La Biblia de Yog-Sothoth: análisis de «El horror de Dunwich».


La Biblia de Yog-Sothoth: análisis de «El horror de Dunwich».




A finales del verano de 1928, H.P. Lovecraft escribió una de sus historias más celebradas: El horror de Dunwich (The Dunwich Horror). El escenario es el sórdido y decadente pueblo de Dunwich, probablemente situado en el oeste de Massachusetts. Al inicio se nos da a entender que, en el momento de la llegada del narrador, ya se ha producido allí algún horror inimaginable, tal es así que todos los letreros que señalan hacia el pueblo han ha sido derribados.

Parece que hace algunos años nació allí un muchacho extraño y feo llamado Wilbur Whateley, hijo de Lavinia y el viejo Whateley. La familia era mal vista por la población endogámica y degenerada de la región, y circularon varias especulaciones sobre la paternidad del niño. Con la ayuda de los extraños libros antiguos de su abuelo, Wilbur se desarrolló a un ritmo inusual, tanto mental como físicamente, y a menudo acompañaba a sus mayores al altar situado en Sentinel Hill, donde se llevaban a cabo extraños ritos. En algún momento, Lavinia desapareció, y poco tiempo después murió el anciano.

Wilbur, alto y con aspecto de cabra en su adolescencia, hizo un viaje a la Universidad de Miskatonic en Arkham para consultar ese volumen lovecraftiano de uso frecuente, el Necronomicón. El bibliotecario, el doctor Henry Armitage, se negó a permitir que se llevara el libro, y más tarde, cuando Wilbur regresó por la noche para intentar robarlo, fue asesinado por perros guardianes. Se descubrió que sus restos eran «teratológicamente fabulosos». Llevaba un diario criptográfico, que Armitage recuperó y empezó a descifrar. Cuando Wilbur no regresó a Dunwich, algo escapó de la granja familiar. Invisible, enorme, empezó recorrer los campos y a matar familias enteras de agricultores durante la noche.

Armitage finalmente descifró el diario. Leyó cosas sobre cómo los Antiguos que una vez reinaron sobre la tierra regresarían algún día, ayudados, infiere, por la influencia de Whateley (ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos). Tomando la precaución de aprender oportunas fórmulas y encantamientos, Armitage regresó a Dunwich con dos colegas. Juntos siguieron el rastro de la criatura por Sentinel Hill hasta el altar, y lo despacharon con contrahechizos. Mientras los aldeanos miraban desde abajo, una voz rugiente rasgó el aire con un grito: ¡PADRE! ¡YOGSOTHOTH!, en una obvia parodia de la crucifixión. 

Armitage finalmente les dijo a los granjeros de Dunwich lo que el lector ya debía saber: que el horror, que se había hecho brevemente visible como una cosa mezcla de pulpo, ciempiés y araña, el horror de la granja, era el hermano gemelo de Wilbur Whateley, que se parecía más al padre que Wilbur (ver: Las «familias extrañas» de Lovecraft)

En este cuento curioso y complejo hay mucho más de lo que es evidente. En cierto modo, funciona como una Biblia de Yog-Sothoth (ver: Yog-Sothoth: el nieto de Azathoth y abuelo de Cthulhu)

El nombre de la ciudad, Dunwich, deriva de una antigua ciudad de Inglaterra en la costa del Mar del Norte, una ciudad que, a lo largo de los siglos, desde la época sajona hasta el presente, se ha desmoronado gradualmente en el mar. Originalmente se la conocía como Dunwyc, Donewic y Dunewic. El sufijo wic o wyc significa «pueblo», «aldea», similar al latín vicus, que eventualmente se transformó en wick o wich en topónimos como Warwick y Norwich. Dun tiene un significado tan intrigante como incierto. De algún modo sugiere colores oscuros, turbidez y tristeza, apropiadas para el estado de ánimo del cuento y la tenebrosa reputación del pueblo de Lovecraft.

