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La Hora de las Brujas [¿por qué a las 03:00 AM?]


La Hora de las Brujas [¿por qué a las 03:00 AM?]




«Ha sonado la medianoche, la hora de las brujas,
cuando en los cementerios bostezan las tumbas
y el hálito del Infierno se escapa por ellas.
En esta hora sería capaz de beber sangre tibia
y cometer crímenes que causarían espanto a la luz del día.»

[Hamlet, William Shakespeare]



Despertar a mitad de la noche, especialmente a las 03 de la mañana, y sentir que algo no anda del todo bien [un escalofrío, la sensación de estar siendo observado], puede resultar particularmente inquietante. Uno puede lamentarse de haber visto demasiadas películas de terror, o escuchado demasiadas historias donde el mal se manifiesta con mayor intensidad a las 03:00 AM. Definitivamente hay algo sobre la Hora de las Brujas que toca una fibra común [ver: ¿Qué ocurre a las 03:33 de la madrugada?]

La Hora de las Brujas se ha asociado con una variedad de supersticiones y creencias. Por ejemplo, algunas personas creen que despertar a las 03:00 AM significa que alguien te está observando o que un espíritu está tratando de comunicarse contigo. Otros creen que si llaman a la puerta en ese momento, no debes abrir, ya que podría ser un espíritu maligno [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]

Muchos «expertos» en lo paranormal consideran que las 03:00 de la madrugada es un momento donde los demonios o entidades del mundo espiritual hacen sentir su presencia con mayor intensidad. Esto, por supuesto, hunde sus raíces en el folclore. La Hora de las Brujas [o la Hora del Diablo, Hora Muerta, etc.] es un momento de la noche asociado históricamente con eventos sobrenaturales, donde las brujas, los demonios y fantasmas se muestran en su máximo poder. Ahora bien, la definición «Hora de las Brujas» varía dependiendo de la época, y apunta, en algunos casos, a la hora inmediatamente posterior a la medianoche; y en otros al lapso de tiempo entre las 3:00 AM y las 4:00 AM.

La creencia popular de que las 03:00 AM es la Hora de las Brujas [cuando las entidades tienen más poder] puede haber surgido de la idea de que ese momento de la noche es la «hora más oscura», y por lo tanto la más alejada de la luz del sol, cuando la mayoría de las personas están durmiendo y el mundo se siente más tranquilo y silencioso. Esta sensación de aislamiento y falta de actividad puede contribuir a experimentar sentimientos de inquietud o miedo.

La explicación más cercana a la ciencia tiene que ver con los ritmos circadianos y los ciclos de sueño, que experimentan una caída en las primeras horas de la madrugada, de manera tal que en estos momentos las personas son más propensas a tener sueños vívidos, pesadillas y despertarse sobresaltadas. Esto podría contribuir a las experiencias aparicionales, comunes entre las 02:00 AM y las 04:00 AM, cuando la cantidad de melatonina en el cuerpo alcanza su pico máximo.

Sin embargo, esto sólo es aplicable a los tiempos modernos; porque en la época en la que se forjó la creencia en la Hora de las Brujas las personas estaban despiertas. En efecto, durante la Edad Media existía el primer sueño [aproximadamente entre las 19:00 y las 23:00]. Las personas se levantaban y realizaban sus actividades normales durante dos o tres horas, y volvían a acostarse. Es decir que durante la época en la que se originó la Hora de las Brujas, la mayoría de las personas tenían horarios de sueño donde estaban despiertas durante la mitad de la noche.

La Hora de las Brujas, como lo indica su nombre, tiene sus orígenes en la creencia en la brujería y el ocultismo, no en la actividad paranormal como la entendemos en la actualidad. Desde un punto de vista racional, no hay razón para creer que las 03:00 AM tenga algún significado especial para una entidad sobrenatural. El momento en que se producen fenómenos paranormales parece aleatorio y no está vinculado a ninguna hora del día o de la noche. En todo caso, la Hora de las Brujas apunta a un espacio de tiempo en la madrugada donde las brujas están más activas.

¿Y por qué las brujas están activas a las 03:00 AM?

En primer lugar, por una cuestión práctica: esa es la hora en que los buenos ciudadanos están durmiendo. Pero hay una razón adicional. El cristianismo relaciona a las 03:00 AM con la actividad demoníaca, siendo este momento de la madrugada el horario opuesto a las 15:00 [03:00 PM], hora en la que supuestamente murió Cristo en la cruz. Aceptando este cálculo, la inversión se consideraba entonces como la Hora del Diablo. Lo cierto es que durante toda la Edad Media se creyó que cualquier barrera entre los vivos y los muertos era más delgada entre la medianoche y las 03:00 AM.

La asociación de las brujas con las 03:00 de la madrugada, entonces, está relacionada con la creencia de que los fenómenos sobrenaturales son más frecuentes en determinados momentos del día y del año. Al igual que los sucesos estacionales, como los solsticios y los equinoccios, entre la medianoche y las 03:00 AM evocaba magia negra. Entre los demonólogos clásicos existen dos explicaciones que no son excluyentes: algunos afirman que durante la Hora de las Brujas los vivos son más sensibles a los espíritus de los muertos; otros que los muertos poseen poderes más fuertes en estos momentos y por eso llevan a cabo sus «travesuras» durante la noche.

Si tomamos ambas explicaciones podríamos decir que la Hora de las Brujas es cuando las brujas, los demonios y los fantasmas están más activos, ya sea debido a una distorsión en la frontera entre los vivos y los muertos, o a causa de una mayor actividad mágica. En la Hora de las Brujas los vivos pueden sentir más fácilmente la presencia de los muertos, y los muertos pueden interferir en el plano físico; pero su nombre depende de la suposición de que las brujas lanzaban sus hechizos en la oscuridad de la noche, cuando podían pasar desapercibidas y el velo entre la vida y la muerte es más débil [ver: Transitus Fluvii: el idioma secreto de las brujas]

Una versión más moderna de esta creencia afirma que cuando despiertas a las 03:00 AM hay una entidad observándote en la habitación. Sin embargo, esa sensación podría tener una explicación fisiológica: a las 03:00 de la madrugada la mayoría de las personas están en medio del ciclo REM, que es el sueño más profundo que se experimenta durante la noche. En este momento tu frecuencia cardíaca baja, tu respiración se hace más lenta y tu temperatura corporal disminuye. El cuerpo pasa por estos cambios para ayudarte a tener el mejor descanso posible, pero puede ser preocupante despertar durante este período, ya sea a causa de un ruido o de un llamado de la naturaleza. Despertar durante el sueño profundo te deja sintiéndote desorientado y frío, y tu cuerpo reacciona con miedo, incluso con terror. La creencia popular utiliza todo esto y le da una explicación sobrenatural: un fantasma o un demonio te ha hecho una visita [ver: Sentir que hay un espíritu en casa]

La investigación paranormal seria no le da ninguna importancia a la hora. Después de todo, ¿porqué importaría tal o cual hora, la medición humana del tiempo, si un lugar está embrujado? Más bien podríamos pensar que la noche, independientemente de la hora, puede marcar la diferencia en algunas situaciones, y que ciertas entidades parecen ser más activas en las horas de oscuridad. Incluso podríamos aceptar, como los demonólogos medievales, que los muertos tienen más poder durante la noche, en el sentido de que en ese contexto somos más propensos a sentir miedo, y por lo tanto a ceder a él ante una interacción con una entidad inteligente. Si fuésemos espíritus atados al plano físico seguramente haríamos algunas cosas durante el día si surge la oportunidad, pero la mejor recompensa sería por la noche, cuando el miedo es más fácil de provocar.

La energía residual [el fantasma promedio] generalmente se manifiesta al azar, durante el día o la noche. Las cosas simplemente suceden y a veces los vivos podemos percibirlo. Encuentras un armario abierto, sientes como si alguien estuviera en la habitación contigo, un portarretratos o un libro se cae, pero no hay límites ni restricciones de tiempo. Si estás despierto a las 03:00 de la madrugada es posible que notes todo eso con mayor intensidad debido al silencio y el poco movimiento en la casa [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]

A principios del siglo XX, la parapsicología se ocupó de estudiar la Hora de las Brujas, no necesariamente en términos fijos [las 03:00 de la mañana], sino como lapso de tiempo entre las 02:00 y las 04:00 AM. Muchos autores sugieren que hay más energía disponible por alguna razón. Entonces, si una entidad, humana o no, normalmente no tiene la fuerza para producir un efecto físico, a la madrugada podría obtener suficiente energía para que esto suceda. Es una hipótesis vaga que depende de demasiadas suposiciones sin fundamento [ver: Libros, cuadros y portarretratos que se caen solos]

Es absurdo pensar que la Hora de las Brujas empieza y termina en algún momento. Annie Besant, C.W. Leadbeater, y otros teósofos, afirman que la energía requerida para que una entidad se manifiste en el plano físico necesita acumularse a lo largo del tiempo. Es decir que la Hora de las Brujas no empezaría a las 03:00 AM, sólo está llegando a su pico, y no se cortará abruptamente a las 04:00 AM, sino que se apagará progresivamente [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]. Esto también suena a un intento por poner algo de orden en la aleatoriedad. En definitiva, el enfoque de las 03:00 de la mañana [en términos de energía paranormal más fuerte o mejor percibida] podría ser una especie de tradición espiritual mal interpretada que se sigue difundiendo como un conocimiento técnico.

Dicho esto, es claro que hay buenas razones para esperar hasta la noche para tener este tipo de experincias. En general, hay menos contaminación acústica y lumínica, y la temperatura ha bajado al mínimo. Tu entorno físico está más tranquilo. Hay menos cosas que distraigan la mente, menos ruido de fondo. Cada experiencia tiene la oportunidad de destacarse con claridad [también las que tienen causas naturales]. Eres más consciente de ti mismo y de lo que sientes o experimentas, y tienes menos excusas para culpar a la actividad de fondo. Por lo tanto, no es tanto una cuestión de tiempo, sino más bien de conciencia aumentada.

El problema con este tipo de creencias es que sirven para explicar cualquier cosa extraña que ocurra dentro de sus parámetros: ruidos extraños, pasos, susurros, puertas que se abren y cierran solas, cuestiones que durante el día serían explicadas fácilmente por causas naturales, pero que se vuelven ominosas a la Hora de las Brujas. De todas formas, esta tradición popular admite tantas posibilidades que resulta dificultoso precisar qué ocurre exactamente a las 03:00 AM; en realidad, todo parece ocurrir:


a- Escuchar una voz que suena como la de un ser querido que ha fallecido [ver: Espíritus que imitan la voz humana]

b- Otra experiencia común durante la Hora de las Brujas son las apariciones. Estas pueden ser cualquier cosa, desde apariciones en toda regla [personas o animales] hasta figuras de sombras y orbes.

c- Puntos fríos, que según algunos son causados por espíritus que extraen energía del entorno para manifestarse. Pueden sentirse en toda la casa o en áreas específicas.

d- Quizás la experiencia más vaga durante la Hora de las Brujas es tener una sensación general de malestar. Esta puede ser causada por una variedad de factores, como sentir que te están observando o sentir una presencia en la habitación [ver: Sentir «presencias» cuando estás solo]


En términos ocultistas, la Hora de las Brujas o la Hora del Diablo define el momento de la noche en que los poderes de la oscuridad son más fuertes, no necesariamente una hora específica, como las 03:00 de la madrugada. Según la tradición, es durante la Hora de las Brujas cuando el practicante de las artes negras está en el apogeo de sus poderes y los seres sobrenaturales son los más activos. Tal vez por eso, durante la Edad Media la Iglesia Católica prohibió a las mujeres salir a la calle entre las 03:00 y las 04:00 de la mañana. Las mujeres que no respetaban esa regla eran vistas como sospechosas de practicar la brujería.

