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La teoría «Satanás NO fue un hermoso ángel llamado Lucifer».


La teoría «Satanás NO fue un hermoso ángel llamado Lucifer».




«El diablo está en los detalles.»



La creencia más popular sobre la caída de Satanás se basa en Isaías:


«¡Cómo has caído del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que sometías a las naciones».


El pasaje continúa diciendo que Lucifer intentó elevar su trono por encima de las estrellas y ser como Dios, pero este lo arrojó a lo profundo del «abismo». La segunda fuente es Ezequiel, que compara al rey de Tiro con un poderoso ángel que se corrompió y fue arrojado a la tierra. En resumen: la teoría popular sostiene que Satanás fue un ángel llamado Lucifer, y que este «cayó» en algún momento al principio de la creación. Sin embargo, no hay nada en las Escrituras que justifique esta opinión.

El comentario de Ezequiel trata de denunciar a un hombre [el rey de Tiro] que actúa con excesivo orgullo, pero lateralmente apela a la idea de un ángel que se volvió malo y cayó de la gracia divina. Sin embargo, incluso si admitimos la posibilidad de que este pasaje hable de la caída de un ángel, en ninguna parte del Antiguo Testamento se dice que Satanás fue alguna vez un ángel llamado Lucifer.

Cada vez que nos encontramos con la palabra Lucifer en la Biblia [introducida por los Padres de la Iglesia a partir del siglo I d.C.] estamos ante la traducción latina de la palabra hebrea hêlêl, que significa «brillante», y, poéticamente, «estrella de la mañana».

El célebre pasaje de Isaías es una crítica al rey de Babilonia Nabucodonosor II, conquistador de Jerusalén, alguien que, como hêlêl [la estrella de la mañana], intenta alcanzar las alturas; sin embargo, en lugar de llegar a ser como el Altísimo, el rey es arrojado a los abismos como un simple mortal. Isaías indudablemente está hablando del rey de Babilonia, no de Satanás, porque añade que aquel «sometía» (pasado) a las naciones. Es difícil ver cómo Satanás pudo someter a naciones enteras en su caída cuando todavía no existía ninguna.

También debemos notar que hêlêl fue arrojado al «abismo», que en el Antiguo Testamento con frecuencia denota un lugar de sepultura o una prisión. Si el pasaje de Isaías describe la caída original de Satanás y su posterior encarcelamiento, ¿cómo es posible que más tarde lo encontremos acusando a Job delante de Dios en el cielo?

Si leemos estos pasajes sin estar condicionados a pensar que Satanás es Lucifer, probablemente no llegaríamos a la conclusión de que Isaías alude a la caída original de Satanás. ¿Cómo llegamos entonces a la afirmación dogmática de que Satanás fue una vez un ángel bueno llamado Lucifer?

No hay ninguna afirmación en el Nuevo Testamento, ni en los escritos de los Padres Apostólicos, de que Satanás fuera una vez un hermoso ángel, y menos aún un ángel llamado Lucifer. Las tradiciones hebreas ni siquiera hacen una conexión directa entre Satanás e Isaías; y, como ya hemos visto en El Espejo Gótico, los hebreos no tenían ninguna restricción en este sentido y especulaban libremente sobre la naturaleza y funciones de ángeles y demonios [ver: La verdadera historia de los Serafines y otros no-ángeles]

Recién en el siglo II d.C., Orígenes [De Principiis] promovió la idea de que Lucifer era Satanás; sin embargo, esta noción no se arraigó de inmediato. Incluso en el siglo IV d.C. tenemos a un popular obispo cristiano llamado San Lucifer, cuyos seguidores eran conocidos como luciferinos. En siglos posteriores, algunos Padres de la Iglesia popularizaron la noción de que Satanás fue alguna vez un ángel llamado Lucifer; entre ellos, Tomás de Aquino y Agustín. El que puso un sello definitivo a esta nueva opinión en la cultura popular fue John Milton en El Paraíso perdido (Paradise Lost, 1667), quien conecta claramente a Satanás con la caída de Lucifer [ver: El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo]

En resumen, la teoría de que Satanás es Lucifer se ha convertido en un hecho sin una pizca de evidencia bíblica convincente. Esto no significa negar que Satanás pueda haber sido un ángel caído, pero de ninguna manera fue una entidad llamada Lucifer [ver: De las Guerras Celestiales]

Los propulsores de la teoría Satanás es Lucifer suelen apoyarse en un pasaje de Corintios (11:14), donde se refiere a Satanás como un «ángel de luz» debido a su astucia y habilidad para engañar. El pasaje no dice nada acerca sobre cómo «cayó», o si originalmente era un ángel «portador de luz», poderoso y bello llamado Lucifer. Otro argumento se encuentra en Lucas (10:18), que habla de Satanás cayendo como un «relámpago», no literalmente en términos de fenómeno climático, sino refiriéndose a lo repentino de su descenso.

El motivo de la «caída» es clásico en casi todas las mitologías; ciertamente es frecuente tanto en los mitos griegos como en los del Cercano Oriente. En el mito griego, Faetón es el hijo de Eos, la estrella Venus [«estrella de la mañana», metafóricamente «amanecer» o «alba»]. Eos da a luz a eosphoros [«portador de la estrella de la mañana»], quien intentó cruzar el cielo en el carro de su padre, el sol, pero Zeus lo derribó a tierra con uno de sus rayos. Esta es la estructura de la historia de Lucifer, incluso como «estrella de la mañana». De hecho, en la Septuaginta [traducción griega del Antiguo Testamento], la palabra hêlêl se traduce como eosphoros.

La palabra lucifer proviene de la Vulgata, y es, como hemos visto, una traducción de la palabra hebrea hêlêl, que aparece sólo una vez en el Antiguo Testamento como hêlêl ben shachar, que significa «el brillante, hijo del amanecer», algo prácticamente idéntico al mito griego de eosphoros; aunque el texto en Isaías no brinda ninguna indicación de que hêlêl fuera una estrella o un planeta. Más tarde, la tradición cristiana, en la que confluyen muchísimas opiniones, utilizó la palabra lucifer [«portador de luz», epíteto de Venus, la estrella de la mañana] como un nombre propio para Satanás antes de su caída. Como resultado, Lucifer se ha convertido en un sinónimo de Satanás; sin embargo, la palabra latina original nunca llegó a utilizarse exclusivamente en relación al diablo; de hecho, también se aplicó a otros personajes bíblicos, entre ellos, el propio Jesús.

No está claro si la palabra hêlêl debe considerarse como un nombre. Probablemente no, habida cuenta que sólo aparece una vez en la Biblia. En este contexto, la famosa observación del profeta Isaías, dirigida al rey de Babilonia, debería leerse del siguiente modo:


«¡Cómo has caído del cielo, oh hêlêl, hijo de la mañana.»


Isaías y Ezequiel no están hablando de Satanás, y menos relacionándolo con una entidad llamada Lucifer. Más bien están lamentando la antigua grandeza de las ciudades de Babilonia y Tiro, que fueron corrompidas por gobernantes egoístas y orgullosos. Al parecer, los traductores griegos pensaron que este hêlêl era un nombre, nada menos que Venus, la estrella de la mañana, e insertaron un epíteto común en griego para referirse a esta estrella: eosphoros [de eos, «amanecer» —también el nombre propio de la deidad de la aurora—; y phoros, que significa «portar» pero también «dar»]. Ahora bien, la Vulgata [latina] no es una traducción del hebreo original, sino de la versión griega; y así como ocurre en la Septuaginta, la Vulgata traduce eosphoros con un epíteto común en latín para la estrella Venus: lucifer [de lux, «luz»; y fero, «llevar» o «traer»]. En los siglos que siguieron el nombre Lucifer llegó a aplicarse a Satanás, y así se comenzó a creer que Isaías estaba hablando del diablo.

En algunas versiones modernas de la Biblia se evita diligentemente esta asociación; y la palabra Lucifer aparece como «estrella de la mañana» o «estrella del día»; sin embargo, esto constituye una ínfima reparación que no ha erosionado una creencia bien establecida a lo largo de los siglos.

La palabra hêlêl posee algunos atributos adicionales interesantes. Proviene del verbo halal, que significa «brillar» pero también «alabar» [dependiendo del contexto]. Además, halal denota cierto exceso de la acción, en este caso, un brillo excesivo. Este exceso no es directamente algo malo o negativo, sino más bien demasiado de algo bueno. Hêlêl, entonces, no sólo es «brillante», sino excesivamente brillante. Uno puede entender que la relación entre esta palabra y la idea de una entidad luminosa que desea brillar tanto como el Altísimo no es descabellada. De hecho, la palabra hebrea holela, que deriva de hêlêl, significa «locura».

Si Satanás no fue un hermoso ángel llamado Lucifer, ciertamente es una fuerza maligna activa en el Edén bajo la forma de una serpiente, ¿verdad? Esta es otra creencia falsa. No existe evidencia bíblica para esa interpretación.

La palabra hebrea satan es un sustantivo genérico que significa «acusador». También puede entenderse como «adversario», en términos de alguien que obstruye o se opone a algo. La mayoría de las veces, cuando la Biblia habla de Satanás se refiere a adversarios humanos, y sólo en Job y Zacarías parece referirse a una entidad sobrenatural, aunque no necesariamente diabólica. En otras palabras, cuando se usa sin el artículo ha, es decir, simplemente en la forma satan, se refiere a cualquier tipo de acusador humano, pero cuando se usa con el artículo definido [ha-satan] se introduce el elemento celestial. Esta seguna opción [hassä†än] aparece en sólo dos libros de la Biblia.

En el Antiguo Testamento, el sustantivo satan aparece 27 veces, el verbo satan aparece 6 veces, y en casi todos los ejemplos se usan de manera general. Si yo actúo como satan de alguien, me opongo a él, lo acuso, y probablemente lo calumnio. En algunos casos, este sentido es obvio, como Salomón al decirle a Hiram que no tenía ningún satan [adversario] que se le opusiera. Por lo tanto, el sustantivo y el verbo pueden tener en hebreo tienen el significado de oponerse a alguien como adversario. En el caso de Balaam, por ejemplo, incluso el mensajero de Dios era para él un satan, es decir, un adversario enviado por Dios. Ése es otro punto que hay que tener en cuenta: a diferencia de la connotación moderna, donde Satanás siempre se refiere a un ser maligno, en hebreo tiene un significado genérico.

El problema aquí, de nuevo, radica en las traducciones. La versión griega traduce satan y hasatan como diabolos, y la mayoría de las versiones modernas sólo utilizan Satanás. Es decir que cuando leemos Satanás en la Biblia en realidad, salvo dos excepciones, estamos ante la palabra hasatán [de ha, artículo definido «el»; y satan, «adversario» o «acusador»], que es un título o un oficio humano, no un nombre propio. En hebreo, al igual que en español, los nombres propios no tienen el artículo adjunto «el».

En cualquier caso, la palabra no aparece en el Libro del Génesis, que sólo menciona una serpiente parlante y no la identifica con ninguna entidad sobrenatural. Al parecer, Satanás no sólo no era un ángel llamado Lucifer, sino tampoco una serpiente.

Las traducciones al español no reflejan esto. Todas ellas emplean la palabra Satanás como si fuera un nombre propio, cuando en realidad es un oficio. En Job, por ejemplo, el satan aparece entre los ángeles para acusar a Job de actuar con integridad sólo porque era el favorito de Dios. El Señor luego permite que el satan aflija a Job con llagas. En Zacarías, «el sumo sacerdote Josué estaba de pie delante del ángel del Señor» y el satan «estaba a su derecha para acusarlo». En Job y Zacarías, por lo tanto, el satan tiene un rol similar: acusa a las personas buenas de servir a Dios por interés propio [Job], de no ser apto para ejercer el oficio de sumo sacerdote [Josué], o los tienta a pecar (David). En los dos casos, casi como un fiscal, el satan [hassatan] está allí para acusar a alguien, para señalarlo, y para decir a Dios, de manera coloquial, «estás equivocado respecto de esta persona». Porqué una deidad todopoderosa necesitaría de tales intermediarios es tema para otro debate.




