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Morgoth y la ingeniería genética que creó a los Orcos


Morgoth y la ingeniería genética que creó a los Orcos.




El propio Tolkien ensayó varias explicaciones para el origen de los Orcos, pero la más común, a la cual se hace referencia en El Silmarillion, es que Melkor secuestró a un puñado de Elfos y los corrompió. ¿Qué significa esto? [ver: Morgoth vs. Sauron: ¿quién fue más poderoso?]

Podemos suponer que la tortura, aunque inimaginable y sistemática, difícilmente podría alterar genéticamente al torturado, y menos que esas desgraciadas víctimas puedan engendrar nuevas generaciones de seres cada vez más corruptos [ver: Gandalf y la tercera ley de Clarke: la magia como forma avazada de tecnología]


[Sin embargo, esto lo sostienen los sabios de Eressëa, que todos los Quendi que llegaron a manos de Melkor, antes de que Utumno fuera quebrantado, mediante lentas artes de crueldad fueron corrompidos y esclavizados; y así Melkor engendró la raza de los Orcos, en envidia y burla de los Elfos, de quienes luego fueron los enemigos más acérrimos]


Estas lentas artes de crueldad empleadas por Morgoth no son simplemente un látigo, un potro, o cualquier otro método de tortura conocido. De este modo, eventualmente la víctima moriría, incluso si es un resistente Elfo. No, la corrupción de los Quendi que eventualmente terminó en la forja de los Orcos no ocurrió de la noche a la mañana. Morgoth se tomó su tiempo:


[Porque los Orcos tenían vida y se multiplicaban a la manera de los Hijos de Ilúvatar; y nada que tuviera vida propia, ni apariencia de vida, podría haber hecho Melkor desde su rebelión en la Ainulindalë, antes del Principio: eso dicen los sabios.]


En otras palabras, Melkor [Morgoth] no podía crear a partir de la nada, pero podía modificar lo que ya existía, corromperlo [alterarlo genéticamente]. ¿Cómo? Bueno, no conocemos los secretos de la ciencia de Morgoth, pero para degradar de tal forma a un grupo de Elfos se necesita paciencia, mucha paciencia; generaciones enteras de pruebas, experimentación, depuración genética, cruzas entre los productos más refinados, etc.

Ahora bien, si Melkor no podía crear nada que no haya estado antes en la Ainulindalë, entonces los Orcos estaban predestinados a existir, precisamente porque la Llama Secreta estuvo involucrada en su creación, ya sea directamente, por la intervención de Eru, o indirectamente, a través de la corrupción de los Elfos. Esto significa también que los espantosos experimentos de Morgoth también estaban predestinados, lo cual erradica la elección de los actos del primer Señor Oscuros. Al igual que los Orcos parecen programados para odiar a los Elfos, Morgoth estaba programado para crear a los Orcos.

El principal problema con los Orcos es el tema del Mal Hereditario. Morgoth podría ser capaz de corromper a un Elfo, o varios, para convertirlos en seres malvados. Esto es perfectamente razonable y excluye cualquier tipo de ingeniería genética. Pero, ¿cómo ese mal podría transmitirse automáticamente a la siguiente generación? ¿Es Morgoth lo suficientemente poderoso como para introducir la condenación a una especie, transformándola en algo más, algo programado para el mal, sin esperanza de redención?

Si Morgoth simplemente hubiese torturado a un par de Elfos y los hubiese transformado en sus servidores, Tolkien nos habría ahorrado el dilema del Mal Hereditario en la Tierra Media. Sin embargo, los Orcos se reproducen, y cada generación mantiene ese mal interior intacto. No solo nacen predispuestos al mal, sino directamente diabólicos [aunque sabemos muy poco de la miserable infancia orca] e incapaces de redimirse. Este era el dilema de Tolkien cuando introdujo a los Orcos en Arda.

Morgoth no puede crear una nueva forma vida, solo títeres [como los Enanos originales de Aulë], aunque sí puede corromper formas de vida existentes. Pero, si los Enanos originales solo se movían cuando Aulë posaba su consciencia sobre ellos, hasta que Eru decidió darles independencia, ¿cómo Morgoth pudo modificar una raza para hacerla hereditariamente malvada, poniéndola así fuera de la gracia de Eru?

Si bien los Orcos entraron originalmente en la Tierra Media porque la historia necesitaba un suministro constante de enemigos que pudieran ser masacrados sin remordimiento, J.R.R. Tolkien combinó algunos elementos del folclore y la mitología para darles un trasfondo histórico, incluso social, que los justificara. Y lo hizo tan bien que, en el proceso, creó un nuevo arquetipo. Pero, para llegar a esta especie de ingenieria genética que creó a los Orcos, primero analicemos todo lo que sabemos de ellos.

Todos aquellos que hayan llegado a este artículo saben qué es un Orco: seres sapientes, bípedos, que sirven al mal en la Tierra Media. Tolkien señaló en una de sus cartas que había adaptado la palabra del Inglés Antiguo orc, que significa «demonio», usando este término «solo por su idoneidad fonética». En esta misma carta, Tolkien señala que los Orcos «deben mucho a la tradición de los goblins, especialmente como aparece en George MacDonald». En correspondencia posterior, Tolkien señala cómo la idea de los goblins se fusionó con un concepto más moderno; el del mal inherente al ser humano. En efecto, Tolkien compara varias veces a los humanos malvados o mezquinos con los Orcos, quienes «son fundamentalmente una raza de criaturas encarnadas y racionales, aunque horriblemente corruptas, no más que muchos Hombres de hoy en día».

Los orígenes de los Orcos en la cosmología de la Tierra Media se describen en El Silmarillion. Morgoth, un poderoso Vala caído, capturó a algunos Elfos [Quendi] en el amanecer de esta raza. La idea es clara y muy atractiva; en definitiva, sitúa a los Elfos y los Orcos en los extremos de una misma genética. No obstante, Tolkien vaciló entre este concepto de Orcos creados genéticamente a partir de Elfos con otros orígenes. En algunos casos, exploró la posibilidad de que los Orcos hubiesen sido creados a partir de hombres. Incluso jugó con la idea de que eran simplemente animales astutos, que carecían del elemento espiritual, o con el concepto más audaz de que los primeros Orcos eran Maiar [espíritus divinos] al servicio de Morgoth. Tanto los conceptos de Orcos-Hombres como Orcos-Bestias parecen provenir de la renuencia personal de Tolkien a contaminar a los Elfos, su raza ideal. Sin embargo, siguió volviendo a la idea original en múltiples ocasiones, y hasta reconoció que los Orcos como producto de la manipulación genética de los Elfos era el origen más viable para estas criaturas. Sin embargo, este no es el final de la superposición de los Orcos con otras razas.

En El Señor de los Anillos, Tolkien nos presenta Orcos cruzados con humanos. Nunca se dice definitivamente que los Uruk-Hai, que pueden soportar el sol mejor que los Orcos normales, son en parte humanos. Esto solo se sugiere en un comentario de Bárbol:


[Es una marca de las cosas malas que vinieron en la Gran Oscuridad, que no puedan soportar el Sol, pero los Orcos de Saruman pueden soportarlo, incluso si lo odian. Me pregunto qué habrá hecho. ¿Son Hombres a los que ha arruinado o ha mezclado con Orcos? ¡Eso sería un mal negro!]


Esta modificación genética se confirma en uno de los escritos posteriores de Tolkien:


[Los hombres podrían, bajo el dominio de Morgoth o sus agentes, en unas pocas generaciones ser reducidos casi al nivel de los Orcos, y luego obligados a aparearse con Orcos para engendrar nuevas razas, más grandes y astutas]


No hay duda de que, en la Tercera Edad, Saruman redescubrió esta ingeniería genética, probablemente al estudiar al Enemigo, y que en su ansia de dominio cometió su acto más perverso: el mestizaje de Hombres y Orcos [ver: El misterioso Anillo de Saruman]. Pero, independientemente de sus orígenes, lo que plantea Tolkien es que los Orcos no son una forma de vida original, son una forma de vida anterior que se corrompió. Su voluntad está indisolublemente ligada a la de los principales poderes malignos de la Tierra Media, primero a la de Morgoth, luego a la de Sauron, y finalmente a la de Saruman, en el caso de los Uruk-hai.