La creencia primitiva en la Hora de las Brujas tiene una base bastante lógica: a la madrugada era cuando se ofrecían menos oraciones «oficiales» a Dios, es decir, oraciones hechas por agentes de la Iglesia [la única arma espiritual eficaz contra Satanás]. En consecuencia, se creía que los espíritus de la oscuridad podían hacer su trabajo sin la interferencia de rezos y plegarias. Este lapso entre oraciones oficiales forma parte de la Liturgia de las Horas. Los monjes medievales llevaban a cabo el oficio de Maitines [Entre las 02:00 AM y las 03:00 AM], y recién volvían a sus rezos a las 05:00 AM [hasta las 06:00] en el oficio de Laudes. Este período de tiempo, entre las 03:00 y las 05:00 AM, en teoría, era el responsable del supuesto aumento de la actividad demoníaca.

En la Alta Edad Media todavía no existía un consenso general sobre el significado de las apariciones y fantasmas: todo se resumía a la actividad del Maligno y sus agentes terrenales. Recién cuando la Iglesia acuñó la idea de Purgatorio, el concepto de «fantasma» ganó más terreno. Las almas con más probabilidades de volver a atormentar a los vivos eran aquellas cuyos rituales funerarios no se habían realizado correctamente, o que bien tenían asuntos pendientes que necesitaban cerrarse: suicidios, mujeres que morían al dar a luz o personas que morían sin tiempo para la confesión y la absolución.

De hecho, fue en esta época que comenzaron los ritos estandarizados para que los vivos pudieran despedirse adecuadamente y hacer frente a la pérdida de un ser querido. En cierto modo, estos ritos tenían varios objetivos: dejar ir a la persona fallecida, darle un cierre a los vivos, y evitar incómodos retornos de ultratumba durante las horas de la noche.

Sin embargo, con la llegada del concepto de Purgatorio, los espíritus de los muertos comenzaron a verse como entidades no exclusivamente demoníacas, pero rápidamente se viró teológicamente para evitar confusiones. Si una entidad aparecía en la forma de un ser querido fallecido, lo más probable es que fuera un demonio que asumía esa forma para tentar a las personas a cuestionar el plan divino. La noción de que un fantasma podía no ser demoníaco amenazaba toda la estructura espiritual post-mortem [cielo, infierno y purgatorio]; no sólo porque estaba fuera de lugar, sino que había regresado adonde ya no pertenecía [el plano terrenal]. Si Dios tenía realmente el control, ¿cómo un fantasma podía irse de su lugar asignado para regresar a los vivos?

Antes del surgimiento del Cristianismo, los fantasmas [espíritus humanos] se entendían como un aspecto natural, aunque incómodo, de la existencia humana. Al final, la Iglesia acabaría aceptando la misma concepción de «fantasma» de los sistemas de creencias paganos: que los espíritus de los muertos podían regresar para pedir ayuda a los vivos, castigarlos por la falta de ritos funerarios apropiados, o para cerrar asuntos pendientes. De hecho, es lícito afirmar que el concepto de Purgatorio no es original de la Iglesia. Su visión fue expresada por primera vez por Platón [Fedón], donde se describe la existencia de almas que llevan el peso de pecados no lo suficientemente malos como para ser sentenciados al nivel más bajo del inframundo, el Tártaro, pero sin las virtudes suficientes para acceder a los Campos Elíseos. No es asombroso que estos espíritus de los que habla Platón fueran más activos en horas de la madrugada.

Para finalizar, hemos consultado con el profesor Lugano sobre la Hora de las Brujas, pero se abstuvo de brindar demasiados detalles. Simplemente sostuvo que, la mayoría de las veces, el bar Teufel de Chacarita cierra alrededor de las 03:00 AM, por lo que históricamente la gente del barrio sabe que a esa hora comienzan a suceder cosas extrañas.




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«Trolldómr» y los Libros Negros de Cyprianus.


Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus.




En la tradición escandinava existen los Svarteboken [«libros negros»], similares en algunos aspectos a los Libros de las Sombras de las brujas, particularmente de la religión Wicca. Los Svarteboken, en esencia, son pequeños grimorios atribuidos en parte a un sujeto misterioso: Cyprianus [Cipriano]

Los Libros Negros no solo proporcionan las típicas instrucciones para invocar demonios, lanzar hechizos y adquirir poderes mágicos; en algunos casos, la posesión del Libro Negro en sí otorga poderes sobrenaturales a su propietario. Sin embargo, y a pesar de esta ventaja, gracias a la cual no es necesario practicar las artes ocultas para obtener sus beneficios, bastando ser solamente el propietario, el uso inadecuado de un Libro Negro, incluso su posesión, puede traer graves consecuencias.

Algunos Libros Negros están escritos con sangre, otros simplemente están firmados de este modo, y esa es la raíz de su peligrosidad, ya que estos pequeños grimorios suelen quedar dentro de una familia y en cierto modo funcionan como un pacto. Cuando un Libro Negro sale de esa familia, por descuido o falta de herederos, y termina en manos imprudentes, este se libera del pacto con su propietario original y puede causar toda clase de desgracias.

Hay una leyenda alemana sobre un Libro Negro que, por circunstancias desconocidas, llegó a manos de unos campesinos. Sus poderes se liberaron cuando estos intentaron leerlo, no al revés, como debe hacerse, sino como si se tratara de un libro corriente. Una vez activado, causó grandes calamidades a la familia de campesinos. De hecho, cuenta la historia que intentaron repetidamente deshacerse del libro, pero no pudieron hacerlo, porque el Svarteboken estaba ligado a su propietario. Se decía que los Libros Negros no podían ser quemados, pues resistían a las llamas, ni tampoco destruidos por el agua. Si se los desechaba, siempre encontraban la forma de regresar.

Finalmente, los campesinos consiguieron la ayuda de un ministro, quien clavó con éxito el Libro Negro en un ataúd. Este final, quizás apócrifo, vindica el poder cristianismo sobre el paganismo.

Los Libros Negros tenían un fuerte arraigo popular. Muchas familias poseían uno, funcionando como una especie de guía para las generaciones venideras donde también se incluían recetas de cocina y métodos curativos, ritos estacionales y agrícolas, además de encantamientos, conjuros y hechizos. Los Libros Negros de Cyprianus [Cipriano], a pesar de contener elementos inocuos, tenían una pésima reputación entre las autoridades de la iglesia, quienes creían que la única forma de obtener el libro por sucesión familiar era renunciando al bautismo y entregándose a Satanás. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los Libros Negros estaban relacionados con párrocos rurales, más precisamente con sus esposas, quienes a menudo oficiaban de curanderas en las comunidades aisladas.

Aunque los Libros Negros, en gran parte, eran un compendio del saber tradicional recopilado por una familia durante generaciones, los aspectos mágicos siempre estaban atribuidos a un tal Cyprianus. Se cuenta una variedad de historias sobre la identidad de este individuo. Algunos dicen que sería Cipriano de Antioquía [San Cipriano], que vivió en el siglo IV d.C. en Turquía; quien logró invocar y dominar a una variedad de demonios, y que finalmente se convirtió al cristianismo y terminó su vida como mártir. En la Edad Media circulaban muchas leyendas unidas al nombre de Cyprianus, incluida la tradición de que practicaba la magia negra antes de su conversión al cristianismo. En otra tradición medieval, Cipriano era un hechicero que trató de seducir a Santa Justina, pero fue convertido cuando ella hizo la señal de la cruz, liberándolo del poder del diablo.

Los Svarteboken escandinavos casi nunca hacen referencia a San Cipriano, sino más bien a un hechicero, una figura fáustica llamada Cyprianus, que a menudo es descrito como un malvado noruego [o danés] que aprendió la magia negra a través de sus tratos con el Diablo. De hecho, una versión de la leyenda comenta que Cyprianus era tan malvado que el Diablo lo expulsó del infierno. Para vengarse, Cyprianus escribió el primer Libro Negro con fórmulas e invocaciones que permitirían controlar a los demonios.

Ahora bien, esta tradición de Cyprianus como expulsado por el diablo relaciona [con hilos delicados] a los Libros Negros con el Drácula de Bram Stoker. Según esta variante de la leyenda, el «infierno» del cual fue expulsado Cyprianus era en realidad la Scholomance, aquella legendaria escuela de magia negra situada en Transilvania y dirigida por el Diablo. En este contexto, Cyprianus habría sido uno de los diez solomonari [tal como lo fue Drácula], quien después de haber sido expulsado regresó a escandinavia y comenzó a difundir los secretos de esta institución [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Otras historias, en cambio, comentan que Cyprianus no estaba al tanto de las oscuras actividades de Scholomance hasta que ingresó en ella. Escapó y escribió el primer Svarteboken como método de defensa contra las actividades del Diablo y sus solomonari.

Rastrear los verdaderos orígenes del Cyprianus de los Libros Negros es prácticamente imposible. Hay demasiadas variantes extravagantes, como aquella mencionada en el Oldtidens Sortebog [«el antiguo libro mágico»], donde se afirma que Cyprianus fue una hermosa monja mexicana del siglo XIV, arrojada a una mazmorra en 1351. Mientras estuvo encerrada, escribió con sangre todos sus conocimientos mágicos en sus hábitos. Tiempo después, sus ropas fueron encontradas en un antiguo castillo y volcadas en el primer Libro Negro.

Uno de los principales intereses de los Libros Negros era la adivinación. Una de las prácticas más comunes era el støyping, y consistía en vertir plomo fundido a través de un agujero sobre un trozo de pan sumergido en agua fría. Luego se procedía a interpretar la causa de varias enfermedades, que a menudo eran atribuídas a la presencia de un changeling, es decir, la prole de los maliciosos huldra-folk dejada en el lugar de un niño humano sano. Este rito de adivinación a menudo era realizado por una signekjerring [«anciana bendita»].

Las leyendas más interesantes en torno a los Libros Negros son aquellas que narran su uso inadecuado, un motivo recurrente del folclore escandinavo. En tales historias, un sirviente o una criada encuentra y lee el Libro Negro de la familia, invocando así al diablo mientras el propietario [casi siempre un clérigo] está ausente. La única manera de salvarse es darle al diablo una tarea imposible, como desatar los nudos de una red de pesca o vaciar un fiordo. De este modo, el diablo, obligado por el Libro Negro a cumplir las órdenes del invocador, se mantiene ocupado hasta que el propietario del libro regresa y lo envía de vuelta al infierno.

