Porque los muertos viajan deprisa.
Sieh hin, sieh her! der Mond-scheint hell.
Wir und die Todten reiten schnell.
[«¡Mira hacia adelante! ¡Mira hacia adelante! La luna brilla intensamente:
Nosotros y los muertos viajamos deprisa a través de la noche»]
Wir und die Todten reiten schnell.
[«¡Mira hacia adelante! ¡Mira hacia adelante! La luna brilla intensamente:
Nosotros y los muertos viajamos deprisa a través de la noche»]
En el primer capítulo de Drácula (Dracula) de Bram Stoker, Jonathan Harker relata sus viajes a través de Budapest y la ciudad de Bistritz, en el norte de Rumania, hacia el castillo del Conde Drácula [ver: Una exploración literaria por el Castillo de Drácula]. Se le ha indicado que tome un carruaje hasta el Paso de Borgo, donde un carruaje lo estará esperando. Harker se encuentra con un misterioso conductor de labios muy rojos y dientes afilados, y escucha a uno de sus compañeros de viaje susurrar en alemán: Denn die Todten reiten schnell [«Porque los muertos viajan deprisa»).
Como señala el propio Harker, estas palabras hacen referencia al poema gótico de Gottfried August Bürger: Lenore (Lenore), en el que la heroína cabalga rápidamente a través de la noche acompañada por un extraño que se parece exactamente a su prometido, William, recientemente fallecido.
Esta referencia, por supuesto, es una pista sobre la naturaleza vampírica del conductor del carruaje, pero también resuena con un tema más amplio: el lenguaje a lo largo de Drácula.
En la primera página, Harker reflexiona: «tuve la impresión de que estábamos dejando el Oeste y entrando en el Este». La novela vuelve repetidamente sobre este motivo del viaje en el que Harker se aventura en un Este orientalizado; así como el viaje posterior de Drácula a Londres representa una inversión de esta narrativa colonialista, donde ahora es Drácula quien está entrando en el Oeste.
Lenore —a veces traducido al español como Leonore o Leonora— fue escrito por Gottfried August Bürger en 1773. Se trata de una típica balada gótica del siglo XVIII; y si bien el espectro que vuelve de la tumba no es exactamente un Vampiro, la importancia del poema en la temática vampírica es innegable. Entre otros, inspiraría el verso Laß tuhn die Toten en el clásico de Ernst Raupach: Deja a los muertos en paz. Sin embargo, es particularmente famoso el verso Die Toten reiten schnell [«los muertos viajan deprisa»], que Bram Stoker cita en Drácula.
En Lenore conocemos a esta joven impaciente por el regreso de su prometido, Wilhelm —traducido como William o Guillermo—, un caballero que ha partido a la Guerra de los Siete Años. Lenore, presa de la desesperación, renuncia a Dios. Sin saberlo, se maldice a sí misma. A medianoche, un misterioso extraño que se parece a Wilhelm acude en busca de Lenore, y le pide que lo acompañe a caballo hasta el lecho nupcial. Lenore accede y ambos cabalgan a ritmo frenético a lo largo de un trayecto fúnebre. El viaje termina en un cementerio, justo antes del amanecer. Lenore se da cuenta de que Wilhelm quiere que ella se acueste en su ataúd como si fuera su lecho matrimonial. Está atrapada. Los muertos se ciernen sobre ella, castigándola por haber renunciado a Dios.
Gottfried August Bürger fue uno de los poetas alemanes más importantes e influyentes de su tiempo. Sin embargo, a diferencia de Goethe y Heine, su fama no ha perdurado. Es recordado por aquella cita en Drácula [die Todten reiten schnell], traducida por Bram Stoker como «Porque los muertos viajan deprisa». Desafortunadamente, Bram Stoker no hizo un buen trabajo de traducción.
Lenore —a veces traducido al español como Leonore o Leonora— fue escrito por Gottfried August Bürger en 1773. Se trata de una típica balada gótica del siglo XVIII; y si bien el espectro que vuelve de la tumba no es exactamente un Vampiro, la importancia del poema en la temática vampírica es innegable. Entre otros, inspiraría el verso Laß tuhn die Toten en el clásico de Ernst Raupach: Deja a los muertos en paz. Sin embargo, es particularmente famoso el verso Die Toten reiten schnell [«los muertos viajan deprisa»], que Bram Stoker cita en Drácula.
En Lenore conocemos a esta joven impaciente por el regreso de su prometido, Wilhelm —traducido como William o Guillermo—, un caballero que ha partido a la Guerra de los Siete Años. Lenore, presa de la desesperación, renuncia a Dios. Sin saberlo, se maldice a sí misma. A medianoche, un misterioso extraño que se parece a Wilhelm acude en busca de Lenore, y le pide que lo acompañe a caballo hasta el lecho nupcial. Lenore accede y ambos cabalgan a ritmo frenético a lo largo de un trayecto fúnebre. El viaje termina en un cementerio, justo antes del amanecer. Lenore se da cuenta de que Wilhelm quiere que ella se acueste en su ataúd como si fuera su lecho matrimonial. Está atrapada. Los muertos se ciernen sobre ella, castigándola por haber renunciado a Dios.
Gottfried August Bürger fue uno de los poetas alemanes más importantes e influyentes de su tiempo. Sin embargo, a diferencia de Goethe y Heine, su fama no ha perdurado. Es recordado por aquella cita en Drácula [die Todten reiten schnell], traducida por Bram Stoker como «Porque los muertos viajan deprisa». Desafortunadamente, Bram Stoker no hizo un buen trabajo de traducción.
De hecho, la palabra alemana reiten corresponde al inglés ride [«montar»]. Entonces, la frase debería ser: «Porque los muertos cabalgan deprisa». Aunque die Todten reiten schnell se repite cuatro veces en el poema de Gottfried August Bürger, nunca va precedida de la palabra denn, que significa «por» o «porque». Esto puede haber sido un pequeño error de Bram Stoker; pero también un error intencional.
Debido a su atmósfera y sus muertos que vuelven a la vida, Lenore a menudo se clasifica como un poema de vampiros. Sin embargo, si no fuera por su conexión con Drácula, esto nunca hubiese sucedido. Bürger era un romántico empedernido que se casó tres veces y nunca encontró la verdadera felicidad. Aborrecía a su primera esposa, Dorette Leonhart, y apenas pudo esperar después de su muerte para casarse con su hermana, Auguste. La pobre Auguste murió después de solo siete meses de matrimonio. Cuatro años más tarde, Bürger se casó con Elise Hann. Terminaron odiándose y separándose. En este contexto surgió Lenore, un poema gótico que convirtió a su autor en una celebridad. Sin embargo, Bürger nunca cosechó demasiados elogios, en parte, porque su producción literaria estuvo lejos de ser prolífica. Su carrera terminó después de que Friedrich Schiller, que tenía el monopolio del mundo literario alemán, se negó a ofrecerle apoyo. Murió solo e ignorado el 8 de junio de 1797, y hubiese sido completamente olvidado si no fuera por Bram Stoker.
