«Piras y tumbas»: Théophile Gautier; poema y análisis.
Piras y tumbas (Bûchers et tombeaux) es un poema gótico del escritor francés Théophile Gautier (1811-1872), publicado originalmente en la antología de 1852: Esmaltes y camafeos (Emaux et Camées).
Piras y tumbas, uno de los mejores poemas de Théophile Gautier, expresa una idea muy extendida en el Romanticismo: la Muerte puede ser bella para quien sabe mirarla [ver: Filosofía del Romanticismo]
Por supuesto, esta belleza está más relacionada con lo natural que con lo estéticamente agradable. En la mayoría de sus poemas [y Piras y tumbas no es la excepción], Théophile Gautier asocia la Muerte con esta belleza producto del ciclo natural de las cosas. En este contexto, la Muerte no aparece bajo su típica máscara gótica; es decir, como un cadáver corrupto o una momia disecada. Su sonrisa no es la de un esqueleto desdentado sino la de una amante que muestra sus hermosos dientes blancos y desnudos.
Al eliminar todo rastro de corrupción, Théophile Gautier intenta redescubrir la relación armoniosa que los seres humanos tenían con la Muerte antes del surgimiento del cristianismo. El tiempo del paganismo fue, para Théophile Gautier, el de la belleza; una época en la que los seres humanos representaban a la Muerte no como un reseco cadáver andante, sino con símbolos que sugieren la naturalidad del ciclo de vida. En este contexto, el lamento del paganismo irrumpe en Piras y tumbas. Es un largo grito de resentimiento contra el cristianismo que sembró en el hombre la idea de que su futuro es el polvo, no la continuidad en la naturaleza:
Ahora el Olimpo cede al Calvario;
¡Júpiter al Nazareno!
Las voces están llamando, «¡Pan está muerto!»
El anochecer se profundiza.
Sobre la negra sábana de la pena extendida
brilla el esqueleto blanqueado.
¡Júpiter al Nazareno!
Las voces están llamando, «¡Pan está muerto!»
El anochecer se profundiza.
Sobre la negra sábana de la pena extendida
brilla el esqueleto blanqueado.
Con la muerte de Pan y el advenimiento del cristianismo, el crepúsculo se hace más profundo y el esqueleto empiez a brillar; es decir, a reemplazar las antiguas imágenes y representaciones de la Muerte [ver: ¡Pan no ha muerto!]
Piras y tumbas es un anhelo, un sueño imposible: el regreso a la visión de la Muerte del paganismo clásico. Pero Théophile Gautier no es un pitagórico. No cree que el tiempo realmente puede retroceder, «traer de vuelta el orden de los viejos tiempos». Pero cree posible el olvido, una especie de Leteo que borre las pesadillas nacidas de la civilización cristiana.
En Piras y tumbas, Théophile Gautier critica el arte cristiano por haber establecido al Esqueleto como representación de la Muerte, y ansía el regreso del paganismo, de su arte que representaba a la Muerte de una manera más elegíaca, mediante símbolos tomados de la naturaleza, como la mariposa, los pájaros, los árboles.
¡Vuelve, vuelve, hermoso Arte antiguo!
¡Y cubre con tu brillo de mármol
este esqueleto gótico! ¡Cada parte
consúmase en las llamas del fuego supremo!
Si el hombre es entonces una criatura
hecha a la imagen de Dios, cuando
la imagen se desvanezca, destrozada,
¡que los fragmentos alimenten el fuego!
¡Y cubre con tu brillo de mármol
este esqueleto gótico! ¡Cada parte
consúmase en las llamas del fuego supremo!
Si el hombre es entonces una criatura
hecha a la imagen de Dios, cuando
la imagen se desvanezca, destrozada,
¡que los fragmentos alimenten el fuego!
En Piras y tumbas, Théophile Gautier critica el arte cristiano por haber establecido al Esqueleto como representación de la Muerte, y ansía el regreso del paganismo, de su arte que representaba a la Muerte de una manera más elegíaca, mediante símbolos tomados de la naturaleza, como la mariposa, los pájaros, los árboles.
En este contexto, Théophile Gautier intenta recuperar la dignidad de la Muerte, salvarla de la «degradación de la tumba»:
Piras y tumbas.