En los años '70 del siglo pasado, una mujer noruega llamada Mary Rustad empezó a revisar la casa de campo a la que se había mudado recientemente. La casa había pertenecido a su familia durante siglos y estaba llena de objetos en desuso. En el ático encontró una caja, y dentro de la caja encontró dos libros que datan de principios del siglo XVIII, conocidos como Los Libros Negros de Elverum.

La familia Rustad siempre estuvo asociada a la brujería. De hecho, en 1625 se llevó a cabo un proceso judicial contra Ingeborg Økset, antepasado de Mary Rustad; de modo que la presencia de estos libros en la finca familiar no es sorprendente. Sin embargo, los hechizos y conjuros de los Libros Negros de Elverum no son gran cosa. Algunos apelan a Cristo, otros a Lucifer, pero también hay recetas medicinales que no tienen ningún elemento espiritual, por ejemplo, para tratar la impotencia [ver: Cómo las brujas causaban impotencia]. Lo sorprendente es la especificidad de estos hechizos. Hay uno que puede usarse para enviar al diablo tras el sinvergüenza que cometió un robo, no para matarlo, sino para que devuelva las pertenencias robadas.

En los Libros Negros de Elverum también hay instrucciones para encontrar brujas. Si usted sospecha que hay una bruja en su comunidad, se recomienda merodear en los alrededores de la iglesia local en ciertas noches y esperar cerca del campanario. Al parecer, a las brujas les encanta mordisquear las campanas y aprovecharán cualquier oportunidad para hacerlo. Los Libros Negros simplifican un poco esta tradición. No es que las brujas realmente mordisquearan las campanas, sino que raspaban el metal para utilizarlo en sus pociones.

Si bien los Libros Negros poseen toda clase de conjuros y encantamientos, así como instrucciones sobre cómo fabricar objetos mágicos, amuletos y talismanes, también conservan fórmulas personales anotadas por el propietario, es decir, variantes propias de fórmulas conocidas. La mayoría de los Libros Negros [conocidos] son pequeños cuadernos escritos a mano que datan de mediados del siglo XVIII. Por aquel entonces solo tenían valor para su propietario, pero a fines del siglo XIX surgió un renovado interés por ellos como depositarios de antiguas tradiciones y costumbres populares escandinavas, incluso precristianas. Algunos Libros Negros se imprimieron como curiosidades de una época que realmente creía en la magia.

Además del aspecto mágico, la proliferación de Libros Negros dependía de dos cuestiones fundamentales: el acceso a los libros [que era muy limitado para la gente común] y la creencia generalizada en el poder de la palabra escrita. Tener acceso a un libro era tener acceso a cierto grado de poder. El clero pertenecía a este grupo privilegiado, y cuando a mediados del siglo XVII se instruyó a todas las iglesias a que mantuvieran un registro, los párrocos [sobre todo] comenzaron a llevar pequeños cuadernos de anotaciones donde se enumeraban los nombres de los feligreses en relación con los eventos importantes de sus vidas. Uno se pregunta si los Libros Negros podrían estar relacionados con el establecimiento de estos registros eclesiásticos.

En un principio, estos registros no se diferenciaban demasiado de un cuaderno de almacenero de pueblo, con anotaciones cronológicas de los quehaceres diarios, pero evolucionaron gradualmente hasta convertirse en verdaderos registros con columnas para bautizos, confirmaciones, bodas y entierros. El acceso a tales libros estaba estrictamente regulado, pero cualquiera podía ver al sacerdote escribir los nombres y las fechas de quienes iban a participar en los rituales de la iglesia. Este acceso privilegiado a la información a través de un libro manuscrito podría haber dado lugar a especulaciones sobre su significado.

No me refiero aquí a que el clero estaba involucrado en la magia [y lo estaba], sino que la idea de mantener un registro de actividades e información rodeado del mayor secretismo bien pudo haber sido imitado.

Lo cierto es que uno puede encontrar recetas contra prácticamente todo en los Libros Negros, desde curar un dolor de muelas [kalamaris, katalibus, ratalibus] hasta protegerse de ladrones [auratebul], desde volverse invisible a enamorar a una chica o fabricar amuletos para protegerse del mal. Estos amuletos solían ser palabras escritas en un papel que envolvía una pequeña piedra y se llevaba alrededor del cuello. Las palabras a veces derivaban de la liturgia católica. Se escribían en un tosco latín, mal escritas o, mejor dicho, escritas como las personas sencillan las escuchaban de un sacerdote rural que no tenía muchos más conocimientos del latín que sus fieles.

Los Libros Negros, en general, eran bastante respetuosos. Un hechizo para hacer daño podía estar escrito en este latín rudimentario, pero nunca haría alusión a la tradición cristiana. Los Svarteboken menos familiares y dedicados a la medicina rural, ingresaban en el tenebroso territorio del trolldom [«hechicería»].

Los escandinavos medievales estaban preocupados por la eficacia de la magia, que funcionaba como una herramienta en la vida cotidiana tanto de los campesinos como de la nobleza. Era un lugar común. Muchas formas de magia, ya sean relacionadas con creencias paganas o clericales, se consideraban beneficiosas y eran aceptadas. Las formas oscuras de la magia, sin embargo, eran inaceptables y se consolidaron en la noción de trolldómr [de trolle, «conjurar»; y dom, sufijo utilizado para formar sustantivos a partir de adjetivos]. Este término puede traducirse aproximativamente como «hechicería», aunque sin la relación necesaria con los trolls, de la cual hablaremos más adelante.

A mediados del siglo XVI, los obispos comenzaron a viajar a las comunidades rurales escandinavas con el objetivo de proporcionarles a los clérigos locales algunas herramientas para comenzar a aislar a los practicantes de la magia. La estrategia, muy exitosa, fue etiquetar todas las formas de magia como trolldómr, término que implicaba malicia en las operaciones mágicas. Fue en este momento en que comenzaron a prosperar los Libros Negros bajo un manto de secretismo. Esto significaba que no podían salir del seno de una familia ya que constituían una prueba de delito.

Los trolls ya estaban asociados con la magia en los mitos nórdicos, pero en el folclore moderno, desde alrededor del siglo XIX en adelante, se han transformado en criaturas grandes y brutas, o incluso en seres pequeños que pueden poseer algún rasgo mágico, pero ya no peligrosos. Sin embargo, los trolls fueron vistos como muy peligrosos en el pasado [ver: Grendel y la misteriosa raza de los «Eotens»]

Es importante entender que los trolls escandinavos no son solo una cosa, sino todo un abanico de seres diferentes pero al mismo tiempo similares en algunos aspectos. Están los trolls de la montaña, que no parecen demasiado interesados en los seres humanos; y los trolls del bosque, que están aterrorizados por el cristianismo y se convierten en piedra cuando les da el sol. El troll promedio es similar a un ser humano de gran estatura, y generalmente se distingue de nosotros por el hecho de tener cola, que esconde entre sus ropas. A propósito, el clero tuvo una excelente idea para que la gente no se vaya de la iglesia antes de que termine el servicio religioso al difundir la idea de que los trolls no soportan escuchar misa, y huyen precipitadamente si oyen las sagradas escrituras. Si uno no quería ser acusado de ser un troll [y podía ser una acusación seria], era aconsejable quedarse hasta el final del servicio.

Los trolls, salvo excepciones, eran expertos en todos los aspectos mágicos de los Libros Negros: eran capaces de volverse invisibles, de cambiar de forma, y de lanzar maldiciones devastadoras. Sin embargo, la magia de los trolls no era considerada realmente «magia» por los antiguos escandinavos, sino más bien habilidades extraordinarias, si es que podemos captar la sutil distinción. La magia [seiðr] en la cultura nórdica era algo sagrado, algo que practicaba el propio Odín, mientras que los trolls solo utilizaban una forma degradada y con fines viles. Ahora bien, desde la mirada cristiana, las habilidades de los trolls se ajustaban a lo que incluso hoy consideraríamos magia, de modo que el término trolldómr era lógico [para esa mirada cristiana], aunque no para la percepción escandinava.

En la actualidad se habla mucho de magia nórdica, de seiðr, pero estas interpretaciones [wiccanas y neopaganas en su mayoría] son muy licuadas, una especie de chamanismo burgües para gente blanca que quiere «conectar con la naturaleza». No puede haber «expertos» en magia nórdica porque el seidr no tiene fuentes históricas. Hay menciones en los Eddas y Sagas, pero no hay descripciones rigurosas de sus rituales. De hecho, por las pocas referencias que han sobrevivido, sabemos que el seiðr era originalmente una magia basada en el tejido [seithr], algo así como un tejido ritual. Los hombres no la practicaban porque se consideraba una forma cobarde y retorcida de lograr objetivos. Tal vez por eso los aesir se sorprendieron enormemente cuando Odin decidió practicarla.

Las leyes medievales prohibían la magia dañina [maleficium, en latín] mientras que se toleraba la magia beneficiosa [sanación, suerte en la caza, protección del ganado y las cosechas]; sin embargo, a finales de la Edad Media los teólogos desarrollaron una nueva visión, donde toda la magia, incluso al servicio del bien, estaba vinculada a los poderes del mal [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]

En Noruega, las leyes medievales se aplicaron hasta 1697, pero la pena de muerte por practicar la hechicería fue adoptada por decreto real recién en 1584. Para el centenario de la Reforma, el 12 de octubre de 1617, el castigo ya era menos riguroso: el destierro en lugar de la pena de muerte.

En este contexto, cuando las autoridades de la fe etiquetaron toda forma de magia como trolldómr, la gente sencillamente no dejó de practicar sus ritos y costumbres, solo se vio forzada a realizarlos de manera privada, discreta, cobijadas por sus personas de confianza: sus familias. Así, probablemente, nacieron los Libros Negros.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


Más literatura gótica:
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Brujería no euclidiana: análisis de «Los Sueños en la Casa de la Bruja».


Brujería no euclidiana: análisis de «Los Sueños en la Casa de la Bruja».




En El Espejo Gótico hoy analizaremos el relato de H.P. Lovecraft: Los Sueños en la Casa de la Bruja (The Dreams in the Witch House), escrito en 1932 y publicado originalmente en la edición de julio de 1933 de la revista Weird Tales. Más adelante sería reeditado por Arkham House en la antología de 1939: El extraño y otros (The Outsider and Others).


[«Parecía saber lo que se avecinaba: el estallido monstruoso del ritmo de Walpurgis, en cuyo timbre cósmico se concentrarían todos los hervores primarios y últimos del espacio-tiempo que se encuentran detrás de las esferas aglomeradas de materia.»]


Walter Gilman, estudiante de la Universidad de Miskatonic, empieza a a trazar una conexión entre el folclore antiguo, las matemáticas y la física moderna. Estudia el Necronomicón y el Libro de Eibon hasta que sus profesores le cortan el acceso a la biblioteca de la universidad, pero no pueden impedir que alquile una habitación en la casa que una vez perteneció a Keziah Mason, una bruja que compareció ante el tribunal de Salem en 1692, admitiendo su lealtad al Hombre Negro [Black Man].