Demonología. I Mitología.


Más literatura gótica:
El artículo: La teoría «Satanás NO fue un hermoso ángel llamado Lucifer» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

La Hora de las Brujas [¿por qué a las 03:00 AM?]


La Hora de las Brujas [¿por qué a las 03:00 AM?]




«Ha sonado la medianoche, la hora de las brujas,
cuando en los cementerios bostezan las tumbas
y el hálito del Infierno se escapa por ellas.
En esta hora sería capaz de beber sangre tibia
y cometer crímenes que causarían espanto a la luz del día.»

[Hamlet, William Shakespeare]



Despertar a mitad de la noche, especialmente a las 03 de la mañana, y sentir que algo no anda del todo bien [un escalofrío, la sensación de estar siendo observado], puede resultar particularmente inquietante. Uno puede lamentarse de haber visto demasiadas películas de terror, o escuchado demasiadas historias donde el mal se manifiesta con mayor intensidad a las 03:00 AM. Definitivamente hay algo sobre la Hora de las Brujas que toca una fibra común [ver: ¿Qué ocurre a las 03:33 de la madrugada?]

La Hora de las Brujas se ha asociado con una variedad de supersticiones y creencias. Por ejemplo, algunas personas creen que despertar a las 03:00 AM significa que alguien te está observando o que un espíritu está tratando de comunicarse contigo. Otros creen que si llaman a la puerta en ese momento, no debes abrir, ya que podría ser un espíritu maligno [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]

Muchos «expertos» en lo paranormal consideran que las 03:00 de la madrugada es un momento donde los demonios o entidades del mundo espiritual hacen sentir su presencia con mayor intensidad. Esto, por supuesto, hunde sus raíces en el folclore. La Hora de las Brujas [o la Hora del Diablo, Hora Muerta, etc.] es un momento de la noche asociado históricamente con eventos sobrenaturales, donde las brujas, los demonios y fantasmas se muestran en su máximo poder. Ahora bien, la definición «Hora de las Brujas» varía dependiendo de la época, y apunta, en algunos casos, a la hora inmediatamente posterior a la medianoche; y en otros al lapso de tiempo entre las 3:00 AM y las 4:00 AM.

La creencia popular de que las 03:00 AM es la Hora de las Brujas [cuando las entidades tienen más poder] puede haber surgido de la idea de que ese momento de la noche es la «hora más oscura», y por lo tanto la más alejada de la luz del sol, cuando la mayoría de las personas están durmiendo y el mundo se siente más tranquilo y silencioso. Esta sensación de aislamiento y falta de actividad puede contribuir a experimentar sentimientos de inquietud o miedo.

La explicación más cercana a la ciencia tiene que ver con los ritmos circadianos y los ciclos de sueño, que experimentan una caída en las primeras horas de la madrugada, de manera tal que en estos momentos las personas son más propensas a tener sueños vívidos, pesadillas y despertarse sobresaltadas. Esto podría contribuir a las experiencias aparicionales, comunes entre las 02:00 AM y las 04:00 AM, cuando la cantidad de melatonina en el cuerpo alcanza su pico máximo.

Sin embargo, esto sólo es aplicable a los tiempos modernos; porque en la época en la que se forjó la creencia en la Hora de las Brujas las personas estaban despiertas. En efecto, durante la Edad Media existía el primer sueño [aproximadamente entre las 19:00 y las 23:00]. Las personas se levantaban y realizaban sus actividades normales durante dos o tres horas, y volvían a acostarse. Es decir que durante la época en la que se originó la Hora de las Brujas, la mayoría de las personas tenían horarios de sueño donde estaban despiertas durante la mitad de la noche.

La Hora de las Brujas, como lo indica su nombre, tiene sus orígenes en la creencia en la brujería y el ocultismo, no en la actividad paranormal como la entendemos en la actualidad. Desde un punto de vista racional, no hay razón para creer que las 03:00 AM tenga algún significado especial para una entidad sobrenatural. El momento en que se producen fenómenos paranormales parece aleatorio y no está vinculado a ninguna hora del día o de la noche. En todo caso, la Hora de las Brujas apunta a un espacio de tiempo en la madrugada donde las brujas están más activas.

¿Y por qué las brujas están activas a las 03:00 AM?

En primer lugar, por una cuestión práctica: esa es la hora en que los buenos ciudadanos están durmiendo. Pero hay una razón adicional. El cristianismo relaciona a las 03:00 AM con la actividad demoníaca, siendo este momento de la madrugada el horario opuesto a las 15:00 [03:00 PM], hora en la que supuestamente murió Cristo en la cruz. Aceptando este cálculo, la inversión se consideraba entonces como la Hora del Diablo. Lo cierto es que durante toda la Edad Media se creyó que cualquier barrera entre los vivos y los muertos era más delgada entre la medianoche y las 03:00 AM.

La asociación de las brujas con las 03:00 de la madrugada, entonces, está relacionada con la creencia de que los fenómenos sobrenaturales son más frecuentes en determinados momentos del día y del año. Al igual que los sucesos estacionales, como los solsticios y los equinoccios, entre la medianoche y las 03:00 AM evocaba magia negra. Entre los demonólogos clásicos existen dos explicaciones que no son excluyentes: algunos afirman que durante la Hora de las Brujas los vivos son más sensibles a los espíritus de los muertos; otros que los muertos poseen poderes más fuertes en estos momentos y por eso llevan a cabo sus «travesuras» durante la noche.

Si tomamos ambas explicaciones podríamos decir que la Hora de las Brujas es cuando las brujas, los demonios y los fantasmas están más activos, ya sea debido a una distorsión en la frontera entre los vivos y los muertos, o a causa de una mayor actividad mágica. En la Hora de las Brujas los vivos pueden sentir más fácilmente la presencia de los muertos, y los muertos pueden interferir en el plano físico; pero su nombre depende de la suposición de que las brujas lanzaban sus hechizos en la oscuridad de la noche, cuando podían pasar desapercibidas y el velo entre la vida y la muerte es más débil [ver: Transitus Fluvii: el idioma secreto de las brujas]

Una versión más moderna de esta creencia afirma que cuando despiertas a las 03:00 AM hay una entidad observándote en la habitación. Sin embargo, esa sensación podría tener una explicación fisiológica: a las 03:00 de la madrugada la mayoría de las personas están en medio del ciclo REM, que es el sueño más profundo que se experimenta durante la noche. En este momento tu frecuencia cardíaca baja, tu respiración se hace más lenta y tu temperatura corporal disminuye. El cuerpo pasa por estos cambios para ayudarte a tener el mejor descanso posible, pero puede ser preocupante despertar durante este período, ya sea a causa de un ruido o de un llamado de la naturaleza. Despertar durante el sueño profundo te deja sintiéndote desorientado y frío, y tu cuerpo reacciona con miedo, incluso con terror. La creencia popular utiliza todo esto y le da una explicación sobrenatural: un fantasma o un demonio te ha hecho una visita [ver: Sentir que hay un espíritu en casa]

La investigación paranormal seria no le da ninguna importancia a la hora. Después de todo, ¿porqué importaría tal o cual hora, la medición humana del tiempo, si un lugar está embrujado? Más bien podríamos pensar que la noche, independientemente de la hora, puede marcar la diferencia en algunas situaciones, y que ciertas entidades parecen ser más activas en las horas de oscuridad. Incluso podríamos aceptar, como los demonólogos medievales, que los muertos tienen más poder durante la noche, en el sentido de que en ese contexto somos más propensos a sentir miedo, y por lo tanto a ceder a él ante una interacción con una entidad inteligente. Si fuésemos espíritus atados al plano físico seguramente haríamos algunas cosas durante el día si surge la oportunidad, pero la mejor recompensa sería por la noche, cuando el miedo es más fácil de provocar.

La energía residual [el fantasma promedio] generalmente se manifiesta al azar, durante el día o la noche. Las cosas simplemente suceden y a veces los vivos podemos percibirlo. Encuentras un armario abierto, sientes como si alguien estuviera en la habitación contigo, un portarretratos o un libro se cae, pero no hay límites ni restricciones de tiempo. Si estás despierto a las 03:00 de la madrugada es posible que notes todo eso con mayor intensidad debido al silencio y el poco movimiento en la casa [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]

A principios del siglo XX, la parapsicología se ocupó de estudiar la Hora de las Brujas, no necesariamente en términos fijos [las 03:00 de la mañana], sino como lapso de tiempo entre las 02:00 y las 04:00 AM. Muchos autores sugieren que hay más energía disponible por alguna razón. Entonces, si una entidad, humana o no, normalmente no tiene la fuerza para producir un efecto físico, a la madrugada podría obtener suficiente energía para que esto suceda. Es una hipótesis vaga que depende de demasiadas suposiciones sin fundamento [ver: Libros, cuadros y portarretratos que se caen solos]

Es absurdo pensar que la Hora de las Brujas empieza y termina en algún momento. Annie Besant, C.W. Leadbeater, y otros teósofos, afirman que la energía requerida para que una entidad se manifiste en el plano físico necesita acumularse a lo largo del tiempo. Es decir que la Hora de las Brujas no empezaría a las 03:00 AM, sólo está llegando a su pico, y no se cortará abruptamente a las 04:00 AM, sino que se apagará progresivamente [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]. Esto también suena a un intento por poner algo de orden en la aleatoriedad. En definitiva, el enfoque de las 03:00 de la mañana [en términos de energía paranormal más fuerte o mejor percibida] podría ser una especie de tradición espiritual mal interpretada que se sigue difundiendo como un conocimiento técnico.

Dicho esto, es claro que hay buenas razones para esperar hasta la noche para tener este tipo de experincias. En general, hay menos contaminación acústica y lumínica, y la temperatura ha bajado al mínimo. Tu entorno físico está más tranquilo. Hay menos cosas que distraigan la mente, menos ruido de fondo. Cada experiencia tiene la oportunidad de destacarse con claridad [también las que tienen causas naturales]. Eres más consciente de ti mismo y de lo que sientes o experimentas, y tienes menos excusas para culpar a la actividad de fondo. Por lo tanto, no es tanto una cuestión de tiempo, sino más bien de conciencia aumentada.

El problema con este tipo de creencias es que sirven para explicar cualquier cosa extraña que ocurra dentro de sus parámetros: ruidos extraños, pasos, susurros, puertas que se abren y cierran solas, cuestiones que durante el día serían explicadas fácilmente por causas naturales, pero que se vuelven ominosas a la Hora de las Brujas. De todas formas, esta tradición popular admite tantas posibilidades que resulta dificultoso precisar qué ocurre exactamente a las 03:00 AM; en realidad, todo parece ocurrir:


a- Escuchar una voz que suena como la de un ser querido que ha fallecido [ver: Espíritus que imitan la voz humana]

b- Otra experiencia común durante la Hora de las Brujas son las apariciones. Estas pueden ser cualquier cosa, desde apariciones en toda regla [personas o animales] hasta figuras de sombras y orbes.

c- Puntos fríos, que según algunos son causados por espíritus que extraen energía del entorno para manifestarse. Pueden sentirse en toda la casa o en áreas específicas.

d- Quizás la experiencia más vaga durante la Hora de las Brujas es tener una sensación general de malestar. Esta puede ser causada por una variedad de factores, como sentir que te están observando o sentir una presencia en la habitación [ver: Sentir «presencias» cuando estás solo]


En términos ocultistas, la Hora de las Brujas o la Hora del Diablo define el momento de la noche en que los poderes de la oscuridad son más fuertes, no necesariamente una hora específica, como las 03:00 de la madrugada. Según la tradición, es durante la Hora de las Brujas cuando el practicante de las artes negras está en el apogeo de sus poderes y los seres sobrenaturales son los más activos. Tal vez por eso, durante la Edad Media la Iglesia Católica prohibió a las mujeres salir a la calle entre las 03:00 y las 04:00 de la mañana. Las mujeres que no respetaban esa regla eran vistas como sospechosas de practicar la brujería.

