La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico


La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico.




Los relatos de casas embrujadas del siglo XIX empalidecen ante la atmósfera opresiva de las mansiones y castillos de la novela gótica clásica; precisamente porque allí importa menos la naturaleza y las intenciones del fantasma que la arquitectura propiamente dicha (ver: Psicología de las Casas Embrujadas)

Una de las principales características de la literatura gótica es que la materia inanimada, y especialmente las grandes construcciones arquitectónicas, como casonas, mansiones y castillos, poseen vida propia, una especie de mentalidad vil, de voluntad siniestra, que se expresa de diversas maneras.

Si las casas son una metáfora de la psique en el Horror, cada rincón del castillo gótico clásico posee, además de un perfil psicológico, atributos físicos, como si se tratara de un gran organismo consciente.

En este contexto, no es infrecuente que los corredores y las paredes de estas costrucciones exhiban poderes auditivos, que las ventanas y torres tengan capacidades ópticas, que el viento a través de las ventanas y grietas parezca un lamento, un quejido, voces antiguas que advierten o amenazan, que las cortinas y tapices y telarañas se muevan como dedos lívidos que tratan de tocar el rostro de los incautos, que los objetos de arte —pinturas, sobre todo— posean una inteligencia vil que las anime.

La Casa gótica es una entidad orgánica y consciente en todos los aspectos; por lo tanto, funciona como un personaje más dentro de la historia.

Ahora bien, una de las razones por las cuales el Gótico floreció en Europa y, salvo excepciones, no tuvo grandes clásicos sobrenaturales en América, se debe a la ausencia de este tipo de construcciones en nuestro continente. Resulta complejo gestar una atmósfera medieval en una tierra que careció de Edad Media.

Sin embargo, y ante la proverbial ausencia de castillos medievales, el Gótico perfiló en América algunos de los ejemplos más notables de casas embrujadas, y no tanto, aunque siempre antiguas, siempre decrépitas, siempre con una historia nefasta detrás. Hill House, de Shirley Jackson, representa muy bien esa naturaleza orgánica y consciente de la que hablábamos antes. De hecho, el Cuarto Rojo de Hill House funciona como el estómago de esa construcción maldita, el cual va digiriendo lentamente a sus ocupantes (ver: La verdadera Entidad que se esconde Hill House)

La Casa embrujada del género Gótico también puede interpretarse como un elemento subversivo del ideal de la vida doméstica. En cierto modo, el Casa Gótica es presentada casi siempre como una fortaleza inexpugnable, un sitio que se cierra sobre sí mismo, que protege su historia, sus secretos, y sobre el cual los lugareños tejen toda clase de conjeturas sin saber realmente qué ocurre dentro de sus muros. Esto permite desarrollar una serie de contradicciones muy interesantes.

Esta es la paradoja de la Casa Gótica: en esencia, es un hogar, razón por la cual debería ser un sitio de seguridad para sus ocupantes; sin embargo, en términos prácticos funciona como una prisión; es decir, no mantiene a los extraños fuera de sus muros, sino que impide que sus ocupantes puedan irse.

El Gótico ha explotado con frecuencia esta ambivalencia en el castillo gótico en términos de hogar que, al mismo tiempo, resulta ser un sitio peligroso, y no solo para el cuerpo, sino para el alma de sus ocupantes (ver: Casas Embrujadas vs. Casas Malditas).

Una Casa capaz de ver, de oír, de hablar, de tocar, seguramente posee algún rincón de su arquitectura que represente las funciones orgánicas elementales. En la Casa Gótica, este sitio es el sótano; en el Castillo Gótico, la mazmorra, las catacumbas, los calabozos (ver: El Horror siempre viene desde el Sótano)

Allí abajo se produce el horror final, donde la protagonista —casi siempre una mujer— se enfrenta a una gran revelación. Durante toda la novela hemos presenciado cómo ella es oprimida por la Casa, cómo poco a poco sus defensas físicas y psíquicas se han ido deteriorando con el objetivo de llevarla finalmente hacia lo profundo, lo subterráneo, lo estomacal, y hasta lo uterino (ver: Horror Uterino), se diría, para ser devorada (ver: Lo Subterráneo en la ficción)

El calabozo, y también el sótano, dentro de las Casas Góticas, es particularmente útil porque permite generar esa abrumadora atmósfera de encierro, que además es una de las reglas más duras del género.

El Gótico ha privilegiado a la Casa como uno de sus principales motivos. Desde sus inicios, con El castillo de Otranto (The Castle of Otranto), de Horace Walpole, el género la ha representado constantemente, no solo como escenario para lo indescriptible, sino, en menos términos más claros, como un personaje más.

Tal vez por eso esas arquitecturas suelen formar parte del título de estas historias, lo cual parece sugerir que la prominencia de la arquitectura excede su función como telón de fondo. Pensemos, por ejemplo, en la Casa Usher, de E.A. Poe, cuya conexión con la familia que la habita va mucho más allá del nombre. En cierto modo, la casa y sus habitantes son parte de la misma entidad orgánica.