Keziah Mason afirmó conocer líneas y curvas que conducían más allá de nuestro mundo, luego escapó de su celda dejando esos patrones en las paredes. Esta leyenda fascina a Gilman. No le importan los rumores que afirman que Keziah y su familiar, Brown Jenkin, todavía frecuentan la casa. De hecho, elige la misma habitación en la que ambos practicaban sus ritos. Es una habitación particular, con una pared inclinada hacia adentro y el techo torcido hacia abajo, por lo que los dos planos crean ángulos singulares. También hay un desván entre el techo y la pared exterior, pero este espacio ha sido sellado y el propietario se niega a abrirlo.

Ya sea por la atmósfera tenebrosa de Arkham [la versión lovecraftiana de Salem, Massachusetts] o por la naturaleza de sus estudios, Gilman cae en sueños febriles donde se sumerge en un «crepúsculo inexplicablemente coloreado». Ángulos imposibles pueblan estos sueños, algunos inorgánicos, otros vivos, y su propia organización física y facultades se ven «maravillosamente transmutadas».

De estos «vórtices de completa alienación», sus sueños cambian a visiones de Brown Jenkin y Keziah Mason, acercándose cada vez más. Su oído se vuelve agudísimo y escucha algo que rasca en el desván. En clase inventa teorías extravagantes. Con los conocimientos matemáticos adecuados, afirma, un hombre podría pasar a través de la cuarta dimensión a otras regiones del espacio. Por alguna razón está convencido de que esa transición solo mutaría nuestra integridad biológica, no la destruiría. Además, en ciertos lugares del cosmos el tiempo podría no existir, por lo que un viajero podría ganar la inmortalidad, envejeciendo solo al regresar al espacio «cronometrado» [ver: Lovecraft, la Gran Raza y viajes en el tiempo]

Pasan los meses. Los inquilinos polacos dicen que Gilman camina sonámbulo y le advierten que se cuide de la próxima Noche de Walpurgis. Gilman se encoge de hombros, pero se preocupa por una vieja que ha visto en las calles. En sus sueños, Keziah aparece desde ese rincón inclinado de su habitación. Intuye que ella y Brown Jenkin deben ser los «iridiscentes cúmulos de burbujas» y el «pequeño poliedro» que lo conducen en sueños por los abismos cósmicos.

Recurrentemente sueña con un lugar bajo tres soles. Una ciudad alienígena se extiende debajo. Keziah y Brown Jenkin se acercan con seres extraterrestres [en forma de barril y con cabeza de estrella]. Se despierta con el escozor de las quemaduras solares. Más tarde, la dueña descubre una imagen de metal en su cama, con forma de barril y cabeza de estrella, y Gilman recuerda haber roto un adorno de la balaustrada de la terraza en su sueño.

El siguiente sueño lleva a Gilman al desván, una guarida de brujas llena de libros y objetos extraños. Keziah le presenta a un hombre enorme de piel negra, con túnica oscura, que quiere que le firme un libro. Keziah proporciona la pluma. Brown Jenkin muerde la muñeca de Gilman para proporcionarle la sangre. Este se desmaya en el sueño, pero luego recuerda un nuevo viaje onírico por «curvas y espirales alienígenas de algún vórtice etéreo» donde se oye el acorde de «flautas monótonas». Se despierta con la muñeca lastimada.

Gilman busca la ayuda de su compañero de estudios e inquilino de la casa, Elwood. Llevan la imagen a la universidad. Nadie puede identificarla, ni siquiera pueden identificar los elementos de su aleación. Elwood deja que Gilman duerma en su habitación, pero Keziah aún lo arrastra a un callejón donde espera el Hombre Negro, con Brown Jenkin jugueteando como un perro en sus tobillos.

Keziah roba un bebé de una vivienda. Gilman intenta huir, pero el Hombre Negro lo agarra y lo estrangula. Las marcas de sus dedos permanecen por la mañana y los periódicos informan del secuestro del hijo de una lavandera polaca. Los polacos no están sorprendidos: tales secuestros son comunes en tiempos peligrosos, como el inminente Sabbat de Walpurgis.

El 30 de abril, víspera de Walpurgis, encuentra a Gilman en la habitación de Elwood. Oye el pulso de los adoradores que [supuestamente] se encuentran en un barranco cerca de Arkham. El mismo ritmo late en los abismos por los que lo conduce Brown Jenkin. Emergen en el desván, donde Keziah está a punto de sacrificar al niño robado. Gilman se siente obligado a ayudar. Estrangula a Keziah con la cadena de un crucifijo que uno de los inquilinos polacos le ha obligado a llevar. Pero Brown Jenkin muerde la muñeca del niño y recoge su sangre en un recipiente de metal. Gilman patea al familiar hacia el espacio entre el piso y la pared. Luego se atreve a lanzarse sin ayuda por el abismo.

Al día siguiente, un médico encuentra que los tímpanos de Gilman están reventados. Y aunque pudo haber matado a Keziah y herido a Brown Jenkin, este lo visita esa noche para morderle el pecho y devorar su corazón.

Años más tarde, un vendaval destroza el techo de la Casa de la Bruja. Los trabajadores encuentran el espacio sellado del desván, el cual revela huesos de niños, tanto antiguos como recientes, el esqueleto de una anciana y objetos ocultos. También encuentran el crucifijo de Gilman y un pequeño esqueleto que desconcierta al departamento de anatomía de la Universidad de Miskatonic. En su mayoría es el esqueleto de una rata, pero con patas como las de un mono y un cráneo parecido al humano. Los polacos encienden velas en la iglesia de San Stanislaus para agradecer que la risita fantasmal de Brown Jenkin nunca más se ha vuelto a oír.


En Los Sueños en la Casa de la Bruja encontramos tres elementos recurrentes en los relatos de Lovecraft. El primero está relacionado con los «supersticiosos extranjeros» [en este caso, polacos], cuyas tradiciones están en lo cierto. El segundo es Nyarlathotep [el Hombre Negro] tratando de convencer a la gente de que salte a los vacíos interdimensionales; sin embargo, esta es la primera vez que necesita que el otro firme un formulario de consentimiento. Finalmente tenemos el concepto de Brujería, el cual atraviesa toda la obra de Lovecraft. Si en una de sus historias encontramos a un joven preocupado por su historia familiar, podemos estar seguros de que encontraremos a un antepasado colgado en Salem.

Los Sueños en la Casa de la Bruja socava la pureza existencialista de los Mitos de Cthulhu. Aquí no estamos ante un cosmos indiferente y sin sentido: hay patrones de sonido que unen a todo el universo, Nyarlathotep no procede con impunidad, sino que requiere la aprobación de sus víctimas, e incluso una cruz tiene efecto contra las entidades que perturban a Gilman. De hecho, la posterior herejía maniquea de August Derleth, que convirtió a los Mitos de Cthulhu en una vulgar lucha entre el Biel y el Mal, parece tener aquí su forma original [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

Hay otros aspectos en Los Sueños en la Casa de la Bruja que están más en consonancia con los Mitos de Cthulhu, como el papel del folclore y las matemáticas. Cualquier profesor de la Universidad de Miskatonic sabe que hay que tener cuidado con ambas: el folclore te dice lo que estás haciendo y por qué es una mala idea; y las matemáticas te explican cómo hacerlo. Lovecraft no era un gran aficionado a las matemáticas, como lo demuestra en varios pasajes [hablaremos sobre esto más adelante]; sin embargo, la sugerencia de que las matemáticas pueden abrir los secretos del cosmos [secretos que, por otro lado, solo pueden amenazar nuestra cordura], es fundamentalmente cierta.

August Derleth reaccionó negativamente a Los Sueños en la Casa de la Bruja [mencionó por carta que la historia era «pobre» pero «vendible»], y esto parece haber golpeado a Lovecraft. Estuvo casi de acuerdo con Derleth en que era un «miserable desorden» y se negó a enviarlo para su publicación. Irónicamente [o tal vez característicamente], el propio August Derleth envió el relato a Weird Tales, que lo publicó. De hecho, el editor de la revista, Farnsworth Wright, le pidió autorización a Lovecraft para adaptarlo a la radio; pedido que, por supuesto, fue rechazado [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]

Lovecraft no estaba satisfecho con el relato. Creía que la diferencia entre «vendible» y «bueno» era algo importante, e incluso llegó a cuestionar si sus días de escritor habían terminado. Afortunadamente, no llegó a tanto, aunque también es cierto que Los Sueños en la Casa de la Bruja es un caldero donde hierven ideas que Lovecraft había extraído de sus lecturas de «Einstein, Planck, Heisenberg y de Sitter», condimentadas con el ambiente gótico y profano de Arkham. Es una emulsión singular, como mínimo.

Así como Randolph Carter rápidamente descubre que lo que sucede en los sueños no se queda en los sueños, Lovecraft tiene mucho cuidado de hacernos saber que los viajes oníricos de Walter Gilman son experiencias que dejan secuelas en la vigilia. De alguna manera, Gilman está convencido de que un hombre podría viajar a la cuarta dimensión, mutando para adaptarse a este plano superior, sin sufrir daño físico. ¿Por qué? ¡Porque él mismo lo ha hecho! Cuando el travieso Brown Jenkin muerde a Gilman, este despierta con la muñeca lastimada; cuando viaja a un planeta con tres soles, despierta con quemaduras en la piel; además, trae un souvenir cuya aleación, según los investigadores de la Universidad de Miskatonic, contiene elementos desconocidos.

Es importante aclarar que Keziah Mason y Brown Jenkin no son fantasmas. Están tan vivos como en 1692, gracias a que pasan buena parte de su existencia en regiones atemporales donde no envejecen. Al menos eso es lo que insinúa Gilman en una conversación con Elwood. De hecho, Lovecraft invierte mucho tiempo en una charla entre los dos estudiantes para justificar por qué Keziah Mason y Brown Jenkin siguen vivos 235 años después de los juicios de Salem.

El trasfondo de Keziah Mason es similar al de otros personajes de Lovcraft. Es una anciana de Arkham que fue arrestada por brujería durante los juicios de Salem en 1692. En su testimonio ante el juez John Hathorne [ancestro real de Nathaniel Hawthorne, quien cambió su apellido por la vergüenza que le causaron estos procesos], Kaeziah Mason habla sobre «líneas y curvas que podrían trazarse para señalar direcciones que atraviesan las paredes y cruzar a otros espacios más allá». También menciona al Hombre Negro, su juramento de fidelidad, y su nuevo nombre secreto: Nahab. Más tarde, Keziah Mason desaparece de su celda, dejando atrás «curvas y ángulos marcados en las paredes de piedra gris con un líquido rojo y pegajoso» [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]. Estas «curvas y ángulos» son en realidad los símbolos que le enseñó Nyarlathotep para que ella acceda a dimensiones superiores para adorarlo y servirlo [ver: Aragorn, el Sendero de los Muertos y un pasaje a la Cuarta Dimensión]

En cuanto al aspecto de la Bruja, Lovecraft no proporciona demasiado, solo que tiene «la espalda encorvada, nariz larga y barbilla arrugada», una «expresión de horrible malevolencia y júbilo» y «una voz ronca que persuade y amenaza».

