Cenicienta: la verdadera historia


Cenicienta: la verdadera historia.




La historia de Cenicienta adquiere universalidad luego de que Charles Perrault trascribiese su leyenda oral en 1697. La publicó bajo el título Cenicienta, o el pequeño zapato de cristal (Cendrillon ou La petite pantoufle de verre) en el libro: Cuentos de mamá ganso (Les Contes de ma mère l'Oye). Pero éste es apenas un relanzamiento, si se quiere, de una historia ampliamente conocida desde la antigüedad (ver: Lo que Disney nunca te contó sobre Blancanieves y Cenicienta).

En las islas británicas se conoce a Cenicienta como Cinderella, como Aschenputtel en Alemania, Assepoester en Holanda, Cenerentola en Italia, Stachtopouta en Grecia, Hamupipőke en Hungría, Askungen en Suecia, Soluschka en Rusia; y la lista podría estirarse incluyendo todas las lenguas del orbe. Esto evidencia que la historia de Cenicienta, así como otros cuentos de hadas clásicos toca motivos ancestrales, atávicos, fuertemente arraigados en el ser humano independientemente de su latitud (ver: La verdad sobre los cuentos de hadas).

Tras el redescubrimiento de Perrault llegaron los Hermanos Grimm. En 1812 relanzaron la historia de Cenicienta, logrando un impacto aún mayor que el de su predecesor (ver: Complejo de Cenicienta: el miedo de las mujeres a la independencia.).

La versión de Cenicienta que todos conocemos desde la infancia es, en realidad, una adaptación moderna que poco tiene que ver con la leyenda original, la cual carece de hadas madrinas y carros que se convierten en calabaza a la medianoche. En cambio, ofrece asombrosos ejemplos de automutilación y cultos ancestrales (ver: Por qué los cuentos de hadas no son para chicos).

Antes de analizar el significado de estos motivos, compartiremos un resumen de La Cenicienta, basado en los detalles de la historia que se repiten en diversos países y culturas, acaso el único modo relativamente seguro de rozar al menos una parte de la esencia del relato original.


Cenicienta es la única hija de un hombre rico, que enviuda trágicamente. Eventualmente, su padre vuelve a contraer matrimonio. Su nueva esposa tiene dos hijas, ambas muy hermosas, pero ásperas y envidiosas.

Cenicienta es despojada de sus vestidos por su madrastra y sus hermanastras, y rebajada a realizar las tareas domésticas (ver: El cuento de hadas y el plan para «civilizar» a las mujeres). En resumen, se la esclaviza. Su aspecto cambia radicalmente; y el contacto permanente con la suciedad le gana el epíteto burlesco de Aschenbrödel, «burbuja de ceniza», o Cenicienta, en español.

Cierto día, el Padre de Cenicienta se dirige a la feria del pueblo. Todos en la casa le piden regalos. Las tres malvadas mujeres le piden joyas y vestidos, pero Cenicienta solicita una rama de roble, que luego plantaría en la tumba de su madre, regándola diariamente con sus lágrimas. En tres años esa rama se convirtió en un árbol inmenso, en una de cuyas ramas aparece un extraña paloma, quien le asegura ser capaz de cumplir cualquier deseo que pidiese.

En otra parte, el rey organiza tres fiestas para que su hijo, el príncipe, conociese a alguna joven digna de ser su esposa. Las hermanastras obligan a Cenicienta a ayudarles con sus vestidos, aunque la madrastra le impide asistir al evento. Sola, Cenicienta se dirige a la tumba de su madre, y le solicita a la paloma un vestido y zapatos. El ave concede su deseo y Cenicienta se encamina al baile. Su aspecto estaba tan cambiado que nadie la reconoció, ni siquiera las tres arpías de sus hermanastras.

