Los «espíritus familiares» en la brujería


Los «espíritus familiares» en la brujería.




Los espíritus familiares pueden definirse del siguiente modo: demonios dedicados a brindar ayuda a las brujas. Naturalmente, este oficio requiere la presencia de réprobos con escasa influencia dentro del infierno.

Algunos libros prohibidos como De Daemonialitate et Incubis et Succubis, por ejemplo, sostienen que los espíritus familiares son los encargados de transportar los hechizos de las brujas, cuando no a las brujas propiamente dichas sobre sus escobas.

Para pasar desapercibidos, muchos espíritus familiares asumen la forma de un animal doméstico, gatos negros, sobre todo, aunque admiten otras siluetas: búhos, ratones, perros. Si nos basamos en obras como De la démonomanie des sorciers, todo animal o insecto que habite en las cercanías de una bruja puede ser virtualmente un espíritu familiar.

En los juicios medievales a las brujas se ha llegado a anotar en actas la presencia de una mosca en las ventanas como prueba de la presencia de un espíritu familiar.

Antes de caer en la ambigua definición de familiares, estas criaturas eran conocidas como imps. Se creía que el mismísimo Satanás se los otorgaba a las brujas como señal de protección, y hasta podían ser heredados en caso de muerte. A propósito de ellos, Edgar Allan Poe les dedicó un notable relato de terror: El demonio de lo perverso (The Imp of the Perverse).

Una bruja podía tener un número bastante elevado de espíritus familiares. Los gatos negros siempre fueron la mejor opción; razón por la cual estos felinos solían ser quemados junto a sus dueñas en casos donde se las hallaba culpables. La historia anota por lo menos ocho masacres de gatos negros a lo largo de la Edad Media.

Los espíritus familiares solían ser bautizados con el nombre típico de las mascotas, aunque existen casos menos apegados a la norma. Una mujer del condado de Essex, durante el siglo XVI, admitió ser dueña de tres espíritus familiares bajo la forma de vulgares ratones. Sus nombres eran Littleman, Prettyman y Daynty.

Entre los nombres más habituales para los espíritus familiares se encuentran Prickeare, James, Robyn y Sparrow.

Elizabeth Clark, quizá la primera víctima de Matthew Hopkins, el más infausto cazador de brujas de Inglaterra durante el siglo XVII, confesó tener cinco familiares, algunos de ellos con graves deficiencias.

A Holt, su gato, le faltaba una oreja; Jamara, un spaniel pachorriento, estaba demasiado obeso como para desplazarse; Sack y Sugar, ambos conejos, eran ciegos; y Vinegar Tom, un cuervo, podía metamorfosear su cuerpo y transformarse en un niño de cuatro años, lo cual escandalizó profundamente al inquisidor.

Pero tal vez el espíritu familiar más conocido, y cuyo nombre se utilizó una y otra vez en diferentes ocasiones, sea Pyewackett. De acuerdo con las opiniones lingüisticas de Hopkins, Pyewackett era un nombre tan abominable que ningún mortal podría haberlo inventado.

Hay que decir que las brujas cuidaban con mucha dedicación a sus espíritus familiares. Emile Grillot de Givry describe en su obra de 1931: Brujería, magia y alquimia (Witchcraft, Magic and Alchemy); cómo las brujas bautizaban a sus familiares, los vestían con terciopelo negro y les colocaban pequeñas campanas alrededor del cuello, cuyo sonido invitaba al baile más desaforado.

Ahora bien, los espíritus familiares no eran simples mascotas de compañía. Se los despachaba para realizar toda clase de labores ingratas, como transportar hechizos, maldiciones y encantamientos. También podían proteger a la bruja en ciertas ocasiones. A cambio de sus servicios los espíritus familiares recibían de su ama lo único que realmente deseaban: sangre.

Tal vez por eso los espíritus familiares llegarían a ser considerados una metáfora de las formas del pensamiento, es decir, larvas, gusanos y parásitos del plano astral; en otras palabras, criaturas inmateriales forjadas a través del pensamiento para influir sobre algo o alguien en el plano astral.

Alice Kyteler, bruja irlandesa sentenciada en 1324, confesó que periódicamente debía sacrificar gallos para alimentar a su espíritu familiar. Cuando los gallos escaseaban la bruja podía alimentar a su demonio realizándose una pequeña incisión en la yema de los dedos.

Algunos tratados demonológicos sostienen que la marca de las brujas, es decir, aquel punto insensible o protuberancia que se manifiesta en la piel de las brujas, tiene como objetivo emanar una suerte de leche sanguinolenta que sirve de alimento para los espíritus familiares. En cierta forma podemos ver en este hábito un tipo particularmente desagradable de lactancia.

Esta hipótesis se instaló rápidamente, a tal punto que la marca de las brujas sirvió como prueba irrefutable de culpabilidad.

Los espíritus familiares podían metamorfosearse para desconcertar a los curiosos. Agnes Waterhouse, una mujer inglesa acusada de practicar brujería en 1566, poseía un espíritu familiar bajo la forma de un gato negro, llamado apropiadamente Satán, que podía asumir la forma de un perro, un sapo, e incluso una mosca, dependiendo de la agudeza de su interlocutor.

De hecho, uno de los métodos más comunes para verificar si una mujer era o no una bruja era, en principio, arrestarla. Luego se la encerraba en una celda, y gracias a pequeñas aberturas en la pared los inquisidores podían averiguar si sus espíritus familiares venían en su ayuda.

Esto planteaba serios problemas interpretativos. Habida cuenta del estado deplorable de las celdas medievales, la presencia de una mosca, una rata o una cucaracha era algo tan inevitable como plausible de convertirse en evidencia de comercio con el maligno.

El Malleus Maleficarum no añade mayores detalles sobre los espíritus familiares, sólo que operan como agentes del suicidio cuando su ama es puesta en prisión.

Durante los juicios de Salem, en 1692, se llegó incluso a enjuiciar a un perro sospechado de ser un espíritu familiar. El animal fue encontrado culpable y colgado junto a su amo, John Bradstreet.

Naturalmente, cuando estalló la fiebre por encontrar espíritus familiares en todas partes, sobre todo en animales domésticos, las brujas y hechiceros se vieron forzados a cambiar de estrategia.

A partir de entonces se los encerró en objetos mágicos: botellas, anillos, amuletos y talismanes, siguiendo la tradición mencionada en dos grimorios esenciales: La llave mayor del rey Salomón (Clavicula Salomonis) y La llave menor de Salomón (Lemegeton Clavicula Salomonis).

Recordemos que el rey Salomón era un hábil manipulador de los espíritus familiares conocidos como Afrits, a quienes obligó a construir su templo y otros excesos edilicios.




Fenómenos paranormales. I Parapsicología.


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