Grobnik: el vampiro de los cementerios


Grobnik: el vampiro de los cementerios.




En el distrito de Struga, Bulgaria, habita uno de los vampiros más despreciables del folklore: Grobnik; cuyo nombre significa, literalmente: «de la tumba».

Se dice que alguien se convierte en Grobnik luego de morir estrangulado, sin embargo, otros señalan causas aún peores, como la fascinación mórbida de ciertas personas por lo pútrido, lo corrupto.

Cuando muere alguno de estos individuos con esa rara preferencia por la descomposición, su espíritu se rehúsa a abandonar el cadáver. Durante nueve días lucha tenazmente por accionar sus músculos y articulaciones, recuperando al fin cierta motricidad dificultosa que apenas le permite salir de su ataúd.

Aquellos sepultureros que han tenido la mala fortuna de verlo sostienen que el Grobnik se asemeja a un muñeco articulado por hilos invisibles, sacudido por espasmos y temblores repentinos.

A lo largo de unos cuarenta días posteriores a su entierro, el Grobnik finalmente se aventura por los terrenos del cementerio, vagando entre las tumbas y recolectando aquellos roedores y pequeños insectos que a su vez se alimentan de la carne de los muertos.

Durante este período el Grobnik evita cualquier tipo de contacto con los humanos, ya que se encuentra en un estado realmente vulnerable. Incluso su sombra, dicen, una silueta negruzca salpicada de chispas azules, puede llegar a absorberlo si ésta crece demasiado bajo luz incierta de la luna.

Al finalizar este período el Grobnik adquiere completa posesión de sus facultades, entre ellas, una fuerza sobrenatural. Su carne, hasta entonces pútrida y licuefacta, adquiere una consistencia impenetrable; recién entonces se atreve a cazar presas de mayor envergadura, como perros, gatos, aves y niños.

Esta dieta diabólica pronto es reemplazada por otra, igual de repugnante pero menos costosa. El Grobnik desarrolla entonces el deseo inaplazable de comer la carne de los muertos. Aguarda la llegada de la noche en su oscura madriguera, entonces emerge como una vaga silueta inarticulada y se dispone a desenterrar con sus propias manos a los cadáveres más frescos.

El Grobnik, al igual que Edgar Allan Poe, muestra cierta predilección macabra por los cadáveres de mujeres jóvenes, sobre los cuales practica toda clase de caricias blasfemas, que en general van acompañadas por gritos inhumanos, preludio de un festín que puede prolongarse hasta las últimas horas de la noche.

Los enterradores búlgaros suelen dejar al Grobnik en paz y rara vez se involucran en sus asuntos, ya que éste nunca ataca a las personas adultas, salvo que estén probadamente muertas, debido a que su vista suele traicionarlo al aumentar el volumen de los objetos que lo rodean.

En su mundo, los escarabajos y las cucarachas que se ceban en la putrefacción poseen dimensiones descomunales.

En las adyacencias de los cementerios de Bulgaria suelen venderse unos talismanes mágicos que, según se dice, mantienen al Grobnik fuera de la órbita de una tumba determinada. Desde luego, también puede ser reducido con relativa facilidad. Una vez atrapado, el Grobnik es quemado con madera de fresno y sus cenizas son desperdigadas a los cuatro vientos, en ciertos casos, incluso inhaladas por hechiceros excesivamente escrupulosos.




Razas de vampiros. I Leyendas de vampiros.


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