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«Nekropompos»: la historia de Caronte, el barquero.


«Nekropompos»: la historia de Caronte, el barquero.




Allí está Caronte, que gobierna la costa lúgubre; un dios sórdido:
de su rostro cae una larga barba, despeinada, sucia;
sus ojos como llameante hornos huecos;
un cinturón sucio de grasa sujeta su atuendo obsceno.

[Eneida]


El arquetipo del Barquero está presente en todas las mitologías que presentan una transición de la vida al más allá. Su función es guiar, a través a través de obstáculos casi imposibles, hacia un destino específico más allá del plano terrenal. Es una figura solitaria, alguien a quien se llega a conocer de pasada. Quizás por eso el Barquero suele ser representado como una figura negativa, que vive en soledad junto al río mientras transporta a los muertos a cambio de un pago simbólico.

En este artículo de El Espejo Gótico le rendiremos honores, porque, ¿quién más podría realizar la lúgubre tarea de Caronte?

Caronte [del griego kharôn, «brillante»] era el Barquero de los muertos en los mitos griegos. No era un dios olímpico, tampoco un titán o un primordial, sino un daimón [espíritu] al servicio de Hades. Al parecer, Hermes guiaba a las sombras de los muertos y las conducía hasta las costas del río Aqueronte [del cual surgen el Estigia y el Cocito], donde Caronte las transportaba en su barca. Su tarifa era un óbolo, que se debía colocar en la boca del difunto antes de ser enterrado. En esto Caronte era inflexible: aquellos que no recibían un entierro adecuado no podían pagar la tarifa y se les dejaba vagando por la orilla terrenal del río, sin sentido, como fantasmas, acosados por bestias y espíritus subterráneos.

La palabra daimon proviene de la raíz indoeuropea da, que significa «dividir», «separar», «repartir». Podemos pensar en los daimones como divinidades menores que personifican un concepto abstracto. Caronte en particular obtuvo, al cabo de siglos, una genealogía olímpica, pero originalmente era un daimon. Algunos especulan que estos seres eran las almas de ciertos hombres que, en el imaginario popular, actuaban como espíritus tutelares. No son seres espirituales superiores, sino más bien abstracciones de oficios y funciones mundanas. Carecen de historia propia, incluso de personalidad, y son conocidos sólo por sus actos. Se dice que las personas de la Edad de Oro fueron transformadas en daimones por Zeus para servir a los mortales [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]. En este contexto, Caronte pudo haber sido el primer hombre en morir. Siendo el primero en llegar al río Aqueronte [o Estigia], y por lo tanto obligado a cumplir la función de Barquero de los muertos hasta que el último ser humano abandone el plano físico.

Esta es la premisa del cuento de Lord Dunsany: Caronte (Charon), el cual trata sobre el último sobreviviente de la humanidad que, al morir, libera al Barquero de su esforzado y monótono oficio:


»Entonces un hombre llegó solo. La pequeña sombra se sentó en la playa solitaria y el gran bote zarpó. Solo un pasajero. Caronte, agotado, remó y remó junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.

»—Soy el último —dijo.

Nunca nadie había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie lo había hecho llorar.»


Caronte es representado como un hombre de aspecto desagradable: barbudo, sucio, de nariz torcida, vestido con una túnica raída y un sombrero cónico. Siempre está de pie en su esquife, sosteniendo un palo, esperando o remando. Su trabajo es inimaginablemente monónoto, en primer lugar, porque no existe el concepto de tiempo en el inframundo, de manera que lo que ocurre allí no se cuenta en años o siglos, sino más bien en un colosal bloque de permanencia. Lord Dunsany sostiene astutamente que «si los dioses le hubieran mandado siquiera un viento contrario, esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales». Podemos suponer que el flujo de muertos, que puede variar en épocas de guerra, hambrunas y plagas, es el único factor de cambio en la vida de Caronte. Por lo demás, las diferencias y particularidades de los difuntos son impercepribles para él, aunque Caronte puede detectar cuando una persona viva intenta cruzar el río.

El nombre de Caronte es una forma poética de charopós, que significa «mirada brillante»; aunque otros le atribuyen la raíz indoeuropea ker, que significa «oscuridad» [asociada a lo subterráneo]. Los ojos centelleantes de Caronte pueden ser una necesidad en la negrura del Hades, pero también insinúan que el Barquero era una entidad irascible. En cualquier caso, la etimología no es segura; de hecho, algunos historiadores griegos, como Diodoro de Sicilia, pensaban que Caronte [y su nombre] habían sido importados de Egipto, aunque esto no está respaldado por pruebas. Lo cierto es que ninguna fuente antigua proporciona una genealogía de Caronte. Giovanni Boccaccio lo identificó como hijo de Erebo y Nix, pero eso podría haberse originado por una confusión con Cronos.

El Hades es uno de los tres reinos que componen el cosmos. La idea más antigua de la vida futura en los mitos griegos podría resumirse del siguiente modo: en el momento de la muerte, la esencia de un individuo [psique] se separa del cadáver y viaja al inframundo. En la Ilíada, sostenida por una mitología temprana, los muertos estaban agrupados indiscriminadamente y llevaban una existencia miserable; sin embargo, en la mitología posterior [platónica, por ejemplo], empezaron a surgir elementos de juicio: las personas buenas y las malas estaban separadas, no solo espacialmente, sino en el trato que se les dispensaba. Geográficamente, se creía que el Hades estaba ubicado en la periferia del mundo, rodeado por Oceanus, y luego debajo de la tierra. Tártaro es otro nombre para el inframundo, aunque a veces es un reino completamente distinto y separado del Hades. Hesíodo sostiene que el Tártaro está tán por debajo del Hades como la tierra del cielo. Zeus levantó este reino para encerrar a los titanes, entre ellos, a su padre, Cronos.

Los pasajeros que Caronte debía transportar no eran la mejor compañia. Para los griegos, la existencia en el más allá [por defecto] era un reflejo descolorido de la vida terrenal. La gente continuaba en sus funciones mundanas, como Orión, que seguía cazando en el inframundo; o Minos, que continuaba ejerciendo su potestad de juez. El hecho de que los difuntos permanezcan enfrascados en disputas legales es un indicador de esta continuidad con la vida en la tierra. El estatus social de las personas continuaba en el Hades, y se tenían derechos aristocráticos al placer y otras actividades recreativas [música, gimnasia, equitación], mientras que las personas de clases bajas hacían lo que podían. Es decir que persisten los mismos patrones que antes de la muerte, incluso si los rasgos de los muertos se reducen a los más destacados y sus actividades a las más elementales y representativas de su estatus social.

En otras historias, las Sombras son insustanciales y vagan por el Hades sin sentido ni propósito. Carecen de menos [«fuerza»] e ingenio, de modo que no son del todo conscientes de su entorno. En este aspecto son similares a nuestra idea moderna de «fantasma» [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]. El concepto de evolución no existe en el Hades: al momento de la muerte, la psique queda inmovilizada, no puede adquirir nuevos conocimientos ni aprender de sus experiencias. En esta variante del mito, las Sombras no cambian en ningún sentido, son exactamente iguales a como eran en vida. Esto traía dificultades adicionales: si morías en batalla tu Sombra conservaba todas las heridas recibidas, las manchas de sangre, la ropa desgarrada y la suciedad; y si morías pacíficamente podías permanecer así. Morir desnudo seguramente era un incordio.

Las Sombras son muy irritables. Las disputas son comunes y las personas que fueron poderosas intentan ejercer sus antiguos privilegios, pero en vano. Todo esto podría explicar el temperamento severo de Caronte. Debe lidiar con gente enojada y poco comunicativa, sobre todo si sienten una presencia hostil cerca de sus tumbas, pero no son realmente peligrosos, en especial si se les ofrece algo para apaciguarlos. Odiseo tuvo que ofrecerles sangre de oveja para que las Sombras se dignaran a respoderle.

No hay consenso sobre si los muertos pueden comer o no, pero Homero afirma que las Sombras eran incapaces de comer y beber, a menos que fueran invocadas a través de la nigromancia [ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos]. Por alguna razón, los muertos no recuerdan con exactitud su pasado en la tierra, pero pueden ver el futuro con claridad. Son muchos los héroes griegos a quienes los difuntos les revelan aspectos desconocidos del porvenir.

Si bien no es la opinión unánime, varios mitos dan a entender que los muertos pueden tener relaciones sexuales [si no te molesta la falta de privacidad], aunque no pueden engendrar. Uno solo puede imaginar las dificultades de tales proezas cuando originariamente las Sombras eran descritas como simples esqueletos. En términos sociales esto los hacía casi indistinguibles unos de otros, de modo que no importaba quién era rico y poderoso y quién pobre, pero en materia de sexo seguramente producía algunas fricciones bastante grotescas. Por supuesto, esta no era la opinión general. Homero, por ejemplo, da a entender que los muertos preservan todas las características que tuvieron en vida.

La irrevocabilidad de la muerte está profundamente arraigada en los mitos griegos, tal es así que los vivos sólo pueden descender al Hades en casos excepcionales, y el regreso es posible únicamente para los héroes, como Eneas, Teseo, Orfeo y Heracles.

Un mundo o plano de existencia donde los muertos viven en la oscuridad no es exclusividad de los griegos. En los mitos hebreos, el Sheol también es una tierra de quietud y sombras, un sitio más bien miserable donde residen todos los muertos, independientemente de sus acciones en la vida. Volviendo a los griegos, se creía que los individuos excepcionales podían eludir el destino de vivir en la sombra después de la muerte. La única opción era ascender a la esfera divina, y por eso se veneraba a los héroes. Alejandro Magno estuvo inconsolable tras la muerte de Hefestión, probablemente el gran amor de su vida, hasta que un oportuno oráculo le reveló que el difunto era considerado un héroe, y por lo tanto gozaba del estatus de una divinidad.

Más significativa que la existencia post-mortem es la ruptura entre la vida y el más allá, presente en todas las culturas y a menudo representada por algún obstáculo o barrera que separa los mundos de los vivos y los muertos. El propio Caronte es uno de estos obstáculos. Nadie puede cruzar el profundo y aullante Aqueronte si no es en su barca, y ninguno puede regresar a la tierra de los vivos.

Homero ignora a Caronte, aunque en la Odisea describe extensamente la geografía del inframundo y las vicisitudes del viaje al Hades. Allí, el encargado de transportar las almas de los muertos es Hermes, pero Patroclo insinúa que el río sólo puede ser cruzado en una barca. Recién en el Minyad, un poema épico escrito en el siglo VI a.C. [comentado por Pausanias], se menciona a Caronte, el «viejo barquero». En algunas inscripciones del siglo V a.C. encontradas en Focis se lee: «Alégrate Caronte: nadie habla mal de ti, ni siquiera cuando mueren, cuando los liberaste del cansancio». En esta versión, Caronte no es el obstáculo, la barrera que separa los mundos de los vivos y el Hades, sino quien libera a ser humano de la agonía de la vida.

