El Feminismo de HOY (visto desde la ciencia ficción de AYER)
Decir que la ciencia ficción del período clásico era un género misógino es ser injustos. La literatura lo era, y, en cierta forma, lo sigue siendo.
Podemos pensar en una gran cantidad de científicos locos diseñando dispositivos maléficos, pero en ninguna científica. La mujer, como mucho, era retratada como una princesa cósmica a la que había que rescatar (damisela en apuros), o bien como una Lamia interestelar, una vampiresa exótica, una mujer fatal que seducía al héroe y, en el momento preciso, era descubierta y ensartada con algún sustituto tecnológico de la estaca.
Hay hábitos que uno no puede evitar cuando lee ciencia ficción de las primeras décadas del siglo XX. Una de ellas es verificar la precisión de las especulaciones sobre el futuro, pronósticos y predicciones sobre armas, política, vehículos, comunicaciones, medicina, viajes espaciales; en fin, lo típico. Otra, más interesante, es observar cómo esas historias proyectan sus ansiedades contemporáneas en un futuro imaginado.
Y el Feminismo era algo que preocupaba seriamente a la ciencia ficción.
La gran mayoría de los relatos pulp a los que me refiero, publicados en revistas como Weird Tales, carecen por completo de un estilo definido, y en ocasiones directamente de argumento, pero no de buenas ideas. Y la síntesis más acabada acerca de los supuestos peligros del Feminismo del futuro —es decir, del Feminismo de hoy— se encuentra en la obra de un autor poco conocido en nuestra lengua: David H. Keller.
A diferencia de sus colegas dentro de la ciencia ficción, Keller estaba menos interesado en especular acerca de los avances de la tecnología que en el impacto que pueden producir los grandes cambios sociales en las relaciones humanas.
Su experiencia como psiquiatra seguramente contribuyó a elaborar esa perspectiva. Algunos de sus relatos se asemejan a estudios de casos clínicos, más que a la ficción tradicional, pero eso nos facilita enormemente acceder a su manera de entender los avances sociales que ya se perfilaban en su tiempo.
Al igual que H.P. Lovecraft, Keller era conservador, incluso reaccionario, particularmente en lo que refiere al rol de la mujer en la sociedad. Y su visión del Feminismo del futuro se asemeja bastante a lo que podría ser la peor pesadilla del patriarcado.
Esta actitud reaccionaria ante la posibilidad del avance del Feminismo se observa con magnífica efervescencia en el cuento de 1928: Un experimento biológico (A Biological Experiment), en el cual presenciamos los efectos a largo plazo en el mundo si es que las mujeres logran la igualdad social, política y económica con los hombres.
El primer temor que imagina la ciencia ficción en este escenario es lo que ocurriría si, en efecto, las mujeres consiguen la igualdad de responsabilidades en la crianza de los hijos. Es decir, lo que sucedería si los hombres fuésemos igualmente responsables que las mujeres en cuanto al tiempo y el esfuerzo que deberíamos invertir en esa tarea, que a pesar de las conquistas sigue siendo asumida mayoritariamente por las mujeres (ver: El cuerpo de la mujer en el Horror).
Muchas feministas seguramente encontrarán irritante el relato de Keller, especialmente su final feliz: una sociedad estancada, sin alegría, sin amor, que vuelve a las viejas formas de tener hijos y de criarlos; es decir, al patriarcado, y a la imposición de los roles de género tradicionales.
Sin embargo, las feministas más reflexivas quizás puedan entender que Keller, a pesar de sus intenciones, simplemente manifiesta un temor social típico de los hombres: el avance de los derechos de las mujeres quizás signifique la pérdida de los nuestros, o mejor dicho, de los beneficios que nos otorga la sociedad patriarcal.
Mientras que su colega más joven, H.P. Lovecraft, y buena parte del Círculo de Lovecraft, canalizaron las ansiedades de los protestantes anglosajones blancos frente a la inmigración, en un modelo llamado Cosmicismo —Lovecraft no era misógino, pero hacía todo lo posible para pasar por uno—, Keller, y muchos otros autores de ciencia ficción, parecen más nerviosos con el progresivo avance de las mujeres en la sociedad.
Claro que la ciencia ficción tiene muchas herramientas para desviar la atención. Uno puede perderse en el contexto futurista de Keller, y olvidar que Un experimento biológico —entre otros relatos significativos, como La enfermera psicofónica (The Psychophonic Nurse)— en realidad satirizan a un personaje femenino que descuida las responsabilidades familiares tradicionales para seguir una carrera.
En el futuro feminista imaginado por Keller predomina una igualdad escalofriante: todos estamos liberados de la crianza de los hijos, así también como de enfermedades, hambre, pobreza, y tanto hombres como mujeres son libres de desarrollar sus intereses particulares, sin ningún impedimento. El matrimonio, por cierto, es abierto, y el divorcio constituye un simple trámite burocrático.
Todo suena bastante bien, hasta que el autor utiliza ese escenario para explicar que la igualdad de género ha traido consigo muchos problemas adyacentes. Lo más inquietante es el rol del Estado en esta sociedad igualitaria: el gobierno tiene el control absoluto sobre la gestación y la crianza de los niños. Debido a que éstos se crean, literalmente, en condiciones de laboratorio mediante un proceso parecido a la partenogénesis, las mujeres ya no pueden quedar embarazadas.
Es decir que, según Keller, el Feminismo conduce a una sociedad andrógina, donde el hombre se feminiza y la mujer se masculiniza, hasta que ambos se encuentran un punto intermedio, equidistante, que obliga al Estado a implementar la esterilización, ya que nadie está en condiciones biológicas de procrear.
La pareja de protagonistas en el relato de Keller, dos jóvenes que juegan a ser Adán y Eva, se rebelan contra este contexto, y escapan a las montañas con la intención de vivir una vida más natural, aspiración que coincide, casualmente, con las directrices del patriarcado: él sale de cacería (el macho en términos de proveedor del sustento), ella atiende a su marido y se embaraza (matrimonio y maternidad como únicos objetivos de la mujer). El experimento tiene éxito, pero solo parcialmente, ya que la joven muere poco después del parto.
Devastado, el joven sobreviviente viaja a la ciudad de Washington, y presenta a su hija ante la Sociedad Nacional de Mujeres Federadas. Frente a un auditorio de miles de feministas, él narra su experiencia viviendo en la cueva, como antes, cada género ocupando el rol que se les ha asignado, no ya por Dios, sino por la biología.
No hay un solo ojo feminista que no vierta lágrimas de emoción ante el discurso. Las mujeres están embelesadas, casi idiotizadas, por la visión de un bebé concebido de forma natural.
Lo más impresionante del relato, y que en cierta forma pone de manifiesto la creencia de la ciencia ficción del que el Feminismo, en última instancia, fracasará, es el grito de la líder de la Sociedad Nacional de Mujeres Federadas ante sus seguidoras, el cual nos permite abstenernos de ulteriores comentarios:
—¡Devuélvanos nuestros hogares, nuestros esposos y nuestros bebés!
Lejos de ser descuartizada en el escenario, la líder es ovacionada por una horda de feministas que anhelan volver a convertirse en obedientes amas de casa.
Feminología. I Ciencia ficción.
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