El extraño caso del «Necronomicón de Simón».


El extraño caso del «Necronomicón de Simón».




Al considerar el libro prohibido más notorio de la ficción, el Necronomicón, se presentan tres posibilidades, todas desafortunadas:

a- H.P. Lovecraft realmente se tropezó con un volumen decrépito, lleno de tradiciones antiguas, y lo incorporó a su trabajo.

Esta opción [absurda] es imposible de probar, ni siquiera si el Necronomicón fuese redescubierto en el ático de algún viejo cultista. Como mínimo, no podríamos probar que Lovecraft lo leyó, aunque sí es justo admitir que el flaco de Providence leyó algunos libros de ocultismo, no muchos, solo lo suficiente como para crear una atmósfera de autenticidad en sus relatos [ver: Historia y Prehistoria del Necronomicón de Lovecraft.]

b- H.P. Lovecraft y su círculo de amigos lo inventaron todo; el Necronomicón es ficción; nunca existió.

La mayoría de las personas cuerdas estarían felices con dejar el asunto ahí. Después de todo, la mística del Necronomicón y los Mitos de Cthulhu radica en esta contradicción inherente en el pensamiento de Lovecraft, una especie de tensión entre su mente racional y las imágenes que le insinuaban sus sueños. No hace falta ningún libro maldito escrito por un árabe loco para dar sustento a todo esto [ver: Borges y la misteriosa copia del «Necronomicón» en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires]

c- Ciertos ocultistas modernos, como Kenneth Grant, han sugerido que el Necronomicón de Abdul Alhazred no existe... al menos no el mundo material, pero que es absolutamente real en el Plano Astral [que puede ser o no el inconsciente colectivo de Carl Jung]

Esta propuesta, aparentemente descabellada, enuncia que ciertos ocultistas dotados y artistas especialmente sensibles pueden acceder al Necronomicón Astral a través de los sueños, y traer parte de su contenido de vuelta a nuestro plano físico. Como resultado [siempre dentro del marco de esta posibilidad] podemos encontrar varias copias y versiones físicas del Necronomicón, supuestamente inspiradadas en la edición astral [ver: El verdadero «Necronomicón» de John Dee]

En su libro de 1972: El renacimiento mágico (The Magical Revival), Kenneth Grant teoriza sobre una posibilidad aún más inquietante: el escritor norteamericano H.P. Lovecraft y el ocultista inglés Aleister Crowley se refirieron a las mismas entidades extradimensionales, el primero en sus conocidos relatos de terror, y el segundo en sus libros esotéricos. El resultado de esta hipótesis apunta hacia la existencia real del Necronomicón Astral, al que Lovecraft y Crowley accedieron desde ángulos completamente diferentes [ver: El Necronomicón Astral, la conexion Lovecraft-Crowley]

En otras palabras, Crowley y Lovecraft se aproximaron al Necronomicón Astral, y en consecuencia a los mismos principios universales, las mismas criaturas amorfas, las mismas arquitecturas imposibles, sólo que eligieron caminos distintos para interpretarlas. El primero escribió sobre ellas dentro de un esquema esotérico, mientras que el segundo tradujo esas visiones en obras de ficción. Es importante mencionar que la conexión Crowley-Lovecraft es puramente especulativa, ya que estos dos caballeros no se conocieron personalmente; aunque ambos estaban familiarizados con la obra del otro; y más aun, ambos salieron con la misma mujer: Sonia Greene (ver: Lovecraft y Sonia Greene: una historia de amor).

La mayoría de estos intentos de esbozar un Necronomicón pueden descartarse a la ligera, como la edición de Owlswick Press del Necronomicón, publicada en 1973; cuyo contenido no tiene ningún sentido, con textos árabes aleatorios y, aparentemente, sin relación entre sí. Bonita encuadernación, sin embargo.

Más valiosos es el Necronomicón del artista suizo H.R. Giger, el cual captura ciertos elementos de horror primigenio. Y aunque consiste principalmente en imágenes, no en la truculenta prosa lovecraftiana, la atmósfera está ahí.

