La verdadera historia de Adán.


La verdadera historia de Adán.




Para ser considerado como el primer hombre sobre la faz de la Tierra, Adán posee una de las historias menos conocidas de la Biblia. No solo fue el primer hombre, sino el primer profeta e intérprete de los oscuros designios divinos. El primer libro de la Torá, conocido entre los católicos como Pentateuco, Adán fue creado por Dios a partir del polvo, a su misma imagen y semejanza. ¿Para qué? Para gobernar el mundo [ver: IA y el Golem de Dios]

Después de la conocida historia de amor con Eva, y el incidente del Árbol del Conocimiento que derivó en el exilio del Edén, el viejo Adán continuó su vida hasta alcanzar la edad de 930 años.

Todo esto es bastante conocido, y no exige mayor profundización. Pero si queremos conocer la verdadera historia de Adán conviene tantear terrenos míticos menos explorados.

El libro de la certeza (Kitáb-i-Íqán) explica las razones del escaso protagonismo de Adán luego del exilio. Allí se sostiene que Adán y el arcángel Miguel son el realidad el mismo individuo, aunque jamás aclara si Adán alcanzó el rango de arcángel tras su muerte o si el arcángel Miguel fue designado para encarnarse en el primer hombre de la Tierra.

Esta leyenda no carece de lógica. Si Adán es designado como Rey de la Tierra, es decir, como representante del Bien, es lógico razonar que también podría representar al «brazo armado» de Dios: Miguel, encargado de luchar contra las huestes insurrectas de Satán y precipitarlas a los infiernos. Esta cualidad de gobernante del mundo queda de manifiesto en prácticamente todas las representaciones de Adán, casi siempre sobre un trono o en la cima de una montaña. Para los alquimistas, por ejemplo, Adán es el doble de Dios en el microcosmos, el Homo Caelestis que reina sobre los siete planetas.

En este sentido, la lucha de Miguel contra el Mal; una lucha activa y sin cuartel, continúa en los círculos de la Tierra a través de su representante entre los mortales. Sin embargo, también podríamos formularnos la siguiente pregunta: si Adán procede de semejante estirpe celestial, ¿por qué cayó? ¿cuál era su debilidad?

Las razones teológicas para la Caída son muchas y no siempre coherentes. No obstante, podemos conjeturar que Adán simboliza lo mejor de Dios hecho carne; o sea, la forma más noble de lo eterno en lo material. Y el viejo Satán, que buscaba saldar deudas con Miguel, se encontró súbitamente favorecido por ese desplazamiento de lo perfecto hacia lo imperfecto. En otras palabras, la victoria que no pudo obtener en el cielo le fue otorgada sobre la Tierra.

El mito bíblico de Adán tal como lo conocemos procede de la mitología sumeria, más concretamente de la Epopeya de Gilgamesh. Allí se lo conoce como Enkidu, el representante de la naturaleza y la vida rural que se enfrenta a Gilgamesh, el encargado de defender a la civilización y la vida urbana. Los hebreos habitaron durante un tiempo como esclavos en Babilonia, de modo que esta fuente es bastante probable como origen del mito de Adán.

Sin embargo, una fuente no justifica ni explica los matices propios de un mito heredado. Y la historia de Adán poco a poco fue encarnando las preocupaciones e ideologías del pueblo hebreo. Incluso su nombre está sujeto a múltiples interpretaciones. Adán es tanto un nombre propio como un nombre colectivo. Los hebreos lo utilizaban de las dos formas, es decir, como nombre singular y como forma genérica de referirse a un pueblo, en este caso, el pueblo elegido, o sea: la humanidad. De hecho, algunos episodios del Génesis que normalmente le atribuimos al Adán singular se refieren de hecho a la humanidad.

Este desplazamiento de los singular hacia lo genérico es un refinamiento propio de un mito ya extendido y establecido. Originalmente Adán era un nombre propio. La raíz hebrea del nombre parece relacionarse con una forma primitiva de concebir al hombre en tanto individuo atravesado por lo divino [ver: Lengua Adánica]. Algunos investigadores sostienen que la figura del Adán bíblico procede del rey asirio Adamu, un gobernante genuino del Cercano Oriente. Sea como sea, la intención del nombre Adán es casi siempre genérica, y se refiere al ancestro idílico de la humanidad.

Pero el significado etimológico del nombre Adán continúa siendo tema de debate entre lingüistas e investigadores. La raíz hebrea adm significa tanto «rojo» [«sangre», en un sentido cromático] como «puro». En cierta forma, esto expresa bastante bien la identidad de Adán: el primer linaje, la sangre más pura que lentamente se diluye en incontables generaciones.

Muchos se preguntan, con toda lógica, cómo los hijos de Adán y Eva lograron procrear siendo ellos mismos los únicos humanos sobre la Tierra. Ahora bien, la Biblia no dice nada acerca de que Adán y Eva solo tuvieron tres hijos. Menciona, eso sí, únicamente a tres: Caín, Abel y Seth. Pero tras la expulsión del Edén la pareja primordial continuó con la prerrogativa de poblar el mundo. El libro de los jubileos, por ejemplo, sostiene que Adán y Eva tuvieron dos hijas: Azura, esposa de Seth; y Awan, esposa de Caín.

Si tomamos como referencia las dilatadas genealogías bíblicas, Adán es el tercer hombre más longevo de la historia. Sus 930 años siguen de cerca a Noé y Methuselah. Estas cifras, por cierto, muy impresionantes, presentan objeciones que no fueron del todo calculadas por sus hacedores. El arzobispo Ussher se encargó personalmente de calcular las relaciones entre estos caballeros de larga vida; y llegó a la conclusión de que si esos números fuese reales Adán murió 127 años antes del nacimiento Noé.

El arzobispo se vio en el aprieto de justificar la incongruencia. Noé nació nueve generaciones después de Adán, pero si éste murió 127 años antes su vida sobrepasa por cincuenta años la existencia más moderada de Lamech, padre de Noé, que jamás se dio el gusto de conocerlo en persona. Para mayores precisiones, el arzobispo Ussher y un grupo de teólogos aficionados a las matemáticas calcularon en 1630 que la fecha de nacimiento de Adán fue el 23 de octubre del 4004 a.C. Adicionalmente estiman que la hora del nacimiento fue a las nueve de la mañana, aunque barajan un margen de error de quince minutos [ver: James Ussher y Los anales del mundo]




Mitos bíblicos. I Mitos hebreos.


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