Debido a su atmósfera y sus muertos que vuelven a la vida, Lenore a menudo se clasifica como un poema de vampiros. Sin embargo, si no fuera por su conexión con Drácula, esto nunca hubiese sucedido. Bürger era un romántico empedernido que se casó tres veces y nunca encontró la verdadera felicidad. Aborrecía a su primera esposa, Dorette Leonhart, y apenas pudo esperar después de su muerte para casarse con su hermana, Auguste. La pobre Auguste murió después de solo siete meses de matrimonio. Cuatro años más tarde, Bürger se casó con Elise Hann. Terminaron odiándose y separándose. En este contexto surgió Lenore, un poema gótico que convirtió a su autor en una celebridad. Sin embargo, Bürger nunca cosechó demasiados elogios, en parte, porque su producción literaria estuvo lejos de ser prolífica. Su carrera terminó después de que Friedrich Schiller, que tenía el monopolio del mundo literario alemán, se negó a ofrecerle apoyo. Murió solo e ignorado el 8 de junio de 1797, y hubiese sido completamente olvidado si no fuera por Bram Stoker.
Ahora bien, el personaje en el carruaje dice denn die todten rieden schnell, que Jonathan Harker traduce entre paréntesis como the dead travel fast [«porque los muertos viajan deprisa»], sustituyendo «cabalgar» por «viajar». ¿Por qué? Si Bram Stoker se inclinó por la traducción al inglés más aceptada de Lenore debió recurrir a la versión de Dante Gabriel Rossetti, que dice the dead gallop fast [«los muertos galopan deprisa»]. La segunda traducción al inglés más aceptada era la de William Whewell, que también hace referencia a «cabalgar» o «galopar», no a «viajar». De hecho, ninguna traducción al inglés de Lenore en la época de Bram Stoker habla de que los muertos «viajan» deprisa.
Antes de proseguir estamos obligados a presentar un par de caminos alternativos. El primero es la traducción al francés de Madame de Stael: les mort vont vite [«los muertos vienen rápido»]. El segundo podría ser Los hermanos corsos (The Corsican Brothers), una obra de teatro basada en una historia de Alejandro Dumas, donde unos los personajes dice: the dead travel fast [«los muertos viajan deprisa»]. Esta fue, aparentemente, la primera vez que se tradujo el rieden de Lenore como «viajan». Bram Stoker [que hablaba algo de alemán] seguramente estaba al tanto de todo eso [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]
¿Dónde nos deja todo esto?
En principio, que los muertos ciertamente viajan rápido, pero no tanto, al parecer, como una traducción inexacta.
La cita equivocada de Bram Stoker, durante más de un siglo, fue tan difícil de matar como el propio Drácula. Y por muy buenas razones.
El acceso y comprensión de idiomas muy distintos al nuestro no es dificultoso debido a su impermeabilidad, sino a nuestra mortalidad. Nuestro tiempo es limitado, y uno no puede destinar un cincuenta años o más para absorber todas las sutilezas del sánscrito [y nos llevaría mucho más que eso]. A lo sumo nos alcanza para saborear algunos frutos superficiales, aunque muy dulces. Pero la longevidad del Vampiro proporciona una elegante solución a este problema de tiempo.
Drácula es una novela donde el dominio lingüístico es difuso. El Conde restringe su lengua materna, e incluso la tecnología y la ciencia aportan sus propios lenguajes a la historia a través de la taquigrafía, el telégrafo, el fonógrafo y la hipnosis médica. La propia tierra natal de Drácula ofrece un terreno fértil para todo esto.
En sus viajes por Transilvania entre 1883 y 1885, Emily Gerard [cuyas obras son el fundamento de Bram Stoker para el folclore de aquellas tierras] recuerda la extraña experiencia de encontrar una traducción previamente desconocida del libro de su bisabuelo en el antiguo palacio del gobernador de los Habsburgo. Gerard retrata el lugar como macabramente gótico, «silencioso como la muerte», con «filas de pájaros disecados, así como corderos de dos cabezas, cachorros de ocho patas y otras deformidades interesantes». El palacio ya no estaba habitado [el barón Brukenthal murió a principios del siglo XIX] pero cada año se añadían nuevos libros a la biblioteca. Con sus ediciones de lujo y extraños manuscritos transilvanos, esta biblioteca es el modelo para la biblioteca de Drácula, cuyo dueño tampoco está, digamos, vivo [ver: Drácula visita Salem's Lot]
Al situar los orígenes de Drácula en el vórtice lingüístico de Transilvania, Bram Stoker explota deliberadamente el potencial de un territorio ocupado por múltiples grupos lingüísticos durante su turbulenta historia. En este contexto, las habilidades lingüísticas de Drácula, adquiridas al desafiar la mortalidad, complementan su encarnación de paradigmas representado por el prefijo latino trans, que significa «más allá», pero que también podemos entender como «desde un estado a otro». De hecho, el propósito fundamental de Drácula es similar al acto de traducir: trasladar [o transferir] cuerpos de un estado a otro, en este caso, «más allá» de la muerte misma.
En inglés, traducir se dice to translate [«trasladar»]. El Conde incluso se hace «traducir» [trasladar] en ataúdes llenos de tierra de un lugar a otro. No es un símbolo caprichoso. Una de las definiciones en inglés de to translate es precisamente mover el cadáver de alguien de un lugar a otro. En este sentido, la premisa de la novela de Bram Stoker nos presenta a un Vampiro políglota que ejerce control sobre sus víctimas a través de sus habilidades únicas de traducción corporal y lingüística, resistiendo las fuerzas del monolingüismo como resiste la mortalidad. Tal vez por esto Drácula ha entrado en el imaginario colectivo, en gran medida, a través sus traducciones cinematográficas [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]
Durante mucho tiempo se interpretó a Drácula como el triunfo del inglés británico sobre cualquier transgresión lingüística. Hay buenos argumentos para esto. En definitiva, todos los acontecimientos de la novela están registrados por personajes británicos, quienes estampan la supremacía del código lingüístico y cultural de los ingleses sobre los deslices gramaticales de Abraham van Helsing y Drácula. En otras palabras, la versión oficial de los hechos de Drácula están registrados en prolijo inglés. Sin embargo, estos registros son solo traducciones mecanografiadas de los verdaderos eventos que tuvieron lugar. No podemos decir qué ocurrió exactamente en Drácula. Sabemos lo que Mina, sobre todo, mecanografió sobre lo que realmente ocurrió [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]
A la luz de todo esto uno se pregunta por qué Drácula se esfuerza tanto por aprender inglés, pero ese es precisamente el punto: la batalla de Drácula por los cuerpos se libra a través del idioma.
Drácula comienza con un recordatorio de que el diario de Jonathan Harker ha sido escrito taquigráficamente, alertándonos de que el texto que estamos leyendo ha sido transferido de una forma a otra.
El acceso y comprensión de idiomas muy distintos al nuestro no es dificultoso debido a su impermeabilidad, sino a nuestra mortalidad. Nuestro tiempo es limitado, y uno no puede destinar un cincuenta años o más para absorber todas las sutilezas del sánscrito [y nos llevaría mucho más que eso]. A lo sumo nos alcanza para saborear algunos frutos superficiales, aunque muy dulces. Pero la longevidad del Vampiro proporciona una elegante solución a este problema de tiempo.
Drácula es una novela donde el dominio lingüístico es difuso. El Conde restringe su lengua materna, e incluso la tecnología y la ciencia aportan sus propios lenguajes a la historia a través de la taquigrafía, el telégrafo, el fonógrafo y la hipnosis médica. La propia tierra natal de Drácula ofrece un terreno fértil para todo esto.