Bûchers et tombeaux, Théophile Gautier (1811-1872)
Ningún cadáver sombrío mostró sus defectos
en los días felices del arte pagano,
y el hombre, contento con lo que vio,
no despojó el velo del corazón de la belleza.
Ninguna forma una vez amada que yacía enterrada,
un espectro espantoso para horrorizar,
dejó caer poco a poco su carne,
como una a una nuestras vestiduras caen;
o, cuando los días habían pasado
y las piedras abovedadas se encogían,
se mostraban desnudos al ojo atrevido
un montón de huesos que traqueteaban.
Rescatadas de la pira funeraria,
las cenizas de la vida, el residuo de luz,
yacía suave, y, gastado el fuego purificador,
la dulce urna conservaba la suma del cuerpo,
La suma de todo lo que la tierra puede reclamar
de la mariposa del alma,
todo que queda de la llama gastada
sobre el trípode al final.
Entre hojas de acanto y flores
en el mármol blanco iban alegremente
los amores y las bacantes todas las horas,
bailando alrededor del monumento.
A lo sumo, un pequeño Genio salvaje
pisoteaba una llama en la penumbra,
y el florecimiento armonioso del arte sonreía
sobre la tristeza de la tumba.
La tumba era entonces un lugar agradable.
Como el lecho de un niño que se adormece,
con muchas bellas y risueñas gracias,
la alegría de la vida rodeaba a la muerte.
Entonces la muerte ocultaba su faz demacrada,
en cuyas cuencas profundas, nariz hundida
y boca reseca rondan nuestros espíritus,
más allá de cualquier sueño que muestre el horror.
El monstruo vestido de carne
ocultaba profundamente su grosera forma espectral,
y miradas vírgenes, alegres por la belleza,
se dirigían francamente al joven desnudo.
Dioses, a quienes el Arte siempre debe confesar,
gobernaron la propiedad del cielo marmóreo.
Ahora el Olimpo cede al Calvario;
¡Júpiter al Nazareno!
Las voces están llamando, «¡Pan está muerto!»
El anochecer se profundiza dentro, fuera.
Sobre la negra sábana de la pena extendida
brilla el esqueleto blanqueado.
Se desliza hasta la lápida desnuda,
y la firma con un párrafo salvaje,
cuelga una corona de huesos para brillar sobre
el sepulcro profanado por la muerte.
Levanta la tapa del ataúd, bebe
el aire mohoso, y mira dentro,
muestra un anillo de costillas y se ríe
para siempre con su horrible mueca.
Impulsa a la flota de la Muerte a danzar,
al Emperador, al Papa, al Rey,
y hace brincar al pálido corcel,
y abatir al valeroso guerrero;
detrás la cortesana se acerca sigilosamente
y hace muecas en su espejo;
bebe de la copa temblorosa del enfermo;
se adentra en la misa dorada del avaro.
Por encima de la yunta hace girar la correa,
con hueso por aguijón para apresurarla,
sigue el camino del labrador
y guía los surcos a un pozo.
Viene, el huésped no deseado,
y acecha debajo de la silla del banquete,
sin que la pálida novia lo vea, para arrebatarle
su pequeña liga de seda.
El número aumenta: los jóvenes dan la mano
a los viejos, y ninguno puede huir.
La irresistible sarabanda
compele a toda la humanidad.
Adelante corre el espantoso alto y desgarbado,
jugando al rabel, bailando locamente,
contra la oscuridad,
como lo dibujó Holbein —horror-triste—,
o, si los tiempos son frívolos,
ata el sudario alrededor de sus caderas:
entonces, como un Cupido travieso,
salta por el salón de baile,
Y hacia tumbas talladas vuelve,
donde descansan marquesas recatadas,
hastiadas de amor, con un disfraz exquisito,
en capillas sombrías y pomposas.
¡Pero oculta por fin tu espantosa forma,
actor carcomido! El tiempo suficiente,
en el lánguido melodrama de la muerte,
has interpretado tu papel sin rechazo.
¡Vuelve, vuelve, oh, Arte antiguo!
¡Y cubre con tu brillo de mármol
este esqueleto gótico! ¡Cada parte
consúmase en las llamas del fuego supremo!
Si el hombre es entonces una criatura
hecha a la imagen de Dios, cuando
la imagen se desvanezca, destrozada,
¡que los fragmentos solitarios alimenten el fuego!
