Psicología de las Casas Embrujadas


Psicología de las Casas Embrujadas.




El arquetipo de la Casa Embrujada es un dispositivo clásico en el Horror. Podemos rastrearlo hasta las primeras novelas góticas del siglo XVIII, incluso más allá, y encontrar muy pocas variaciones hasta el día de hoy. Pero, ¿cómo se construye una Casa Embrujada? ¿Basta una arquitectura antigua, una tragedia, poblarla con uno o varios espectros vengativos? ¡No! Construir una Casa Embrujada es más complejo que eso. Requiere diversos materiales, y algunos de ellos tienen que ver exclusivamente con nuestra psicología (ver: Relatos de casas embrujadas)

La Casa Embrujada es el gran escenario del horror tradicional, tanto en la literatura como en el cine. Tal es así que su representación se ha mantenido constante a lo largo del tiempo. Desde un punto de vista psicológico, las Casas Embrujadas interpretan a la perfección nuestros miedos atávicos, aquellos que ya existían incluso antes de que fuésemos del todo humanos (ver: 5 miedos atávicos que utilizan todas las películas de terror)

Es decir que las características típicas de las Casas Embrujadas provocan sentimientos de inquietud, ansiedad y temor porque presionan sobre interruptores psicológicos que existían mucho antes de que fuésemos capaces de construir casas. Estas luces de alarma nos advierten del peligro potencial y nos motivan a proceder con extrema precaución. Algunos psicólogos evolucionistas definen este sistema de alerta en nuestro cerebro como: ver sin ser visto, comer sin ser comido (ver: Casas como metáfora de la psique en el Horror)

Ahora bien, las Casas Embrujadas en la ficción producen escalofríos pero no porque representen una clara amenaza, sino más bien porque no está claro si representan una amenaza o no. Esta ambivalencia es lo que provoca inquietud (ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico)

Sería extraño, y hasta vergonzoso, salir corriendo de una casa solo porque te hace sentir incómodo. Por otro lado, nuestro cerebro sencillamente no puede ignorar las señales que interpreta, por ambiguas que sean. Después de todo, podría ser peligroso ignorar la intuición y permanecer en un lugar potencialmente peligroso. El mismo mecanismo se activa cuando leemos o vemos una pieza de ficción sobre este tipo de espacios, aunque con una distancia que nos permite disfrutar del miedo (ver: Casas Embrujadas vs. Casas Malditas)

Los mecanismos psicológicos detrás del «sentirse asustado» son complejos. En términos biológicos, pueden ser útiles si te ayudan a mantener la vigilancia cuando la amenaza es incierta. Pero también somos seres sociales, con una reputación ante nuestros pares que seguramente deseamos proteger. Es decir que nuestro cerebro también necesita articular un delicado equilibrio entre la autoconservación y el cuidado de nuestra proyección social como individuos (ver: La Casa Embrujada como representación del cuerpo de la mujer)

En este contexto, la psicología humana puede explicar qué hace que una Casa Embrujada sea tan aterradora para algunas personas, y también proporciona los planos para que podamos construirla nosotros mismos (ver: El ABC de las historias de fantasmas)

Los psicólogos evolucionistas han propuesto la existencia de ciertos procesos mentales que han evolucionado; procesos que se activan para alertarnos y protegernos del peligro, originalmente, depredadores (ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror)

Por ejemplo, si estás caminando por un bosque, solo, de noche, y escuchás un crujido entre los árboles, probablemente responderías ante ese estímulo con un mayor nivel de atención y excitación; es decir, con miedo. Ese miedo no es caprichoso. Se activa para que asumas una actitud de alerta, como si realmente hubiera un amenaza presente, a pesar de que otras regiones de tu cerebro intenten racionalizarlo (ver: Georgie vs. Pennywise: el sótano arquetípico)

Si el crujido eventualmente puede ser explicado como una rama quebrada por el viento, bueno, tal vez te sientas un poco tonto, pero lo cierto es que nunca podrías evitar tu reacción original de miedo. El cerebro racionaliza los estímulos pero solo a un nivel muy superficial. El costo de un error de cálculo en la evaluación de una amenaza podría ser muy alto, de modo tal que nuestra psique activa esas luces de alerta ante la primera señal de amenaza (ver: Significado de soñar con la misma Casa)

Por lo tanto, evolucionamos para sentir miedo ante cualquier situación ambigua, donde no queda claro si efectivamente hay una amenaza o no; y esto es precisamente lo que podemos encontrar en cualquier Casa Embrujada.