En sus viajes por Transilvania entre 1883 y 1885, Emily Gerard [cuyas obras son el fundamento de Bram Stoker para el folclore de aquellas tierras] recuerda la extraña experiencia de encontrar una traducción previamente desconocida del libro de su bisabuelo en el antiguo palacio del gobernador de los Habsburgo. Gerard retrata el lugar como macabramente gótico, «silencioso como la muerte», con «filas de pájaros disecados, así como corderos de dos cabezas, cachorros de ocho patas y otras deformidades interesantes». El palacio ya no estaba habitado [el barón Brukenthal murió a principios del siglo XIX] pero cada año se añadían nuevos libros a la biblioteca. Con sus ediciones de lujo y extraños manuscritos transilvanos, esta biblioteca es el modelo para la biblioteca de Drácula, cuyo dueño tampoco está, digamos, vivo [ver: Drácula visita Salem's Lot]
Al situar los orígenes de Drácula en el vórtice lingüístico de Transilvania, Bram Stoker explota deliberadamente el potencial de un territorio ocupado por múltiples grupos lingüísticos durante su turbulenta historia. En este contexto, las habilidades lingüísticas de Drácula, adquiridas al desafiar la mortalidad, complementan su encarnación de paradigmas representado por el prefijo latino trans, que significa «más allá», pero que también podemos entender como «desde un estado a otro». De hecho, el propósito fundamental de Drácula es similar al acto de traducir: trasladar [o transferir] cuerpos de un estado a otro, en este caso, «más allá» de la muerte misma.
En inglés, traducir se dice to translate [«trasladar»]. El Conde incluso se hace «traducir» [trasladar] en ataúdes llenos de tierra de un lugar a otro. No es un símbolo caprichoso. Una de las definiciones en inglés de to translate es precisamente mover el cadáver de alguien de un lugar a otro. En este sentido, la premisa de la novela de Bram Stoker nos presenta a un Vampiro políglota que ejerce control sobre sus víctimas a través de sus habilidades únicas de traducción corporal y lingüística, resistiendo las fuerzas del monolingüismo como resiste la mortalidad. Tal vez por esto Drácula ha entrado en el imaginario colectivo, en gran medida, a través sus traducciones cinematográficas [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]
Durante mucho tiempo se interpretó a Drácula como el triunfo del inglés británico sobre cualquier transgresión lingüística. Hay buenos argumentos para esto. En definitiva, todos los acontecimientos de la novela están registrados por personajes británicos, quienes estampan la supremacía del código lingüístico y cultural de los ingleses sobre los deslices gramaticales de Abraham van Helsing y Drácula. En otras palabras, la versión oficial de los hechos de Drácula están registrados en prolijo inglés. Sin embargo, estos registros son solo traducciones mecanografiadas de los verdaderos eventos que tuvieron lugar. No podemos decir qué ocurrió exactamente en Drácula. Sabemos lo que Mina, sobre todo, mecanografió sobre lo que realmente ocurrió [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]
A la luz de todo esto uno se pregunta por qué Drácula se esfuerza tanto por aprender inglés, pero ese es precisamente el punto: la batalla de Drácula por los cuerpos se libra a través del idioma.
Drácula comienza con un recordatorio de que el diario de Jonathan Harker ha sido escrito taquigráficamente, alertándonos de que el texto que estamos leyendo ha sido transferido de una forma a otra.
En su diario, Harker describe su viaje a Transilvania. Nota signos en la arquitectura del antiguo dominio turco; incluso recopila con confianza los nombres de algunos platos típicos que suenan exóticos a sus oídos. Sin embargo, al bajarse del tren en Transilvania, se encuentra en un ambiente resistente a los angloparlantes. De hecho, Bram Stoker tenía pleneado el aislamiento lingüístico de Harker desde el principio. En sus notas de investigación para la novela, anotó que el Conde debería insistir en tener un asesor legal que «no pueda hablar alemán» en la Estiria austríaca. Posteriormente, Bram Stoker tomó la decisión de cambiar el escenario a Transilvania, donde el inglés sería automáticamente incomprendido. Incluso sabiendo «una pizca de alemán», Jonathan Harker se vuelve impotente tanto por su falta de habilidades lingüísticas como por la presencia física de Drácula.
El interés de Bram Stoker por la poliglosia centroeuropea parece haberse inspirado en La tierra de los magiar (Magyarland, 1881), un relato de viajes por Hungría y Transilvania atribuido a Nina Mazuchelli, que pone en primer plano la fascinación, la atracción y el miedo hacia las lenguas de aquellas tierras. Mazuchelli, como Jonathan Harker, se enfoca consistentemente en lo que ella ve como la confusa diversidad e impenetrabilidad de las lenguas de Europa del Este:
[«De repente, aquí estamos sumergidos en el vórtice mismo de la lengua Magiar, que nadie al sur del Volga ayuda a interpretar al extranjero no iniciado. El dueño de la posada, que es magiar, apenas logra hacerse inteligible en alemán; mientras que la joven que encontramos como camarera solo puede hablar húngaro y su lengua materna, un dialecto eslavo que se habla al oeste de la frontera húngara.»]
Jonathan Harker se encuentra en un «vórtice» similar de incomprensión en la posada de Bistritz, que Bram Stoker extrajo de este relato, aunque la causa es algo diferente. El propietario de la posada encuentra tan horrible la mención de Drácula que «fingió que no podía entender el alemán» de Harker. Mientras tanto, la casera se pone histérica al escuchar el nombre de Drácula, lo que le hace olvidar su segundo idioma:
[«Ella estaba en un estado tan excitado que parecía haber perdido el control del alemán que sabía, y lo mezcló todo con algún otro idioma que incomprensible para mí.»]
Bram Stoker sugiere que aventurarse cerca de los dominios de Drácula, incluso el hecho de mencionar su nombre, implica una pérdida del control lingüístico, un regreso [¿feminizador?] a la seguridad de la lengua materna [ver: El lenguaje de los vampiros]
Los viajeros ingleses del siglo XIX que llegaban a Transilvania estaban en dificultades para hacerse comprender, y sin muchas esperanzas de comprender algo de lo que se les decía. Nina Mazuchelli menciona que «en todo el reino de los magiares se hablan no menos de ocho idiomas, sin incluir los diversos dialectos eslavos». En realidad, ocho idiomas es una subestimación. En Transilvania se hablaba principalmente rumano y húngaro, mientras que el alemán y ocasionalmente el latín se usaban como lengua franca. También había una jerga compuesta por yiddish, romaní y armenio, mientras que los colonos búlgaros, checos y griegos formaban distintos grupos etnolingüísticos. Por supuesto, Jonathan Harker no se aventura en Transilvania como un completo ignorante sobre estas dificultades para comunicarse. Lleva consigo un «diccionario políglota» [apócrifo] cuyo objetivo principal parece ser introducir la palabra «vampiro» en la historia [ver: Carmilla y la leyenda de los nombres de los vampiros]
Los diccionarios políglotas de la época eran muy útiles para comunicarse en inglés, alemán, francés, italiano, español y portugués, pero no habrían ofrecido mucha ayuda al viajero inglés en Transilvania. Ciertamente no podrían haberle dado a Jonathan Harker las variantes de «vampiro»: vrolok y vlkoslak [ambas palabras significan lo mismo, una es eslovaca y la otra serbia]. Tampoco le habrían proporcionado las palabras húngaras ördög y pokol [«diablo» e «infierno»]; o el rumano stregoica [«bruja»]. El apócrido diccionario de Jonathan Harker parece sorprendentemente vago en su capacidad para traducir al inglés «algo que es un hombre lobo o un vampiro», como si incluso el diccionario tuviese problemas para hablar en inglés en la tierra de Drácula.