El hecho de que ni Homero ni Hesíodo mencionen a Caronte es, según algunos, prueba de que el Barquero fue importado desde Egipto; tal vez por eso vemos tantas rarezas en su historia. Salvo por Cicerón y Vergilio, Caronte nunca fue promovido al rango de dios, algo curioso en una mitología donde casi todo el mundo tiene lazos de sangre con los olímpicos o con los titanes. También hay discrepancias en su aspecto físico. Caronte aparece como una figura demoníaca, con una mirada feroz y aguda, con ojos que resplandecen en la oscuridad. Más adelante comenzó a ser representado como un anciano de gran porte, pero de apariencia sucia y desarreglada, incluso obscena. Cuando Eneas cruza las rugientes aguas del Aqueronte hace una descripción de Caronte casi como arquetipo de la muerte:


«Un horrendo barquero cuida estas aguas, Caronte,
de suciedad terrible y larga y descuidada barba sobre el mentón,
fijas llamas son sus ojos, sucio cuelga anudado de sus hombros el manto.
Con su mano empuja una barca con la pértiga y gobierna las velas
y transporta a los muertos en esquife herrumbroso, anciano ya,
pero con la vejez cruda y verde de un dios.»


Lo más aterrador de esta escena de la Eneida es la hueste de almas que luchan desesperadamente entre sí, mordiendo, arañando y pateando para subir a la barca de Caronte, incluso aquellos «cuyos huesos descansan debidamente». Más allá se oyen las «horrendas y roncas corrientes» que deberán cruzar; atrás están las sombras que deambulan sin rumbo mientras son acosadas por espíritus sin nombre.

Si el Aqueronte [o el Estigia] es el umbral entre la vida y la muerte, Caronte es el Guardián del Umbral, es decir, un arquetipo que proporciona una prueba necesaria para demostrar el compromiso del héroe con su misión. Si no hay un obstáculo insalvable, no hay héroe. En la ficción, el Guardián del Umbral puede ser cualquier cosa que se interponga en el camino del protagonista, como un bosque o una montaña. En esencia, el Guardián del Umbral asume el papel de custodiar el paso desde el mundo ordinario al extraordinario, de lo conocido a lo desconocido, de lo familiar a lo inexplorado. Puede ser un guardián simbólico, pero siempre está estratégicamente ubicado en momentos cruciales del viaje del Héroe. Este Guardián, como Caronte, va más allá de su forma física, adquiere un significado simbólico dentro de la historia y su función es proteger el Umbral, cuyo cruce es análogo a los obstáculos y desafíos internos que el Héroe debe enfrentar y superar.

En la teosofía, que ha intentado mapear la existencia en el plano astral, existe la amenazadora figura del Morador del Umbral, que cumple la misma función  queel Guardián: custodia y protege el cruce hacia esferas superiores de existencia. A menudo se manifiesta como una imponente silueta espectral, un anciano: canoso, barbudo y encorvado, pero con un brillo distintivo en sus ojos.

Tanto el nombre de Caronte como su función son probablemente de origen semítico. El concepto de Barquero en los ríos subterráneos de la muerte era popular en el Cercano Oriente. En la epopeya de Gilgamesh nos encontramos con el barquero Urshanabi, quien ayuda al héroe a cruzar las Aguas de la Muerte [con propiedades análogas a las del Aqueronte] que separan el Jardín del Sol de la paradisíaca Isla de Utnapishtim. Los asirios y babilonios tenían a Hamar-tabal [a veces llamado Humuttabal]. Para estos últimos, tras el apropiado entierro del cuerpo el espíritu se trasladaba al inframundo, donde debía cruzar el río Hubur. Para ello se debía contar con la ayuda de Humuttabal, un barquero de cuatro manos y cuatro pies con cabeza de pájaro, quien transportaba a los muertos en su barca.

Es desconcertante, considerando las semejanzas de estas epopeyas con los poemas homéricos, que el motivo de cruzar un río subterráneo con la ayuda de un barquero estuviera ausente en la Odisea, aunque de hecho hay un viaje hacia el Oeste, hasta las aguas del Okéanos, el río que divide el mundo superior e inferior y que rodea el mundo entero. Pero Odiseo no necesita ningún barquero. Navega solo guiado por las instrucciones recibidas de Circe.

En la mitología egipcia, Anubis, el dios con cabeza de chacal, era responsable de la momificación y del transporte de los muertos al inframundo. Su función como guía de las almas lo identificó con Caronte durante el periodo ptolemaico, y, con la consolidación del cristianismo, con San Cristóbal. Este último comenzó siendo un gigante, llamado Offero, que trabajaba en la orilla de un río transportando a los viajeros al otro lado, no en un bote, sino sobre sus anchos hombros. Un día, Offero llevó a hombros a un niño cuyo peso aumentaba a medida que cruzaba el río. El niño se revela como Cristo y Offero recibe la iluminación. Desde entonces se le conoció como Cristóbal, que significa «portador de Cristo».

Las fuentes de Caronte en la Antigua Grecia son sorprendentemente escasas. Importa poco si fue un dios importado o una divinidad pre-helénica, terminó siendo una criatura bastante descuidada por la tradición literaria griega. Es probable que esto tenga que ver con la superposición de tareas. Originalmente, Hermes se encargaba de todo el trabajo, lo cual tiene cierta lógica. Además de ser el heraldo y mensajero personal de Zeus, el veloz Hermes podía atravesar mundos con facilidad; de hecho, era el único dios olímpico capaz de visitar el Cielo, la Tierra y el Hades, algo de lo cual solía alardear. Sin embargo, luego se limitó a conducir a los muertos hasta la orilla del Aqueronte, donde Caronte los subía a su barca. En este punto no debemos olvidar a un tercero involucrado en la transición de psique: Tánatos, la muerte misma.

Podemos pensar que la limitada presencia del Barquero es una señal de que estaba más allá del panteón oficial de dioses, o bien que él mismo se transformó en una Sombra, quizás la sombra de una idea, de un concepto prehelénico, quedando únicamente su función.

A diferencia de otros Psicopompos [«guías de almas»], Caronte no trabajaba gratis. Sus servicios tenían un precio y las personas que no podían pagar estaban condenadas a vagar por las orillas del Aqueronte. Los Psicopompos [de psyque, «alma»; y pompein, «conducir»] son espíritus o divinidades cuya responsabilidad es escoltar las almas recién fallecidas al más allá. Su función no es juzgar a los difuntos, sino simplemente guiarlos a su destino. Para Carl Jung, el Psicopompo es un factor psicológico que media entre el consciente y el inconsciente. Todas las mitologías han utilizado este símbolo para describir entidades que guían a los espíritus en su viaje al inframundo. Este Guía de los Muertos no es necesariamente una figura ominosa. El cuervo, por ejemplo, es visto como un Psicopompo en el folklore celta, y quizás en esta función es utilizado por Edgar Allan Poe en el poema: El Cuervo (The Raven).

En términos jungianos, el Psicopompo [como Caronte] entra en funciones cuando nuestro Ego pierde poder, y por lo tanto carecemos de confianza en nosotros mismos. Hasta ese momento, el Ego [aquello en lo que nos reconocemos como Yo] había sido el centro de nuestra experiencia de vida. Habíamos tomado nuestras elecciones, decidido nuestro camino, pero de repente nos encontramos en un callejón sin salida. Perdemos la fe en nosotros mismos y es como si toda nuestra energía vital se volviera regresiva. Es entonces cuando nuestra psique reacciona invocando a ese mediador cuya función es guiarnos, sacarnos de la situación. Las Sombras que se agolpan ante la barca de Caronte están en la misma situación: están desposeídos de todo, incluso de la capacidad de elegir. En estas condiciones no pueden seguir adelante sin la ayuda de un guía.

Caronte, Anubis, las Valquirias, incluso el arcángel Miguel, que pesa las almas antes que puedan entrar por las Puertas del Cielo, representan este fragmento psicológico que emerge en tiempos de transición. El Mito vincula al Psicopompo con la gran transición: el fin de la vida y la posibilidad de un más allá, pero está presente en situaciones menos dramáticas donde la conciencia, la certeza del Ego, no son tan claras. Los límites se desvanecen en los sueños y los contenidos subconscientes se precipitan hacia nosotros como las aguas del Aqueronte, el río de la miseria y la aflicción. Al despertar revertimos esa encrucijada liminal, volvemos a la confianza de ser quienes pensamos que somos. Cada una de estas transiciones revelan la flexibilidad de nuestra psique. Bailamos constantemente entre realidades.

Carl Jung sostiene que el Psicopompo surge cuando el Ego ha alcanzado un límite que no puede cruzar sin comprometer su integridad. Cuando el control de nuestra psique flaquea nos sentimos aterrorizados, pero esto permite que otros contenidos emerjan y nos guíen a buen puerto. Estas figuras internas de ayuda y guía aparecen en tiempos de dificultades y cambios, cuando estamos explorando una nueva forma de ser y las viejas estructuras se vuelven obsoletas. Este cambio requiere la muerte [simbólica] de lo que solíamos ser, el reino arquetípico del Psicopompo.

En Roma, el óbolo que debía colocarse en la boca del difunto para abonar a Caronte era conocido como viaticum [que puede entenderse como «provisión para el camino»]. Este término luego sería utilizado por la Iglesia Católica para la Eucaristía [donde se coloca una hostia consagrada en la boca], pero también para la Unción de los Enfermos [Extremaunción]. Es decir que el «viático», la costumbre precristiana del óbolo de Caronte, sigue siendo parte de los últimos ritos.




Mitología griega. I Mitología.


El artículo: «Nekropompos»: la historia de Caronte, el barquero fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«La Tierra más allá del Bosque»: Emily Gerard; libro y análisis.


«La Tierra más allá del Bosque»: Emily Gerard; libro y análisis.




«Transilvania bien podría llamarse la tierra de la superstición, porque en ningún otro lugar esta curiosa planta torcida del engaño florece con tanta persistencia y en una variedad tan desconcertante. Casi parecería como si los demonios, duendes y brujas, expulsados del resto de Europa por la ciencia, se hubiesen refugiado en estas montañas.»


Emily Gerard era de una mujer notable. Pasó muchos años en varias regiones inhóspitas de Europa Central con su esposo, un oficial del ejército austríaco, no tanto en su rol de esposa y madre de dos niños pequeños, sino como folclorista aficionada. Previamente había publicado algunos cuentos, reseñas, y un par de novelas en colaboración con su hermana, Dorothea. Pero fue mientras su esposo estuvo estacionado en Hermannstadt y Kronstadt, que Emily Gerard investigó, y luego escribió sobre los relatos, tradiciones y supersticiones de la zona. Su principal ensayo, titulado Supersticiones de Transilvania (Transylvanian Superstitions), publicado en la edición de julio de 1885 de la revista The Nineteenth Century, sería la principal fuente del Drácula de Bram Stoker.