¡Forma inmortal! ¡Elévate en llamas
de nuevo a la fuente de la belleza,
no dejes que tu barro soporte la vergüenza,
la degradación de la tumba!
Poemas góticos. I Poemas de Théophile Gautier.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Théophile Gautier: Piras y tumbas (Bûchers et tombeaux), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
¡Forma inmortal! ¡Elévate en llamas
de nuevo a la fuente de la belleza,
no dejes que tu barro soporte la vergüenza,
la degradación de la tumba!
de nuevo a la fuente de la belleza,
no dejes que tu barro soporte la vergüenza,
la degradación de la tumba!
Piras y tumbas.
Bûchers et tombeaux, Théophile Gautier (1811-1872)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Ningún cadáver sombrío mostró sus defectos
en los días felices del arte pagano,
y el hombre, contento con lo que vio,
no despojó el velo del corazón de la belleza.
Ninguna forma una vez amada que yacía enterrada,
un espectro espantoso para horrorizar,
dejó caer poco a poco su carne,
como una a una nuestras vestiduras caen;
o, cuando los días habían pasado
y las piedras abovedadas se encogían,
se mostraban desnudos al ojo atrevido
un montón de huesos que traqueteaban.
Rescatadas de la pira funeraria,
las cenizas de la vida, el residuo de luz,
yacía suave, y, gastado el fuego purificador,
la dulce urna conservaba la suma del cuerpo,
La suma de todo lo que la tierra puede reclamar
de la mariposa del alma,
todo que queda de la llama gastada
sobre el trípode al final.
Entre hojas de acanto y flores
en el mármol blanco iban alegremente
los amores y las bacantes todas las horas,
bailando alrededor del monumento.
A lo sumo, un pequeño Genio salvaje
pisoteaba una llama en la penumbra,
y el florecimiento armonioso del arte sonreía
sobre la tristeza de la tumba.
La tumba era entonces un lugar agradable.
Como el lecho de un niño que se adormece,
con muchas bellas y risueñas gracias,
la alegría de la vida rodeaba a la muerte.
Entonces la muerte ocultaba su faz demacrada,
en cuyas cuencas profundas, nariz hundida
y boca reseca rondan nuestros espíritus,
más allá de cualquier sueño que muestre el horror.
El monstruo vestido de carne
ocultaba profundamente su grosera forma espectral,
y miradas vírgenes, alegres por la belleza,
se dirigían francamente al joven desnudo.
Dioses, a quienes el Arte siempre debe confesar,
gobernaron la propiedad del cielo marmóreo.
Ahora el Olimpo cede al Calvario;
¡Júpiter al Nazareno!
Las voces están llamando, «¡Pan está muerto!»
El anochecer se profundiza dentro, fuera.
Sobre la negra sábana de la pena extendida
brilla el esqueleto blanqueado.
Se desliza hasta la lápida desnuda,
y la firma con un párrafo salvaje,
cuelga una corona de huesos para brillar sobre
el sepulcro profanado por la muerte.
Levanta la tapa del ataúd, bebe
el aire mohoso, y mira dentro,
muestra un anillo de costillas y se ríe
para siempre con su horrible mueca.
Impulsa a la flota de la Muerte a danzar,
al Emperador, al Papa, al Rey,
y hace brincar al pálido corcel,
y abatir al valeroso guerrero;
detrás la cortesana se acerca sigilosamente
y hace muecas en su espejo;
bebe de la copa temblorosa del enfermo;
se adentra en la misa dorada del avaro.
Por encima de la yunta hace girar la correa,
con hueso por aguijón para apresurarla,
sigue el camino del labrador
y guía los surcos a un pozo.
Viene, el huésped no deseado,
y acecha debajo de la silla del banquete,
sin que la pálida novia lo vea, para arrebatarle
su pequeña liga de seda.
El número aumenta: los jóvenes dan la mano
a los viejos, y ninguno puede huir.
La irresistible sarabanda
compele a toda la humanidad.
Adelante corre el espantoso alto y desgarbado,
jugando al rabel, bailando locamente,
contra la oscuridad,
como lo dibujó Holbein —horror-triste—,
o, si los tiempos son frívolos,
ata el sudario alrededor de sus caderas:
entonces, como un Cupido travieso,
salta por el salón de baile,
Y hacia tumbas talladas vuelve,
donde descansan marquesas recatadas,
hastiadas de amor, con un disfraz exquisito,
en capillas sombrías y pomposas.
