Casas Embrujadas vs. Casas Malditas


Casas Embrujadas vs. Casas Malditas.




Es fácil caer en la suposición de que las Casas Embrujadas y las Casas Malditas, dentro de la ficción, refieren a un mismo fenómeno, pero en realidad estamos hablando de dos cosas completamente distintas (ver: Significado de soñar con la misma Casa)

Una Casa Embrujada, por definición, es una casa habitada por fantasmas, espíritus, demonios o entidades del Plano Astral. Una vez que estos seres indeseables son expulsados, la casa vuelve a la normalidad (ver: Infección Astral: casas tomadas por los espíritus).

Las Casas Malditas, por otro lado, también pueden estar habitadas por criaturas intangibles del más allá, pero la diferencia más sustancial con las Casas Embrujadas es que las Casas Malditas, en sí mismas, conforman una especie de entidad hostil que ataca e incluso se alimenta de sus ocupantes.

Tal vez el ejemplo más notable acerca de Casas Malditas sea la novela de Shirley Jackson: La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House).


Todos los ángulos —y el doctor gesticuló en dirección a la entrada—, todos los ángulos de la casa están ligeramente mal. Hugh Crain debía detestar a las demás personas con sus sensatas casas de ángulos rectángulos, porque diseñó la suya para que se adecuara a su mente. Ángulos que ustedes asumen como correctos y a los que están acostumbrados, y que tienen todo el derecho a pensar que sean rectángulos, están en realidad desviados por una fracción de grado en una dirección u otra. Por supuesto, el resultado de todas estas pequeñas aberraciones de medición se suma a una distorsión bastante grande en toda la casa.


Hill House está habitada por fantasmas, desde luego, entre ellos, el de su creador, Hugh Crain, pero es la casa misma una entidad viva —o no muerta, digamos— cuya arquitectura le permite absorber la energía de sus habitantes, alimentarse de ellos, y así continuar atrayendo a personas con su mismo nivel de vibración; en general, personas que han atravesado algún tipo de trauma reciente (ver: La verdadera Entidad que se esconde Hill House).

Las Casas Embrujadas, por otra parte, son casas poseídas por fantasmas; es decir, el mal no procede de la arquitectura, de su propia constitución, sino más bien de elementos externos, sobrenaturales, que las ocupan durante un tiempo determinado (ver: Señales de que hay un espíritu en tu casa)

Ahora bien, ¿cuál es el origen de una Casa Maldita, es decir, de una casa cuya propia naturaleza es malvada?

Al parecer, todo se resume a una cuestión de arquitectura (ver: Las Casas como metáfora de la psique en el Horror).

H.P. Lovecraft, a través de un artista psíquico, Wilcox, en La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), comenta que la geometría de ciertas casas, debido a una aberración deliberada en sus ángulos, pueden absorber la energía de sus habitantes y, de ese modo, adquirir cierta consistencia espiritual.

Shirley Jackson emplea el mismo recurso al hacer que sus personajes describan increíbles alteraciones de perspectiva en Hill House, a tal punto que estos experimentan la sensación de estar caminando en las paredes cuando, en realidad, caminan en línea recta por un pasillo.

Las Casas Embrujadas, en cambio, rara vez tienen algo que ver en los horrorosos eventos que suceden dentro de sus muros. Son los fantasmas, independientemente de la casa, quienes se encargan de acechar y aterrorizar a sus ocupantes.

En Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams in the Witch House) —otro clásico de Lovecraft—, Walter Gilman parece describir una confusión espacial similar a la que experimentan Theo y Eleanor en Hill House:


La habitación de Gilman era de buen tamaño pero de forma irregular; la pared del norte se inclinaba perceptiblemente hacia el interior mientras que el techo, de poca altura, bajaba suavemente en igual dirección. Aparte de un evidente agujero correspondiente a un nido de ratas y los rastros de otros tapados, no había entrada ninguna, ni señales de que la hubiera habido, al espacio que debía de existir entre la pared inclinada y la recta pared exterior de la parte norte de la casa, aunque desde el exterior se veía una ventana que había sido tapiada en un tiempo muy remoto.


En los dos cuentos de HPL que hemos mencionado, y también en Hill House, es la estructura de la vivienda en sí misma una manifestación de su poder maligno, incluso independiente de cualquier entidad sobrenatural que pueda residir allí. En las Casas Embrujadas, por otra parte, la cuestión se reduce simplemente a las manifestaciones de sus ocupantes del más allá.

