El Dr. Satán y el «Diccionario del diablo» de Ambrose Bierce.


El Dr. Satán y el «Diccionario del diablo» de Ambrose Bierce.




[Diccionario: Perverso artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad. El presente diccionario, sin embargo, es una obra útil.]


No se me ocurre otro libro más desafiante [y vigente] para comenzar este 2022 en El Espejo Gótico que El Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce.

Todo escritor, sin importar cuán grande o diverso sea su corpus, generalmente tiene una obra en particular que encapsula su cosmovisión, sus temas principales y preocupaciones. Esa obra, por supuesto, puede ser o no la mejor de su producción literaria [a menudo no lo es], pero definitivamente es aquella que resume su esencia. Si hablamos de Ambrose Bierce (1842-1914), su mejor historia probablemente sea Un incidente en el puente de Owl Creek (An Occurrence at Owl Creek Bridge), pero El Diccionario del Diablo (The Devil's Dictionary) es con certeza la expresión más pura de su esencia como autor, y aún dentro de este maravilloso libro, una entrada resume toda su carrera, y acaso su vida:


[Cínico: Un canalla cuya visión defectuosa ve las cosas como son, no como deberían ser. De ahí la costumbre entre los escitas de arrancarle los ojos a un cínico para mejorar su visión.]


El Diccionario del Diablo es el manifiesto de Ambrose Bierce, que orgullosamente asume su mirada singular sobre el mundo y, al mismo tiempo, expone la de los demás. Es un libro que no vacila, que expresa su verdad sin importar el costo [ver: La misteriosa desaparición de Ambrose Bierce]

Ambrose Bierce no era de los que escribían directamente sobre asuntos personales. Es cierto, en sus últimos años escribió algunos bocetos autobiográficos, principalmente sobre sus días en la Guerra Civil y otros momentos coloridos, pero nunca un relato sostenido de su vida, que acaso consideró exigua para el arte. Sin embargo, las definiciones del Diccionario del Diablo, incluso sus entradas más modestas, dicen mucho sobre la dimensión privada de su vida.

Inicialmente, El Diccionario del Diablo no se publicó como un libro de referencia [apócrifo, por supuesto] del que ocasionalmente se extraían fragmentos, sino como una obra en progreso con entregas irregulares en varias revistas y periódicos durante un período de treinta años. El libro hizo su debut en 1881, en el semanario de San Francisco, The Wasp. En aquellos días, el trabajo de Ambrose Bierce se publicaba [en su mayoría] sin firmar, o con seudónimo, en este caso: Dr. John Satan.


[¿Podría alguien más que el mismísimo Satanás ser el autor de un Diccionario del Diablo? Posiblemente. Los fundamentalistas creen que Dios es el autor de la Biblia. Pero así como la tradición bíblica sostiene que Dios no puso literalmente la pluma en el papel para revelar su pensamiento, sino que inspiró a ciertos escritores a emprender esa tarea, encontramos que el autor de este diccionario fue inspirado desde abajo por el personaje mencionado en el título.]


En este sentido, Ambrose Bierce se asume como una especie de escriba del Diablo:


[Tanto en la redacción como en la compilación, he sido hábilmente asistido por mi erudito amigo el Sr. Satan; y a este digno caballero deben atribuirse la mayoría de las opiniones aquí expuestas. Si bien el plan de la obra es en parte mío, su espíritu es totalmente suyo; y esto ilustra el predominio de la mente creativa sobre la mente meramente imitativa. Palmam qui meruit ferat: me contentaré con la ganancia.]


El Diccionario del Diablo celebra la tendencia humana a doblar y distorsionar el lenguaje para camuflar un comportamiento poco admirable. El lexicógrafo [Ambrose Bierce] profesa haber compilado un «compendio de todo lo que se conoce hasta la fecha», como haría cualquier lexicógrafo; pero mientras que podríamos esperar que un diccionario sea un libro de referencia útil que ilumine o interprete el significado de palabras desconocidas, se nos advierte que El Diccionario de Diablo solo produce tristeza. Incluso el optimista más acérrimo sería incapaz de estar en desacuerdo con esta evaluación, porque El Diccionario del Diablo es un catálogo implacable de las fallas morales de los seres humanos [ver: El Diablo como amante: atributos, virtudes y desproporciones del Maligno]

En definitiva, el libro abunda en ejemplos de pecado e inmoralidad, egomanía, hipocresía, estupidez, intolerancia, no solo de individuos sino de toda la raza humana [en particular de la especie estadounidensis]. En este contexto, ¿podría tal libro producir algo más que tristeza en el lector?

H.P. Lovecraft, quien [como Jorge Luis Borges] tenía una asombrosa habilidad para resumir toda la obra de un autor en una sola sentencia, comentó con perspicacia sobre El Diccionario del Diablo:


[Cuando el cinismo se vuelve perfecto y absoluto, ya no hay nada divertido en el estupidez e hipocresía del rebaño. Todo es de esperar: ¿qué más podría producir la naturaleza humana? ¡Así que la ironía se anula con sus propias victorias! Una vez completamente desilusionados, nos volvemos hacia el estudio realista y sin humor de la escena bajo una luz objetivamente científica, o bien tejemos ilusiones nuevas y conscientes en el espíritu de la fantasía.]