Del espantoso gemelo de Wilbur Whateley, encerrado en el piso de arriba de la casa de campo, se dice que del abismo vacío en lo alto llegó la inquietante sugerencia de un rítmico oleaje, como de las olas en una playa. Como veremos, ésta es solo una vía periférica, entre otras, en la que se derriban las fronteras diferenciadoras entre la población humana del pueblo y el horror que la azota. El mero hecho de que la costa original de Dunwich fuera una ciudad que se desmoronaba es una buena forma de sugerir cuestiones de integridad e identidad (ver: Atrapado en el cuerpo equivocado: la identidad de género en el Horror). De hecho, la cuestión del horror del título es un punto de partida razonable. El primer problema es si este horror es intrínseco de Dunwich o externo. El propio Dunwich, después de todo, se describe en términos desagradables, con nativos «repulsivamente decadentes» y poseedores de «estigmas mentales y físicos bien definidos de degeneración y endogamia».

El título del relato, El horror de Dunwich, nos hace preguntar si este horror alude a una invasión externa o algo intrínseco. Lovecraft plantea esta ambigüedad continuamente sin proporcionar una respuesta concluyente. Pero hay otros problemas con el título. La palabra horror puede referir a un estado emocional, mental, o a aquello que lo produce. Podemos sentir horror o podemos sentir que algo externo es un horror. De hecho, en algunos usos, los dos sentidos pueden volverse inseparables.

Un horror externo mantiene su condición sólo en la medida en que se lo percibe. El gemelo de Wilbur corriendo por los campos no tendría ninguna consecuencia si no hubiera nadie allí para experimentarlo. Por el contrario, se supone que una reacción de horror interna tiene un objeto o fuente generadora. No existe en sí mismo, sino que apunta, como un signo lingüístico, a algo más allá de sí mismo. Esta relación problemática entre exterioridad e interioridad es, de hecho, alegorizada por Lovecraft en la gente de Dunwich.

Los motivos mitológicos de El horror de Dunwich proponen que los supuestos límites en la relación binaria humano-no humano tienden a desmantelarse por sí mismos. Si bien el motivo del héroe mítico parece ausente en el cuento de Lovecraft, algunos aspectos operan en la tensión entre Armitage y los gemelos. Cada facción está dividida contra sí misma: Armitage por su visión miope, los gemelos porque... bueno, porque son gemelos y solo pueden caracterizarse como tales.

Siguiendo la línea etimológica, el término horror sugiere un sentido interno o de «estado», alejándolo del sentido externo o de «fuente». La palabra horror proviene de la raíz indoeuropea ghers, «erizarse», y es responsable del latín horrere, «temblar», «tener miedo». En cualquier caso, la inclinación etimológica del horror apunta más hacia un sentimiento que a una causa externa. Sin embargo, Lovecraft subvierte esta tendencia al emplear el término como una causa externa de ese sentimiento.

Hay algunas sugerencias mitológicas interesantes en El horror de Dunwich. Si hay algún héroe en la historia, aparentemente sería el doctor Armitage. Sin embargo, las cualidades míticas más fuertes están en los gemelos, y no en Armitage. La presencia extraña, no humana, como en todos los ciclos mitológicos, surge de un nacimiento milagroso. Fiel al patrón arqutípico, Wilbur [como héroe] se embarca en una búsqueda, viajando a la universidad en Arkham para obtener el Necronomicón, y muere en el intento. El gemelo [identificado con la misma cepa heróica] renace simbólicamente de la granja. Del mismo modo, desciende al inframundo deslizándose hacia Cold Spring Glen, donde el héroe experimenta la ascensión y el regreso al padre en la cima de Sentinel Hill. Esta cepa mitológica es claramente interpretada por los gemelos, mientras Lovecraft se esfuerza en vano en tratar de convertir a Armitage en el héroe.

El horror de Dunwich es sumamente interesante en este contexto, quiero decir, como un cuento que lucha contra su autor. Mientras Lovecraft trabaja desesperadamente para separar a los buenos de los malos, los elementos mitológicos que introdujo alteran esta distinción. Una lectura superficial produce la sensación de estar ante un melodrama, probablemente porque cada intervención del «héroe» [para Lovecraft, pero no para la historia], el doctor Armitage, está atravesada patológicamente por una frase cursi y acciones exageradas que tratan de describirlo como un caballero de capa y espada.

De hecho, hay algo decididamente cómico en el espectáculo de un pulcro profesor, acompañado por dos colegas, que persiguen a un monstruo por la ladera de una montaña. No obstante, el horror del relato nunca se ve amenazado, precisamente porque la historia en su conjunto, lo suficientemente rica en contenido mítico, impide que estos elementos socaven su propio funcionamiento.