El príncipe, atónito por su belleza, sólo tiene ojos para ella, y baila con Cenicienta durante toda la noche. Para no ser descubierta, Cenicienta se retira antes de terminar el baile, temiendo que su madrastra y hermanastras lleguen a casa y no la encuentren. La segunda noche se repite la escena. El príncipe azul y Cenicienta bailan y acaso se enamoran. Ella huye del salón antes de que sus celosas hermanastras se retiren. La tercera noche, obsesionado, el príncipe unta las escaleras del palacio con barro. En su huída, Cenicienta pierde uno de sus zapatos (ver: Cenicienta y el mito del zapato de cristal).

El príncipe decide encontrar a la poseedora del zapato. Para ello, visita todas las casas de la comarca buscando el pie que calce en el diminuto zapato. Al llegar a la casa de Cenicienta, el padre manda a llamar a las hermanastras, pero no a su «verdadera hija». La mayor, bajo los consejos de su madre, se corta dos dedos del pie para que le entre el zapato. Dos palomas advierten al principe de la estratagema, y la joven celosa es rechazada.

Luego llega la menor de las hermanastras, quien se había rebanado el talón para calzarse el zapato perdido, pero de nuevo el príncipe se entera de la trampa. Cansado, le pide al padre que mande a llamar a todas las mujeres de la casa, criadas incluidas. Cenicienta aparece en la habitación, el zapato calza perfectamente en su pie delicado, y el príncipe la arranca de su destino infame. Las hermanastras, por su parte, son atacadas por una bandada de palomas, quienes les arrancan los ojos dejándolas ciegas.


La estructura de Cenicienta resuena en varias decenas de historias de la antigüedad. Los egipcios, por ejemplo, narraban el Rhodopis, que luego pasaría al Imperio Romano, un cuento prácticamente idéntico al de la Cenicienta de Perrault. En Persia se conocía la increíble historia de Nezami y sus Siete Bellezas, asombrosamente similar a Cenicienta. Algunos eruditos aseguran que, de hecho, el cuento de Cenicienta está basado en la historia de Yeh Shen, un cuento chino muy popular en la Edad Media, cuya influencia queda reflejada en los pies diminutos de la protagonista, un detalle pédico que obsesiona a los orientales incluso en nuestros días.

Para que un cuento sobreviva debe tocar algo íntimo, un nervio mítico, colectivo, en sus oyentes. Cenicienta es un caso paradigmático de la banalización del mito, de la reducción de la esencia de una historia inmemorial, pero que a pesar de esa mutilación aun sobrevive. El espíritu del cuento, su alma, si se quiere, no se encuentra en la relación de Cenicienta con el príncipe, ni en la pérdida y hallazgo de su zapato de cristal, y mucho menos en el hada madrina o en carros que se convierten en calabaza a la medianoche (ver: Chica Pobre se enamora de Hombre Poderoso: ¡BASTA DE CENICIENTA!). La verdadera historia de Cenicienta expresa algo que el cine ha considerado oportuno omitir, acaso por verse incapaz de reflejar al mito en toda su grandeza.

La Cenicienta es, en definitiva, un eco de Afrodita, la diosa del amor en los mitos griegos, cuyo nombre deriva de la espuma marítima, a menudo citada por los poetas griegos como la «ceniza del mar».

La jornada de Afrodita también tiene sus reveses; ella es el amor, pero ligado a la locura y la obsesión, algo que debe ocultarse, velarse bajo un manto ceniciento, ya que contemplarlo directamente conduce al abandono de la razón.Cenicienta no es huérfana, al igual que el amor; su madre habita en la tierra, es la Tierra, y desde su útero terroso encamina los pasos de su hija para que su espíritu divino se revele a su debido tiempo.

Aquel zapato de cristal es hijo de la arena donde Afrodita durmió por primera vez al salir del océano, comprimida y refinada por su madre en el inframundo. Su tamaño poco tiene que ver con el pequeño pie de Cenicienta. No es sobre ella donde debe calzar, sino en el alma de quien se atreva a amarla.