Cualquier historia en la que aparece Nyarlathotep es una buena historia, pero esa es mi opinión. En este caso, es una aparición sostenida tanto por el folclore como por las religiones dominantes. Para los puritanos, Satanás podía tomar muchas formas, desde un animal hasta un humano [un Hombre Negro con las tradicionales pezuñas hendidas siempre era una buena opción]. Por lo tanto, el Hombre Negro de Los Sueños en la Casa de la Bruja es un avatar adecuado para que Nyarlathotep asuma entre los puritanos [ver: El nido de Nyarlathotep]

Lovecraft tiene cuidado de establecer que el Hombre Negro no es un afrodescendiente, aunque en dos ocasiones se lo confunde con uno. Su piel es dead black [«negro muerto»], supongo que refiriéndose a la negrura del carbón o del ónix, un tono antinatural para la piel humana. Sin embargo, Lovecraft es tímido con respecto a las pezuñas: están escondidos detrás de una mesa, luego en el lodo, y sus huellas se comparan con las marcas que dejarían las patas de un mueble. ¿Por qué no decir que parecen huellas de pezuñas? ¿Por qué Gilman no da ese salto deductivo en este punto de la historia?

Walter Gilman es un hombre de intereses variados. Es estudiante de «cálculo no euclidiano y física cuántica», así como del folclore oculto. En una especie de eufemismo, Lovecraft escribe:


[«El cálculo no euclidiano y la física cuántica son suficientes para estirar cualquier cerebro; y cuando uno los mezcla con el folclore y trata de rastrear un extraño trasfondo de realidad multidimensional detrás de las macabras insinuaciones de los cuentos góticos y los salvajes susurros al fuego de la chimenea, difícilmente se puede esperar estar completamente libre de tensión mental.»]


Gilman busca activamente la experiencia de vivir en una Casa Embrujada [ver: Casas como metáfora de la psique en el Horror]. De hecho, es parte de su investigación, y quizás, a nivel teórico, también de Lovecraft: ¿cómo interactúa lo sobrenatural con el rigor de la ciencia y las matemáticas? ¿Cómo se puede dar realismo a los eventos sobrenaturales a través del método científico? En parte, Lovecraft resuelve esta tensión utilizando una frondosa verba seudocientífica, pero sobre todo superponiendo eventos perturbadores del mundo real, por ejemplo, el secuestro de un niño, sobre un trasfondo sobrenatural.

Sin embargo, el arma más efectiva contra Keziah Mason, la Bruja, es un crucifijo. No es la ciencia lo que salva a Gilman [al menos temporalmente], sino las creencias de sus vecinos polacos. Lovecraft usa un motivo similar en Psicopompos (Psychopompos), donde un crucifijo ahuyenta a una manada de lobos liderada por un licántropo vengativo.

Hay un extraordinario volumen de símbolos psicosexuales en Los Sueños en la Casa de la Bruja. Por un lado tenemos el cuchillo sacrificial, simultáneamente fálico y castrador, empuñado por Keziah Mason, el cual es arrancado por Walter Gilman «de las garras de la anciana; enviándolo ruidosamente sobre el borde del estrecho golfo triangular». Más aún, el cuchillo fálico no solo penetra en el golfo vúlvico: pasa por el borde y se desvanece; como el pene infantil. El varón fálico se pierde dentro las cámaras uterinas del inframundo femenino, que todo lo devora. Este miedo [básicamente castrador] a la insuficiencia masculina también se refleja en la dicotomía estándar entre lo grande y lo pequeño con respecto a las extrañas entidades de Lovecraft en comparación con los humanos [ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa]


[«A menudo sucede que los hombres neuróticos afirman que, para ellos, hay algo unheimliche («siniestro»; literalmente: «poco hogareño») en los genitales femeninos [ver: Lo Siniestro en la ficción]. Es decir que lo que estos hombres encuentran «poco hogareño» es en realidad la entrada al antiguo «hogar», el lugar donde todos vivieron alguna vez.» Sigmund Freud, Lo Siniestro]

Los Sueños en la Casa de la Bruja es un intrigante ejemplo de las ansiedades de Lovecraft, expresadas a través de la sensación de «perdición» creada por el «tiempo y el espacio infinitos» del universo. Pero este viaje a los horrores uterinos comienza en la habitación «locamente angular» de Gilman en la Casa de la Bruja. Esta habitación conduce a un desván prohibido «donde se decía que Keziah había practicado sus hechizos», es decir, un espacio intersticial que lo consume en su búsqueda por comprender las matemáticas superiores. La Casa de la Bruja, en términos arquitectónicos, observa el arquetipo gótico de la Casa como representación del cuerpo materno; en este caso, no un cuerpo que da vida, sino un cuerpo que la consume, volviéndose unheimliche, «poco hogareño» [ver: La Casa Embrujada como representación del cuerpo de la mujer]

Walter Gilman reúne todos los atributos de la heroina gótica, sobre todo el temperamento «histérico». En cierto modo, es un réplica biológicamente masculina de la Emily St. Aubert de Ann Radcliffe [Los misterios de Udolfo (The Mysteries of Udolpho)] y la Catherine Moreland de Jane Austen [La abadía de Northanger (Northanger Abbey)], sobre todo en la forma en la que Gilman anticipa que la «vieja casa misteriosa» estará llena de horrores desconocidos, e imagina histéricamente estos horrores cuando no se presentan. Se nos dice que Gilman «sabía que su habitación estaba en la antigua Casa de la Bruja; de hecho, esa era la razón por la que la había tomado», y que «resolvió vivir en el lugar a toda costa» después de enterarse de que Keziah le había hablado al juez sobre aquellas «líneas y curvas» que podían conducir a espacios «más allá». Gilman, entonces, se lanza a la investigación de los «abismos ilimitados» de la Casa de la Bruja, es decir, al [re]conocimiento del olvidado cuerpo materno.

El deseo [y la ansiedad] de penetrar y apoderarse de este cuerpo se hace explícito cuando Lovecraft explica maliciosamente:


[«Gilman no podría haber dicho qué esperaba encontrar allí, pero sabía que quería estar en el lugar donde alguna circunstancia le dio a una anciana mediocre del siglo XVII una visión de las profundidades matemáticas quizás más allá de las más modernas excavaciones de Planck, Heisenberg, Einstein y de Sitter.»]


Cuando el obsesivo estudio de Gilman de los ángulos en su habitación sugiere que «Keziah realmente había dominado el arte de atravesar puertas dimensionales», las matemáticas creadas por el hombre para comprender la cuarta dimensión se vuelven impotentes [ver: Borges, Lovecraft y el Feng Shui de la cuarta dimensión]

La habitación de Walter Gilman en la Casa de la Bruja es una especie de interfaz de acceso a las dimensiones superiores. Lovecraft utiliza la alteración de la proporción arquitectónica del mismo modo en que la literatura gótica clásica altera la proporción y la escala de sus castillos, abadías y casas embrujadas para reflejar el desmoronamiento físico y mental del protagonista. En ambos casos se destruye la idea de la Casa como un lugar seguro y heimliche: «hogareño» y, por lo tanto, «familiar» [ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico]

Lovecraft es un verdadero maestro en la creación de lugares irregulares y confusos en los que el protagonista no logra encontrar la salida, proporcionando lo contrario a la sugerencia de Sigmund Freud de que «cuanto mejor orientada está una persona en un lugar, menos susceptible será a la impresión de algo siniestro respecto a los objetos y eventos en él» [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]. En otras palabras, Lovecraft defiende la percepción de la escala y la proporción como útiles para la rectitud y la bondad, pero representa lo contrario, derribando las normas arquitectónicas, sociales y estéticas. En lugar de representar una belleza tranquilizadora que reafirma afirma la vida, la Casa de la Bruja provoca inquietud al desviarse de esos parámetros que consideramos, tal vez por costumbre, tranquilizadores.

El efecto inquietante de la Casa de la Bruja surge de la ruptura entre lo interior y lo exterior, porque el mal se entromete en el espacio doméstico, pervirtiendo su seguridad. La naturaleza malvada de la Casa se refleja en su apariencia, pero sobre todo en su influencia sobre las personas que viven dentro. El aspecto de la Casa de la Bruja es un recordatorio visual de que hay una escala y una proporción que son repulsivas para los humanos, pero que quizás resultan hogareñas para seres con una subjetividad distinta a la nuestra [ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu]. Este es uno de los principales elementos de Lovecraft: cuestionar la idea de que los humanos habitan un mundo coherente o racional. Por ese motivo, el acercamiento puramente científico, racionalista, a los misterios que aborda Gilman, en última instancia resulta inadecuado.

Este punto queda expresado con insistencia cuando Gilman recupera aquel extraño artefacto de uno de sus viajes a la cuarta dimensión. Ninguno de los especialistas locales puede determinar nada concluyente sobre los orígenes del objeto. Luego se lo somete a un análisis químico, aparentemente un método objetivo y seguro, que también resulta ser limitado en sus capacidades para explicar racionalmente de qué está hecho el objeto:


[«El profesor Ellery encontró platino, hierro y telurio en la extraña aleación; pero mezclados con estos había por lo menos otros tres elementos de alto peso atómico que la química era absolutamente incapaz de clasificar. No sólo no se correspondían con ningún elemento conocido, sino que ni siquiera ocupaban los lugares vacantes reservados para los elementos probables en la tabla periódica.»]


El hecho de que el profesor Ellery no haya podido determinar la composición exacta del artefacto confirma la inadecuación del conocimiento humano, otro de los motivos principales de Lovecraft. Por un lado, la ignorancia humana hace que seamos presa fácil de las fuerzas del cosmos; pero, por el otro, el conocimiento de la verdad tampoco puede salvarlos ya que no hay refugio contra ellas.

El conocimiento de Keziah sugiere que hay fuerzas que no pueden ser racionalizadas, y que cualquier intento de explicarlas por medio de la ciencia fracasará. Además de esto, parece que estas fuerzas son hostiles, tal vez no intencionalmente, ni siquiera maliciosamente, sino más bien con la hostilidad de un niño que ensarta un escarabajo con una ramita. En cualquier caso, el conocimiento de Keziah Mason se ilustra en la extraña geometría de la habitación en la que una vez realizó sus rituales. La naturaleza inexplicable de estas formas geométricas socava la percepción de las matemáticas como base firme para la cognoscibilidad del universo [ver: Einstein, la Relatividad y los Antiguos]

Lovecraft insinúa una serie de ritos sexuales al describir cómo «la anciana y la pequeña cosa peluda» [¿la vulva de la bruja?] avanzan hacia Walter Gilman, quien está solo en su habitación, de noche; mientras una especie de parálisis [uno de los poderes arquetípicos de la Bruja] sofoca sus «intentos de gritar». La marca de la Bruja dada a Gilman juega un rol importante en esta secuencia, ya que, como menciona Margaret Murray en El culto de la brujería en Europa Occidental (The Witch Cult in Western Europe), uno de los libros de cabecera de Lovecraft para darle sustento a su visión de la brujería, tales marcas se daban a los iniciados después de tener relaciones con el Diablo. La avanzada edad de Keziah Mason tampoco es un problema; dado que, como observa Murray, se creía que el diablo tenía relaciones con brujas «de todas las clases y edades».