Los estímulos que activan nuestra hipervigilancia, o miedo, abundan en las Casas Embrujadas, por lo general, casas antiguas, grandes, espacios que crujen, que gimen con el viento a través de sus grietas. Ahora bien, no es lo mismo sentir estos estímulos en carne propia que leerlos en un libro, o verlos en la pantalla, pero el principio es el mismo, así como los procesos mentales involucrados. Todo depende de la destreza del autor para conseguir ponernos en el lugar del protagonista.

La investigación ha demostrado consistentemente que necesitamos más espacio personal mientras estamos sentados que de pie, más espacio en cuartos con techos bajos, y más espacio cuando estamos en el rincón de una habitación que en el centro. Sencillamente nos sentimos incómodos cuando se viola ese espacio personal, y el nerviosismo aumenta en situaciones en las que sentimos que sería difícil escapar.

Tales sentimientos de incomodidad son sintomáticos de un hecho ineludible: constantemente, incluso inconscientemente, estamos escaneando nuestro entorno y evaluando nuestra capacidad de huir si fuera necesario. En consecuencia, una Casa Embrujada es nuestra peor pesadilla (ver: Los mejores cuentos de casas embrujadas)

La Casa Embrujada prototípica se encuentra en una ubicación remota, aislada, alejada del resto de la sociedad. Pensemos por ejemplo en Hill House o en el Overlook. Si algo malo pasara allí, la ayuda tardaría mucho en llegar, y eso si logramos comunicarnos con el mundo exterior. Convenientemente, en las viejas películas de terror los teléfonos siempre dejan de funcionar.

La oscuridad y el diseño confuso de las Casas Embrujadas le añaden mayor dificultad a nuestro escape. Resulta complejo orientarse en esas arquitecturas, algunas, de hecho, tan irracionales que parecen tener el objetivo de extraviarnos. En términos evolutivos, la Casa Embrujada es la antítesis de un Refugio.

Un Refugio necesita ser un lugar seguro donde uno pueda esconderse y protegerse del peligro. También necesita tener cierta perspectiva del exterior, con una vista clara y sin obstáculos de lo que nos rodea. Pero, ¿qué sucede cuando el espacio físico que nos rodea crea desorientación y pavor en lugar de comodidad, previsibilidad y seguridad? Evolutivamente hablando, el Refugio cumple con aquel principio de ver sin ser visto, comer sin ser comido (ver: El Horror siempre viene desde el Sótano)

Nuestro afecto por esos espacios de seguridad se manifiesta universalmente. A los niños les encanta jugar en espacios cerrados como cajas de cartón, tiendas improvisadas con sábanas, y básicamente en cualquier lugar donde se sientan «escondidos». De hecho, jugar a las escondidas podría tener un valor evolutivo sumamente importante.

Todo aquel que recuerde su infancia (pobre de quien ha perdido ese vínculo) podría dar una cátedra sobre arreglos para dormir que minimicen el miedo a ser atacado por criaturas provenientes del armario o que acechan debajo de la cama (ver: ¡No puedo dormir sin taparme las orejas!)

La Casa Embrujada es todo lo contrario del Refugio. No hay lugar seguro en su interior. Ninguna habitación es inexpugnable. El peligro acecha en todas partes; y lo que es aún peor, ni siquiera ofrece una mínima certeza sobre la naturaleza de la cosas espeluznantes que nos acechan.

Sentir miedo sin muchas certezas de lo que está ocurriendo, eso forma parte de los cimientos de la Casa Embrujada. De ahí que muchas de ellas posean una cualidad cambiante en términos arquitectónicos. Habitaciones que aparecen de la nada, o que desaparecen de repente, dejan atónito al protagonista. La legibilidad de un espacio refleja la facilidad con la que uno puede reconocer un lugar, organizarlo en un patrón y recordarlo; en otras palabras, un lugar por el que podamos andar sin perdernos. En la Casa Embrujada siempre estamos perdidos.

