Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina.
En principio, hay que olvidarse de todo lo que hemos visto en el cine.
Drácula (Dracula), de Bram Stoker, es una novela de vampiros, con personajes y situaciones claramente definidas. Las siguientes reflexiones responden únicamente a ese universo, el de la novela, sin tener en cuenta ninguna de las adiciones posteriores hechas por el cine (ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»)
Y si tomamos exclusivamente la novela, podemos deducir, y hasta probar, que Drácula no solo no se enamoró de Mina Murray, sino que además fue incapaz de sentir algo remotamente parecido al amor (ver: ¿Drácula era menos inteligente de lo que creíamos?).
Un poco de contexto.
Drácula vive recluido en su castillo, solo, sin amigos ni sirvientes, y dentro de una geografía rural que le asegura la mayor discreción. Según la descripción de Bram Stoker, no es para nada un individuo apuesto. De hecho, le asigna rasgos animales, con tupidas cejas, manos extremadamente hirsutas y un aliento nauseabundo (ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche).
En este punto es importante hacer una aclaración: las tres novias de Drácula también viven en el castillo, pero no como compañeras o concubinas, sino como agentes de sus designios para casos particulares, por ejemplo, mantener cautivo a Jonathan Harker en su ausencia (ver: Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula).
Ahora bien, en ningún momento de la novela se dice que esas tres mujeres son vampiresas; el término no se emplea. En cambio, se las describe como diabólicas, monstruosas, y, en mayor medida, como horribles (ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker)
¿Y qué es lo que tienen de horrible? Para la mirada victoriana, porque se trata de mujeres independientes en ciertos aspectos que se circunscriben al reino del deseo (ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker).
En la novela de Bram Stoker, Drácula es un vampiro; no un simple parásito que merodea por los cementerios, como los Ghouls, sino un vampiro astuto, antiguo, y con habilidades extraordinarias que lo vuelven especialmente aterrador, como convertirse en lobo, en murciélago, en búho, en rata, o bien disolverse en la niebla (ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes)
La relación de Drácula con el reino animal es significativa en la novela. Si bien Bram Stoker no lo aclara del todo, es justo suponer que el vampiro gobierna sobre todos los animales nocturnos como consecuencia de sus muchos años de no-vida (ver: ¡Este hombre me pertenece!)
Pero las habilidades de Drácula no son inagotables; de hecho, solo las emplea en dos situaciones específicas: al acechar y capturar a una nueva víctima, o bien al huir de sus enemigos (ver: Drácula visita Salem's Lot)
En este contexto, Drácula es pragmático; no hace ostentación de sus poderes ni los emplea en situaciones banales. En todo caso, actúa como un verdadero depredador, que saca a relucir sus habilidades sólo cuando son necesarias para subsistir (ver: Drácula y las mujeres)
Sin embargo, los poderes del vampiro parecen escasos en comparación con la gran cantidad de desventajas que debe sobrellevar: Drácula no soporta la luz del sol, tampoco el ajo, los crucifijos, no se refleja en los espejos; y debe ser invitado para poder ingresar en una casa.
No obstante, también tiene recursos que le permiten soslayar sus puntos débiles. Por ejemplo, es capaz de atraer a cualquier mujer que desee solo con el poder de su mirada. De hecho, basta mirarlo a los ojos para perder completamente la voluntad y, al menos por un tiempo, estar obligado a cumplir sus órdenes. Este último poder únicamente es eficaz cuando el vampiro está frente a una sola persona (ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra)
Todo lo dicho anteriormente sirve de ejemplo para una cuestión que Bram Stoker pone de manifiesto muchas veces a lo largo del libro, casi siempre en la voz de Abraham Van Helsing: Drácula no es capaz de experimentar todo el rango de las emociones humanas, sino únicamente las negativas.
