¡Vamos a R'lyeh! [con Freud y Kristeva]
Hasta la llegada de H.P. Lovecraft, el relato de terror a menudo giraba alrededor de dispositivos como casas embrujadas, fantasmas, vampiros y asesinatos misteriosos; sin embargo, en el ensayo de 1927: El horror sobrenatural en la literatura, el flaco de Providence cuestionó estos elementos. Allí sostuvo que debe haber una clara distinción entre la literatura del mero miedo físico, lo mundanamente espantoso y su propio tipo de ficción, el Horror Cósmico (ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico).
El Horror Cósmico, señala Lovecraft:
Tiene algo más que un asesinato secreto, huesos ensangrentados o sábanas arrastrando cadenas, en cambio, debe estar presente una cierta atmósfera de inexplicable pavor despertada por fuerzas externas desconocidas; y debe haber indicios de la concepción más terrible del cerebro humano: una suspensión o derrota maligna y particular de esas leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única salvaguarda contra los asaltos del caos y los demonios del espacio sin límites.
Si bien el Horror Cósmico aparecía intermitentemente, por ejemplo, en la ficción de autores como Algernon Blackwood y Arthur Machen, no estaba del todo categorizado en términos de atmósfera. Entonces, ¿qué es lo que crea esta atmósfera de Horror Cósmico en las cuentos de Lovecraft? A simple vista, el punto de vista lovecraftiano parece estar desprovisto de interés psicológico, haciendo que sus horrores se originen en un exterior ininteligible. Sin embargo, esto es un error. Lovecraft tiene una base psicológica clara, ya que se basa en las nociones relativas a la identidad y los límites del yo (ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa)
En todo caso. el Horror Cósmico surge cuando estas nociones de identidad son violadas, y las fronteras del yo se traspasan. Para lograr este efecto, Lovecraft utiliza elementos como el escenario, los personajes, el estilo narrativo y la estructura de una manera que evoca estos sentimientos de desorden de identidad. De hecho, Lovecraft se comprende mejor en términos psicológicos, más específicamente dentro de las teorías de Sigmund Freud y Julia Kristeva sobre lo Siniestro y lo Abyecto respectivamente (ver: Lo Siniestro en la ficción: cuando lo familiar se vuelve extraño)
De todos los relatos de Lovecraft donde se exploran estas nociones del Horror Cósmico con una base psicológica, el más notable de todos es La Llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), una de sus obras fundamentales. Básicamente es una historia que gira alrededor de una investigación sobre Cthulhu, una deidad antigua y alienígena que yace muerta pero soñando en la ciudad hundida de R'lyeh (ver: Cthulhu: origen e historia según el canon de H.P. Lovecraft).
Cthulhu es representado como un humanoide hinchado y alado de un tamaño descomunal, con piel verdosa, escamosa, y cabeza de cefalópodo. A través de leyendas, diarios, testimonios, artefactos extraños y rumores, el narrador se entera de que numerosos cultos en todo el mundo esperan el regreso de Cthulhu y el surgimiento de su ciudad (ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos). Finalmente, la investigación lo lleva a un diario escrito por un tal Johansen, el único sobreviviente de un grupo de marineros que se enfrentó a Cthulhu en las laderas de R'lyeh cuando esta emergió brevemente de los abismos oceánicos (ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?)
A continuación, les propongo visitar R'lyeh dentro del espectro freudiano de lo Siniestro y la teoría de la Abyección de Julia Kristeva.
Las teorías de Sigmund Freud sobre lo Siniestro salpican a casi todos los discursos relacionados con la literatura de terror. Ciertamente los cuentos de Lovecraft no son una excepción, aunque el flaco de Providence cultivaba una particular aversión por las teorías freudianas. De hecho, solo se puso del lado de Freud en un concepto: el miedo a lo desconocido es hereditario e instintivo, un remanente de la juventud de la humanidad que está presente en todos (ver: Lovecraft vs. Freud: la interpretación de los sueños según Cthulhu)
Con o sin su consentimiento, lo Siniestro constituye una parte fundamental de los relatos de Lovecraft. Sus descripciones de lo horrible y lo monstruoso siempre provienen de sugerencias de algo extraño y remoto que, de algún modo, también es familiar y cercano. Para Freud, lo Siniestro es esa clase de miedo que no tiene nada que ver con algo nuevo o ajeno, sino con algo antiguo y familiar establecido en la mente, pero que se encuentra reprimido en el inconsciente. En otras palabras, lo Siniestro es, en última instancia, algo familiar que se ha vuelto desconocido, desfamiliarizado (ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror)
Ahora bien, «desconocido» no equivale a «siniestro». Después de todo, aunque algo desconocido y nuevo fácilmente puede ser aterrador, no siempre es así. Hay que añadir algo para resulte extraño. Ese algo, según Freud, e intuitivamente comprendido por Lovecraft, es ese momento de extrañeza cuando el sujeto siente oscuramente el regreso de un recuerdo hace mucho tiempo reprimido, algo que ocupa una especie de tierra de nadie de la psique, que no pertenece ni al consciente ni al inconsciente, sino a ambos a la vez. En ese instante, el sujeto intuye que es dos mentes simultáneamente, y percibe palpablemente que su Yo es solo un departamento ajeno del inconsciente.
