La teoría «Satanás NO fue un hermoso ángel llamado Lucifer».


La teoría «Satanás NO fue un hermoso ángel llamado Lucifer».




«El diablo está en los detalles.»



La creencia más popular sobre la caída de Satanás se basa en Isaías:


«¡Cómo has caído del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que sometías a las naciones».


El pasaje continúa diciendo que Lucifer intentó elevar su trono por encima de las estrellas y ser como Dios, pero este lo arrojó a lo profundo del «abismo». La segunda fuente es Ezequiel, que compara al rey de Tiro con un poderoso ángel que se corrompió y fue arrojado a la tierra. En resumen: la teoría popular sostiene que Satanás fue un ángel llamado Lucifer, y que este «cayó» en algún momento al principio de la creación. Sin embargo, no hay nada en las Escrituras que justifique esta opinión.

El comentario de Ezequiel trata de denunciar a un hombre [el rey de Tiro] que actúa con excesivo orgullo, pero lateralmente apela a la idea de un ángel que se volvió malo y cayó de la gracia divina. Sin embargo, incluso si admitimos la posibilidad de que este pasaje hable de la caída de un ángel, en ninguna parte del Antiguo Testamento se dice que Satanás fue alguna vez un ángel llamado Lucifer.

Cada vez que nos encontramos con la palabra Lucifer en la Biblia [introducida por los Padres de la Iglesia a partir del siglo I d.C.] estamos ante la traducción latina de la palabra hebrea hêlêl, que significa «brillante», y, poéticamente, «estrella de la mañana».

El célebre pasaje de Isaías es una crítica al rey de Babilonia Nabucodonosor II, conquistador de Jerusalén, alguien que, como hêlêl [la estrella de la mañana], intenta alcanzar las alturas; sin embargo, en lugar de llegar a ser como el Altísimo, el rey es arrojado a los abismos como un simple mortal. Isaías indudablemente está hablando del rey de Babilonia, no de Satanás, porque añade que aquel «sometía» (pasado) a las naciones. Es difícil ver cómo Satanás pudo someter a naciones enteras en su caída cuando todavía no existía ninguna.

También debemos notar que hêlêl fue arrojado al «abismo», que en el Antiguo Testamento con frecuencia denota un lugar de sepultura o una prisión. Si el pasaje de Isaías describe la caída original de Satanás y su posterior encarcelamiento, ¿cómo es posible que más tarde lo encontremos acusando a Job delante de Dios en el cielo?

Si leemos estos pasajes sin estar condicionados a pensar que Satanás es Lucifer, probablemente no llegaríamos a la conclusión de que Isaías alude a la caída original de Satanás. ¿Cómo llegamos entonces a la afirmación dogmática de que Satanás fue una vez un ángel bueno llamado Lucifer?

No hay ninguna afirmación en el Nuevo Testamento, ni en los escritos de los Padres Apostólicos, de que Satanás fuera una vez un hermoso ángel, y menos aún un ángel llamado Lucifer. Las tradiciones hebreas ni siquiera hacen una conexión directa entre Satanás e Isaías; y, como ya hemos visto en El Espejo Gótico, los hebreos no tenían ninguna restricción en este sentido y especulaban libremente sobre la naturaleza y funciones de ángeles y demonios [ver: La verdadera historia de los Serafines y otros no-ángeles]

Recién en el siglo II d.C., Orígenes [De Principiis] promovió la idea de que Lucifer era Satanás; sin embargo, esta noción no se arraigó de inmediato. Incluso en el siglo IV d.C. tenemos a un popular obispo cristiano llamado San Lucifer, cuyos seguidores eran conocidos como luciferinos. En siglos posteriores, algunos Padres de la Iglesia popularizaron la noción de que Satanás fue alguna vez un ángel llamado Lucifer; entre ellos, Tomás de Aquino y Agustín. El que puso un sello definitivo a esta nueva opinión en la cultura popular fue John Milton en El Paraíso perdido (Paradise Lost, 1667), quien conecta claramente a Satanás con la caída de Lucifer [ver: El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo]

En resumen, la teoría de que Satanás es Lucifer se ha convertido en un hecho sin una pizca de evidencia bíblica convincente. Esto no significa negar que Satanás pueda haber sido un ángel caído, pero de ninguna manera fue una entidad llamada Lucifer [ver: De las Guerras Celestiales]

Los propulsores de la teoría Satanás es Lucifer suelen apoyarse en un pasaje de Corintios (11:14), donde se refiere a Satanás como un «ángel de luz» debido a su astucia y habilidad para engañar. El pasaje no dice nada acerca sobre cómo «cayó», o si originalmente era un ángel «portador de luz», poderoso y bello llamado Lucifer. Otro argumento se encuentra en Lucas (10:18), que habla de Satanás cayendo como un «relámpago», no literalmente en términos de fenómeno climático, sino refiriéndose a lo repentino de su descenso.