En otras palabras, Lovecraft nos recomienda tomar pequeñas dosis del Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce. Caso contrario, una sobredosis de cinismo despojaría de asombro sus definiciones. Sin embargo, Lovecraft olvida que Ambrose Bierce no solo juega el papel de escriba, sino de abogado del Diablo; es decir, su misión es desenmascarar a los demás, que invariablemente resultan ser hipócritas o [peor aún] tontos [ver: Ambrose Bierce por H.P. Lovecraft]

En un nivel superficial, el Dr. Satán es un enemigo del bien, pero no del bien en términos abstractos. Es decir, Ambrose Bierce [que no era precisamente un santo] defiende la bondad, y para hacerlo se opone al tipo de bondad falso y presumido que promulgan los tontos y los hipócritas. El Diccionario del Diablo no escatima esfuerzos para exponer este tipo de discurso y, al mismo tiempo, erradicarlo al iluminar su verdadera naturaleza. De hecho, el Dr. Satán es, en esencia, un seguidor del estilo mordaz del propio Jesucristo.


[El Jesús del Nuevo Testamento (no el de los comentaristas y teólogos) no enseñó nada nuevo en cuanto a bondad, porque la bondad ya era antigua antes de que Él viniera; pero la expuso con una fulminante precisión moral. Para su luminosa inteligencia, el planteamiento del problema transmitía la solución: no vacilaba, rara vez se equivocaba. Que sus palabras fundaran una religión degradada y aún persistieran es testimonio de su maravilloso don. La adoración es meramente una forma primitiva de reconocimiento.]


Es decir que el verdadero problema del Diablo, desde la perspectiva del Doctor Satanás, no es con Jesús, sino con los hipócritas que tergiversan sus palabras para adaptarlas a sus propias necesidades. Comparemos esta observación con la definición que nos da El Diccionario del Diablo de la palabra «cristiano»:


[Alguien que cree que el Nuevo Testamento es un libro de inspiración divina que se adapta admirablemente a las necesidades espirituales de su prójimo. Aquel que sigue las enseñanzas de Cristo en la medida en que no sean incompatibles con una vida de pecado.]


Si bien muchos lectores, incluso en nuestros días, pueden sentir que el método de Ambrose Bierce es decididamente contrario al de Cristo, en realidad no es así. De hecho, el criterio del Dr. Satán se rige por la brújula moral de Cristo. Más aún, el estilo del Diccionario del Diablo recurre al método discursivo de Cristo, el cual no consistía en resumir conceptos en palabras, sino en emplearlas, muchas veces, a través de alguna exageración o hipérbole, si era necesario. Ahora bien, esta mirada que no admite a la hipocrecía, necesariamente conduce a la idea de que todo el comportamiento humano es una cuestión de elección, no de circunstancias [ver: Lingua Diaboli: el lenguaje del diablo]

Ambrose Bierce nos dice básicamente que nadie está condenado ni obligado a ser inmoral, solo se elige serlo o no. Por lo tanto, las definiciones más agudas del Diccionario del Diablo suelen ser aquellos términos tan comunes que, a simple vista, no parece ser necesario iluminar. Todos sabemos lo que significan esas palabras, pero cuando las vemos bajo esta nueva luz [aparentemente cínica] nos sorprende descubrir que todas ellas son utilizadas para describir comportamientos opuestos a su esencia. Veamos dos ejemplos:


[Comunión: práctica sectaria de excluir a los pecadores de la Cena del Señor. Como la cena suele ser bastante mala, no se comete una gran injusticia.

[Hospitalidad: virtud que nos induce a alimentar y albergar a determinadas personas que no necesitan comida y alojamiento.]


No era la intención de Ambrose Bierce dar a entender que estos conceptos estaban pasados de moda, y mucho menos que eran irrelevantes, sino que se habían degradado tanto que terminaron siendo lo opuesto de lo que alguna vez significaron. No son las definiciones de Ambrose Bierce las que están pervertidas, como se suele acusar, sino el uso distorsionado que les damos. Sin embargo, como ocurre con toda gran sátira, El Diccionario del Diablo es mucho más que una ingeniosa condena a la hipocresía; es, por oposición, un manual de buena conducta.