Esta extraordinaria condición de conciencia, paradójicamente, sobre la existencia de regiones remotas e insondables de la mente a las cuales no tenemos acceso, es un requisito indispensable para lo Siniestro. En términos de Jacques Lacan, el efecto asombroso conduce invariablemente a una ruptura de la distinción entre el yo y el otro, el adentro y el afuera, lo familiar y lo desconocido. Esta ruptura constituye un elemento vital en la ficción de Lovecraft.
En sus teorías sobre la Abyección [derivadas del psicoanálisis freudiano y, en particular, de la teoría de lo Siniestro], Julia Kristeva aborda tensiones fronterizas similares. Afirma que lo aterrador vuelve a despertar una ansiedad con respecto a las fronteras del yo [entre el «yo» y el «no-yo»], una ansiedad que se hace eco de la separación temprana del niño con su madre; es decir, cuando los bebés de ocho meses aproximadamente advierten que no forman parte de su madre, que no son un apéndice de ella, sino un ser independiente y, a la vez, totalmente dependiente. A raíz de esta separación entre el yo y la madre, entre sujeto y objeto, existe una condición previa de la individuación, conocida como lo Abyecto.
Lo Abyecto, según Julia Kristeva, es lo intermedio, lo ambiguo, lo compuesto, lo que perturba la identidad, el sistema, el orden. Los sentimientos de horror, entonces, surgen cuando el yo recuerda sus primeros y frágiles intentos de ser un yo. Entonces, Freud y Kristeva enfatizan la confusión y la transgresión de los límites, familiares y desconocidos, como núcleo del horror.
Lo Siniestro en la literatura de terror suele estar vinculado a la figura de la madre, ya que el cuerpo de la madre es, a la vez, el más familiar y extraño de todos los sitios, así como la fuente de todos los deseos. El cuerpo de la mujer, especialmente sus órganos genitales, despiertan universalmente una sensación de extrañeza debido a su familiaridad. Podemos encontrar incontables aplicaciones del uso de la figura de la madre, y de sus genitales, en el horror y el gótico: bóvedas oscuras, abismos, pozos insondables, catacumbas y húmedos pasajes subterráneos, todos se relacionan con este principio (ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico)
En La Llamada de Cthulhu, las imágenes más obvias que evocan este aspecto del cuerpo de la mujer pueden encontrarse en la ciudad de R'lyeh, más específicamente en la ciudadela donde habita Cthulhu. Las primeras descripciones de este espacio hablan de un paisaje urbano monstruoso de rezumante piedra verdosa, y cuya geometría es totalmente incorrecta. A través del énfasis en esta geometría incorrecta, Lovecraft consigue que R'lyeh deje de lado todas las concepciones normales de cómo deberían verse los edificios y las estructuras. Pero R'lyeh también puede reconocerse como algo familiar. Es una ciudad, un conjunto de edificios, raros, por cierto, pero estructuras artificiales después de todo. En todo caso, la geometría incorrecta induce al lector a un estado de incertidumbre con respecto a la naturaleza del lugar.
Por lo tanto, lo familiar se vuelve desconocido, lo que a su vez evoca una sensación de extrañeza.
Tales sensaciones de desfamiliarización se enfatizan aún más en la descripción de R'lyeh realizada por Johansen, quien en vez de tratar de describir cualquier estructura o edificio definido, se detiene solo en impresiones generales de vastos ángulos y superficies de piedra demasiado grandes para pertenecer a algo de esta tierra, cubiertas de horribles imágenes y jeroglíficos. Johansen, en resumen, habla de una geometría onírica, anormal, una arquitectura no euclidiana que sugiere dimensiones y planos de existencia distintos del nuestro (ver: Los Perros de Tindalos y los ángulos del tiempo)
Aquí, la concepción familiar de una «casa» [la ciudadela de Cthulhu] se quiebra por la desfamiliarización de la geometría y la estructura. Dado el inmenso tamaño de R'lyeh, no está claro si los marineros se encuentran con la ciudad entera, o simplemente con la casa de Cthulhu. Sin embargo, el narrador supone que sólo una cima de la montaña, la espantosa ciudadela coronada por un monolito donde fue enterrado el gran Cthulhu, emergió realmente de las aguas, señalando así el hecho de que es solo la «casa» misma la que ha emergió.
El término unheimlich es lo opuesto a heimlich, «hogareño, perteneciente a la casa», en una palabra, «familiar». Y eso es básicamente una casa: nuestro espacio familiar y seguro. Sin embargo, Johansen no puede encontrar nada familiar; de hecho, no puede concentrarse en nada definido, ni puede estimar proporciones, aparte del hecho de que todo es demasiado grande y anormal. Si bien todos los esquemas de arquitectura incorporan nociones de límites espaciales definidos y claros, R'lyeh desafía la razón con sus dimensiones anormales y su indefinición. Esto se ajusta claramente a las convenciones del gótico, en términos de una especie de desorden en las relaciones de significantes y significados que se dan por sentado en nuestra concepción ordinaria de la realidad.