La creencia primitiva en la Hora de las Brujas tiene una base bastante lógica: a la madrugada era cuando se ofrecían menos oraciones «oficiales» a Dios, es decir, oraciones hechas por agentes de la Iglesia [la única arma espiritual eficaz contra Satanás]. En consecuencia, se creía que los espíritus de la oscuridad podían hacer su trabajo sin la interferencia de rezos y plegarias. Este lapso entre oraciones oficiales forma parte de la Liturgia de las Horas. Los monjes medievales llevaban a cabo el oficio de Maitines [Entre las 02:00 AM y las 03:00 AM], y recién volvían a sus rezos a las 05:00 AM [hasta las 06:00] en el oficio de Laudes. Este período de tiempo, entre las 03:00 y las 05:00 AM, en teoría, era el responsable del supuesto aumento de la actividad demoníaca.

En la Alta Edad Media todavía no existía un consenso general sobre el significado de las apariciones y fantasmas: todo se resumía a la actividad del Maligno y sus agentes terrenales. Recién cuando la Iglesia acuñó la idea de Purgatorio, el concepto de «fantasma» ganó más terreno. Las almas con más probabilidades de volver a atormentar a los vivos eran aquellas cuyos rituales funerarios no se habían realizado correctamente, o que bien tenían asuntos pendientes que necesitaban cerrarse: suicidios, mujeres que morían al dar a luz o personas que morían sin tiempo para la confesión y la absolución.

De hecho, fue en esta época que comenzaron los ritos estandarizados para que los vivos pudieran despedirse adecuadamente y hacer frente a la pérdida de un ser querido. En cierto modo, estos ritos tenían varios objetivos: dejar ir a la persona fallecida, darle un cierre a los vivos, y evitar incómodos retornos de ultratumba durante las horas de la noche.

Sin embargo, con la llegada del concepto de Purgatorio, los espíritus de los muertos comenzaron a verse como entidades no exclusivamente demoníacas, pero rápidamente se viró teológicamente para evitar confusiones. Si una entidad aparecía en la forma de un ser querido fallecido, lo más probable es que fuera un demonio que asumía esa forma para tentar a las personas a cuestionar el plan divino. La noción de que un fantasma podía no ser demoníaco amenazaba toda la estructura espiritual post-mortem [cielo, infierno y purgatorio]; no sólo porque estaba fuera de lugar, sino que había regresado adonde ya no pertenecía [el plano terrenal]. Si Dios tenía realmente el control, ¿cómo un fantasma podía irse de su lugar asignado para regresar a los vivos?

Antes del surgimiento del Cristianismo, los fantasmas [espíritus humanos] se entendían como un aspecto natural, aunque incómodo, de la existencia humana. Al final, la Iglesia acabaría aceptando la misma concepción de «fantasma» de los sistemas de creencias paganos: que los espíritus de los muertos podían regresar para pedir ayuda a los vivos, castigarlos por la falta de ritos funerarios apropiados, o para cerrar asuntos pendientes. De hecho, es lícito afirmar que el concepto de Purgatorio no es original de la Iglesia. Su visión fue expresada por primera vez por Platón [Fedón], donde se describe la existencia de almas que llevan el peso de pecados no lo suficientemente malos como para ser sentenciados al nivel más bajo del inframundo, el Tártaro, pero sin las virtudes suficientes para acceder a los Campos Elíseos. No es asombroso que estos espíritus de los que habla Platón fueran más activos en horas de la madrugada.

Para finalizar, hemos consultado con el profesor Lugano sobre la Hora de las Brujas, pero se abstuvo de brindar demasiados detalles. Simplemente sostuvo que, la mayoría de las veces, el bar Teufel de Chacarita cierra alrededor de las 03:00 AM, por lo que históricamente la gente del barrio sabe que a esa hora comienzan a suceder cosas extrañas.




Consultorio Paranormal. I Fenómenos paranormales.


Más Consultorio Paranormal:
El artículo: La Hora de las Brujas [¿por qué a las 03:00 AM?] fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción, enviar consultas o compartir tu experiencia, escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Loca Infesta»: de la Infestación Demoníaca al Poltergeist.


«Loca Infesta»: de la Infestación Demoníaca al Poltergeist.




En este artículo de El Espejo Gótico examinaremos el concepto de infestación demoníaca. La persona que haya llegado hasta aquí buscando una corroboración de «síntomas», o confirmación de su autodiagnóstico como «poseída», probablemente necesite evaluar otras opciones primero, como estar sufriendo alucinaciones hipnagógicas, hipnopómpicas, experiencias psicóticas. Muchas personas se convencen de estar sufriendo algún tipo de ataque espiritual cuando estas experiencias tienen causas internas.

Dicho esto, continuemos:

El concepto de infestación demoníaca extiende sus raíces desde la demonología, donde era vista como algo similar a cualquier otra infestación [de ratas, por ejemplo]. Actualmente se considera a la infestación demoníaca como una de las instancias o fases previas a la Posesión. Estas fases no siempre siguen la misma progresión, pero a grandes rasgos pueden describirse del siguiente modo:


a- Opresión/Obsesión: La entidad demoníaca no tiene acceso al cuerpo físico. El ataque es psicológico, principalmente a través de pensamientos intrusivos, donde se intenta influir y tentar al sujeto. Sensación de agotamiento. El espacio mental seguro se vuelve cada vez más estrecho. Comportamiento extraño y acciones erráticas. Pesadillas intensas y sueño profundo.

b- Infestación: presencia de entidades en un lugar [como una casa] o un objeto [como un espejo, un mueble, una muñeca]. Fenómenos paranormales asociados. En cierto modo, las entidades se han ganado el derecho a manifestarse en el lugar.

c- Posesión: Esta aflicción psicoespiritual es muy rara. En términos simples, una inteligencia exterior desaloja la voluntad del sujeto y reclama su cuerpo como propio, también se apodera de sus facultades racionales y domina su personalidad.


La infestación demoníaca se produce con mayor frecuencia al mudarse a una casa o un departamento, donde a veces quedan algunas pertenencias del propietario o inquilino anterior. Por lo general, las cosas comienzan lentamente, con pequeñas manifestaciones unos días o semanas después de mudarse. Los episodios progresan y ganan intensidad a lo largo de los meses, dependiendo de la fortaleza e integridad psicológica y emocional de sus habitantes.

En otro escenario, la infestación demoníaca puede desatarse en una casa sin antecedentes de fenómenos paranormales al comprar o recibir un objeto cargado o asociado a prácticas oscuras. Esto significa que la entidad tiene derecho a manifestarse en torno a ese objeto, que puede ser completamente mundano [no es necesario que sea un espejo antiguo o una pintura oculta debajo de un paisaje anodino]. Sacar el objeto de la propiedad no siempre resuelve las cosas, tampoco quemarlo o destruírlo; de hecho, para deshacerse de este tipo de objetos es necesario seguir un procedimiento.

La tercera raíz de la infestación demoníaca es la práctica del ocultismo y la magia negra. A veces un miembro de la familia practica activamente las artes oscuras, o imprudentemente la adivinación, la Wicca, Ouija, permitiendo acceso y luego reconocimiento a través del miedo [ver: Ouija: errores frecuentes, peligros y consecuencias]

El concepto de infestación demoníaca no es nuevo. El teólogo jesuita Petrus Thyraeus fue uno de los primeros en darle un contexto en su libro de 1598: Loca infesta: hoc est, De infestis, ob molestantes daemoniorum et defunctorum hominum Spiritus, locis [«Lugares embrujados, es decir, Sobre los lugares embrujados a causa de los espíritus atormentadores de demonios y personas fallecidas»], donde habla de territorios [casas, campos y zonas periféricas a las poblaciones] saturados de presencias demoníacas y espectrales. Thyraeus divide el fenómeno en dos partes: la primera tiene que ver estrictamente con la presencia demoníaca [infesta per se] y la otra debido a la actividad humana [infesta propter homines]. Hasta entonces, la posición teológica estandar afirmaba que toda actividad demoníaca era consecuencia de la pecaminosidad humana, siendo la posesión una especie de castigo. Thyraeus, en cambio, sostuvo que algunos demonios pueden «aferrarse» a ciertos lugares por voluntad propia, algo más cercano a las leyendas tradicionales de espacios animados por espíritus de la naturaleza [ver: Sobre las apariciones demoníacas]

En cuanto a la causa humana de la infestación demoníaca, Thyraeus habla de un «pacto implícito», es decir, la idea de que la práctica magia involucra la aceptación, e incluso la invitación [involuntaria] a estas entidades [ver: Invité a un demonio a mi casa]. Esto tenía como objetivo persuadir a las personas de llevar a cabo prácticas aparentemente inocuas, convirtiéndolas en una puerta de entrada a los demonios. En el libro de Jean Gerson: De erroribus circa artem magicam [«Sobre los conceptos erróneos de las artes mágicas»], el autor presenta numerosos relatos de actividad poltergeist relacionados con prácticas casi inocentes, como la adivinación y hechizos para propiciar lluvias o buenas cosechas. La presencia demoníaca descrita por Gerson es decepcionante. En la mayoría de los casos, los demonios se limitan a hacer ruido e impedir el descanso de los habitantes de la casa [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]

Las historias de infestación demoníaca parecen seguir el mismo patrón que los sucesos reportados en las casas embrujadas ordinarias. El teólogo francés Noël Taillepied sostuvo los demonios «tienden a aparecer en lugares donde en tiempos pasados se han producido actos horribles, asesinatos, disturbios y violaciones», sugiriendo que ciertos lugares pueden absorber y retener ciertos matices emocionales [miedo, sobre todo], volviéndolos habitables para las entidades demoníacas [ver: ¿Energía Residual o entidades inteligentes?]. Esto no difiere demasiado de la Teoría de la Cinta de Piedra, la cual postula que ciertos sucesos violentos pueden quedar «grabados» en un lugar, y luego activarse y reproducirse, como una cinta, ante la presencia de una persona sensitiva [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]

En De Praestigiis Daemonum [«Sobre las ilusiones de los demonios»], Johann Weyer advierte que la infestación demoníaca puede manifestarse de modo muy sutil, fundiéndose con el entorno: [los demonios] «se arrastran por todas las vías de los sentidos, se prestan a las formas, se adaptan a los colores, se adhieren a los sonidos, se incorporan a los olores e infunden sabores». Para Weyer, los demonios se esconden en todo lo que percibimos «por todas las vías de los sentidos», e incluso se incorporan a los sonidos, olores y sabores. La persona que vive en una casa infestada probablemente termina naturalizando estas anormalidades, como escuchar ruidos extraños, ver figuras oscuras o percibir olores desagradables [ver: El olor de los demonios]

La demonología proporcionó algunos tropos sobre cómo los demonios lograban ocupar y perpetuarse en un espacio, principalmente hogares de familia. Una vez que se les abría la puerta [o la abrían ellos mismos debido a sucesos violentos ocurridos en el lugar], se producía un efecto contagio. O bien los fenómenos extraños [perturbaciones hostiles de diversa índole] primero eran experimentados por una persona en la casa, y luego las demás se «contagiaban»; o bien se producían de forma desordenada y aparentemente aleatoria. Esto básicamente cubría todos los escenarios.

Los demonólogos clásicos [como muchos «expertos» modernos en los paranormal] tendían a ver demonios en toda actividad inusual, como si fueran la explicación por defecto de cualquier cosa extraña. Incluso cuando podía deducirse un orden o secuencia racional de causas para explicar el fenómeno, se hablaba de «ilusión demoníaca», una distorsión de la realidad producida por la presencia de un spiritu immundus [«espíritu impuro»]. En otras palabras, esta rama de la demonología creía que no sucedía nada sobrenatural, sino que los demonios tenían la capacidad de inducir alucinaciones. Esta distorsión pronto se «contagiaba» a otros miembros del hogar.