La falta de un Lenguaje Orco es una prueba de que Tolkien no se involucró imaginativamente con ellos:


[Se dice que (los Orcos) no tenían un idioma propio, pero que tomaron lo que pudieron de otras lenguas y lo pervirtieron a su propio gusto, sin embargo, solo forjaron jergas brutales, apenas suficientes incluso para satisfacer sus propias necesidades.]

Como resultado, los Orcos usaron el Westron, la Lengua Común, para la comunicación entre tribus. En la Segunda Edad, sin embargo, Sauron creó la Lengua Negra para que fuera el idioma de todos sus sirvientes, como una especie de esperanto del mal y, como el esperanto, nunca logró su objetivo [ver: Sauroniano: análisis de la Lengua Negra de Mordor]. Algunas palabras fueron utilizadas por los Orcos de manera inconsistente, especialmente entre los Orcos de Mordor. Pero incluso aquí Tolkien prefirió no dar rienda suelta a su fascinación lingüística. Solo escribió algunas notas sobre la Lengua Negra, y aunque esta es consistente, no sabemos demasiado sobre ella. No obstante, sí queda claro que los Orcos hablan con un tono agudo, vulgar y abreviado, claramente diferente de los elegantes rebusques medievales de los buenos. [ver: ¿Qué significa realmente la inscripción en el Anillo Único?]

Los Orcos, en cualquier caso, estaban lejos de ser invulnerables: estaban sujetos a enfermedades, podían morir, y necesitaban comida, bebida y descanso. La comida orca, aunque poco apetitosa por regla general, puede ser consumida por otras razas: Tuor siente hambre cuando ve a los Orcos asar carne; y en manos de los Uruk-Hai, Merry y Pippin se alimentan de pan orco y beben un extraño brebaje, por cierto, asqueroso, pero útil para recuperar fuerzas. Los Orcos que toman cautivo a Frodo asaltan su suministro de alimentos, y aunque desdeñan específicamente las lembas, comen el resto. También se dice que los Orcos comen caballos, ponis y burros y, lo que es más famoso, carne humana.

Al principio, Pippin se niega a comer un trozo de carne seca que le da un Orco, no tanto por delicadeza, sino porque no sabía qué tipo de carne podía ser. Sorprendentemente, no hay referencias canónicas de Orcos comiendo a otros Orcos [aunque presumiblemente la cadena alimentaria en Moria tuvo que funcionar de alguna manera]. Es curioso que los Orcos temieran que los Elfos los atormentaran y se los comieran si los hacían cautivos, cuando los Elfos claramente no participaban en ninguna de las dos actividades. En cuanto a la reproducción, los Orcos evidentemente se reproducen como los humanos, los Hobbits, los Enanos y los Elfos: a través del sexo que conduce al embarazo y la maternidad. Incluso se les conoce como formidables reproductores que se multiplican como moscas. Como se señaló anteriormente, los Orcos pueden y se cruzan con humanos mortales. A pesar de estas constantes referencias, Tolkien nunca nos presenta una Orco hembra [ver: La diversidad de género en «El Señor de los Anillos»]

La terrible cuestión de que los Orcos puedan cruzarse con los Elfos nunca es explorada en detalle. Tolkien es demasiado elegante para postular una situación en la que una Elfo deba ser sometida de este modo [una relación consensuada es inimaginable aquí], pero no obstante hace algunas insinuaciones, como los Orcos que toman cautiva a la elfa Celebrían, hija de Galadriel. Tolkien tampoco dice nada sobre la infancia o la crianza de los Orcos. ¿Estos nacían con una natural inclinación por el mal? ¿O se les enseñaba a ser crueles y despiadados? Es evidente que el tema de la infancia era importante para Tolkien, como queda claro en sus notas sobre niños hobbit y niños elfos. Es probable que, debido a ese interés, haya omitido decir algo sobre la miseria de la infancia orca.

En cuanto al aspecto físico [todos hemos sido condicionados por las películas], tanto El Señor de los Anillos como El Silmarillion carecen de descripciones precisas sobre la apariencia de los Orcos. De hecho, Tolkien proporciona más descripciones sobre cómo huelen los Orcos que sobre cómo se ven realmente. Sin embargo, en una carta posterior proporcionó una descripción de cómo él se imaginaba a los Orcos [empleando algunos estereotipos raciales obsoletos en nuestros días]. Irónicamente, escribió esto en una carta en la que criticaba el tratamiento cinematográfico propuesto de sus obras:


[Los Orcos son corrupciones de la forma humana, cuya forma más perfecta se encuentra en los Elfos. Son (o eran) rechonchos, anchos, de nariz chata, de piel cetrina, bocas anchas y ojos rasgados; de hecho, versiones degradadas y repulsivas de los tipos mongoles menos adorables (para los europeos)]


En las películas de Peter Jackson, las interpretaciones de los Orcos son más neutrales desde el punto de vista racial que la descripción de Tolkien, utilizando una paleta de grises con imperfecciones dermatológicas [ver: ¿Cómo era el aspecto de Sauron en realidad?]

Ahora bien, no todo era guerra y saqueo entre estas criaturas. Los Orcos, de hecho, tenían una vena creativa. Un pasaje de El Hobbit describe lo siguiente: «No hacen cosas hermosas, pero hacen muchas cosas inteligentes: martillos, hachas, espadas, dagas, picos, tenazas y otros instrumentos de tortura». Por otro lado, no hay mucho lugar para el placer entre los Orcos, aparte de la diversión que deriva de su crueldad. Como un posible vestigio de sus orígenes élficos, cantan; y son capaces de tener amistades duras y alianzas entre clanes, aunque estas son notablemente frágiles. Otro signo del origen genético de los Orcos como Elfos se encuentra en su capacidad de comunicación con ciertos animales. Así como los Elfos pueden comunicarse con animales buenos, los Orcos hacen lo mismo con los Huargos y lobos comunes.

Debido a que Tolkien nunca nos brinda la perspectiva narrativa de los Orcos, los lectores los experimentamos a través de sus actos, pero sobre todo sobre cómo los ven los demás. Nunca se presentan como comprensivos, amables o deseando estar libres del mal [aunque sí desean ser libres de sus amos]. El único personaje que intenta parlamentar con los Orcos, tratando de razonar con ellos [y por lo tanto humanizándolos un poco], es Gandalf, en el episodio de El Hobbit donde los Orcos capturan al grupo de Enanos y Bilbo. El rey de los Orcos, el Gran Goblin, no parece tener ningún interés en dialogar con Gandalf y de inmediato se produce una pelea.

No podemos culpar a Gandalf por intentarlo, tampoco a los demás por odiar a los Orcos. De hecho, no hay ningún personaje bueno que no haya sido afectado de una forma y otra por los Orcos: las guerras con los Enanos, el ataque a la Comarca, los bosques arrasados de los Ents, la guerra con Gondor y Rohan. Esto es en términos generales, pero también hay odios personales. Por ejemplo, los Orcos capturaron, envenenaron y atormentaron a la madre de Arwen, Celebrían. Si bien ella es rescatada, no puede ser curada, y parte hacia las Tierras Imperecederas. Esto configura una futura tragedia que casi parece predestinada. Los hijos de Celebrían juran venganza y se dedican a cazar Orcos, a veces en compañía de los antepasados ​​de Aragorn. En una de esas cacerías, los Orcos matan al padre de Aragorn. Así, los Enanos, los Mortales, los Elfos e incluso los Hobbits han sufrido a manos de los Orcos, y podrían haber sufrido mucho más si Sauron hubiera triunfado [ver: Cómo desaparecieron los Orcos de la Tierra Media después de la derrota de Sauron]

Si buscamos información sobre la ingeniería genética que creó a los Orcos encontraremos muy poco en El Silmarillion, donde estos se presentan como hordas de maldad sin rostro, incluso en el episodio donde los Elfos se encuentran por primera vez con los Orcos. No debían ser tan feos en aquel entonces, porque los Elfos los confunden con los Avari:


[Entre ellos estaban los Orcos, que luego provocaron la ruina en Beleriand; pero aún eran pocos y cautelosos. De dónde venían, o qué eran, los Elfos no lo sabían, pero creían que tal vez eran Avari que se había vuelto malvados y salvajes en la naturaleza.]


Tras esta tímida aparición de los Orcos, participan en una serie de batallas, cuyo éxito está vinculado a la suerte de sus amos. Cuando sus amos caen, los Orcos se dispersan y menguan, pero, como el mal mismo, algunos siempre sobreviven para reproducirse y ser convocados nuevamente. En general, los Orcos de El Silmarillion presentan un tipo de mal muy impersonal, tal es así que ninguno merece un nombre.