La «casa», entonces, es el símbolo más acabado de lo familiar, lo seguro, lo correcto, lo normal, y cuya profanación produce el despertar de nuestras ansiedades primitivas. Como resultado de tal violación, R'lyeh, la «casa» de Cthulhu, destroza por completo la percepción de Johansen.
Significativamente, la «casa», como símbolo freudiano, simboliza a la figura materna, la cual suele ser representada en la literatura gótica como una figura de horror: peligrosa, asfixiante, monstruosa, casi orgánica (ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico). En su espantosa anormalidad, R'lyeh representa una distorsión de la figura materna. Esta noción se ve subrayada por el hecho de que Johansen se abstiene de proporcionar una descripción adecuada del lugar, salvo por una vaga referencia a un lugar de ensueño. Sin embargo, en esa no-descripción, Johansen invoca inconscientemente imágenes de la figura materna. El propio surgimiento de R'lyeh de las profundidades del océano parece una analogía de la aparición de la figura materna reprimida desde las profundidades del inconsciente (ver: El hombre que realmente vivió en la casa de Cthulhu)
En R'lyeh, la figura materna resurge como una imagen deformada, una perversión, una ciudad-cadáver de pesadilla. Se pueden ver características repulsivas similares en la noción de Julia Kristeva de la madre abyectada, sucia, horrible, nauseabunda, parecida a un cadáver, que debe ser repelida. En su distorsión de la figura materna, R'lyeh representa sin lugar a dudas el tipo de imágenes abominables y extrañas que describe Julia Kristeva (ver: El cuerpo de la mujer en el Horror)
Lovecraft subraya lo misterioso de R'lyeh al enfatizar otro aspecto aterrador que la aproxima a la figura materna de Julia Kristeva: la devoradora. Al hacerlo, resalta las inconfundibles propiedades vaginales de la arquitectura de R'lyeh: bóvedas, cavidades y hendiduras de todo tipo. Estas grietas, un efecto de los ángulos de la geometría antinatural de R'lyeh, producen una distorsión de los componentes centrales de la figura materna: el útero y los genitales. Psicológicamente, los genitales femeninos son percibidos por el niño como caos aterrador, y en general sus representaciones simbólicas tienden a ser negativas. La amenaza de este caos es subrayada por los recuerdos de R'lyeh que nos proporciona Johansen:
Una amenaza retorcida acechaba lascivamente en esos ángulos locamente elusivos de la roca tallada donde una segunda mirada mostró concavidad después de que la primera mostrara convexidad.
Lovecraft fomenta esta impresión de peligro y caos al hacer que uno de los marineros sea tragado por un ángulo de mampostería que no debería haber estado allí; un ángulo que era agudo, pero que se comportaba como obtuso. Por supuesto, existe una tendencia casi patológica en la crítica psicoanalítica de interpretar todas las imágenes cóncavas en la ficción como representaciones de la mujer, sin embargo, las imágenes genitales de R'lyeh son fácilmente reconocibles (ver: El horror hereditario y la enfermedad de Lovecraft)
El relato de Johansen sobre la elusividad casi burlona de las grietas hace que todo el lugar se comporte como un depredador que busca devorar a los marineros. Esta noción se ve reforzada por el peligro, la amenaza, que parece acechar en las grietas, como si esperaran el momento adecuado para atacar. La amenaza de las imágenes vaginales de R'lyeh se confirman cuando la arquitectura abre sus mandíbulas para devorar. En términos de binarios, los ángulos buenos [fálicos] se transforman en malos [vaginales]: los agudos se convierten en obtusos, los convexos en cóncavos. Esto nos recuerda el mito de la vagina dentada, básicamente una boca abierta e insaciable.
Esta imagen de R'lyeh como una madre devoradora se ajusta a la clásica representación de figuras maternas en la ficción de terror, no tanto por su aspecto, sino en su comportamiento. Estas figuras maternas habitualmente buscan atraer al sujeto de regreso al útero primordial, es decir, al tiempo anterior a la individuación del yo, de regreso a la muerte. En este contexto, los genitales femeninos son especialmente óptimos para representar esa trampa (ver: Horror Uterino: descenso hacia el inconsciente colectivo)
Al discutir la naturaleza extraña de esta región de la geografía femenina, Freud señala que este lugar siniestro [unheilich] es la entrada al antiguo hogar [heim] de todos los seres humanos. No obstante, los recuerdos de esta época prenatal se reprimen en el inconsciente y, si se recuerdan parcialmente, despiertan sentimientos extraños. La abertura de la guarida de Cthulhu, la más prominente de las metáforas vaginales de R'lyeh, lo demuestra claramente:
La abertura era negra con una oscuridad casi material. Esa tenebrosidad era ciertamente una cualidad positiva; porque oscureció aquellas partes de las paredes interiores que deberían haber sido reveladas, y en realidad estalló como humo de su encarcelamiento, oscureciendo visiblemente el sol mientras se escabullía hacia el cielo encogido y giboso en el batir de membranosas alas.
