Los Mitos de Pegana: la mitología de Lord Dunsany.


Los Mitos de Pegana: la mitología de Lord Dunsany.




A diferencia de J.R.R. Tolkien, que concibió una mitología completa y cohesiva para su Tierra Media; y de H.P. Lovecraft, cuyos Mitos de Cthulhu se construyen sobre la idea primordial de la insignificancia humana en un cosmos indiferente; y ni hablar de William Morris y sus fantasías medievales, la mitología de Lord Dunsany [como la de William Blake] es un intento de crear un Olimpo propio poblado de deidades misteriosas, con un poder sobre la vida humana agudamente concebido y visualizado. En esencia, los Mitos de Pegana son un logro de la imaginación basado en ciertas afinidades filosóficas que, lejos de ser vetustas, siguen siendo asombrosamente modernas, incluso radicales.

Al igual que los mitos griegos y, en menor medida, los mitos nórdicos, los Mitos de Pegana poseen una buena dosis de ironía. La mitología de Lord Dunsany está poblada de dioses locos, crueles y, en algunos casos, extraordinariamente tontos, cuya única fuente de regocijo parece derivar del daño que inflingen a sus adoradores humanos. No es caprichoso que los Mitos de Pegana hayan surgido cuando Lord Dunsany estaba leyendo y estudiando a Nietzsche [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]

Si bien es cierto que los Mitos de Pegana pueden encontrarse dispersos en toda la obra de Lord Dunsany, sus fundamentos están en Los Dioses de Pegana (The Gods of Pegana), de 1905. Aquí puede verse claramente que toda la mitología de Lord Dunsany está basada sobre el concepto del Eterno Retorno de Nietzsche. Este es el motivo por el cual los Mitos de Pegana son únicos: la filosofía nihilista de Nietzsche tamizada por una prosa delicada y evocadora.

La cosmogonía de Lord Dunsany propone que, antes de la creación del universo, el Destino y el Azar se disputan quién será el Creador. Por supuesto, los Mitos de Pegana no resuelven quién fue el ganador de la disputa, por lo que no podemos saber si el universo, y nuestra existencia dentro de él, son una consecuencia predeterminada por el Destino [lo cual justificaría las abominaciones de nuestra realidad como parte necesaria de un plan o esquema más grande], o una casualidad del Azar, dejando toda nuestra realidad sin sentido. Sin embargo, desde la perspectiva humana, nada de todo esto importa demasiado. Incluso si el Destino es el que le da significado al universo, su entendimiento está muy por encima de nuestra inteligencia.

Entonces, antes del principio del universo, antes del Tiempo, solo existían el Destino y el Azar. Durante su disputa [en realidad, Lord Dunsany lo describe más como un juego] brotó una Niebla, que pronto declaró su propia existencia. Se llamó a sí misma MANA-YOOD-SUSHAI.

El Destino y el Azar le ordenaron a MANA-YOOD-SUSHAI la creación de los Dioses [porque de eso se tratará el juego]. MANA-YOOD-SUSHAI creó a los Dioses, y junto a ellos creó a Skarl el Tamborillero, que adormece a MANA-YOOD-SUSHAI con su percusión. De este modo, mientras el Creador duerme, los Dioses comienzan a jugar, al principio, con cierta modestia. Primero crean las estrellas y sus patrones de movimiento. Más adelante crean a las Bestias vivas, y finalmente a los Hombres.

Antes de analizar la filosofía de los Mitos de Pegana será conveniente repasar, aunque sea superficialmente, a sus deidades más importantes.

Skarl, la primera creación de MANA-YOOD-SUSHAI, no es exactamente un Dios. Se sienta junto a su dormido creador tocando perpetuamente sus tambores. El sonido de los tambores de Skarl tranquiliza a MANA-YOOD-SUSHAI y lo ayuda a descansar. Skarl es tan abnegado como Caronte, ha estado tocando sus tambores durante millones de años, y cuando llegue el día en que finalmente cese, el Silencio despertará a MANA-YOOD-SUSHAI, marcando el comienzo del fin del universo.

El sonido de los tambores de Skarl también forma el río Imrana [que los hombres llaman Vía Láctea], por donde navega el barco de Yoharneth-Lahai, el Dios de los Sueños. Sirami, el Dios del Olvido, espera cerca del final del río y borra todos los recuerdos de aquellos cansados de la vida.

