La Abadía de Thelema.


La Abadía de Thelema.




Aiwass, el ángel-demonio que le susurró a Aleister Crowley algunas revelaciones tardías, también lo instó a afincar sus tertulias en un sitio acorde a los prodigios que prometían sus prácticas. Pero el nigromante, más interesado en la Magia del Caos que en la rigurosa estructuración de un nuevo orden esotérico, desestimó las sugerencias del ángel, hasta que oyó hablar de una vieja abadía abandonada en Sicilia.

Por aquel entonces, en 1920, Aleister Crowley venía de una larga sucesión de experimentos con alucinógenos y prácticas mágicas que involucraban al amor carnal como catalizador de fuerzas paranormales. El inconveniente de estas prácticas, a menudo indescriptibles sin caer en excesos y entelequias, es que no podían efectuarse en la vecindad de personas de probado rechazo por el ocultismo, ya que a menudo terminaban en largas letanías de gritos, gemidos y aullidos que atentan contra la perdurabilidad de un establecimiento de esta clase.

Fue así que Aleister Crowley fue informado de una vieja casona en Cefalú, Sicilia, a la que eventualmente llamaría la Abadía de Thelema.

Hacia allí viajó con la intención de forjar un sitio de experimentación, donde no existieran reglas sino una cordial camaradería del quilombo. Con una identidad falsa, Aleister Crowley alquiló una casona llamada Villa Santa Bárbara, y algunas hectáreas cercanas. Se instaló con un grupo reducido de discípulos, con los que buscaba formar el Nuevo Eón, una era que había sido profetizada dieciséis años antes por el promiscuo Aiwass.

Entre los adeptos a Crowley se hallaba su amante, Leah Hirsig, la Mujer Escarlata, que también era su mano derecha en asuntos de ocultismo; aunque al estar embarazada de su segundo hijo se le impidió el acceso a la Abadía de Thelema por un tiempo. Fue ella misma quien sugirió una reemplazante, una joven y hermosa viuda llamada Ninette Shumway.

La Abadía de Thelema fue abordada por Aleister Crowley y su corte de brujas, y rápidamente comenzaron a adaptarla para la práctica de distintos rituales. Las paredes interiores se pintaron con escenas escandalosas, imitando el estilo de Gauguin, que representaban al hombre y la mujer unidos a través de una transfiguración erótica lindante con la locura.

Durante tres años Aleister Crowley practicó allí sus ritos, muchos de los cuales son innombrables. La unión ritual y concreta del hombre y la mujer como catalizador de «energías superiores» dio como resultado un corpus de hechizos y encantamientos que prometían un poder absoluto sobre el deseo de los demás.

Entre otras cosas, Aleister Crowley creyó descubrir el secreto del deseo femenino, y sobre todo cómo despertarlo aún en situaciones prosaicas. Para probar sus «poderes» a menudo viajaba a Sicilia, se sentaba en una plaza o cualquier lugar público, e intentaba provocar el éxtasis a distancia sobre cualquier dama que pasara por allí. Thomas Riddley, un periodista proclive a los sensacionalismos, declaró haber visto a seis mujeres en un mercado arrastrándose en el suelo y gimiendo de placer a causa de los «ataques psíquicos» del nigromante.

Algunas ceremonias de la Abadía de Thelema trascendieron el ámbito del grupo, y fueron expuestas por Aleister Crowley con todo detalle; otras, en cambio, se perdieron irremediablemente, tal vez a causa del terrible daño que podían causar en manos inadecuadas.

Los rumores sobre la Abadía de Thelema y los poderes majestuosos que allí se manipulaban atrajeron a muchos curiosos, entre ellos, personalidades destacadas de la política y el arte.

Entre 1920 y 1923 la abadía fue visitada constantemente por personas que buscaban aprender las cualidades de Aleister Crowley para el amor telepático. Los pocos que se atrevieron a mencionar lo que allí habían aprendido hablan de rigurosos ejercicios de concentración, por los cuales era posible hacerse carne en el cuerpo de la mujer, y acceder a los puntos de placer sin que la dama en cuestión fuese conciente de ello. En Inglaterra incluso se llegó a comercializar un amuleto que prevenía a las damas de orgasmos inoportunos, y que impedía -así lo manifestaban sus distribuidores- que amantes anónimos presionaran a distancia sobre la delicada sensibilidad de sus cuerpos.

El éxito de la Abadía de Thelema terminó de forma abrupta. A finales de 1923 un discípulo de Aleister Crowley, Frederick Loveday, murió inoportunamente tras beber agua contaminada de un pozo. El hecho despertó la ira de las autoridades italianas, que hasta entonces toleraban los excesos de la orden solo por dinero, y finalmente expulsaron al nigromante de la isla.

El exilio tuvo eco en la prensa sensacionalista británica, que comenzó a publicar periódicamente artículos que denunciaban las actividades ilícitas del mago, y sobre todo sus recientes descubrimientos sobre la sensibilidad de la mujer.

Para ser sinceros, Aleister Crowley nunca se molestó con estos artículos incendiarios, por el contrario, a menudo los estimulaba con declaraciones fulminantes. Sólo se lo vio ligeramente nervioso cuando intentó «accionar» sobre el deseo de la esposa de un periodista enemigo, consiguiendo con ello apenas un ataque de risa y una diarrea que, según dicen, fue tratada sin problemas.




Aleister Crowley. I Ocultismo.


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