A pesar de sus actitudes un tanto vacilantes, que por momentos rozan el patetismo, el doctor Armitage es esencial: nos lee.

Al leer la traducción latina del Necronomicón ha vislumbrado la verdadera agenda de Wilbur: Los Antiguos fueron, los Antiguos son y los Antiguos serán. No en los espacios que conocemos, sino entre ellos. Caminan serenos y primarios, sin dimensiones y para nosotros invisibles. Más adelante, Armitage lee: Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta. Se nos dice que muchas familias de Dunwich se hunden en la sórdida población tan profundamente que sólo sus nombres permanecen como clave del origen que deshonran. Aquí encontramos de nuevo una mezcla de preocupaciones humanas y ajenas. Para atacar el problema, el doctor Armitage se sumerge en la criptografía. Lovecraft menciona una larga lista de autoridades en el tema, copiada literalmente de la Enciclopedia Británica.

Eventualmente nos enteramos que Yog-Sothoth ha engendrado híbridos infernales entre las hembras de varias especies orgánicas a lo largo de los universos del espacio-tiempo. En este contexto, El horror de Dunwich es una versión cósmica del motivo del apareamiento con el diablo —El bebé de Rosemary, La profecía— lo cual resulta en el nacimiento de un monstruo que podría abrir las puertas del infierno, o de invasores extradimensionales, en este caso (ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu). Al principio, Wilbur Whateley adquiere las características de un Anticristo. Solo más tarde, cuando su hermano gemelo se revela, el lector comprende el significado de la unión entre Lavinia Whateley y Yog-Sothoth (ver: El horror hereditario y la enfermedad de Lovecraft)

Con sus evidentes referencias a la mitología, la leyenda y el folclore, El horror de Dunwich es un modelo que nos permite definir la mitología del Horror Cósmico como género, es decir, el género realmente como una forma de mitología moderna (ver: Horror Cósmico: el universo conspira para destruirnos). El epígrafe de la historia, tomado del libro de Charles Lamb: Brujas y miedos nocturnos (Witches and Night Fears), advierte que los arquetipos están en nosotros y son definitivos, es decir, son tan antiguos como el pensamiento humano. Debido a que recordamos el dolor y la amenaza de la muerte más vívidamente que el placer, y debido a que nuestros sentimientos hacia los aspectos benéficos de lo desconocido han sido formalizados por los rituales religiosos convencionales, el lado oscuro del misterio cósmico solo se expresa en el folclore sobrenatural. Este es el punto de apoyo, según Lovecraft, para el Horror Cósmico: ocupar el espacio vacante dejado por las religiones para abordar los aspectos oscuros de la realidad.

El horror de Dunwich toma la filosofía del horror de Lovecraft como arquetipo y la pone en práctica, definiendo efectivamente el horror como un mito y defendiéndolo como un componente válido tanto de la literatura como de la sociedad (ver: La filosofía lovecraftiana detrás de los Mitos de Cthulhu). Para lograr esta tarea, Lovecraft establece un binario, una oposición entre los aspectos benéficos de lo desconocido, representados por la mitología religiosa tradicional, y el lado más oscuro y maléfico del misterio cósmico, que es, por supuesto, el Horror Cósmico.

En este contexto, El horror de Dunwich cumple la función de un evangelio inverso; en vez de contarnos una historia de salvación, narra la historia de nuestra condena. Así, Yog-Sothoth se convierte en una metáfora de Dios, Lavinia Whateley representa a la Virgen María, y el engendro de esta abominable unión carnal, los gemelos Whateley, se convierten en una reversión perversa de Cristo. Incluso la Biblia es parodiada en la forma del temido Necronomicón, el cual predice el triunfo del mal.

Ahora bien, para invertir los Evangelios, Lovecraft no puede utilizar a la fe, sino que la reversión necesariamente debe situarse en un contexto científico. Esta nueva mitología no sólo mira hacia atrás, hacia los arquetipos de las grandes incógnitas del pasado, sino que anticipa horrores futuros que pueden latir en los abismos entre las estrellas.