El primero de los Dioses es Kib, el portador de la Vida misma. Cuando los Dioses fueron creados hablaron entre ellos usando solo sus manos en una forma de lenguaje de señas. El consejo de los Dioses decidió llenar el universo [hasta entonces, vacío] de estrellas y planetas. Estos actos de creación son conocidos como El Primer Juego de los Dioses. Pero Kib decidió jugar un juego propio y llenó la Tierra con todo tipo de plantas y animales. Mung, el Dios de la Muerte, comenzó a reducir el número de estas criaturas, pero Kib las hizo tan fructíferas que Mung nunca logró eliminarlas por completo.

Después de varios millones de años, Kib transformó algunas de las Bestias en Hombres, y así nació la humanidad. Los otros Dioses estaban bastante escandalizados por todo esto. Le preguntaron a Kib por qué creó a los Hombres, pero Kib no respondió con señas, sino con el don de la palabra, que secretamente ya le había enseñado a los Hombres [¡qué mitología curiosa donde los Hombres hablan antes que los Dioses!]. Para evitar que los Hombres, en posesión de un arma tan poderosa como la palabra, descubrieran los secretos de los Dioses, las otras divinidades crearon la Ignorancia como un velo.

Después de Kib está Sish, el Dios del Tiempo, siempre acompañado por su Sabueso, el Devorador de Horas. A medida que Sish y su Sabueso avanzan, las cosas envejecen y se desgastan a su paso. El único lugar de la Tierra donde el Tiempo no fluye es el Jardín Perdido de Wornath-Mavai, donde vivían los Dioses antes de que Kib creara la vida orgánica. Desde luego, Sish y el Devorador de Horas no pueden entrar en el Jardín; e incluso Mung, el Dios de la Muerte, no puede profanar esta región. Esencialmente, Sish es una representación de la entropía, que tiene al Tiempo como su sabueso, hasta la edad en que el Tiempo se vuelva contra él y los demás Dioses.

El último de esta tríada, después de Kib y Sish, es Mung, el implacable Dios de la Muerte, el único que sabe adónde van las almas de los difuntos. Hablaremos más extensamente de Mung más adelante.

Debajo de estos tres dioses principales [Kib, Sish y Mung] hay otras deidades importantes. Una de ellas es Slid, especie de Dios del Mar, pero que también reina sobre los ríos y arroyos. Se dice que es dueño de todas las perlas y tesoros perdidos en el mar.

Cuando Slid desató por primera vez sus olas sobre el mundo, no había nada más que tierra, y el Dios del Mar tuvo que pelear con los otros Dioses por cada milla de terreno. El ejército acuático de Slid primero conquistó los vientos y luego comenzó a devorar grandes rocas. El avance se detuvo cuando los otros Dioses de Pegana levantaron acantilados para contenerlo. Slid fingió detenerse, pero mientras tanto hizo que se formaran ríos y manantiales detrás de las líneas enemigas. Slid entonces desató a todas las criaturas del mar como un ejército de ocupación, y estas se asentaron en los ríos que cortan la tierra. Más de la mitad del mundo ya había sido conquistado por Slid cuando Tintaggon, el Dios de la Montaña de Mármol Negro, intentó detener su avance. Después de un largo enfrentamiento, Tintaggon se mantuvo firme contra las fuerzas del Dios del Mar y permitió que otros dioses de la montaña se agruparan y evitaran que Slid sumergiera el mundo entero.

Por allí también tenemos a Limpang-Tung, el Dios de la Juventud y la Alegría. Curiosamente, Limpang-Tung se considera a sí mismo inferior a los otros Dioses; sin embargo, es el creador del cielo y el Señor de los Vientos en nuestro mundo.

Limpang-Tung es visto por sus adoradores como el dios de la comedia, el drama, la música y todas las demás artes creativas. Es un gran aliado de la humanidad, ya que las artes le proporcionan al Hombre una distracción para la inevitabilidad de la muerte. El cielo es su lienzo, y allí pinta patrones de nubes que cambian constantemente. De todas las ramas del arte, prefiere la tragedia y la comedia, ya que estas, asegura, representan mejor la futilidad de todos los esfuerzos humanos.

Se dice que Limpang-Tung fabricó un instrumento musical único, solo para sí mismo, y lo ubicó en lo profundo de una caverna remota. Desde allí a menudo toca y la música viaja por los vientos que recorren el mundo. Este Dios también es responsable del sonido musical de los arroyos y ríos y de los cantos de todos los pájaros, a quienes dirige en sus actuaciones como un director de orquesta.