Esta narrativa ha cambiado. En la actualidad se habla de personas «sensitivas», capaces de vislumbrar aspectos ocultos de la realidad, rara vez de víctimas pasivas de una ilusión inducida por agentes diabólicos. De hecho, algunos aspectos de aquella narrativa se han invertido. En uno de los exorcismos registrados por Thyraeus, el demonio en cuestión declaró no saber nada sobre posesión. En cambio, sostuvo haber sentido que caminaba por una calle, de noche, todas las casas estaban a oscuras; de repente dijo haber visto una casa iluminada [la casa de la persona poseída] y que simplemente caminó hacia ella. Hoy en día un «experto» en lo sobrenatural diría que la persona en la casa era esa LUZ, y que los demonios y espíritus se sienten atraídos como polillas a un farol solitario en la noche. Esta LUZ no necesariamente tiene que ver con poderes o capacidades extraordinarias, sino con la vulnerabilidad producto de algún trauma. En tiempos de Thyraeus se pensaba que los demonios no atacaban a nadie que no «abriera la puerta», que no ofreciera algún tipo de invitación [ver: Si los ves, Ellos te ven]. Ninguna LUZ funcionaba como señal o GPS para que estas cosas se acerquen.

La designación loca infesta comenzó a utilizarse para referirse a un lugar [loca] que estaba plagado [infesta] de espíritus demoníacos. En latín clásico, el verbo infesto significa «acosar», «atacar», en el sentido de algo que perturba la paz. El participio pasado infestus refiere a algo hostil, antagónico, una amenaza. Era un término militar, relacionado etimológicamente con infenso [«golpear»] y defendo [«proteger»], utilizado en este contexto porque se pensaba en el ataque demoníaco como análogo al asedio de un ejército que poco a poco va ocupando el cuerpo humano hasta tomar control [ver: ¿Qué siente una persona poseída?]

Uno de los principales signos de infestación demoníaca se manifestaba a través de los animales. San Teodoro de Sikeon relata la historia de un tribuno llamado Pherentinus, quien aseguró haber tenido un encuentro con un perro infernal. El animal bostezó frente a él, y esto lo dejó en un deplorable estado de salud. Afortunadamente para él, San Teodoro no entendió el bostezo del canino como un simple reflejo, sino como un ataque. Lo cierto es que, desde entonces, Pherentinus era incapaz de controlar su propio cuerpo. Se contorsionaba en posturas asombrosas y «permanecía medio muerto durante mucho tiempo con la cara torcida hacia atrás». Indagado por San Teodoro, Pherentinus confesó haber hecho algo con lo que cualquiera de nosotros podría realcionarse. Al ver al perro bostezar, bostezó el mismo. ¡Aha!, habrá dicho San Teodoro, esto permitió la irrupción de lo demoníaco en el cuerpo de Pherentinus, quien al instante perdió el control de su motricidad. Suena un poco absurdo, pero en la doctrina exorcista no se debía repetir ningún gesto o palabra dicha por el demonio; y como el demonio no podía pronunciar ninguna oración del ritual, el exorcista estaba a salvo siempre que no se desviara del texto.

Si un exorcista tradicional hubiera visitado la residencia MacNeil, habría concluido que la posesión de Regan era el último eslabón de una larga cadena de contagio [ver: Regan MacNeil vs Lovecraft]. El exorcismo realizado por Karras y Merrin no habría podido practicarse porque el lugar ya no era seguro, estaba «infestado» por la presencia de Pazuzu, y el resto de la familia probablemente ya habría cedido a cierto grado de obsesión/opresión. Para este exorcista, la residencia MacNeil no habría sido un domus, un «hogar», sino un espacio de intrusión violenta, un loca infesta. Dentro de este lugar contaminado, la entidad demoníaca podría moverse con libertad, abandonando el cuerpo de Regan y regresando cuando quisiera.

La casa MacNeil parece un loca infesta. La habitación de Regan tiene una temperatura considerablemente más baja que resto de la casa, los muebles se mueven solos y hay objetos volando por el lugar. Sin embargo, los exorcistas proceden con el ritual, algo que nuestro experto tradicional no habría recomendado. Según su esquema, los demonios son como alimañas que infestan la casa y ocupan cada rincón; de hecho, se creía que los espíritus hostiles primero se manifestaban a través de ruidos extraños atribuídos a roedores [como los que se oyen en el ático de las MacNeil], luego se mueven hacia los espacios comunes [donde la gente se congrega para comer], y finalmente a los espacios de descanso [ver: Casas tomadas por espíritus]

Los habitantes de una casa infestada rara vez son capaces de señalar algo concreto, un lugar específico del cual provienen las perturbaciones. Más bien, es como una propagación de fenómenos que comienzan siendo externos [ruidos, voces, sombras] y luego son experimentados en el propio cuerpo, como movimientos involuntarios y erráticos [ver: Sobre ruidos paranormales intensos]. Es común que, al dormir, la persona mueva las manos bruscamente, como si estuviera luchando contra algo. Varios demonólogos comentaron sobre esta faceta nocturna de la aflicción demoníaca. Noël Taillepied comenta lo siguiente en Tratado sobre la aparición de espíritus (Traité de l’apparition des esprits, 1588):


«No en vano hay que temer cuando por la noche percibimos algo desconocido. Porque los espíritus a menudo atacan a las personas mientras duermen.»


Con mayor énfasis en los órganos afectados, el demonólogo Johann Weyer [Pseudomonarchia Daemonum] señala que los demonios pueden interferir e interrumpir la visión de las mujeres «melancólicas», basándose en la teoría óptica predominante en la Edad Media [extramisión e intromisión], que postulaba que el ojo humano emitía rayos que rebotaban en los objetos y los hacían visibles. Los demonios, se creía, podían interrumpir y manipular los rayos oculares [haciéndose visibles para una sola persona], e incluso afectar el sentido del tacto, haciendo que una persona experimente estar siendo golpeada, mordida, arañada o abusada sin que esto realmente ocurra [ver: Arañazos, rasguños y marcas en la piel durante la noche]. En esencia, se pensaba que los demonios podían hackear nuestros sentidos. Es curioso que la parapsicología no haya estudiado este modelo de manipulación sensorial para intentar explicar los llamados «toques espirituales», es decir, la sensación de que un espíritu o entidad incorpórea te toca físicamente [ver: Cuando algo invisible te toca]

Las alucinaciones eran sólo un tipo de alteración sensorial dentro de la loca infesta. El teólogo suizo Ludwig Lavater sostuvo: «por su experiencia en las cosas naturales, el diablo puede engañar al ojo humano y a otros sentidos»; y Martín del Rio [Disquisitionum magicarum] afirmó que los demonios «inducen miedo, vergüenza, ira y tristeza». Es decir que en una infestación demoníaca no solo había que dudar de lo que veías y oías, sino también de tus sentimientos.

La instancia previa de estos fenómenos era idéntica a lo que ocurre actualmente en los poltergeist: los habitantes de la casa oyen el ruido de piedras arrojadas desde afuera contra el techo y las ventanas [ver: Las 8 fases de la Actividad Poltergeist]

Otro punto interesante de la infestación demoníaca es el hedor a putrefacción. Podemos suponer que esto no era raro en la Edad Media, pero en la mayoría de los casos se menciona que la carne fresca se ponía negra en pocos instantes, pero no se registraba ningún olor desagradable. Sin embargo, los habitantes de la casa afirmaban tener las fosas nasales saturadas de este olor a descomposición [ver: Entidades que se manifiestan a través del olor]. La situación no podía ser peor: en una loca infesta la gente veía, oía, sentía y olía cosas, todas tan desagradables que desafiaban la capacidad de asimilarlas. La degradación sensorial de las infestaciones demoníacas, la pérdida de control sobre las sensaciones corporales, realmente podían quebrar la voluntad de cualquier persona.

Al igual que hoy se habla de casas embrujadas y toda una batería de fenómenos asociados, antiguamente se pensaba que los demonios podían instalarse en los espacios domésticos y alterar la percepción normal de las cosas. Dentro y en los alrededores de la casa parecían producirse pequeñas desgracias inesperadas sin que se comprendiera cómo y por qué ocurrían. Muchos demonólogos anotan que, sobre todo en las áreas rurales, la gente se acostumbraba tanto a la presencia de estas entidades domésticas que incluso llegaban a establecer complejas relaciones de convivencia. Esta es otra mirada distorsionada de una verdadera constelación de creencias paganas sobre espíritus domésticos, como los Brownies. Nadie pensaba que fueran demonios salvo los demonólogos, que naturalmente los veían en todas partes. Los actuales investigadores paranormales parecen seguir el mismo patrón: ¿Oyes ese ruido extraño? Espíritu. ¿Has visto esa sombra? Espíritu.¿Sientes esa ráfaga de viento? Espíritu. ¿Ha bajado la temperatura? Espíritu.

Los espíritus domésticos del paganismo eran un orgullo para la familia, estaban asociados a ella y mantenían una relación durante generaciones. Es cierto, eran propensos a realizar travesuras, como ruidos molestos en la noche, pero nada que no pudiera apaciguarse con un tazón de leche y un poco de pan. Todo esto estaba bastante alejado, digamos, de la posesión, la magia negra y la brujería. Los demonólogos condenaban estas tradiciones, pero nunca las entendieron. Asociaban el nombre de espíritus locales con demonios, aunque los fenómenos que se producían estaban lejos de ser demoníacos. La parapsicología moderna, que invita a las personas a realizar «limpiezas» y rituales de destierro ante cualquier ruido inusual, confunde del mismo modo la actividad focalizada con la presencia nociva de un principio abstracto del mal, que al parecer puede deleitarse urdiendo engaños infantiles.

El Malleus Malficarum cae la misma confusión al señalar que «los demonios vienen en muchas variedades diferentes» y que «hay tantos espíritus impuros como actividades entre los hombres». En lugar de incitar a la locura y el asesinato, estos provocadores, afirma el Malleus, se deleitan haciendo travesuras y «no pueden dañar a nadie, al menos no gravemente». En el siglo XIII, Jacobo de Vitry anota una historia peculiar, que luego será citada por muchos demonólogos como ejemplo de infestación demoníaca: un hombre parte en peregrinación a Compostela, mientras su esposa se queda en casa. Un demonio impide a la mujer engañarlo al expulsar a sus pretendientes golpeando las paredes y ventanas. En lugar de estimular un comportamiento pecaminoso, la historia invierte las enseñanzas teológicas sobre los espíritus malignos. Esta entidad protege al hombre que se fue a Compostela y frustra el pecado de adulterio de la mujer [en cierto modo, la protege de sus propias inclinaciones]; sin embargo, el autor sostiene que se trata de un «demonio». Evidentemente la historia original no incluía demonios de ninguna clase, sino algún tipo de espíritu doméstico que intentaba proteger la integridad de la familia.