Los Orcos tienen varios niveles de importancia, más allá de ser carne para las espadas élficas. Si bien su rol es simple, es su lugar en la cosmología de la Tierra Media lo que los hace complejos, y plantea cuestiones de suma importancia como la naturaleza del mal, el libre albedrío y la redención. Al ser creados genéticamente, no parecen destinados a existir, sin embargo, existen, y prosperan en las circunstancias más adversas. Al respecto, Frodo señala lo siguiente después de presenciar a un Orco matando a otro, un acto que evita que Sam y él sean descubiertos:


[Ese es el espíritu de Mordor, Sam; y se ha extendido por todos sus rincones. Los Orcos siempre se han comportado así, o eso dicen todas historias, cuando están solos. Pero no puedes sacar mucha esperanza de eso]


La maldad de los Orcos no es la de los Ghouls o los Zombis somnolientos. Hay una vitalidad terrible en ellos, que se muestra en su ferocidad, disposición para luchar y reproducirse, y sus emociones impulsivas. Los Orcos, en cierto modo, están vivos pero caídos; un fenómeno de ingeniería genética, como si estuviesen programados para ser como son.

Ahora bien, si los Orcos son Elfos modificados genéticamente, ¿pueden redimirse?

Tolkien era reacio a descartar esto, aunque, al igual que con otros puntos cosmológicos en sus notas, explora varias interpretaciones. En uno de los textos de El Anillo de Morgoth (Morgoth's Ring), dice que los Orcos «podrían haberse vuelto irredimibles, al menos por los Elfos y los Hombres». En el mismo texto, parece contradecirse cuando afirma que, si un Orco alguna vez pedía misericordia, las buenas personas estaban obligadas a concederla, «incluso a un costo». Esto hace suponer que el arrepentimiento y la redención de un Orco, por improbable que fuera, era posible.

Un comentario en la Carta 153 echa algo de luz sobre la contradicción de los Orcos en términos de ingeniería genética; si bien no presenta una solución, resume el enigma cosmológico de los Orcos:


[Los Orcos serían los mayores pecados de Morgoth, abusos de su más alto privilegio, criaturas engendradas por el pecado y naturalmente malas. Casi escribí «irremediablemente malas»; pero eso sería ir demasiado lejos. Porque al aceptar o tolerar su creación, necesaria para su existencia real, incluso los Orcos se convertirían en parte del mundo, que es de Dios y, en última instancia, bueno]


Tolkien, entonces, es consciente de que Morgoth no creó a los Orcos, sino que corrompió a otra raza, los Elfos, y la modificó para adecuarse a sus intereses y necesidades. También parece haber sido consciente del atractivo que los Orcos tendrían para algunos lectores. La Nueva Sombra (The New Shadow) es el fragmento inicial de una historia ambientada en Gondor, unos cien años después de la caída de Sauron, donde se insinúa una especie de Culto de los Orcos entre los adolescentes de Minas Tirith [básicamente son chicos que juegan a ser Orcos]. En este futuro, una vez que los Orcos se han desvanecido lo suficiente como para ser solo parte del folclore, o una palabra, el mal intrínseco que los forjó genéticamente de algún modo persiste, inicialmente con cierta inocencia, en el juego de los niños, como señar de la potencial corrupción de los mortales.

Nunca sabremos en qué terminaba esta historia. Tolkien intentó trabajar en ella varias veces. Sin embargo, la abandonó sistemáticamente, diciendo que le resultaba «siniestra y deprimente; no vale la pena». Tolkien, al final, se negó a aplicar más creatividad a sus Orcos que la necesaria para hacerlos probables en la Tierra Media. En sus escritos, no tienen nada de valor que llamar propio, son tratados como carne de cañón y nunca se muestra su elusiva redención. Pero, tal vez, los Orcos abandonados a sí mismos, sin la necesidad [o la programación] de adorar a Morgoth y Sauron, por fin encontraron la gracia de Eru eventualmente.




Tierra Media. I Taller gótico.


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El artículo: Morgoth y la ingeniería genética que creó a los Orcos fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

La diversidad de género en «El Señor de los Anillos»


La diversidad de género en «El Señor de los Anillos».




Hace mucho, mucho tiempo, un lector joven y obsesionado con J.R.R. Tolkien (quien escribe) le prestó El Señor de los Anillos a una amiga, totalmente convencido de que se vería inmersa en el amplio universo de la Tierra Media. Algunas semanas después, aquella amiga me devolvió la trilogía. En sus ojos no detecté el brillo habitual que despiden los nuevos adeptos al culto.

—¿Qué te pareció? —pregunté, bastante alarmado por su aparente inmunidad.

—Muchos viejos y muy pocas mujeres jóvenes. El Señor de los Anillos no tiene personajes femeninos significativos. ¡Eowyn es solo un personaje secundario y definitivamente no es suficiente!

¡Blasfemia!

En ese momento consideré que mi amiga padecía algún tipo de desorden cognitivo que le impedía disfrutar lo que a todas luces era una obra brillante. Todavía lo pienso. Pero quizás no estaba tan errada en su observación. Los personajes femeninos definitivamente no son el punto fuerte de El Señor de los Anillos.

Lo cierto es que El Señor de los Anillos es una de esas obras aceptadas y queridas tanto por hombres como por mujeres. No hay distinciones de género entre sus fanáticos. Sin embargo, es probable que la afirmación de mi amiga no haya sido del todo injusta.

En efecto: El Señor de los Anillos no tiene demasiados personajes femeninos significativos. De hecho, la falta de diversidad de género en la trilogía es una de las críticas comunes que se le hacen a la monumental obra de Tolkien; incluso Margaret Atwood se pronunció al respecto, afirmando que El Señor de los Anillos solo tiene tres personajes femeninos importantes, y eso si contamos a una araña descomunal (ver: El Machismo en el Horror).

¿Qué tan justo es este reclamo?

No estamos en condiciones de dar una respuesta concluyente al tema de la diversidad de género en El Señor de los Anillos, pero sí debo confesar que, ante la indignación inicial por el comentario de mi amiga, me abstuve de prestarle El Hobbit, donde las únicas presencias femeninas son una referencia a la madre fallecida de Bilbo, Belladonna, y las arañas gigantes de Mirkwood (ver: Los 8 sueños en «El Señor de los Anillos»)

Ahora bien, ¿El Hobbit sufre por su naturaleza dominada claramente por los hombres?

En absoluto. Funciona como todas las obras de Tolkien, con una coherencia interna implacable. Tal es así que El Hobbit sí sufrió, y mucho, cuando Peter Jackson decidió rectificar la falta de mujeres en El Hobbit con una Tauriel bastante deslucida e irrelevante para el desarrollo de la historia.

Yo no creo que falten mujeres en El Señor de los Anillos, pero también es justo decir que no hay demasiadas. No faltan porque la trilogía, a mi modo de ver, es perfecta tal como fue ejecutada por Tolkien. También dudo que la diversidad de género sea un asunto importante aquí.

De todos modos, y para jugar un poco al abogado del diablo, veamos qué tan en lo cierto estaba mi amiga en relación a la ausencia de personajes femeninos significativos en la trilogía, no ya en la Tierra Media en un rango más amplio, como el que se presenta en El Silmarillion, donde sí hay una abundancia femenina en roles importantes.

Bien, consideremos entonces los personajes femeninos significativos en El Señor de los Anillos, es decir, aquellos que tienen algún grado de importancia para la historia: Galadriel, Éowyn, Baya de Oro, Arwen, Lobelia Sackville-Baggins, la señora Maggot, Rosie Cotton, Elanor Gamgee, y Shelob.

Algunas de estas mujeres son interesantes y significativas, otras, simplemente prácticas: Arwen y Rosie están relegadas al ámbito de la recompensa del héroe (ver: ¿Qué pasó con Aragorn y Arwen después de «El Señor de los Anillos»?), mientras que Elanor, además de ser el retrato vivo del feliz matrimonio de Sam y Rosie, es un personaje con motivos prácticos, que existe simplemente para explicar cómo el Libro Rojo se preservó en la Tierra Media después de que Sam cruzó el mar. Finalmente, la señora Maggot está allí únicamente para proporcionar hongos y cerveza a nuestros protagonistas

En resumen, podemos descartar a estas mujeres por ser poco importantes para la historia.