En este contexto, Jonathan Harker se encuentra cada vez más impotente. Sentado en un carruaje tirado por caballos en su camino hacia el Paso de Borgo, admira el paisaje con ojos de turista, olvidando las temibles señales hechas por los campesinos rumanos. En retrospectiva, Harker comenta:
[«Si hubiera sabido el idioma, o más bien los idiomas, que hablaban mis compañeros de viaje, no habría sido capaz de deshacerme de mis miedos tan fácilmente.»]
El interés de Bram Stoker por la poliglosia centroeuropea parece haberse inspirado en La tierra de los magiar (Magyarland, 1881), un relato de viajes por Hungría y Transilvania atribuido a Nina Mazuchelli, que pone en primer plano la fascinación, la atracción y el miedo hacia las lenguas de aquellas tierras. Mazuchelli, como Jonathan Harker, se enfoca consistentemente en lo que ella ve como la confusa diversidad e impenetrabilidad de las lenguas de Europa del Este:
[«De repente, aquí estamos sumergidos en el vórtice mismo de la lengua Magiar, que nadie al sur del Volga ayuda a interpretar al extranjero no iniciado. El dueño de la posada, que es magiar, apenas logra hacerse inteligible en alemán; mientras que la joven que encontramos como camarera solo puede hablar húngaro y su lengua materna, un dialecto eslavo que se habla al oeste de la frontera húngara.»]
Jonathan Harker se encuentra en un «vórtice» similar de incomprensión en la posada de Bistritz, que Bram Stoker extrajo de este relato, aunque la causa es algo diferente. El propietario de la posada encuentra tan horrible la mención de Drácula que «fingió que no podía entender el alemán» de Harker. Mientras tanto, la casera se pone histérica al escuchar el nombre de Drácula, lo que le hace olvidar su segundo idioma:
[«Ella estaba en un estado tan excitado que parecía haber perdido el control del alemán que sabía, y lo mezcló todo con algún otro idioma que incomprensible para mí.»]
Bram Stoker sugiere que aventurarse cerca de los dominios de Drácula, incluso el hecho de mencionar su nombre, implica una pérdida del control lingüístico, un regreso [¿feminizador?] a la seguridad de la lengua materna [ver: El lenguaje de los vampiros]
Los viajeros ingleses del siglo XIX que llegaban a Transilvania estaban en dificultades para hacerse comprender, y sin muchas esperanzas de comprender algo de lo que se les decía. Nina Mazuchelli menciona que «en todo el reino de los magiares se hablan no menos de ocho idiomas, sin incluir los diversos dialectos eslavos». En realidad, ocho idiomas es una subestimación. En Transilvania se hablaba principalmente rumano y húngaro, mientras que el alemán y ocasionalmente el latín se usaban como lengua franca. También había una jerga compuesta por yiddish, romaní y armenio, mientras que los colonos búlgaros, checos y griegos formaban distintos grupos etnolingüísticos. Por supuesto, Jonathan Harker no se aventura en Transilvania como un completo ignorante sobre estas dificultades para comunicarse. Lleva consigo un «diccionario políglota» [apócrifo] cuyo objetivo principal parece ser introducir la palabra «vampiro» en la historia [ver: Carmilla y la leyenda de los nombres de los vampiros]
Los diccionarios políglotas de la época eran muy útiles para comunicarse en inglés, alemán, francés, italiano, español y portugués, pero no habrían ofrecido mucha ayuda al viajero inglés en Transilvania. Ciertamente no podrían haberle dado a Jonathan Harker las variantes de «vampiro»: vrolok y vlkoslak [ambas palabras significan lo mismo, una es eslovaca y la otra serbia]. Tampoco le habrían proporcionado las palabras húngaras ördög y pokol [«diablo» e «infierno»]; o el rumano stregoica [«bruja»]. El apócrido diccionario de Jonathan Harker parece sorprendentemente vago en su capacidad para traducir al inglés «algo que es un hombre lobo o un vampiro», como si incluso el diccionario tuviese problemas para hablar en inglés en la tierra de Drácula.
En este contexto, Jonathan Harker se encuentra cada vez más impotente. Sentado en un carruaje tirado por caballos en su camino hacia el Paso de Borgo, admira el paisaje con ojos de turista, olvidando las temibles señales hechas por los campesinos rumanos. En retrospectiva, Harker comenta:
[«Si hubiera sabido el idioma, o más bien los idiomas, que hablaban mis compañeros de viaje, no habría sido capaz de deshacerme de mis miedos tan fácilmente.»]
En este contexto, Jonathan Harker habría hecho bien en prestar atención a las palabras de Nina Mazuchelli:
[«En un país donde existen tantas nacionalidades no es fácil viajar sin alguien que pueda hablar al menos tres o cuatro idiomas desconocidos para los oídos civilizados; y como nos proponíamos viajar no sólo por Hungría Central, sino también por Transilvania y los Cárpatos del Norte, era absolutamente necesario un guía que, además de alemán y magiar, supiera hablar valaquio y eslovaco.»]
Sin embargo, Jonathan Harker no contrata al intérprete necesario para mediar en múltiples idiomas no «civilizados» y se dirige alegremente hacia el Otro lingüístico. La posición feminizada de Jonathan Harker en esta parte de la novela [como la heroína gótica transportada su lugar de encarcelamiento] está construida sobre su confianza en una lengua materna, el inglés, que nadie más habla... excepto Drácula. [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]
Drácula hace su primera aparición deliberadamente acompañado de una frase en alemán, traducida al inglés. Uno de los pasajeros del carruaje susurra la famosa frase Denn die Todten reiten schnell [«porque los muertos viajan deprisa»], como ya hemos visto, una cita errónea de Lenore de Gottfried August Bürger. Si bien Jonatan Harker reconoce esta línea, no logra comprender que él es Lenore en este caso, y que un jinete fantasmal está a punto de llevarlo a una especie de lecho/tumba matrimonial. La frase traducida construye la relación de Harker con Drácula en términos eróticos, siendo Harker el que ocupa la posición de la víctima femenina a punto de ser arrastrada por Drácula, el amante no muerto.
Por supuesto, Drácula ya le ha escrito a Harker diciéndole que lo está «esperando ansiosamente». Esa ansiedad queda demostrada al llegar temprano a la cita para apresurar al inglés en su carruaje. La inclinación homoerótica de Drácula hacia Jonathan Harker en la primera parte de la novela sigue la lógica de Lenore. De hecho, el propio Harker reflexiona que el Conde debió haberlo llevado a la cama después de desmayarse al ser abordado por las tres vampiresas [ver: Las tres novias de Drácula]
El poder de Drácula sobre Jonathan Harker comienza de este modo: con una línea traducida que implica intimidad entre los dos hombres. El uso que hace Bram Stoker de Lenore sugiere no solo que Drácula trae consigo una estética gótica alemana, sino que también anuncia el deseo y la intimidad inherentes a la traducción. Mientras tanto, [el inglés] Harker es deficiente en su capacidad para traducir las implicaciones de este texto alemán que lo convierte en una damisela en apuros [ver: ¡Este hombre me pertenece!]