Y más aún, Drácula solo se relaciona con los seres humanos dentro de un estrecho rango de emociones: hambre, odio, miedo y desprecio. Esto significa que es incapaz de sentir emociones tales como el amor, salvo que pensemos que un depredador puede enamorarse de su presa.
Ahora bien, si Drácula no puede amar, del mismo modo en que un lobo no puede enamorarse de un cordero, ¿por qué concibe un plan tan audaz para poseer a Mina Murray? (ver: La maternidad fallida en «Drácula»)
La explicación es mucho más pragmática de lo que podríamos suponer, y prescinde por completo del amor.
Drácula utiliza a Jonathan Harker para adquirir una gran cantidad de propiedades en Londres. Su plan no queda claro en la novela, pero podemos suponer que el vampiro desea salir de su aislamiento e instalarse en una gran ciudad.
Para ello necesita varias casas seguras en las cuales pernoctar. Harker se las provee, desde luego, sin saber que se trataba de un vampiro. Una vez logrado ese objetivo, Drácula necesita eliminar a todas las personas que conocen la ubicación de esas propiedades: Renfield es la primera víctima, pero Harker; que de algún modo ha logrado escapar del castillo de Transilvania, complica un poco las cosas [ver: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield»]
Mina Harker, a su vez, es la verdadera heroína de Drácula; pero eso es algo que recién empezamos a vislumbrar en el capítulo 21 de la novela, cuando el vampiro finalmente la ataca e inicia su proceso de transformación.
Ese ataque no es caprichoso. Drácula convierte a Mina justo cuando su prometido, Jonathan Harker, y un grupo de aliados (Seward, Van Helsing y Holmwood), se disponen a encontrar esas propiedades seguras y quemar los ataúdes con tierra que el conde ha tomado la precaución traído desde Transilvania.
Pero la maniobra de distracción solo funciona a medias, porque Mina Murray es, por lejos, el personaje más inteligente a intuitivo de la novela. A ella, y no a Van Helsing, se debe el plan que finalmente terminará por matar al vampiro.
Durante el proceso de convertirse en vampiro, Mina está conectada a la mente de Drácula, y, en consecuencia, puede ver, oír y sentir todo lo que el conde experimenta. Esto hace que Drácula tenga un solo recurso: huir de nuevo a Transilvania. Y así lo hace, pero es seguido de cerca por sus adversarios gracias a la información que Mina, en estado de trance hipnótico, les provee.
Es decir que el ataque a Mina no tiene ninguna relación con el amor, sino más bien con una acción deliberada para distraer a sus enemigos y así proteger las casas seguras que Drácula había establecido en la ciudad.
De hecho, el único momento de la novela en el que el amor se hace presente, es cuando Mina, ya al final, le ruega a sus amigos que tengan misericordia por el conde Drácula; por el cual siente únicamente lástima.
Leyendas de vampiros. I Libros de vampiros.
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5 comentarios:
Estoy de acuerdo.
Por lo que recuerdo, está claro que esas tres novias, concubinas, son sobrenaturales. Se describe que pueden dispersarse a si misma para volar por la luz de la luna. Y volver a corporizarse.
El hecho de que sean usadas para vigilar a Harker, no implica que no sean concubinas o novias. Sólo que Dracula es manipulador.
Está el detalle de que la novela es epistolar, se conoce el punto de vista de diversos personajes. No el de Dracula, así que no se sabe lo que piensa, lo que siente. Lo que presentan los diversos fragmentos es algo subjetivo, podría no ser tan exacta la descrición que se da del vampiro.
Estoy de acuerdo en que las tres vampiras son concubinas
Perfecto todo!
Dice "Drácula utiliza a Renfield y a Jonathan Harker —dos agentes de bienes raíces— para adquirir una gran cantidad de propiedades en Londres." Pero no es Renfield sino que es el sr. Hawkins el agente de bienes raices, él le da a Jonathan la tarea de ir y ayudar al conde.
Renfield es un loco, paciente del dr. Seward.
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