En Historia del satanismo y la brujeria (La Sorcière), publicado en 1862, Jules Michelet aborda específicamente los aspectos incestuosos del sabbath de las brujas [«Satanás hizo de este crimen en particular una virtud», observa Michelet]; sin embargo, Lovecraft no leyó esta obra; su traducción al inglés apareció dos años después de su muerte. De todos modos, en una carta a Donald Wandrei, fechada el 27 de febrero de 1933, Lovecraft confirma su propia asociación del incesto con el sabbath. Hay que destacar, además, ese abismo triangular simbólico en el que cae el cuchillo de Keziah Mason, y que, más tarde, nos enteramos que conduce a un osario que contiene los huesos de numerosos niños pequeños. Este útero simbólico mata, aún cuando da vida [ver: Horror Uterino]

Cuando Walter Gilman encuentra en su habitación la «exótica figura puntiaguda que en su monstruoso sueño había roto la fantástica balaustrada», se vuelve incapaz de hacer pasar sus visiones del hiperespacio como meros sueños. Sin embargo, el título de la historia habla de «sueños», como si reflejara el deseo de Gilman de negar la realidad de sus viajes cósmicos, que encuentra a la vez fascinantes y aterradores. Pero tal deseo se torna absurdo cuando se enfrenta a esta prueba material y objetiva de sus viajes [ver: H.P. Lovecraft y los viajes en el tiempo]

En apariencia, los conocimientos de Gilman del «cálculo no euclidiano y la física cuántica» parecen tener alguna relevancia para comprender la naturaleza de sus «sueños»; sin embargo, es su llegada a esta habitación construida con ángulos extraños lo que le permite dar el salto al hiperespacio. La ciencia, entonces, es una de las claves para la revelación de la realidad. Pero, ¿acaso no es ciencia lo que utiliza esta bruja del siglo XVII para entrar en el hiperespacio [la cuarta dimensión]? En efecto: Los Sueños en la Casa de la Bruja reinterpreta con elegancia las creencias de la brujería a través de las matemáticas superiores [ver: Los Perros de Tindalos y los ángulos del tiempo]

Los Sueños en la Casa de la Bruja presenta un patrón engañosamente simple. En apariencia, es una narración cronológica, que comienza con Gilman entrando en la Casa de la Bruja hasta su eventual muerte. Sin embargo, en realidad se trata de una narración dentro de una narración, es decir los «sueños» de Gilman en la cuarta dimensión y sus experiencias en la «vida real» en Arkham. Estas dos narraciones no pueden separarse, a pesar de que Gilman, la figura central en ambas, intenta hacer una distinción entre su existencia «real» y sus «sueños», algo difícil de sostener cuando ciertos detalles del «sueño» [como la figura de metal arrancada de la balaustrada] se entromete en su «vida real». A través de estas dos narrativas simultáneas, Lovecraft insinúa que Gilman vive en dos planos de la realidad: el espacio tridimensional y el hiperespacio, simultáneamente [ver: Lovecraft vs. Freud: la interpretación de los sueños según Cthulhu]

Pero lo más interesante de Los Sueños en la Casa de la Bruja es la utilización de las teorías de Albert Einstein, así como otros avances de la física moderna. Al principio del relato se menciona la «física cuántica», y poco después se nos da una pista sobre el origen de los poderes de Keziah Mason:


[«Alguna circunstancia había dado más o menos repentinamente a una anciana mediocre del siglo XVII una visión de las profundidades matemáticas quizás más allá de las más modernas excavaciones de Planck, Heisenberg, Einstein y de Sitter.»]


Willem de Sitter fue conocido por haber introducido la teoría de la relatividad en los países angloparlantes a través de una serie de artículos, en los cuales desarrolla una visión del universo lo suficientemente diferente de la de Einstein como para ganarse un lugar propio. Lovecraft asistió a una conferencia suya el 9 de noviembre de 1931 [El tamaño del universo (The Size of the Universe)], tres meses antes de escribir Los Sueños en la Casa de la Bruja. En aquella conferencia, de Sitter explicó su idea sobre la posibilidad de usar las dimensiones superiores del espacio no euclidiano como atajos a través del espacio normal [ver: Un viaje en el tiempo inducido por el opio: análisis de «El Caos Reptante»]

La mención de Werner Karl Heisenberg tiene que ver con su trabajo en la teoría cuántica, y sobre todo con su célebre Principio de Indeterminación, a través del cual establece que las leyes naturales, que antes se creían fijas e inamovibles, en realidad constituyen un mero promedio estadístico [ver: El relato de Borges que se anticipó a la física cuántica]. Es tentador afirmar que toda la obra de Lovecraft, la cual se basa en la suspensión o violación de las leyes del tiempo y el espacio, se apoya en las ideas de Heisenberg; sin embargo, estaríamos cometiendo un error, ya que cualquier «suspensión» o «violación» de las leyes naturales solo puede ocurrir en un universo donde esas leyes son la norma general.

Lovecraft mantiene una asombrosa coherencia en su visión sobre la posibilidad de viajar en el tiempo, o a través del hiperespacio, en muchas historias. Comparemos, por ejemplo, esta audaz declaración en Los Sueños en la Casa de la Bruja [1932]: «el tiempo podría no existir en ciertos cinturones del espacio»; con la siguiente expresión poética de la misma idea en La nave blanca (The White Ship, 1919): «En la tierra de Sona-Nyl no existe el tiempo ni el espacio, ni el sufrimiento ni la muerte; y allí habité durante muchos eones». Ambas historias son totalmente diferentes, pero exponen el mismo concepto. Esto, creo, evidencia que Lovecraft absorbió tempranamente muchos conceptos de la física moderna, e incluso le permitieron expandir su alcance imaginativo. «Cuanto más aprendemos sobre el cosmos, más desconcertante parece», comenta en una de sus cartas.

Para Lovecraft, los descubrimientos científicos son una fuente de inquietud. El narrador de Desde el más allá (From Beyond) comenta: «Que Crawford Tillinghast haya estudiado alguna vez ciencia y filosofía fue un error», similar a lo que podemos leer en Los Sueños en la Casa de la Bruja: «Quizás Gilman no debería haber estudiado tanto. El cálculo no euclidiano y la física cuántica son suficientes para estirar cualquier cerebro». Un pasaje posterior en Desde el más allá prefigura los viajes de Walter Gilman al hiperespacio:


[«Ahora estaba en un vórtice de sonido y movimiento, con imágenes confusas ante mis ojos. Después de eso, la escena era casi completamente caleidoscópica, y en el revoltijo de imágenes, sonidos e impresiones sensoriales no identificadas, sentí que estaba a punto de disolverme o de alguna manera perder la forma sólida.» ver: ¡No te metas con la glándula pineal!: análisis de «Del más allá»]


En Los Sueños en la Casa de la Bruja, Lovecraft correlaciona algunos libros prohibidos, como el Necronomicón, el Libro de Eibon y el Unaussprechlichen Kulten, con el estudio de la física cuántica. El nexo, aparentemente distante, es el propio Walter Gilman, un estudiante de posgrado que trata de aplicar las «fórmulas abstractas sobre las propiedades del espacio y la vinculación de las dimensiones conocidas y desconocidas». Lovecraft supone que hay dos etapas para acceder a esos «golfos extradimensionales». Primero habría que salir de la esfera tridimensional que conocemos. Segundo, habría que encontrar un pasaje de regreso a la misma esfera pero desde otro punto, tal vez desde una distancia infinita. El secreto de este movimiento consiste en una especie de salto de dimensión en dimensión.

El conocimiento de este «salto» proviene de una conciencia prehumana, o no humana en absoluto, muy superior a la nuestra. Esta conciencia se manifiesta de diversas formas en la obra de Lovecraft, y una de las más recurrentes es el sonido, o mejor dicho, «un sonido que concentra todos los hervores primarios del espacio-tiempo detrás de las esferas de materia que conocemos». En nuestro rango audible, el sonido se manifiesta como un pulso, un ritmo «que estalla en reverberaciones que penetran en cada capa de la que somos conscientes».

Ahora bien, el Hombre Negro en Los Sueños en la Casa de la Bruja evidentemente es Nyarlathotep, ¿pero qué significaba Nyarlathotep para Lovecraft? En el ensayo de 1919: Un Copérnico literario (A Literary Copernicus), Fritz Leiber reflexiona lo siguiente:


[«Nyarlathotep representa la intelectualidad autodestructiva del hombre, su terrible capacidad para ver el universo tal como es y, por lo tanto, matar en sí mismo todos sus sueños ingenuos y hermosos.»]


Nyarlathotep, entonces, representa la inclinación del ser humano por la ciencia, la cual nos permitirá, algún día, «ver el universo tal como es», y eventualmente destruirnos. En otras palabras, la búsqueda del conocimiento no es algo malo en sí mismo, pero lo que nos permitiría descubrir, es decir, el objeto final de esa búsqueda, potencialmente podria destruirnos. Tal vez por eso Lovecraft sitúa a Azathoth, «que gobierna todo el tiempo y el espacio» desde un trono «en el centro del Caos». En apariencia, Azathoth es el «dios» principal del panteón de los Mitos de Cthulhu, pero su descripción sugiere que no es más que un símbolo de los misterios de un universo desconocido. En cuanto a Los Sueños en la Casa de la Bruja, las experiencias de Gilman parecen intensificarse cuando sueña que firma el Libro de Azathoth bajo las órdenes de Keziah, Brown Jenkin y el infame Hombre Negro [ver: El libro de Azathoth: ¿los pactos de sangre son una muestra de ADN?]

El Hombre Negro, entonces, es un avatar de Nyarlathotep dentro del culto tradicional de las brujas. En otros términos, el Hombre Negro es la forma que Nyarlathotep asume entre las brujas, la cual coincide con la figura satánica que gobernaba en el sabbath: un hombre de piel oscura y pezuñas en los pies. En El Dios sin Rostro (The Faceless God), Robert Bloch comenta que los cruzados llevaron de vuelta a Europa el culto a Nyarlathotep bajo esta forma.

«Cálculo no euclidiano», una de las especialidades de Walter Gilman, es una definición que no tiene sentido, porque no hay una conexión real entre la geometría y el cálculo, pero esa insensatez tal vez es intencional. Gilman trata de exprimir su cerebro especulando sobre objetos de cuatro dimensiones, pero eso solo puede abordarse desde las matemáticas. Nuestro cerebro, cableado en un sistema tridimensional, no puede imaginar lo que las matemáticas sí pueden inferir. Algo parecido le sucede a Lovecraft. El flaco de Providence a menudo imagina dimensiones o planos de existencia donde nociones geométricas simples, como la distancia, no tienen un significado inmediato, lo cual es perfectamente posible. Sin embargo, el problema consiste en introducir una dimensión de estas características en una historia escrita y leída por cerebros perfectamente tridimensionales.