Al igual que los ejemplos anteriores de hendiduras devoradoras, este orificio también provoca sentimientos de amenaza. Lovecraft subraya esta impresión en sus descripciones de los fluidos amnióticos que anuncian la llegada de Cthulhu (ver: ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?). Como se ve en el pasaje anterior, estos fluidos ni siquiera son fluidos. En cambio, se describen como una entidad, una presencia animada, casi material de oscuridad, en lugar de una ausencia de luz. Ciertamente es una imagen infernal que, apropiadamente, también retrata una apertura hacia el inconsciente.
En su estado intermedio, casi contradictorio, entre ausencia y presencia de luz y oscuridad, los fluidos amnióticos de R'lyeh sirven como un paralelo al estado intermedio de las excreciones corporales. Al comentar sobre estos desechos orgánicos, Freud señala que estos productos de nuestro cuerpo son inasimilables y ajenos, socavan nuestra identidad por su presencia como no-nosotros y como nosotros alternativamente. Al usar y distorsionar tales fluidos, Lovecraft señala una ruptura de los límites entre sujeto y objeto, entre yo y el no-yo. Por otro lado, el contacto con fluidos corporales resuena en el tiempo de lo abyecto, antes de la individuación, y causa sentimientos de repulsión y horror. En otras palabras, los fluidos amnióticos representados aquí actúan como un recordatorio del nacimiento y el estado prenatal, experiencias cuyos recuerdos evocan lo extraño. De hecho, estos recuerdos, en La llamada de Cthulhu, brotan como humo desde su origen en el pozo del inconsciente (ver: Un sueño, un terremoto, y el nacimiento de Cthulhu)
Los recuerdos del nacimiento, y de la etapa anterior a la individuación, juegan un papel preponderante en La Llamada de Cthulhu, donde el propio Cthulhu emerge desde su cripta.
La figura de la madre, como mencionamos antes, es un símbolo ampliamente utilizado en el gótico y el terror, y este miedo a la madre primordial, según Julia Kristeva, demuestra ser esencialmente un miedo a su poder generativo. Estos temores están encarnados en el surgimiento de Cthulhu, similar a un nacimiento:
El olor que se elevaba desde las profundidades recién abiertas era intolerable, y Hawkins [uno de los marineros] creyó haber escuchado un sonido desagradable y líquido allí abajo. Todo el mundo lo escuchó, y lo seguimos escuchando cuando apareció a la vista, bamboleante, y exprimió a tientas su gelatinosa inmensidad verde a través de la puerta negra.
Aquí, Lovecraft distorisiona la imagen del parto de la figura materna, una expulsión violenta, un desgarro de la materia materna. La abyección, entonces, le recuerda al yo que sus frágiles límites son el resultado del violento proceso de separación del sujeto y el objeto que es el nacimiento. Por lo tanto, cuando Cthulhu emerge de su «útero», sugiere recuerdos de esta primera y reprimida separación. Sin embargo, con la imagen natal de Cthulhu, un monstruo espantoso en lugar de un niño normal, los límites del yo colapsan.
Claramente existen analogías muy interesantes en la forma en la cual Lovecraft construye la atmósfera aterradora de R'lyeh y las teorías psicológicas de Sigmund Freud y Julia Kristeva. El horror que evocan las imágenes femeninas [la figura materna, los genitales femeninos, el embarazo y el nacimiento] se derivan de concepciones de familiaridad enterradas en lo profundo del inconsciente. Del mismo modo, la abyección, argumenta Kristeva, se experimenta como una amenaza desde el exterior que, al mismo tiempo, parece originarse desde el interior. Es, en toda regla, la desfamiliarización del más familiar de todos los recuerdos humanos.
Como imagen distorsionada de la figura materna, R'lyeh se hace eco de la noción de Freud del inconsciente como algo oscuro, antiguo, primitivo, un depósito de deseos sin ley y caos femenino, lo cual no es tan asombroso como parece en un hombre, como Lovecraft, que manifestó su aversión por las teorías psicoanalíticas.
Además, Lovecraft realza el horror de las imágenes femeninas en La Llamada de Cthulhu al enfatizar lo repugnante en sus descripciones, que están llenas de referencias al hedor y la descomposición. Lo repugnante es una fuente importante de horror en la ficción, y puede evocar sentimientos de extrañeza, una noción que Lovecraft ciertamente aprovecha en su descripción de R'lyeh. Como el flaco de Providence subraya repetidamente, R'lyeh exuda un aura de maldad. La describe con palabras que evocan decadencia y olores fétidos, una ciudad-cadáver cuyo aire está contaminado. Además, todo el lugar parece transpirar un limo verde, lo cual no es una sugerencia de vegetación y naturaleza aquí, sino de descomposición, de gangrena (ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico)
El hedor de R'lyeh, además, es tan profundo que el mismo sol parece distorsionado cuando se ve a través del miasma polarizante que brota de esta perversión empapada de mar. En su maldad primordial, R'lyeh sugiere la corrupción de todo lo que normalmente se concibe como correcto o bueno. Incluso el sol está pervertido, polarizado por el el hedor del lugar.
