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«Trolldómr» y los Libros Negros de Cyprianus.


Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus.




En la tradición escandinava existen los Svarteboken [«libros negros»], similares en algunos aspectos a los Libros de las Sombras de las brujas, particularmente de la religión Wicca. Los Svarteboken, en esencia, son pequeños grimorios atribuidos en parte a un sujeto misterioso: Cyprianus [Cipriano]

Los Libros Negros no solo proporcionan las típicas instrucciones para invocar demonios, lanzar hechizos y adquirir poderes mágicos; en algunos casos, la posesión del Libro Negro en sí otorga poderes sobrenaturales a su propietario. Sin embargo, y a pesar de esta ventaja, gracias a la cual no es necesario practicar las artes ocultas para obtener sus beneficios, bastando ser solamente el propietario, el uso inadecuado de un Libro Negro, incluso su posesión, puede traer graves consecuencias.

Algunos Libros Negros están escritos con sangre, otros simplemente están firmados de este modo, y esa es la raíz de su peligrosidad, ya que estos pequeños grimorios suelen quedar dentro de una familia y en cierto modo funcionan como un pacto. Cuando un Libro Negro sale de esa familia, por descuido o falta de herederos, y termina en manos imprudentes, este se libera del pacto con su propietario original y puede causar toda clase de desgracias.

Hay una leyenda alemana sobre un Libro Negro que, por circunstancias desconocidas, llegó a manos de unos campesinos. Sus poderes se liberaron cuando estos intentaron leerlo, no al revés, como debe hacerse, sino como si se tratara de un libro corriente. Una vez activado, causó grandes calamidades a la familia de campesinos. De hecho, cuenta la historia que intentaron repetidamente deshacerse del libro, pero no pudieron hacerlo, porque el Svarteboken estaba ligado a su propietario. Se decía que los Libros Negros no podían ser quemados, pues resistían a las llamas, ni tampoco destruidos por el agua. Si se los desechaba, siempre encontraban la forma de regresar.

Finalmente, los campesinos consiguieron la ayuda de un ministro, quien clavó con éxito el Libro Negro en un ataúd. Este final, quizás apócrifo, vindica el poder cristianismo sobre el paganismo.

Los Libros Negros tenían un fuerte arraigo popular. Muchas familias poseían uno, funcionando como una especie de guía para las generaciones venideras donde también se incluían recetas de cocina y métodos curativos, ritos estacionales y agrícolas, además de encantamientos, conjuros y hechizos. Los Libros Negros de Cyprianus [Cipriano], a pesar de contener elementos inocuos, tenían una pésima reputación entre las autoridades de la iglesia, quienes creían que la única forma de obtener el libro por sucesión familiar era renunciando al bautismo y entregándose a Satanás. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los Libros Negros estaban relacionados con párrocos rurales, más precisamente con sus esposas, quienes a menudo oficiaban de curanderas en las comunidades aisladas.

Aunque los Libros Negros, en gran parte, eran un compendio del saber tradicional recopilado por una familia durante generaciones, los aspectos mágicos siempre estaban atribuidos a un tal Cyprianus. Se cuenta una variedad de historias sobre la identidad de este individuo. Algunos dicen que sería Cipriano de Antioquía [San Cipriano], que vivió en el siglo IV d.C. en Turquía; quien logró invocar y dominar a una variedad de demonios, y que finalmente se convirtió al cristianismo y terminó su vida como mártir. En la Edad Media circulaban muchas leyendas unidas al nombre de Cyprianus, incluida la tradición de que practicaba la magia negra antes de su conversión al cristianismo. En otra tradición medieval, Cipriano era un hechicero que trató de seducir a Santa Justina, pero fue convertido cuando ella hizo la señal de la cruz, liberándolo del poder del diablo.

Los Svarteboken escandinavos casi nunca hacen referencia a San Cipriano, sino más bien a un hechicero, una figura fáustica llamada Cyprianus, que a menudo es descrito como un malvado noruego [o danés] que aprendió la magia negra a través de sus tratos con el Diablo. De hecho, una versión de la leyenda comenta que Cyprianus era tan malvado que el Diablo lo expulsó del infierno. Para vengarse, Cyprianus escribió el primer Libro Negro con fórmulas e invocaciones que permitirían controlar a los demonios.

Ahora bien, esta tradición de Cyprianus como expulsado por el diablo relaciona [con hilos delicados] a los Libros Negros con el Drácula de Bram Stoker. Según esta variante de la leyenda, el «infierno» del cual fue expulsado Cyprianus era en realidad la Scholomance, aquella legendaria escuela de magia negra situada en Transilvania y dirigida por el Diablo. En este contexto, Cyprianus habría sido uno de los diez solomonari [tal como lo fue Drácula], quien después de haber sido expulsado regresó a escandinavia y comenzó a difundir los secretos de esta institución [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Otras historias, en cambio, comentan que Cyprianus no estaba al tanto de las oscuras actividades de Scholomance hasta que ingresó en ella. Escapó y escribió el primer Svarteboken como método de defensa contra las actividades del Diablo y sus solomonari.

Rastrear los verdaderos orígenes del Cyprianus de los Libros Negros es prácticamente imposible. Hay demasiadas variantes extravagantes, como aquella mencionada en el Oldtidens Sortebog [«el antiguo libro mágico»], donde se afirma que Cyprianus fue una hermosa monja mexicana del siglo XIV, arrojada a una mazmorra en 1351. Mientras estuvo encerrada, escribió con sangre todos sus conocimientos mágicos en sus hábitos. Tiempo después, sus ropas fueron encontradas en un antiguo castillo y volcadas en el primer Libro Negro.

Uno de los principales intereses de los Libros Negros era la adivinación. Una de las prácticas más comunes era el støyping, y consistía en vertir plomo fundido a través de un agujero sobre un trozo de pan sumergido en agua fría. Luego se procedía a interpretar la causa de varias enfermedades, que a menudo eran atribuídas a la presencia de un changeling, es decir, la prole de los maliciosos huldra-folk dejada en el lugar de un niño humano sano. Este rito de adivinación a menudo era realizado por una signekjerring [«anciana bendita»].

Las leyendas más interesantes en torno a los Libros Negros son aquellas que narran su uso inadecuado, un motivo recurrente del folclore escandinavo. En tales historias, un sirviente o una criada encuentra y lee el Libro Negro de la familia, invocando así al diablo mientras el propietario [casi siempre un clérigo] está ausente. La única manera de salvarse es darle al diablo una tarea imposible, como desatar los nudos de una red de pesca o vaciar un fiordo. De este modo, el diablo, obligado por el Libro Negro a cumplir las órdenes del invocador, se mantiene ocupado hasta que el propietario del libro regresa y lo envía de vuelta al infierno.

En los años '70 del siglo pasado, una mujer noruega llamada Mary Rustad empezó a revisar la casa de campo a la que se había mudado recientemente. La casa había pertenecido a su familia durante siglos y estaba llena de objetos en desuso. En el ático encontró una caja, y dentro de la caja encontró dos libros que datan de principios del siglo XVIII, conocidos como Los Libros Negros de Elverum.

La familia Rustad siempre estuvo asociada a la brujería. De hecho, en 1625 se llevó a cabo un proceso judicial contra Ingeborg Økset, antepasado de Mary Rustad; de modo que la presencia de estos libros en la finca familiar no es sorprendente. Sin embargo, los hechizos y conjuros de los Libros Negros de Elverum no son gran cosa. Algunos apelan a Cristo, otros a Lucifer, pero también hay recetas medicinales que no tienen ningún elemento espiritual, por ejemplo, para tratar la impotencia [ver: Cómo las brujas causaban impotencia]. Lo sorprendente es la especificidad de estos hechizos. Hay uno que puede usarse para enviar al diablo tras el sinvergüenza que cometió un robo, no para matarlo, sino para que devuelva las pertenencias robadas.

En los Libros Negros de Elverum también hay instrucciones para encontrar brujas. Si usted sospecha que hay una bruja en su comunidad, se recomienda merodear en los alrededores de la iglesia local en ciertas noches y esperar cerca del campanario. Al parecer, a las brujas les encanta mordisquear las campanas y aprovecharán cualquier oportunidad para hacerlo. Los Libros Negros simplifican un poco esta tradición. No es que las brujas realmente mordisquearan las campanas, sino que raspaban el metal para utilizarlo en sus pociones.

Si bien los Libros Negros poseen toda clase de conjuros y encantamientos, así como instrucciones sobre cómo fabricar objetos mágicos, amuletos y talismanes, también conservan fórmulas personales anotadas por el propietario, es decir, variantes propias de fórmulas conocidas. La mayoría de los Libros Negros [conocidos] son pequeños cuadernos escritos a mano que datan de mediados del siglo XVIII. Por aquel entonces solo tenían valor para su propietario, pero a fines del siglo XIX surgió un renovado interés por ellos como depositarios de antiguas tradiciones y costumbres populares escandinavas, incluso precristianas. Algunos Libros Negros se imprimieron como curiosidades de una época que realmente creía en la magia.