En una segunda línea están los personajes menores pero que tienen personalidad, como Ioreth, aquella mujer sabia de las Casas de Curación de Gondor; y Baya de Oro.

Ioreth parece un personaje totalmente secundario, pero que tiene una función primordial en la historia: mantener viva la sabiduría popular del Oeste, un tanto olvidada en Minas Tirith. Baya de Oro, como Tom Bombadil, es un personaje misterioso, gentil y agradable, una especie de personificación del río. Al igual que Tom, hay mucho más en Baya de Oro de lo que se ve a simple vista. No obstante, nunca lo sabremos. Ella es esencialmente un enigma.

Eso deja a Éowyn, Lobelia, Galadriel y Shelob cómo únicos personajes femeninos realmente significativos en El Señor de los Anillos.

Éowyn es la única que rechaza los roles tradicionales asignados a las mujeres, e incluso después de enamorarse de Faramir parece optar por una dinámica de poder matriarcal, casi precursora del feminismo en la Tierra Media (ver: El feminismo de hoy desde la ficción de ayer).

Lobelia, Galadriel y Shelob, por el contrario, no necesitan rebelarse contra el sistema. Se encuentran en posiciones prominentes en sus respectivos ámbitos, aparentemente dominado por hombres. Son, por derecho propio, matriarcas.

La primera de estas matriarcas, Lobelia, es más inteligente y dura que su esposo, y eso se manifiesta en la persistencia con la que busca apropiarse de Bolsón Cerrado —¡Incluso ataca a los rufianes de Saruman con paraguas!—. Sin embargo, y a pesar de su evidente fortaleza, ¿es Lobelia un personaje importante en El Señor de los Anillos?

No, al menos en lo que respecta a la historia más amplia de la Guerra del Anillo. La personalidad de Lobelia parece grosera y desagradable, y ciertamente se presta a la risa, incluso a la sátira social. En definitiva, los ambiciosos Sackville-Baggins parecen ser una representación poco amable de ciertos sustratos de la clase media.

Sin embargo, no deberíamos juzgar apresuradamente a Lobelia. Ella es un elemento clave dentro de sus parámetros sociales particulares, y vencer a Lobelia en su propio territorio no es algo que deba tomarse a la ligera. De hecho, Tolkien deja en claro que es su arresto lo que marca el momento en que los Hobbits pierden el control de la Comarca ante Saruman.

Galadriel pertenece a un orden superior. Junto con Saruman, Gandalf y Elrond, es una de las pocas personas en la Tierra Media que podrían usar el Anillo de forma competente contra Sauron. Además, es portadora de uno de los Tres Anillos, pertenece a un linaje ilustre, y claramente lleva los pantalones en su relación con Celeborn.

En resumen, Galadriel es una matriarca élfica como ninguna otra. Sí, es cierto que fue Celeborn quien lideró la conquista de Dol Guldur, pero es ella quien derribó sus muros y dejó al descubierto sus fosas. Ciertamente ejerce un inmenso poder sobre las áreas que controla. Pero, ¿es Galadriel un personaje femenino importante en El Señor de los Anillos?

En cierto sentido, no.

Quiero decir, evidentemente es una mujer poderosa, pero realmente no tenemos ocasión de presenciarlo en la trilogía. Al igual que Tom Bombadil, Galadriel proporciona un respiro en la aventura de la Comunidad, y regalos y compañía y sabiduría antes de que sigan adelante, pero la historia seguría funcionando perfectamente sin ella.

El problema con este tipo de razonamiento consiste en que no distingue entre los personajes cosméticos, digamos, y aquellos de menor importancia. Por tal caso, la trama de El Señor de los Anillos funcionaría igual sin Legolas y Gimli también, aunque todos podemos coincidir en que no sería la misma historia (ver: ¿Qué fue de Legolas y Gimli después de «El Señor de los Anillos»?).

No es que Tolkien decidiera darle un rol menos importante a Galadriel, por el contrario, simplemente es consistente con la trama. Los elfos se están desvaneciendo de la Tierra Media, y la Guerra del Anillo no es la causa de Galadriel, aunque ciertamente dará toda la ayuda que pueda. Es decir que la participación de Galadriel en la trama es exactamente la que ella está en condiciones de proporcionar teniendo en cuenta sus circunstancias.

Si Lobelia y Galadriel son ejemplos de grandes matriarcas en El Señor de los Anillos, Shelob necesariamente debe ocupar un párrafo aparte.

A diferencia de Sauron, Shelob solo opera dentro de los límites de su guarida, pero es quizás el único ser en la Tierra Media (además de Tom) a quien literalmente no le importa el resultado de la Guerra del Anillo. Pero, ¿es ella significativa para la trama de El Señor de los Anillos?

Indiscutiblemente. Shelob es el eje de la traición planificada de Gollum; además, en su calidad de villana, es fundamental para sacar relucir a un héroe inesperado en la historia: Sam Gamgee.

Pero incluso las matriarcas de El Señor de los Anillos se ven sujetas a cierta influencia geográfica, en cierto modo, a quedarse en casa. Lobelia no tiene influencia más allá de La Comarca, Shelob ni siquiera sale de Cirith Ungol, e incluso Galadriel rara vez se aventura más de los límites de Lothlórien.

Solo un personaje femenino en El Señor de los Anillos busca entrar en un campo diferente al suyo, e incluso entonces lo hace por todas las razones equivocadas: Éowyn.

Clasificar a los personajes de una obra es un asunto delicado, porque la misma línea de razonamiento que deduce el supuesto carácter superfluo, por ejemplo, de Éowyn, también puede llevarnos a concluir que también lo son Denethor, Faramir, incluso Merry y Pippin. De hecho, todos los personajes de El Señor de los Anillos, fuera de Frodo, Sam, Gollum, Gandalf, Aragorn y Sauron, son secundarios. Si borráramos a Éowyn, habría que eliminar la muerte del Rey Brujo de Angmar. En consecuencia, ya no tendríamos la Batalla de los Campos de Pelennor tal como la conocemos.

Éowyn es evidentemente el personaje femenino más importante de El Señor de los Anillos, aunquen no necesariamente el más impactante o poderoso. De hecho, tiene un mayor significado narrativo que su hermano, Éomer; e incluso que su tío, Théoden.

Pero, si Éowyn es tan importante, ¿qué puede decirnos sobre las representaciones femeninas de Tolkien?

Mucho.

Los resentimientos subyacentes de Éowyn, la sensación de encierro, el miedo de pasar su juventud cuidando a un tío anciano, son muy reales y muy comprensibles aun fuera del contexto de la Tierra Media.

A pesar de ese resentimiento, Tolkien no hace de Éowyn un personaje que se vuelve mezquino y vengativo con los hombres. Éowyn solo desea escapar. Primero a través de su amor no correspondido por Aragorn, y luego, cuando éste no le retribuye sus sentimientos, a través de la muerte; una muerte heróica, por cierto, digna de una guerrera.

Es decir que el viaje de Éowyn a la guerra, disfrazada de hombre, no posee un trasfondo feminista, es decir, no funciona como una especie de ruptura del techo de cristal mediante el cual una mujer trata de obtener los mismos derechos que un hombre, aunque sea en la guerra. Afirmar tal cosa es ignorar la psicología subyacente del personaje. En el fondo, Éowyn es tan suicida como Denethor. Incapaz de tener la vida que desea, al menos ambiciona tener una muerte digna, luchando.

Sí, evidentemente Éowyn logra un hazaña formidable al derrotar al Rey Brujo, pero alguien que se dirige a la guerra en busca de su propia muerte no parece ser un motivo loable, y ese es el deseo inicial de Éowyn. No es asombroso que sea Faramir, un hombre gentil, cariñoso, y sobre todo con una mirada crítica de la guerra, quien logra conectarse con ella.

De ningún modo estamos en condiciones de decir la última palabra acerca de los personajes femeninos en El Señor de los Anillos, pero lo cierto es que son escasos. Sin embargo, lo que quizás escasea en cantidad, a menudo se compensa en calidad en la Tierra Media.




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¿Qué pasó con Aragorn y Arwen después de «El Señor de los Anillos»?


¿Qué pasó con Aragorn y Arwen después de «El Señor de los Anillos»?