De manera similar, la representación del cuerpo sobre la cual se modela R'lyeh no solo ha sido distorsionada, sino también contaminada por la maldad. El cuerpo, asegura Julia Kristeva, debe ser tanto limpio como propio, no debe tener rastro de su deuda con la naturaleza, para no ser contaminado. Por lo tanto, se puede argumentar que el asco que provoca el cuerpo corrupto de R'lyeh amenaza esta noción del yo limpio y propio, y, en consecuencia, a la identidad misma.
Ahora bien, es conveniente hacer un alto aquí.
A continuación, les propongo visitar R'lyeh dentro del espectro freudiano de lo Siniestro y la teoría de la Abyección de Julia Kristeva.
Las teorías de Sigmund Freud sobre lo Siniestro salpican a casi todos los discursos relacionados con la literatura de terror. Ciertamente los cuentos de Lovecraft no son una excepción, aunque el flaco de Providence cultivaba una particular aversión por las teorías freudianas. De hecho, solo se puso del lado de Freud en un concepto: el miedo a lo desconocido es hereditario e instintivo, un remanente de la juventud de la humanidad que está presente en todos (ver: Lovecraft vs. Freud: la interpretación de los sueños según Cthulhu)
Con o sin su consentimiento, lo Siniestro constituye una parte fundamental de los relatos de Lovecraft. Sus descripciones de lo horrible y lo monstruoso siempre provienen de sugerencias de algo extraño y remoto que, de algún modo, también es familiar y cercano. Para Freud, lo Siniestro es esa clase de miedo que no tiene nada que ver con algo nuevo o ajeno, sino con algo antiguo y familiar establecido en la mente, pero que se encuentra reprimido en el inconsciente. En otras palabras, lo Siniestro es, en última instancia, algo familiar que se ha vuelto desconocido, desfamiliarizado (ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror)
Ahora bien, «desconocido» no equivale a «siniestro». Después de todo, aunque algo desconocido y nuevo fácilmente puede ser aterrador, no siempre es así. Hay que añadir algo para resulte extraño. Ese algo, según Freud, e intuitivamente comprendido por Lovecraft, es ese momento de extrañeza cuando el sujeto siente oscuramente el regreso de un recuerdo hace mucho tiempo reprimido, algo que ocupa una especie de tierra de nadie de la psique, que no pertenece ni al consciente ni al inconsciente, sino a ambos a la vez. En ese instante, el sujeto intuye que es dos mentes simultáneamente, y percibe palpablemente que su Yo es solo un departamento ajeno del inconsciente.
Esta extraordinaria condición de conciencia, paradójicamente, sobre la existencia de regiones remotas e insondables de la mente a las cuales no tenemos acceso, es un requisito indispensable para lo Siniestro. En términos de Jacques Lacan, el efecto asombroso conduce invariablemente a una ruptura de la distinción entre el yo y el otro, el adentro y el afuera, lo familiar y lo desconocido. Esta ruptura constituye un elemento vital en la ficción de Lovecraft.
En sus teorías sobre la Abyección [derivadas del psicoanálisis freudiano y, en particular, de la teoría de lo Siniestro], Julia Kristeva aborda tensiones fronterizas similares. Afirma que lo aterrador vuelve a despertar una ansiedad con respecto a las fronteras del yo [entre el «yo» y el «no-yo»], una ansiedad que se hace eco de la separación temprana del niño con su madre; es decir, cuando los bebés de ocho meses aproximadamente advierten que no forman parte de su madre, que no son un apéndice de ella, sino un ser independiente y, a la vez, totalmente dependiente. A raíz de esta separación entre el yo y la madre, entre sujeto y objeto, existe una condición previa de la individuación, conocida como lo Abyecto.
Lo Abyecto, según Julia Kristeva, es lo intermedio, lo ambiguo, lo compuesto, lo que perturba la identidad, el sistema, el orden. Los sentimientos de horror, entonces, surgen cuando el yo recuerda sus primeros y frágiles intentos de ser un yo. Entonces, Freud y Kristeva enfatizan la confusión y la transgresión de los límites, familiares y desconocidos, como núcleo del horror.
Lo Siniestro en la literatura de terror suele estar vinculado a la figura de la madre, ya que el cuerpo de la madre es, a la vez, el más familiar y extraño de todos los sitios, así como la fuente de todos los deseos. El cuerpo de la mujer, especialmente sus órganos genitales, despiertan universalmente una sensación de extrañeza debido a su familiaridad. Podemos encontrar incontables aplicaciones del uso de la figura de la madre, y de sus genitales, en el horror y el gótico: bóvedas oscuras, abismos, pozos insondables, catacumbas y húmedos pasajes subterráneos, todos se relacionan con este principio (ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico)
En La Llamada de Cthulhu, las imágenes más obvias que evocan este aspecto del cuerpo de la mujer pueden encontrarse en la ciudad de R'lyeh, más específicamente en la ciudadela donde habita Cthulhu. Las primeras descripciones de este espacio hablan de un paisaje urbano monstruoso de rezumante piedra verdosa, y cuya geometría es totalmente incorrecta. A través del énfasis en esta geometría incorrecta, Lovecraft consigue que R'lyeh deje de lado todas las concepciones normales de cómo deberían verse los edificios y las estructuras. Pero R'lyeh también puede reconocerse como algo familiar. Es una ciudad, un conjunto de edificios, raros, por cierto, pero estructuras artificiales después de todo. En todo caso, la geometría incorrecta induce al lector a un estado de incertidumbre con respecto a la naturaleza del lugar.