Además del aspecto mágico, la proliferación de Libros Negros dependía de dos cuestiones fundamentales: el acceso a los libros [que era muy limitado para la gente común] y la creencia generalizada en el poder de la palabra escrita. Tener acceso a un libro era tener acceso a cierto grado de poder. El clero pertenecía a este grupo privilegiado, y cuando a mediados del siglo XVII se instruyó a todas las iglesias a que mantuvieran un registro, los párrocos [sobre todo] comenzaron a llevar pequeños cuadernos de anotaciones donde se enumeraban los nombres de los feligreses en relación con los eventos importantes de sus vidas. Uno se pregunta si los Libros Negros podrían estar relacionados con el establecimiento de estos registros eclesiásticos.

En un principio, estos registros no se diferenciaban demasiado de un cuaderno de almacenero de pueblo, con anotaciones cronológicas de los quehaceres diarios, pero evolucionaron gradualmente hasta convertirse en verdaderos registros con columnas para bautizos, confirmaciones, bodas y entierros. El acceso a tales libros estaba estrictamente regulado, pero cualquiera podía ver al sacerdote escribir los nombres y las fechas de quienes iban a participar en los rituales de la iglesia. Este acceso privilegiado a la información a través de un libro manuscrito podría haber dado lugar a especulaciones sobre su significado.

No me refiero aquí a que el clero estaba involucrado en la magia [y lo estaba], sino que la idea de mantener un registro de actividades e información rodeado del mayor secretismo bien pudo haber sido imitado.

Lo cierto es que uno puede encontrar recetas contra prácticamente todo en los Libros Negros, desde curar un dolor de muelas [kalamaris, katalibus, ratalibus] hasta protegerse de ladrones [auratebul], desde volverse invisible a enamorar a una chica o fabricar amuletos para protegerse del mal. Estos amuletos solían ser palabras escritas en un papel que envolvía una pequeña piedra y se llevaba alrededor del cuello. Las palabras a veces derivaban de la liturgia católica. Se escribían en un tosco latín, mal escritas o, mejor dicho, escritas como las personas sencillan las escuchaban de un sacerdote rural que no tenía muchos más conocimientos del latín que sus fieles.

Los Libros Negros, en general, eran bastante respetuosos. Un hechizo para hacer daño podía estar escrito en este latín rudimentario, pero nunca haría alusión a la tradición cristiana. Los Svarteboken menos familiares y dedicados a la medicina rural, ingresaban en el tenebroso territorio del trolldom [«hechicería»].

Los escandinavos medievales estaban preocupados por la eficacia de la magia, que funcionaba como una herramienta en la vida cotidiana tanto de los campesinos como de la nobleza. Era un lugar común. Muchas formas de magia, ya sean relacionadas con creencias paganas o clericales, se consideraban beneficiosas y eran aceptadas. Las formas oscuras de la magia, sin embargo, eran inaceptables y se consolidaron en la noción de trolldómr [de trolle, «conjurar»; y dom, sufijo utilizado para formar sustantivos a partir de adjetivos]. Este término puede traducirse aproximativamente como «hechicería», aunque sin la relación necesaria con los trolls, de la cual hablaremos más adelante.

A mediados del siglo XVI, los obispos comenzaron a viajar a las comunidades rurales escandinavas con el objetivo de proporcionarles a los clérigos locales algunas herramientas para comenzar a aislar a los practicantes de la magia. La estrategia, muy exitosa, fue etiquetar todas las formas de magia como trolldómr, término que implicaba malicia en las operaciones mágicas. Fue en este momento en que comenzaron a prosperar los Libros Negros bajo un manto de secretismo. Esto significaba que no podían salir del seno de una familia ya que constituían una prueba de delito.

Los trolls ya estaban asociados con la magia en los mitos nórdicos, pero en el folclore moderno, desde alrededor del siglo XIX en adelante, se han transformado en criaturas grandes y brutas, o incluso en seres pequeños que pueden poseer algún rasgo mágico, pero ya no peligrosos. Sin embargo, los trolls fueron vistos como muy peligrosos en el pasado [ver: Grendel y la misteriosa raza de los «Eotens»]

Es importante entender que los trolls escandinavos no son solo una cosa, sino todo un abanico de seres diferentes pero al mismo tiempo similares en algunos aspectos. Están los trolls de la montaña, que no parecen demasiado interesados en los seres humanos; y los trolls del bosque, que están aterrorizados por el cristianismo y se convierten en piedra cuando les da el sol. El troll promedio es similar a un ser humano de gran estatura, y generalmente se distingue de nosotros por el hecho de tener cola, que esconde entre sus ropas. A propósito, el clero tuvo una excelente idea para que la gente no se vaya de la iglesia antes de que termine el servicio religioso al difundir la idea de que los trolls no soportan escuchar misa, y huyen precipitadamente si oyen las sagradas escrituras. Si uno no quería ser acusado de ser un troll [y podía ser una acusación seria], era aconsejable quedarse hasta el final del servicio.

Los trolls, salvo excepciones, eran expertos en todos los aspectos mágicos de los Libros Negros: eran capaces de volverse invisibles, de cambiar de forma, y de lanzar maldiciones devastadoras. Sin embargo, la magia de los trolls no era considerada realmente «magia» por los antiguos escandinavos, sino más bien habilidades extraordinarias, si es que podemos captar la sutil distinción. La magia [seiðr] en la cultura nórdica era algo sagrado, algo que practicaba el propio Odín, mientras que los trolls solo utilizaban una forma degradada y con fines viles. Ahora bien, desde la mirada cristiana, las habilidades de los trolls se ajustaban a lo que incluso hoy consideraríamos magia, de modo que el término trolldómr era lógico [para esa mirada cristiana], aunque no para la percepción escandinava.

En la actualidad se habla mucho de magia nórdica, de seiðr, pero estas interpretaciones [wiccanas y neopaganas en su mayoría] son muy licuadas, una especie de chamanismo burgües para gente blanca que quiere «conectar con la naturaleza». No puede haber «expertos» en magia nórdica porque el seidr no tiene fuentes históricas. Hay menciones en los Eddas y Sagas, pero no hay descripciones rigurosas de sus rituales. De hecho, por las pocas referencias que han sobrevivido, sabemos que el seiðr era originalmente una magia basada en el tejido [seithr], algo así como un tejido ritual. Los hombres no la practicaban porque se consideraba una forma cobarde y retorcida de lograr objetivos. Tal vez por eso los aesir se sorprendieron enormemente cuando Odin decidió practicarla.

Las leyes medievales prohibían la magia dañina [maleficium, en latín] mientras que se toleraba la magia beneficiosa [sanación, suerte en la caza, protección del ganado y las cosechas]; sin embargo, a finales de la Edad Media los teólogos desarrollaron una nueva visión, donde toda la magia, incluso al servicio del bien, estaba vinculada a los poderes del mal [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]

En Noruega, las leyes medievales se aplicaron hasta 1697, pero la pena de muerte por practicar la hechicería fue adoptada por decreto real recién en 1584. Para el centenario de la Reforma, el 12 de octubre de 1617, el castigo ya era menos riguroso: el destierro en lugar de la pena de muerte.

En este contexto, cuando las autoridades de la fe etiquetaron toda forma de magia como trolldómr, la gente sencillamente no dejó de practicar sus ritos y costumbres, solo se vio forzada a realizarlos de manera privada, discreta, cobijadas por sus personas de confianza: sus familias. Así, probablemente, nacieron los Libros Negros.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


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El artículo: Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Liber Incantationum»: el libro de los Nigromantes.


«Liber Incantationum»: el libro de los Nigromantes.




El inquisidor Nicolás Aymerich (1320-1399) evidentemente mantuvo un amplio contacto con Nigromantes. En su Directorium Inquisitorum informó sobre la confiscación de varios libros prohibidos, entre ellos, la Tabla de Salomón y El tesoro de la nigromancia [del olvidado Honorio el Nigromante], los cuales ordenó quemar en público. Fue Aymerich quien examinó en detalle las extrañas y, a menudo, horrorosas prácticas implícitas en el culto a los demonios. Según el Directorium Inquisitorum, los Nigromantes eran disciplinados, prometían obediencia y se entregaban al servicio de los demonios; entonaban cánticos en su honor y ofrecían no sólo animales sino su propia sangre como sacrificio:


[También practican una especie de ascetismo en el ejercicio de la magia negra. Ayunan y observan la castidad con el perverso motivo de honrar a los demonios. Asimismo, por reverencia a los demonios, se visten con ropajes negros.]


No podemos suponer que Aymerich simplemente estaba inventando estos cargos; a lo sumo, podría estar exagerándolos. Pero cuando afirma que ha leído los libros de los Nigromantes, no tenemos motivos para sospechar que miente. Parte de este material todavía sobrevive; y el Manual de Munich [código CLM 849 en la Biblioteca Estatal de Baviera], también conocido como Liber incantationum, es excelente ejemplo del tipo de documento al que hace referencia Aymerich [ver: Libros de demonología]

El Manual de Munich contiene una gran cantidad de operaciones mágicas realmente extraordinarias. Un conjuro, por ejemplo, pretende invocar a un demonio que impartirá un dominio sin igual sobre todas las artes y ciencias sin ningún esfuerzo por parte del Nigromante. Evidentemente, el autor era un erudito ambicioso pero no particularmente diligente [ver: Grimorios]

En general, los conjuros, fórmulas y rituales del Manual de Munich tienen los siguientes objetivos:

Afectar las mentes y voluntades de otras personas; a veces para volverlas locas, otras para inflamarlas de amor u odio, para ganar su favor, para obligarlas a hacer o no algo; etc. No son sólo los seres humanos los que pueden ser así dominados, sino también los espíritus y los animales.