También podemos destacar la enorme cantidad de ensayos sobre el Necronomicón, sobre todo las de L. Sprague de Camp. Son una lectura entretenida; pero el grimorio en sí, no obstante, resuena como una reescritura de las herejías derletheanas. Uno siempre es consciente de que no está leyendo el Necronomicón. No hay suspensión de la incredulidad.

Esto nos lleva al tema de este artículo: El Necronomicón [Editado con una introducción de Simón]. El lector de Lovecraft sin duda lo ha visto, quizás en la web, quizás en una librería amiga. Rápidamente debemos admitir que, de todos los supuestos Necronomicones que pululan por allí, este es el mejor intento [ver: El Necronomicón de Simón]

Por supuesto, el Necronomicón de Simón también proclama ser auténtico.

Se afirma que este [supuesto] manuscrito estuvo durante un tiempo en posesión de un tal Simón, adquirido de dos monjes errantes, escrito en griego [o tal vez en sumerio], y traducido al inglés por varias personas [ahora fallecidas, por supuesto] bajo la dirección de Simón [¿Peter Levenda?]. Lamentablemente, el original no está disponible para su estudio, lo cual puede afectar su credibilidad. En este punto podemos pensar que todo el asunto es una farsa, pero, cuidado, también que el Necronomicón no quiere ser encontrado por cualquiera, y que de algún modo interrumpe los esfuerzos del buscador de libros. Interferencia demoníaca, sin duda [ver: Por qué el «Necronomicón» no es un libro... sino tres]

Al observar el libro en sí, primero nos encontramos con la eficaz e inteligente introducción de de Simón, quien establece un patrón de conexiones entre la ficción de Lovecraft, la magia de Aleister Crowley, y su base mutua en la mitología sumeria y el ocultismo. De hecho, estas leyendas sumerias parecen contener algunos paralelos lingüísticos sorprendentes [y siniestros] con los Mitos de Cthulhu [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]

El Necronomicón de Simón comenzó a circular en 1977. Su introducción [80 páginas de un total de 263] es lo único en el libro que se atribuye a Simón, cuya verdadera identidad se desconoce. El resto, según el libro, pertenece a un pasado inconcebible; aunque en cierto momento se cita como fuente la versión del Necronomicón de Olaus Wormius. En la introducción se nos brinda un detalle curioso: Abdul Alhazred habría toma contacto con el Necronomicón original luego de presenciar un ritual egipcio, una invocación, más precisamente, a una entidad llamada Kutulu, referencia un tanto grosera a Cthulhu [ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?]

En el Necronomicón de Simón se relatan batallas de semidioses con entidades oscuramente divinas o demoníacas, exorcismos de seres interdimensionales, la lucha entre el caos y el orden, la luz y la oscuridad; en fin. Resultan sospechosos los conjuros a los Antiguos en recatado inglés moderno, las invocaciones en austero babilónico y ritos en [acaso] imaginaria lengua sumeria [ver: ¿Los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?]

Lo más rescatable, en términos estéticos, son las descripciones más o menos logradas de los seres que obsesionaban al flaco de Providence. ¿Pueden ser estos los arquetipos de los que a nadie le gusta hablar? Echando una mirada escéptica al Necronomicón de Simón en sí, uno sospecha que los temas lovecraftianos y sumerios han sido entretejidos por una mano razonablemente sofisticada en una fecha bastante reciente.