Las teorías de Albert Einstein inquietaron a Lovecraft, pero eventualmente resolvieron su visión del universo, como puede verse en la evolución de sus historias. La teoría cuántica le produjo la misma inquietud, tal es así que hizo que Lovecraft suspirara por vivir en el siglo XVII, una época más simple donde la ciencia describía una realidad fundamentalmente estable. En este contexto, no sorprende que el viaje en el tiempo [la posibilidad de salir de nuestro flujo de tiempo newtoniano] apareciera periódicamente en sus relatos. Albert Einstein esencialmente relacionó el espacio con el tiempo. De repente, el tiempo ya no era lineal. ¡Qué agradable sería estar de vuelta en el siglo XVII! Paradójicamente, esto solo podría lograrse de acuerdo a las mismas teorías de las cuales Lovecraft estaba tratando de escapar.

Para Newton, el Tiempo era como una flecha: no puede cambiar su curso y se mueve linealmente en una dirección. Con la Teoría de la Relatividad General de Einstein, el Espacio [y por lo tanto el Tiempo] podría deformarse. En lugar de pensar en el Tiempo como una flecha, Lovecraft tuvo que ajustarse a la idea del Tiempo como un río [en realidad, la representación del Tiempo como un río es de Michio Kaku], acelerando en sus segmentos rápidos y disminuyendo la velocidad en pequeños remolinos que incluso revierten su curso. Este concepto del Tiempo, que incluye remolinos, retrocesos y saltos, también preocupó a Einstein, particularmente cuando uno de sus contemporáneos, W. J. Van Stockum, encontró una solución a las ecuaciones de Einstein que permitía la posibilidad de viajar en el tiempo.

Por lo tanto, viajar en el tiempo es posible, pero se necesitaría tanta energía que solo podría obtenerse de la fuerza gravitatoria de un agujero negro. Esto es un problema, sobre todo para Walter Gilman, quien está convencido de que es posible acceder al hiperespacio. Lamentablemente, la gran cantidad de energía necesaria para abrir estas dimensiones superiores no está disponible para nosotros. Entonces, ¿qué proporciona la energía necesaria para que Gilman y, Keziah Mason antes de él, logren dar este salto temporal?

Respuesta: Nyarlathotep.

Muchas de las entidades de Lovecraft son de dimensiones con un conjunto diferente de leyes naturales, por lo tanto, no es asombroso que Nyarlathotep pueda administrar la energía necesaria para viajar en múltiples espacios-tiempos. Desde nuestra perspectiva [tridimensional y, para colmo, homínida], cualquier atisbo fragmentario de esta tecnología nos parecería magia [ver: La tercera Ley de Clarke en la Tierra Media: la magia como forma avanzada de tecnología]. En otras palabras, la «brujería» de Keziah Mason no tiene nada que ver con los viajes en el tiempo, y mucho con conectarse con inteligencias superiores, como el Hombre Negro, quien sí puede proporcionar una vía [aparentemente «mágica»] de acceder al hiperespacio.

La sugerencia de un espacio que debería estar ahí pero no está, o no es visible en circunstancias ordinarias, desconcierta a Gilman y sacude su cordura. Por eso, la vida cotidiana en la Casa de la Bruja está llena de una sensación de aprensión, de terror ante algo vago pero que puede suceder en cualquier instante. De hecho, para lidiar con la arquitectura anómala de la Casa de la Bruja, Gilman comprende que no puede confiar sus propios sentidos. Sin embargo, está tan absorto en la extraña geometría del lugar, y sus significados ocultos, que se encuentra a sí mismo «mirando cada vez más fijamente la esquina donde el techo inclinado hacia abajo se encuentra con la pared reclinada hacia adentro», desarrollando en el proceso un conjunto de síntomas psicosomáticos: fiebre, un sentido de la audición exagerado, una aguda sensación de temor y «sueños» extremadamente vívidos.

En estos «sueños», que de hecho son realidad, Gilman experimenta la intrusión de la cuarta dimensión, donde ve a Brown Jenkin. ¿Quién es [o qué es] este sujeto]. Desde un punto de vista biológico, es una curiosa hibridación: tiene el tamaño y el cuerpo de una rata, con rostro humano y cuatro manos humanas en lugar de patas. La sola presencia de Brown Jenkin implica el colapso final de las leyes de la naturaleza:

[«Abismos ilimitados de crepúsculos inexplicablemente coloreados y sonidos desconcertantemente desordenados; abismos cuyas propiedades materiales y gravitatorias, y cuya relación con su propia entidad ni siquiera podría empezar a explicar.»]


Walter Gilman pierde aquí el sentido de la coherencia, incluso el pleno dominio de su cuerpo, que percibe desde una perspectiva anamórfica, casi cubista, con todo sentido de la proporción o de la escala alterado:


[«No caminó ni trepó, ni voló ni nadó, ni gateó ni se retorció. Sin embargo, experimentó un tipo de movimiento en parte voluntario, en parte involuntario. No podía juzgar bien su propia condición, porque la vista de sus brazos, piernas y torso parecía cortada por algún extraño desorden de perspectiva; pero sintió que su organización física y sus facultaes mentales se transmutaron maravillosamente y se proyectaron oblicuamente, aunque no sin cierta relación grotesca con sus proporciones y propiedades normales.»]

Gilman se encuentra en un reino habitado por entidades anorgánicas, formas geométricas, colores y sonidos que no puede identificar ni describir, pero que le causan «una constante sensación de pavor». Este aspecto de Los Sueños en la Casa de la Bruja, el uso que hace Lovecraft de imágenes geométricas para representar el espacio donde reside lo desconocido, es el más valioso de una historia que, a pesar de las duras críticas que ha recibido, aquí en El Espejo Gótico nos parece valiosísima.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


Más literatura gótica:
El artículo: Brujería no euclidiana: análisis de «Los Sueños en la Casa de la Bruja» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Liber Incantationum»: el libro de los Nigromantes.


«Liber Incantationum»: el libro de los Nigromantes.




El inquisidor Nicolás Aymerich (1320-1399) evidentemente mantuvo un amplio contacto con Nigromantes. En su Directorium Inquisitorum informó sobre la confiscación de varios libros prohibidos, entre ellos, la Tabla de Salomón y El tesoro de la nigromancia [del olvidado Honorio el Nigromante], los cuales ordenó quemar en público. Fue Aymerich quien examinó en detalle las extrañas y, a menudo, horrorosas prácticas implícitas en el culto a los demonios. Según el Directorium Inquisitorum, los Nigromantes eran disciplinados, prometían obediencia y se entregaban al servicio de los demonios; entonaban cánticos en su honor y ofrecían no sólo animales sino su propia sangre como sacrificio:


[También practican una especie de ascetismo en el ejercicio de la magia negra. Ayunan y observan la castidad con el perverso motivo de honrar a los demonios. Asimismo, por reverencia a los demonios, se visten con ropajes negros.]


No podemos suponer que Aymerich simplemente estaba inventando estos cargos; a lo sumo, podría estar exagerándolos. Pero cuando afirma que ha leído los libros de los Nigromantes, no tenemos motivos para sospechar que miente. Parte de este material todavía sobrevive; y el Manual de Munich [código CLM 849 en la Biblioteca Estatal de Baviera], también conocido como Liber incantationum, es excelente ejemplo del tipo de documento al que hace referencia Aymerich [ver: Libros de demonología]

El Manual de Munich contiene una gran cantidad de operaciones mágicas realmente extraordinarias. Un conjuro, por ejemplo, pretende invocar a un demonio que impartirá un dominio sin igual sobre todas las artes y ciencias sin ningún esfuerzo por parte del Nigromante. Evidentemente, el autor era un erudito ambicioso pero no particularmente diligente [ver: Grimorios]

En general, los conjuros, fórmulas y rituales del Manual de Munich tienen los siguientes objetivos:

Afectar las mentes y voluntades de otras personas; a veces para volverlas locas, otras para inflamarlas de amor u odio, para ganar su favor, para obligarlas a hacer o no algo; etc. No son sólo los seres humanos los que pueden ser así dominados, sino también los espíritus y los animales.

Si bien la Nigromancia no se usa a menudo para causar daños corporales [para eso hay otras opciones], puede provocar molestias tanto físicas como mentales. Por ejemplo, en el Manual de Munich hay conjuro que llama a los demonios a afligir a alguna víctima para que no pueda dormir, comer, beber o... bueno, cumplir con sus obligaciones maritales [ver: Cómo las brujas causaban impotencia en los hombres]

El objetivo final aquí, como en otras ramas del ocultismo, es afligir a la víctima como un medio para que cumpla la voluntad del Nigromante. En segundo lugar, el Nigromante puede crear ilusiones para lograr el mismo fin; por ejemplo, festines y banquetes extravagantes, o bien apariciones horrorosas. Igualmente ilusorio es el uso de la Nigromancia para resucitar a los muertos [ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos y regresarlos a la vida]:


[Un anillo consagrado, colocado en la mano o en el pie de un cadáver, bastará para convocar a seis demonios, cada uno de los cuales animará el cuerpo durante un día para que pueda resucitar, levantarse y hablar. El mismo anillo, puesto en el dedo de una persona viva, lo hará parecer muerto hasta que se lo quiten.]


Otro propósito de la Nigromancia es descubrir cosas secretas, ya sean pasadas, presentes o futuras. El Manual de Munich brinda instrucciones detalladas para la Nigromancia adivinatoria: fórmulas para encontrar objetos robados o perdidos, para identificar a un ladrón o un asesino, y en general para obtener conocimiento de cualquier cosa que sea incierta. De hecho, el Manual de Munich incluso presenta una especie fórmula de geolocalización; mediante la cual, sostiene, uno puede saber exactamente dónde se encuentra una persona en particular; así como otra que permite el diagnóstico de una persona enferma, y su consiguiente tratamiento.

La información deseada, por supuesto, la proporcionan los espíritus de los muertos, que se aparecerán a un niño [o, excepcionalmente, a una niña] en un cristal, en un espejo, en la hoja de una espada, en el omóplato engrasado de un carnero; en fin, objetos que siempre es conveniente tener a mano.

En general, la información que busca el Nigromante puede aparecer en la superficie reflectante. Es un procedimiento complejo, donde deben observarse diversas pautas de hospitalidad. Por ejemplo, el Nigromante debe invitar al espíritu a desmontar de su caballo [por alguna razón siempre se presentan de este modo], preguntarle si tiene hambre y, si es así, ofrecerle carnero asado. Cuando el espíritu se haya alimentado [aunque sin tocar la comida], el Nigromante debe ponerle la mano derecha sobre la cabeza y hacerle jurar que dirá la verdad. Un lector medieval no habría encontrado nada gracioso en todo esto. Por el contrario, la perspectiva seguramente habría despertado horror o fascinación, y tal vez ambas simultáneamente [ver: Sobre el arte de la nigromancia]

En otros casos, los conjuros, fórmulas y rituales del Manual de Munich están destinados a obtener visiones de ángeles [a menudo durante el sueño] para que puedan impartir conocimiento de cosas pasadas, presentes y futuras. Si bien las técnicas de Nigromancia pueden volverse bastante complejas, se reducen a unos pocos elementos principales: círculos mágicos, conjuros y sacrificios son los elementos más distintivos.

