El hombre que realmente vivió en la casa de Cthulhu


El hombre que realmente vivió en la casa de Cthulhu.




Los Mitos de Cthulhu, de H.P. Lovecraft, ocultan secretos realmente extraños, que muchas veces mezclan realidad y fantasía, y no siempre en proporciones equilibradas.

Descubrir que la casa en la que uno habita está directamente asociada a los Mitos de Cthulhu sería algo bastante extraño, y más todavía si el propio H.P. Lovecraft se encargara de hacer pública esa afirmación. Por curioso que parezca, esto realmente ocurrió.

Pero empecemos por el principio.

Durante el verano de 1926, H.P. Lovecraft concibió uno de sus mejores relatos: La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), el cual se publicaría en la edición de febrero de 1928 de la revista Weird Tales. Allí cuenta la historia de un sujeto llamado Henry Anthony Wilcox, un escultor bastante neurótico que se contacta telepáticamente con un dios primordial, Cthulhu.

En medio de un profundo trance, Wilcox logra reproducir una serie de esculturas de arcilla talladas con signos desconocidos, que al parecer aluden a una descomunal ciudad sumergida en medio del Océano Pacífico: la mítica R'lyeh, donde el poderoso Cthulhu aguarda.

Ahora bien, la dirección en donde vive Henry Anthony Wilcox, según La llamada de Cthulhu, es el número 7 de Thomas Street, Providence, Rhode Island. Y aquí, precisamente, es donde la ficción se mezcla con la realidad.

Un periodista del Providence Journal, llamado Bertrand Kelton Hart, leyó el relato, y descubrió que la dirección en la que vivía el personaje que antes mencionábamos, Henry Anthony Wilcox, coincidía con la de su domicilio particular.

Lejos de sentirse atemorizado por la utilización de su domicilio real, Hart publicó el siguiente comentario en su columna The Sideshow, donde promete, en tono jocoso, encargarse personalmente de visitar al señor H.P. Lovecraft tras su muerte:


No me sentiré satisfecho hasta que, uniéndome en alianza con los espectros y los ghouls, haya hecho descender por lo menos a un gran fantasma a modo de represalia sobre su umbral (el de Lovecraft) en la calle Barnes. Creo que eso le enseñará a gemir en una disonancia menor cada madrugada a las 3 en punto, con el chillido de cadenas.


(I shall not be happy until, joining league with wraiths and ghouls, I have plumped down at least one large and abiding ghost by way of reprisal upon his own doorstep in Barnes street. I think I shall teach it to moan in a minor dissonance every morning at 3 o'clock sharp, with a clinking of chains)


H.P. Lovecraft se enteró esa exagerada vendetta, y a finales de 1929 le dedicó al periodista un curioso poema que, de hecho, también se publicó en Providence Journal, el mismo en el que trabajaba Hart. Se titula: El mensajero (The Messenger); y explora la posibilidad de esa inquietante visita de ultratumba anunciada por el periodista.


La Cosa, dijo él, por la noche vendría,
Desde el viejo camposanto sobre la colina,
Agachado frente al rubor de un fuego de robles
Traté de decirme que aquello no podía ser.
Seguramente, reflexioné, esto es una burla,
Urdida por alguien que desconoce sin dudas
El Signo Mayor, legado de antigua solemnidad,
Que libera las formas que hurgan en la oscuridad.

Él no quiso afirmarlo, no, pero igual encendí
Otra lámpara, mientras el estrellado Leo
Remontaba el río, la llama chispeó como un deseo,
Y la luz de la lumbre se deshizo, lento, muy lento.
¡Entonces en la puerta, de la cautelosa agitación vino,
Y la Verdad demencial me devoró como una llama!




Autores con historia. I Más sobre H.P. Lovecraft.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

MUCHAS FELICIDADES. POR SU GRAN TRABAJO ES UN EXCELENTE BLOG SIGAN ASI... UN CORDIAL SALUDO DESDE SAN AGUSTIN HUILA COLOMBIA.....

Anónimo dijo...

Excelente publicación, pero como siempre, me quedé con ganas de más...

Saludos cordiales.



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