Gran parte del material del Necronomicón de Simón está extraído de fuentes sumerias, como el Enuma Elish [o las Siete Tablas Babilónicas de la Creación] y los textos MAKLU y MAGAN. El primero es una colección de exorcismos; el segundo contiene parte de la historia de la creación mezclada con el descenso de la Diosa Ishtar al Mundo Inferior. Los capítulos: De los Zonei y sus atributos (Of The Zonei and Their Attributes), El libro de la entrada y el caminar (The Book of Entrance, and Of the Walking) y Los encantamientos de las puertas (The Incantations of The Gates), describen un sistema de magia planetaria basado en los cinco planetas tradicionales [Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno] bajo sus formas divinas babilónicas. En la magia occidental clásica existen muchos ejemplos similares, principalmente basados en la astrología y la alquimia medievales, o en las esferas del Árbol de la Vida Cabalístico [ver: La carta astral de Lovecraft]

Otras partes del Necronomicón de Simón contienen una mezcla más consistente de elementos lovecraftianos, con lenguas extrañas y mitos antiguos [ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas]. En los capítulos: El Conjuro del Dios del Fuego (The Conjuration of the Fire God)El Conjuro del Vigilante (The Conjuration of the Watcher), El Libro de la Llamada (The Book of Calling), El Libro de los Cincuenta Nombres (The Book of Fifty Names) y el Texto de URILIA (URILIA Text) [¿Texto de R'lyeh?], van en este sentido, mientras que las dos partes de El testimonio del árabe loco (The Testimony of the Mad Arab) son, como era de esperar, casi en su totalidad lovecraftianos [ver: ¿Y si el Necronomicón está en tu casa?]

Lo que está sucediendo aquí es el uso de la lengua sumeria con fines goéticos, no muy diferente de los Nombres Bárbaros de Invocación aullados por hechiceros de otras tradiciones mientras buscaban sus estados alterados de conciencia [ver: Sobre los Nombres Bárbaros de Evocación]. Los textos, los dioses y las fuerzas de la antigua Babilonia, dispersos y olvidados, se unifican en el Necronomicón de Simón en un sistema mágico coherente y autónomo. En otras palabras, el libro no tiene ningún valor histórico o filológico, ya que no aspira a la autenticidad [en términos tradicionales], sino más bien a ayudar al mago a alcanzar ciertos estados de consciencia que le permitan acceder a otras realidades.

Estas personas están más preocupadas por los resultados de las operaciones mágicas que por la pureza cultural o ideológica de un texto determinado.

Nombres Bárbaros [Barbarous Names] es un término ocultista para referirse a una palabra mágica [aparentemente] sin sentido que se emplea en rituales. La palabra «bárbaro» proviene del griego barbaroi, la cual designaba básicamente a los extranjeros, cuyos idiomas les sonaban a los griegos como balbuceos inarticulados [bar, bar]. En el ocultismo, la mayoría de los Nombres Bárbaros son de origen egipcio, aunque también hay otros, sobre todo hebreos y persas. Ahora bien, el significado de un Nombre Bárbaro es importante, desde luego, pero siempre que esté en sintonía con las vibraciones de la palabra original. En otros términos, aunque el practicante conozca el significado original de la palabra mágica no debe traducirla, y menos pronunciarla en voz alta como sustituta del original durante el ritual, ya que el poder de los Nombres Bárbaros reside en su sonido, no en su significado.

El mismo principio rige sobre todo el Necronomicón de Simón: es inventado pero no falso.

Nada en sus páginas tiene sustento histórico, pero aquellos que creen en el ocultismo lo utilizan para concentrar y dirigir su poder mental. Funciona, rigurosamente, como un Nombre Bárbaro.

El capítulo Los Cincuenta Nombres plantea una de las preguntas más interesantes aquí; aunque de hecho estos nombres pueden ser títulos antiguos del dios Marduk. Pero, ¿de dónde vienen todos los sigilos, sellos y diagramas esparcidos por todo el Necronomicón de Simón? Se parecen a ciertas figuras árabes de alguna manera, muy diferentes de los sigilos de libros esotéricos más tradicionales, como el Clavicula Salomonis y el Armadel.

También se observan paralelos entre el Cincuenta Nombres y el Vudú, lo cual no es del todo descabellado. Después de todo, algunos eruditos han intentado rastrear el Vudú a través de África hasta sus raíces egipcias y, por lo tanto, eventualmente sumerias. En cualquier caso, si de hecho hay un manuscrito antiguo real acechando en el Necronomicón de Simón, este tipo de diagramas y figuras podrían surgir de él.