Si bien la Nigromancia no se usa a menudo para causar daños corporales [para eso hay otras opciones], puede provocar molestias tanto físicas como mentales. Por ejemplo, en el Manual de Munich hay conjuro que llama a los demonios a afligir a alguna víctima para que no pueda dormir, comer, beber o... bueno, cumplir con sus obligaciones maritales [ver: Cómo las brujas causaban impotencia en los hombres]

El objetivo final aquí, como en otras ramas del ocultismo, es afligir a la víctima como un medio para que cumpla la voluntad del Nigromante. En segundo lugar, el Nigromante puede crear ilusiones para lograr el mismo fin; por ejemplo, festines y banquetes extravagantes, o bien apariciones horrorosas. Igualmente ilusorio es el uso de la Nigromancia para resucitar a los muertos [ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos y regresarlos a la vida]:


[Un anillo consagrado, colocado en la mano o en el pie de un cadáver, bastará para convocar a seis demonios, cada uno de los cuales animará el cuerpo durante un día para que pueda resucitar, levantarse y hablar. El mismo anillo, puesto en el dedo de una persona viva, lo hará parecer muerto hasta que se lo quiten.]


Otro propósito de la Nigromancia es descubrir cosas secretas, ya sean pasadas, presentes o futuras. El Manual de Munich brinda instrucciones detalladas para la Nigromancia adivinatoria: fórmulas para encontrar objetos robados o perdidos, para identificar a un ladrón o un asesino, y en general para obtener conocimiento de cualquier cosa que sea incierta. De hecho, el Manual de Munich incluso presenta una especie fórmula de geolocalización; mediante la cual, sostiene, uno puede saber exactamente dónde se encuentra una persona en particular; así como otra que permite el diagnóstico de una persona enferma, y su consiguiente tratamiento.

La información deseada, por supuesto, la proporcionan los espíritus de los muertos, que se aparecerán a un niño [o, excepcionalmente, a una niña] en un cristal, en un espejo, en la hoja de una espada, en el omóplato engrasado de un carnero; en fin, objetos que siempre es conveniente tener a mano.

En general, la información que busca el Nigromante puede aparecer en la superficie reflectante. Es un procedimiento complejo, donde deben observarse diversas pautas de hospitalidad. Por ejemplo, el Nigromante debe invitar al espíritu a desmontar de su caballo [por alguna razón siempre se presentan de este modo], preguntarle si tiene hambre y, si es así, ofrecerle carnero asado. Cuando el espíritu se haya alimentado [aunque sin tocar la comida], el Nigromante debe ponerle la mano derecha sobre la cabeza y hacerle jurar que dirá la verdad. Un lector medieval no habría encontrado nada gracioso en todo esto. Por el contrario, la perspectiva seguramente habría despertado horror o fascinación, y tal vez ambas simultáneamente [ver: Sobre el arte de la nigromancia]

En otros casos, los conjuros, fórmulas y rituales del Manual de Munich están destinados a obtener visiones de ángeles [a menudo durante el sueño] para que puedan impartir conocimiento de cosas pasadas, presentes y futuras. Si bien las técnicas de Nigromancia pueden volverse bastante complejas, se reducen a unos pocos elementos principales: círculos mágicos, conjuros y sacrificios son los elementos más distintivos.

Los círculos mágicos pueden trazarse en el suelo con una espada o un cuchillo, o bien inscribirse en un pergamino o tela. A veces son formas geométricas simples con quizás unas pocas palabras o caracteres inscritos alrededor de la circunferencia. Más a menudo son complejos, con inscripciones y símbolos de varios tipos en el interior, posiciones para varios objetos mágicos y un lugar designado para el «Maestro», es decir, el Nigromante. El Manual de Munich describe varios círculos mágicos, desde los más simples a los más complejos; y todos requieren incripciones sobre un trozo de lino, hechas con la sangre de animales [ratas y murciélagos, sobre todo], que luego serán enterradas cerca de la casa de la víctima [ver: Cómo funciona la Sal en la magia]

Un círculo mágico particularmente interesante del Manual de Munich tiene la forma básica de un círculo y un triángulo en su interior. En el centro se representan varios objetos: una espada, un anillo, una vasija, un cetro y una tablilla con el Tetragrámaton y cuatro cruces. Las inscripciones dentro del triángulo son esencialmente caracteres y palabras mágicas, como AGLA, que se ha descifrado como sinónimo de Ata Gibor Leolam Adonai, hebreo para «Tú eres poderoso para siempre, oh, Señor» [ver: Algunas lenguas para la comunicación interdimensional]

Por supuesto, el Manual de Munich no utiliza el término «círculo mágico»; de hecho, a veces ni siquiera se trata de un círculo en absoluto. La figura geométrica parece haber sido menos importante para los Nigromantes que los signos e inscripciones en su interior. Si bien existe una amplia evidencia de la importancia de los círculos como focos de poder mágico, los Nigromantes los concibieron principalmente como recintos dentro de los cuales podrían estar contenidos varios signos y objetos [ver: El efecto rebote en la magia]

Tampoco hay evidencia de que los círculos mágicos de la Nigromancia tuviesen una función protectora. Todos estamos más o menos familarizados con las leyendas de magos y brujas que interpretaban estos círculos mágicos como dispositivos dentro de los cuales el oficiante estaba a salvo de los demonios, pero hay pocas razones para pensar que los propios Nigromantes los vieran de esta manera. Un ritual en el Manual de Munich dice expresamente que los demonios vendrán cuando sean invocados, dentro del círculo; mientras que es el Nigromante quien debe mantenerse fuera.

En otro caso, la periferia del círculo mágico es inocua. El libro presenta un ritual de magia amorosa que involucra un círculo mágico dentro del cual los amantes pueden «encontrarse» sin ser vistos. El redactor incluso proporciona intrucciones para trazar una circunferencia amplia que permita mayor fluidez en las maniobras [ver: Las pociones de amor más extrañas de la Edad Media]

Si los círculos mágicos están inscritos en tela o pergamino, pueden tener otros poderes además de conjurar demonios. Por ejemplo, un círculo mágico destinado a invocar a un demonio en forma de caballo puede usarse para proteger a su portador de caballos hostiles, y si está acompañado por la sangre y los dientes de un caballo, causará la muerte a cualquier montura que lo mire; algo útil en una época donde la caballería era la fuerza más poderosa en el campo de batalla.

Por otro lado, un círculo mágico diseñado como parte de una ceremonia para resucitar a una persona muerta puede usarse para la magia del amor, o para saber si una persona enferma morirá, o incluso para cuestiones más banales, como evitar que los perros ladren [esto es útil si eres un Nigromante enterrando una efigie cerca de la parroquia local]. Sin embargo, si los círculos mágicos se trazan en el suelo, son, por así decirlo, descartables. El Manual de Munich tiene mucho cuidado de instruir al Nigromante cuándo y cómo debe borrar el círculo mágico, no solo para no dejar evidencia física de sus actividades, sino también para evitar que otros la usen [ver: «Glamour» y otros extraños hechizos de belleza]

Si el círculo mágico [que incluye tanto el círculo como los caracteres y otras figuras geométricas en su interior] es el principal elemento visual de las técnicas del Nigromante, la conjuración es el componente oral clave. La conjuración suele imperativa. Es decir, el Nigromante no pide a los espíritus y demonios, les ordena que aparezcan ante él y realicen alguna acción. En el caso de invocar a un demonio poderoso, el Nigromante puede embellecer la fórmula de invocación para no ofender a su invitado, pero de ningún modo debe ponerse en un plano inferior.

Por supuesto, hay espíritus y, sobre todo, demonios, que no están realmente felices de que se les obligue a manifestarse; tanto es así que el Nigromante muchas veces debe repetir el conjuro tres veces, o siete, y al parecer este es un proceso muy desgastante y, en consecuencia, peligroso, porque cuando el espíritu o demonio por fin comparece el Nigromante puede estar demasiado cansado como para imponer su voluntad. Es por eso que la mayoría de las fórmulas de invocación del Manual de Munich instruyen repetidamente a los espíritus para que aparezcan en una forma agradable y no amenazante.

Los espíritus de los muertos aparecen con la forma física que tenían al momento de morir. Los demonios de mayor jerarquía suelen elegir una forma majestuosa, generalmente como reyes o caballeros. Los demonios de menor rango generalmente se presentan como perros negros y responderán las preguntas en esta forma [ver: Los «espíritus familiares» en la brujería]

Además de los elementos visuales y orales en la Nigromancia, había componentes operativos: actos que realizaba el Nigromante, particularmente sacrificios y rituales simpáticos. El Manual de Munich instruye en el peligroso arte de invocar a los espíritus en una encrucijada con el sacrificio de un gallo blanco. Otro ritual requiere llevar un gato negro al lugar, donde los demonios reclamarán su sacrificio una vez que hayan jurado obediencia. Alberto el Grande corrobora este testimonio, informando que el cerebro, la lengua y el corazón del gato son especialmente agradables al paladar demoníaco [ver: Demonología]

En la Edad Media [como en los relatos de fantasmas clásicos] se creía que los espíritus y los demonios podían ser atraídos por la sangre, especialmente por la sangre humana; así, según el Manual de Munich, los Nigromantes a menudo usaban agua o vino mezclados con un poco de sangre, ya que la consagración de un espíritu en un anillo, o en una botella, no puede lograrse sino mediante la ofrenda de sangre.