Un año después de la publicación de Drácula, Supersticiones de Transilvania pasó a formar parte de un proyecto más grande y ambicioso: La Tierra más allá del Bosque (The Land beyond the Forest), cuyo título es una traducción del latín medieval transilvania; de trans, «más allá»; y sylva, «bosque».

Emily Gerard se sintió cautivada por Transilvania. Sus historias no fueron recogidas de las reuniones de la alta sociedad militar estacionada en la zona, sino de la gente común, incluso de la gente común en aldeas remotas. Emily Gerard se negaba a ir armada en sus largas caminatas, y mucho menos a ser acompañada. Confiaba en su calidez, en su relativa fluidez para comunicarse en varios idiomas, y en su olfato. Tal es así que solo utilizaba mapas para orientarse en relación a los caminos principales, porque sus caminatas se adentraban lejos de cualquier camino. Allí observaba, escuchaba, preguntaba y tomaba notas.


«Que tales remedios se utilizan incluso ahora es un hecho bien atestiguado, y probablemente hay pocos pueblos rumanos donde tales remedios no hayan tenido lugar en la memoria de los habitantes. Asimismo, no hay pueblo rumano que no cuente entre sus habitantes con alguna anciana (generalmente una comadrona) versada en las precauciones que deben tomarse para contrarrestar a los vampiros, y que haga de esta ciencia un floreciente oficio. La familia que ha perdido a un miembro la convoca y le pide que coloque el cadáver de forma segura en su ataúd, para asegurarse de que contrarrestre cualquier instinto vampírico. A veces clava un clavo en la frente del difunto, o se frota el cuerpo con la grasa de un cerdo que ha sido sacrificado en la fiesta de San Ignacio. También es habitual colocar la rama espinosa de un rosal silvestre sobre el cuerpo para evitar que salga del ataúd.»


A fines del siglo XX, la Biblioteca de Londres logró rastrear el proyecto de investigación de Bram Stoker para su novela Drácula. Bram Stoker, por supuesto, era miembro de la biblioteca, y se encontraron los 25 libros que utilizó como material de referencia; no solo los títulos, sino los libros físicos que tomó prestados, muchos de los cuales tienen notas escritas a mano [me temo que Stoker era el tipo de monstruo que escribía en libros de biblioteca]. Supersticiones de Transilvania de Emily Gerard fue una de las dos fuentes principales de Bram Stoker, de la cual, entre otras cosas, extrajo el concepto de nosferatu [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

La Tierra más allá del Bosque es, en esencia, un diario de viaje que se convirtió en un libro en dos volúmenes. Bram Stoker se apoyó [tal vez demasiado] en Emily Gerard para darle forma al diario de Jonathan Harker. Ambos, Emily Gerard y Harker, están menos interesados en el paisaje y la arquitectura que en la naturaleza de la gente de Transilvania, en sus creencias y «supersticiones». La misión de Harker, desde luego, no le permite extraviarse demasiado de su objetivo, pero Emily Gerard pasaba días enteros caminando o cabalgando hacia aldeas remotas, atenta a los hábitos de los campesinos y comerciantes, escuchando sus historias, pero con la desventaja de no ser antropóloga profesional, lo cual terminó siendo una bendición para el lector.

Quiero decir, un atropólogo hace lo mismo que hacía Emily Gerard: va a un lugar «nuevo», habla con la gente, toma notas y trata de darle sentido a todo. Emily Gerard no tenía la «ventaja» de contar con una disciplina académica para enseñarle qué preguntas hacer y cómo compararlas. Por lo tanto, Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque son piezas más personales que profesionales, más animadas y detalladas que rigurosas. Otro punto favorable [desde el punto de vista del lector] es que Emily Gerard no estaba buscando «algo» en particular. Ella habla de strigoii, licantropos y vampiros con el mismo interés con el que explora las costumbres de una boda rural o los patrones de tejido de una anciana.

Sin embargo, y a pesar de sus variados intereses, el lado oscuro de Transilvania terminó absorbiendo su atención, en especial las creencias de los campesinos sobre lo que sucede después de la muerte, y lo que sucede cuando los muertos no permanecen muertos:


«Estos espíritus inquietos, llamados strigoi, no son maliciosos, pero su apariencia no anuncia nada bueno y pueden considerarse como presagios de enfermedad o desgracia.»


Bram Stoker no usa el término strigoi que recoge Emily Gerard, probablemente porque no estaba escribiendo sobre «espíritus inquietos», sino sobre un individuo específico. Sin embargo, ciertos elementos y frases que se encuentran en Drácula derivan directamente de las reflexiones de Emily Gerard. Considerando la enorme industria de libros, estudios y ensayos sobre la gran novela de Bram Stoker durante los últimos 120 años, pocos autores han investigado en profundidad que una parte importante de su inspiración [vital, diría yo], proviene de una mujer escocesa que arremangó sus faldas victorianas y se embarró los pies con tierra transilvana para preguntar a los nativos sobre sus vidas, sus hábitos y sus creencias.

Si bien gran parte de la información que Emily Gerard vierte en Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque parece tener fuentes confiables, la nomenclatura utilizada para los vampiros es incorrecta, y este error también se deslizó hacia Drácula. Por ejemplo, la palabra nosferatu presentada por Emily Gerard, y repetida por Bram Stoker en su novela, como el término común en Transilvania para «vampiro», no es en realidad una palabra rumana [ver: Nosferatu no existe ni siquiera en el Paso de Borgo]. Emily Gerard escribe:


«Más decididamente malvado es el nosferatu, o vampiro, en el que todo campesino rumano cree tan firmemente como en el cielo o el infierno. Hay dos tipos de vampiros, vivos y muertos. El vampiro vivo es generalmente la descendencia ilegítima de una pareja ilegítima; pero incluso un pedigrí impecable no asegurará a nadie contra la intrusión de un vampiro en su bóveda familiar, ya que cada persona asesinada por un nosferatu se convierte igualmente en vampiro después de la muerte, y continuará chupando la sangre de otras personas inocentes hasta que el espíritu haya sido exorcizado abriendo la tumba de la persona sospechosa y clavando una estaca en el cadáver, o bien disparando un tiro de pistola en el ataúd.»


A propósito del nosferatu, en Drácula podemos leer lo siguiente:


«Amigo Arthur, si hubieras encontrado ese beso antes de que la pobre Lucy muriera; o de nuevo, anoche, cuando le abriste los brazos, con el tiempo, cuando hubieras muerto, te habrías convertido en nosferatu, como lo llaman en Europa del Este (...) El nosferatu no muere como la abeja después de picar. Solo se vuelve más fuerte; y siendo más fuerte tiene aún más poder para obrar el mal.»


Emily Gerard recoge una receta profiláctica menos dramática que clavar una estaca en el corazón del vampiro. Según una tradición, anota, se supone que caminar fumando alrededor de la tumba en cada aniversario de la muerte del sospechoso es efectivo para confinar al vampiro. Y añade: «en casos muy obstinados de vampirismo se recomienda cortar la cabeza, y volver a colocarla en el ataúd con la boca llena de ajo, o extraer el corazón y quemarlo, esparciendo sus cenizas sobre la tumba.»

En rumano hay dos palabras para seres vampíricos que Emily Gerard fundió en el término nosferatu: moroi y strigoi [pl. moroii y strigoii]. Strigoi parece ser una categoría más amplia de vampiros, pero ambos comparten muchos rasgos, incluidos comportamientos, prevención y modos de destrucción [ver: Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula]. Los moroii y strigoii tienden a confundirse con otras dos entidades, vârcolaci y pricolici, que podrían estar más cerca de nuestro concepto del hombre lobo [ver: Razas y clanes de hombres lobo]

La Tierra más allá del Bosque suele referirse a los vampiros como «espíritus inquietos», pero también nos brinda información sobre la fuente de esa inquietud.


«Esta inquietud por parte del difunto puede ser causada por haber escondido tesoros durante su vida, en cuyo caso está condenado a frecuentar el lugar donde ha escondido sus riquezas hasta que sean descubiertas; o bien puede haber muerto con algún pecado secreto en su conciencia, como, por ejemplo, haber quitado el mojón del terreno de un vecino para ensanchar el suyo. Entonces probablemente, se verá obligado a vagabundear con un saco de la tierra robada a la espalda hasta que haya logrado venderla a la gente que encuentra en sus vagabundeos nocturnos.»


Emily Gerard relaciona al vampiro con dos elementos centrales: los tesoros y la tierra, que puede ser robada o conquistada militarmente. Bram Stoker también hace que la tierra sea importante en Drácula; tanto es así que el Conde necesita dormir en su tierra natal, que debe transportar a Inglaterra a bordo del Deméter; sin embargo, nunca sabemos cuál es la razón de esta regla [ver: El misterio del «Deméter»]. En La Tierra más allá del Bosque, los strigoii deben cargar una bolsa de tierra sobre la espalda [simbólicamente la misma norma que debe seguir Drácula] a causa de haber robado un pedazo de terreno. Bram Stoker no lo menciona específicamente, pero está implícito en la estirpe aristocrática de Drácula que este, o sus ancestros, han ensanchado sus territorios, en cierto modo «robándolo» de sus vecinos.


«Al nacer un niño, cada uno de los presentes toma una piedra y la arroja detrás de él, diciendo: Esto en las fauces de los strigoii, una costumbre que parecería sugerir a Saturno y las piedras envueltas en pañales. Mientras el niño no esté bautizado, debe ser vigilado cuidadosamente por temor a que un brujo lo dañe. Un trozo de hierro o una escoba debajo de la almohada mantendrá alejados a los espíritus.»


Es interesante cómo Emily Gerard relaciona esta tradición para evitar que un niño se convierta en strigoi con el mito griego de Cronos [Saturno, para los romanos], quien devoraba a sus hijos uno por uno, hasta que se lo empezó a engañar con piedras envueltas en pañales para salvar, entre otros, al pequeño Zeus.

En Drácula, Van Helsing consulta a un amigo especialista, el profesor Arminius, quien menciona que el Conde seguramente asistió a la Scholomance, una escuela de nigromancia dirigida por Satanás, ubicada en algún rincón secreto de los Cárpatos. Bram Stoker no dice explícitamente que allí el Conde se convirtió en vampiro; más bien, la sugerencia es que Drácula adquirió en Scholomance su arsenal sobrenatural, como el poder de cambiar de forma, controlar a ciertos animales [lobos, ratas, murciélagos], e incluso manejar el clima [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]. En otras palabras, los poderes sobrenaturales de Drácula no provienen de su naturaleza como vampiro, sino de los conocimientos de magia negra adquiridos en esta institución. Tanto en Supersticiones de Transilvania como en La Tierra más allá del Bosque, Emily Gerard se refiere a Scholomance:


«Como estoy en el tema de las tormentas eléctricas, también puedo mencionar aquí la scholomance, o escuela, que se supone que existe en algún lugar en el corazón de las montañas, y donde los secretos de la naturaleza, el lenguaje de los animales y toda la magia y los hechizos son enseñados por el diablo en persona. Solo diez eruditos son admitidos a la vez, y cuando el curso de aprendizaje ha expirado y nueve de ellos son liberados para regresar a sus hogares, el décimo es detenido por el diablo como pago y, montado en un ismeju o dragón, convirtiéndose en adelante en el ayudante de campo del diablo, sobre todo en cuanto la creación del mal clima y la distribución de rayos.»