Todo esto es pura conjetura, independientemente de la dirección que tomemos. La cuestión de si el Necronomicón de Simón es una obra de ficción, una ingeniosa mezcla de hechos y mitos, o algo real, es completamente irrelevante para la mayoría de las personas que compran este libro. Aunque usted, querido lector de El Espejo Gótico, se escandalice, muchas de estas personas no han leído nada de Lovecraft; simplemente entran en este sistema mágico que propone el libro y lo practican. El propio Simón, desde la publicación del libro en 1977, probablemente ha recibido muchas cartas y testimonios de clientes completamente satisfechos [ver: Orden Tifoniana y H.P. Lovecraft: su profeta]

El Necronomicón de Simón advierte sobre la maldición que pesa sobre todo aquel que lea o distribuya el libro, lo cual no parece haber evitado su divulgación [ver: Traductores que perdieron la cabeza. y algo más, al traducir el «Necronomicón»]. La lectura del libro, afirma Simón, puede llevar a la locura y al suicidio. Como suele suceder en este tipo de libros prohibidos, estas advertencias resultan más bien un estímulo. En cualquier caso, lo más ofensivo del libro, al menos para mí, es esta idea derletheana que subyace en el Necronomicón de Simón: el clásico enfrentamiento entre el Bien y el Mal, algo que Lovecraft detestaba [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

Esta lucha entre el Bien [Dioses Mayores] y el Mal [Antiguos] es una creación posterior a Lovecraft. En el Necronomicón de Simón, los dos grupos están poblados por auténticos dioses mesopotámicos, así como ficticios. Los Antiguos [aquí, no en los Mitos] representan el caos primigenio. La principal es Tiamat. Los Dioses Mayores son entidades más jóvenes, hijos de los Antiguos, que se rebelaron contra y prevalecieron. Al parecer, Marduk [líder de los Dioses Mayores] mató a Tiamat [reina de los Antiguos], partió su cuerpo en dos y creó el Cielo y la Tierra. Los Dioses Mayores también crearon a la humanidad a partir de la sangre de Kingu [un Antiguo]. Otros Antiguos están encarcelados debajo de la Tierra o en otros universos.

Decepciona leer en la introducción de Simón que los Mitos de Cthulhu hablan de la lucha entre el bien y el mal, aquí personificados en estos Dioses Mayores y los Grandes Antiguos. Sin embargo, el trabajo de Lovecraft jamás presentó tal conflicto; de hecho, esta faceta maniquea pertenece, sobre todo, a las contribuciones posteriores de August Derleth [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]

Según Simón, debemos ser cuidadosos. Los Antiguos yacen «no muertos sino soñando», esperando el día en que puedan regresar. Para hacer esto, dependen de la posición de las estrellas, así como de los sacrificios oficiados por sus seguidores mortales. Típico.

En el epílogo del Necronomicón de Simón, el árabe loco es perseguido por las premoniciones de su muerte, que imagina espantosa. Se da cuenta de que los horrores ocultos del Necronomicón están enfurecidos y buscan vengarse por revelar su existencia al mundo. El texto está plagado de incongruencias, pero es importante tomarlas como un signo del estado mental inestable del autor, y de su deseo de protegerse a sí mismo del peligro percibido. No puede firmar su trabajo y, por lo tanto, permanece sin nombre; aunque todos sabemos a quién se refiere el título «árabe loco».

El Necronomicón de Simón no solo es un engaño bien construido, sino uno necesario.

Después de todo, un pastiche de tradiciones antiguas, recogidas aquí y allí, es exactamente lo que hicieron los autores de los grimorios en la Edad Media y el Renacimiento. En otras palabras, la falsedad de los grimorios es lo que los hace auténticos. Ese, tal vez, es el [¿único?] mérito del Necronomicón de Simón: ayudarnos a darnos cuenta que, si bien el Necronomicón de Lovecraft no existe, era necesario inventar uno.




Libros prohibidos. I Libros extraños.


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