Por lo general, el sacrificio solía ser de un animal, pero a veces se ofrecían otras sustancias a los demonios. El Nigromante podía utilizar leche, miel, cenizas, harina, sal y otros ingredientes colocados en frascos dentro del círculo mágico. En otros casos, las sustancias eran más difíciles de conseguir, como las excrecencias agónicas de los ahorcados.

La Nigromancia muchas veces suele ser simpática, es decir, la acción que se realiza sobre una imagen se traslada a la persona representada. Por lo tanto, la magia amorosa puede implicar escribir los nombres de los demonios en una imagen de la persona deseada, de modo que estos la aflijan hasta que se someta a la voluntad del Nigromante, o de un tercero. Los demonios representados simbólicamente en la imagen deben estar realmente presentes en la mujer [ver: El «precio» de los hechizos de amor]

A menudo estas operaciones simpáticas van acompañadas de encantamientos. Si el Nigromante está tratando de despertar el odio o la discordia entre dos personas, puede calentar dos piedras [que representan a las víctimas] sobre el fuego, luego arrojarlas al agua helada y luego golpearlas una contra la otra. Mientras lo hace, dirá: «No golpeo estas piedras, sino que golpeo a X. y X. cuyos nombres están escritos aquí». Un ritual simpático de amor incluye la siguiente fórmula:


[Como un ciervo anhela la fuente, que X. anhele mi amor, y como el cuervo anhela los cadáveres, que ella me desee, y como esta cera se derrite ante el fuego, así ella desee mi amor.]


De más está decir que el secretismo era vital para todas estas operaciones, no tanto por el riesgo que entrañaba ser encontrado realizando estas prácticas, sino por el peligro de que caigan en manos inadecuadas. El Manual de Munich advierte al Nigromante que mantenga sus rituales en secreto porque tienen un poder «inefable», tal es así que los rituales deben realizarse en un lugar secreto y, por supuesto, guardar cuidadosamente el libro «en el que está contenido todo el poder para que no caiga en manos de los necios».

El Nigromante también puede deshacer el daño que ha hecho, y esto es bastante fácil si el ritual original se llevó a cabo mediante operaciones simpáticas que pueden revertirse. Si las piedras han sido enterradas para despertar el odio en una pareja, el amor puede restaurarse desenterrándolas. Si se ha enterrado un objeto cargado mágicamente cerca de la casa de la víctima, el hechizo se puede deshacer del mismo modo. El efecto puede garantizarse recitando diversas fórmulas. Del mismo modo, los espíritus y demonios que han causado daño bajo la orden del Nigromante pueden ser liberados de este servicio [ver: Diccionario demonológico]

Aquí en El Espejo Gótico nos sentimos tentados a preguntarnos cuál era el efecto real de estas operaciones. ¿Acaso el poder de la sugestión obraba sobre la mente del Nigromante o los demonios realmente aparecían? Uno también se pregunta cuántos Nigromantes intentaron uno o dos rituales y luego se dieron por vencidos. A modo de respuesta, creo que debemos evaluar una combinación de resultados. Si la magia no funcionaba, el Nigromante podía culpar el resultado a su propia incapacidad o inexperiencia. En otras ocasiones, los resultados serían lo suficientemente persuasivos para convencer al Nigromante de que su creencia estaba bien fundamentada.

Después de todo, la mayoría de los objetivos perseguidos por esta forma particular de magia eran de índole psicológico y, por lo tanto, intangibles, lo que dificultaría probar que un ritual había fallado por completo. Si el Nigromante intentaba matar a una persona por arte de magia y esa persona sobrevivía, el fracaso sería claro, pero si el objeto era obtener un favor en la corte o la enemistad entre amigos, a menudo se podría señalar un éxito aparente, aunque no fuera dramático.

Desde luego, el autor del Manual de Munich admite pocas posibilidades de fracaso y proporciona numerosos testimonios de la eficacia de sus rituales, fórmulas y conjuros.

Al leer el Manual de Munich uno se comprende por qué este tipo de libros fueron perseguidos con tanta saña. El uso blasfemo del ritual, la invocación de espíritus con fines amorales o directamente destructivos, y la pura megalomanía de los Nigromantes, son repulsivos tanto para la mirada moderna como para la medieval. Sin embargo, estos libros prohibidos también revelan cosas sobre la sociedad que los generó. Tanto los Nigromantes como los Inquisidores creían en el poder del ritual. Más específicamente, creían que al cumplir con ciertos estándares externos y objetivos, el ritual podría tener un poder automático. La disposición interna no era decisiva; lo que contaba era la correcta observancia de las formas exteriores. La hostia se consagraba efectivamente en la misa, incluso si el sacerdote era un pecador. Así también, creían los Nigromantes, Dios podía ser burlado de manera efectiva, y su poder utilizado para fines malvados si los rituales se realizaban correctamente.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


Más literatura gótica:
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El extraño caso del «Necronomicón de Simón».


El extraño caso del «Necronomicón de Simón».




Al considerar el libro prohibido más notorio de la ficción, el Necronomicón, se presentan tres posibilidades, todas desafortunadas:

a- H.P. Lovecraft realmente se tropezó con un volumen decrépito, lleno de tradiciones antiguas, y lo incorporó a su trabajo.

Esta opción [absurda] es imposible de probar, ni siquiera si el Necronomicón fuese redescubierto en el ático de algún viejo cultista. Como mínimo, no podríamos probar que Lovecraft lo leyó, aunque sí es justo admitir que el flaco de Providence leyó algunos libros de ocultismo, no muchos, solo lo suficiente como para crear una atmósfera de autenticidad en sus relatos [ver: Historia y Prehistoria del Necronomicón de Lovecraft.]

b- H.P. Lovecraft y su círculo de amigos lo inventaron todo; el Necronomicón es ficción; nunca existió.

La mayoría de las personas cuerdas estarían felices con dejar el asunto ahí. Después de todo, la mística del Necronomicón y los Mitos de Cthulhu radica en esta contradicción inherente en el pensamiento de Lovecraft, una especie de tensión entre su mente racional y las imágenes que le insinuaban sus sueños. No hace falta ningún libro maldito escrito por un árabe loco para dar sustento a todo esto [ver: Borges y la misteriosa copia del «Necronomicón» en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires]

c- Ciertos ocultistas modernos, como Kenneth Grant, han sugerido que el Necronomicón de Abdul Alhazred no existe... al menos no el mundo material, pero que es absolutamente real en el Plano Astral [que puede ser o no el inconsciente colectivo de Carl Jung]

Esta propuesta, aparentemente descabellada, enuncia que ciertos ocultistas dotados y artistas especialmente sensibles pueden acceder al Necronomicón Astral a través de los sueños, y traer parte de su contenido de vuelta a nuestro plano físico. Como resultado [siempre dentro del marco de esta posibilidad] podemos encontrar varias copias y versiones físicas del Necronomicón, supuestamente inspiradadas en la edición astral [ver: El verdadero «Necronomicón» de John Dee]

En su libro de 1972: El renacimiento mágico (The Magical Revival), Kenneth Grant teoriza sobre una posibilidad aún más inquietante: el escritor norteamericano H.P. Lovecraft y el ocultista inglés Aleister Crowley se refirieron a las mismas entidades extradimensionales, el primero en sus conocidos relatos de terror, y el segundo en sus libros esotéricos. El resultado de esta hipótesis apunta hacia la existencia real del Necronomicón Astral, al que Lovecraft y Crowley accedieron desde ángulos completamente diferentes [ver: El Necronomicón Astral, la conexion Lovecraft-Crowley]

En otras palabras, Crowley y Lovecraft se aproximaron al Necronomicón Astral, y en consecuencia a los mismos principios universales, las mismas criaturas amorfas, las mismas arquitecturas imposibles, sólo que eligieron caminos distintos para interpretarlas. El primero escribió sobre ellas dentro de un esquema esotérico, mientras que el segundo tradujo esas visiones en obras de ficción. Es importante mencionar que la conexión Crowley-Lovecraft es puramente especulativa, ya que estos dos caballeros no se conocieron personalmente; aunque ambos estaban familiarizados con la obra del otro; y más aun, ambos salieron con la misma mujer: Sonia Greene (ver: Lovecraft y Sonia Greene: una historia de amor).

La mayoría de estos intentos de esbozar un Necronomicón pueden descartarse a la ligera, como la edición de Owlswick Press del Necronomicón, publicada en 1973; cuyo contenido no tiene ningún sentido, con textos árabes aleatorios y, aparentemente, sin relación entre sí. Bonita encuadernación, sin embargo.

Más valiosos es el Necronomicón del artista suizo H.R. Giger, el cual captura ciertos elementos de horror primigenio. Y aunque consiste principalmente en imágenes, no en la truculenta prosa lovecraftiana, la atmósfera está ahí.

También podemos destacar la enorme cantidad de ensayos sobre el Necronomicón, sobre todo las de L. Sprague de Camp. Son una lectura entretenida; pero el grimorio en sí, no obstante, resuena como una reescritura de las herejías derletheanas. Uno siempre es consciente de que no está leyendo el Necronomicón. No hay suspensión de la incredulidad.

Esto nos lleva al tema de este artículo: El Necronomicón [Editado con una introducción de Simón]. El lector de Lovecraft sin duda lo ha visto, quizás en la web, quizás en una librería amiga. Rápidamente debemos admitir que, de todos los supuestos Necronomicones que pululan por allí, este es el mejor intento [ver: El Necronomicón de Simón]

Por supuesto, el Necronomicón de Simón también proclama ser auténtico.