¡Pero oculta por fin tu espantosa forma,
actor carcomido! El tiempo suficiente,
en el lánguido melodrama de la muerte,
has interpretado tu papel sin rechazo.
¡Vuelve, vuelve, oh, Arte antiguo!
¡Y cubre con tu brillo de mármol
este esqueleto gótico! ¡Cada parte
consúmase en las llamas del fuego supremo!
Si el hombre es entonces una criatura
hecha a la imagen de Dios, cuando
la imagen se desvanezca, destrozada,
¡que los fragmentos solitarios alimenten el fuego!
¡Forma inmortal! ¡Elévate en llamas
de nuevo a la fuente de la belleza,
no dejes que tu barro soporte la vergüenza,
la degradación de la tumba!
Le squelette était invisible,
Au temps heureux de l'Art païen;
L'homme, sous la forme sensible,
Content du beau, ne cherchait rien.
Pas de cadavre sous la tombe,
Spectre hideux de l'être cher,
Comme d'un vêtement qui tombe
Se déshabillant de sa chair,
Et, quand la pierre se lézarde,
Parmi les épouvantements,
Montrait à l'oeil qui s'y hasarde
Une armature d'ossements;
Mais au feu du bûcher ravie
Une pincée entre les doigts,
Résidu léger de la vie,
Qu'enserrait l'urne aux flancs étroits;
Ce que le papillon de l'âme
Laisse de poussière après lui,
Et ce qui reste de la flamme
Sur le trépied, quand elle a lui!
Entre les fleurs et les acanthes,
Dans le marbre joyeusement,
Amours, aegipans et bacchantes
Dansaient autour du monument
;
Tout au plus un petit génie
Du pied éteignait un flambeau;
Et l'art versait son harmonie
Sur la tristesse du tombeau.
Les tombes étaient attrayantes:
Comme on fait d'un enfant qui dort,
D'images douces et riantes
La vie enveloppait la mort;
La mort dissimulait sa face
Aux trous profonds, au nez camard,
Dont la hideur railleuse efface
Les chimères du cauchemar.
Le monstre, sous la chair splendide
Cachait son fantôme inconnu,
Et l'oeil de la vierge candide
Allait au bel éphèbe nu.
Des dieux que l'art toujours révère
Trônaient au ciel marmoréen;
Mais l'Olympe cède au Calvaire,
Jupiter au Nazaréen;
Une voix dit: Pan est mort ! - L'ombre
S'étend. - Comme sur un drap noir,
Sur la tristesse immense et sombre
Le blanc squelette se fait voir;
Il signe les pierres funèbres
De son paraphe de fémurs,
Pend son chapelet de vertèbres
Dans les charniers, le long des murs,
Des cercueils lève le couvercle
Avec ses bras aux os pointus;
Dessine ses côtes en cercle
Et rit de son large rictus;
Il pousse à la danse macabre
L'empereur, le pape et le roi,
Et de son cheval qui se cabre
Jette bas le preux plein d'effroi;
Il entre chez la courtisane
Et fait des mines au miroir,
Du malade il boit la tisane,
De l'avare ouvre le tiroir;
Piquant l'attelage qui rue
Avec un os pour aiguillon,
Du laboureur à la charrue
Termine en fosse le sillon;
Et, parmi la foule priée,
Hôte inattendu, sous le banc,
Vole à la pâle mariée
Sa jarretière de ruban.
A chaque pas grossit la bande;
Le jeune au vieux donne la main;
L'irrésistible sarabande
Met en branle le genre humain.
Le spectre en tête se déhanche,
Dansant et jouant du rebec,
Et sur fond noir, en couleur blanche,
Holbein l'esquisse d'un trait sec.
Quand le siècle devient frivole
Il suit la mode; en tonnelet
Retrousse son linceul et vole
Comme un Cupidon de ballet
Au tombeau-sofa des marquises
Qui reposent, lasses d'amour,
En des attitudes exquises,
Dans les chapelles Pompadour.
Mais voile-toi, masque sans joues,
Comédien que le ver rnord,
Depuis assez longtemps tu joues
Le mélodrame de la Mort.
Reviens, reviens, bel art antique,
De ton paros étincelant
Couvrir ce squelette gothique;
Dévore-le, bûcher brûlant!