Las palabras traducidas continúan generando un efecto misterioso en Drácula. Por ejemplo, en su Diario, Jonathan menciona que sus compañeros de viaje están «sentados en el banco fuera de la puerta, a la que llaman por un nombre que significa portador de la palabra». Esta mención, que le otorga verosimilitud de la historia, está sacada directamente del libro de Nina Mazuchelli, quien menciona la palabra húngara szóhordók, especie de banco fuera de una casa en el que la gente puede sentarse y charlar. Este banco o asiento posteriormente resuena en la novela cuando a Harker se le muestra un pico de los Cárpatos llamado Isten szek o «asiento de Dios», mientras encontramos que el «asiento favorito» de Lucy Westenra en el cementerio de Whitby es una lápida donde se sienta para escuchar y compartir chismes [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]
En efecto, Lucy se sienta en la tumba de un suicida, donde chusmea con el señor Swales, un lugareño de Yorkshire. Por tratarse de una lápida, el «banco» de Lucy ciertamente es «portador de palabras» [epitafio y fechas]. Más adelante en la novela, el propio Drácula se sienta en esa lápida como «una figura oscura sentada sola que atrae los ojos soñadores de Lucy». Al vincular el szóhordók, aquel banco «portador de palabras» donde la gente se sienta y chusmea, con el asiento/lápida de Lucy, donde ella se someterá a un encuentro sexualizado con Drácula, este banco se convierte en el lecho/tumba matrimonial de Lenore, pero conectando naciones, idiomas y cuerpos a través de la presencia de Drácula.
La posición de poder de Drácula se solidifica por su «excelente alemán», el cual produce un contraste inquietante con la dificultad que otros tienen para hablar esta lengua, como el conductor del carruaje de Bistritz, cuyo alemán es peor incluso que el de Harker. Una vez en el castillo, la relación sumisa y feminizada de Jonathan con Drácula [«Estoy absolutamente en su poder»] se ve realzada por la notable versatilidad lingüística del Conde. Drácula habla alemán, ordena a los gitanos en romaní, ordena a los eslovacos que mueven sus cajas de tierra [presumiblemente en eslovaco] y habla pomposamente con Harker en inglés. De hecho, Harker ni siquiera puede comprender las señas y ademanes del Conde [«más de lo que podría entender su lenguaje hablado»].
Nada de todo eso es casual. Si el Conde, como dice Van Helsing, es «ese voivoda Drácula que ganó su nombre contra los turcos» en el siglo XV, entonces ha tenido siglos para perfeccionar sus habilidades lingüísticas [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]
Este Vampiro políglota es la antítesis del progreso monolingüe de Inglaterra, una fuerza atávica que se aprovecha de los preciados ideales del siglo XIX y hace que el gran imperio monolingüe sea extremadamente vulnerable. El monolingüismo ciertamente fue visto como el ideal para el Estado moderno. Las explosiones nacionalistas europeas siempre buscaron destruir los dialectos locales y poliétnicos en favor de una elite étnica y lingüistica. Un pueblo, una lengua, sería el lema. Por lo tanto, los territorios multilingües y multiétnicos eran vistos como obstáculos para el progreso. Mientras Drácula representa este peligroso multilingüismo atávico que hay que vencer, la poliglosia del Vampiro también es una herramienta poderosa y fascinante que la nación monolingüe necesita aprovechar para repeler la invasión de Drácula a Inglaterra.
Drácula se identifica a sí mismo como un szekler, que se traduce como «en la frontera» o «más allá». Y afirma:
[«Eramos una raza conquistadora (…); cuando los magiares, los lombardos, los ávaros, los búlgaros o los turcos derramaron sus miles sobre nuestras fronteras, los rechazamos.»]
Drácula es, por definición, un antiimperialista. De hecho, el Conde parece identificar a Gran Bretaña como representante de una nueva amenaza del imperialismo cultural. En este contexto, la primera estrategia de su guerra contra el Imperio es aprender meticulosamente el inglés, un idioma que no se habla ni tiene utilidad alguna en Transilvania.
Harker señala que Drácula «habla un inglés excelente, pero con una entonación extraña». ¿Cómo aprendió inglés el Conde? Importando libros y periódicos y usando el poder de su intelecto. Naturalmente, al descifrar el inglés, más que aprenderlo a través de normas y ejercicios tradicionales, su pronunciación es «extraña» a oídos de Harker [en este punto podemos pensar que Drácula solo escuchó, más adelante en la historia, el inglés de Renfield [ver: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield»]. Sin embargo, Drácula habla un inglés pomposo, con un vocabulario amplio y rico en recursos descriptivos. Su único punto flojo es la pronunciación, pero para eso está Harker [y luego Renfield]. La avidez de Drácula por estudiar inglés y perfeccionar su pronunciación indica que su propósito es pasar desapercibido, quizás la segunda fase de su estrategia de invasión:
[«Anhelo recorrer las calles abarrotadas de tu poderosa Londres, estar en medio del torbellino y la prisa de la humanidad, compartir su vida, su cambio, su muerte y todo lo que la hace ser lo que es. ¡Pero, Ay! Hasta ahora sólo conozco tu lengua a través de los libros (...) Bien sé que, si me moviera y hablara en tu Londres, todos me verían como un extraño. Eso no es suficiente para mí. Solo estaré satisfecho si soy como los demás, para que nadie se detenga si me ve, o se detenga en su hablar si oye mis palabras. Quisiera que me corrigieras cuando me equivoco, incluso ante el más pequeño defecto en mi hablar.»]
Drácula no desea ser marcado por su acento como un «extraño», ya que dominar el idioma inglés es clave para apoderarse de los cuerpos ingleses sin despertar sospechas. Este discurso en sí está «marcado» por una gramática inexacta. A pesar de su inteligencia y sus estudios previos, Drácula tiene mucho que aprender de Harker todavía, quien ahora se ve obligado a asumir la traicionera posición de profesor de idiomas del enemigo [ver: ¿Drácula era menos inteligente de lo que creíamos?]
Es posible que Drácula, en términos de políglota y espía, haya encontrado un modelo en Arminius Vambéry (1832-1913), lingüista y profesor de lenguas orientales en la Universidad de Budapest, quien era conocido por sus extravagantes conferencias, además de ser espía británico en Turquía. Bram Stoker se encontró con Vambéry en dos ocasiones y usó su primer nombre en Drácula cuando Van Helsing pide consejo a un tal Arminius de la Universidad de Budapest. La premisa del lingüista-espía que subordina su habilidad con los idiomas para ayudar a la causa imperial británica se invierte en Drácula. En cambio, Bram Stoker vuelve el modelo del lingüista orientalista contra Occidente.
Como un doble agente, Drácula se disfraza y desciende por los muros del castillo vestido y hablando como su invitado inglés. Harker se horroriza al ver a su anfitrión salir por la ventana del castillo con su propia ropa [«Fue un nuevo shock para mí descubrir que tenía puesta la ropa que yo había usado»]. El plan de Drácula, especula Harker, es vestirse como él y dejarse ver en varios pueblos y aldeas; no solo para darle consistencia a sus cartas, en donde es obligado a asegurar que está a salvo, sino para que cualquier maldad cometida en esos lugares recaiga sobre Harker.