En Drácula podemos leer lo siguiente:


«Ellos [la estirpe de Drácula] aprendieron sus secretos en la Scholomance, entre las montañas sobre el lago Hermanstadt, donde el diablo reclama al décimo erudito como su apoderado (...) [Drácula] Se atrevió incluso a asistir a la Scholomance, y no hubo rama del conocimiento de su tiempo que él no practicara.»


Hay mucho trabajo académico sobre las fuentes de Bram Stoker en un intento de explicar los orígenes de Drácula. Esta tarea es absurda debido a su caracter abarcativo; sin embargo, si ponemos el foco sobre ciertos puntos específicos de la novela, las fuentes de Bram Stoker se vuelven obvias. Tanto Supersticiones de Transilvania como La Tierra más allá del Bosque están fuertemente presentes en los comentarios de Drácula a Jonathan Harker: «Estamos en Transilvania; y Transilvania no es Inglaterra. Nuestros constumbres no son vuestras costumbres, y habrá para usted muchas cosas extrañas». Esta línea tan citada tiene la función de mitificar Transilvania para el lector victoriano. Según el diario de Jonathan Harker, Transilvania se encuentra «en el extremo este del país, justo en la frontera de tres estados, Transilvania, Moldavia y Bucovina, en medio de los Cárpatos; una de las partes más salvajes y menos conocidas de Europa». El Conde continúa describiendo a Transilvania como un «remolino» de razas europeas, una metáfora que Bram Stoker tomó prestada de Emily Gerard.

En las notas premilinares de la novela encontramos la siguiente entrada: «el viaje — lobos — llamas azules». El viaje, por supuesto, se refiere al viaje de Harker al Castillo de Drácula, en el cual observa a unos lobos siguiendo el carruaje y unas extrañas luces azules. El diario de Harker dice:


«De repente, a nuestra izquierda, vi una débil y parpadeante llama azul. El conductor la vio en el mismo momento; inmediatamente detuvo a los caballos y, saltando al suelo, desapareció en la oscuridad. No sabía qué hacer, menos cuanto más se acercaba el aullido de los lobos; pero mientras me preguntaba qué hacer el conductor reapareció, y sin una palabra se sentó, y reanudamos nuestro viaje. Pude observar los movimientos del conductor. Fue rápidamente hacia donde brotaba la llama azul (debía de ser muy débil, porque no parecía iluminar el lugar que la rodeaba) y, juntando unas cuantas piedras, las transformó en algún tipo de dispositivo.»


Más adelante en la historia, Harker le pregunta a Drácula sobre estos sucesos. Quiere saber por qué el cochero [que era Drácula, pero Harker no lo sabe] fue a los lugares donde había visto las llamas azules. El Conde explica:


«Se creía comúnmente que, en cierta noche del año, la última noche, de hecho, cuando se supone que todos los espíritus malignos tienen un dominio ilimitado, se ve una llama azul sobre cualquier lugar donde se haya escondido un tesoro.»


Drácula menciona que el lugar donde Harker vió las luces azules seguramente era «terreno por el que lucharon durante siglos los valacos, los sajones y los turcos. ¡Porque apenas hay un pie de tierra en toda esta región que no haya sido enriquecida con la sangre de los hombres, patriotas o invasores». La creencia de que, en la víspera de San Jorge, una llama azul aparece sobre cualquier lugar donde se haya enterrado un tesoro se puede encontrar en Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque:


«Quizás el día más importante en el año de los rumanos es el de San Jorge, el 24 de abril (correspondiente a nuestro 6 de mayo), cuya víspera se dice que todavía es frecuentada por reuniones ocultas que tienen lugar por la noche en cavernas solitarias o dentro de muros en ruinas, y donde se practican todas las ceremonias propias del sabbath de las brujas (... ) La noche de San Jorge es la más favorable del año para tales investigaciones, y muchos campesinos rumanos pasan estas horas vagando por las colinas buscando tesoros, pues en esta noche (así dicen las leyendas) todos estos tesoros comienzan a arder, o, hablando en lenguaje místico, a florecer en el seno de la tierra, y la luz que emiten, descrita como una llama azul, sirve para guiar a los mortales favorecidos a su lugar de ocultamiento.»


En las notas preliminares de Drácula podemos encontrar lo siguiente: «En la noche antes del Domingo de Pascua, las brujas y los demonios salen y los tesoros escondidos flamean. Esta noche es perfecta para encontrar tesoros». Bram Stoker se nutre de los comentarios de Emily Gerard, pero no explora lo suficiente la idea de las «luces o llamas azules». De hecho, tanto en la novela como en algunas adaptaciones cinematográficas, especialmente en la de Francis Ford Coppola, las llamas azules parecen tener alguna relación con el Conde, cuando en realidad simplemente ocurren en esta noche del año [ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker]

También en las notas preliminares se encuentra la siguiente entrada: «hombre lobo o prikolitsch», que también está inspirada en La Tierra más allá del Bosque:


«El primo hermano del vampiro, el hombre lobo, se encuentra persistentemente bajo el nombre de prikolitsch. A veces es un perro en lugar de un lobo cuya forma un hombre ha tomado, o se ha visto obligado a tomar como penitencia por sus pecados. En un pueblo todavía se cuenta —y se cree— la historia de un hombre que, un domingo, conduciendo a casa con su esposa, sintió de pronto que había llegado el momento de su transformación. Por lo tanto, le entregó las riendas y se hizo a un lado entre los arbustos, donde, murmurando la fórmula mística, dio tres saltos mortales sobre una zanja. Poco después, la mujer, que esperaba en vano a su esposo, fue atacada por un perro furioso que salió corriendo entre los arbustos, ladrando, y logró rasgarle el vestido. Cuando, una o dos horas después, la mujer llegó a su casa después de dar por perdido a su esposo, se sorprendió al verlo venir sonriente a su encuentro; pero cuando vio entre sus dientes los jirones de su vestido, el horror de este descubrimiento la hizo desmayarse.»


Emily Gerard añade la siguiente historia:


«Otro hombre solía afirmar gravemente que durante varios años había andado en forma de lobo, conduciendo una manada de estos animales, hasta que un cazador, al cortarle la cabeza, le devolvió su forma natural. Esta superstición una vez resultó casi fatal para un inofensivo botánico, quien, mientras recolectaba plantas en la ladera de una colina hace muchos años, fue observado por algunos campesinos y, como consecuencia de su actitud agazapada, lo confundieron con un lobo. Sin embargo, antes de que tuvieran tiempo de alcanzarlo, se puso de pie y se reveló en forma de hombre; pero esto, en la mente de los rumanos, no fue más que un motivo adicional para atacarlo. Estaban bastante seguros de que debía ser un prikolitsch


Bram Stoker utiliza repetidamente la figura del hombre lobo, y la sugerencia de la licantropía, a lo largo de la novela; pero no menciona a los prikolitsch [«abrigo de lobo»]. El propio Conde desciende en Whitby en forma de de un gran perro, y lobos de extraordinario tamaño rondan por el Castillo de Transilvania, incluso parecen escoltar tan cercanamente el carruaje en el que viaja Jonathan Harker que el propio Drácula debe intervenir para contenerlos [ver: Una exploración literaria por el Castillo de Drácula]

En La Tierra más allá del Bosque, el tema de los licántropos es relativizado por Emily Gerard, quien lo explica como una consecuencia lógica en una región donde los lobos todavía eran comunes.


«No necesitamos ir muy lejos para explicar la extraordinaria tenacidad de la leyenda del hombre lobo en un país como Transilvania, donde todavía abundan los lobos reales. Cada invierno aquí trae nuevas pruebas de la audacia y la astucia de estos terribles animales, cuyos ataques a los rebaños y granjas a menudo se llevan a cabo con una habilidad que honraría al intelecto humano. A veces un pueblo entero se ve atemorizado durante semanas seguidas por algún líder particularmente audaz, a quien los campesinos atribuyen una naturaleza más que animal; y es seguro profetizar que mientras el lobo de carne y hueso continúe rondando por los bosques de Transilvania, su hermano fantasma sobrevivirá en la mente de la gente.»


No es improbable que Bram Stoker haya tomado el nombre de Drácula de Emily Gerard, después de todo, ella deja en claro que la raíz de la palabra drak significa «diablo», no una, sino tres veces; la primera mencionando «el jardín del diablo [Gregnyia Drakuluj], la segunda describiendo «la montaña del diablo» [Gania Drakuluj]; y la tercera refiriéndose al «abismo del diablo» [Yadu Drakuluj]. El probable que Bram Stoker, como mínimo, haya encontrado confirmación en el ensayo de Emily Gerard, no únicamente en relación al significado de Drácula, sino a esta idea de que el mal acecha en todas partes en Transilvania [jardines, montañas y abismos], de tal modo que «estas personas se creen rodeadas por toda una legión de espíritus malignos».

Estos «espíritus malignos», continúa Emily Gerard, «son asistidos por ismejus (otro tipo de dragón)». Algunos asocian el nombre de Drácula con la palabra dragón, y en la versión de Francis Ford Copolla incluso se menciona que dracul significa «dragón»; sin embargo, Bram Stoker no utiliza ni una sola vez la palabra «dragón» en toda la novela [ver: Breve historia del Dragón medieval]

Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque son las principales influencias de Bram Stoker, no solo a través del contenido y la forma de las leyendas transilvanas, sino de la interpretación occidental de Emily Gerard. En efecto, Emily Gerard insiste hasta el hartazgo en que Transilvania es una tierra supersticiosa; por lo tanto, su acercamiento a las leyendas locales asume una forma que oscila entre la superioridad y la condescendencia. Esta misma actitud se encuentra en los personajes occidentales de Drácula, pero con una dificultad: ellos saben que estas historias no son supersticiones [¡los vampiros existen en este mundo!], lo cual no parece atenuar cierto aire de superioridad en relación a las costumbres transilvanas.

Cuando Mina Harker llega a Transilvania queda impresionada por la belleza del paisaje y la hospitalidad de la gente; sin embargo, hay un aspecto que la perturba: «ellos son muy, muy supersticiosos». El hecho de que Mina utilice cursivas no solo enfatiza el carácter supersticioso de la gente, sino que lo coloca como el rasgo predominante. Del mismo modo, La Tierra más allá del Bosque abre con la siguiente declaración: «Transilvania bien podría llamarse la tierra de la superstición». De todos modos, el prejuicio de Mina no tiene su raíz en sus experiencias personales; de hecho, estas han sido positivas, pero la lectura del diario de Jonathan, con sus constantes alusiones a la extrañeza del lugar, la condiciona a compartir la opinión de su prometido.

