Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos.
Extrañas entidades y seres interdimensionales pueblan los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft: un hombre lúcido, racionalista, que rechazó cualquier creencia personal en lo sobrenatural; sin embargo, eso no impidió que se sintiese fascinado por lo sobrenatural, y que le dedicase prácticamente la totalidad de su obra.
El vértice del Multiverso de Lovecraft es el Necronomicón, un grimorio apócrifo que contiene poderosos rituales mágicos. El libro nació en el ensayo de 1936: Historia del Necronomicón (A History of The Necronomicon), donde se explica que su verdadero título es Al Azif, y que fue escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, nombre que el propio Lovecraft utilizaba como epíteto personal.
En otras palabras: Abdul Alhazred es Lovecraft, y el Necronomicón es una representación de toda su producción literaria.
Lovecraft se refirió al Necronomicón en muchas historias, pero nunca produjo un libro real, a pesar de que claramente existía un público ávido por conocer más acerca de él. Ese halo de misterio fue transformando al Necronomicón, o mejor dicho, a su proverbial ausencia, es una especie de objeto de culto. Pero, ¿por qué Lovecraft nunca escribió un Necronomicón que pueda ser impreso y comercializado? Después de todo, el maestro de Providence vivía en una austeridad casi monástica, a tal punto que muchos aseguran que su muerte se debió a una dieta en donde predominaban las privaciones.
Aquí podemos pensar dos cosas: que Lovecraft consideró que no había forma de producir un Necronomicón que no defraudara a sus lectores; y que, en definitiva, una obra dispersa en muchas otras es más eficaz, y funcional a los Mitos, que un solo libro.
Independientemente de esto, la mayoría de los biógrafos de Lovecraft sostienen que el maestro de Providence rechazaba al ocultismo, pero que al mismo tiempo que poseía profundos conocimientos sobre el tema. En este contexto, muchos aseguran que Lovecraft era un iniciado, y que los Antiguos poseen las mismas características que otras razas pretéricas, anteriores a la humanidad, que dentro de las artes negras son conocidas como demonios.
Los Antiguos poseen una forma física, aunque compuesta de un tipo de materia diferente de la que conocemos. Algunos están encarcelados debajo del mar, otros bajo tierra o en planetas lejanos. En cualquier caso, todos ellos están esperando la oportunidad de volver a levantarse y gobernar el mundo. La analogía con los demonios es clara: seres desterrados por sus transgresiones y prisioneros en lugares remotos, en esta u otras dimensiones, donde esperan el momento de regresar y reclamar la tierra.
Uno de los Antiguos más poderoso es Cthulhu, a quien Lovecraft introdujo en 1926 en La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu). Esta entidad dormita en R'lyeh, una antigua ciudad sumergida bajo el mar. En sentido, Cthulhu asume muchas de las características de Iblis, una especie de Djinn, que al igual que el Antiguo posee una vaga forma antropoide y está preso en las profundidades; y también de Abezithou, otro demonio subacuático que debió someterse a las invocaciones del Rey Salomón.
Según Lovecraft, los Antiguos siguen siendo adorados por un culto perverso, cuyos orígenes que se remontan a las primeras civilizaciones humanas. Así lo describió el maestro de Providence:
El culto siempre ha existido y siempre existirá, escondido en lugares distantes, oscuros, alejados de todo el mundo hasta el momento en que Cthulhu, el gran sacerdote, desde su sombría casa en la poderosa ciudad de R'lyeh, bajo las aguas, se levante y reclame la tierra nuevamente bajo su dominio. Algún día oiremos su llamada, cuando las estrellas estén listas. El culto secreto siempre estará esperándolo.
En resumen, hasta aquí, Lovecraft propone la existencia de seres de inconmensurable poder que, debido a una transgresión, están prisioneros en diversos lugares del universo, y de un culto formado por seres humanos cuya agenda consiste en acelerar los tiempos hasta que se produzca la liberación, y el regreso de los Antiguos.
Ahora bien, resulta difícil probar la existencia de los Antiguos, casi tanto como probar la existencia de Dios. Después de todo, los devotos poseen una consistencia más sólida que las entidades que adoran. Lo que sí podemos afirmar es que el Culto existe (ver: Orden Tifoniana y H.P. Lovecraft: su profeta) así como existe el Cristianismo.
El tema del Culto y de la liberación de los Antiguos aparece nuevamente en El horror de Dunwich (The Dunwich Horror), de 1929. El protagonista del relato, Wilbur Whateley, hijo de una mujer deforme y Yog-Sothoth, rastrea la edición latina del Necronomicon para abrir una especie de portal interdimensional que permitiría el regreso de los Antiguos. Desafortunadamente, Whateley es asesinado tratando de robar el libro, y su hermano gemelo aterroriza a la ciudad de Dunwich como un monstruo invisible.
El Culto secreto de los Antiguos vuelve a aparecer en repetidas ocasiones, entre ellas, en El libro (The Book), donde los conocimientos preservados por la orden le permiten al protagonista ingresar en una dimensión paralela. Tras pronunciar una letanía monstruosa, situado dentro de cinco círculos concéntricos, el protagonista es arrastrado hacia un abismo desconocido. Cuando logra regresar, su percepción del mundo ha cambiado, y una especie de sombra se adhiere a su ser (ver: Espíritus que se «pegan» a las personas y Entidades del Plano Astral que se «pegan» al aura). Es decir que este adepto circunstancial realmente logra traer consigo a una de las inquietantes criaturas de los Mitos, en este caso, con algunas características que nos hacen pensar en la Gente Sombra (ver: Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant).
La existencia objetiva del Culto a los Antiguos nos lleva a preguntarnos si acaso Lovecraft poseía un conocimiento secreto, oculto, o si su fértil imaginación simplemente accedía a estos reinos sin que él mismo lo advirtiera realmente. Quizás Lovecraft tuvo experiencias que nunca reconoció abiertamente, y que sembraron su inspiración.
El tiempo tal vez revele si Lovecraft fue únicamente un autor de relatos fantásticos muy convincentes, o algo así como un profeta por derecho propio. En todo caso, el Culto secreto de los Antiguos todavía continúa practicando ritos destinados a abrir las puertas del abismo y desatar a sus siniestros habitantes.
No podemos estar seguros si estas supuestas fuentes de inspiración fueron reconocidas y admitidas conscientemente por el maestro de Providence. A lo sumo, podemos especular, entre otras cosas, que el Culto de los Antiguos va más allá de una organización cerrada, así como el Necronomicón no constituye un solo libro, sino muchos. Quizás en cada cuento de Lovecraft haya una clave escondida, y en cada lector un adepto que aporta lo suyo para la liberación de los Antiguos (ver: ¿La literatura podría ser un portal para seres de otra dimensión?).
H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.
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