Menos modesto es Yoharneth-Lahai, el Dios del Sueño, quien dispone la paz o la intranquilidad de los que duermen. Yoharneth-Lahai también gobierna sobre los sueños diurnos y las fantasías en general. Su barco navega por el río Imrana, y las vigas de su nave están hechas de sueños soñados hace mucho tiempo, los mástiles se formaron con la imaginación de los poetas y el aparejo se hizo con las esperanzas de la gente. Los remeros son todas las figuras de la ficción y los cuentos de hadas del mundo.

Yoharneth-Lahai tiene tanta prisa por distribuir todos sus sueños antes del amanecer que a veces se confunde un poco, por ejemplo, entregando los sueños de la realeza a los pobres y los sueños de los pobres a la realeza.

En los Mitos de Pegana de Lord Dunsany hay dioses muy originales, como Roon, el Dios Que Nunca Se Detiene, especie de deidad del ímpetu y el movimiento, cuyo espíritu se agita en todas las cosas que se mueven. Cuenta la leyenda que Roon, un poco agotado de sus funciones, creó mil dioses menores [cuyo rango es inferior al del Hombre] para que se ocuparan de algunas menudencias del movimiento que estaban por debajo de su rango. Pero estos mil dioses se rebelaron, se volvieron sedentarios, comenzaron a instalarse en los hogares humanos para inducir la inacción. Eventualmente fueron exterminados, pero se cree que todavía hay algunos pocos sobrevivientes entre nosotros.

Otro Dios importante es Dorozhand, especie de Dios del Destino [pero no el Destino mismo] que pone en movimiento las cosas de acuerdo a un orden preestablecido. Por supuesto, Dorozhand cree que tiene un propósito, una razón de ser, y lo que es más importante, una misión que nada tiene que ver con el Azar.

En realidad, Dorozhand impulsa a Dioses y Hombres por igual a cumplir sus planes para ellos. Hace esto parándose frente a ellos y alentándolos a seguirlo por el camino que él ha elegido, o colocándose detrás y azotándolos si se muestran reacios. Los eventos que obligan a las personas a aceptar sus destinos son conocidos como «el látigo de Dorozhand».

Por su parte, Lord Dunsany a veces se refiere a una deidad que alguna vez fue el Dios de la Alegría Absoluta, pero que ahora solo es conocido por su nombre: Hoodrazai, el Dios Silencioso y Solitario. Según se cree, Hoodrazai perdió la alegría cuando escuchó los balbuceos de MANA-YOOD-SUSHAI mientras este dormía, y así conoció el significado secreto de muchas cosas.

Los Mitos de Pegana también tienen un Dios que no es un Dios, ni Bestia ni Hombre [tampoco tiene género definido]; un Dios inmóvil. Se llama Trogool, y se sienta en las rocas en el Borde del universo; una región inhóspita donde se encuentran todos los elementos que los Dioses no usaron cuando crearon los planetas, las lunas y las estrellas. Allí, Trogool pasa las páginas de un libro donde están registrados todos los eventos de la creación. Algunos creen que las páginas de este libro son blancas y negras, y que los días y las noches se suceden a medida que Trogool va leyendo. Cuando llegue a la última página leerá las siguientes palabras: MAI DOON IZAHN, que significa «el fin para siempre, y todo llegará a su FIN».

Ahora bien, la premisa de los Mitos de Pegana es la incertidumbre. Realmente no sabemos quién ganó el juego primordial entre el Destino y el Azar. Sin embargo, Lord Dunsany nos deja múltiples pistas para resolver el misterio. Mung, el Dios de la Muerte, tiene algunos pasajes interesantes que parecen apuntar a una respuesta definitiva:


[«—Ay de mí que tomé este camino, porque si hubiera ido por cualquier otro no me habría encontrado con Mung.

Y Mung dijo:

—Si te hubiera sido posible ir por cualquier otro camino, entonces el Esquema de las Cosas habría sido diferente y los Dioses habrían sido otros Dioses. Cuando MANA-YOOD-SUSHAI se olvide de descansar y vuelva a hacer nuevos Dioses, puede ser que Ellos te envíen de nuevo a los Mundos; y entonces podrás elegir otro camino y así no encontrarte con Mung.»]