Por lo tanto, lo familiar se vuelve desconocido, lo que a su vez evoca una sensación de extrañeza.
Tales sensaciones de desfamiliarización se enfatizan aún más en la descripción de R'lyeh realizada por Johansen, quien en vez de tratar de describir cualquier estructura o edificio definido, se detiene solo en impresiones generales de vastos ángulos y superficies de piedra demasiado grandes para pertenecer a algo de esta tierra, cubiertas de horribles imágenes y jeroglíficos. Johansen, en resumen, habla de una geometría onírica, anormal, una arquitectura no euclidiana que sugiere dimensiones y planos de existencia distintos del nuestro (ver: Los Perros de Tindalos y los ángulos del tiempo)
Aquí, la concepción familiar de una «casa» [la ciudadela de Cthulhu] se quiebra por la desfamiliarización de la geometría y la estructura. Dado el inmenso tamaño de R'lyeh, no está claro si los marineros se encuentran con la ciudad entera, o simplemente con la casa de Cthulhu. Sin embargo, el narrador supone que sólo una cima de la montaña, la espantosa ciudadela coronada por un monolito donde fue enterrado el gran Cthulhu, emergió realmente de las aguas, señalando así el hecho de que es solo la «casa» misma la que ha emergió.
El término unheimlich es lo opuesto a heimlich, «hogareño, perteneciente a la casa», en una palabra, «familiar». Y eso es básicamente una casa: nuestro espacio familiar y seguro. Sin embargo, Johansen no puede encontrar nada familiar; de hecho, no puede concentrarse en nada definido, ni puede estimar proporciones, aparte del hecho de que todo es demasiado grande y anormal. Si bien todos los esquemas de arquitectura incorporan nociones de límites espaciales definidos y claros, R'lyeh desafía la razón con sus dimensiones anormales y su indefinición. Esto se ajusta claramente a las convenciones del gótico, en términos de una especie de desorden en las relaciones de significantes y significados que se dan por sentado en nuestra concepción ordinaria de la realidad.
La «casa», entonces, es el símbolo más acabado de lo familiar, lo seguro, lo correcto, lo normal, y cuya profanación produce el despertar de nuestras ansiedades primitivas. Como resultado de tal violación, R'lyeh, la «casa» de Cthulhu, destroza por completo la percepción de Johansen.
Significativamente, la «casa», como símbolo freudiano, simboliza a la figura materna, la cual suele ser representada en la literatura gótica como una figura de horror: peligrosa, asfixiante, monstruosa, casi orgánica (ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico). En su espantosa anormalidad, R'lyeh representa una distorsión de la figura materna. Esta noción se ve subrayada por el hecho de que Johansen se abstiene de proporcionar una descripción adecuada del lugar, salvo por una vaga referencia a un lugar de ensueño. Sin embargo, en esa no-descripción, Johansen invoca inconscientemente imágenes de la figura materna. El propio surgimiento de R'lyeh de las profundidades del océano parece una analogía de la aparición de la figura materna reprimida desde las profundidades del inconsciente (ver: El hombre que realmente vivió en la casa de Cthulhu)
En R'lyeh, la figura materna resurge como una imagen deformada, una perversión, una ciudad-cadáver de pesadilla. Se pueden ver características repulsivas similares en la noción de Julia Kristeva de la madre abyectada, sucia, horrible, nauseabunda, parecida a un cadáver, que debe ser repelida. En su distorsión de la figura materna, R'lyeh representa sin lugar a dudas el tipo de imágenes abominables y extrañas que describe Julia Kristeva (ver: El cuerpo de la mujer en el Horror)
Lovecraft subraya lo misterioso de R'lyeh al enfatizar otro aspecto aterrador que la aproxima a la figura materna de Julia Kristeva: la devoradora. Al hacerlo, resalta las inconfundibles propiedades vaginales de la arquitectura de R'lyeh: bóvedas, cavidades y hendiduras de todo tipo. Estas grietas, un efecto de los ángulos de la geometría antinatural de R'lyeh, producen una distorsión de los componentes centrales de la figura materna: el útero y los genitales. Psicológicamente, los genitales femeninos son percibidos por el niño como caos aterrador, y en general sus representaciones simbólicas tienden a ser negativas. La amenaza de este caos es subrayada por los recuerdos de R'lyeh que nos proporciona Johansen:
Una amenaza retorcida acechaba lascivamente en esos ángulos locamente elusivos de la roca tallada donde una segunda mirada mostró concavidad después de que la primera mostrara convexidad.