A lo largo de su tradición, el Gótico ha revertido hábilmente los parámetros del espacio doméstico, y el poder que éste tiene para desconcertar, fragmentar, y en última instancia destruir a sus habitantes menos que éstos hagan algo para restablecer el orden y la normalidad (ver: Horror Doméstico: cuando lo desconocido se cuela por las grietas de lo cotidiano)

A diferencia de los relatos victorianos de fantasmas, donde la familia que ocupa la Casa es presa de algún tipo de maldición hereditaria, generalmente implícita, que puede durar varias generaciones, el caracter siniestro del Castillo Gótico no es el resultado de una maldición, o de la posesión de una presencia extraña e invisible, sino que deriva de su propia arquitectura; es decir, la Casa en sí misma es la fuente del mal, y quien sea que la ocupe invariablemente se verá influido por su poder.

Dos ejemplos notables dentro de este esquema son La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House) y La casa en el confín de la tierra (The House on the Borderland), este último de William Hope Hogdson.

El Gótico destaca la figura de la Casa como una entidad ambivalente que fluctúa entre su naturaleza como refugio y un espacio hostil que amenaza a sus ocupantes. Este dispositivo es explicado con suma precisión por Sigmund Freud bajo el concepto de lo Siniestro (ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror).

Freud identifica las características de este espacio privado, íntimo, la Casa, como un lugar de seguridad, familiaridad, comodidad y descanso, que revierte su naturaleza para infundir sensaciones exactemente opuestas: amenaza, opresión, peligro.

El Gótico puede resumirse en estos cambios de términos contractuales en la relación entre una Casa, o un Castillo, y sus ocupantes; a veces a través de lo paranormal, otras como resultado de circunstancias más mundanas, como un conflicto familiar o un asesinato.

Este cambio contractual en lo que una Casa debería ser, llamémoslo así, rara vez se advierte inicialmente. Se produce de forma sutil, hasta que resulta demasiado tarde para el protagonista. Por lo tanto, no es asombroso que muchas novelas góticas sean susceptibles de una exégesis psicoanalítica: el protagonista que vacila entre creer y dudar, siempre en un marco de inquietud general, sobre los hechos ominosos que ocurren en la casa, ciertamente funciona como una metáfora eficiente para una persona que lucha con la irracionalidad a medida que se vuelve cada vez más incapaz de diferenciar entre lo real y lo imaginario.

Pero si bien lo misterioso, lo siniestro, se expresa de forma más patente en casi todos los relatos sobrenaturales acerca del espacio doméstico, en el Gótico no se limita exclusivamente en lo paranormal. Tomemos, por ejemplo, algunos de los relatos psicológicos más notables de Edgar Allan Poe, como El gato negro (The Black Cat) y El corazón delator (The Tell-Tale Heart), completamente ausentes de elementos sobrenaturales, y veremos que para lograr su efecto dependen exclusivamente de la Casa, del espacio doméstico, como cómplice y acusador del crimen que se ha cometido dentro de sus muros.

Del mismo modo, el edificio homónimo de La casa de los siete tejados (The House of the Seven Gables), de Nathaniel Hawthorne, se alza como si fuera una enorme cripta viviente que oculta el pasado ominoso de sus ocupantes, mientras perpetúa el destino ingrato de las últimas generaciones. Sin embargo, esta casa también funciona como catalizador, y como único marco posible para la redención de aquella antigua maldición familiar.

Algo similar, en términos de ausencia de elementos sobrenaturales, sucede en Siempre hemos vivido en el castillo (We Have Always Lived in the Castle), de Shirley Jackson, donde una vieja y decrépita mansión familiar funciona como refugio para la retorcida protagonista, que ha asesinado a sus padres. En cierto modo, aquí la casa colabora con los asesinatos al proteger a la protagonista de las influencias del exterior y favorecer su irracionalidad.

La Casa en el Gótico, como vemos, no solo depende de lo sobrenatural para cobrar vida y actuar de forma orgánica, consciente, dentro de la historia.

Es interesante considerar que aquello que constituye el espacio privado en muchas novelas góticas tradicionales, en realidad equivale a una limitación de la libertad de la mujer, aparentemente confinada al interior de la casona familiar con el pretexto de proteger su inocencia cuando, en realidad, esa reclusión fundamentalmente está destinada a subordinarla al control masculino.

Es decir que la protección y la seguridad que ofrecen estos espacios interiores son simplemente un pretexto para mantener a las mujeres en su lugar. El Gótico invariablemente da testimonio de un vínculo íntimo entre la mujer y la casa, pero la dimensión de ese enlace es generalmente crítico, y esto puede verse en la mayoría de los argumentos, donde la protagonista básicamente busca el modo de escapar de su prisión.

En el Gótico, las Casas tienen vida propia, ya sea dentro de un contexto donde abundan los espectros, como en historias donde los únicos fantasmas que podemos encontrar son apenas recuerdos, casi siempre malos, impresos en cada habitación. En cualquier caso, la Casa es el protagonista excluyente del Gótico.




Taller Gótico. I Universo Pulp.


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El artículo: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

Warrior dijo...

Buenas tardes, este artículo me han encantado, soy arduo lector de tu blog y de stephen king autor que siempre esta manejando a las casas embrujadas como organismos vivos. Tengo una duda tienes fuentes bibliografícas sobre este tema, me serían de muchas utilidad, de ante manos gracias y buenas tardes.

Sebastian Beringheli dijo...

Hola Warrior. Yo creo que el mejor estudio sobre el tema es "Hill House" de Shirley Jackson. Ahí se resume a la perfección el tema de las casas como organismos conscientes.



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