Se afirma que este [supuesto] manuscrito estuvo durante un tiempo en posesión de un tal Simón, adquirido de dos monjes errantes, escrito en griego [o tal vez en sumerio], y traducido al inglés por varias personas [ahora fallecidas, por supuesto] bajo la dirección de Simón [¿Peter Levenda?]. Lamentablemente, el original no está disponible para su estudio, lo cual puede afectar su credibilidad. En este punto podemos pensar que todo el asunto es una farsa, pero, cuidado, también que el Necronomicón no quiere ser encontrado por cualquiera, y que de algún modo interrumpe los esfuerzos del buscador de libros. Interferencia demoníaca, sin duda [ver: Por qué el «Necronomicón» no es un libro... sino tres]

Al observar el libro en sí, primero nos encontramos con la eficaz e inteligente introducción de de Simón, quien establece un patrón de conexiones entre la ficción de Lovecraft, la magia de Aleister Crowley, y su base mutua en la mitología sumeria y el ocultismo. De hecho, estas leyendas sumerias parecen contener algunos paralelos lingüísticos sorprendentes [y siniestros] con los Mitos de Cthulhu [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]

El Necronomicón de Simón comenzó a circular en 1977. Su introducción [80 páginas de un total de 263] es lo único en el libro que se atribuye a Simón, cuya verdadera identidad se desconoce. El resto, según el libro, pertenece a un pasado inconcebible; aunque en cierto momento se cita como fuente la versión del Necronomicón de Olaus Wormius. En la introducción se nos brinda un detalle curioso: Abdul Alhazred habría toma contacto con el Necronomicón original luego de presenciar un ritual egipcio, una invocación, más precisamente, a una entidad llamada Kutulu, referencia un tanto grosera a Cthulhu [ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?]

En el Necronomicón de Simón se relatan batallas de semidioses con entidades oscuramente divinas o demoníacas, exorcismos de seres interdimensionales, la lucha entre el caos y el orden, la luz y la oscuridad; en fin. Resultan sospechosos los conjuros a los Antiguos en recatado inglés moderno, las invocaciones en austero babilónico y ritos en [acaso] imaginaria lengua sumeria [ver: ¿Los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?]

Lo más rescatable, en términos estéticos, son las descripciones más o menos logradas de los seres que obsesionaban al flaco de Providence. ¿Pueden ser estos los arquetipos de los que a nadie le gusta hablar? Echando una mirada escéptica al Necronomicón de Simón en sí, uno sospecha que los temas lovecraftianos y sumerios han sido entretejidos por una mano razonablemente sofisticada en una fecha bastante reciente.

Gran parte del material del Necronomicón de Simón está extraído de fuentes sumerias, como el Enuma Elish [o las Siete Tablas Babilónicas de la Creación] y los textos MAKLU y MAGAN. El primero es una colección de exorcismos; el segundo contiene parte de la historia de la creación mezclada con el descenso de la Diosa Ishtar al Mundo Inferior. Los capítulos: De los Zonei y sus atributos (Of The Zonei and Their Attributes), El libro de la entrada y el caminar (The Book of Entrance, and Of the Walking) y Los encantamientos de las puertas (The Incantations of The Gates), describen un sistema de magia planetaria basado en los cinco planetas tradicionales [Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno] bajo sus formas divinas babilónicas. En la magia occidental clásica existen muchos ejemplos similares, principalmente basados en la astrología y la alquimia medievales, o en las esferas del Árbol de la Vida Cabalístico [ver: La carta astral de Lovecraft]

Otras partes del Necronomicón de Simón contienen una mezcla más consistente de elementos lovecraftianos, con lenguas extrañas y mitos antiguos [ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas]. En los capítulos: El Conjuro del Dios del Fuego (The Conjuration of the Fire God)El Conjuro del Vigilante (The Conjuration of the Watcher), El Libro de la Llamada (The Book of Calling), El Libro de los Cincuenta Nombres (The Book of Fifty Names) y el Texto de URILIA (URILIA Text) [¿Texto de R'lyeh?], van en este sentido, mientras que las dos partes de El testimonio del árabe loco (The Testimony of the Mad Arab) son, como era de esperar, casi en su totalidad lovecraftianos [ver: ¿Y si el Necronomicón está en tu casa?]

Lo que está sucediendo aquí es el uso de la lengua sumeria con fines goéticos, no muy diferente de los Nombres Bárbaros de Invocación aullados por hechiceros de otras tradiciones mientras buscaban sus estados alterados de conciencia [ver: Sobre los Nombres Bárbaros de Evocación]. Los textos, los dioses y las fuerzas de la antigua Babilonia, dispersos y olvidados, se unifican en el Necronomicón de Simón en un sistema mágico coherente y autónomo. En otras palabras, el libro no tiene ningún valor histórico o filológico, ya que no aspira a la autenticidad [en términos tradicionales], sino más bien a ayudar al mago a alcanzar ciertos estados de consciencia que le permitan acceder a otras realidades.

Estas personas están más preocupadas por los resultados de las operaciones mágicas que por la pureza cultural o ideológica de un texto determinado.

Nombres Bárbaros [Barbarous Names] es un término ocultista para referirse a una palabra mágica [aparentemente] sin sentido que se emplea en rituales. La palabra «bárbaro» proviene del griego barbaroi, la cual designaba básicamente a los extranjeros, cuyos idiomas les sonaban a los griegos como balbuceos inarticulados [bar, bar]. En el ocultismo, la mayoría de los Nombres Bárbaros son de origen egipcio, aunque también hay otros, sobre todo hebreos y persas. Ahora bien, el significado de un Nombre Bárbaro es importante, desde luego, pero siempre que esté en sintonía con las vibraciones de la palabra original. En otros términos, aunque el practicante conozca el significado original de la palabra mágica no debe traducirla, y menos pronunciarla en voz alta como sustituta del original durante el ritual, ya que el poder de los Nombres Bárbaros reside en su sonido, no en su significado.

El mismo principio rige sobre todo el Necronomicón de Simón: es inventado pero no falso.

Nada en sus páginas tiene sustento histórico, pero aquellos que creen en el ocultismo lo utilizan para concentrar y dirigir su poder mental. Funciona, rigurosamente, como un Nombre Bárbaro.

El capítulo Los Cincuenta Nombres plantea una de las preguntas más interesantes aquí; aunque de hecho estos nombres pueden ser títulos antiguos del dios Marduk. Pero, ¿de dónde vienen todos los sigilos, sellos y diagramas esparcidos por todo el Necronomicón de Simón? Se parecen a ciertas figuras árabes de alguna manera, muy diferentes de los sigilos de libros esotéricos más tradicionales, como el Clavicula Salomonis y el Armadel.

También se observan paralelos entre el Cincuenta Nombres y el Vudú, lo cual no es del todo descabellado. Después de todo, algunos eruditos han intentado rastrear el Vudú a través de África hasta sus raíces egipcias y, por lo tanto, eventualmente sumerias. En cualquier caso, si de hecho hay un manuscrito antiguo real acechando en el Necronomicón de Simón, este tipo de diagramas y figuras podrían surgir de él.

Todo esto es pura conjetura, independientemente de la dirección que tomemos. La cuestión de si el Necronomicón de Simón es una obra de ficción, una ingeniosa mezcla de hechos y mitos, o algo real, es completamente irrelevante para la mayoría de las personas que compran este libro. Aunque usted, querido lector de El Espejo Gótico, se escandalice, muchas de estas personas no han leído nada de Lovecraft; simplemente entran en este sistema mágico que propone el libro y lo practican. El propio Simón, desde la publicación del libro en 1977, probablemente ha recibido muchas cartas y testimonios de clientes completamente satisfechos [ver: Orden Tifoniana y H.P. Lovecraft: su profeta]

El Necronomicón de Simón advierte sobre la maldición que pesa sobre todo aquel que lea o distribuya el libro, lo cual no parece haber evitado su divulgación [ver: Traductores que perdieron la cabeza. y algo más, al traducir el «Necronomicón»]. La lectura del libro, afirma Simón, puede llevar a la locura y al suicidio. Como suele suceder en este tipo de libros prohibidos, estas advertencias resultan más bien un estímulo. En cualquier caso, lo más ofensivo del libro, al menos para mí, es esta idea derletheana que subyace en el Necronomicón de Simón: el clásico enfrentamiento entre el Bien y el Mal, algo que Lovecraft detestaba [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

Esta lucha entre el Bien [Dioses Mayores] y el Mal [Antiguos] es una creación posterior a Lovecraft. En el Necronomicón de Simón, los dos grupos están poblados por auténticos dioses mesopotámicos, así como ficticios. Los Antiguos [aquí, no en los Mitos] representan el caos primigenio. La principal es Tiamat. Los Dioses Mayores son entidades más jóvenes, hijos de los Antiguos, que se rebelaron contra y prevalecieron. Al parecer, Marduk [líder de los Dioses Mayores] mató a Tiamat [reina de los Antiguos], partió su cuerpo en dos y creó el Cielo y la Tierra. Los Dioses Mayores también crearon a la humanidad a partir de la sangre de Kingu [un Antiguo]. Otros Antiguos están encarcelados debajo de la Tierra o en otros universos.