La historia de amor entre Aragorn y Arwen es tan decisiva como secundaria en el desarrollo de la novela. De hecho, poco y nada se dice en El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings) sobre cómo se conocieron, salvo detalles circunstanciales, y menos aún cuál fue su destino después de la destrucción del Anillo Único y la caída de Sauron.

J.R.R. Tolkien se reservó esa información para un apéndice de la novela, titulado: El cuento de Aragorn y Arwen (The Tale of Aragorn and Arwen).

Tras la derrota de Sauron, Aragorn fue coronado rey de Gondor con el nombre: Elessar, un apodo en Quenya que le había sido otorgado por Galadriel —abuela de Arwen, es decir, su suegra—, y que traducido al inglés significa Elfstone, «piedra de elfo».

Poco después Aragorn contrajo matrimonio con Arwen, más precisamente el 24 de junio del año 3019 de la Tercera Edad.

La pareja tuvo un hijo varón, Eldarion, que dio inicio a la Casa de Telcontar, otra palabra en Quenya que significa «trancos». También tuvieron dos hijas, aunque J.R.R. Tolkien no proporcionó sus nombres.

Durante los primeros años juntos, Aragorn y Arwen reinaron sobre Gondor y Arnor con gran prosperidad, renovando buenos términos de convivencia con hombres, elfos y enanos, y recuperando los territorios perdidos en los últimos siglos (ver: Los 8 sueños en «El Señor de los Anillos»)

A la edad de 210 años, con 122 en el trono de Gondor, Aragorn murió por voluntad propia; lo cual no es un suicidio, sino más bien una retirada de la vida, facultad propia de los hombres con sangre de Númenor.

Así describe la escena J.R.R. Tolkien:


Luego, yendo a la Casa de los Reyes en la Calle Silenciosa, Aragorn se recostó en el largo lecho que le habían preparado. Allí se despidió de Eldarion, y entregó en sus manos la corona alada de Gondor y el cetro de Arnor; y luego todos lo dejaron solo, excepto Arwen.

(Then going to the House of the Kings in the Silent Street, Aragorn laid him down on the long bed that had been prepared for him. There he said farewell to Eldarion, and gave into his hands the winged crown of Gondor and the sceptre of Arnor; and then all left him save Arwen)


Las últimas palabras de Aragorn fueron:


Contamplad, no estamos atados a los círculos del mundo, y más allá hay algo más que recuerdos. Adiós.

(Behold, we are not bound to the circles of the world, and beyond them is more than memory. Farewell)


Su cuerpo fue enterrado en la Casa de los Reyes, y junto a él fueron trasladadas las tumbas de Merry y Pippin, quienes habían muerto en Gondor 58 años antes.

Arwen, sumida en la tristeza —según Tolkien, como si la luz de sus ojos se hubiese agotado—, le dijo adiós a su esposo, luego a su hijo, Eldarion, y a sus dos hijas, y entonces se fue de Minas Tirith.

Arwen vagó durante un tiempo por la Tierra Media hasta llegar a Lothlórien, la tierra de su juventud, ya desierta de elfos. Anduvo allí bajo los árboles, hasta que, un año después del fallecimiento de su esposo, a la edad de 2901 años, murió en la colina de Cerin Amroth, el mismo lugar en el que había visto a Aragorn por primera vez.

Ese fue el final de la historia de amor de Aragorn y Arwen en la Tierra Media.

Es importante mencionar que la unión entre Aragorn y Arwen tuvo fuertes consecuencias políticas y sociales en la Tierra Media, ya que reunió una genealogía destinada al olvido en caso de que Sauron hubiese ganado la Guerra del Anillo.

En principio, Arwen es pariente sanguínea de Aragorn.

Elros Tar-Minyatur, hermano del padre de Arwen, Elrond, es también uno de los ancestros de Aragorn y el primer rey de Númenor. Elros eligió ser un hombre mortal, y de esa rama de la familia proviene Aragorn; mientras que Elrond eligió el privilegio de los elfos, de cuyo linaje proviene Arwen.

En otras palabras, Aragorn y Arwen son primos, separados por cientos de generaciones de hombres, pero apenas una en el linaje de los elfos.

El matrimonio de Aragorn y Arwen reunió así la división de los Medio Elfos —Elros y Elrond—, pero también sirvió para preservar las líneas de sangre de los Altos Elfos —Ingwë, Finwë, Olwë y Elwë—, todos ellos ancestros de la pareja; y, a través de Arwen, el linaje de Melian, reina de Doriath, que perteneció a la raza de los Maiar, especie de ángeles de segundo orden dentro de los cuales se encuentran nada menos que Gandalf y Sauron.




Tierra Media. I Mitología comparada.


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¿Qué fue de Legolas y Gimli después de «El Señor de los Anillos»?


¿Qué fue de Legolas y Gimli después de «El Señor de los Anillos»?




Legolas, hijo de Thranduil y príncipe de los Elfos del Bosque Negro; y Gimli, hijo de Glóin, descendiente de Dúrin y próspero Enano de las Montañas Azules, son dos personajes fundamentales en El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings) de J.R.R. Tolkien, y cuya participación en la Comunidad del Anillo, mucho más digna en la novela que en la adaptación cinematográfica, fue decisiva para la derrota de Sauron.

Sin embargo, después de los hechos narrados en El Señor de los Anillos, cuando el Anillo Único fue destruido, Aragorn asumió el reinado de Gondor, y Gándalf, Galadriel, Elrond, Bilbo y Frodo abandonaron la Tierra Media, el destino de Legolas y Gimli permanece incierto, incluso para muchos de los que leyeron la novela.

Lo cierto es que J.R.R. Tolkien no aclara en ningún pasaje de El Señor de los Anillos qué fue de Legolas y Gimli. Es en su vasto corpus de apéndices, crónicas y notas posteriores al advenimiento de la Cuarta Edad, donde el destino de estos dos amigos, cuya relación echó por tierra milenios de rencor y enemistad entre elfos y enanos, por fin fue revelado.

Repasemos la escasa pero precisa información que J.R.R. Tolkien nos brinda sobre estos dos personajes; insistimos, la cual no aparece en la novela, y mucho menos en las películas (ver: Los 8 sueños en «El Señor de los Anillos»)

Después de la boda entre Aragorn y Arwen en Minas Tirith, Gimli partió hacia Anglarond, donde estableció una colonia de enanos y se convirtió en señor de las Cuevas Relucientes (Glittering Caves), cerca del Abismo de Helm.

Este grupo de enanos mantuvo buenas relaciones con Rohan y Gondor; de hecho, los artesanos de Gimli reconstruyeron las viejas puertas de Minas Tirith, destruidas tras el asedio de Sauron, empleando la veta de Mithril que habían descubierto en Anglarond.

Por su parte, tras la coronación de Aragorn, Legolas se mantuvo cerca de Gondor. Fundó una colonia de elfos en Ithilien, y se dedicó principalmente a restaurar el devastación producida por la Guerra del Anillo en los bosques de la zona.

Según el Libro Rojo de la Frontera del Oeste, aquel que comenzara a escribir BilboHistoria de una ida y una vuelta (There and Back Again)—, luego continuado por Frodo —La caída del Señor de los Anillos y el retorno del Rey (The Downfall of the Lord of the Rings and The Return of the King)—, y finalmente en posesión de la familia Gamgee, se afirma que, tras realizar aquellos trabajos, Legolas y Gimli se volvieron a reunir para cumplir la promesa mutua que se habían dado en la novela: visitar juntos el bosque de Fangorn, y luego las cuevas del Abismo de Helm.

En el Libro Rojo también se cuenta que, tras recibir la noticia de la muerte de Aragorn; Legolas, cuya edad no se aclara en ningún texto de Tolkien, envió un mensaje a Gimli, de 262 años de edad, para visitar juntos la tumba del rey.

Posteriormente, Legolas construyó un barco en Ithilien, con la intención de navegar hacia Valinor junto a Gimli, y así abandonar la Tierra Media. El hecho, según Tolkien, no tenía antecedentes, ya que hasta entonces ningún enano había sido recibido en las Tierras Imperecederas, donde los Dioses, los Valar, conviven con los Elfos.

El afecto incondicional de Legolas por Gimli seguramente influyó para que el enano pueda llegar a Valinor, pero es probable que haya sido Galadriel, que en Lórien accedió al audaz pedido de Gimli de regalarle un rizo de su cabello, la que resolvió aceptarlo en las Tierras Imperecederas.