Además de implicar que el ganador del Juego fue el Destino, Mung también parece adherirse a la teoría del tiempo como un círculo plano, el tiempo predeterminado y recurrente. Sin embargo, en El Tiempo y los Dioses (Time and the Gods), más precisamente en el relato Los sueños de un profeta (The Dreams of A Prophet), Lord Dunsany regresa a este dilema, donde un profeta describe su visión del Destino y el Azar en un momento en que la totalidad de la existencia ya se ha desarrollado. En esta visión, el Destino le dice al Azar:


[«Juguemos de nuevo nuestro viejo juego.»]


Y todo vuelve a suceder exactamente como había sucedido antes.

Esto que ocurre de nuevo exactamente como sucedió antes, por supuesto, es el concepto del Eterno Retorno de Nietzsche.

En este punto las cosas se complican un poco. Porque las ideas insinuadas en los Mitos de Pegana apuntan al Destino como el ganador del Juego. Uno tiende a respirar aliviado por eso, pero no hay motivos para estar tranquilos. Uno piensa en el Destino como una especie de plan, de esquema predeterminado, que conduce a alguna parte. Sin embargo, el Destino en los Mitos de Pegana de Lord Dunsany no es un destino significativo; sino simplemente algo predeterminado y cíclico, un destino fatídico.

Ahora bien, Pegana es el lugar en medio de todo, donde los Dioses se sientan en el eje del Tiempo; es decir, en un punto donde el Tiempo se extiende infinitamente hacia todas partes. No hay nada fuera de Pegana. Es el punto focal absoluto.

En términos físicos, Pegana es el centro del universo visible. Si bien es una región etérea, también hay valles y montañas donde se sientan los Dioses, con MANA-YOOD-SUSHAI descansando en el lugar más alto de Pegana. Hay una carretera entre los mundos por la que viaja la luz. Al final del universo se encuentra el Borde, una masa de rocas y otros elementos en bruto que los Dioses no usaron en su creación. Más allá del Borde se encuentra el Silencio y los viejos tiempos muertos.

Como toda mitología, los Mitos de Pegana también tienen su Ragnarok. Cuando Dorozhand logre su fin [el cual desconocemos] y cuando Trogool llegue a la página final del Libro, entonces Kib tocará con reverencia la mano de MANA YOOD-SUSHAI. Skarl dejará de tocar el tambor y el sueño de los Dioses terminará. Desde la Tierra podremos ver algunos anuncios astronómicos de todo esto. Se dice que veremos tres lunas consecutivas sin crecer ni menguar. En este punto, MANA YOOD-SUSHAI se levantará y hablará; luego se reirá de los Dioses. Estos dejarán de manipular las estrellas, las Bestias y los Hombres, dejarán todos esos asuntos atrás y se irán [ver: El león, la bruja y el Fimbulvetr]

Pero, como en toda mitología, los Mitos de Pegana también presentan algunas versiones alternativas del fin de los tiempos. Una de ellas sostiene que, con el despertar de MANA YOOD-SUSHAI, los Dioses le mentirán a su hacedor y tratarán de mantener oculta la creación del universo. Por supuesto, MANA YOOD-SUSHAI descubrirá el engaño y los rechazará, no como un Dios iracundo, sino como alguien que espanta una mosca al despertarse de la siesta.

Entonces un trueno rugirá entre los mundos, y Mosahn, el Pájaro de la Perdición, volará desde el valle más recóndito de Pegana y proclamará con un grito atronador que ha llegado EL FIN. El Sabueso del Tiempo morirá cuando no haya nada que devorar, o se volverá contra sus amos, los Dioses; y Mung, el Dios de la Muerte, luchará contra él. Como Thor en los mitos nórdicos [que matará a la serpiente en el Ragnark pero morirá a causa de las heridas], Mung matará al feroz Sabueso del Tiempo, pero él también morirá. Y entonces los Dioses se habrán ido, navegando lejos sobre el Imrana, el río del Silencio, en galeones de oro, a un lugar lejos de Pegana.

Ausente de Dioses, el Imrana se desbordará y el Silencio llenará la creación. No habrá mundos ni Dioses. El trabajo de Skarl estará hecho y caminará hacia el vacío para que, al final, solo quede MANA YOOD-SUSHAI, porque los Dioses y todas sus obras se habrán ido, e incluso Skarl el Tamborilero se habrá ido. MANA YOOD SUSHAI estará solo.

