Lingua Diaboli: el lenguaje del diablo


Lingua Diaboli: el lenguaje del diablo.




Existen pocas referencias acerca del Lingua Diaboli, o lenguaje del diablo, básicamente el idioma en el que Satanás y el resto de los demonios que pueblan el infierno utilizan para comunicarse entre sí.

De acuerdo a Dante —La divina comedia (Divina Commedia)— el infierno está repleto de dialectos impronunciables, generalmente hablado por los réprobos. No se trata de un lenguaje articulado, sino más bien de una alucinada combinación de gritos, aullidos y ululaciones de los condenados.

En el segundo recinto del infierno, donde habitan los aduladores, se habla un lenguaje hecho únicamente de términos vulgares. De hecho, Dante aclara que los que pueblan este recinto están sumergidos en excrementos, producto de las palabras que ellos mismos produjeron a lo largo de la vida.

Si bien es cierto que Dante no menciona directamente la Lingua Diaboli, podemos hallar evidencias de su sintaxis en la pronunciación obscena y grotesca de todas las lenguas humanas que se hablan en el infierno. Las palabras que allí se utilizan son las mismas que empleamos en la tierra, pero con una acentuación diferente, llena de ira, rencor y agonía.

Algunos sostienen que la Lingua Diaboli, el lenguaje del diablo, no puede ser pronunciado por los humanos, sencillamente porque carecemos de las herramientas vocales para articularlo.

Las palabras de esa lengua están tan cargadas de odio y resentimiento que para poder pronunciarlas es necesario sentir el mismo impulso insensato, y acaso exagerado, que las forjó en primer lugar.

De todas formas, algunos grimorios y libros prohibidos aclaran que el propio Lucifer se encargó de diseñar una versión degradada del Lingua Diaboli para ser representada durante las misas negras.

Se la conoce como Transitus Fluvii: el lenguaje de las brujas, también utilizado por la nigromancia y la magia negra.

El primero en denunciar esta variante del Lingua Diaboli fue Cornelio Agrippa en su obra: De occulta philosophia. Allí delata que el Transitus Fluvii —del latín, cuyo significado en español es «cruce del río»— consta de 22 caracteres que, a su vez, también son una deformación de la Lengua Adánica: el idioma en el que Dios le habló a Adán por primera vez.

Otros libros prohibidos sostienen que la Lingua Diaboli desciende en realidad del Enoquiano, el idioma de los ángeles, descrito en El libro de Enoc y hablado tanto por los humanos como por los ángeles caídos antes del desastre de la Torre de Babel; esencialmente, el primer y único idioma universal.

En este sentido, Satanás habría empleado una versión desmejorada del Enoquiano; sin embargo, esta misma tradición explica que no fue exactamente el príncipe de las tinieblas su verdadero creador.

Cuando los ángeles caídos, liderados por Semihazah, engendraron a los Nephilim, la lengua angélica que hablaban entre sí con absoluta fluidez se deformó de repente. El hecho de haber caído, es decir, de haber perdido la gracia divina, les impedía articular esa lengua ancestral.

Desde entonces, todos los caídos de la Segunda Guerra de los Ángeles, así también como los vencidos en la primera gran batalla, la cual tuvo lugar en el amanecer de los tiempos, solo fueron capaces de articular una versión grotesca de la lengua angelical, ausente de términos que aludan a cuestiones sagradas y puras, pero con abundantes referencias a lo grotesco.

Más allá de estas tradiciones, mitos y leyendas, es realmente poco lo que se sabe con certeza sobre la Lingua Diaboli; lo cual ha llevado a ciertos exégetas a preguntarse si realmente existe, o bien si su construcción y estructura responden a cuestiones que van más allá de la necesidad de comunicarse.

Es probable que la Lingua Diaboli esté hecha únicamente de silencios, y que cuando uno accede a las estancias infernales, ya sea como simple invitado, como Dante, o quizá como injusto condenado, como Virgilio, descubra que no hay expresión más desoladora, más indescifrable pero también más elocuente, que el imperturbable y absoluto silencio que impera en el abismo.



Diccionario demonológico. I Mitos bíblicos.


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