Lo Siniestro en la ficción: cuando lo familiar se vuelve inquietante


Lo Siniestro en la ficción: cuando lo familiar se vuelve inquietante.




Lo Siniestro puede definirse como una forma leve de ansiedad que surge cuando algo familiar de repente parece extraño. El concepto de lo Siniestro se originó en el discurso psicoanalítico, pero la ficción lo ha utilizado mucho antes, sobre todo llamando la atención sobre la presencia real pero inmaterial de lo reprimido por el individuo y también por la cultura dominante y el discurso científico (ver: La biología del Horror: ¿por qué nos asusta lo que nos asusta?)

Sigmund Freud, fue el primero en desarrollar este concepto en el exquisito ensayo de 1919: Lo siniestro (Das Unheimliche) —aunque ya había esbozado algo en Tótem y tabú (Totem and Taboo, 1914)—, analizando el clásico de E.T.A. Hoffmann: El hombre de arena (Der Sandmann). Allí, el padre del psicoanálisis define lo Siniestro como una experiencia psicológica donde lo familiar de repente se nos aparece como algo inquietante; es decir, sitúa lo extraño en lo ordinario; o, mejor dicho, sostiene que una de las condiciones de lo extraño es la familiaridad (ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror).

Más adelante, Jacques Lacan amplió el concepto de lo Siniestro y lo definió como un territorio incierto donde no podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el placer y el desagrado.

Según la teoría de Freud, lo familiar se vuelve extraño por el regreso de ciertos miedos y complejos infantiles reprimidos, o por la confirmación de creencias primitivas superadas, como la superstición y el la omnipotencia del pensamiento. Estos dos elementos, precisamente, son los que más a menudo utiliza el Horror y el Gótico. De hecho, Freud se pregunta en su ensayo por qué la ficción nos permite disfrutar de experiencias que no serían placenteras en la vida real (ver: La atracción por lo macabro en la ficción).

Lo Siniestro es el alma del Horror y el Gótico. Motivos como el Doble, o doppelgänger, el mal de ojo, la telepatía, los objetos inanimados que parecen estar vivos, las máscaras, forman parte de la dimensión de lo Siniestro, que no puede experimentarse a la luz de la razón pura. De hecho, lo Siniestro es la irrupción de nuestros miedos irracionales y primitivos, como los que teníamos cuando éramos niños y no sabíamos exactamente qué cosas extrañas podían acecharnos en la oscuridad.

Esos miedos infantiles —en el caso del individuo, o primitivos, en el caso de la humanidad—, no desaparecen cuando nos hacemos grandes y empezamos a dormir con las luces apagadas: son reprimidos, y desde las profundidades del subconsciente aguardan para emerger hacia la superficie.

La reaparición de estos miedos responde a cuestiones muy dinámicas, y hasta personales, porque la condición de lo Siniestro es lo reprimido, y no todos reprimimos lo mismo. Tomemos el siguiente ejemplo:

a- Un niño le teme a la oscuridad. No solo piensa que podría haber algo allí, lo cree. En consecuencia, forja una serie de rituales para protegerse. Puede que duerma con las luces encendidas, o completamente cubierto por las sábanas (¡sobre todo los pies!); etc.

b- Con el transcurso del tiempo, la experiencia —y el trabajo de sus padres, si tiene suerte— finalmente van erosionando la creencia del niño en los horrores de la oscuridad. Pero esta no desaparece del todo, solo es reprimida, empujada hacia los sótanos del inconsciente (ver: El Horror siempre viene desde el Sótano: escaleras abajo hacia el subconsciente en la ficción)

c- Una experiencia —como quedar encerrado en un ascensor a oscuras— de repente hace tambalear esta estructura. Aquella creencia reprimida vuelve a aparecer, y esta es la sensación de familiaridad asociada a lo Siniestro: algo en lo que creíamos, pero que dejamos de creer, demuestra por la experiencia que era cierto (ver: Georgie vs. Pennywise: el sótano arquetípico)

Lo Siniestro es una de esas cosas que todos experimentamos en algún momento, sobre todo en la ficción; sin embargo, al mismo tiempo resulta casi imposible de comprender y definir en términos precisos. Lo único que podemos mencionar con algo de certeza es su dinámica: creencia, negación, retorno.

Quitándole su costado siniestro, valga la redundancia, podemos imaginar a un niño —otro, para no ser ensañarnos demasiado con el primero— que cree en la existencia de Papá Noel, que eventualmente entiende que esta creencia es falsa, pero que sucesos posteriores sugieren que su creencia inicial era cierta.