Buscar el amor es muy simple. Lo verdaderamente difícil es no aceptar lo aparente, así como el príncipe deshecha a las hermanastras, cuyos pies, mutilados, es cierto, calzan en el zapato de cristal, es decir, se adaptan a él. Por el contrario, el verdadero amor está oculto, es un secreto. Los zapatos son una excusa, calcen o no. Lo único que importa es la búsqueda, y la seguridad de que la verdadera belleza suele adoptar formas modestas, cenicientas, si se quiere, que velan su esencia celestial hasta la llegada de quien se atreva a contemplarla.




Mitología. I Cuentos de hadas.


Más literatura gótica:
El artículo: Cenicienta: la verdadera historia fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

13 comentarios:

Fuego dijo...

Oh Dios, es sádico, pero me gusta xD

Anónimo dijo...

ME ENCANTO ESE PÁRRAFO FINAL, ME HIZO REFLEXIONAR MUCHO, BASTANTE BUENO EL ARTICULO

Mauricio Shaban dijo...

Como me encanta leer reseñas como éstas, hacen más feliz mi día al hacerlo más real y saber que siempre ha sido real sólo que en ocasiones hay máscaras que impiden verlo como en todo pero al final todo, todo terminara siendo oscuridad

Annabel Lee dijo...

Me encantó la historia!!!

Lilith dijo...

Me gustan los cuentos, y entre mas bizarros hayan sido en origen mejor... :D

Loulou Molotov dijo...

La versión de ese cuento que leí en mi infancia (de Grimm o Perrault, no recuerdo) decía que cuando el príncipe llevaba a las hermanas subidas sobre su caballo los pájaros cantaban: "Pipiripi pipiripa, mires donde mires rastro de sangre verás; la novia que llevas no es la verdadera, es la que en casa todavía espera". Es curioso que el recuerdo sea el de la sangre, como en el de la madre de Blancanieves que se pincha al coser y la gota de sangre sobre la nieve le inspira el nombre de su hija: piel blanca como la nieve, cabellos negros como el ébano (el marco de la ventana) y boca roja como la sangre recién derramada

Anónimo dijo...

Pues yo lei en una revista que se supone que entre traducciones y traducciones nla zapatilla no era de cristal , era de pelo de ardilla, El cambio se debió a una mala traducción que hizo Charles Perrault al confundir la palabra vair pelo de ardilla con verre, cristal.pero bueno quien sabe , resulta esteticamente mas "bonito" una de cristal que una de pelo de ardilla, ...y por cierto maravilosa reflexion la que realizaste en el ultimo parrafo

Unknown dijo...

Demaciado linda la reflexion, y toda la historia, aunque algo tosca con las hermanastras

María Jesus dijo...

Ahora le encuentro sentido al cuento, y no me parece tan sádico pues la realidad supera la ficción.

Anónimo dijo...

Me encanto en general! Todo! y el párrafo final le dio un toque reflexivo genial, espero seguir leyendote... :)

Anónimo dijo...

Me encanto en general! Todo! y el párrafo final le dio un toque reflexivo genial, espero seguir leyendote...!

Anónimo dijo...

El parrafo que se refiere a Afrodita, yo lo leí como parte del cuento de la Sirenita, ya que en la historia otiginal de la Sirenita ella nunca recupera la voz y el principe nunca la reconoce como su salvadora y para eso hay que añadirle que el principe esta comprometido con la hija del Rey vecino con quién se casa y la Sirenita se transforma en espuma de mar, algunos otros estudiosos ven esta transformación como el suicidio de la Sirenita que al enfrentar la realidad de que nunca será amada por esencia decide terminar con su vida.

martin castrillon dijo...

que bueno todos reflexionen sobre este tema



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «La pequeña habitación» de Madeline Yale Wynne.
Poema de Emily Dickinson.
Relatos de Edith Nesbit.


Paranormal.
Poema de Charlotte Mew.
Relato de Walter de la Mare.