Decepciona leer en la introducción de Simón que los Mitos de Cthulhu hablan de la lucha entre el bien y el mal, aquí personificados en estos Dioses Mayores y los Grandes Antiguos. Sin embargo, el trabajo de Lovecraft jamás presentó tal conflicto; de hecho, esta faceta maniquea pertenece, sobre todo, a las contribuciones posteriores de August Derleth [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]

Según Simón, debemos ser cuidadosos. Los Antiguos yacen «no muertos sino soñando», esperando el día en que puedan regresar. Para hacer esto, dependen de la posición de las estrellas, así como de los sacrificios oficiados por sus seguidores mortales. Típico.

En el epílogo del Necronomicón de Simón, el árabe loco es perseguido por las premoniciones de su muerte, que imagina espantosa. Se da cuenta de que los horrores ocultos del Necronomicón están enfurecidos y buscan vengarse por revelar su existencia al mundo. El texto está plagado de incongruencias, pero es importante tomarlas como un signo del estado mental inestable del autor, y de su deseo de protegerse a sí mismo del peligro percibido. No puede firmar su trabajo y, por lo tanto, permanece sin nombre; aunque todos sabemos a quién se refiere el título «árabe loco».

El Necronomicón de Simón no solo es un engaño bien construido, sino uno necesario.

Después de todo, un pastiche de tradiciones antiguas, recogidas aquí y allí, es exactamente lo que hicieron los autores de los grimorios en la Edad Media y el Renacimiento. En otras palabras, la falsedad de los grimorios es lo que los hace auténticos. Ese, tal vez, es el [¿único?] mérito del Necronomicón de Simón: ayudarnos a darnos cuenta que, si bien el Necronomicón de Lovecraft no existe, era necesario inventar uno.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


Más literatura gótica:
El artículo: El extraño caso del «Necronomicón de Simón» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Lovecraft, Crowley y un sueño compartido


Lovecraft, Crowley y un sueño compartido.




El ocultista británico Kenneth Grant aventura una hipótesis tan descabellada como interesante: los Mitos de Cthulhu de de H.P. Lovecraft acaso constituyen una especie de revelación psíquica presentada como ficción. Grant también afirmó que había una conexión inconsciente entre Lovecraft y el ocultista Aleister Crowley, y argumentó que ambos canalizaron su trabajo a partir de las mismas fuerzas ocultas, solo que Lovecraft no estaba consciente de las supuestas «fuentes» de otro mundo de sus inspiraciones literarias; de modo que las interpretó como ficción, mientras que Crowley creyó que estos seres existían realmente.


[Estas entidades existen en otra dimensión, o en un nivel vibratorio diferente, y solo pueden ingresar a este universo a través de «ventanas» psíquicas, un concepto fundamental para muchas tradiciones ocultas.]


Lo cierto es que las historias de Lovecraft se han convertido, no solo en un culto literario, sino en un culto tangible de lo oculto. Los Mitos de Cthulhu y sus dioses inefables son evocados y adorados, y muchos respetables practicantes de lo esotérico utilizan su simbolismo como base de un sistema mágico. La adopción y adaptación de los Mitos de Cthulhu no es menos plausible que cualquier otra doctrina mágica. Después de todo, la magia se basa en lo irracional, en lo intuitivo, en lo invisible, literalmente, en lo que está «oculto» [ver: El Necronomicón Astral, la conexión Lovecraft-Crowley]

En este contexto, Grant propone que Lovecraft, sin saberlo, era un psíquico que canalizó sus visiones oníricas en piezas de ficción. Sobre esa base, la Orden Tifoniana, una de las principales organizaciones basadas en los Mitos de Cthulhu, ha ofrecido una explicación particularmente convincente sobre la legitimidad de los Mitos de Lovecraft y, de hecho, del propio Lovecraft como vidente, a pesar de que el flaco de Providence pronunció insistentemente su repudio por este tipo de prácticas [ver: H.P. Lovecraft y los viajes en el tiempo: la tecnología de los Antiguos]

La ficción de Lovecraft presenta una cosmología consistente, inspirada en los sueños y los impulsos intuitivos del autor. Esta cosmología, según Grant, contiene significados ocultos y fórmulas mágicas desconocidas incluso para su creador. Lovecraft, de personalidad retraída y solitaria, siempre conservó una visión racional y escéptica del universo, de modo que solo pudo traducir sus visiones oníricas en piezas de ficción. De hecho, nunca supo el verdadero origen de las terribles visiones de extrañeza cósmica que perseguían sus sueños. Nunca se dio cuenta de que él mismo era el Sumo Sacerdote de Cthulhu [ver: Cthulhu no es como pensabas: anatomía de un Primigenio]

Mientras un ocultista, como Aleister Crowley, abrazaba apasionadamente esos estados alterados de conciencia como medio de canalización, Lovecraft, un racionalista y materialista, los recluyó al ámbito de la ficción. En cuanto a la propia cosmovisión de Lovecraft, evitó cualquier cosa de naturaleza mística y vio el universo como mecanicista. Su obra, sin embargo, describe criaturas que acechan más allá del universo físico, esperando su entrada a través de las pesadillas de los mortales. Pero, a diferencia de J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis, que escribieron con la esperanza de despertar un interés en lo mítico y lo religioso frente al secularismo y el materialismo; Lovecraft, como ateo, no tenía ningún deseo de ver un renacimiento religioso [ver: Lovecraft y Anton LaVey: bienvenidos a la Iglesia de Cthulhu]

Como materialista, Lovecraft consideraba lo sobrenatural como una tontería [al menos públicamente], pero tomó la precaución de informarse lo suficiente como para incluir alusiones a figuras y textos esotéricos genuinos. Por ejemplo, El ceremonial (The Festival), publicado en 1925, se inspiró en El culto de la brujería en Europa Occidental (The Witch-Cult in Western Europe) de Margaret Murray, que a su vez fue un libro muy influyente para el renacimiento de la brujería en la versión sintetizada de la Wicca, fundada por Gerald B Gardner. Y si bien el conocimiento de Lovecraft sobre lo arcano era limitado, las vagas insinuaciones en sus cuentos son la base de las especulaciones de Grant. Las alusiones a John Dee y los grimorios proporcionan a aquellos que buscan una tradición oculta y genuina en los cuentos de Lovecraft motivos suficientes para afirmar que el flaco de Providence era un canal para la transmisión de una tradición oculta que se remonta desde Sumeria hasta el «árabe loco» [ver: Abdul Alhazred: una biografía]


[Gran parte del poder de la tradición occidental del horror se debe a la presencia oculta, pero a menudo sospechada, de un culto espantoso de adoradores nocturnos cuyas extrañas costumbres tienen sus raíces en los ritos de fertilidad más repugnantes de la antigüedad inmemorial. Esta religión secreta, transmitida sigilosamente entre los campesinos durante miles de años, a pesar del reinado exterior de las religiones druídica, grecorromana y cristiana en las regiones involucradas, estuvo marcada por salvajes sabbats en bosques solitarios y en lo alto de colinas distantes. H.P. Lovecraft]


Culto espantoso, adoradores nocturnos, repugnantes ritos de fertilidad. Lovecraft revela aquí, de forma elocuente, su propia timidez en relación a la sexualidad en la magia. Después de todo, se podría argumentar que el Tantra es todo lo que queda de un «antiguo culto», cuyos practicantes a menudo se reunían «de noche» en lugares remotos para llevar a cabo sus «ritos de fertilidad». Sin embargo, en las palabras de Lovecraft este tipo de creencias y prácticas parecen de algún modo exóticas y prohibidas [ver: Cultos paganos en los Mitos de Cthulhu]

En el caso del Tantra en particular, sin embargo, la clase colonialista blanca estaba horrorizada por estas prácticas. Nada perturba tanto a un miembro de la élite social y religiosa como descubrir grupos de hombres y mujeres, juntos, por la noche, alrededor del fuego, adorando a sus dioses y, posiblemente, teniendo relaciones en un entorno ritual [ver: El baile de las brujas]

La sexualidad es una característica tan central de la vida humana que, al describir cualquier grupo social u organización que sea de alguna manera no tradicional, esto suele incluir la sugerencia de que sus prácticas sexuales también son poco ortodoxas, o directamente extrañas. En este contexto, lo pagano se asocia con liberación, tal vez porque identificamos a la religión con la moderación, con reglas, con doctrinas que acorralan las pasiones humanas dentro de expresiones rituales socialmente aceptables. Por lo tanto, cualquier expresión pagana que se precie de tal está casi obligada a incorporar la liberación sexual, o incluso la depravación, como parte de su repertorio [ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos]

Pero Lovecraft fue un paso más allá. Dado que no identificó ninguna de las religiones existentes [paganas u oficiales] como los «cultos espantosos» de sus historias [con algunas excepciones, como los yezidi en El horror en Red Hook (The Horror at Red Hook)], escarbó más atrás en el tiempo. Lovecraft quería un culto que fuera más antiguo que cualquier otra religión, algo tan ancestral que les hubiera parecido antiguo a los egipcios predinásticos y a los sumerios, posiblemente la civilización más antigua registrada. Este sería, indudablemente, el culto de Ur, la religión original, y sus orígenes serían tan misteriosos como los orígenes de la propia raza humana: las estrellas [ver: El libro de Azathoth: ¿los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?]