Esta suposición de que ciertas casas son, en esencia, malignas, subyace también en el relato de Clark Ashton Smith: El devoto del mal (The Devotee of Evil), donde un investigador paranormal adquiere los terrenos de una vieja mansión, la Casa Larcom, para realizar un experimento que tiene por objetivo activar un dispositivo capaz de despertar la naturaleza diabólica del edificio:


Confesaré que he comprado esta vieja mansión y sus terrenos principalmente debido a su historia funesta. El lugar es inusualmente responsable de las influencias de las que he hablado. Ahora estoy trabajando en un aparato mediante el cual, cuando esté perfeccionado, espero manifestar en su pureza las radiaciones de esa fuerza maligna.


Clark Ashton Smith proporciona jugosos detalles acerca la «historia funesta» de la Casa Larcom, que incluyen asesinatos, varias muertes accidentales, y brotes de locura en sus ocupantes. Del mismo modo, Shirley Jackson describe la muerte de cinco personas en Hill House antes de que llegue Eleanor.

El motivo de las Casas Embrujadas es, en cierto modo, un subproducto de las Casas Malditas. De hecho, es Shirley Jackson la primera en establecer una serie de recursos que se han convertido en parámetros habituales del género:

a- diversas personalidades que, de alguna manera, son impulsadas hacia la casa por el destino.

b- circunstancias que confluyen para que los personajes deban pasar una o varias noches en la casa.

c- Uno o varios investigadores paranormales que trabajan en el caso, desde una supuesta racionalidad, pero cuya arrogancia termina convirtiéndolos en víctimas de las fuerzas sobrenaturales que los rodean.


(ver: ¿Hill House podría pertenecer a los Mitos de Cthulhu de Lovecraft?)

Podemos concluir entonces que, en las Casas Malditas, los fantasmas son lo de menos.

En Hill House, especialmente Eleanor, es una víctima directa de la influencia de la casa. Ella incluso adopta actitudes extrañas, confunde sus propios recuerdos con los de sus antiguos ocupantes, recita fragmentos de conversaciones que tuvieron lugar en otro tiempo, o simplemente retoma líneas de pensamiento que no son propias, pero que de algún modo resuenan en Hill House, como si se tratara de una caja de resonancia psíquica (ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico).

Lo que diferencia radicalmente a las Casas Malditas de las Casas Embrujadas es la conceptualización de lo sobrenatural en ellas. En las Casas Malditas la cuestión no se resume a una o varias entidades que intentan comunicarse o atacar a los vivos, sino más bien un lugar en donde ciertos patrones pueden repetirse, y cuya fuerza depende de las personalidades que la ocupan (ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?).

De este modo, la Casa Maldita y sus habitantes forman una relación simbiótica: el humano contribuye con su energía psíquica, alimentando en cierto modo esa arquitectura detestable, y obtiene a cambio un marco para volver a experimentar los traumas que lo llevaron a la casa en primer lugar.

En este sentido, Hill House es la máxima expresión de las Casas Malditas en la ficción. Si bien hoy en día podemos estar acostumbrados a estos detalles, ya que han sido repetidos hasta el hartazgo, Shirley Jackson anuló en su novela todas las convenciones del género, creando algo completamente novedoso: los fenómenos paranormales ocurren a plena luz del día, no solo de noche, e involucran a varios testigos a la vez, en lugar de un solo observador.

Aquellos que tienen la mala fortuna de llegar a Hill House, o por tal caso a cualquier Casa Maldita, no son atormentados por una sola entidad, sino por un patrón que se repite: una secuencia de sucesos y relaciones problemáticas en el pasado de cada personaje que de algún modo los conecta con la casa, y los condena a una perpetua recreación.




Taller literario. I Relatos góticos.


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3 comentarios:

Alejandro Herrnsdorf dijo...

Bravísimo. Me trae reminiscencias a la "forma equívoca" de los edificios de los inmortales de Borges y de los cortes de tijera de Chesterton. Alguna vez me voy a sentar a rayar algo sobre el triángulo intelectual Chesterton-Borges-Lovecraft.

Sebastian Beringheli dijo...

Seria muy interesante que los hagas, Ale. Menudo terreno, de todas formas.

Artur dijo...

Gracias por la explicación



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