El arquetipo de la Mujer en Apuros.


El arquetipo de la Mujer en Apuros.




Hace poco hablábamos del Villano y la Mujer Fatal. Hoy nos enfrentamos con otro arquetipo literario conocido como mujer en apuros.

La mujer en apuros es un tema clásico en el arte. Para que este arquetipo se encarne en un personaje determinado se necesitan tres ingredientes esenciales: que sea mujer, que tenga problemas, y que sea hermosa. Si profundizamos aún más en las características de la damisela en apuros, veremos que esos tres ingredientes se ramifican en otros. Por ejemplo, la mujer en apuros debe ser un tanto ingenua, inocente, imprudente, incompetente, básicamente alguien que necesita ser rescatada.

Ahora bien, llegado a este punto podemos plantearnos una pregunta legítima: ¿La mujer en apuros es sólo un arquetipo o una expresión masculina de deseo por la mujer ideal?

No nos corresponde a nosotros generalizar sobre estos asuntos, pero los arquetipos son figuras primordiales, símbolos en crudo, cuya función tal vez sea la de expresar quienes somos a través de quienes fuimos.

La damisela en apuros no es una invención moderna. La mitología griega las utilizó para contrastarlas con sus eficientes diosas. Entre ellas podemos citar dos casos paradigmáticos: Andrómeda, rescatada por Perseo; y Eurídice, salvada por Orfeo.

Hay que aclarar rápidamente que los griegos no menospreciaban a la mujer, ni le asignaban un rol pasivo en todos los mitos. La damisela en apuros dentro de los mitos griegos opera como disparador para que el héroe (hijo de una mortal y un dios) se arroje hacia su destino. Sin ella no habría motivos para que el héroe acepte su naturaleza «superior».

La evolución natural del tópico de la damisela en apuros se ve con claridad en los cuentos de hadas de la Edad Media. Curiosamente, sus antagonistas también son mujeres, aunque perversas y desagradables, como las brujas que condenaron a la Bella Durmiente y Blancanieves, por citar dos ejemplos conocidos. En estos casos es el Príncipe Azul (el principio masculino activo) quien rescata a la damisela en apuros (la mujer en estado de vulnerabilidad social). Sin embargo, esta dinámica esconde un detalle que se escapa en una primera lectura: la Bruja, la Malvada, la Enemiga Primordial, siempre es una mujer fea y malévola, pero su fealdad y su malevolencia son meras imposiciones del relato. Es decir, no son feas y malas porque eligen serlo, lo son a través de sus actos, que las transforman irremediablemente.

Podemos pensar estas enemigas de la damisela en apuros son desagradables justamente porque no son elementos pasivos ni sumisos; es decir, no necesitan ser rescatadas por un hombre, sino que ellas mismas se arrojan hacia la acción.

Una profundización del arquetipo de la mujer en apuros se da en los romances medievales. Podemos hallarlo en todas las historias donde una mujer es encerrada en lo alto de una torre. Entre ellas se destacan las damiselas de Chaucer, puntualmente Griselda y los inusuales tormentos a los que es sometida.

Sin ir más lejos, la Edad Media no se conformó con colocar a las mujeres en apuros en el ámbito de las baladas, sino que forjó en 1399 una orden de caballería con el propósito de rescatarlas, llamada Emprise de l'Escu vert à la Dame Blanche, cuya finalidad era proteger a las damiselas en apuros más bien concretos.

La novela gótica también aprovechó este arquetipo, por ejemplo, colocando a la mujer en una posición cautiva, casi siempre en un castillo o un monasterio, a manos de un noble sádico o un miembro pervertido de una orden religiosa. Los paradigmas de esta variante se encuentran en El castillo de Otranto (The Castle of Otranto) de Horace Walpole; Los misterios de Udolfo (The Mysteries of Udolpho), de Ann Radcliffe, y El monje (The Monk) de Matthew Lewis.

La damisela en apuros, en tanto arquetipo primordial, se adaptó a todas las formas del arte. Con la llegada del cine su exposición proliferó de forma notable. Ya en los primeros ejemplos del cine mudo podemos ver el cliché de la mujer atada a las vías del ferrocarril aguardando que su príncipe azul la rescate.

La crítica feminista ha puesto la mirada sobre la damisela en apuros y la ha calificado como una banalización del rol de la mujer, o, en el mejor de los casos, de su uso como ingrediente catalizador de las virtudes heróicas, casi siempre masculinas; olvidando que los arquetipos no responden a cuestiones de género, sino a asuntos mucho más básicas y arraigadas en el ser humano.

La damisela en apuros, así como su contrapartida, la mujer fatal (Femme Fatale), son parte de un esquema mítico que subyace en todas las historias que tocan una hebra íntima de la humanidad. En el arco progresivo del héroe se halla un episodio que Joseph Campbell llama «prueba traumática»; donde el principio masculino se halla al borde de la aniquilación. Para sobrevivir, o mejor dicho, para desear sobrevivir, el héroe necesita un disparador ajeno a sí mismo, algo que lo incite a luchar más allá de su propia supervivencia. En este sentido, la mujer en apuros es aquello que sostiene al héroe y lo vuelve necesario.

Todos los arquetipos tienen una razón de ser. A despecho de los legítimos reclamos de igualdad conviene tener en cuenta estos matices arcaicos la próxima vez que escuchemos a una doncella gritando en una película de terror.








Mitología. I Taller literario.


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2 comentarios:

Sebastian Beringheli dijo...

interesante aporte, Karuna. En general los arquetipos sufren un abuso constante y perverso por parte de los medios masivos, aunque tampoco queda claro si su función práctica debería ser congruente con lo que actualmente consideramos justo y socialmente aceptable. Saludos!

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Puede una damisela en peligro ser también una femme fatale, que jugó demasiado con un villano, pagando las consecuencias?
Me baso en Aaronia Harldon, femme fatale de Las maldición de los Dain, una interesante novela negra de Dashiel Hammet. Le causa una fascinación al detective protagonista, que la deja salir impune de ciertos delitos. Incluso la rescata de ser sacrificada ritualmente por su esposo, en una típica escena de damisela en apuros.

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