Psicología del Príncipe Azul


Psicología del Príncipe Azul.




A despecho de consideraciones cromáticas, el ideal del Príncipe Azul es menos antiguo de lo que se cree. Su versión original se encuentra en el Prince Charming [«príncipe encantador»], un personaje habitual de los cuentos de hadas del siglo XVII en adelante.

El Príncipe Azul es, ante todo, el estereotipo del hombre al rescate de una mujer en apuros, también estereotipada hasta el absurdo; cuya tarea es liberarla de algún tipo de maldición o conjuro.

A pesar de que su presencia es vital para el final feliz de una historia, el Príncipe Azul conserva cierto espíritu anónimo, colectivo, por el cual su verdadero nombre aparece escasamente. Todos podemos recordar sus intervenciones heróicas en historias como Blancanieves, la Bella Durmiente y Cenicienta, pero pocos sabrán decirnos cuáles eran los nombres de los Príncipes Azules.

La razón de este desconocimiento no se debe a una falla en la memoria sino a la naturaleza estructural del Príncipe Azul; por sobre todas las cosas, un ente anónimo.

Las características del Príncipe Azul son rápidamente reconocibles. Es apuesto, aunque su atractivo jamás es detallado con precisión. Es decir, nunca se nos ofrecen características físicas que lo destaquen de una u otra forma, sino valores morales y éticos que lo vuelven deseable por contraste con los desalmados caballeros que buscan los favores de la protagonista.

Podríamos decir que su atractivo radica en el contraste con los malvados, y también por su sangre real. En otras palabras, si se da a entender que alguien es un príncipe, cualquier otra cualidad que destaquemos será redundante. Si este detalle resulta nefasto, hay otras características del Príncipe Azul que asombran por su fuerte desprecio por la autonomía de la mujer.

En definitiva, el Príncipe Azul de todas los cuentos tradicionales funciona como una recompensa de la mujer que se ha conservado casta y moralmente intachable. Nunca es un personaje activo, es decir, jamás opera directamente sobre el desarrollo de la trama, sino que primero aparece como muestra fugaz de las posibilidades del amor establecido, y luego como premio a la muchacha que ha logrado sortear una serie de inconvenientes más o menos enojosos; casi siempre, en franca competencia con otras mujeres.

Más adelante volveremos sobre este punto. Ahora repasemos un poco la historia del Príncipe Azul.

En 1697, Charles Perrault publicó su versión sobre la Bella Durmiente llamada La Belle au bois dormant, es decir, «La bella durmiente del bosque». Aquí se produce la primera confusión acerca de la naturaleza del Príncipe Azul. En uno de los pasajes del cuento, Charles Perrault señala que el príncipe quedó «encantado con sus palabras» [charmé de ces paroles], refiriéndose a las palabras de la bella durmiente; no que él mismo fuera «encantador» [charmant]. La confusión entre charmé y charmant se deslizó hacia las traducciones inglesas, y desde ahí adoptó el apodo de Prince Charming, un encantamiento que opera a la inversa en el cuento original.

Otra traducción asombrosa que acentuó la naturaleza «encantadora» del Príncipe Azul puede notarse con claridad en la versión portuguesa del cuento de Perrault, que a su vez se basa en una mala traducción inglesa y que finalmente, por pura casualidad, terminó recuperando la esencia del original. El error salvador ocurrió al traducir mal la palabra inglesa Charming por «Encantado», cuando debiera ser «Encantador». Este yerro sublime propició que el oficioso príncipe volviese a ser un personaje «encantado» por la protagonista, y no un «encantador» de damas en apuros.

Ya en el siglo XVIII la psicología del Príncipe Azul quedó más o menos definida. Madame d'Aulnoy acentuó sus formas a través de dos cuentos: Ricitos de oro (La Belle aux cheveux d'or), donde aparece bajo un epíteto general: Avenant; una palabra que antiguamente designaba algo agradable y hermoso, y que actualmente se asocia a la terminología bancaria, significando tanto «enmienda» como «póliza adicional»; un nombre ciertamente raro para un Príncipe Azul, posición real que de hecho no tiene en la historia. El segundo cuento paradigmático de Madame d'Aulnoy se llama El pájaro azul (L'oiseau bleu), donde el Príncipe Azul ahora es un rey, Le rou charmant, es decir, un Príncipe Encantador.

En 1890 sucedió un evento crucial para el desprestigio del Príncipe Azul como ideal masculino. Se trata de la novela de Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray) donde irónicamente se llama al protagonista Prince Charming, dando a entender que más allá de lo evidente, es decir, de la belleza física y la posición social, puede esconderse un espíritu desalmado y cruel.

Siglos de lecturas infantiles, o, en palabras del profesor Lugano, de «inseminaciones morales a través de la literatura infantil»; han convertido al Príncipe Azul en un ideal masculino que no solo es inalcanzable, sino indeseable en términos prácticos [ver: El cuento de hadas y el plan para «civilizar» a las mujeres]

Todas las mujeres occidentales conocen al Príncipe Azul, aunque todas pueden asignarle matices más o menos locales. Si interrogamos a una dama sobre qué es un Príncipe Azul acaso escuchemos muchas respuestas distintas, pero todas coincidirán en tres puntos inamovibles. A saber: el Príncipe Azul es fiel, su amor es incondicional, y para acceder a él se debe manifestar una ética y una moral análogas. Ninguna mujer indigna puede aspirar a su afecto.

Con cierta resignación mal disimulada escuchamos que muchas damas escépticas descreen de la existencia del Príncipe Azul, aunque no hay nada reprochable en ello. Se las ha adoctrinado para ver en él al futuro esposo ideal, alguien que siempre llega en tiempos difíciles para desplegar un amor eterno y leal que nunca se atenúa. Por eso es comprensible, aunque no deja de ser asombroso, que la máxima: el Príncipe Azul no existe, sea dicha con cierta resignación por las mujeres jóvenes, acaso con la oscura sensación de haber sido engañadas.




Psicología. I Cuentos de hadas.


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4 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buena entrada. Sabía vagamente sobre el tema, pero por cuestiones de mala memoria jamás me ponía a leer mucho al respecto. En lo personal, lo veo como bastante machista al concepto del "Príncipe Azul" y al ser en sí mismo.

Anónimo dijo...

Buen artículo. Solamente sugiero corregir ciertos errores. "Protangonista" y "Siglo XVIIII".

E. Rossi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leidis Man dijo...

Me parece que más que una demostración psicológica, ha sido una filológica. No pierde su valor, al contrario. Sólo que sería fascinante ir más allá de ello y comprender qué hay realmente detrás de la figura del Príncipe y por qué fomenta ambos, apelo y rechazo.



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