Esta idea de que Transilvania es un lugar supersticioso se establece temprano en Drácula, así como en la primera línea de Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque. En ambos casos, Harker y Emily Gerard llevan consigo sus preconceptos desde Londres. Incluso antes de llegar a Transilvania, Harker piensa que esta es una región supersticiosa debido a sus lecturas previas. En cierto modo, Harker actúa como Bram Stoker, asumiendo la supuesta naturaleza supersticiosa del lugar basándose en sus lecturas, en el caso de Stoker, la lectura de Emily Gerard.

La idea original de Bram Stoker era situar la historia en Estiria [Austria], una región asociada con los vampiros a través de Carmilla de Sheridan Le Fanu, pero cuando leyó Supersticiones de Transilvania decidió cambiar el lugar de residencia de Drácula. Emily Gerard era novelista, de modo que su enfoque de Transilvania posee un tinte que sin dudas atrajo a Bram Stoker. Por ejemplo, tanto en Supersticiones de Transilvania como en La Tierra más allá del Bosque, la autora sostiene que incluso el paisaje transilvano parece «adaptado para servir de escenario para todo tipo de seres sobrenaturales» ya que «hay innumerables cavernas cuyas profundidades parecen hechas para albergar legiones enteras de espíritus malignos». A esto hay que añadirle «la naturaleza imaginativa y poéticamente inclinada» de los lugareños para que el cambio de Estiria a Transilvania fuese decidido casi de inmediato luego de que Bram Stoker leyera a Emily Gerard.

Además, Emily Gerard establece que muchas de estas supersticiones reflejan no solo el miedo de los lugareños al diablo, sino a sus agentes [brujas, dragones, vampiros], y muchos topónimos de los lugares más peligrosos están relacionados con ellos. Por otro lado, Emily Gerard escribe que «se supone que el poder de encontrar cierto tesoro solo pertenece a los miembros de una familia en particular»; y da el ejemplo de unos campesinos rumanos que piden ayuda al heredero de una familia aristocrática para encontrar un tesoro. Bram Stoker también utiliza esta idea cuando Harker advierte que Drácula, quien está orgulloso de su estirpe aristocrática, sabe exactamente el lugar donde están enterrados los tesoros que brillan con una luz azul [ver: Porque los muertos viajan deprisa]

En Supersticiones de Transilvania y La Tierra más allá del Bosque, Emily Gerard declara que «en ninguna parte la superstición del campesino rumano encuentra una expresión más fuerte que en sus ritos funerarios y de duelo, que se basan en una concepción totalmente original de la muerte». En la presentación de estas prácticas funerarias, la perspectiva de Emily Gerard se enfoca más en los ritos extremos, y no en las prácticas habituales. En su descripción, ciertos elementos pueden ser asociados al vampirismo [la pérdida de sangre de las supuestas víctimas de los no-muertos, las formas de matar a estos seres, etc], pero todo el proceso está lejos de centrarse exclusivamente en la potencialidad del vampirismo en los recién fallecidos. Sin embargo, Emily Gerard lo etiqueta todo en función de esta «superstición».

Es cierto, los strigoii poseen elementos en común con los vampiros, pero mayores son las similitudes con el concepto de fantasma. Por ejemplo, el strigoi es un espíritu, no una criatura física, y solo acecha en los lugares donde vivió cuando era un ser humano. Puede aparecer con un aspecto sanguinolento, pero la mordida nunca se describe en las leyendas. Sin embargo, para Emily Gerard, y para muchos de sus sucesores, los strigoii son una raza de vampiros.

Buena parte del edificio sobrenatural de Drácula depende de los cimientos que estableció Emily Gerard. En la novela hay una gran ambivalencia en la actitud de los personajes «civilizados» hacia la superstición, como si no hubiera una línea clara entre superstición y religión. Esto se apoya en la mirada de Emily Gerard, quien abre La Tierra más allá del Bosque con una cita de Jacob Grimm que subraya este vínculo entre superstición y religión: «la superstición en toda su multiplicidad constituye una especie de religión aplicable a todas las necesidades domésticas de la vida diaria». Esta actitud ambivalente, esta fascinación con la superstición que lleva al observador occidental a intentar racionalizarla, está arraigada en Bram Stoker, via Emily Gerard.

Al cierre de Supersticiones de Transilvania, Emily Gerard expresa una dura crítica: «la superstición es un mal cuya muerte debería desear toda persona con una mente bien equilibrada.» Años más tarde, cuando este ensayo se expandió hasta convertirse en La Tierra más allá del Bosque, esta declaración no se incluyó. ¿Por qué? Porque Emily Gerard consiguió despegarse de su inicial actitud negativa y racionalista sobre las «supersticiones» rumanas, aprendiendo a encontrar belleza, incluso belleza estética, en las creencias populares de Transilvania.

Recordemos que Supersticiones de Transilvania apareció en la revista Nineteenth Century, de la cual se esparaba un tono científico del fenómeno expuesto. En La Tierra más allá del Bosque, la superstición es más ampliamente discutida, e incluso expuesta en una actitud menos crítica que descriptiva.


«Las viejas piedras comenzarán a hablar, y los viejos dioses se dejarán atraer fuera de sus escondites. Entonces se verá que la lira de Apolo no ha cesado de vibrar, y las baladas de la antigua Roma surgirán y desarrollarán una nueva vida.»


Esta invitación a darle «nueva vida» a las viejas leyendas fue recogida por Bram Stoker, creando a su vez uno de los mitos literarios más sólidos y perdurables.

[No hay disponibles ediciones en español en pdf de los libros de Emily Gerard, pero se puede acceder a los originales en inglés aquí y aquí]




Vampiros. I Libros prohibidos.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del libro de Emily Gerard: La Tierra más allá del Bosque (The Land Beyond the Forest) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Draugr y el concepto de no-muerte entre los nórdicos.


Draugr y el concepto de no-muerte entre los nórdicos.




El problema con los Draugar es que son estudiados a la luz de la concepción nórdica de la muerte, cuando en realidad debería interesarnos su concepción de la no-muerte.

Para los nórdicos, el concepto de la otra vida era mucho más inmediato que las gloriosas historias escáldicas sobre Valhal. Una vez que el cuerpo se colocaba en la tumba, se creía que se animaba con un poder extraños. El muerto continuaba una especie de post-existencia, no como un espíritu o fantasma, sino como un no-muerto similar en muchos aspectos al nosferatu o vampiro centroeuropeo. Estos seres eran conocidos por muchos nombres. El Haugbui [de haugr, que significa «túmulo»] era un tumulario que vivía [o no-moría] dentro de su montículo. Rara vez se aventuraba lejos de su sepultura, y conforma el tipo de no-muerto que generalmente se encuentra en las Sagas. El Draugr propiamente dicho sí era capaz de salir de su túmulo y merodear en busca de presas.

También conocido como aptrgangr [«el que va después», es decir, el que sigue después de la muerte], el Draugr es el no-muerto itinerante que se encuentra con más frecuencia en las sagas islandesas. Cualquiera que sea el nombre que se use, los muertos vivientes de esta cultura eran un cuerpo físico, el cadáver real de un difunto, y aunque el término «fantasma» puede usarse para describirlo, las connotaciones modernas de un espíritu incorpóreo no se ajustan a estas criaturas sobrenaturales.

El Draugr, entonces, continúa su existencia dentro de los límites de Midgard; es decir, poseían una naturaleza física. Tenían diversas actividades, que iban desde matar personas y ganado al azar a permanecer dentro de sus túmulos protegiendo sus tesoros. El encuentro de un guerrero vikingo con un Draugr solía terminar en una lucha. No era sencillo vencerlos ya que, en lugar de ser decrépitos cadáveres en descomposición, poseían una fuerza sobrehumana.

La mayoría de las investigaciones sobre los Draugar tienden a sacar conclusiones generales basándose en la poesía escáldica, es decir, en la poesía refinada, y no en la fuente primaria, que son las historias y relatos folclóricos. Esto ha llevado a un acuerdo general sobre qué es un Draugr y cómo se comporta, lo cual es una simplificación. Si dejamos la alta poesía y nos centramos en el folclore veremos que Draugar era una palabra utilizada para nombrar a los aparecidos corpóreos en general.

Siempre que hay aparecidos en las leyendas nórdicas hay cuatro términos que se repiten constantemente: draugr, haugbúi, aptrganga y fyrirburðr. Los últimos tres no plantean un desafío etimológico; pueden traducirse como «tumulario», «el que va después» y «visión», respectivamente. El problema surge al discutir el significado y origen del Nórdico Antiguo draugr. Algunos incluso sostienen que la palabra deriva del latín truncus [«tronco» de árbol]; sin embargo, este sentido solo se da en la poesía, donde estos seres no tienen demasiado que ver con apariciones de ultratumba.

Tradicionalmente hay dos formas diferentes de abordar a los Draugar: como aparecidos o, por otro lado, como un kenning para «guerrero». Los expertos parecen estar satisfechos con estos dos significados y los aceptan como independientes. El único problema está relacionado con las etimologías. Así, algunos sostienen que Draugar viene de la misma raíz del alemán moderno traum, «sueño»; otros afirman que está emparentada con el verbo triogan, «engañar». Los más audaces sugieren que Draugr se remonta al indoeuropeo dhreugh, «dañar»; y hay quien ha sospechado una conexión con el Inglés Antiguo draco, «dragón». A pesar de estas disidencias, el statu quo del Draugr es el de un muerto corpóreo. Nadie está seguro de lo que puede significar en la poesía, pero se usa como kenning para «guerrero» y «hombre».

Parece haber varias posibilidades para el significado del Draugr escáldico: podría ser el nombre de un árbol que no está registrado en ninguna otra parte, como dice el Codex Wormianus. Considerar este significado no implica aceptar la improbable asociación de la palabra con la raíz dry, «seco». Por otra parte, Draugr podría significar simplemente «tumulario» o «fantasma», usada en el sentido figurado típico de la dicción escáldica.

Tanto la Voluspá como Snorri sugieren que parte de la naturaleza del ser humano es la de un árbol. En el mito nórdico, una persona viva no es más que un «tronco seco» con las siguientes propiedades o dones otorgados por Odín y otros dioses: qnd, óðr, y lito góða [ya hablaremos sobre esto]. Una propiedad de la humanidad es la de ser ask [hombre], que significa «fresno»; o embla [mujer], que significa «vid» [«olmo», para otros]. Ask y Embla son el primer hombre y la primera mujer, y sus nombres evidentemente relacionan a la humanidad con los árboles, del mismo modo que el mito bíblico de Adán relaciona a los seres humanos con el barro, es decir, con un elemento terrenal y maleable. Todo esto nos permite hacer algunas suposiciones sobre los Draugar.