La típica Casa Embrujada es grande, oscura, rodeada de vegetación, llena de sorprendentes características arquitectónicas, como habitaciones secretas y torres inaccesibles. Los áticos y sótanos también son ingredientes imprescindibles; y, por supuesto, las telas de araña, los murciélagos, las ratas y los insectos son buenos accesorios.

La mayoría de las Casas Embrujadas tienen algún tipo de leyenda asociada. Por lo general, involucra una historia sobre una muerte extraña, un suicidio o un asesinato. Cuanto más antiguo sea el lugar, mejor, porque eso implica que ha habido más tiempo para que ocurrieran sucesos trágicos. Estímulos sensoriales como olor moho, humedad, y una arquitectura antigua, interiores de madera y retratos antiguos en la pared refuerzan la idea de un ambiente de gran edad (ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico)

Una tentadora tesis unificadora sobre las Casas Embrujadas indicaría que aquellos lugares que inspiran sentimientos de miedo poseen características que los humanos hemos evolucionado para considerar con precaución, ya sea porque estaban asociadas a la presencia de depredadores u otros peligros naturales, o porque nos envían información sensorial limitada, falta de libertad de movimiento y control, lo que afectaría nuestra capacidad para hacer frente a una amenaza emergente. En definitiva, estamos programados para responder emocionalmente ante nuestro entorno físico.

Las Casas Embrujadas, entonces, abordan la necesidad humana primordial de refugio. ¿Y qué podría ser más aterrador y paradójico que una casa, es decir, una estructura que debería ser una garantía de calidez y seguridad?

Hay un dicho popular que se acerca bastante a la esencia de las Casas Embrujadas: Si estas paredes hablaran...

¿No se trata de eso realmente?

Nuestro hogar, por definición, es el espacio donde podemos ser nosotros mismos, a salvo de miradas indiscretas y probablemente desaprobadoras. Nuestro hogar es testigo de lo peor y lo mejor de la naturaleza humana. En este contexto, ¿qué tan fácil es imaginar que una casa, particularmente una vieja ha estado absorbiendo silenciosamente, o registrando de alguna manera, lo peor del comportamiento humano a lo largo del tiempo, y luego reproduciendo nuestra propia fealdad cuando menos lo esperábamos?

Muy fácil, de hecho.

Las historias de Casas Embrujadas más notables parecen actuar siguiendo este principio, pero de dos modos diferentes.

En primer lugar tenemos ejemplos como Hill House o El resplandor, donde la Casa es una entidad consciente e inorgánica, es decir, que puede pensar y actuar por sí misma. Los fantasmas que residen en su interior son solo apéndices, intermediarios, que la Casa utiliza para debilitar y aterrorizar a sus ocupantes (ver: La verdadera Entidad que se esconde Hill House)

En segundo lugar están las Casas Embrujadas más tradicionales: aquí la Casa no está viva. Es solo un registro silencioso de los actos espantosos que se produjeron dentro de sus paredes. Los fantasmas que la pueblan suelen estar atadas a ella, por necesidad de venganza, obligación o una falta de voluntad para pasar al otro lado. En esta categoría podríamos inscribir a Otra vuelta de tuerca, de Henry James.

Hoy en día, la Casa Embrujada posee una larga lista de tropos y accesorios con los que estamos muy familiarizados: habitaciones cerradas con llave, sótanos/áticos oscuros, espejos que reflejan fantasmas, cajitas musicales escalofriantes, espectros que acechan en los pasillos, puertas que no permanecen cerradas (o abiertas), olores desagradables, crujidos de todo tipo, bibliotecas repletas de libros arcanos, rostros pálidos que se asoman por la ventana, criados extraños y lugareños que saben más de lo que están dispuestos a decir. Estas convenciones, sin embargo, funcionan a pesar de estar un tanto gastadas, pero solo cuando las ejecuta alguien que sabe por qué jugamos a las escondidas.




Taller gótico. I Relatos góticos.


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