Mientras establece su nueva mitología científica, Lovecraft permanece fiel a la estructura del cuento popular, incluso cuando su intención es revertirlo. Wilbur y su horrible gemelo, cuando se los considera como uno solo, se convierten en el héroe arquetípico del mito. Además, se ajustan a la definición de Vladimir Propp del héroe mítico: son creados como resultado de un nacimiento milagroso, experimentan un rápido crecimiento y se embarcan en una búsqueda de conocimiento o de un agente mágico. Como es típico en la ficción de Lovecraft, no hay verdaderos héroes humanos en El horror de Dunwich. Si empleamos la misma definición de Propp, tanto Armitage como sus colegas, Rice y Morgan, no son héroes en absoluto, sino que representan obstáculos para los Whateley. De hecho, podemos pensar que la premisa del Horror Cósmico sobre la insignificancia del hombre en el universo excluye la posibilidad de un ser humano mítico (ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa)

En este sentido, El horror de Dunwich representa una completa inversión de la jornada del héroe en prácticamente todos los sentidos. Lovecraft convierte al típico héroe mítico en una reversión perversa y repugnante, con el monstruo asumiendo el papel del héroe y un grupo de tres ignorantes [eruditos, en este caso] que intentan matar al dragón. Incluso el final feliz tradicional del mito se invierte; el asesinato del Héroe/Monstruo crea una inversión irónica en la que el bien sigue triunfando sobre el mal, al menos por el momento. Sin embargo, dado que el bien y el mal se definen en términos humanos, Yog-Sothoth tiene una ética diferente, por lo tanto, desde esa perspectiva, la historia no tiene un final feliz. Al invertir el mito tradicional, El horror de Dunwich propone una mitología del miedo. Si la mitología, en términos de Sigmund Freud al vincularla con los sueños, representa el cumplimiento de los deseos con su consecuente y simbólico final feliz, entonces el horror debe representar lo contrario, es decir, el cumplimiento o la realización de nuestras pesadillas (ver: H.P. Lovecraft vs. Freud: la interpretación de los sueños según Cthulhu)

Estos dos aspectos de los mitos y los sueños, cuando se proyectan en la literatura, se convierten en la base del horror, y se diferencian de la fantasía, o de lo fantástico, en el sentido de que el horror no es un escape de la realidad. No fomenta la relajación ni estimula el asombro como fines en sí mismos, sino que proporciona otro punto de vista sobre el problema, no lo evita ni lo evade, lo cual necesariamente produce aquello que el Horror Cósmico busca establecer: la inferioridad del ser humano ante la realidad, el universo y las formas de vida que lo habitan.

El horror de Dunwich lleva este sentimiento de inferioridad a su límite al representar a la humanidad como nada más que un insecto en un universo hostil. Para la Biblia de Yog-Sothoth, nada es sagrado; su inversión de la fantasía escapista, e incluso de las creencias religiosas convencionales, agrava este sentimiento de inferioridad, al igual que su inversión perversa del héroe mítico. Si bien El horror de Dunwich crea un arquetipo para Horror Cósmico como mito contemporáneo, la historia también habla de la tradición del mito mismo. Este código textual forma una parte importante de la historia y coloca al mito dentro de un contexto cultural (ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?)

Entonces, la Biblia de Yog-Sothoth, que se lee como una leyenda, apunta a un pasado donde proliferaban los ritos y cónclaves impíos de los indios, los cuales contrastan con nuestra época sensible. Lovecraft intenta establecer una diferecia entre el mito y la realidad contrastando lo antiguo y lo moderno. Las leyendas se describen como tradiciones antiguas, historias que son obsoletas y ridículas, porque vienen de tiempos muy antiguos. Sin embargo, Lovecraft contradice su incredulidad en los mitos antiguos, tanto en el uso del epígrafe de Charles Lamb como en el argumento de El horror de Dunwich. Tan pronto como el narrador descarta las leyendas antiguas, encuentra la verdad del horror de Dunwich, una verdad que hace que las leyendas antiguas parezcan cuentos infantiles en comparación. La ciudad tiene una historia de horror que culmina con los gemelos Whateley, pero el horror es anterior a la humanidad. El pueblo, entonces, puede verse como un símbolo del Horror Cósmico, el cual ha evolucionado desde antiguas leyendas de fantasmas y vampiros hasta los terrores modernos y más realistas de la era científica.