Odín y otros dioses, entonces, les otorgaron al fresno y a la vid/olmo [varón y hembra] el qnd, que algunos traducen como «aliento» o «alma», pero que en realidad está relacionado con la capacidad de hablar. También nos dieron  [«sangre»], relacionada con la capacidad de sentir; lito góða [apariencia divina] y óðr, «mente». Sin estos atributos seríamos árboles, literal y etimológicamente. En este contexto, el Draugr es realmente un trozo de madera animado, un tronco [es decir, un ser humano], que al momento de morir todavía conservaba su qnd, «aliento». En otras palabras, un Draugr es un «tronco» que ha perdido algunos atributos divinos, no todos.

Siguiendo esta teoría, cada vez que se hace referencia a un Draugr se está describiendo la naturaleza de la criatura [un tronco que ha perdido algunos de sus atributos divinos]. Esto podría deberse al hecho de que se necesitaba una palabra para definir o describir a estos aparecidos en particular, y se eligió la solución descriptiva.

Hay dos tendencias principales con respecto al destino de los muertos: la continuación de la vida en el plano divino [por lejos la más versificada] y la existencia post-mortem dentro del túmulo. La primera está relacionada con las grandes ceremonias de cremación en un barco, indicador del viaje espiritual al otro mundo; y la segunda con la cámara funeraria, provista de ajuares que apuntan a una continuación de la vida dentro del túmulo. De hecho, originalmente la cremación no tenía que ver con honrar a los grandes guerreros y caudillos, sino como una forma de destruir un cadáver potencialmente peligroso. Es decir, no era una práctica funeraria regular, sino una manera elegante de evitar que estos grandes guerreros vikingos regresaran como Draugar.

Como ocurre en muchas culturas antiguas, los poetas recordaban la costumbre, pero no la creencia que la impulsó en primer lugar. Para la era de las Sagas, las viejas tradiciones funerarias habían perdido su significado original. La cremación, entonces, se interpretó como un honor, no como un método profiláctico; y los artículos colocados junto al difunto en el montículo le servían en su vida en el plano divino, no dentro del túmulo, como se pensaba originalmente.

Todos los Draugar son no-muertos, pero no todos los no-muertos son Draugar. Hay muchos muertos que despiertan [o son despertados] y no son Draugar, como podemos ver en El Sueño de Balder (Baldrs Draumar). En estos casos, Odín emplea la nigromancia, y los muertos que son despertados siempre están vinculados con el conocimiento, generalmente de sucesos pasados y futuros. Una instancia parecida es la cabeza de Mimir, que también transmite conocimiento. Los Draugar, en cambio, causan estragos; poseen una fuerza sobrenatural, tienen un aspecto desagradable y, en general, son bastante estúpidos; aunque en algunos casos manifiestan ciertos conocimientos, pero nunca sabiduría.

También existen algunas semejanzas entre los poderes que posee el Draugr y los de las brujas y hechiceros vivos: a veces cambian de forma, controlan el clima, ven el futuro [cercano], etc. Parece como si la personalidad del Draugr fuese una continuidad de las persona que fue en vida. Esto plantea un problema para todos aquellos estudios donde se declara que, para los nórdicos, la vida en el más allá se resumía al Hel o bien a los salones divinos. Los Draugar claramente amplian todo esto a través de su continuación de la vida después de la muerte dentro de Midgard. Podemos abrir casi cualquier libro sobre mitos nórdicos y leer la misma descripción de los diferentes reinos de los muertos y la forma de llegar hasta ellos, y muy poco, casi nada, sobre otras creencias populares que reconocían la posibilidad de la supervivencia física después del entierro. De hecho, la mayoría de estos túmulos contienen maldiciones rúnicas con el objetivo de mantener a los muertos dentro de sus tumbas. Si solo existiese la posibilidad de acceder a los distintos reinos de los muertos, esto no habría sido necesario en primer lugar.

Además, no es caprichoso que las formas convencionales de matar a un Draugr sean quemar el cuerpo y, con menos frecuencia, decapitarlo y colocar su cabeza entre los muslos; algo coincidente con muchas tradiciones de vampiros [ver: Razas de vampiros]

El problema que enfrentan la mayoría de estos libros escritos por expertos [en El Espejo Gótico apenas somos aficionados] es la omisión de que las Sagas se escribieron en la época cristiana; es decir, en una época influenciada por el pensamiento cristiano. En este sentido, los Draugar nos vinculan directamente con la tradición antigua. Sus apariciones siguen ciertos patrones sobre los cuales no se profundiza en sus respectivas historias, lo cual indica que pertenecen a un complejo de motivos bien establecidos en la tradición oral y conocidos por el público; como por ejemplo la descripción estandarizada de estos seres, el hedor que emiten, el combate cuerpo a cuerpo que mantienen con el héroe. Además, cuando hay un diálogo entre el héroe y el Draugr, este último es el que inicia la conversación.

Odín puede despertar a los muertos para interrogarlos, pero los Draugar vuelven a la no-vida por su propia voluntad. Ningún hechicero, sustituto terrenal de Odín, ha despertado a estos cadáveres para ganar conocimiento de ellos. De hecho, los Draugar muchas veces son despertados por personas que irrumpen en sus túmulos. La adquisición de riquezas parece haber sido el objetivo principal de estas operaciones, sin embargo, también podría tratarse de algún tipo de rito de iniciación a la virilidad. J.R.R. Tolkien emplea este motivo cuando los Hobbits quedan atrapados en los Túmulos y egresan cambiados de esa peligrosa exursión [ver: El misterio de los Tumularios]

Existe una clara diferencia entre los Draugar noruegos e islandeses. Los primeros rara vez se encuentran lejos de sus lugares de entierro, mientras que los segundos no parecen conocer limitaciones territoriales. En cualquier caso, todos están relacionados con la facultad del habla y la poesía. Algunos expertos suponen que, antiguamente, se consideraba apropiado que un héroe muriera cantando su canción de la muerte; y que este canto era el pasaporte del a Valhöll, habida cuenta que este canto era, en esencia, un recitado de credenciales como un héroe digno de admisión entre los einherjar, incluso cuando no había muerto en batalla. En este sentido, los Draugar podrían haber sido aquellos héroes que no habían muerto, sino que habían entrado vivos en el túmulo por diversos motivos.

Los nombres de Ask y Embla [fresno y vid/olmo], la primera pareja humana creada, nos dice que la antigua concepción nórdica del mundo, muy anterior a los poemas escáldicos, veía a la humanidad con ciertas características arbóreas. Somos en parte árboles en nuestra naturaleza, así como el barro es nuestra sustancia primaria en las religiones judeocristianas. Odín usó la madera. Jehová usó barro. Odín le insufló qnd [«aliento»] a la madera. Jehová sopló en la nariz de Adán para otorgarle vida.

Casi todas las versiones del mito coinciden en que Ask y Embla, la pareja original, yacían en una playa siendo lítt megandi [«capaces de poco»] y ørlqglausa [«faltos de destino»]. Aparecen tres de los Æsir, y cada uno les hace un regalo: Odín les da «aliento»; Hœnir les da la habilidad de razonar [óð]; y finalmente Lóður otorga el don de sangre [] y apariencia divina [lito góða]. En otras versiones la humanidad fue creada por un solo dios, pero todas coinciden en que fue Odín quien nos dio «aliento», que trasciende la vida terrenal, y que por lo tanto podría intepretarse como el elemento más importante para la vida humana.

Ahora bien, tratemos de comprender el concepto nórdico de muerte antes de volver al Draugr. Es interesante notar que en las fuentes donde se hace referencia al acto de morir siempre se lo relaciona con la pérdida del qnd [«aliento»] y  [«sangre»]; sin embargo nunca se hace referencia a la muerte como perder [razón] o lito góða [apariencia divina]. Entonces, tenemos qnd, el regalo de Odín a la humanidad, y como las esencias de la vida; pero nunca se mencionan juntos en el acto de morir. Es decir, los que mueren pierden sangre o aliento, pero la forma física y la capacidad de razonar no cambian.

La muerte parece ser un tema más complicado cuando se trata de un conjunto de creencias. Para el cristianismo, la cosa es más simple: el cuerpo muere y el alma es inmortal; pero aquí tenemos un mito antropogónico que tiene, al menos, cinco elementos constituyentes de la vida. Por lo tanto, la pregunta: ¿qué es la muerte?, podría conducir a varias respuestas, una para cada tipo de muerte. Como en el caso de los vampiros, la existencia de un Draugr se justifica por una muerte «anormal». Pero, ¿cuál? ¿Qué sucede con aquellos que pierden su , óð y lito góða, pero el qnd permanece en sus cuerpos?

El qnd puede traducirse como «aliento» [en términos de vida y alma], que también está relacionado con la capacidad de hablar, o al menos de producir sonidos guturales, habilidades que los Draugar conservan después de la muerte. Este resulta ser el don del dios de la poesía, Odín, quien, al mismo tiempo, era conocido como Draugadrottinn, «Señor de los Draugar». Esto sugiere que los Draugar, como los protegidos de Odín, pueden conservar su regalo; lo cual tiene sentido porque aquellos que mueren y están destinados a convertirse en Draugr pierden los otros dones que diferencian a un simple árbol de un ser humano.

Los Draugar pierden lito góða [la apariencia divina], ya que en los casos en que hay una descripción física de ellos parecen haber perdido su apariencia humana. Sus cuerpos generalmente están bien conservados, ya que pueden desplazarse y luchar sin problemas, pero resultan repulsivos. De hecho, todos los cadáveres en las sagas que causan repulsión son aquellos que luego se convertirán en Draugar, como si inmediatamente perdiesen ese «algo» que los hacía humanos, y que los muertos «normales» no pierden. La ausencia de ese «algo» siempre provoca repulsión y pánico entre los vivos.

Entonces, los Draugar se vuelven repulsivos debido a la pérdida de la apariencia humana [hecha a imagen de la divina] después de la muerte. Cuando se trata de preservar o perder [sangre], cada vez que se decapita a un Draugr las sagas no dan la imagen de una escena sangrienta, como suele ocurrir en las peleas regulares. De hecho, en las sagas no hay ni una sola descripción de un Draugr sangrante, como si el público ya supiera que estos seres no sangran, de modo tal que no era necesario desarrollarlo en detalle. Sin embargo, la ausencia de evidencia no implica necesariamente la evidencia de ausencia; porque el público también sabía que los humanos normales sangran, y mucho, cuando son decapitados, y los poetas no ahorraban detalles sobre esto.

Analicemos la siguiente escena de la saga de Ljósvetninga del siglo XXI: Guðmundr muere mientras está sentado a la mesa, pero continúa moviéndose por un tiempo, de hecho el único síntoma de su muerte es su incapacidad para sentir calor. La sugerencia aquí es que Guðmundr ha perdido su [sangre] y por lo tanto no puede calentar su cuerpo.

Cuando se trata de óðr [razón, mente, ingenio], los Draugar no parecen conservarlo. La pérdida de la mente, la razón, se puede percibir a través del hecho de que, aunque la mayoría de los Draugar ya eran alborotadores en vida, como no-muertos parecen ser más difíciles de tratar. Curiosamente, esta incapacidad de razonar parece reflejarse no solo en un cambio en su psique, sino también en su mayor fuerza, tal vez debida a la ira que no encuentra barreras de contención a través del razonamiento. Los Draugar siempre se vuelven más malvados e incapaces de habitar en paz con la humanidad. Su comportamiento es «anormal», son irracionalmente violentos e incapaces de reconocer u honrar a los parientes o los votos que han tomado en vida.