Lovecraft fomenta esta impresión de peligro y caos al hacer que uno de los marineros sea tragado por un ángulo de mampostería que no debería haber estado allí; un ángulo que era agudo, pero que se comportaba como obtuso. Por supuesto, existe una tendencia casi patológica en la crítica psicoanalítica de interpretar todas las imágenes cóncavas en la ficción como representaciones de la mujer, sin embargo, las imágenes genitales de R'lyeh son fácilmente reconocibles (ver: El horror hereditario y la enfermedad de Lovecraft)
El relato de Johansen sobre la elusividad casi burlona de las grietas hace que todo el lugar se comporte como un depredador que busca devorar a los marineros. Esta noción se ve reforzada por el peligro, la amenaza, que parece acechar en las grietas, como si esperaran el momento adecuado para atacar. La amenaza de las imágenes vaginales de R'lyeh se confirman cuando la arquitectura abre sus mandíbulas para devorar. En términos de binarios, los ángulos buenos [fálicos] se transforman en malos [vaginales]: los agudos se convierten en obtusos, los convexos en cóncavos. Esto nos recuerda el mito de la vagina dentada, básicamente una boca abierta e insaciable.
Esta imagen de R'lyeh como una madre devoradora se ajusta a la clásica representación de figuras maternas en la ficción de terror, no tanto por su aspecto, sino en su comportamiento. Estas figuras maternas habitualmente buscan atraer al sujeto de regreso al útero primordial, es decir, al tiempo anterior a la individuación del yo, de regreso a la muerte. En este contexto, los genitales femeninos son especialmente óptimos para representar esa trampa (ver: Horror Uterino: descenso hacia el inconsciente colectivo)
Al discutir la naturaleza extraña de esta región de la geografía femenina, Freud señala que este lugar siniestro [unheilich] es la entrada al antiguo hogar [heim] de todos los seres humanos. No obstante, los recuerdos de esta época prenatal se reprimen en el inconsciente y, si se recuerdan parcialmente, despiertan sentimientos extraños. La abertura de la guarida de Cthulhu, la más prominente de las metáforas vaginales de R'lyeh, lo demuestra claramente:
La abertura era negra con una oscuridad casi material. Esa tenebrosidad era ciertamente una cualidad positiva; porque oscureció aquellas partes de las paredes interiores que deberían haber sido reveladas, y en realidad estalló como humo de su encarcelamiento, oscureciendo visiblemente el sol mientras se escabullía hacia el cielo encogido y giboso en el batir de membranosas alas.
Al igual que los ejemplos anteriores de hendiduras devoradoras, este orificio también provoca sentimientos de amenaza. Lovecraft subraya esta impresión en sus descripciones de los fluidos amnióticos que anuncian la llegada de Cthulhu (ver: ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?). Como se ve en el pasaje anterior, estos fluidos ni siquiera son fluidos. En cambio, se describen como una entidad, una presencia animada, casi material de oscuridad, en lugar de una ausencia de luz. Ciertamente es una imagen infernal que, apropiadamente, también retrata una apertura hacia el inconsciente.
En su estado intermedio, casi contradictorio, entre ausencia y presencia de luz y oscuridad, los fluidos amnióticos de R'lyeh sirven como un paralelo al estado intermedio de las excreciones corporales. Al comentar sobre estos desechos orgánicos, Freud señala que estos productos de nuestro cuerpo son inasimilables y ajenos, socavan nuestra identidad por su presencia como no-nosotros y como nosotros alternativamente. Al usar y distorsionar tales fluidos, Lovecraft señala una ruptura de los límites entre sujeto y objeto, entre yo y el no-yo. Por otro lado, el contacto con fluidos corporales resuena en el tiempo de lo abyecto, antes de la individuación, y causa sentimientos de repulsión y horror. En otras palabras, los fluidos amnióticos representados aquí actúan como un recordatorio del nacimiento y el estado prenatal, experiencias cuyos recuerdos evocan lo extraño. De hecho, estos recuerdos, en La llamada de Cthulhu, brotan como humo desde su origen en el pozo del inconsciente (ver: Un sueño, un terremoto, y el nacimiento de Cthulhu)
Los recuerdos del nacimiento, y de la etapa anterior a la individuación, juegan un papel preponderante en La Llamada de Cthulhu, donde el propio Cthulhu emerge desde su cripta.
La figura de la madre, como mencionamos antes, es un símbolo ampliamente utilizado en el gótico y el terror, y este miedo a la madre primordial, según Julia Kristeva, demuestra ser esencialmente un miedo a su poder generativo. Estos temores están encarnados en el surgimiento de Cthulhu, similar a un nacimiento:
El olor que se elevaba desde las profundidades recién abiertas era intolerable, y Hawkins [uno de los marineros] creyó haber escuchado un sonido desagradable y líquido allí abajo. Todo el mundo lo escuchó, y lo seguimos escuchando cuando apareció a la vista, bamboleante, y exprimió a tientas su gelatinosa inmensidad verde a través de la puerta negra.