Fue así que Legolas y Gimli se fueron juntos de la Tierra Media. Con esta breve frase Tolkien describe la importancia de ese evento:


Y cuando ese aquel partió, llegó el final en la Tierra Media de la Comunidad del Anillo.

(And when that ship passed an end was come in Middle-earth of the Fellowship of the Ring)




Mitología. I Tierra Media.


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Grandes cuentos de Lord Dunsany


Grandes cuentos de Lord Dunsany:




Los cuentos de Lord Dunsany se encuentran entre los mejores del género fantástico, llegando a influir poderosamente en autores como H.P. Lovecraft, J.R.R. Tolkien, Jorge Luis Borges y Ursula K. Le Guin; entre tantos otros.

Por lo general, en los cuentos de Lord Dunsany se combinan el folklore y las leyendas, y sobre todo los mitos celtas, para dar forma a un nuevo estilo que se basa, por un lado, sobre la tradición popular, pero también sobre fuertes elementos oníricos, es decir, sobre la necesidad del hombre de todas las épocas de soñar con seres mágicos y lugares de ensueño.

En este contexto, los relatos de Lord Dunsany poseen una gran habilidad para introducir al lector en los secretos mejor guardados de la naturaleza y su vínculo con lo mágico: hadas, elfos, bosques embrujados, ciudades pobladas por lánguidas criaturas inmortales; todo eso es parte del universo de Lord Dunsany.

En esta sección daremos cuenta de algunos de los grandes cuentos de Lord Dunsany, aquellos que, a nuestro entender, resumen lo mejor de su producción literaria.




Los mejores cuentos de Lord Dunsany:




Más autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


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Nuckelavee: el elfo que Tolkien nos ocultó


Nuckelavee: el elfo que Tolkien nos ocultó.




Nuckelavee pertenece a una singular raza de elfos proveniente de Escocia, más precisamente de las Islas Orkney; cuya fisionomía no se asemeja en nada a la idea general que existe sobre estas criaturas, y mucho menos a los elfos que describe J.R.R. Tolkien dentro de su Tierra Media.

El Nuckelavee carece de piel. Su cuerpo está cubierto por una intrincada red de gruesas venas amarillentas que transportan una sangre negra y espesa.

Posee una altura prodigiosa y una boca descomunal que nace al costado de las orejas. Sobre sus labios, retraídos en una mueca atroz, no se observa ninguna nariz, sino dos globos esféricos e inyectados en sangre.

Sus brazos son tal largos que la mayoría del tiempo debe arrastrarlos al caminar.

Otros cronistas lo describen como una versión desmejorada de los centauros de la mitología griega.

La palabra Nuckelavee podría significar «demonio del mar», lo cual lo inscribe en una larga estirpe de criaturas sobrenaturales acuáticas. Sus leyendas estaban tan extendidas en Escocia que su nombre, ligeramente actualizado, se convirtió en un apodo de Satanás en persona: Old Nick.

En Escocia se cree que el Nuckelavee infecta a sus víctimas con una enfermedad que no puede adquirirse de otro modo. Se la llama mortasheen; y ocurre cuando esta criatura arroja su aliento ponzoñoso sobre alguien, causando un rápido agotamiento físico y luego la muerte.

Acto seguido, el Nuckelavee devora la carne y los huesos de los desgraciados que han tenido la mala fortuna de cruzarse con él.

Además de este particular gusto por la carne humana, el Nuckelavee causa todo tipo de reacciones anómalas en el ganado. Su presencia provoca que los animales se arrojen al vacío desde los célebres acantilados de aquellas islas.

Mediante una estratagema, el Nuckelavee puede atraer al ganado desde largas distancias con su canto, casi siempre hacia su guarida entre las rocas de la costa. Una vez que los animales se hallan dentro de la órbita de su hedor particular, simplemente enloquecen.

La única forma que los cronistas mencionan para ahuyentar al Nuckelavee es quemando algas, cuyo aroma le recuerda viejas deudas con el mar; aunque durante un encuentro singular se lo puede matar empleando cualquier arma de hierro.

Durante los meses estivales este feroz elfo se retira hacia las profundidades, donde con otras criaturas innombrables le rinde culto a una extraña diosa llamada Mither O’ the Sea, deidad similar al Poseidón griego aunque con un temperamento mucho más celoso.

Algunos estudiosos de la obra de J.R.R. Tolkien afirman que el Nuckelavee asesoró a Sauron antes de seducir a los herederos de Elendil en las costas de la Tierra Media, y aún que su destino ingrato se explica como linaje extraviado de los Altos Elfos que se sintieron atraídos por la nigromancia.




Más mitología comparada. I Más sobre Elfos.


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Alp: los Elfos de las pesadillas


Alp: los Elfos de las pesadillas.




La palabra Alp define a una raza de elfos provenientes de Alemania, cuyo pasado se hunde en el más remoto folklore pre-ario. El Alp no posee una forma definida, mejor dicho, posee muchas formas, tan cambiantes que no es inusual que los folkloristas lo confundan con otras criaturas fantásticas de la mitología nórdica.

Originalmente, Alp significaba sencillamente «elfo», aunque de un modo despectivo, haciendo mención a los Elfos Oscuros (Svartalf) de la mitología escandinava. Sus únicas características que se han perpetuado a lo largo de los siglos son sus cuernos, ocultos bajo un inamovible sombrero blanco, y una tos recurrente, durante la cual los Alps expectoran polillas y mariposas nocturnas.

Generalmente los Alp son masculinos, o se muestran como masculinos. Pueden asumir la forma de cualquier animal, aunque prefieren mostrarse como pájaros, gatos, perros, cerdos y serpientes. Poseen una fuerza física notable e incluso conocen los secretos de la invisibilidad.

Durante muchos años se asoció a los Alps con los demonios, de hecho, se los incluyó en varios diccionarios demonológicos, grimorios y libros prohibidos de la Edad Media; pero lo cierto es que, por definición, un demonio jamás ha sido humano, y los Alp sí.

Los primeros relatos sobre esta raza de elfos aseguran que los Alp son, en realidad, las almas de los niños que mueren durante el parto. Tal vez por eso acechan obsesivamente a las mujeres, por las que sienten un vivo rencor y un deseo igualmente intenso.

Una vez que han seleccionado a su víctima, casi siempre sus propias madres, los Alp se deslizan sobre ellas como una nube espesa y furtiva, justo en el momento de mayor debilidad: el sueño. Luego se sientan sobre su pecho y aspiran todo el aire de sus pulmones, impidiendo que inhalen con regularidad. De este modo los Alp llevan a las mujeres a un estado de inconsciencia, durante el cual se alimentan de sangre o leche, si la dama en cuestión es capaz de proveerla.

Al mismo tiempo, los Alp inducen abominables pesadillas eróticas durante el proceso de succión. En la Edad Media hubo casos registrados por monjas infidentes en los que se asegura que muchas mujeres despiertan en pleno ataque, completamente imposibilitadas de gritar debido a la enorme presión que ejercen estos elfos sobre los pulmones.

Henry Fuseli ha pintado un cuadro magnífico llamado Pesadilla (Nightmare) donde se retrata el ataque de un Alp sentado sobre una mujer durmiendo, rodeado por las visiones infernales que proyecta sobre ella [ver: Los secretos de «La pesadilla» de Henry Fuseli]

Cuando el ataque posee tintes eróticos, es decir, sueños eróticos impuestos, los Alp son llamados Alpdrücke, que literalmente significa «presión de elfo»; y cuando el erotismo está prolijamente ausente es llamado Albtraum, «sueño de elfo», es decir, pesadilla.

Los hermanos Grimm, que además de recopilar cuentos de hadas se dedicaban intensamente a la filología, mencionan que si la mujer atacada pronuncia la palabra Alp, éste se convierte súbitamente en un amante gentil, incluso generoso, y deja de lado sus necesidades de sangre y leche en favor del placer femenino; detalle que fue prudentemente eliminado de los tratados demonológicos del romanticismo, ya que el reencuentro incestuoso de una madre con su hijo muerto es, francamente, demasiado para cualquiera.

Los animales, en cambio, tienen menos suerte cuando son atacados. El Alp normalmente tritura la cabeza de gatos, conejos, incluso de caballos, y luego pasa a alimentarse de sangre y materia gris.