A la luz de todo esto podríamos concluir que los Draugar son criaturas cuya existencia es posible gracias la conservación de dos de los cinco componentes originales de la vida humana: la materia prima [el tronco del árbol, el cuerpo] y su qnd, el obsequio del Draugardrottinn [Odín]. En Hávamál, Odín afirma que tiene el poder de hacer que los muertos se muevan y hablen. Tiene esta habilidad porque puede conferirles todo lo que un cadáver necesita para hablar y caminar, y este podría ser el «aliento», que está en sus manos para dar libremente; no como el resto de los atributos, que pertenecen a otros dioses. Si este es el caso, y era la creencia de que qnd otorgaba la capacidad de caminar y hablar, entonces no sorprende que estas sean las únicas funciones vitales que tienen los Draugar.

Si esto es correcto, los Draugar han perdido los dos regalos de Lóðurr: y lito góða, así como óðr, el regalo de Hœnir. puede perderse por falta de sensibilidad, falta de sangrado o simplemente por el mero hecho de morir, lo que priva a un cadáver de la capacidad de vivir. Carecen de lito góða ya que los Draugar son horribles a la vista y también pierden su apariencia humana [por lo tanto, también pierden la apariencia divina]. Al perder el óðr pierden también su capacidad de comportarse como humanos, evidente en sus actos irracionales y violentos. Entonces, el Draugr parece ser este tronco de árbol original que, después de morir, conserva solo el don Odín, con la consecuente habilidad de moverse, hablar y, en algunos casos excepcionales, recitar poesía. Son, en definitiva, una versión intermedia entre Ask y Embla, solo con un alma, un soplo, un qnd. Esto podría explicar por qué sus cuerpos no se descomponen.

Los Draugar no suelen mantener la estatura que tuvieron en vida. Tienden a crecer hasta alcanzar un tamaño enorme. Uno podría pensar que esto tiene que ver con la observación temprana de los cadáveres que se hinchan debido a los gases liberados por la descomposición, sin embargo, no parece ser el caso porque el cuerpo del Draugr era enormemente pesado y, a menudo, se lo describía como incorrupto, incluso muchos años después de la muerte. «Hinchado hasta el tamaño de un buey», dice Thorolf en la Saga Eyrbyggja. El cuerpo de este Draugr solo pudo levantarse entre varios hombres utilizando palancas. Del mismo modo, Grendel, en Beowulf, es mara thonne aenig man odther [«más grande que cualquier otro hombre»] y posee una fuerza capaz de llevarse a quince hombres a su guarida. Grendel también exhibe las propensiones vampíricas de los Draugar. [ver: Grendel y la misteriosa raza de los «Eotens»]

No es casual que Grendel pertenezca a la raza de los «Eotens», cuyo nombre Tolkien adaptó para los Ents. Sí, árboles [fuertes, parlantes] por todas partes [ver: ¿Qué pasó con las Ent Mujeres?]

La morada de Grendel también puede estar relacionada con el túmulo del Draugr. A menudo se decía que las guaridas de los Draugar estaban ubicadas debajo de una piedra o peñasco, y el cubil de Grendel se encuentra debajo de un harne stan [«piedra gris»]. Más aún, la literatura inglesa antigua vincula a los dragones con los túmulos; de hecho, para los poetas anglosajones había pocas dudas de que un túmulo funerario que contenía un tesoro era la «colina del dragón». En Beowulf, la guarida del dragón se describe muchas veces como beorh, «túmulo». Como el túmulo de Beowulf, los howes de muchos Draugar estaban construidos sobre promontorios cerca del mar.

Los ataques de Grendel están motivados por la misma fuerza que impulsa al Draugr: la envidia de los vivos. Grendel tiene «hambre» de las cosas de la vida, y este se expresa en su salvaje festín con los hombres de Hrothgar. La misma etimología del nombre de Grendel alude a la capacidad de triturar de los molinos, un nombre bastante apropiado para un Draugr, que eran conocidos por aplastar a sus víctimas. Entonces, Grendel se venga de los vivos destruyendo lo que no puede tener; y como el Draugr, es una criatura de la noche, un deogol daedhata deorcum nihtum; alguien que «comete actos odiosos en la noche»; un scridthan sceadugenga, «el que se desliza en la sombra». A su llegada a Heorot para la batalla final, Grendel anuncia su presencia con un único golpe en la puerta, que las sagas islandesas interpretaban como la señal de un fantasma que buscaba entrar.

Finalmente, los métodos usados para vencer a Grendel son los que se usan para derrotar a los Draugar. Beowulf, que no era anglosajón, sino gauta [sur de Suecia], sabe que el acero no servirá de nada hasta que haya luchado adecuadamente con el monstruo. Cuando los dos se encuentran en combate, están igualados: Beowulf puede dañar a su enemigo [le arranca un brazo con sus propias manos], pero no puede evitar que Grendel huya antes de morir. Al final, no es el poderoso agarre de Beowulf lo que asegura que la amenaza de Grendel termine. El monstruo ha vuelto a su guarida para morir, pero Beowulf sigue el rastro de sangre, entra en el túmulo y decapita a Grendel. Recién entonces, cuando el Drau... quiero decir, el Eoten, Grendel, es decapitado, deja de ser una amenaza para el reino de Hrothgar.




Mitología. I Mitología nórdica.


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«Trolldómr» y los Libros Negros de Cyprianus.


Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus.




En la tradición escandinava existen los Svarteboken [«libros negros»], similares en algunos aspectos a los Libros de las Sombras de las brujas, particularmente de la religión Wicca. Los Svarteboken, en esencia, son pequeños grimorios atribuidos en parte a un sujeto misterioso: Cyprianus [Cipriano]

Los Libros Negros no solo proporcionan las típicas instrucciones para invocar demonios, lanzar hechizos y adquirir poderes mágicos; en algunos casos, la posesión del Libro Negro en sí otorga poderes sobrenaturales a su propietario. Sin embargo, y a pesar de esta ventaja, gracias a la cual no es necesario practicar las artes ocultas para obtener sus beneficios, bastando ser solamente el propietario, el uso inadecuado de un Libro Negro, incluso su posesión, puede traer graves consecuencias.

Algunos Libros Negros están escritos con sangre, otros simplemente están firmados de este modo, y esa es la raíz de su peligrosidad, ya que estos pequeños grimorios suelen quedar dentro de una familia y en cierto modo funcionan como un pacto. Cuando un Libro Negro sale de esa familia, por descuido o falta de herederos, y termina en manos imprudentes, este se libera del pacto con su propietario original y puede causar toda clase de desgracias.

Hay una leyenda alemana sobre un Libro Negro que, por circunstancias desconocidas, llegó a manos de unos campesinos. Sus poderes se liberaron cuando estos intentaron leerlo, no al revés, como debe hacerse, sino como si se tratara de un libro corriente. Una vez activado, causó grandes calamidades a la familia de campesinos. De hecho, cuenta la historia que intentaron repetidamente deshacerse del libro, pero no pudieron hacerlo, porque el Svarteboken estaba ligado a su propietario. Se decía que los Libros Negros no podían ser quemados, pues resistían a las llamas, ni tampoco destruidos por el agua. Si se los desechaba, siempre encontraban la forma de regresar.

Finalmente, los campesinos consiguieron la ayuda de un ministro, quien clavó con éxito el Libro Negro en un ataúd. Este final, quizás apócrifo, vindica el poder cristianismo sobre el paganismo.

Los Libros Negros tenían un fuerte arraigo popular. Muchas familias poseían uno, funcionando como una especie de guía para las generaciones venideras donde también se incluían recetas de cocina y métodos curativos, ritos estacionales y agrícolas, además de encantamientos, conjuros y hechizos. Los Libros Negros de Cyprianus [Cipriano], a pesar de contener elementos inocuos, tenían una pésima reputación entre las autoridades de la iglesia, quienes creían que la única forma de obtener el libro por sucesión familiar era renunciando al bautismo y entregándose a Satanás. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los Libros Negros estaban relacionados con párrocos rurales, más precisamente con sus esposas, quienes a menudo oficiaban de curanderas en las comunidades aisladas.

Aunque los Libros Negros, en gran parte, eran un compendio del saber tradicional recopilado por una familia durante generaciones, los aspectos mágicos siempre estaban atribuidos a un tal Cyprianus. Se cuenta una variedad de historias sobre la identidad de este individuo. Algunos dicen que sería Cipriano de Antioquía [San Cipriano], que vivió en el siglo IV d.C. en Turquía; quien logró invocar y dominar a una variedad de demonios, y que finalmente se convirtió al cristianismo y terminó su vida como mártir. En la Edad Media circulaban muchas leyendas unidas al nombre de Cyprianus, incluida la tradición de que practicaba la magia negra antes de su conversión al cristianismo. En otra tradición medieval, Cipriano era un hechicero que trató de seducir a Santa Justina, pero fue convertido cuando ella hizo la señal de la cruz, liberándolo del poder del diablo.

Los Svarteboken escandinavos casi nunca hacen referencia a San Cipriano, sino más bien a un hechicero, una figura fáustica llamada Cyprianus, que a menudo es descrito como un malvado noruego [o danés] que aprendió la magia negra a través de sus tratos con el Diablo. De hecho, una versión de la leyenda comenta que Cyprianus era tan malvado que el Diablo lo expulsó del infierno. Para vengarse, Cyprianus escribió el primer Libro Negro con fórmulas e invocaciones que permitirían controlar a los demonios.

Ahora bien, esta tradición de Cyprianus como expulsado por el diablo relaciona [con hilos delicados] a los Libros Negros con el Drácula de Bram Stoker. Según esta variante de la leyenda, el «infierno» del cual fue expulsado Cyprianus era en realidad la Scholomance, aquella legendaria escuela de magia negra situada en Transilvania y dirigida por el Diablo. En este contexto, Cyprianus habría sido uno de los diez solomonari [tal como lo fue Drácula], quien después de haber sido expulsado regresó a escandinavia y comenzó a difundir los secretos de esta institución [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Otras historias, en cambio, comentan que Cyprianus no estaba al tanto de las oscuras actividades de Scholomance hasta que ingresó en ella. Escapó y escribió el primer Svarteboken como método de defensa contra las actividades del Diablo y sus solomonari.

Rastrear los verdaderos orígenes del Cyprianus de los Libros Negros es prácticamente imposible. Hay demasiadas variantes extravagantes, como aquella mencionada en el Oldtidens Sortebog [«el antiguo libro mágico»], donde se afirma que Cyprianus fue una hermosa monja mexicana del siglo XIV, arrojada a una mazmorra en 1351. Mientras estuvo encerrada, escribió con sangre todos sus conocimientos mágicos en sus hábitos. Tiempo después, sus ropas fueron encontradas en un antiguo castillo y volcadas en el primer Libro Negro.