Los círculos mágicos pueden trazarse en el suelo con una espada o un cuchillo, o bien inscribirse en un pergamino o tela. A veces son formas geométricas simples con quizás unas pocas palabras o caracteres inscritos alrededor de la circunferencia. Más a menudo son complejos, con inscripciones y símbolos de varios tipos en el interior, posiciones para varios objetos mágicos y un lugar designado para el «Maestro», es decir, el Nigromante. El Manual de Munich describe varios círculos mágicos, desde los más simples a los más complejos; y todos requieren incripciones sobre un trozo de lino, hechas con la sangre de animales [ratas y murciélagos, sobre todo], que luego serán enterradas cerca de la casa de la víctima [ver: Cómo funciona la Sal en la magia]

Un círculo mágico particularmente interesante del Manual de Munich tiene la forma básica de un círculo y un triángulo en su interior. En el centro se representan varios objetos: una espada, un anillo, una vasija, un cetro y una tablilla con el Tetragrámaton y cuatro cruces. Las inscripciones dentro del triángulo son esencialmente caracteres y palabras mágicas, como AGLA, que se ha descifrado como sinónimo de Ata Gibor Leolam Adonai, hebreo para «Tú eres poderoso para siempre, oh, Señor» [ver: Algunas lenguas para la comunicación interdimensional]

Por supuesto, el Manual de Munich no utiliza el término «círculo mágico»; de hecho, a veces ni siquiera se trata de un círculo en absoluto. La figura geométrica parece haber sido menos importante para los Nigromantes que los signos e inscripciones en su interior. Si bien existe una amplia evidencia de la importancia de los círculos como focos de poder mágico, los Nigromantes los concibieron principalmente como recintos dentro de los cuales podrían estar contenidos varios signos y objetos [ver: El efecto rebote en la magia]

Tampoco hay evidencia de que los círculos mágicos de la Nigromancia tuviesen una función protectora. Todos estamos más o menos familarizados con las leyendas de magos y brujas que interpretaban estos círculos mágicos como dispositivos dentro de los cuales el oficiante estaba a salvo de los demonios, pero hay pocas razones para pensar que los propios Nigromantes los vieran de esta manera. Un ritual en el Manual de Munich dice expresamente que los demonios vendrán cuando sean invocados, dentro del círculo; mientras que es el Nigromante quien debe mantenerse fuera.

En otro caso, la periferia del círculo mágico es inocua. El libro presenta un ritual de magia amorosa que involucra un círculo mágico dentro del cual los amantes pueden «encontrarse» sin ser vistos. El redactor incluso proporciona intrucciones para trazar una circunferencia amplia que permita mayor fluidez en las maniobras [ver: Las pociones de amor más extrañas de la Edad Media]

Si los círculos mágicos están inscritos en tela o pergamino, pueden tener otros poderes además de conjurar demonios. Por ejemplo, un círculo mágico destinado a invocar a un demonio en forma de caballo puede usarse para proteger a su portador de caballos hostiles, y si está acompañado por la sangre y los dientes de un caballo, causará la muerte a cualquier montura que lo mire; algo útil en una época donde la caballería era la fuerza más poderosa en el campo de batalla.

Por otro lado, un círculo mágico diseñado como parte de una ceremonia para resucitar a una persona muerta puede usarse para la magia del amor, o para saber si una persona enferma morirá, o incluso para cuestiones más banales, como evitar que los perros ladren [esto es útil si eres un Nigromante enterrando una efigie cerca de la parroquia local]. Sin embargo, si los círculos mágicos se trazan en el suelo, son, por así decirlo, descartables. El Manual de Munich tiene mucho cuidado de instruir al Nigromante cuándo y cómo debe borrar el círculo mágico, no solo para no dejar evidencia física de sus actividades, sino también para evitar que otros la usen [ver: «Glamour» y otros extraños hechizos de belleza]

Si el círculo mágico [que incluye tanto el círculo como los caracteres y otras figuras geométricas en su interior] es el principal elemento visual de las técnicas del Nigromante, la conjuración es el componente oral clave. La conjuración suele imperativa. Es decir, el Nigromante no pide a los espíritus y demonios, les ordena que aparezcan ante él y realicen alguna acción. En el caso de invocar a un demonio poderoso, el Nigromante puede embellecer la fórmula de invocación para no ofender a su invitado, pero de ningún modo debe ponerse en un plano inferior.

Por supuesto, hay espíritus y, sobre todo, demonios, que no están realmente felices de que se les obligue a manifestarse; tanto es así que el Nigromante muchas veces debe repetir el conjuro tres veces, o siete, y al parecer este es un proceso muy desgastante y, en consecuencia, peligroso, porque cuando el espíritu o demonio por fin comparece el Nigromante puede estar demasiado cansado como para imponer su voluntad. Es por eso que la mayoría de las fórmulas de invocación del Manual de Munich instruyen repetidamente a los espíritus para que aparezcan en una forma agradable y no amenazante.

Los espíritus de los muertos aparecen con la forma física que tenían al momento de morir. Los demonios de mayor jerarquía suelen elegir una forma majestuosa, generalmente como reyes o caballeros. Los demonios de menor rango generalmente se presentan como perros negros y responderán las preguntas en esta forma [ver: Los «espíritus familiares» en la brujería]

Además de los elementos visuales y orales en la Nigromancia, había componentes operativos: actos que realizaba el Nigromante, particularmente sacrificios y rituales simpáticos. El Manual de Munich instruye en el peligroso arte de invocar a los espíritus en una encrucijada con el sacrificio de un gallo blanco. Otro ritual requiere llevar un gato negro al lugar, donde los demonios reclamarán su sacrificio una vez que hayan jurado obediencia. Alberto el Grande corrobora este testimonio, informando que el cerebro, la lengua y el corazón del gato son especialmente agradables al paladar demoníaco [ver: Demonología]

En la Edad Media [como en los relatos de fantasmas clásicos] se creía que los espíritus y los demonios podían ser atraídos por la sangre, especialmente por la sangre humana; así, según el Manual de Munich, los Nigromantes a menudo usaban agua o vino mezclados con un poco de sangre, ya que la consagración de un espíritu en un anillo, o en una botella, no puede lograrse sino mediante la ofrenda de sangre.

Por lo general, el sacrificio solía ser de un animal, pero a veces se ofrecían otras sustancias a los demonios. El Nigromante podía utilizar leche, miel, cenizas, harina, sal y otros ingredientes colocados en frascos dentro del círculo mágico. En otros casos, las sustancias eran más difíciles de conseguir, como las excrecencias agónicas de los ahorcados.

La Nigromancia muchas veces suele ser simpática, es decir, la acción que se realiza sobre una imagen se traslada a la persona representada. Por lo tanto, la magia amorosa puede implicar escribir los nombres de los demonios en una imagen de la persona deseada, de modo que estos la aflijan hasta que se someta a la voluntad del Nigromante, o de un tercero. Los demonios representados simbólicamente en la imagen deben estar realmente presentes en la mujer [ver: El «precio» de los hechizos de amor]

A menudo estas operaciones simpáticas van acompañadas de encantamientos. Si el Nigromante está tratando de despertar el odio o la discordia entre dos personas, puede calentar dos piedras [que representan a las víctimas] sobre el fuego, luego arrojarlas al agua helada y luego golpearlas una contra la otra. Mientras lo hace, dirá: «No golpeo estas piedras, sino que golpeo a X. y X. cuyos nombres están escritos aquí». Un ritual simpático de amor incluye la siguiente fórmula:


[Como un ciervo anhela la fuente, que X. anhele mi amor, y como el cuervo anhela los cadáveres, que ella me desee, y como esta cera se derrite ante el fuego, así ella desee mi amor.]


De más está decir que el secretismo era vital para todas estas operaciones, no tanto por el riesgo que entrañaba ser encontrado realizando estas prácticas, sino por el peligro de que caigan en manos inadecuadas. El Manual de Munich advierte al Nigromante que mantenga sus rituales en secreto porque tienen un poder «inefable», tal es así que los rituales deben realizarse en un lugar secreto y, por supuesto, guardar cuidadosamente el libro «en el que está contenido todo el poder para que no caiga en manos de los necios».

El Nigromante también puede deshacer el daño que ha hecho, y esto es bastante fácil si el ritual original se llevó a cabo mediante operaciones simpáticas que pueden revertirse. Si las piedras han sido enterradas para despertar el odio en una pareja, el amor puede restaurarse desenterrándolas. Si se ha enterrado un objeto cargado mágicamente cerca de la casa de la víctima, el hechizo se puede deshacer del mismo modo. El efecto puede garantizarse recitando diversas fórmulas. Del mismo modo, los espíritus y demonios que han causado daño bajo la orden del Nigromante pueden ser liberados de este servicio [ver: Diccionario demonológico]

Aquí en El Espejo Gótico nos sentimos tentados a preguntarnos cuál era el efecto real de estas operaciones. ¿Acaso el poder de la sugestión obraba sobre la mente del Nigromante o los demonios realmente aparecían? Uno también se pregunta cuántos Nigromantes intentaron uno o dos rituales y luego se dieron por vencidos. A modo de respuesta, creo que debemos evaluar una combinación de resultados. Si la magia no funcionaba, el Nigromante podía culpar el resultado a su propia incapacidad o inexperiencia. En otras ocasiones, los resultados serían lo suficientemente persuasivos para convencer al Nigromante de que su creencia estaba bien fundamentada.

Después de todo, la mayoría de los objetivos perseguidos por esta forma particular de magia eran de índole psicológico y, por lo tanto, intangibles, lo que dificultaría probar que un ritual había fallado por completo. Si el Nigromante intentaba matar a una persona por arte de magia y esa persona sobrevivía, el fracaso sería claro, pero si el objeto era obtener un favor en la corte o la enemistad entre amigos, a menudo se podría señalar un éxito aparente, aunque no fuera dramático.

Desde luego, el autor del Manual de Munich admite pocas posibilidades de fracaso y proporciona numerosos testimonios de la eficacia de sus rituales, fórmulas y conjuros.

Al leer el Manual de Munich uno se comprende por qué este tipo de libros fueron perseguidos con tanta saña. El uso blasfemo del ritual, la invocación de espíritus con fines amorales o directamente destructivos, y la pura megalomanía de los Nigromantes, son repulsivos tanto para la mirada moderna como para la medieval. Sin embargo, estos libros prohibidos también revelan cosas sobre la sociedad que los generó. Tanto los Nigromantes como los Inquisidores creían en el poder del ritual. Más específicamente, creían que al cumplir con ciertos estándares externos y objetivos, el ritual podría tener un poder automático. La disposición interna no era decisiva; lo que contaba era la correcta observancia de las formas exteriores. La hostia se consagraba efectivamente en la misa, incluso si el sacerdote era un pecador. Así también, creían los Nigromantes, Dios podía ser burlado de manera efectiva, y su poder utilizado para fines malvados si los rituales se realizaban correctamente.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


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