Algunos sostienen que el verdadero alimento de los Alps son los sueños, más concretamente, las pesadillas. Leyendas de la región de Colonia aseguran que los Alps dejan su sombra sobre el pecho de la durmiente y se introducen a través de las fosas nasales como un gusano alargado y ciego, con la intención de administrar desde el interior la textura, el volumen y la intensidad de las pesadillas.

Los Alps son insólitamente fieles con sus amadas, a quienes visitan aún debiendo atravesar grandes distancias, y no las abandonan hasta que éstas mueren, o bien logran ahuyentarlos mediante los siguientes procedimientos. El más difícil es robarle el sombrero. Sin él los Alps pierden todos sus poderes y se convierten en solícitos esclavos domésticos. De hecho, se sabe al menos de un caso en el que una monja conservó a un Alp durante cincuenta años, obligándolo a realizar toda clase de tareas deshonrosas, entre ellas, higienizar a la piadosa hermana.

Jacobo Grimm se burla de esta tradición, señalando que una monja esclavizando a un elfo es menos impresionante que imaginarla pariendo a su futuro sirviente.

Dejando de lado las recopilaciones de los hermanos Grimm, los Alp provienen de la situación más traumática que puede vivir una mujer: la muerte de un hijo. Los Alp son un reflejo de este horror atávico. Sus necesidades lácteas resumen una de las imágenes más horrorosas que nos ofrece la mitología nórdica: el cadáver de un infante, deforme y contrahecho, vistiendo un absurdo sombrero blanco, igual al de los recién nacidos bajo la égida de Odín, arrastrándose como un insecto descomunal para beber la leche del seno materno.

En la región teutona de Kiel, se explica mediante los Alp el hecho de que algunas mujeres sigan produciendo leche luego de la muerte de su hijo; y aún más, en una balada espeluznante sobre la Tarnkappe, es decir, aquel manto que facilitaba la invisibilidad, una madre infortunada alaba las visitas del Alp, último despojo del alma de su hijo, cuyas visitas nocturnas son el único consuelo que le queda.




Elfos. I Mitología comparada.


Más literatura gótica:
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Poemas de Elfos.


Poemas de Elfos.




Los Elfos han sido de particular interés para el mito y la leyenda, pero también para otro lenguaje mágico: la poesía. Existen muchos poemas de elfos, tal vez menos conocidos que los dedicados a sus parientes, las hadas, pero con igual impacto en la tradición poética.

A continuación compartimos algunos de estos grandes poemas de elfos.




Poemas de Elfos.




El resumen de los mejores poemas de elfos fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Seid: el hechizo nórdico.


Seid: el hechizo nórdico.




Hablar del Seid y los hechizos es algo redundante, ya que para los antiguos escandinavos la palabra seiðr designaba un amplio espectro de hechizos realizados por mujeres.

El Seid no era, desde luego, un tipo específico de hechizos. De hecho involucraba numerosas posibilidades esotéricas; entre ellas, el Galdr, una especie de «encantamiento». Las oficiantes del Seid, como se ha dicho, eran especialmente las mujeres, aunque había algunas excepciones con hombres de probada sensibilidad, llamados Seiðmaðr, los «hombres Seid».

Este término luego pasaría a convertirse en un insulto que denotaba un temperamento poco viril, no tanto por su asociación con las mujeres sino con la práctica del Seid, a menudo tomada como un arte que buscaba manipular la conducta de los demás a través de medios innobles.

Estas brujas vikingas a las que hacíamos referencia eran llamadas Seiðkona, las «mujeres Seid», y a veces Völva, palabra que designaba tanto a una vidente como una bruja. Para entender la importancia de estas mujeres en la cultura nórdica pensemos que Odín, el padre de los dioses, consultó a una Vala, es decir, una Völva, para informarse sobre el destino de los dioses en el Ragnarok.

Se dice que El libro del Seid está oculto en los símbolos de la Voluspa, «La profecía de la vidente», es decir, de la Völva, y que solo algunas mujeres son capaces de desentrañarlo hasta su forma primigenia.

Paradójicamente en el terreno divino no solo las mujeres practicaban el Seid. Freya es el ejemplo idílico de la Diosa-Mujer-Bruja; pero también Odín se interesó por esta rama del ocultismo. Hecho que lo avergonzaba terriblemente, ya que era una actividad propia del género femenino. A tal punto se sentía disminuído por su afición al Seid que Odín jamás respondió ante un insulto terrible de Loki, que lo acusó de Seiðmaðr, básicamente llamándolo «delicado».

Los intérpretes del paganismo, y sobre todo sus defensores, argumentan que Odín estaba por encima de los dilemas morales que sujetan al resto de las criaturas, celestes o terrenales, y que en definitiva podía hacer lo que se le de la gana sin desmedro de su virilidad.

Los nórdicos han dejado pocos registros sobre el origen del Seid, ni de quienes lo aprendieron. Es en los mitos anglosajones donde hallamos el verdadero origen del Seid y su vínculo con una raza de criaturas con fuerte presencia en todo el continente: los Elfos.

En Inglés Antiguo existe dos palabras análogas que provienen del Seid nórdico: Sidsa y Siden. Ambas designaban un tipo de magia distinto del habitual, es decir, de la magia practicada por humanos, para las cuales existían la palabra Wicca y, más adelante, witch. El Seid, en definitiva, era la magia de los Elfos [ælfe], quienes compartieron sus conocimientos con unas pocas mujeres que juraron perpetuar ese saber [ver: El culto a los Elfos]

A decir verdad, nadie tiene una noción acabada sobre los límites del Seid, qué era concretamente o cuáles eran sus objetivos. Snorri Sturlson razona que podría tratarse de algún tipo de magia que buscaba «manipular» el comportamiento de los hombres; pero que también servía para adivinar el futuro e incluso modificarlo si no era agradable a los ojos de la Seiðkona.

Para otros, el Seid es una de las formas más intrínsecamente nórdicas del chamanismo. En la Saga de Erik el Rojo, una Seiðkona que habitaba en lo que hoy es Groenlandia, aparece vestida con una extraña piel de gato blanco sobre los hombros y un seiðstafr, un símbolo mágico, usado con propósitos que facilitaban el éxtasis y la transfiguración. En este sentido, para manipular el Seid era imprescindible acceder a un estado alterado de conciencia, algo bastante lógico si pensamos que sus creadores eran nada menos que los Elfos, criaturas que oscilan entre lo material y lo etéreo.

El vínculo entre el Seid y la magia de los Elfos no sólo es una conjetura a causa de su utilización por los pueblos sajones y anglos. Los propios escandinavos reflejaron el parentesco entre los Elfos y el Seid; tal vez porque [así lo anuncian las leyendas] las mujeres continuaron teniendo tratos con los Elfos mucho después que los hombres dejaron de verlos.

Dentro de los mitos nórdicos se habla de una raza marítima llamada Vanir, una especie de dioses del mar que para muchos eruditos se corresponden estrechamente con los Elfos. En la Saga de Ynglinga se explica como los Vanir [en términos de supuestos Elfos] enseñan a la Diosa Mujer por excelencia, Freya, los secretos del Seid y su poderosa influencia sobre los deseos de los hombres:


«La hija de Njord era Freyja. Ella presidía sobre los sacrificios. Fue ella quien primero enseñó a los Aesir en conocimiento del Seid, que había aprendido de los Vanir.»

[Dóttir Njarðar var Freyja. Hon var blótgyðja. Hon kenndi fyrst með Ásum seið, sem Vönum var títt.]


En definitiva algunas magias parecen provenir de sitios en donde la lógica resulta inaplicable para explicar lo que es y diferenciarlo de lo que podría ser.




Mitología nórdica. I Hechizos.


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La guerra entre los Aesir y Vanir.


La guerra entre los Aesir y Vanir.




La mitología nórdica nos ofrece, además del Ragnarok, una de las guerras más interesantes de todos los ciclos mitológicos: la guerra entre Aesir y Vanir, es decir, entre los Señores del Asgard y los Dioses del Mar.

La información sobre este conflicto antiquísimo es vaga, fragmentada, y penosamente sobreescrita por intérpretes embebidos en el más áspero cristianismo. Las fuentes confiables son escasas. Una de ellas es la Völuspá, poema descomunal recopilado en la Edda poética en algún momento del siglo XII, sin dudas, de una fuente tradicional mucho más antigua.