Uno de los principales intereses de los Libros Negros era la adivinación. Una de las prácticas más comunes era el støyping, y consistía en vertir plomo fundido a través de un agujero sobre un trozo de pan sumergido en agua fría. Luego se procedía a interpretar la causa de varias enfermedades, que a menudo eran atribuídas a la presencia de un changeling, es decir, la prole de los maliciosos huldra-folk dejada en el lugar de un niño humano sano. Este rito de adivinación a menudo era realizado por una signekjerring [«anciana bendita»].

Las leyendas más interesantes en torno a los Libros Negros son aquellas que narran su uso inadecuado, un motivo recurrente del folclore escandinavo. En tales historias, un sirviente o una criada encuentra y lee el Libro Negro de la familia, invocando así al diablo mientras el propietario [casi siempre un clérigo] está ausente. La única manera de salvarse es darle al diablo una tarea imposible, como desatar los nudos de una red de pesca o vaciar un fiordo. De este modo, el diablo, obligado por el Libro Negro a cumplir las órdenes del invocador, se mantiene ocupado hasta que el propietario del libro regresa y lo envía de vuelta al infierno.

En los años '70 del siglo pasado, una mujer noruega llamada Mary Rustad empezó a revisar la casa de campo a la que se había mudado recientemente. La casa había pertenecido a su familia durante siglos y estaba llena de objetos en desuso. En el ático encontró una caja, y dentro de la caja encontró dos libros que datan de principios del siglo XVIII, conocidos como Los Libros Negros de Elverum.

La familia Rustad siempre estuvo asociada a la brujería. De hecho, en 1625 se llevó a cabo un proceso judicial contra Ingeborg Økset, antepasado de Mary Rustad; de modo que la presencia de estos libros en la finca familiar no es sorprendente. Sin embargo, los hechizos y conjuros de los Libros Negros de Elverum no son gran cosa. Algunos apelan a Cristo, otros a Lucifer, pero también hay recetas medicinales que no tienen ningún elemento espiritual, por ejemplo, para tratar la impotencia [ver: Cómo las brujas causaban impotencia]. Lo sorprendente es la especificidad de estos hechizos. Hay uno que puede usarse para enviar al diablo tras el sinvergüenza que cometió un robo, no para matarlo, sino para que devuelva las pertenencias robadas.

En los Libros Negros de Elverum también hay instrucciones para encontrar brujas. Si usted sospecha que hay una bruja en su comunidad, se recomienda merodear en los alrededores de la iglesia local en ciertas noches y esperar cerca del campanario. Al parecer, a las brujas les encanta mordisquear las campanas y aprovecharán cualquier oportunidad para hacerlo. Los Libros Negros simplifican un poco esta tradición. No es que las brujas realmente mordisquearan las campanas, sino que raspaban el metal para utilizarlo en sus pociones.

Si bien los Libros Negros poseen toda clase de conjuros y encantamientos, así como instrucciones sobre cómo fabricar objetos mágicos, amuletos y talismanes, también conservan fórmulas personales anotadas por el propietario, es decir, variantes propias de fórmulas conocidas. La mayoría de los Libros Negros [conocidos] son pequeños cuadernos escritos a mano que datan de mediados del siglo XVIII. Por aquel entonces solo tenían valor para su propietario, pero a fines del siglo XIX surgió un renovado interés por ellos como depositarios de antiguas tradiciones y costumbres populares escandinavas, incluso precristianas. Algunos Libros Negros se imprimieron como curiosidades de una época que realmente creía en la magia.

Además del aspecto mágico, la proliferación de Libros Negros dependía de dos cuestiones fundamentales: el acceso a los libros [que era muy limitado para la gente común] y la creencia generalizada en el poder de la palabra escrita. Tener acceso a un libro era tener acceso a cierto grado de poder. El clero pertenecía a este grupo privilegiado, y cuando a mediados del siglo XVII se instruyó a todas las iglesias a que mantuvieran un registro, los párrocos [sobre todo] comenzaron a llevar pequeños cuadernos de anotaciones donde se enumeraban los nombres de los feligreses en relación con los eventos importantes de sus vidas. Uno se pregunta si los Libros Negros podrían estar relacionados con el establecimiento de estos registros eclesiásticos.

En un principio, estos registros no se diferenciaban demasiado de un cuaderno de almacenero de pueblo, con anotaciones cronológicas de los quehaceres diarios, pero evolucionaron gradualmente hasta convertirse en verdaderos registros con columnas para bautizos, confirmaciones, bodas y entierros. El acceso a tales libros estaba estrictamente regulado, pero cualquiera podía ver al sacerdote escribir los nombres y las fechas de quienes iban a participar en los rituales de la iglesia. Este acceso privilegiado a la información a través de un libro manuscrito podría haber dado lugar a especulaciones sobre su significado.

No me refiero aquí a que el clero estaba involucrado en la magia [y lo estaba], sino que la idea de mantener un registro de actividades e información rodeado del mayor secretismo bien pudo haber sido imitado.

Lo cierto es que uno puede encontrar recetas contra prácticamente todo en los Libros Negros, desde curar un dolor de muelas [kalamaris, katalibus, ratalibus] hasta protegerse de ladrones [auratebul], desde volverse invisible a enamorar a una chica o fabricar amuletos para protegerse del mal. Estos amuletos solían ser palabras escritas en un papel que envolvía una pequeña piedra y se llevaba alrededor del cuello. Las palabras a veces derivaban de la liturgia católica. Se escribían en un tosco latín, mal escritas o, mejor dicho, escritas como las personas sencillan las escuchaban de un sacerdote rural que no tenía muchos más conocimientos del latín que sus fieles.

Los Libros Negros, en general, eran bastante respetuosos. Un hechizo para hacer daño podía estar escrito en este latín rudimentario, pero nunca haría alusión a la tradición cristiana. Los Svarteboken menos familiares y dedicados a la medicina rural, ingresaban en el tenebroso territorio del trolldom [«hechicería»].

Los escandinavos medievales estaban preocupados por la eficacia de la magia, que funcionaba como una herramienta en la vida cotidiana tanto de los campesinos como de la nobleza. Era un lugar común. Muchas formas de magia, ya sean relacionadas con creencias paganas o clericales, se consideraban beneficiosas y eran aceptadas. Las formas oscuras de la magia, sin embargo, eran inaceptables y se consolidaron en la noción de trolldómr [de trolle, «conjurar»; y dom, sufijo utilizado para formar sustantivos a partir de adjetivos]. Este término puede traducirse aproximativamente como «hechicería», aunque sin la relación necesaria con los trolls, de la cual hablaremos más adelante.

A mediados del siglo XVI, los obispos comenzaron a viajar a las comunidades rurales escandinavas con el objetivo de proporcionarles a los clérigos locales algunas herramientas para comenzar a aislar a los practicantes de la magia. La estrategia, muy exitosa, fue etiquetar todas las formas de magia como trolldómr, término que implicaba malicia en las operaciones mágicas. Fue en este momento en que comenzaron a prosperar los Libros Negros bajo un manto de secretismo. Esto significaba que no podían salir del seno de una familia ya que constituían una prueba de delito.

Los trolls ya estaban asociados con la magia en los mitos nórdicos, pero en el folclore moderno, desde alrededor del siglo XIX en adelante, se han transformado en criaturas grandes y brutas, o incluso en seres pequeños que pueden poseer algún rasgo mágico, pero ya no peligrosos. Sin embargo, los trolls fueron vistos como muy peligrosos en el pasado [ver: Grendel y la misteriosa raza de los «Eotens»]

Es importante entender que los trolls escandinavos no son solo una cosa, sino todo un abanico de seres diferentes pero al mismo tiempo similares en algunos aspectos. Están los trolls de la montaña, que no parecen demasiado interesados en los seres humanos; y los trolls del bosque, que están aterrorizados por el cristianismo y se convierten en piedra cuando les da el sol. El troll promedio es similar a un ser humano de gran estatura, y generalmente se distingue de nosotros por el hecho de tener cola, que esconde entre sus ropas. A propósito, el clero tuvo una excelente idea para que la gente no se vaya de la iglesia antes de que termine el servicio religioso al difundir la idea de que los trolls no soportan escuchar misa, y huyen precipitadamente si oyen las sagradas escrituras. Si uno no quería ser acusado de ser un troll [y podía ser una acusación seria], era aconsejable quedarse hasta el final del servicio.

Los trolls, salvo excepciones, eran expertos en todos los aspectos mágicos de los Libros Negros: eran capaces de volverse invisibles, de cambiar de forma, y de lanzar maldiciones devastadoras. Sin embargo, la magia de los trolls no era considerada realmente «magia» por los antiguos escandinavos, sino más bien habilidades extraordinarias, si es que podemos captar la sutil distinción. La magia [seiðr] en la cultura nórdica era algo sagrado, algo que practicaba el propio Odín, mientras que los trolls solo utilizaban una forma degradada y con fines viles. Ahora bien, desde la mirada cristiana, las habilidades de los trolls se ajustaban a lo que incluso hoy consideraríamos magia, de modo que el término trolldómr era lógico [para esa mirada cristiana], aunque no para la percepción escandinava.

En la actualidad se habla mucho de magia nórdica, de seiðr, pero estas interpretaciones [wiccanas y neopaganas en su mayoría] son muy licuadas, una especie de chamanismo burgües para gente blanca que quiere «conectar con la naturaleza». No puede haber «expertos» en magia nórdica porque el seidr no tiene fuentes históricas. Hay menciones en los Eddas y Sagas, pero no hay descripciones rigurosas de sus rituales. De hecho, por las pocas referencias que han sobrevivido, sabemos que el seiðr era originalmente una magia basada en el tejido [seithr], algo así como un tejido ritual. Los hombres no la practicaban porque se consideraba una forma cobarde y retorcida de lograr objetivos. Tal vez por eso los aesir se sorprendieron enormemente cuando Odin decidió practicarla.

Las leyes medievales prohibían la magia dañina [maleficium, en latín] mientras que se toleraba la magia beneficiosa [sanación, suerte en la caza, protección del ganado y las cosechas]; sin embargo, a finales de la Edad Media los teólogos desarrollaron una nueva visión, donde toda la magia, incluso al servicio del bien, estaba vinculada a los poderes del mal [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]

En Noruega, las leyes medievales se aplicaron hasta 1697, pero la pena de muerte por practicar la hechicería fue adoptada por decreto real recién en 1584. Para el centenario de la Reforma, el 12 de octubre de 1617, el castigo ya era menos riguroso: el destierro en lugar de la pena de muerte.

En este contexto, cuando las autoridades de la fe etiquetaron toda forma de magia como trolldómr, la gente sencillamente no dejó de practicar sus ritos y costumbres, solo se vio forzada a realizarlos de manera privada, discreta, cobijadas por sus personas de confianza: sus familias. Así, probablemente, nacieron los Libros Negros.




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