No es seguro, pero puede ser que MANA YOOD-SUSHAI permita que los viejos días muertos regresen desde más allá del Borde, porque no se sabe si es un Dios duro o misericordioso [por ahora solo lo conocimos dormido], y entonces el Juego de la creación y la destrucción se repetirá [ver: La teología de la Tierra Media]

MANA YOOD-SUSHAI es un dios primordial muy curioso. Sabemos que creó el universo y todas las deidades menores. Después de esto, descansó. Su sueño es tan profundo que ningún Dios puede perturbarlo y ningún mortal puede rezarle. Es decir que MANA YOOD-SUSHAI no toma parte en los asuntos del cosmos hasta el día en que despierte; y cuando ese día llegue, toda la creación llegará a su fin, incluidos los dioses menores.

No parece estar irritado u ofendido por las cosas que se han hecho durante su siesta cósmica; simplemente se ríe de la inutilidad de los Dioses y los Hombres y procede a destruirlo todo. A propósito [esta es una advertencia a los lectores de El Espejo Gótico], si algún mortal se atreve a rezarle a MANA YOOD-SUSHAI, no solo será borrado del mundo, sino que nadie recordará que existió en primer lugar.

Mung, el Dios de la Muerte, también resulta fascinante. Los Mitos de Pegana sostienen que, cuando todas las cosas que mueren se encuentran cara a cara con Mung, él hace su señal con las manos y la vida se retira de ellas. Nadie sabe dónde o cuándo se encontrará con Mung, quien le quitará la vida sin importar cuánto suplique o intente sobornarlo. Las únicas palabras de consuelo que ofrece es que cuando la vida de se desvanece, también lo hace el dolor por perderla.

Un mito presenta a Mung siendo llamado por las otras deidades para sofocar la rebelión de tres dioses de los ríos [Eimes, Zanes y Segastrion], quienes desafiaron la voluntad de Slid y todos los demás Dioses de Pegana. Declarándose superiores, Eimes, Zanes y Segastrion desbordaron sus aguas y afirmaron que empezarían a jugar con la humanidad de la misma forma en que lo hicieron los Dioses. Pero Mung envió a su deidad subordinada, Umbool, el Dios de la Sequía, para mostrar su poder sobre los ríos rebeldes y los redujo a meros charcos en el transcurso de un mes. Los tres dioses del río se rindieron y se les permitió reanudar su flujo.

Otra vez, un profeta llamado Yug se jactó de que él, y solo él, podía prever la llegada de Mung, pero Mung lo sorprendió un día y le quitó la vida. La gente se olvidó de Yug y siguió al nuevo profeta, Alhireth-Hotep [cuyo nombre inspiró al Nyarlathothep de Lovecraft]. Este profeta se jactó de que él y Mung eran amigos y cuando un extraño de la multitud se adelantó y se reveló como el Dios de la Muerte, todos se dieron cuenta de que Alhireth-Hotep había estado mintiendo, o de lo contrario habría reconocido a Mung. Este profeta también murió.

A continuación surgió otro profeta [son muchos en los Mitos de Pegana], llamado Kabok. Lleno de arrogancia, Kabok afirmó que Mung se había quitado la vida. Mung comenzó a visitar al profeta en momentos inesperados, entrometiéndose en su habitación por la noche, desconcertándolo pero sin matarlo. Después de algunos meses de insomnio y sobresaltos, Kabok quedó reducido a una masa decrépita. El profeta le rogó a Mung que le quitara la vida y el Dios accedió.

Finalmente llegó un nuevo profeta [la gente nunca aprende la lección], llamado Yun-Ilara, quien se atrevió a maldecir a Mung. Durante un tiempo todos quedaron asombrados con Yun-Ilara, no tanto por maldecir al Dios de la Muerte, sino por no haber sido castigado por ello. Pero el asombro general comenzó a disminuir a medida que Yun-Ilara envejeció y se volvió más débil. Dicen que envejeció tanto que finalmente le rogó a Mung que lo matara, pero Mung se negó una y otra vez. Tal es así que, aún hoy, en algún lugar del desierto hay un esqueleto marchito, apenas animado, llamado Yun-Ilara, hambriento, sediento, enfermo y en perpetua agonía. Reza para que Mung acabe con su vida, pero Mung seguirá negándose hasta que llegue el fin del universo.