La brujería era la primera preocupación de los demonólogos a finales de la Edad Media. La segunda era la casa como sede de sucesos inexplicables, es decir, como espacio de infestación demoníaca, pero para eso era necesario establecer límites entre las causas naturales y las sobrenaturales. Las personas en las zonas rurales, cuyas tradiciones precristianas todavía estaban vigentes, podían aceptar la existencia de demonios que perturban la casa y a sus habitantes, pero eso equivalía a aceptar que los ángeles caídos desperdiciaban su energía rompiendo cacerolas y haciendo ruidos molestos. En este contexto, la demonología no tuvo otra alternativa que adoptar la existencia de elementales y otros espíritus menores. Este fue el inicio del poltergeist, una faceta menos pomposa de la infestación [ver: Genius Loci: el espíritu del lugar]

El alquimista Georgius Agricola comentó que estos espíritus menores «parecen hacer muchas cosas cuando en realidad no hacen nada». Comenzó a hablarse de demonios «gentiles» [paganos] que estaban activos en los hogares, especialmente durante la noche. Johann Weyer insinúa que «estos seres parecen estar desempeñando tareas de sirvientes, como subir y bajar las escaleras llevando cosas, abrir puertas, encender el fuego, sacar agua, preparar la comida, cuando en realidad no hacen nada en absoluto». La actividad asociada a los fantasmas actuales sigue el mismo patrón: suelen ser vistos en el mismo lugar, a la misma hora, haciendo una y otra vez lo mismo, sin parecer tener conciencia de su entorno, como si estuvieran atrapados en una especie de bucle [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]

Así apareció la idea de que ciertos espíritus domésticos podían causar menos o ningún daño a las personas de la casa, pero la demonología siguió siendo cautelosa. Nunca afirmó que fueran «benévolos», sino que ocupaban los hogares, o se asociaban con una familia, y a menudo exigían una recompensa [pan, leche y vino] por mantener la casa ordenada y castigaban a quienes no lo hacían. La posición de la élite clerical era antagónica con los poltergeist. Negó que fueran «inocuos», y se pronunció a favor de condenar cualquier manifestación [que hoy llamaríamos «paranormal»] de seres asociados a los cultos precristianos. En su Démonomanie, Jean Bodin propuso «eliminar las excusas y la impiedad de aquellos que invocan demonios bajo la apariencia de espíritus benévolos». Bodin temía que la gente pensara que algunos demonios eran tibios en su odio hacia la humanidad si no se condenaba las tradiciones que parecían dar la bienvenida a los espíritus domésticos. Su discurso fue aceptado respecto de los poltergeist más virulentos, porque estos espíritus «traviesos» generalmente provocaban miedo [afín a la teología ortodoxa], sin embargo, en cuando a los espíritus hogareños, criaturas moralmente ambivalentes, el arraigo fue considerablemente menor.

El libro de Catherine Crowe: El lado nocturno de la naturaleza (The Night Side of Nature, 1848) popularizó el término «poltergeist» [acuñado por Martín Lutero] en términos de criaturas espirituales relativamente inofensivas, aunque capaces de provocar perturbaciones considerables. Crowe comenta: «los muertos no siempre descansan pacíficamente; a veces tienen la desagradable costumbre de aparecer». Sin embargo, los poltergeist no siempre tienen que ver con espíritus humanos que se manifiestan ante familiares y amigos, sino con los equivalentes latinos «larva» y «lémur», es decir, entidades que no fueron humanas y que actúan de forma hostil y aleatoria. Por otro lado, los geister [espíritus] parecen actuar como humanos atrapados en este plano que tratan de llamar la atención de los vivos. La demonología, incluso en la era industrial, siguió mantenienodo que los demonios se escondían detrás del poltergeist.

La palabra poltergeist es de origen alemán y alude a un ser espiritual [geist] que genera ruido [poltern]. Lutero, una autoridad en el tema, añadió una instancia superior: el rumpelgeist [«espíritu retumbante»], que aparentemente causaba más ruido y que él mismo experimentó en su residencia. Poco a poco la infestación demoníaca pasó a verse como algo más espiritual, menos demoníaco, aunque de origen desconocido. En muchos cuentos de poltergeists, la actividad suele terminar tan misteriosamente como comenzó, pero nunca es aleatoria. Generalmente alguien hace algo, va a algún lugar, practica la magia o compra un objeto maldito. Siempre hay un desencadenante.

Un caso interesante de infestación demoníaca, que hoy en día consideraríamos un poltergeist, puede leerse en el tratado de Johannes Nider: Formicarius [1475], escrito en forma de diálogo: un alumno de teología le pide a su maestro que comente algunos ejemplos de «perturbaciones» en el hogar. Este le cuenta la historia de una casa cerca de la ciudad de Nuremberg, donde un «espiritu inmundo» silba en la oscuridad, golpea las paredes, hace que las cosas se pierdan y aparezcan en lugares insólitos, pero en ningún momento daña a las personas de la casa. Si bien nunca se dice que este «espíritu inmundo» sea un poltergeist, las manifstaciones de la entidad son comparables. La anécdota está incluida en un contexto más amplio que intenta demostrar que los demonios intentan influir en los asuntos humanos a menudo a través de pequeñas travesuras [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]

Además de la referencia auditiva de los términos polter [«ruido»] y rumpel [«estruendo»], estas entidades producen otras perturbaciones. Mueven y rompen pequeños objetos de la casa, como vasos y utensilios, y también los reubican furtivamente [ver: ¿Por qué las cosas se pierden en tu casa?]. En algunos casos, los poltergeist mueven objetos más grandes y pesados, como camas y mesas; pero la característica secundaria de este fenómeno [después del ruido] es la desaparición de objetos personales que eventualmente se encuentran en lugares inesperados. En casos más raros pueden provocar daños físicos, de hecho, la noción de que estos espíritus arrojan piedras es muy antigua. Este fenómeno, conocido como lithobolia tiene antecentes en el historiador romano Tito Livio, quien describió cómo algunas piedras en llamas [de origen desconocido] aterrorizaron a los soldados romanos durante las Guerras Púnicas. Guillermo de Auvernia afirmó que un espíritu menor lo atormentaba arrojándole piedras y golpeando paredes. Los ascetas cristianos comúnmente se topaban con demonios que les lanzaban piedras para interrumpir sus prácticas ascéticas. Hay un cuento popular de 1698 llamado Lithobolia o El demonio lanzador de piedras (Lithobolia: or, the Stone-Throwing Devil), atribuído a Richard Chamberlayne, que esencialmente describe un poltergeist moderno.

Un aspecto en común entre el antiguo concepto de infestación demoníaca y el poltergeist moderno es la extrema sensibilidad emocional de estas entidades. Al parecer, reaccionan ante la más ínfima ofensa, real o imaginaria, y estallan violentamente cuando no obtienen la reacción que esperan provocar [miedo y reconocimiento]. Quemar salvia, gritarles, ordenarles que se vayan, puede empeorar las cosas, precisamente porque se les está dando reconocimiento. La falta de sueño añade un condimento particularmente desagradable a la situación. Estas entidades suelen comenzar la actividad cuando la persona intenta conciliar el sueño. En estos momentos es común sentir que algo presiona sobre la cama, algo con peso que hunde el colchón, como si un animal se hubiera subido [ver: Una sombra se sienta en el borde de mi cama]

Las pesadillas también son frecuentes en este punto. Suele soñarse con figuras sombrías que adquieren una forma humanoide y emiten una energía maligna. A veces corren en cuatro patas, como perros grotescos. Lo único visible son sus dientes [afilados] y las cuencas de sus ojos. Es común que estas figuras te persigan en sueños o directamente te torturen. Lucen hambrientos [ver: Significado de soñar con el demonio]

Si el foco del poltergeist es una persona, notaremos un cambio radical en su forma de actuar y hablar. No es infrecuente que se pellizque la cara, los brazos y las piernas, tampoco que tenga arañazos y ampollas, como si fueran quemaduras. En cuanto a su personalidad, es como si fuera una persona diferente, constantemente enojada por trivialidades. Cambia de humor bruscamente. Responde como si alguien invisible la hubiera llamado [ver: Algo me llamó por mi nombre]. Pasa mucho tiempo en silencio, como aletargada. Ocasionalmente, una masa informe de oscuridad parece flotar a su alrededor

Aumentar las fuentes de luz de la casa, e iluminar todos los rincones oscuros parece tener un efecto positivo, pero lo que realmente parece funcionar es localizar el espacio de la casa desde donde provenían los primeros ruidos, que suelen producirse a primeras horas de la mañana. No son particularmente fuertes. Es como si la criatura quisiera llamar la atención y, una vez que la obtiene, empezara a desplegar todo su arsenal. Si el origen es un mueble o un espejo, es conveniente deshacerse de ellos. Al parecer, los ruidos nunca comienzan en la estructura de la casa [pisos, paredes, techo] sino de un objeto en particular que puede estar en el piso, la pared o el techo. En cualquier caso, ignóralo. No lo reconozcas. Sólo quiere tu atención. Haga lo que haga, actúa como si no lo hubieras notado. No hables del tema en la casa. No actúes asustado. Recuerda que podrían estar observando, esperando una reacción.




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El artículo: «Loca Infesta»: de la Infestación Demoníaca al Poltergeist fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción, enviar consultas o compartir tu experiencia, escríbenos a elespejogotico@gmail.com

La verdadera historia de los Serafines [y otros no-ángeles].


La verdadera historia de los Serafines [y otros no-ángeles].




Sería prudente escapar de cualquier artículo que trate sobre los ángeles cuyo comienzo sea: «la palabra ángel significa mensajero». A esa frase lacónica seguirá un tratamiento enciclopédico de la naturaleza espiritual de estos seres, sus jerarquías y funciones en la corte divina. Este enfoque sincrético puede inducir en el lector la impresión de que los mitos bíblicos poseen una angelología sólidamente desarrollada. Sin embargo, estas historias se originaron a lo largo de más de un milenio y, como tales, no se puede esperar un sistema coherente de categorización, precisamente por tratarse de un tipo de material extraordinariamente diversificado [ver: Jerarquías angélicas]

En otras palabras, el «ángel» es una categoría construida a partir de datos adicionales, una exégesis posterior que se esfuerza por organizar una variedad de deidades menores, demonios y seres celestiales en grupos particulares.

Hoy en El Espejo Gótico intentaremos desafiar la representación popular de los ángeles, particularmente de los Serafines, quienes juegan un papel importante pero misterioso en el judaísmo y el cristianismo.

En primer lugar, el término «ángel» debe entenderse como un tipo de ser celestial, anterior a la creación, muy diferente a la forma en la que estas entidades suelen ser retratadas en el arte y la ficción.

La etimología de los Serafines denota su origen como seres relacionados con el fuego. El singular sɛrəf significa «el que arde», y los Serafines se consideraban tradicionalmente como ángeles ardientes, o en llamas. En hebreo, la palabra saraph significa «quemar», y se usa siete veces a lo largo del Antiguo Testamento como sustantivo, generalmente para denotar «serpiente». Por qué estos dos términos [«quemar» y «serpiente»] están relacionados es tema de discusión. Algunos deducen que podría tratarse debido al color rojizo de ciertas serpientes, o incluso a la sensación de ardor que deja su mordedura. La forma plural: seraphim, aparece únicamente en Números e Isaías, pero solo en este último se utiliza para referirse a un ser celestial. Isaías luego usa el singular para describir una «ardiente serpiente voladora».

Esta «serpiente ardiente», saraph, aparece en la Torá para describir una especie de serpiente del desierto cuyo veneno quema al contacto. La palabra hebrea saraph podría corresponder al sánscrito sarpa y sarpin [«serpiente» y «reptil» respectivamente]. Todo esto es consistente con la lengua hebrea antigua, donde lo venenoso es literalmente ardiente, y lo ardiente es serpentino. Los Serafines, entonces, arden, queman como la mordedura de las serpientes.

El Libro de Isaías amplía la descripción de los Serafines como «serpientes ardientes» en la tierra de la angustia, e indica que comparables a víboras, peores que las serpientes ordinarias. El profeta también tiene una visión sobre los Serafines como agentes divinos, con seis alas y rostros humanos, que probablemente no deben interpretarse como serpientes sino como llamas. Algunos sostienen que Isaías está hablando de los Serafines como si se trataran de rayos. Después de todo, los rayos pueden ser vistos como formas serpentinas que «queman»; sin embargo, el rayo nunca es deificado en los mitos hebreos, y solo está asociado a Dios en una forma despersonalizada, como un arma en el arsenal divino o como una característica ordinaria de la teofanía.

La traducción de la palabra hebrea mal’āḵ [pl. mal’āḵīm] por el griego angelos [«mensajero»] oscurece un poco la percepción antigua de las funciones de estos seres. El hebreo mal'akh era la palabra estándar para «mensajero», tanto divino como humano. Cuando se trata de mensajeros humanos [es decir, que no demuestran ninguna habilidad sobrehumana] la palabra mal'akh aparece en su significado básico y literal de mensajero; no obstante, en estos casos las primeras traducciones de la Biblia emplean términos latinos como legatus o nuntius, y solo cuando se presenta algún ser sobrenatural aparece la palabra angelus. El original no hace tal distinción. Habla de «mensajeros», independientemente de su naturaleza terrenal o divina.