Poco después, una madre histérica le grita a Harker en inglés: «¡Monstruo, dame a mi hijo!» [la mujer reclama el bebé que el Conde le entregó a las Tres Vampiresas]. Lo que implica que Drácula ha estado hablando inglés en sus salidas para aprovecharse de los habitantes locales. Parece significativo que la única forastera que habla inglés durante el encarcelamiento de Harker en el castillo lo haga solo para aumentar su aislamiento [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]
Curiosamente, Drácula reprende a las Tres Vampiresas en inglés cuando éstas «atacan» a Harker. ¿Por qué? Las Vampiresas hablan inglés, quizás no tan bien como el Conde, pero evidentemente manejan este segundo idioma con cierta destreza. Quizás Drácula quería que Harker entendiera su reprimenda, o tal vez la cohorte de Vampiros podría estar practicando sus conocimientos lingüísticos para la invasión de Inglaterra; sin embargo, las Vampiresas no parecen formar parte del plan del Conde, de hecho, se quedan en Transilvania con Harker mientras el Conde aborda el Deméter [ver: El misterio del «Deméter»: análisis de un capítulo de «Drácula»]
A pesar de sus extraordinarias habilidades lingüisticas, hay un idioma que Drácula no entiende: los símbolos taquigráficos que Jonathan Harker utiliza para escribir su diario. El Conde se enfurece cuando encuentra la carta taquigráfica de Harker a su prometida, Mina Murray, denunciándola como «algo vil, un ultraje a la amistad y la hospitalidad». Acto seguido, Harker [como la típica heroína de la novela gótica] observa con frustración mientras Drácula quema la carta. No ser capaz de descifrar una escritura moderna, no el hecho de que Harker le escribiera a Mina, fue un golpe al orgullo balcánico de Drácula, porque puso en evidencia una debilidad que no creía tener.
Ya en Inglaterra, Drácula se dirige a una casa en ruinas en Surrey, llamada Carfax, «una corrupción del antiguo Quatre Face» [lat. quadrifucus]. Esta propiedad está convenientemente situada frente a un manicomio con sus impresionables reclusos. Sin embargo, Drácula hace un desvío significativo antes de llegar allí y arriba por mar a Whitby. Aquí, Lucy parece estar esperándolo, su susceptibilidad a la presencia del Vampiro está ligada a su propia promiscuidad lingüística. Lucy mezcla palabras en francés [indicativas de su estatus de clase alta] con algo de jerga. Parece como si el deseo de Lucy por la variación lingüística alimentara el impulso inconsciente de buscar una cita nocturna con Drácula. [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]
Si bien la lengua de Lucy parece atada después de su encuentro con Drácula, tan pronto como se convierte en Vampiro su lenguaje alterna entre el de una estereotipada mujer sexualizada y el de un animal. Mientras Lucy retrocede al silencio y «gruñe» y «chilla», Mina se convierte en traductora, transcriptora y transmisora del lenguaje; es decir, en la auténtica enemiga lingüistica de Drácula. De hecho, los cazadores de vampiros necesitan desesperadamente a Mina como traductora técnica y decodificadora de documentos para derrotar a Drácula. [ver: Drácula y las mujeres]
Mina se involucra aún más en el potencial erótico del lenguaje tras el contacto de Drácula. Una noche, los cazadores encuentran a Mina succionando de una vena abierta en el pecho del Conde:
[«La mano derecha (de Drácula) la agarró por la nuca, forzando su rostro contra su pecho. Su camisón blanco estaba manchado de sangre, y un delgado chorro resbalaba por el pecho desnudo del hombre. La actitud de los dos se parecía terriblemente a la de un niño que mete la nariz de un gatito en un plato de leche para obligarlo a beber.»]
Esta imagen de la lactancia, donde se combinan «leche» y «sangre», tiene algunas implicaciones lingüísticas. La imagen de Mina bebiendo la leche/sangre de Drácula evoca la lactancia materna; e implica que pudo haber absorbido otra lengua materna. De hecho, la respuesta horrorizada de Mina puede verse como una traducción del concepto rumano de impureza: «¡Inmunda, inmunda! ¡No debo tocarlo ni besarlo nunca más! [a Harker]». Un poco más tarde, Mina vuelve a gritar: «¡Inmunda! ¡Inmunda! ¡Incluso el Todopoderoso evita mi carne contaminada!», cuando la hostia sagrada marca su frente. La aterrorizada respuesta de Mina la sitúa dentro de construcciones culturales y lingüísticas que menciona Emily Gerard en La tierra más allá del bosque (The Land Beyond the Forest), donde describe el omnipresente fenómeno rumano de lo «impuro» [spurcat]
El concepto de spurcat va más allá de una simple declaración de contaminación o impureza. En cierto modo, Bram Stoker lo presenta como otro aspecto supersticioso de Europa del Este. En este sentido, Mina parece retirarse a su nueva lengua materna [que ni siquiera sabía que podía hablar], absorbida directamente del pecho de Drácula. [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]
Al parecer, los muertos no solo viajan deprisa, sino que llevan consigo todo el poder del lenguaje.
Vampiros. I Taller gótico.
Más literatura gótica:
[«En un país donde existen tantas nacionalidades no es fácil viajar sin alguien que pueda hablar al menos tres o cuatro idiomas desconocidos para los oídos civilizados; y como nos proponíamos viajar no sólo por Hungría Central, sino también por Transilvania y los Cárpatos del Norte, era absolutamente necesario un guía que, además de alemán y magiar, supiera hablar valaquio y eslovaco.»]
Sin embargo, Jonathan Harker no contrata al intérprete necesario para mediar en múltiples idiomas no «civilizados» y se dirige alegremente hacia el Otro lingüístico. La posición feminizada de Jonathan Harker en esta parte de la novela [como la heroína gótica transportada su lugar de encarcelamiento] está construida sobre su confianza en una lengua materna, el inglés, que nadie más habla... excepto Drácula. [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]
Drácula hace su primera aparición deliberadamente acompañado de una frase en alemán, traducida al inglés. Uno de los pasajeros del carruaje susurra la famosa frase Denn die Todten reiten schnell [«porque los muertos viajan deprisa»], como ya hemos visto, una cita errónea de Lenore de Gottfried August Bürger. Si bien Jonatan Harker reconoce esta línea, no logra comprender que él es Lenore en este caso, y que un jinete fantasmal está a punto de llevarlo a una especie de lecho/tumba matrimonial. La frase traducida construye la relación de Harker con Drácula en términos eróticos, siendo Harker el que ocupa la posición de la víctima femenina a punto de ser arrastrada por Drácula, el amante no muerto.
Por supuesto, Drácula ya le ha escrito a Harker diciéndole que lo está «esperando ansiosamente». Esa ansiedad queda demostrada al llegar temprano a la cita para apresurar al inglés en su carruaje. La inclinación homoerótica de Drácula hacia Jonathan Harker en la primera parte de la novela sigue la lógica de Lenore. De hecho, el propio Harker reflexiona que el Conde debió haberlo llevado a la cama después de desmayarse al ser abordado por las tres vampiresas [ver: Las tres novias de Drácula]
El poder de Drácula sobre Jonathan Harker comienza de este modo: con una línea traducida que implica intimidad entre los dos hombres. El uso que hace Bram Stoker de Lenore sugiere no solo que Drácula trae consigo una estética gótica alemana, sino que también anuncia el deseo y la intimidad inherentes a la traducción. Mientras tanto, [el inglés] Harker es deficiente en su capacidad para traducir las implicaciones de este texto alemán que lo convierte en una damisela en apuros [ver: ¡Este hombre me pertenece!]