Al mismo tiempo, Lovecraft comprendió que los rituales ocultos de Occidente y Oriente, en particular la magia ceremonial y el chamanismo, podían emplearse como medio para hacer contacto con estas fuerzas; las cuales todavía estaban interesadas en regresar a la tierra, pero que se habían visto impedido de hacerlo debido a ciertos hechizos que habrían cerrado la «puerta» entre este mundo y otras dimensiones [ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu]. Sin embargo, estos seres habrían mantenido en nuestro planeta a su sumo sacerdote, el temible Cthulhu, «muerto pero soñando» en su ciudad hundida de R'lyeh, esperando el momento en que «las estrellas estén alineadas» y sus devotos descifraran las invocaciones correctas para traer a los Antiguos una vez más. Los cultos satánicos del mundo [en cualquiera de sus formas] serían los supervivientes de este culto original y mantendrían viva su memoria blasfema [ver: ¡Vamos a R'lyeh!]

El tema de los Mitos de Cthulhu no es tan coherente internamente como sugeriría el párrafo anterior. El propio Lovecraft lo modificó en sus historias, y otros contribuyentes agregaron lo suyo. No intentaremos delinear todas las piezas de los Mitos aquí, sino que nos centraremos en aquellos elementos que conciernen a lo que muchos ocultistas contemporáneos, incluido Kenneth Grant, llaman: Mitos del Necronomicón, una especie de corriente subterránea del Thelema de Aleister Crowley.

Buena parte de la OTO [Typhonian Ordo Templi, u Orden Tifoniana], incluye algunos elementos de las historias de H.P. Lovecraft, a pesar de que estas son básicamente ficción. ¿Por qué? Bueno, hay que enfatizar aquí la importancia de lo artístico en lo pagano, especialmente en Thelema. Hubo artistas, escritores, músicos, bailarines y actores que rodearon a Aleister Crowley durante la mayor parte de su vida, involucrándose en Thelema en mayor o menor grado y contribuyendo a la cultura de su movimiento. La imaginación y la creatividad son aspectos esenciales en la magia. Y dado que los orígenes de Thelema son evidentemente mágicos, no se puede negar su estrecha asociación con el arte.

Aleister Crowley se consideraba a sí mismo como el poeta más grande de su tiempo [y sin dudas estaba entre los mejores]. También pintó, organizó compañías teatrales y dirigió los Ritos de Eleusis como representación pública en un teatro, una indicación de que entendía el papel del ritual como drama y del drama como ritual. También escribió cuentos y novelas, como La hija de la luna (Moonchild), que incorpora elementos de la Golden Dawn, u Orden Hermética del Alba Dorada, magia ceremonial en general, prácticas orientales, todo en un contexto Thelémico pero con alusiones a eventos mundiales, tal vez aprovechando la fantasía paranoica de que todos los eventos mundiales están orquestados por una sociedad secreta de magos satánicos.

La hija de la luna es un roman-a-clef, es decir, una novela en clave, con muchos de los amigos y enemigos del autor retratados de forma tal que solo Crowley y las personas mencionadas podían entender la broma. Sin embargo, los aspectos ocultos, esotéricos, son lo más valioso de la novela. Si Aleister Crowley usó su libro para transmitir información oculta a otros iniciados. ¿Por qué, entonces, negaríamos a Lovecraft la misma capacidad, si no la intención de hacerlo? [ver: La carta astral de Lovecraft]

Su obra más influyente: La Llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), es específica en su descripción de los artistas como las primeras personas en darse cuenta de que algo cósmico estaba ocurriendo, algo que involucraba la alineación de las estrellas y el despertar de esta entidad dormida, el sacerdote Cthulhu. Parte de esta conciencia se comunica a través de los sueños, y el control de los sueños es un elemento clave de la magia thelémica. Tomemos, por ejemplo, estas citas, primero de Lovecraft y luego de Grant:


[Fue de los artistas y poetas que llegaron las respuestas pertinentes, y sé que el pánico se habría desatado si hubieran podido comparar notas... Estas respuestas de los estetas contaban una historia inquietante. Desde el 28 de febrero al 2 de abril, una gran proporción de ellos había soñado cosas muy extrañas, siendo la intensidad de los sueños inconmensurablemente más fuerte durante el período del delirio del escultor ... y algunos de los soñadores confesaron un miedo agudo a la gigantesca cosa sin nombre visible al final. H.P. Lovecraft]


[Ciertos elementos fugitivos aparecen ocasionalmente en las obras de poetas, pintores, místicos y ocultistas que pueden considerarse genuinas manifestaciones mágicas en el sentido de que demuestran el poder y la capacidad del artista para evocar elementos de un universo extradimensional que solo puede ser capturado por las antenas más sensibles y delicadamente ajustadas de la conciencia humana. Kenneth Grant]


El escultor al que se hace referencia en la primera cita de Lovecraft es el joven Wilcox, quien ha estado teniendo extraños sueños y visiones que traducen en un arte que parece sugerir la existencia de seres extraterrestres. Es la escultura dejada por Wilcox lo que instiga la investigación del Culto de Cthulhu, una búsqueda que se extiende desde Providence, Rhode Island, hasta Nueva Orleans, Louisiana y el Pacífico Sur, con viajes paralelos a distintas partes de Asia. Al mismo tiempo que Wilcox está teniendo su experiencia sobrenatural, artistas de todo el mundo informan el mismo tipo de experiencias, a veces con resultados mortales. Algunos se vuelven locos o se suicidan.

En la segunda cita, Grant parece estar de acuerdo con el análisis de Lovecraft y explica que el fenómeno representa «genuinas manifestaciones mágicas». Esta es una declaración clave, una que la Orden Tifoniana emplea para justificar el uso del material de Lovecraft en sus ritos. Si uno no está de acuerdo con esta opinión, entonces estos ritos no tienen ningún sentido y se los puede considerar como las divagaciones de un esquizofrénico paranoico, o de un artista visionario que atraviesa tiempos difíciles. Pero si lo consideramos, no más allá de toda duda, sino posible, entonces podríamos revisar todo el material Thelémico de la misma manera. De hecho, Aleister Crowley «recibió» El libro de la ley (Liber AL vel Legis) en circunstancias igualmente asombrosas y sospechosas.

Aleister Crowley insistió en que sus revelaciones eran ciertas, por lo que sus seguidores las tomaron como verdad, mientras que el resto las descartó como ficción. Lovecraft insistió en que sus historias eran ficción, por lo que sus fanáticos las tomaron como ficción, incluso cuando algunos consideran que son transmisiones genuinas del conocimiento thelémico, solo que a través del matiz interpretativo de un artista agnóstico.

Es importante mencionar que Grant concede una gran importancia a lo que él llama «control de los sueños», y le dedica un capítulo entero en sus Puertas Exteriores (Outer Gateways):


[Las acciones de los sueños son una pista de la condición mágica del yo subliminal. El sueño es todo lo que podemos conocer, normalmente, de la cuarta dimensión mientras estamos encarnados en tres dimensiones. Pero no estamos tan encarnados mientras soñamos. Estamos un paso adelante, aunque todavía viendo la escena desde otra dimensión, una dimensión interior, que se diferencia del sueño sin sueños, el cual no es totalmente informe y vacío. Esta dimensión extra es la Zona Malva [Mauve Zone]. Surrealistas, futuristas, cubistas, abstraccionistas, buscaban a tientas su expresión.]


Aquí tenemos la conexión entre el control de los sueños, la Zona Malva [nombre que Grant le da al Abismo, o al cinturón de poder oscuro que rodea el Abismo] y el artista, que es básicamente una descripción de lo que sucede en el relato de Lovecraft. Por «artista», Grant no se refiere al pintor de naturalezas muertas, por supuesto, sino al practicante de vanguardia del surrealismo y los demás movimientos que surgieron después de la Primera Guerra Mundial. El surrealismo en particular es importante para el estudio de la magia y el esoterismo porque utilizó a la psicología, la escritura automática, el Tarot, en un esfuerzo por crear obras de arte que actuaran como poderes iniciáticos por derecho propio, tratando de impactar a la audiencia de una manera incómoda o anormal. Al yuxtaponer elementos no relacionados en un poema, un dibujo u otra forma de arte, se buscaba producir un estado de ensueño en nuestra dimensión, como si se estuviera recibiendo un mensaje urgente de otras dimensiones.

Así, algunos iniciados ven en las historias de Lovecraft, particularmente las de los Mitos de Cthulhu, un mensaje de las estrellas tan importante [o al menos tan relevante] como el recibido por Aleister Crowley.

Lovecraft, aseguran estos iniciados, se resistió al mensaje porque detestaba al mensajero: los horribles seres que Grant llama «Teratomas tifonianos»: monstruosos híbridos creados por la unión entre humanos y formas de vida alienígenas, básicamente el producto de los «ritos de fertilidad más repugnantes de la antigüedad inmemorial» que menciona Lovecraft.

En relatos como El horror de Dunwich (The Dunwich Horror), Lovecraft sugiere la posibilidad de que humanos y seres extraterrestres puedan aparearse y producir criaturas tan horribles como poseedoras de extrañas habilidades [ver: La Biblia de Yog-Sothoth: análisis de «El horror de Dunwich»]. La idea de que los humanos podrían de alguna manera aparearse con dioses, demonios y otros seres, es un elemento básico de muchas religiones, mitos y leyendas. Los mitos griegos están llenos de tales historias, y en el Talmud de Babilonia, así como en varios textos cabalísticos, se habla de Lilith, la primera esposa de Adán, quien habría engendrado una prole abominable con el demonio Samael [ver: Lilim: los hijos de Lilith]

Más famosa en Occidente es la historia de los ángeles caídos, liderados por Semihazah, y las «hijas de los hombres» [Génesis 6:4] que narra una historia similar de relaciones impías entre humanos y... bueno, no humanos, unión blasfema que habría dado a luz a los Nephilim.