Para finalizar mencionaremos cuatro deidades menores pero que tienen un gran impacto en los Mitos de Pegana. Una de ellas es Tarde [Evening], cuyo séquito de deidades subordinadas la acompañan mientras ella despliega la oscuridad sobre el mundo. Triboogie, el Dios del Atardecer, forma parte de su corte nocturna, al igual que Hish, el padre de todos los murciélagos del mundo. Otra de las deidades asistentes de Tarde es Wohoon, el dios de todos los sonidos de la noche, desde los aullidos de los lobos hasta los sonidos que los mortales creen escuchar cuando intentan dormir. También tenemos a Pitsu, la Diosa a la que sólo ven los gatos por la noche, quienes a veces corren hacia ella para que acaricie sus pelajes. Finalmente tenemos a Habaniah, el Dios de las brasas encendidas en el hogar; y Gribaun, la anciana Diosa que convierte la leña quemada en el hogar en cenizas.

Cuando Tarde y su corte se retiran aparece Inzana, la Diosa del Amanecer. Inzana era la favorita de todos los demás Dioses, quienes la complacieron en todos sus caprichos. Incluso crearon el sol y la luna solo para que sean sus juguetes. El día era causado por Inzana cuando lanzaba su bola solar por el cielo, así como la noche, cuando jugaba con la luna. Una vez, cuando la bola solar de la Diosa del Amanecer se desvaneció, envió al inframundo al Dios de la Tormenta, Umborodom, para recuperarla. Los perros que Umborodom tiene atados son las lluvias, el granizo, la nieve y los relámpagos. Umborodom venció a las fuerzas del inframundo y le devolvió el sol a Inzana.

En otra ocasión, los Dioses de las Nubes robaron el sol e Inzana envió al Viento del Norte a recuperarlo. Con su espada en la mano, este le devolvió su juguete. En otras tres ocasiones, la Diosa del Amanecer invocó a Limpang-Tung, Slid y Yoharneth-Lahai para que recuperaran sus juguetes perdidos.

Grimbol, Zeebol y Trehagobol son tres Diosas de la Montaña, quienes además son las madres de los tres ríos rebeldes que Mung y Umbool fueron llamados a derrotar. Sus picos soplan con los vientos frescos producidos por el batir de las alas de todas las mariposas que alguna vez vivieron. Un estanque azul yace escondido en algún lugar entre esas montañas, en el que las almas en su camino hacia el más allá pueden ver reflejos de todas sus acciones en la vida, tanto las malas como las virtuosas.

En los Mitos de Pegana de Lord Dunsany los mortales también pueden aspirar a convertirse en dioses, como Zodrak, un pastor mortal que se convirtió en dios. Zodrak era conocido por su sentido del humor y una vez los Dioses de Pegana lo convocaron para que los entretenga. Cuando llegó el momento de retirarse, luego del espectáculo, Zodrak pidió convertirse en uno de los dioses. Se le concedió este deseo y trató de usar sus nuevos poderes para aliviar las vidas llenas de dolor de la humanidad. Envió riquezas al mundo pero con ellas vino aún más sufrimiento y maldad. Envió amor al mundo, pero con él llegó la angustia y el dolor de la pérdida. A continuación, Zodrak envió sabiduría, pero con ella vino el dolor de la comprensión y el descontento de saber que no sabemos nada realmente, sin importar cuán sabios seamos.

Una vez, Zodrak se encontró con el profeta Imbaun y pidió el perdón de la humanidad. Imbaun se lo concedió y Zodrak le dijo al profeta que no importa cuánto peque la humanidad contra los dioses, los dioses pecan contra la humanidad todo el tiempo.




Lord Dunsany. I Taller gótico.


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El artículo: Los Mitos de Pegana: la mitología de Lord Dunsany fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Se nota la influencia en Lovecraft, en el Horror Cósmico, con esos dioses implacables a los que la inmortalidad les resulta indiferente. Y esa idea de que los dioses pecan contra la humanidad.
Es mucho de desolador en esa mitología.

Lo atenúa un poco que haya diosas como Tarde, tan poética.
Y Pistus, quien acaricia el pelaje de los gatos. Más afortunados que los humanos, por recibir caricias de una diosa.
Lovecraft apreciaba a los gatos. Y puede haber alguna influencia de esta idea, con los gatos como privelegiados.


No parece haber un equivalente de Afrodita, seduciendo a algunos mortales.
Aunque Inzana y las Diosas de la Montaña parecen tener su atractivo, por ser diosas.



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