La estructura morfológica de la palabra mal'akh sugiere que esta se refiere a los medios para llevar a cabo una tarea. Por lo tanto, el término mal'akh significa simplemente «el que es enviado», a menudo traducido como «mensajero». Esto significa que la palabra «ángel» solo debería ser utilizada para todos los seres celestiales que Dios envió en misiones como mensajeros, por lo tanto, los Serafines no son ángeles; de hecho, antiguamente nadie habría identificado a los Serafines y Querubines como mal’āḵīm [«mensajeros»]. Más aún, la apariencia aterradora de estas criaturas los convertía en candidatos poco probables para servir como ángeles, es decir, como mediadores del mensaje divino; y por eso no hay registro de que los Serafines alguna vez lo hayan hecho.

Es importante entender que, originalmente, la palabra «ángel» [mal'akh] no designaba a un tipo de criatura celestial, sino a una función. La idea de que «ángeles» es un término genérico para cualquiera de los asistentes sobrenaturales de Dios, ya sea que cumplan la función de mensajeros o no, es posterior. La mayoría de las traducciones de la Biblia toman prestado el término griego angelos, pero no en su sentido original como «mensajero», sino en su significado posterior como cualquier ser sobrenatural bajo la autoridad de Dios. De ahí que actualmente pensemos en los «ángeles» como en una raza o especie de criaturas, cuando en realidad es solo una función.

La apariencia serpentina de los Serafines probablemente tiene sus fuentes en la iconografía del uraeus egipcio, el cual se usaba como símbolo de soberanía, realeza y autoridad divina. Podemos verlo en la cabeza de todos los dioses y faraones, dándole la apariencia de una cobra. La palabra uraeus es griega, y esta es una traducción del egipcio jor, la figura de la cobra que protege a los reyes y dioses por medio de su «fuego» [veneno]. Estas imágenes se han relacionado con los Serafines de las visiones de Isaías, o quizás más directamente con la «ardiente serpiente voladora» antes mencionada, pero esto continúa siendo tema de debate, ya que una imagen de Serafines serpenteantes choca con la propia visión de Isaías, que claramente los imaginó con cabezas, piernas y brazos. La visión de los Serafines que tuvo Isaías es el único caso en el Antiguo Testamento en que esta palabra se usa para describir seres celestiales:


[«Vi también al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Sobre él estaban los serafines: cada uno tenía seis alas llenas de ojos por dentro; con dos cubrían su rostro, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Clamaban: "Santo, santo, santo, YHVH de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria".»]


Un Serafín tiene la amabilidad de llevar a cabo un acto de purificación ritual para el profeta, tocando sus labios con un carbón encendido del altar:


[«Y lo puso sobre mi boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad, y quedas limpio de pecado.»]


Aquí, la palabra Serafines es el nombre dado a los seres celestiales que cantan el trisagio a Yahweh [repitiendo «santo, santo, santo»] y realizan un acto de purificación, que no sabemos si es ordinario o excepcional, solo para el profeta. De todos modos, Isaías es rotundo al afirmar que los Serafines tienen seis alas llenas de ojos; lo cual los excluye del concepto general de ángeles [en términos de mensajeros]. De hecho, en la Biblia no hay un solo ángel que se manifieste ante los humanos portando alas. Solo se entiende que son ángeles debido al contexto, no a su apariencia.

Si tomamos por cierta la palabra del profeta, los Serafines son seres celestiales, alados, con una pasión ardiente por las obras divinas. Sin embargo, el hecho de que su función sea alabar a Dios los excluye del estatus de ángeles. Solo en fuentes posteriores, como la Summa Theologiae de Tomás de Aquino y De Coelesti Hierarchia del Pseudo Dionisio, se considera a los Serafines como una división de los mensajeros divinos. De hecho, en algunos mitos hebreos [no bíblicos], como el Segundo Libro de Enoc, se los llama Akyəst, «dragones».

A propósito, el Segundo Libro de Enoc añade dos categorías más, además de los Serafines y Querubines, como los seres celestiales más próximos al trono divino: los Chalkydri [«serpientes de cobre»] y Chol [«fénix»], quienes estallan en cantos de alabanza al amanecer. Los Serafines, como anota Isaías, también son incanzables al alabar a Dios.

En la Cabalá, los Serafines son los ángeles superiores del Mundo de Beriah, el segundo de los cuatro planos celestiales del Árbol de la Vida, pero el primer reino creado. Al parecer, en este plano de existencia los Serafines toman conciencia de su distancia de la divinidad absoluta, lo cual provoca su continuo ardor. Es la teología cristiana medieval la que sitúa a los Serafines en el lugar más alto de la jerarquía angelical. Son los guardianes del trono de Dios, cantando continuamente como en la visión de Isaías.

El aspecto de los Serafines tiene raíces filosóficas muy profundas, pero difícilmente puedan ser asociados a los ángeles en la imaginación popular actual. Si una criatura de aspecto humanoide, con seis alas llenas de ojos, rodeada de llamas, se presentara en tu habitación, probablemente lo último que pensarías es en un ángel; sin embargo, los Serafines y su incesante revolución alrededor del trono divino, su ardor incansable, que los enciende y purifica, pero también los consume, proviene de la noción cabalística del Mundo de Beriah, el plano del autoconocimiento. En otras palabras, los Serafines saben que nada puede conocer el comienzo y el fin de todas las cosas, excepto Dios; y por alguna razón esto los obliga, por un lado, a alabar al Creador, y por el otro a arder perpetuamente [ver: Metatrón: el ángel que fue dios]

Orígenes de Alejandría va un poco más lejos al afirmar que los Serafines son los únicos seres celestiales a los que se les ha revelado todo el conocimiento de Dios, lo cual, en apariencia, los eleva al papel de seres divinos. Sin embargo, el hecho de que Dios revelara a los Serafines todo su conocimiento no implica que estos lo hayan comprendido. De hecho, técnicamente les sería imposible comprenderlo todo; porque está escrito: «La mayor parte de las obras de Dios son secretas». Orígenes fue criticado por hacer estas afirmaciones y la iglesia cristiana lo calificó de hereje. Sin embargo, su teoría sobre los Serafines tiene raíces muy fuertes en las creencias cristianas primitivas.

Tomás de Aquino intenta explicar el aspecto llameante de los Serafines de acuerdo a la naturaleza imperfecta, aunque elevadísima, de estos seres. Los Serafines, que de todos los seres creados son los que más se acercan a la comprensión del plan divino, arden por su deseo de completar ese plan. En otras palabras, son impacientes [ver: ¿Tocada por un ángel o quemada por un demonio?]

En este sentido, la figura del fuego los identifica por su movimiento ascendente y continuo. Sus llamas, su ardor, los eleva hacia Dios; los purifica, los convierte en una luz inextinguible que quema, pero también los hace suceptibles a la impaciencia ante el ritmo aparentemente pausado de los planes divinos, incluso a la rebelión.

Uno de los Serafines que perdió su lugar divino en la demonología medieval es Samael, quien originalmente era considerado el Guardián de Dios, y cuyo nombre a veces se traduce como «veneno de Dios», lo cual parece, digamos, poco angelical, pero ya hemos visto la relación entre el fuego y el veneno que arde con los Serafines. Además, samael en hebreo también significa «izquierdo», y por eso en algunas tradiciones se consideraba a Samael la «mano izquierda de Dios».

En su función de guardián del fuego divino, Samael vuelve a expresar todos los atributos simbólicos de los Serafines. La palabra hebrea para «guardián» es samar, básicamente el nombre de los círculos de espinas colocadas alrededor de las ovejas para protegerlas. Irónicamente, la letra hebrea samej es una imagen cruda de una serpiente urobórica envuelta alrededor del Eterno.

Es importante entender que los Serafines y las serpientes solo están relacionados de manera simbólica, en general aludiendo al fuego o ardor que causa su mordida. No parece haber ninguna relación directa entre Dios y seres con aspecto de serpiente; de hecho, hay pocas posibilidades de que el pueblo hebreo antiguo haya desarrollado una actitud positiva hacia las serpientes, como fue el caso en Egipto y Grecia. Ciertamente nunca hubo ningún culto hebreo a la serpiente. Sin embargo, el uraeus egipcio y el Serafín tienen mucho en común: ambos son criaturas ardientes, voladoras, que son reconocidos por sus funciones protectoras, y ambos están igualmente asociados con los poderes divinos y la autoridad real [ver: El olor de los ángeles, demonios, espíritus y fantasmas]

Los textos bíblicos operan como todas las mitologías: por medio de categorías proporcionadas por la experiencia mundana. En este sentido, la metáfora del mensajero encaja muy bien en el contexto más amplio de retratar a las deidades como humanos. En el Antiguo Testamento hay tres tres metáforas centrales que organizan la red de descripciones divinas: [a] Dios es como un patriarca; [b] Dios es como un creador; [c] Dios es como un rey. La teología posterior tomó la segunda y la elevó a la categoría suprema, pero la última [Dios es como un rey] es la más influyente en el contexto bíblico. De hecho, el Dios del Antiguo Testamento se comporta como el un típico tirano del Cercano Oriente. En calidad de rey, entonces, Dios posee a sus mensajeros [los ángeles], sus ejércitos [liderados por arcángeles] y su corte [los Serafines y Querubines]. Sin embargo, todas estas instituciones deben ser tratadas como metáforas.

Pero incluso en el terreno de la metáfora existe una entidad percibida por siglos de intérpretes y exégetas como una figura teológicamente problemática: el Ángel del Señor.

Casi todas las apariciones de mal'akh Yahveh siguen el mismo patrón: la narración presenta al Ángel del Señor, quien se comporta como si fuera una deidad; por ejemplo, prometiendo fertilidad, aniquilando a todo el ejército sin esfuerzo, o simplemente presentándose como Elohim o Yahveh. Las personas presentes, además, reverencian al Ángel del Señor de una forma reservada exclusivamente a Dios. Estos incidentes dejan al lector con varias preguntas. ¿Quién es este Ángel del Señor? ¿Acaso no todos los ángeles son del Señor? ¿No será que es el propio Dios quién acaba de aparecer? Pero, en ese caso, ¿por qué se lo llama Ángel del Señor?

Existe una numerosa cifra de explicaciones que se esfuerzan por dilucidar esta entidad; y todas introducen conceptos adicionales, es decir, que no están en el texto original: se trata de Cristo preencarnado, una manifestación terrenal de Dios, un Serafín fundido con la imagen divina, etc. En otras palabras: la teología tiende a imponer un significado que nada tiene que ver con la carga cultural y con el contexto histórico. Lo cierto es que El Ángel del Señor habla como si fuera el Señor del mismo modo en que los antiguos mensajeros reales utilizaban la primera persona para comunicar su mensaje, es decir, hablaban como si fueran el propio consignatario. En este contexto, los Serafines rodeando el trono divino y repitiendo una y otra vez la misma alabanza quizás sean una versión exagerada de una corte real.

Otro Serafín prestigioso es Lucifer, antes de su caída en desgracia como Satanás, aunque Tomás de Aquino insistió en que Satanás no era un Serafín, sino un Querubín, argumentando que los Querubines se derivan del conocimiento, que es compatible con el pecado, mientras que los Serafines derivan de la caridad, y que por esa razón son impermeables a la tentación. De hecho, Santo Tomás afirma que ni un solo Serafín se unió a la rebelión, y que ninguno de ellos cayó como demonio [ver: De las guerras celestiales]. A pesar de estas afirmaciones, antiguamente se representaba a Lucifer con doce alas, indicando que su estatus incluso estaba por encima de los demás Serafines.




Angelología. I Mitología.


Más literatura gótica:
El artículo: La verdadera historia de los Serafines [y otros no-ángeles] fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Paimon: la verdadera historia del demonio de «Hereditary».


Paimon: la verdadera historia del demonio de «Hereditary».




