aunque sin la pompa y la organización que les atribuyeron los griegos, quienes las ubicaron en los confines del mundo conocido, es decir, fuera del ámbito de la «civilización», aunque no de la realidad propiamente dicha.

En este sentido, conviene atender a una paradoja evidente. Las Amazonas no tenían ningún tipo de poder sobrenatural. No eran brujas, ni hechiceras, ni daban oráculos. Sin embargo, los griegos eligieron ubicarlas muy lejos de su civilización a pesar de que geográficamente estaban realmente cerca. En otras palabras, esta exageración nos propone que para ser una Amazona era necesario atravesar fronteras que lindan con el orden natural, donde los hombres matan y mueren, pero nunca bajo la espada de una mujer libre.




Mitología. I Mitología griega.


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1 comentarios:

Gabriela dijo...

"[...] esta exageración nos propone que para ser una Amazona era necesario atravesar fronteras que lindan con el orden natural, donde los hombres matan y mueren, pero nunca bajo la espada de una mujer libre." Amé esta última parte. Saludos!!!



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