Quimera: la metáfora griega de lo imposible


Quimeras: de criatura mítica a símbolo de lo imposible.




Las primeras noticias sobre Quimera provienen del Libro VI de la Ilíada. Allí se anuncia que su linaje es divino, y no mucho más. Al parecer, Homero no confiaba demasiado en su verosimilitud.

En la mitología griega, Quimera (Χίμαιρα, que literalmente significa "animal fabuloso") era una criatura espeluznante, hija de Tifón y de Equidna, que erraba por las regiones de Asia Menor aterrorizando a los pueblos y devorando rebaños enteros.

Finalmente fue derrotada por el héroe Belerofonte, asistido de cerca por Pegaso, el caballo alado.

Algunos sostienen que Belerofonte simplemente la ensartó con su lanza; otros aseguran que solo logró matarla cuando el aliento de la bestia fundió el plomo de la lanza, volviéndola letal para ella misma.

La descripción de Quimera varía según los comentaristas. Homero, que como ya vimos sospechaba maliciosamente de su existencia, sostiene que por delante era un león, por el centro una cabra, y el resto respondía a la estructura sinuosa de los ofidios.

De su descripción los mitólogos asumen que Homero quiso decir que la Quimera tenía cabeza de león, cuerpo de cabra, y cola de serpiente.

Ahora bien, para agregar mayor confusión al asunto debemos admitir también el testimonio de Hesíodo. En la Teogonía afirma que la Quimera tiene tres cabezas y que sobre su lomo se asoma una cuarta, esta vez de cabra.

Con esta fisionomía imposible aparece en el famoso bronce de Arezzo, que data del siglo V.

La última reaparición clásica de la Quimera se produjo en el libro VI de la Eneida.

Algunos comentaristas sostienen que la Quimera es originaria de Licia, región propensa a las monstruosidades, y que además se jacta de tener un volcán con el mismo nombre.

También en la Eneida se asocia a la Quimera con el fuego. De hecho, Virgilio la nombra en varios pasajes como: Quimera armada de llamas.

Volviendo al volcán con el cual se la asocia, debemos decir que casi todas las descripciones coinciden en afirmar que su base está infestada de serpientes; que sobre sus escarpadas laderas hay manadas de cabras salvajes, y que su cumbre exhala humos y fuegos ocasionales.

Con estas coincidencias es sencillo suponer que la Quimera es una metáfora del volcán; ya que —como lo sostiene el profesor Lugano— pensar en el volcán como metáfora de la Quimera daría cuenta de una exégesis inversa, más propia del pensamiento monoteísta.

—¿Pero no hay más datos sobre la Quimera? —nos interroga un lector ansioso.

—Muchos.

—Entonces, adelante. ¡Me gustan tanto estas cosas imaginarias!

—Desde luego. Usted sabe que estoy para servirle.

—Gracias.

—¿De verdad cree que estoy para servirle?

—Por supuesto.

—Le recuerdo que usted es para mí una criatura tan fugitiva como la Quimera. A ella sé perfectamente bien cómo imaginarla: cabeza de león, cuerpo de cabra, cola de serpiente; pero a usted...

Tras esta breve discusión, que podríamos calificar tendenciosamente de "quimérica", retomamos el hilo de la cuestión.

El sabio Plutarco, quien al parecer no tenía ninguna intención de coincidir con sus ancestros, elaboró una teoría desconcertante. Aseguró que la Quimera fue en realidad el nombre de un pirata olvidado, quien habría tallado una cabeza de león en la proa de su embarcación.

Decoramos este segmento del artículo con una consideración de Jorge Luis Borges:

Estas conjeturas absurdas prueban que la Quimera ya estaba cansando a la gente. Mejor que imaginarla era traducirla en cualquier otra cosa... la incoherente forma desaparece y la palabra queda, para significar lo imposible.

Tal como lo sostiene elegantemente Jorge Luis Borges, la Quimera dejó de representar su papel mítico y pasó a significar a todos aquellos espectros que estimulan las fantasías humanas, y en general todas las ilusiones que buscan encontrar un propósito, racional o no, para los fenómenos de la realidad.

Ya como símbolo de lo imposible, la Quimera pasó a integrar la comunidad imprecisa del infierno. Se dice que habita en un territorio incierto a mitad de camino del Hades y del Edén. Los amantes de las revelaciones acaso puedan regocijarse en la idea de que aquel hábitat responde a las mismas características neutrales de felicidad y desdicha de las que se jactan los ángeles.

Desde su nuevo refugio en el inframundo la vieja Quimera teje y desteje incesantemente los fundamentos de la fe y los sueños; de las mancias y de los presagios, de las ciencias cognitivas, de los talismanes y amuletos, de las apariciones y de la levedad característica de los fantasmas.

En definitiva, la Quimera es el combustible que alimenta la frágil existencia de la imaginación, es decir, de las armonías y sincronías que diferencian a los poetas de los locos.




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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por supuesto, mi primer comentario en tu nuevo hogar no podía ser en otra entrada que en la que describes a mi pseudónimo... Exquisitas palabras, como siempre, y, si aceptas mi humilde opinión, es un placer nadar entre tus escritos. Muy buen formato este nuevo por el que has optado...

Sin más, volveré más tranquilamente a tu pequeño-gran lugar.

Besos
Quimera

PD: no hace falta que te diga que nuestro proyecto está estancado. Mi cabeza ha perdido todo tipo de inspiración para lanzarme a continuarlo. Demasiados pájaros vuelan ahora por mis ideas. Supongo que lo bueno se hace esperar...

Carola dijo...

en verdad interesante, sin dudua una quimera tiene que rondar siemppre serca de mi y agradesco a la oscuridad por eso

Araceli Karlsberg dijo...

A mi me habían dicho que quimera es un arte triste



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