En la excelente película de terror de 2018, Hereditary [El legado del diablo], vemos enloquecer lentamente a una familia debido a la influencia de un culto satánico que adora a un demonio particularmente misterioso: Paimon. ¿Quién es exactamente la entidad demoníaca detrás de los sombríos eventos de la película?

Paimon es un demonio que habita en uno de los rincones más recónditos de los mitos cristianos, aunque de hecho proviene de la mitología mesopotámica, no como un demonio, sino como una diosa que progresivamente fue vista como un djinn, seres que a menudo son hermafroditas, y por lo tanto retratados con atributos tanto masculinos como femeninos. Originalmente, Paimon presidía las artes y la ciencia; razón por la cual el propósito de invocarlo era adquirir conocimientos en estos campos, algo muy distinto a lo que vemos en la película. [ver: Diccionario demonológico]

Ahora bien, la mayoría de la información que tenemos sobre el demonio Paimon proviene de grimorios y libros ocultistas posteriores, quienes oscurecieron progresivamente su figura mitológica. Estos tratados demonológicos suelen estirar y distorsionar las características mitológicas de los demonios, pero aún así es posible recolectar algunos rasgos en común para reconstruir algo de la figura original. De modo que comenzaremos con estas referencias y, a continuación, intentaremos escarbar más profundo.

Según estos libros prohibidos, Paimon suele ser invocado para que otorgue espíritus familiares y revelar la ubicación de tesoros ocultos [ver: Los «espíritus familiares» en la brujería]. Se le debe permitir hacer cualquier pregunta y la respuesta debe ser honesta y directa. El Lemegeton Clavicula Salomonis [«La Llave Menor de Salomón»] le añade un atributo aparentemente trivial al afirmar que Paimon tiene el poder de controlar a los peces. En Pseudomonarchia Daemonum [«pseudo monarquía de los demonios»] se afirma que Paimon es el sirviente más «obediente» de Lucifer, quien en este grimorio en particular es sumamente arrogante. Cuando es obligado por la virtud divina, a través de un exorcista, Paimon se revela como un hombre con «un semblante afeminado», portando una corona con una estrella en el medio y montando un dromedario. Detrás de él marcha una multitud de réprobos con trompetas y címbalos.

Cuando Paimon es invocado por un nigromante, su manifestación es precedida por un gran rugido. El invocador debe poseer una extraordinaria firmeza para obligar a Paimon a observar su deseo y pedirle que responda claramente. Si el demonio es doblegado, puede responder cualquier cuestión relacionada con la filosofía, la ciencia, y revelar cualquier secreto. Sin embargo, si el invocador es débil, quedará atado a las mentiras de Paimon:


[«Él (Paimon) prepara buenos familiares, y tiene el entendimiento de todas las artes. Al invocarlo se debe mirar hacia el noroeste, porque allí está su casa. Cuando sea llamado, el invocador debe recibirlo sin temor, enumerando sus preguntas y demandas para obtener lo mismo de él.»]


Según el Pseudomonarchia Daemonum, no está claro si Paimon, antes de caer entre los ángeles, pertenecía a la orden de las Dominaciones o de los Querubines. En cualquier caso, el grimorio sostiene que le siguen doscientas legiones y, si el invocador no realiza los correspondientes sacrificios, Paimon puede manifestarse con sus dos servidores: Beball [a veces llamado Lebal] y Abalam, haciendo casi imposible controlarlo

Tanto en el Dictionnaire Infernal [diccionario infernal] de Collin de Plancy, como en el Livre des Esperitz [libro de los espíritus], se lo menciona como Paymon. En El Libro de Abramelin y el Grimorio del Papa Honorio aparece como Bayemon. Todas estas obras coinciden en la obediencia de Paimon a Lucifer, en la confianza que el Príncipe de las Tinieblas tiene depositada en él, en su residencia en el noroeste, y en su mayor enemigo, el ángel Haziel.

En el Ars Goetia, nuevamente, se describe a Paimon como un hombre montado en un camello, precedido por tropas que tocan trompetas y címbalos. En los anteriores grimorios se insiste en que Paimon tiene un rostro hermoso, pero el Ars Goetia no es tan específico, aunque aún se refiere a él como hombre. Este libro también añade un par de datos interesantes: la «voz ronca» de Paimon, y su tendencia a hablar en su idioma nativo [no se sabe si la lingua diaboli o el enoquiano] hasta que se le ordene responder en el idioma del invocador.

Si tomamos todos los grimorios mencionados hasta aquí, encontraremos que Paimon generalmente es descrito enseñando ciencia y respondiendo preguntas, lo cual no parece particularmente diabólico. El Ars Goetia y el Pseudomonarchia Daemonum especifican que su conocimiento incluye «todas las artes» y «cosas secretas» [tesoros, en su mayoría]. El Livre des Esperitz amplía esto y afirma que Paimon suele responder con sinceridad y es capaz de otorgar «dignidades y señoríos». Otra coincidencia es el mérito de otorgar familiares [que también son buenos para enseñar] y el dominio sobre los peces. También hay atributos absurdos, como la mención en el Ars Goetia de que Paimon puede «hacer que un ladrón regrese y devuelva lo robado». En El Libro de Abramelin se expanden un poco estos poderes con el conocimiento de eventos pasados y futuros, hacer aparecer espíritus, crear visiones, adquirir y despedir espíritus sirvientes, reanimar a los muertos durante varios años, volar, permanecer bajo el agua indefinidamente y habilidades generales para «hacer todo tipo de cosas» a instancias del mago.

Ahora bien, es probable que el origen de Paimón se remonte a los mitos mesopotámicos. Algunos incluso afirman que hay una relación directa entre Paimón y la diosa egipcia Isis, pero basándose en cuestiones puramente cosméticas. Paimón [recordemos, de «rostro afeminado»] suele ser representado montando un camello, lo mismo que Isis. Pero ahí terminan las similitudes, de modo que no tomaremos este camino.

Es interesante que, en El Libro de Abramelin, Paimon se escriba con frecuencia «Paymon» y, a veces, «Paimonia». Probablemente podríamos rastrear el origen etimológico de su nombre en el hebreo pomn [«tintineo», como el de una pequeña campana], que a su vez deriva de la raíz hebrea pom, «agitar», «impulsar». La palabra pomn se utiliza seis veces en Éxodo, y no era infrecuente que los rabinos llamaran a Paimon con el título de ozazl [«azazel»], que es un nombre usado en Levítico con referencia al chivo expiatorio [de oz, «cabra»; y azl, «irse»]. Todavía se realizan acalorados debates sobre si la palabra ozazl [«azazel»] es el chivo expiatorio, o un demonio a quien se le ofrecia ese animal, No obstante, en la demonología rabínica siempre se usa para referirse a uno de los principales demonios [ver: Azazel, el origen del chivo expiatorio]

Azazel, además de provenir la antigua práctica hebrea conocida como chivo expiatorio, también es uno de los Ben-Elohim mencionados en El Libro de Enoc; es decir, uno de los «Vigilantes» que le dio conocimiento a la humanidad en contra de la voluntad de Dios. A pesar de esto, la mayoría de los demonólogos consideran a Azazel y Paimon como entidades completamente separadas.

Hay una conexión evidente en los rasgos más sutiles de Paimon: su nombre significa «tintineo», suele «rugir» cuando se manifiesta, sus tropas tocan trompetas, y además habita en el seno de los vientos del noroeste. Es claro, entonces, que Paimon era antiguamente una deidad del aire. De hecho, en De sphera [«Sobre las esferas»] de Juan Sacrobosco, se habla de los «cuatro espíritus de gran virtud» que gobiernan los cuatro puntos cardinales y sus respectivos vientos: Oriens, Amaymon, Paymon y Egim. Pero demos un paso más allá en el terreno especulativo: la relación de Paimon con el aire [quizás siendo él mismo, originalmente, un espíritu del aire] se expresa en su devoción por la música.

En este punto no es ilícito suponer que Paimon comenzó siendo un djinn. En primer lugar, se lo representa montando un dromedario, una clara alusión al desierto; pero también tenemos su asociación con el aire. Djinn significa «oculto», pero en relación a algo que no puede verse aunque sí resulta audible, como el viento. De hecho, sus dos principales servidores, Label y Ablim, también son djinns en la mitología de medio oriente.

Muchos de los demonios mencionados en grimorios y tratados demonológicos tienen sus orígenes en los antiguos dioses de culturas subyugadas o absorbidas por una nueva religión [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]. De hecho, era una práctica común demonizar a los dioses de otras civilizaciones, pero también a seres de menor escala. En otras palabras, todos los grimorios y todos los tratados demonológicos presentan groseras distorsiones de la entidad original. Sin embargo, aún en esta deliberada deformación es posible encontrar vestigios, que de ningún modo son concluyentes y deben tomarse con pinzas. Paimon podría estar vinculado a los djinns, pero ningún vínculo es demostrable empíricamente.

Dicho esto, es significativo que Paimon siempre apareza con un «rugido» y hable con una «voz ronca». Cuando encontramos estos elementos en la demonología, por lo general estamos ante un eufemismo. El rugido que precede a la aparición de Paimon es análogo al aullido de las banshees en los mitos celtas, aunque probablemente más horrible, ya que es capaz de «partir en dos» al invocador si este es indigno. La presentación de Paimon con rugidos y amenazas al ser invocado es un lindo detalle. Es como si nos levantáramos a la madrugada cuando alguien que no conocemos golpea la puerta. Los rugidos de Paimon son una versión extrema del «¿quién es?» de alguien perturbado en medio de la noche, porque los grimorios establecen claramente que Paimon luego adopta un tono de cordialidad cuando el invocador se presenta.

Es importante tener en cuenta que muchos de los grimorios se contradicen entre sí con respecto a Paimon, pero todos coinciden en describirlo con los atributos de un djinn, y probablemente uno importante, ya que algunas leyendas lo describen como uno de los líderes del Djinnestán. Las representaciones de Paimon respaldan todo esto.

Ahora bien, el Djinnestán no es una región del infierno cristiano, menos aún del Sheol hebreo, sino el plano extradimensional donde habitan los djinn, según la mitología árabe, seres anteriores a la creación del ser humano. La palabra djinn, como hemos visto, significa «oculto» [a la vista], y cuya etimología es un ejemplo interesante de la forma en la cual este pueblo antiguo concebía el mundo. Djinn proviene del árabe jann, que significa «esconderse», pero no como nosotros habitualmente interpretamos esta palabra. Por ejemplo, la misma raíz [jann] está presente en manjun, «loco» [pero que literalmente significa «intelecto escondido»] y janin, «embrión» [«oculto dentro del útero»]. Esta es una maravillosa forma de pensar el mundo.

Los djinn forman parte de la mitología árabe preislámica, aunque posteriormente fueron absorbidos y reinterpretados por el Corán. Su reino, el Djinnestán, donde algunos grimorios sitúan a Paimon, originalmente era considerado un planeta lejano, y luego un plano distinto del físico. Se dice que los djinn fueron creados a partir del «fuego abrasador y sin humo» de Dios, pero también que son de naturaleza física, siendo capaces de interactuar con personas y objetos de nuestro mundo, y además poseen libre albedrío.

Iblis, uno de los principales djinn, ejerció su libre albedrío al máximo cuando se negó a inclinarse ante Adán, incluso cuando el propio Dios se lo ordenó. Por esa desobediencia, Iblis fue expulsado del Edén y llamado «shaytan» [Satanás]. Al parecer, Paimon y muchos otros también habrían sido expulsados, convirtiéndose en renegados, como los demonios.

Los djinn generalmente no pueden ser vistos por los seres humanos, pero estos sí son claramente visibles para los djinn. Lo que sí podemos ver es la interacción de los djinn con nuestro mundo físico, lo cual explica un poco el nombre de Paimon, «tintineo», el cual, como hemos visto, está asociado al aire, al viento, particularmente cuando hace agitar una pequeña campana. Esta asociación con los vientos también explica porqué los djinn, en el folclore, pueden viajar grandes distancias a una gran velocidad y habitar en áreas inaccesibles: sobre las montañas, los mares, incluso en las «alturas del cielo».