Las palabras traducidas continúan generando un efecto misterioso en Drácula. Por ejemplo, en su Diario, Jonathan menciona que sus compañeros de viaje están «sentados en el banco fuera de la puerta, a la que llaman por un nombre que significa portador de la palabra». Esta mención, que le otorga verosimilitud de la historia, está sacada directamente del libro de Nina Mazuchelli, quien menciona la palabra húngara szóhordók, especie de banco fuera de una casa en el que la gente puede sentarse y charlar. Este banco o asiento posteriormente resuena en la novela cuando a Harker se le muestra un pico de los Cárpatos llamado Isten szek o «asiento de Dios», mientras encontramos que el «asiento favorito» de Lucy Westenra en el cementerio de Whitby es una lápida donde se sienta para escuchar y compartir chismes [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]
En efecto, Lucy se sienta en la tumba de un suicida, donde chusmea con el señor Swales, un lugareño de Yorkshire. Por tratarse de una lápida, el «banco» de Lucy ciertamente es «portador de palabras» [epitafio y fechas]. Más adelante en la novela, el propio Drácula se sienta en esa lápida como «una figura oscura sentada sola que atrae los ojos soñadores de Lucy». Al vincular el szóhordók, aquel banco «portador de palabras» donde la gente se sienta y chusmea, con el asiento/lápida de Lucy, donde ella se someterá a un encuentro sexualizado con Drácula, este banco se convierte en el lecho/tumba matrimonial de Lenore, pero conectando naciones, idiomas y cuerpos a través de la presencia de Drácula.
La posición de poder de Drácula se solidifica por su «excelente alemán», el cual produce un contraste inquietante con la dificultad que otros tienen para hablar esta lengua, como el conductor del carruaje de Bistritz, cuyo alemán es peor incluso que el de Harker. Una vez en el castillo, la relación sumisa y feminizada de Jonathan con Drácula [«Estoy absolutamente en su poder»] se ve realzada por la notable versatilidad lingüística del Conde. Drácula habla alemán, ordena a los gitanos en romaní, ordena a los eslovacos que mueven sus cajas de tierra [presumiblemente en eslovaco] y habla pomposamente con Harker en inglés. De hecho, Harker ni siquiera puede comprender las señas y ademanes del Conde [«más de lo que podría entender su lenguaje hablado»].
Nada de todo eso es casual. Si el Conde, como dice Van Helsing, es «ese voivoda Drácula que ganó su nombre contra los turcos» en el siglo XV, entonces ha tenido siglos para perfeccionar sus habilidades lingüísticas [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]
Este Vampiro políglota es la antítesis del progreso monolingüe de Inglaterra, una fuerza atávica que se aprovecha de los preciados ideales del siglo XIX y hace que el gran imperio monolingüe sea extremadamente vulnerable. El monolingüismo ciertamente fue visto como el ideal para el Estado moderno. Las explosiones nacionalistas europeas siempre buscaron destruir los dialectos locales y poliétnicos en favor de una elite étnica y lingüistica. Un pueblo, una lengua, sería el lema. Por lo tanto, los territorios multilingües y multiétnicos eran vistos como obstáculos para el progreso. Mientras Drácula representa este peligroso multilingüismo atávico que hay que vencer, la poliglosia del Vampiro también es una herramienta poderosa y fascinante que la nación monolingüe necesita aprovechar para repeler la invasión de Drácula a Inglaterra.
Drácula se identifica a sí mismo como un szekler, que se traduce como «en la frontera» o «más allá». Y afirma:
[«Eramos una raza conquistadora (…); cuando los magiares, los lombardos, los ávaros, los búlgaros o los turcos derramaron sus miles sobre nuestras fronteras, los rechazamos.»]
Drácula es, por definición, un antiimperialista. De hecho, el Conde parece identificar a Gran Bretaña como representante de una nueva amenaza del imperialismo cultural. En este contexto, la primera estrategia de su guerra contra el Imperio es aprender meticulosamente el inglés, un idioma que no se habla ni tiene utilidad alguna en Transilvania.
Harker señala que Drácula «habla un inglés excelente, pero con una entonación extraña». ¿Cómo aprendió inglés el Conde? Importando libros y periódicos y usando el poder de su intelecto. Naturalmente, al descifrar el inglés, más que aprenderlo a través de normas y ejercicios tradicionales, su pronunciación es «extraña» a oídos de Harker [en este punto podemos pensar que Drácula solo escuchó, más adelante en la historia, el inglés de Renfield [ver: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield»]. Sin embargo, Drácula habla un inglés pomposo, con un vocabulario amplio y rico en recursos descriptivos. Su único punto flojo es la pronunciación, pero para eso está Harker [y luego Renfield]. La avidez de Drácula por estudiar inglés y perfeccionar su pronunciación indica que su propósito es pasar desapercibido, quizás la segunda fase de su estrategia de invasión:
[«Anhelo recorrer las calles abarrotadas de tu poderosa Londres, estar en medio del torbellino y la prisa de la humanidad, compartir su vida, su cambio, su muerte y todo lo que la hace ser lo que es. ¡Pero, Ay! Hasta ahora sólo conozco tu lengua a través de los libros (...) Bien sé que, si me moviera y hablara en tu Londres, todos me verían como un extraño. Eso no es suficiente para mí. Solo estaré satisfecho si soy como los demás, para que nadie se detenga si me ve, o se detenga en su hablar si oye mis palabras. Quisiera que me corrigieras cuando me equivoco, incluso ante el más pequeño defecto en mi hablar.»]
Drácula no desea ser marcado por su acento como un «extraño», ya que dominar el idioma inglés es clave para apoderarse de los cuerpos ingleses sin despertar sospechas. Este discurso en sí está «marcado» por una gramática inexacta. A pesar de su inteligencia y sus estudios previos, Drácula tiene mucho que aprender de Harker todavía, quien ahora se ve obligado a asumir la traicionera posición de profesor de idiomas del enemigo [ver: ¿Drácula era menos inteligente de lo que creíamos?]
Es posible que Drácula, en términos de políglota y espía, haya encontrado un modelo en Arminius Vambéry (1832-1913), lingüista y profesor de lenguas orientales en la Universidad de Budapest, quien era conocido por sus extravagantes conferencias, además de ser espía británico en Turquía. Bram Stoker se encontró con Vambéry en dos ocasiones y usó su primer nombre en Drácula cuando Van Helsing pide consejo a un tal Arminius de la Universidad de Budapest. La premisa del lingüista-espía que subordina su habilidad con los idiomas para ayudar a la causa imperial británica se invierte en Drácula. En cambio, Bram Stoker vuelve el modelo del lingüista orientalista contra Occidente.
Como un doble agente, Drácula se disfraza y desciende por los muros del castillo vestido y hablando como su invitado inglés. Harker se horroriza al ver a su anfitrión salir por la ventana del castillo con su propia ropa [«Fue un nuevo shock para mí descubrir que tenía puesta la ropa que yo había usado»]. El plan de Drácula, especula Harker, es vestirse como él y dejarse ver en varios pueblos y aldeas; no solo para darle consistencia a sus cartas, en donde es obligado a asegurar que está a salvo, sino para que cualquier maldad cometida en esos lugares recaiga sobre Harker.