Como todos los demás trabajos de Ambrose Bierce, las definiciones del Diccionario del Diablo abarcan una mezcla de estilos retóricos, todos claramente en la voz de su autor. Algunas están escritas [irónicamente] en un estilo lexicográfico; algunas emplean el lenguaje retórico de los predicadores; y otras se formulan a la manera de los eruditos y científicos. La mayoría de las definiciones son lo suficientemente generales como para ser atemporales:


[Aborígenes: Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan]


El Diccionario del Diablo no solo muestra la considerable erudición de Ambrose Bierce, sino también su enorme capacidad para fingir erudición; o mejor dicho, para presentar una falsa erudición. Tal es así que muchas de las citas y poemas ilustrativos son ingeniosas parodias de escritores como Lord Byron y Alfred Tennyson, entre otros. Además, Ambrose Bierce fabricó historias ilustrativas que se presentan como genuinas, como se ve en las definiciones de Hada, Gnomo y Lobisón, por ejemplo:


[Hada: Ser de formas diversas y variados dones que habitaba antiguamente los prados y los bosques. Tenía hábitos nocturnos y era afecta a la danza y al robo de niños. Justinian Gaux, escritor del siglo XIV, asegura que el poder de transformación de las hadas es tan grande que en cierta oportunidad observó cómo una de ellas se convertía en dos ejércitos rivales que libraban una sangrienta batalla; al día siguiente, cuando el hada recuperó su forma original y se marchó, quedaron sobre el terreno setecientos cadáveres que debieron enterrar los campesinos. No aclara si alguno de los heridos sobrevivió. En tiempo de Enrique III de Inglaterra, se promulgó una ley que condenaba a muerte a quien «matare, hiriere o mutilare» un hada. Esa ley fue universalmente acatada.]


[Gnomo: Ser inmaterial pero visible que habitaba el aire cuando el aire era un elemento y no estaba fatalmente contaminado por el humo de las fábricas, las emanaciones de las alcantarillas y otros productos de la civilización. Los silfos estaban emparentados con los gnomos, las ninfas y las salamandras que vivían, respectivamente, en la tierra, el agua y el fuego, elementos hoy insalubres. Los silfos, como los pájaros del aire, eran machos y hembras, sin finalidad aparente ya que si tenían progenie debieron anidar en lugares inaccesibles, puesto que nadie jamás ha visto los pichones.]


[Lobisón: Lobo que fue una vez, o es a veces, un hombre. Todos los lobisones tienen un carácter maligno, pues han asumido una forma bestial para gratificar un apetito bestial; pero algunos, transformados por artes de brujería, son tan humanos como lo permite su gusto adquirido por la carne humana. En cierta oportunidad, unos campesinos bávaros capturaron un lobo, lo ataron por la cola a un poste y, como era de noche, se fueron a dormir. A la mañana siguiente, el lobo había desaparecido. Perplejos, consultaron al cura local, quien les dijo que el cautivo era indudablemente un lobisón, y que había reasumido su forma humana durante la noche. «La próxima vez que atrapéis un lobo —dijo el buen hombre— encadenadlo por la pata, y a la mañana siguiente encontraréis un luterano».]


La publicación del Diccionario del Diablo fue una empresa ardua. El libro publicado contiene numerosos errores tipográficos, muchos de los cuales nunca fueron corregidos en ediciones posteriores. Un problema particularmente irritante para Ambrose Bierce fue conseguir que la palabra «Hades» se estableciera correctamente en griego. Naturalmente, un Diccionario escrito por el Doctor Satán no podía admitir tal error:


[Hades: El mundo interior; residencia de los espíritus difuntos. Entre los antiguos, el Hades no era sinónimo del Infierno, y algunos de los hombres más respetables de la antigüedad residían allí muy cómodamente. En rigor, los propios campos Elíseos eran parte del Hades, aunque más tarde se trasladaron a París. Cuando la versión jacobina del Nuevo Testamento estaba en proceso de evolución, la mayoría de los piadosos sabios ocupados en la obra, insistieron en traducir la palabra griega Aidns como «infierno»; pero un concienzudo miembro de la minoría se apoderó secretamente de las actas y tachó la objetable palabra donde quiera la encontró. En la próxima reunión, el obispo de Salisbury, revisando la obra, se paró de un salto y exclamó, muy excitado: «¡Señores, alguien ha abolido el infierno!»]


Digamos que el Diccionario del Diablo, como todo diccionario, no está pensado para ser leído de un tirón. La uniformidad en la intención de Ambrose Bierce tiende a cansar, pero esto es un poco injusto, ya que pocos lectores abordan la empresa de leer un diccionario de cabo a rabo.

Al tratar una amplia variedad de temas, así como un gran número de palabras, El Diccionario del Diablo presenta una especie de índice de las opiniones de Ambrose Bierce, así como de sus aptitudes y posturas literarias. A veces emplea una ironía sofisticada, espesa, y otras un estilo más simple y divertido, que acaso produce un efecto diverso dependiendo del tipo de lector. Por ejemplo, si tomamos la palabra «celoso», el lector, dependiendo de su propia constitución moral, podría encontrar tanto consuelo como reprimenda:


[Celoso: Indebidamente preocupado por conservar lo que sólo se puede perder cuando no vale la pena conservarlo.]


El libro pasó relativamente desapercibido en su tiempo, hasta que se lo reeditó en 1925; época en la cual el nombre de Ambrose Bierce no significaba demasiado. Esa reimpresión colocó al autor, y a su obra, en el lugar de privilegio que siempre debieron ocupar. Tal es así que, en 1927, H.P. Lovecraft pudo afirmar con autoridad [como se inclinaba a hacer]:


[Ambrose Bierce, casi desconocido en su propio tiempo, ha alcanzado ahora algo así como el reconocimiento general.]




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