La estructura social de los djinn parece acreditar las divagaciones de los grimorios sobre ducados y rangos militares asignados a los demonios. Tenían reyes, cortes, bodas, funerales, y, como los seres humanos, serán juzgados en el Día del Juicio y enviados al Cielo o al Infierno según sus acciones.

Todo parece indicar que Paimon pertenece a la raza de los Marid, el tipo más fuerte de djinn [los más débiles son los ifrit], no en términos de fuerza física, sino por su dominio del elemento aire. Mientras los djinn más poderosos se elevan y vuelan por el cielo, los más débiles solo pueden manifestarse en nuestro mundo con formas bestiales, nunca con el «rostro hermoso» de Paimon.

A finales de 1909, el ocultista Aleister Crowley y Victor Neuburg [compañero y amante], viajaron al norte de África con la intención de practicar una ceremonia mágica en el desierto. El resultado fue una experiencia aterradora que involucra a Paimon.

Lo que sucedió en el desierto fue el resultado de toda una vida de identificación con los demonios. En sus Confesiones, Aleister Crowley afirma que no podía entender la razón de esta repentina identificación infantil con las fuerzas del mal, y que incluso a una edad muy temprana buscó «el camino de Satanás». Fue su madre quien primero se refirió a él como «la Bestia», un nombre que Aleister Crowley haría suyo. Esta identificación temprana con el mal tendría un impacto considerable en aquella experiencia en el desierto.

Crowley y Neuburg viajaron a Londres a principios de julio de 1909 y llegaron a Argel el 17 de noviembre. La actitud de Aleister Crowley hacia las autoridades coloniales francesas fue de cortés desdén. Eligió ignorar las advertencias de que un viaje por el desierto sin guía podría ser peligroso, aunque hay que que decir que este desdén estaba de algún modo justificado: Aleister Crowley era un montañista experto, y perfectamente capaz de realizar esfuerzos físicos extraordinarios; además, tenía conocimientos básicos del árabe y entendía la cultura musulmana.

Mientras los dos hombres se dispusieron a comprar las provisiones necesarias, la única preocupación de Crowley era el físico delgado de su compañero y su «mirada de perro avergonzado». Victor Neuburg, ante la insistencia de Crowley, se afeitó la cabeza dejando solo dos mechones en las sienes, que estaban «retorcidos en forma de cuernos». Crowley, riéndose, anota en su cuaderno de viaje que Neuburg era «un demonio que yo había domesticado y entrenado para que me sirviera como un espíritu familiar».

El ritual que Crowley tenía en mente estaba basado en un sistema mágico desarrollado por John Dee, el eminente matemático y astrólogo isabelino, y su clarividente, Edward Kelley. John Dee y Kelley estaban bien versados en la Cábala, pero sus experimentos estaban inspirados en el mago renacentista Henry Cornelius Agrippa, quien elaboró un sistema de tablas numéricas y alfabéticas para invocar a los ángeles. John Dee aprovechó los supuestos dones de Edward Kelley como vidente e intentó entablar una conversación con los ángeles. En otras palabras: John Dee hacía las preguntas a través de Kelley y luego registraba sus respuestas, formuladas en un lenguaje angelical secreto, llamada vulgarmente Enoquiano. Con el tiempo, John Dee construyó una cosmología completa de ángeles y demonios y esbozó treinta aethyrs [aires], básicamente dimensiones distintas a la nuestra.

Este esquema se había integrado en las enseñanzas de la Orden Hermética del Alba Dorada, y aunque a Crowley se le había negado la entrada a la Segunda Orden, lo había aprendido de otros adeptos, y de hecho estaba bastante familiarizado con el sistema de John Dee. Sin embargo, mientras los iniciados de la Golden Dawn solo estudiaban el Enoquiano como un ejercicio académico, Aleister Crowley estaba decidido para probar su eficacia. Había hecho una copia de las diecinueve Llamadas o Claves de Dee, que invocaban poderosas fuerzas ocultas; y entonces, en el desierto, se sintió impulsado a intentarlo. Según anota en sus cuadernos de viaje, «las condiciones son perfectas para emprender un viaje a través de los Aethyrs de John Dee».

El plan de Crowley era simple: elegiría un lugar apartado y recitaría la Llamada apropiada, el encantamiento ritual que le daría acceso al Aethyr. Después de asegurarse de que las fuerzas invocadas estaban presentes, tomaría su piedra mágica [en este caso, un topacio] y, como lo había hecho Kelley siglos antes, «la piedra desempeñaría un papel no muy diferente al del espejo de Alicia». Después de entrar en el Aethyr, describiría sus experiencias a Neuburg, quien las escribiría. Cabe señalar que Crowley adaptó el procedimiento a su medida. A diferencia de John Dee, él sería su propio vidente, y Victor Neuburg, el clarividente, cumpliría la función de escriba.

Aleister Crowley afirma haber entrado en contacto con seres celestiales «tanto terribles como hermosos», quienes se comunicaron con él en un rico lenguaje simbólico. Entendió gran parte del simbolismo y comenzó a darse cuenta de que las Llamadas, de hecho, le daban acceso a un intrincado sistema universal de mundos y planos de existencia:


[«Vi con mis propios ojos y escuché con mis propios oídos la verdad. Estas visiones cristalizaron la conclusión teórica que mis estudios de religión comparada solo habían esbozado.»]


Aleister Crowley esperaba que esta experiencia fuera una exploración impersonal de los Aethyr, pero las cosas se habían vuelto mucho más intensas y complejas. Estaba convencido de que se le estaba revelando la «brillante simplicidad de las verdades cósmicas». También se dio cuenta de que se estaba involucrando personalmente, que el ritual estaba trabajando en él. A medida que progresaba, Crowley empezó a sentir algo muy parecido al miedo.


[«Era como si una mano sostuviera mi corazón mientras un rugido me envolvía en palabras horribles y encantadoras.»]


Para fortalecerse contra la creciente sensación de pavor y asombro, Aleister Crowley empezó a recitar el Corán mientras marchaba por el desierto. Las grandes extensiones vacías, calurosas durante día y heladas por la noche, y la continua enunciación de fórmulas mágicas, se combinaron para producir un estado de intensidad espiritual abrumador.

El llegar al monte Da'leh Addin, Crowley, siguiendo las instrucciones de sus interlocutores angélicos, intentó ingresar al decimocuarto Aethyr. Se encontró con un «espeso velo negro», a pesar de intentarlo repetidamente, no pudo penetrar. Mientras tanto, una «voz» susurraba en sus oídos advirtiéndole que estaba a punto de entrar en el «Reino de la Tumba». De repente, el velo se rasgó, y Crowley vio «un ángel glorioso» parado frente a él con los brazos extendidos y la cabeza echada hacia atrás. Llevaba una «corona con una estrella en la frente» [al igual que Paimon] y «rodeado del llanto de las bestias». Este ángel instruyó a Crowley para que se retirara, ya que el misterio del decimocuarto Aethyr es «tan grande y terrible que no puede ser revelado a la vista del sol».

Conmocionado, Crowley se preparó para regresar a la aldea de Bou Saada. Mientras lo hacía, «me llegó la orden de realizar una ceremonia mágica en la cima de la montaña». Cualquiera que sea la forma que tomó esta «orden», Crowley la obedeció. Él y Neuburg construyeron un gran círculo con rocas; inscribieron palabras mágicas y erigieron un altar en su centro. Allí, dice Crowley: «Me sacrifiqué. El fuego del sol que todo lo ve cayó sobre el altar, desgarrando cada partícula de mi cuerpo y personalidad.»

Crowley no recordaba nada de su regreso a Bou Saada. Sin embargo, a medida que recobró lentamente la conciencia, supo que había cambiado:


[«Sabía quién era yo y todos los acontecimientos de mi vida; pero ya no me sentía el centro de esas experiencias. Yo no existía. Todas las cosas eran como sombras que se deslizan sobre la tranquila superficie de un lago; sus imágenes no tienen significado para el agua, ni poder para agitar su silencio.»]


Unos días después, Crowley se preparó formalmente para pasar por la prueba del Abismo. Comprendió que lo haría cuando entró en el décimo Aethyr de John Dee, y supo que, mientras estaba allí, debía enfrentarse y derrotar al terrible «Choronzon, el poderoso demonio que habita en el Abismo más lejano». También sabía que solo podía hacerlo como Perdurabo, un Adepto, y que era fundamental que no quedara ni una pizca de su ego si quería sobrevivir a la experiencia. El éxito dependía de la habilidad de Crowley para dominar a Choronzon a través del poder de la voluntad.

Las complejas técnicas, rituales y parafernalia de la práctica mágica son los medios por los cuales un mago inflama su voluntad. Choronzon podía ser controlado solo a través de la aplicación silenciosa pero implacable de esta voluntad. Si fracasaba en obligar a Choronzon a someterse, este lo esclavizaría. Ante esto, y las advertencias que había recibido en los Aethyrs anteriores, Crowley cambió su procedimiento mágico.

El 6 de diciembre de 1909, Crowley y Neuburg abandonaron Bou Saada y se adentraron en el desierto. Acamparon en las dunas, trazaron un círculo en la arena e inscribieron los signos apropiados. Luego se trazó un triángulo cercano, cuyos perímetros también estaban inscritos con nombres divinos y también con el de Choronzon. El círculo mágico les brindaría protección, y el triángulo estaba destinado a contener cualquier manifestación. En este punto, Neuburg entró en el círculo. Estaba armado con una daga y tenía instrucciones de usarla si algo intentaba entrar en el círculo. Crowley, negándose a unirse a su compañero en la relativa seguridad del círculo mágico, entró en el triángulo. Mientras Neuburg realizaba los rituales de destierro, Crowley hizo la Llamada del décimo Aethyr. Choronzon se anunció con un «rugido» y las palabras «Zazas, Zazas, Nasatanada Zazas». Luego, según Crowley, pronunció las siguientes palabras:


[«Yo soy. De mí proceden la lepra, la viruela, la peste, el cáncer, el cólera y la enfermedad. ¡Ay! Llegaré hasta las rodillas del Altísimo, y desgarraré su falo con mis dientes, moleré sus testículos en un mortero y haré de ellos veneno para matar a los hijos de los hombres.»]


A partir de entonces, Crowley guardó silencio. Permaneció sentado en el triángulo, profundamente retraído, y no se movió ni habló durante el resto de la ceremonia. Lentamente, Choronzon procedió a burlarse del inexperto Neuburg. Durante el intenso debate que siguió, con Neuburg garabateando furiosamente para registrar cada detalle, Choronzon comenzó a borrar sigilosamente los bordes protectores del círculo. De repente, saltó del triángulo al círculo y derribó a Neuburg al suelo. El escriba se encontró luchando con un «demonio en la forma de un salvaje desnudo», un hombre fuerte que trató de desgarrarle el cuello con «colmillos cubiertos de espuma». Neuburg, invocando los nombres mágicos de Dios, golpeó con su daga y finalmente obligó a la figura a regresar al triángulo, reparó el círculo, y Choronzón reanudó sus delirios: tentando, denunciando, suplicando, intentando socavar la voluntad del escriba. Finalmente, la manifestación empezó a desvanecerse.

La ceremonia concluyó. Los dos hombres se purificaron y borraron el círculo y el triángulo. Crowley afirmó que se había «identificado astralmente» con Choronzon y que había «experimentado cada angustia, cada rabia, cada desesperación, cada arrebato de locura» del demonio.

Durante las dos semanas siguientes, mientras Crowley y Neuburg se dirigían a Biskra, los hombres reflexionaron sobre el mantra «Zazas, Zazas, Nasatanada Zazas», mencionado en algunos grimorios como uno de los secretos que Paimon otorga a sus invocadores. Atinadamente, en la película Hereditary podemos ver varios términos mágicos disimulados en las paredes de la casa; entre otros, satony, pandemonium y «Zazas Zazas Nasatanada Zazas».




Demonología. I Mitología.


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