Es decir que una de las condiciones de lo Siniestro es tener una estructura mental más o menos estable, y más o menos ajustada a la razón. La incertidumbre solo puede darse en un marco de certidumbre general. Esto es lo que menciona Ernst Jentsch sobre esto último aplicado a la ficción:


Al contar una historia, uno de los dispositivos más exitosos para crear fácilmente efectos asombrosos es dejar al lector en la incertidumbre sobre si una figura en particular es un ser humano o un autómata y hacerlo de tal manera que su atención no esté enfocada directamente sobre su incertidumbre, para que no se sienta inducido a entrar en el asunto y aclararlo de inmediato.


Jentsch habla de autómatas porque esencialmente está analizando a E.T.A. Hoffmann, pero podemos reemplazar el término por fantasma, vampiro, demonio, incluso asesino. En efecto, traigamos a un tercer niño a quien se le enseña a no hablar con extraños, a no confiar en ellos, no importa qué tan amables parezcan. Si es inteligente, será obediente, pero en algún momento de su vida, ya con más experiencia, lo hará. Es inevitable que lo haga, y la creencia de que no puede confiar en los adultos extraños se reprime del mismo modo en que se entierra el cadáver de Papá Noel en el subconsciente... pero entonces ocurre algo, un suceso que puede ser incluso banal, el cual hace que aquella creencia infantil se confirme como cierta, y así lo extraño se sitúa en lo ordinario.

Hay un tercer elemento vinculado a lo Siniestro sobre el que poco se habla, y menos aun se sabe. Antes hablábamos de los rituales de protección de un niño como herramientas para luchar contra su miedo a la oscuridad (luz encendida para dormir, tal que vez que sus padres verifiquen que no hay nada debajo de la cama, dormir con los pies o el cuello tapados, etc.). Ahora bien, todo ritual es fundamentalmente una repetición. De eso habla Freud en su ensayo, de la compulsión a la repetición como una de las condiciones de lo Siniestro.

En este contexto, el caracter repetitivo del ritual es análogo a la extrañeza que producen las repeticiones, o coincidencias, por ejemplo, descubrir que ciertos números aleatorios se repiten insistentemente a lo largo del día. Algunas personas ni siquiera repararán en esto, pero otras lo considerarán extraño. Para Freud, esta sensación de extrañeza es una condición de lo Siniestro. Carl Jung, más amplio en sus consideraciones, definiría estas coincidencias como Sincronicidad.

¿Pero cómo se aplica todo esto a la literatura? ¿Cómo funciona lo Siniestro en la ficción?

La respuesta más obvia seria que géneros como el Horror se basan precisamente en confirmar que nuestros miedos infantiles —nuestra creencia de que hay cosas extrañas en la oscuridad— estaban fundados. Pero esto no es exactamente así, hay más: básicamente lo Siniestro es lo que inconscientemente nos recuerda aquellas creencias reprimidas —que sustenta el miedo y también los rituales de protección—, pero solo cuando estas se colocan en un contexto de incertidumbre.

Ver a Papá Noel en un centro comercial no hará que necesariamente volvamos a creer en él.

La incertidumbre es el elemento clave de lo Siniestro. Se produce ante la aparición de algo para lo que no estábamos preparados, como ver a un anciano barbudo realmente bajando por la chimenea. En menos palabras, lo Siniestro es algo que debería haber permanecido secreto, oculto, pero ha salido a la luz.

Un gran ejemplo de lo Siniestro en la ficción es en relato de Guy de Maupassant: El Horla (Le Horla), donde conocemos a un hombre que de repente puede verse la espalda en el espejo. Su espalda está ahí, pero está privada de la mirada del sujeto. Aparece como un objeto extraño, hasta que siente que es suyo. Esta disonancia cognitiva, según Lacan, nos introduce en aquel territorio de incertidumbre donde no podemos distinguir lo bueno y lo malo, el placer del desagrado (ver: Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant)

En resumen, lo Siniestro es una compleja respuesta emocional ante algo familiar pero que también se percibe como extraño. Pensemos en las respuestas emocionales en relación al antropomorfismo de un robot, de acuerdo a la teoría del Valle Inquietante de Masahiro Mori, donde el nivel de desagrado que experimenta el observador es equivalente al aspecto de un robot que parece casi humano.

La ficción, de manera intuitiva, ha utilizado este concepto desde hace siglos, aprovechándose de nuestras propias creencias infantiles, así también como de las creencias primitivas de nuestra especie, no simplemente para asustarnos, sino para brindarnos una experiencia integral y permitirnos entablar una conversación con el niño que fuimos, con la tribu reunida alrededor del fuego (ver: Cómo funciona el Horror, y por qué pocos autores saben utilizarlo)




Taller gótico. I El lado oscuro de la psicología.


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