Pero Lovecraft era un amante de la ciencia, un autoproclamado ateo y materialista. Afirmó más de una vez en su voluminosa correspondencia que sus historias eran pura fantasía, sin relación con nada real, pero quizás estaban motivadas por su horror intelectual a las vastas extensiones de espacio que parecen empequeñecer todas las aspiraciones y potencialidades humanas. También tenía un miedo y un odio profundo hacia otras razas, a las que veía como formas degeneradas de vida humana, retrocesos monstruosos o desviaciones a lo largo del camino evolutivo [ver: «La Sombra sobre Innsmouth»: del odio racial a la empatía]

Si bien podemos mirar el racismo de Lovecraft con tranquilizador desprecio, también podemos ver más allá para darnos cuenta de que es consistente con su ficción. En los cuentos de Lovecraft, nada bueno puede surgir del apareamiento de humanos con los Antiguos. Las anomalías genéticas que resultan abrirían al mundo a los estragos de estos seres indiferentes de universos y dimensiones desconocidas. Aparearse con los dioses, en otras palabras, abre el Portal.


[La cosa se ha ido para siempre —dijo Armitage—. Se ha dividido en lo que originalmente estaba hecha, y nunca podrá volver a existir. Era una imposibilidad en un mundo normal. Solo la mínima fracción era realmente materia en el sentido que conocemos. Era como su padre, y la mayor parte se remonta a él en algún vago reino de dimensión fuera de nuestro universo material; algún vago abismo del que sólo los ritos blasfemos podrían haberlo invocado. No es necesario que preguntes cómo lo llamó Wilbur. Era su hermano gemelo, pero se parecía más al padre que él.]


En esta cita de Lovecraft nos enteramos del mago Wilbur Whateley y sus ritos oscuros llevados a cabo en un altar, dentro de un círculo de piedras verticales, y la invocación de una entidad asesina de «algún vago abismo», análogo a la Zona Malva de Grant. Wilbur y el monstruo eran gemelos, porque su madre humana, Lavinia Whateley, «una mujer albina algo deformada y poco atractiva», se había apareado con una entidad misteriosa y desconocida. El propio padre de Lavinia era un mago de cierta reputación, lo que explica cómo entró en contacto con el ser alienígena en primer lugar [ver: En la cama de Lovecraft]

¿Y Wilbur Whately, su hijo? Nació el 2 de febrero de 1913, fecha conocida como Candelaria para el mundo cristiano y como Imbolc u Oimelc para el mundo pagano, particularmente para la Wicca y los cultos célticos, fecha que, además, se considera como uno de los momentos del año en el que nuestro plano y el más allá se encuentran separados por una película mucho más delgada.

Además, la elección del 2 de febrero ilustra otro aspecto del trabajo de Lovecraft: su uso deliberado de los símbolos. Para el mundo pagano y precristiano ese día se llamaba Imbolc, una palabra en irlandés antiguo que significa «en el vientre», una referencia al embarazo. Es una fecha sugerente para el nacimiento de un monstruo, engendrado por un dios o un demonio, según cómo lo veamos.

Como acotación al margen debemos señalar que Lovecraft siempre tiene cuidado de usar fechas precisas en sus historias. Allí no hay ambigüedades poéticas. Lovecraft siempre insiste en la especificidad en sus cronologías, y es este aspecto de su trabajo el que lo hace tan valioso para quienes buscan conexiones con eventos del mundo real, especialmente porque hace parecer que Lovecraft está tratando de decirnos algo deliberadamente. Debido a esta característica, podemos identificar la escritura febril de Aleister Crowley de algunos de los Libros Sagrados Thelémicos en el momento en que Lovecraft afirmó que había ritos orgiásticos dedicados a Cthulhu que tenían lugar en Nueva Orleans, inspirados en un Libro impío: el Necronomicón.

El mes de febrero de 1913 fue importante en el mundo del arte porque marcó la aparición pública, en la ciudad de Nueva York, de las obras surrealistas de Marcel Duchamp. Como vimos anteriormente, el surrealismo es una de las formas de arte más influenciadas por las corrientes mágicas u ocultas. Solo unos días antes, en enero de 1913, Kafka dejaría inconclusa su novela Amerika. El mismo año, Crowley escribiría la Misa Gnóstica (Gnostic Mass), así como su famoso Himno a Pan (Hymn to Pan).

El año anterior Theodor Reuss visitó a Aleister Crowley en Londres y lo acusó de imprimir el secreto del noveno grado de la OTO en El libro de las mentiras (The Book of Lies), específicamente el capítulo dedicado al Ritual del Zafiro Estelar. Luego admitió a Crowley en el noveno grado, y fue puesto a cargo de las operaciones de la OTO en las Islas Británicas. Entonces [cuando nació Wilbur Whateley], Aleister Crowley se estaba embarcando en acciones que cambiarían el juego y que lo convertirían en el líder de una de las sociedades secretas occidentales más famosas del siglo XX.

Aleister Crowley creía que los dioses egipcios Horus y Set eran «gemelos»: que personificaban la doble vara del poder, ya que representaban la unión del Bajo y Alto Egipto respectivamente. Horus era el dios «bueno» y Set el «maligno». Por lo tanto, tal vez, Wilbur Whateley era el gemelo «bueno» y su hermano —la cosa monstruosa— era el «maligno» [ver: ¡No te metas con la glándula pineal!: análisis de «Del más allá» de Lovecraft]

Si bien estas asociaciones pueden parecer fantasiosas [y lo son], solo necesitamos recordar cuán rigurosas son las historias de Lovecraft en relación a fechas y eventos correspondientes en Thelema. Para comprender la Gnosis del Necronomicón es necesario captar algunos de los elementos esenciales tal como los transcribe Lovecraft [y los de su círculo] y luego traducirlos a los elementos Thelémicos y observar su correspondencia. Si Lovecraft «recibió» muchas de sus ideas a través de sus sueños, como a menudo admitía por escrito a sus amigos, entonces su proceso era consistente con la teoría y la práctica del control de los sueños. Lo sorprendente es que los sueños de Lovecraft correspondieran tan claramente a las inspiraciones «recibidas» por Aleister Crowley.

Quizás ambos estaban soñando el mismo sueño.

Grant considera a Lovecraft y Crowley como partes del mismo sistema mítico y oculto, siendo el Libro de la Ley de Crowley el grimorio que contiene las claves para relacionarse con estas entidades, del mismo modo en que el Necronomicón lo es para Lovecraft. Por lo tanto, el Awaiss de Crowley y el Cthulhu de Lovecraft serían manifestaciones diferentes de una fórmula idéntica. La diferencia es que Lovecraft era un racionalista que encontraba malvadas y horrendas las imágenes que le proporcionaban sus sueños. Por eso, según Grant, Lovecraft se abstuvo de cruzar el abismo, lo que le impidió ver sus sueños en un contexto mágico y separarse de los juicios morales sobre el bien y el mal [ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?]

Estas son algunas correspondencias caprichosas entre los Mitos de Lovecraft y los de Crowley:

Lovecraft: Al Azif [Necronomicón]
Crowley: Al vel Legis [El libro de la ley]

Lovecraft: The Great Old Ones [Primigenios]
Crowley: The Great Ones of the Night Time [Los Grandes de la Noche]

Lovecraft: Yog­Sothoth.
Crowley: Sut­-Thoth, Su-t­Typhon.

Lovecraft: Kadath [The Cold Waste, «el páramo frío»]
Crowley: Hadith [The Wanderer of the Waste, «el vagabundo del páramo»]

Lovecraft: Nyarlathotep [un dios acompañado por el sonido de «flautas idiotas»]
Crowley: Into my loneliness comes the sound of flutes [«en mi soledad llega el sonido de flautas»]

Lovecraft: El hedor abrumador asociado con Nyarlathotep.
Crowley: El hedor abrumador asociado con Pan.

Lovecraft: Cthulhu, muerto pero soñando en R’lyeh.
Crowley: El Sueño Primordial en el que están inmersos los Grandes de la Noche [Great Ones of the Night]

Lovecraft: Azathoth.
Crowley: Azoth.

Lovecraft: El Dios sin Rostro [The Faceless One, Nyarlathotep]
Crowley: El Dios sin cabeza [The Headless One]


Estas correspondencias, por muy forzadas que parezcan [evidentemente lo son], muestran cuán similares y, sin embargo, cuán diferentes estaban relacionados ciertos patrones arquetípicos en estos dos hombres. Pero mientras que, para Crowley, los motivos no transmitían ningún mensaje moral, a Lovecraft le inspiraban horror. Se podría argumentar que Lovecraft no comprendía que estaba canalizando inconscientemente debido a sus supuestos obstáculos morales; sin embargo, el flaco de Providence no parece haber tenido tales prejuicios, sino que, como Nietzsche, consideraba que el universo opera más allá del bien y del mal [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]




H.P. Lovecraft. I Alesteir Crowley.


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El artículo: Lovecraft, Crowley y un sueño compartido fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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