Si nous sommes une statue
Sculptée à l'image de Dieu,
Quand cette image est abattue,
Jetons-en les débris au feu.
Toi, forme immortelle, remonte
Dans la flamme aux sources du beau,
Sans que ton argile ait la honte
Et les misères du tombeau!
Théophile Gautier (1811-1872)
Au temps heureux de l'Art païen;
L'homme, sous la forme sensible,
Content du beau, ne cherchait rien.
Pas de cadavre sous la tombe,
Spectre hideux de l'être cher,
Comme d'un vêtement qui tombe
Se déshabillant de sa chair,
Et, quand la pierre se lézarde,
Parmi les épouvantements,
Montrait à l'oeil qui s'y hasarde
Une armature d'ossements;
Mais au feu du bûcher ravie
Une pincée entre les doigts,
Résidu léger de la vie,
Qu'enserrait l'urne aux flancs étroits;
Ce que le papillon de l'âme
Laisse de poussière après lui,
Et ce qui reste de la flamme
Sur le trépied, quand elle a lui!
Entre les fleurs et les acanthes,
Dans le marbre joyeusement,
Amours, aegipans et bacchantes
Dansaient autour du monument
;
Tout au plus un petit génie
Du pied éteignait un flambeau;
Et l'art versait son harmonie
Sur la tristesse du tombeau.
Les tombes étaient attrayantes:
Comme on fait d'un enfant qui dort,
D'images douces et riantes
La vie enveloppait la mort;
La mort dissimulait sa face
Aux trous profonds, au nez camard,
Dont la hideur railleuse efface
Les chimères du cauchemar.
Le monstre, sous la chair splendide
Cachait son fantôme inconnu,
Et l'oeil de la vierge candide
Allait au bel éphèbe nu.
Des dieux que l'art toujours révère
Trônaient au ciel marmoréen;
Mais l'Olympe cède au Calvaire,
Jupiter au Nazaréen;
Une voix dit: Pan est mort ! - L'ombre
S'étend. - Comme sur un drap noir,
Sur la tristesse immense et sombre
Le blanc squelette se fait voir;
Il signe les pierres funèbres
De son paraphe de fémurs,
Pend son chapelet de vertèbres
Dans les charniers, le long des murs,
Des cercueils lève le couvercle
Avec ses bras aux os pointus;
Dessine ses côtes en cercle
Et rit de son large rictus;
Il pousse à la danse macabre
L'empereur, le pape et le roi,
Et de son cheval qui se cabre
Jette bas le preux plein d'effroi;
Il entre chez la courtisane
Et fait des mines au miroir,
Du malade il boit la tisane,
De l'avare ouvre le tiroir;
Piquant l'attelage qui rue
Avec un os pour aiguillon,
Du laboureur à la charrue
Termine en fosse le sillon;
Et, parmi la foule priée,
Hôte inattendu, sous le banc,
Vole à la pâle mariée
Sa jarretière de ruban.
A chaque pas grossit la bande;
Le jeune au vieux donne la main;
L'irrésistible sarabande
Met en branle le genre humain.
Le spectre en tête se déhanche,
Dansant et jouant du rebec,
Et sur fond noir, en couleur blanche,
Holbein l'esquisse d'un trait sec.
Quand le siècle devient frivole
Il suit la mode; en tonnelet
Retrousse son linceul et vole
Comme un Cupidon de ballet
Au tombeau-sofa des marquises
Qui reposent, lasses d'amour,
En des attitudes exquises,
Dans les chapelles Pompadour.
Mais voile-toi, masque sans joues,
Comédien que le ver rnord,
Depuis assez longtemps tu joues
Le mélodrame de la Mort.
Reviens, reviens, bel art antique,
De ton paros étincelant
Couvrir ce squelette gothique;
Dévore-le, bûcher brûlant!
Si nous sommes une statue
Sculptée à l'image de Dieu,
Quand cette image est abattue,
Jetons-en les débris au feu.
Toi, forme immortelle, remonte
Dans la flamme aux sources du beau,
Sans que ton argile ait la honte
Et les misères du tombeau!
Théophile Gautier (1811-1872)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Poemas góticos. I Poemas de Théophile Gautier.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Théophile Gautier: Piras y tumbas (Bûchers et tombeaux), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
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