Aquí, Lovecraft distorisiona la imagen del parto de la figura materna, una expulsión violenta, un desgarro de la materia materna. La abyección, entonces, le recuerda al yo que sus frágiles límites son el resultado del violento proceso de separación del sujeto y el objeto que es el nacimiento. Por lo tanto, cuando Cthulhu emerge de su «útero», sugiere recuerdos de esta primera y reprimida separación. Sin embargo, con la imagen natal de Cthulhu, un monstruo espantoso en lugar de un niño normal, los límites del yo colapsan.
Claramente existen analogías muy interesantes en la forma en la cual Lovecraft construye la atmósfera aterradora de R'lyeh y las teorías psicológicas de Sigmund Freud y Julia Kristeva. El horror que evocan las imágenes femeninas [la figura materna, los genitales femeninos, el embarazo y el nacimiento] se derivan de concepciones de familiaridad enterradas en lo profundo del inconsciente. Del mismo modo, la abyección, argumenta Kristeva, se experimenta como una amenaza desde el exterior que, al mismo tiempo, parece originarse desde el interior. Es, en toda regla, la desfamiliarización del más familiar de todos los recuerdos humanos.
Como imagen distorsionada de la figura materna, R'lyeh se hace eco de la noción de Freud del inconsciente como algo oscuro, antiguo, primitivo, un depósito de deseos sin ley y caos femenino, lo cual no es tan asombroso como parece en un hombre, como Lovecraft, que manifestó su aversión por las teorías psicoanalíticas.
Además, Lovecraft realza el horror de las imágenes femeninas en La Llamada de Cthulhu al enfatizar lo repugnante en sus descripciones, que están llenas de referencias al hedor y la descomposición. Lo repugnante es una fuente importante de horror en la ficción, y puede evocar sentimientos de extrañeza, una noción que Lovecraft ciertamente aprovecha en su descripción de R'lyeh. Como el flaco de Providence subraya repetidamente, R'lyeh exuda un aura de maldad. La describe con palabras que evocan decadencia y olores fétidos, una ciudad-cadáver cuyo aire está contaminado. Además, todo el lugar parece transpirar un limo verde, lo cual no es una sugerencia de vegetación y naturaleza aquí, sino de descomposición, de gangrena (ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico)
El hedor de R'lyeh, además, es tan profundo que el mismo sol parece distorsionado cuando se ve a través del miasma polarizante que brota de esta perversión empapada de mar. En su maldad primordial, R'lyeh sugiere la corrupción de todo lo que normalmente se concibe como correcto o bueno. Incluso el sol está pervertido, polarizado por el el hedor del lugar.
De manera similar, la representación del cuerpo sobre la cual se modela R'lyeh no solo ha sido distorsionada, sino también contaminada por la maldad. El cuerpo, asegura Julia Kristeva, debe ser tanto limpio como propio, no debe tener rastro de su deuda con la naturaleza, para no ser contaminado. Por lo tanto, se puede argumentar que el asco que provoca el cuerpo corrupto de R'lyeh amenaza esta noción del yo limpio y propio, y, en consecuencia, a la identidad misma.
Ahora bien, es conveniente hacer un alto aquí.
La introducción de elementos arquetípicos no necesariamente tiene que ver con aspectos conscientes del autor. Estos bien pueden emerger independientemente, y eso vindica la calidad de un autor, sobre todo si se dedica al horror, como Lovecraft, porque significa que su mente está abierta a las sugerencias de su inconsciente (ver: En la cama de Lovecraft). No jugaremos aquí la carta de los sueños para asegurar que Lovecraft mantenía una frecuente correspondencia con su inconsciente, de hecho, basta leer cualquier relato suyo para percibir cómo estos elementos arquetípicos surgen aquí y allí de forma clara, pero nunca de manera grosera o arbitraria.
Por otro lado, estos elementos prueban la honestidad intelectual de Lovecraft, un escritor lo suficientemente comprometido con su obra como para abordar cuestiones que le causaban un particular rechazo; y que por lo tanto terminan siendo las más significativas (ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas)
H.P. Lovecraft. I Taller gótico.
Más literatura gótica:
Por otro lado, estos elementos prueban la honestidad intelectual de Lovecraft, un escritor lo suficientemente comprometido con su obra como para abordar cuestiones que le causaban un particular rechazo; y que por lo tanto terminan siendo las más significativas (ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas)
H.P. Lovecraft. I Taller gótico.
Más literatura gótica:
- «La Sombra sobre Innsmouth»: del odio racial a la empatía.
- De la luz a la oscuridad: psicología de «El modelo de Pickman».
- «El Extraño» de Lovecraft como secuela de «La Casa Usher» de Poe.
- Borges vs. Lovecraft: dos miradas desde el Laberinto.
1 comentarios:
Un análisis minucioso del trasfondo psicológico en la obra de Lovecraft, muestra claramente lo inherente que es el sentimiento de horror y su inevitable sensación en todas las personas. Excelente!!
Publicar un comentario