Seid: el hechizo nórdico.


Seid: el hechizo nórdico.




Hablar del Seid y los hechizos es algo redundante, ya que para los antiguos escandinavos la palabra seiðr designaba un amplio espectro de hechizos realizados por mujeres.

El Seid no era, desde luego, un tipo específico de hechizos. De hecho involucraba numerosas posibilidades esotéricas; entre ellas, el Galdr, una especie de «encantamiento». Las oficiantes del Seid, como se ha dicho, eran especialmente las mujeres, aunque había algunas excepciones con hombres de probada sensibilidad, llamados Seiðmaðr, los «hombres Seid».

Este término luego pasaría a convertirse en un insulto que denotaba un temperamento poco viril, no tanto por su asociación con las mujeres sino con la práctica del Seid, a menudo tomada como un arte que buscaba manipular la conducta de los demás a través de medios innobles.

Estas brujas vikingas a las que hacíamos referencia eran llamadas Seiðkona, las «mujeres Seid», y a veces Völva, palabra que designaba tanto a una vidente como una bruja. Para entender la importancia de estas mujeres en la cultura nórdica pensemos que Odín, el padre de los dioses, consultó a una Vala, es decir, una Völva, para informarse sobre el destino de los dioses en el Ragnarok.

Se dice que El libro del Seid está oculto en los símbolos de la Voluspa, «La profecía de la vidente», es decir, de la Völva, y que solo algunas mujeres son capaces de desentrañarlo hasta su forma primigenia.

Paradójicamente en el terreno divino no solo las mujeres practicaban el Seid. Freya es el ejemplo idílico de la Diosa-Mujer-Bruja; pero también Odín se interesó por esta rama del ocultismo. Hecho que lo avergonzaba terriblemente, ya que era una actividad propia del género femenino. A tal punto se sentía disminuído por su afición al Seid que Odín jamás respondió ante un insulto terrible de Loki, que lo acusó de Seiðmaðr, básicamente llamándolo «delicado».

Los intérpretes del paganismo, y sobre todo sus defensores, argumentan que Odín estaba por encima de los dilemas morales que sujetan al resto de las criaturas, celestes o terrenales, y que en definitiva podía hacer lo que se le de la gana sin desmedro de su virilidad.

Los nórdicos han dejado pocos registros sobre el origen del Seid, ni de quienes lo aprendieron. Es en los mitos anglosajones donde hallamos el verdadero origen del Seid y su vínculo con una raza de criaturas con fuerte presencia en todo el continente: los Elfos.

En Inglés Antiguo existe dos palabras análogas que provienen del Seid nórdico: Sidsa y Siden. Ambas designaban un tipo de magia distinto del habitual, es decir, de la magia practicada por humanos, para las cuales existían la palabra Wicca y, más adelante, witch. El Seid, en definitiva, era la magia de los Elfos [ælfe], quienes compartieron sus conocimientos con unas pocas mujeres que juraron perpetuar ese saber [ver: El culto a los Elfos]

A decir verdad, nadie tiene una noción acabada sobre los límites del Seid, qué era concretamente o cuáles eran sus objetivos. Snorri Sturlson razona que podría tratarse de algún tipo de magia que buscaba «manipular» el comportamiento de los hombres; pero que también servía para adivinar el futuro e incluso modificarlo si no era agradable a los ojos de la Seiðkona.

Para otros, el Seid es una de las formas más intrínsecamente nórdicas del chamanismo. En la Saga de Erik el Rojo, una Seiðkona que habitaba en lo que hoy es Groenlandia, aparece vestida con una extraña piel de gato blanco sobre los hombros y un seiðstafr, un símbolo mágico, usado con propósitos que facilitaban el éxtasis y la transfiguración. En este sentido, para manipular el Seid era imprescindible acceder a un estado alterado de conciencia, algo bastante lógico si pensamos que sus creadores eran nada menos que los Elfos, criaturas que oscilan entre lo material y lo etéreo.

El vínculo entre el Seid y la magia de los Elfos no sólo es una conjetura a causa de su utilización por los pueblos sajones y anglos. Los propios escandinavos reflejaron el parentesco entre los Elfos y el Seid; tal vez porque [así lo anuncian las leyendas] las mujeres continuaron teniendo tratos con los Elfos mucho después que los hombres dejaron de verlos.

Dentro de los mitos nórdicos se habla de una raza marítima llamada Vanir, una especie de dioses del mar que para muchos eruditos se corresponden estrechamente con los Elfos. En la Saga de Ynglinga se explica como los Vanir [en términos de supuestos Elfos] enseñan a la Diosa Mujer por excelencia, Freya, los secretos del Seid y su poderosa influencia sobre los deseos de los hombres:


«La hija de Njord era Freyja. Ella presidía sobre los sacrificios. Fue ella quien primero enseñó a los Aesir en conocimiento del Seid, que había aprendido de los Vanir.»

[Dóttir Njarðar var Freyja. Hon var blótgyðja. Hon kenndi fyrst með Ásum seið, sem Vönum var títt.]


En definitiva algunas magias parecen provenir de sitios en donde la lógica resulta inaplicable para explicar lo que es y diferenciarlo de lo que podría ser.




Mitología nórdica. I Hechizos.


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