El horror de Dunwich coloca al Horror Cósmico en una perspectiva sociológica al examinar los tabúes culturales. Dado que el mito y el folclore a menudo ayudan a expresar y definir los tabúes de una cultura, los códigos textuales y culturales de esta Biblia de Yog-Sothoth funcionan de la misma manera, explorando la idea de lo «prohibido» tanto en la cultura como en la literatura. En el comienzo mismo del cuento, nos enteramos que poemos terminar en Dunwich si tomamos la «bifurcación equivocada». A diferencia del conocimiento prohibido al que Lovecraft alude en muchas de sus historias, estos tabúes terrenales y concretos están simbolizados por los habitantes del pueblo, los cuales son «repelentemente decadentes, habiendo avanzado mucho por ese camino de retroceso». Esta noción, que también aparece en La sombra sobre Innsmouth (The Shadow Over Innsmouth), alude al incesto y la endogamia como caminos de evolución inversa, han creado una raza inferior de seres que, quizás, no son completamente humanos (ver: «La Sombra sobre Innsmouth»: del odio racial a la empatía)

Según Claude Lévi-Strauss, «la prohibición del incesto es la base de la sociedad humana; en cierto sentido, es la sociedad». El pueblo de Dunwich, a través de su aislamiento, endogamia e ignorancia de las normas culturales, se ha divorciado de la sociedad y ha entrado en el mundo de lo prohibido (ver: En la cama de Lovecraft). En Dunwich, los gemelos Whateley simbolizan lo prohibido, ya que son el producto de relaciones prohibidas con formas de vida extraterrestres. Por otro lado, para los pobladores de Dunwich, las relaciones sexuales se convierten en una forma de masturbación; sus relaciones incestuosas, desde un punto de vista cultural, son relaciones con ellos mismos.

En este sentido, Lavinia Whateley amplía la definición de heterosexualidad al relacionarse con una forma de vida extraterrestre. Y dado que la endogamia es la norma, la anormalidad se lleva al límite, dando a la heterosexualidad un significado nuevo y perverso en esta sociedad retorcida. Además, en una sociedad que acepta el incesto, poblada por autoproclamadas brujas y hechiceros, el sexo con el diablo bien podría considerarse normal. Al explorar la idea de actos prohibidos, Lovecraft invierte las definiciones culturales tradicionales del tabú, incluso cuando invierte la mitología que las define. Cuando consideramos la afirmación de Lévi-Strauss de que la prohibición del incesto es la base de la sociedad, los habitantes de Dunwich han desdibujado la definición misma de especie humana.

Los Whateley son un vínculo entre la humanidad y lo no humano, así como Dunwich está vinculada a la sociedad normal por puentes de «dudosa seguridad». Los deformados habitantes de Dunwich, producto de relaciones anormales, representan un vínculo entre la ciudad y el mundo exterior. Y los Whateley, producto de relaciones anormales definidas por los estándares de Dunwich, simbolizan el vínculo entre la tierra y los espantosos terrores del universo. Dado que estos vínculos separan a la vez que unen, los habitantes de Dunwich, y de la tierra, son salvados por el fracaso del héroe mítico y no por las acciones heroicas del hombre.

El diario de Wilbur simboliza el impulso del autor por registrar su historia, pero el código, la escritura, representa los esfuerzos del lector por desentrañar esta narrativa y encontrar significado. La complejidad del código y el hecho de que incluso Wilbur deba descifrarlo para recordar lo que ha escrito demuestra que el autor puede que ni siquiera comprenda completamente el significado y la importancia de su obra. Mientras que los deconstruccionistas pueden afirmar que un texto nunca puede ser completamente decodificado [a propósito, profesor Armitage nunca comprende completamente el significado del diario], Lovecraft nos asegura que los escritores siempre escribirán y los lectores siempre leerán estas historias porque la literatura del miedo cósmico siempre ha existido, y siempre existiráninguna cuota de racionalismo, reforma o análisis freudiano pueden anular por completo la emoción del susurro en la esquina de la chimenea o el bosque solitario.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


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El artículo: La Biblia de Yog-Sothoth: análisis de «El horror de Dunwich» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Podría compararse a Wilbur Whatheley y a su hermano con Hercules, Teseo, héroes hijos de dioses olímpicos y mujeres mortales?
Tal vez siendo un héroe destinado a terminar con un mal conocido como humanidad de restaurar a la Tierra como forma de energía.
Y su madre ser como una elegida, que se diferencia en algo de la humanidad. Lovecraft define a Lavinia como extraña, pero se desconoce la impresión de Yog-Sogthoth.



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