La guerra entre Aesir y Vanir, vital para comprender la unicidad posterior del panteón nórdico, y, en definitiva, para explicar quienes serán dioses y quienes no lo serán nunca; está desperdigada en varios textos. En este artículo iremos repasando algunos de ellos, sin adjudicarnos la última palabra en un asunto tan complejo.

La guerra es relatada en la Völuspá entre una Seiðkona, es decir, una sacerdotiza, y Odín, participante activo del conflicto, detalle que nos habla de cierta subjetividad mnemónica.

Allí se nos dice que este conflicto entre el cielo y el mar es el más antiguo del mundo. La diosa marina Gullveig, una Vanir, fue lanceada y quemada viva tres veces en las estancias de Odín, con el inconveniente de que la divinidad renació ante cada muerte. Reformada en el fuego abrasador, Gullveig se hizo llamar Heiðr, palabra que significa tanto «honor» como «reluciente». Gullweig practicaba la Seid, es decir, un tipo de hechicería notablemente antigua, que le permitía entrar en un estado de trance y conocer cosas que estaban veladas incluso a los dioses.

Este ataque de Odín a Gullweig nos aclara una cuestión vital para comprender el alcance del conflicto, que podría resumirse como la lucha de un pueblo invasor contra un antiguo culto marino oficiado por mujeres.

Los Vanir, inestables Señores del Mar, reclamaron una inmediata reparación por la tortura de Gullweig, y solicitaron a viva voz los mismos privilegios que los Aesir. Todas las fuerzas del mundo se congregaron en un concilio en donde se discutió el problema. Primero se estableció una tregua ilusoria, por la cual todos los involucrados escupieron en una fuente. De aquella saliva pluricultural emergió Kvasir, cuya sangre inspira a los poetas. Finalmente, los Aesir se negaron al diálogo y rompieron las negociaciones de un modo poco diplomático. La guerra estalló con rapidez y ferocidad; y los Vanir demostraron ser dignos rivales para los inmortales. Así lo señala la Seiðkona:


Odín arrojó una lanza sobre la multitud;
esa sería la primera guerra en el mundo,
el muro que cerraba el bastión de los Æsir fue roto;
los Vanir, indomables, aplastaron la llanura.


La guerra fue tan pareja que ambos bandos se vieron obligados a intercambiar rehenes a cambio de escasos momentos de tregua. Casi todas las batallas se produjeron en tierra firme, cuestión que beneficiaba a los Aesir, que siempre se mantuvieron a una distancia prudente del mar. Pero ni siquiera esta ventaja estratégica inclinó la balanza hacia los dioses. Los Vanir, fuertemente armados y poseedores de una magia ancestral, resistieron cada uno de los ataques, devolviendo golpe por golpe y causando estragos en las filas celestiales.

Nadie conoce a ciencia cierta los pormenores del conflicto. Sin dudas, se trató de una guerra socio-cultural, por la que los invasores nórdicos y sus dioses, los Aesir, de pura estirpe guerrera, se enfrentaron a una comunidad establecida que poseía sus propias deidades de la fertilidad, los Vanir, más interesados en la magia y lo jurídico que en sostener un estilo de vida beligerante. En este sentido, la guerra entre Aesir y Vanir se asemeja a la epopeya hindú relatada en el Mahábharata, e incluso a la Ilíada griega, que, en definitiva, no son más que visiones alternativas de un conflicto entre sociedades completamente disímiles.

Poco sabemos sobre los hechos que precipitaron el final de la guerra. Solo que los Aesir vencieron, y que los Vanir fueron incorporados a un segundo orden de divinidades. Curiosamente, son los Vanir los que mejor han sobrevivido a los avatares del cristianismo y su celo contra los cultos antiguos. Ellos son, en definitiva, lo que luego se conoció como Elfos en el corpus legendario medieval; criaturas sobrenaturales que no responden al cielo y que viven ancladas en los círculos de la tierra, añorando la espuma del mar y el susurro casi impronunciable de antiquísimas ciudades bajo las olas.




Mitología nórdica. I Mitología.


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Alfheim: el reino de los Elfos de la Luz


Alfheim: el reino de los Elfos de la Luz.




J.R.R. Tolkien, hombre de probado conocimiento en los mitos nórdicos, ficcionalizó su nombre como Eldamar, el reino de los Elfos en el remoto Oeste de la Tierra Media, hogar de Ingwë, rey de aquella región.

Ahora bien, si traducimos al Alemán Antiguo la palabra Eldamar, creada por Tolkien, nos dará como resultado Alfheim, «Casa de los Elfos» (de alf, «elfo»; y heimr, «casa»), esencialmente el nombre que le dan los mitos nórdicos al reino de los Elfos de la Luz (ver: Breve historia etimológica de los Elfos).

Alfheim es uno de los Nueve Mundos de la mitología nórdica, y cuyo nombre ha ido variando con el curso de los siglos. En las baladas británicas aparece indistintamente bajo los nombres Elfhame, Elphame, Elfame, Elfland, Elfinland y Elvenland. Éste es el hogar de los Elfos de la luz, y su rey es el poderoso dios Frey, también conocido como Yngvi; literalmente: «señor», apodo que lo vincula con el Ingwë de Tolkien (ver: El culto de los Elfos).

La primera mención poética del Alfheim proviene del Edda Poético, en el canto de Grímnismál:


Ýdalir llaman al sitio donde Ull
construyó un salón para sí mismo,
Que los Dioses del Alfheim, súbditos de Frey,
le entragaron en tiempos antiguos.


Ya en el siglo XII d.C., Snorri Sturlson proporcionó otros detalles sobre el Alfheim en el pasaje Gylfaginning:


«Aquello que llaman Alfheim era el hogar de los Elfos de la Luz (Ljósálfar), pero los Elfos Oscuros (Dökkálfar), habitan en las profundidades, disímiles en apariencia. Mientras los Elfos de la Luz son agradables como el brillo del sol, los Elfos Oscuros traen la penumbra de los abismos» (ver: Svartalfheim: el reino de los Elfos Oscuros)


Más adelante, cuando Snorri intenta definir dubitativamente una región celestial que sobrevirá incluso cuando el cielo y la Tierra queden arrasados por el Ragnarok, señala que:


«Se ha dicho que hay otro cielo al sur del que conocemos. Lo llaman Andlang, pero un tercer cielo cuelga sobre él, y se llama, Vídbláin (literalmente: «ancho azul»), y allí habitan los Elfos de la Luz en sus mansiones gigantescas.»


Si bien Snorri Sturlson no lo dice abiertamente, ya que quizás era un concimiento extendido por entonces, pero los cielos a los que se refiere serían regiones anexas al Alfheim, demostrando una vez más la profundidad y variedad de las geografías míticas del norte.

Saliendo un poco de la majestuosa mitología nórdica, los pueblos de la actual Gran Bretaña también aludieron al Alfheim bajo diferentes formas, una de ellas ha sido celebrada exquisitamente por Lord Dunsany en su novela La hija del rey del país de los elfos (The King of Elfland's Daughter). En una balada de Thomas Learmonth (1220-1298), una mujer-elfo describe sus orígenes en el Alfheim:


No soy la Reina del Cielo, Thomas,
Tal título no me pertenece,
Yo soy la reina de la bella Elphame,
Venida de allí para encantar con mis danzas.


Un caso extraño es el de Allison Peirson, quien fue quemada por la Santa Inquisición en 1588 al confesar que era, de hecho, una Reina Élfica, título que la habilitaba a remitir pociones mágicas, filtros amorosos, y otros ungüentos condenados por la Iglesia.

Otro hecho insólito de castigo a personas que creían en la existencia de los Elfos se produjo el 8 de noviembre de 1576. Una mujer escocesa llamada Bessie Dunlop fue acusada de brujería al declarar que recibió recetas mágicas de un tal Thomas Reid, un oficial muerto que, se creyó, vivía en las fronteras mágicas del Elfhame; acusación que finalmente la llevó a la hoguera.

¿En qué pensaban los nórdicos cuando oían la palabra Alfheim? Es difícil saberlo. Algunos suponen un vasto reino luminoso flotando en medio del mar, inaccesible a los mortales, pero cuyas puertas se abren al hombre en ocasiones extraordinarias, revelando el saber y la música de una raza antiquísima, de una belleza que excede las ásperas formas del mundo antiguo, y en virtud de la cual sólo cabía imaginarla en uno de los Nueve Mundos que rodean al nuestro (ver: El origen de los Elfos).




Mitología. I Seres fantásticos de la mitología.


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