Poco después, una madre histérica le grita a Harker en inglés: «¡Monstruo, dame a mi hijo!» [la mujer reclama el bebé que el Conde le entregó a las Tres Vampiresas]. Lo que implica que Drácula ha estado hablando inglés en sus salidas para aprovecharse de los habitantes locales. Parece significativo que la única forastera que habla inglés durante el encarcelamiento de Harker en el castillo lo haga solo para aumentar su aislamiento [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]
Curiosamente, Drácula reprende a las Tres Vampiresas en inglés cuando éstas «atacan» a Harker. ¿Por qué? Las Vampiresas hablan inglés, quizás no tan bien como el Conde, pero evidentemente manejan este segundo idioma con cierta destreza. Quizás Drácula quería que Harker entendiera su reprimenda, o tal vez la cohorte de Vampiros podría estar practicando sus conocimientos lingüísticos para la invasión de Inglaterra; sin embargo, las Vampiresas no parecen formar parte del plan del Conde, de hecho, se quedan en Transilvania con Harker mientras el Conde aborda el Deméter [ver: El misterio del «Deméter»: análisis de un capítulo de «Drácula»]
A pesar de sus extraordinarias habilidades lingüisticas, hay un idioma que Drácula no entiende: los símbolos taquigráficos que Jonathan Harker utiliza para escribir su diario. El Conde se enfurece cuando encuentra la carta taquigráfica de Harker a su prometida, Mina Murray, denunciándola como «algo vil, un ultraje a la amistad y la hospitalidad». Acto seguido, Harker [como la típica heroína de la novela gótica] observa con frustración mientras Drácula quema la carta. No ser capaz de descifrar una escritura moderna, no el hecho de que Harker le escribiera a Mina, fue un golpe al orgullo balcánico de Drácula, porque puso en evidencia una debilidad que no creía tener.
Ya en Inglaterra, Drácula se dirige a una casa en ruinas en Surrey, llamada Carfax, «una corrupción del antiguo Quatre Face» [lat. quadrifucus]. Esta propiedad está convenientemente situada frente a un manicomio con sus impresionables reclusos. Sin embargo, Drácula hace un desvío significativo antes de llegar allí y arriba por mar a Whitby. Aquí, Lucy parece estar esperándolo, su susceptibilidad a la presencia del Vampiro está ligada a su propia promiscuidad lingüística. Lucy mezcla palabras en francés [indicativas de su estatus de clase alta] con algo de jerga. Parece como si el deseo de Lucy por la variación lingüística alimentara el impulso inconsciente de buscar una cita nocturna con Drácula. [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]
Si bien la lengua de Lucy parece atada después de su encuentro con Drácula, tan pronto como se convierte en Vampiro su lenguaje alterna entre el de una estereotipada mujer sexualizada y el de un animal. Mientras Lucy retrocede al silencio y «gruñe» y «chilla», Mina se convierte en traductora, transcriptora y transmisora del lenguaje; es decir, en la auténtica enemiga lingüistica de Drácula. De hecho, los cazadores de vampiros necesitan desesperadamente a Mina como traductora técnica y decodificadora de documentos para derrotar a Drácula. [ver: Drácula y las mujeres]
Mina se involucra aún más en el potencial erótico del lenguaje tras el contacto de Drácula. Una noche, los cazadores encuentran a Mina succionando de una vena abierta en el pecho del Conde:
[«La mano derecha (de Drácula) la agarró por la nuca, forzando su rostro contra su pecho. Su camisón blanco estaba manchado de sangre, y un delgado chorro resbalaba por el pecho desnudo del hombre. La actitud de los dos se parecía terriblemente a la de un niño que mete la nariz de un gatito en un plato de leche para obligarlo a beber.»]
Esta imagen de la lactancia, donde se combinan «leche» y «sangre», tiene algunas implicaciones lingüísticas. La imagen de Mina bebiendo la leche/sangre de Drácula evoca la lactancia materna; e implica que pudo haber absorbido otra lengua materna. De hecho, la respuesta horrorizada de Mina puede verse como una traducción del concepto rumano de impureza: «¡Inmunda, inmunda! ¡No debo tocarlo ni besarlo nunca más! [a Harker]». Un poco más tarde, Mina vuelve a gritar: «¡Inmunda! ¡Inmunda! ¡Incluso el Todopoderoso evita mi carne contaminada!», cuando la hostia sagrada marca su frente. La aterrorizada respuesta de Mina la sitúa dentro de construcciones culturales y lingüísticas que menciona Emily Gerard en La tierra más allá del bosque (The Land Beyond the Forest), donde describe el omnipresente fenómeno rumano de lo «impuro» [spurcat]
El concepto de spurcat va más allá de una simple declaración de contaminación o impureza. En cierto modo, Bram Stoker lo presenta como otro aspecto supersticioso de Europa del Este. En este sentido, Mina parece retirarse a su nueva lengua materna [que ni siquiera sabía que podía hablar], absorbida directamente del pecho de Drácula. [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]
Al parecer, los muertos no solo viajan deprisa, sino que llevan consigo todo el poder del lenguaje.
Vampiros. I Taller gótico.
Más literatura gótica:
- El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes.
- El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker.
- ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?
- Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula.
3 comentarios:
¡Notable disquisición (o disección, vocablo casi sinónimo en un ámbito como el de El Espejo)! Alguien dispara una frase en el siglo XVIII y su eco atraviesa el tiempo hasta que un escritor la cita mal en el XIX y otro la recoge en el XXI e intenta devolverle su sentido inicial en un suntuoso acto de desagravio. Jamás hubiera imaginado a 'Drácula' como un 'difuso' mosaico lingüístico, aunque sí he notado la relevancia que Stoker ha dado al lenguaje en su obra, e incluso he llegado a imaginar sus pequeños y grandes deleites proustianos al escribir esas sonoras palabras ajenas que pueblan 'Drácula'.
Stoker ha construído ese monumento al delirio que es 'Drácula' con un cuidado quirúrgico, enroscando al lector en una narración morosa y cargada de detalles que lo mantienen anclado a la realidad al principio, para comenzar a nublar su lógica después. Cuando explota lo sobrenatural, asistimos a ello a través de interpósitos actores. Enorme acierto porque ¿quién va a aseverar que lo que se lee en un diario o una carta es una perfecta impostura o, lisa y llanamente, una locura o una estupidez? Dudamos y esa duda promovida es la carnada ideal que nos hace morder el anzuelo y aceptar lo que viene después sin decir chito, porque ya estamos metidos en la historia hasta la mollera.
Mi modesta opinión con respecto a la frase de Bürger, mal citada por Stoker, es que en realidad se trata de un error forzado para sacarla del contexto anecdótico de 'Lenore' y darle con ello una amplitud que no tenía. 'Viajan' en lugar de 'galopan' o 'cabalgan', en una época en que había y se adivinaban otros medios de transporte no sanguíneos, termina siendo un acierto.
Otro punto fascinante es la comparación del acto de traducir con el de vampirizar, siempre en espesa y cálida tinta roja. ¡¡Sebastián -o quien haya escrito este ensayo-: no sea angurriento y convide un poco de lo que consume al escribir!! (Y no me venga con los consabidos dichos de Lovecraft y Smith sobre que tenían las alucinaciones que querían sin necesidad de estimulantes). Sé que no hay mejor alucinógeno que la lectura; ¡dé, pues, los nombres de esos libros secretos!
Me gusta lo de «monumento al delirio», pero tallado con un trazo «quirúrgico», como mencionas por allí. ¿Me pregunto si estas no serán las características fundamentales que comparten todas las grandes obras? Creo que has encontrado una veta muy interesante allí. Como siempre, gracias.
creo que es normal que stoker cambiara cavalgar con viajar,porque harker viajan en diligencia no a cavallo,,
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