El motivo de la «caída» es clásico en casi todas las mitologías; ciertamente es frecuente tanto en los mitos griegos como en los del Cercano Oriente. En el mito griego, Faetón es el hijo de Eos, la estrella Venus [«estrella de la mañana», metafóricamente «amanecer» o «alba»]. Eos da a luz a eosphoros [«portador de la estrella de la mañana»], quien intentó cruzar el cielo en el carro de su padre, el sol, pero Zeus lo derribó a tierra con uno de sus rayos. Esta es la estructura de la historia de Lucifer, incluso como «estrella de la mañana». De hecho, en la Septuaginta [traducción griega del Antiguo Testamento], la palabra hêlêl se traduce como eosphoros.

La palabra lucifer proviene de la Vulgata, y es, como hemos visto, una traducción de la palabra hebrea hêlêl, que aparece sólo una vez en el Antiguo Testamento como hêlêl ben shachar, que significa «el brillante, hijo del amanecer», algo prácticamente idéntico al mito griego de eosphoros; aunque el texto en Isaías no brinda ninguna indicación de que hêlêl fuera una estrella o un planeta. Más tarde, la tradición cristiana, en la que confluyen muchísimas opiniones, utilizó la palabra lucifer [«portador de luz», epíteto de Venus, la estrella de la mañana] como un nombre propio para Satanás antes de su caída. Como resultado, Lucifer se ha convertido en un sinónimo de Satanás; sin embargo, la palabra latina original nunca llegó a utilizarse exclusivamente en relación al diablo; de hecho, también se aplicó a otros personajes bíblicos, entre ellos, el propio Jesús.

No está claro si la palabra hêlêl debe considerarse como un nombre. Probablemente no, habida cuenta que sólo aparece una vez en la Biblia. En este contexto, la famosa observación del profeta Isaías, dirigida al rey de Babilonia, debería leerse del siguiente modo:


«¡Cómo has caído del cielo, oh hêlêl, hijo de la mañana.»


Isaías y Ezequiel no están hablando de Satanás, y menos relacionándolo con una entidad llamada Lucifer. Más bien están lamentando la antigua grandeza de las ciudades de Babilonia y Tiro, que fueron corrompidas por gobernantes egoístas y orgullosos. Al parecer, los traductores griegos pensaron que este hêlêl era un nombre, nada menos que Venus, la estrella de la mañana, e insertaron un epíteto común en griego para referirse a esta estrella: eosphoros [de eos, «amanecer» —también el nombre propio de la deidad de la aurora—; y phoros, que significa «portar» pero también «dar»]. Ahora bien, la Vulgata [latina] no es una traducción del hebreo original, sino de la versión griega; y así como ocurre en la Septuaginta, la Vulgata traduce eosphoros con un epíteto común en latín para la estrella Venus: lucifer [de lux, «luz»; y fero, «llevar» o «traer»]. En los siglos que siguieron el nombre Lucifer llegó a aplicarse a Satanás, y así se comenzó a creer que Isaías estaba hablando del diablo.

En algunas versiones modernas de la Biblia se evita diligentemente esta asociación; y la palabra Lucifer aparece como «estrella de la mañana» o «estrella del día»; sin embargo, esto constituye una ínfima reparación que no ha erosionado una creencia bien establecida a lo largo de los siglos.

La palabra hêlêl posee algunos atributos adicionales interesantes. Proviene del verbo halal, que significa «brillar» pero también «alabar» [dependiendo del contexto]. Además, halal denota cierto exceso de la acción, en este caso, un brillo excesivo. Este exceso no es directamente algo malo o negativo, sino más bien demasiado de algo bueno. Hêlêl, entonces, no sólo es «brillante», sino excesivamente brillante. Uno puede entender que la relación entre esta palabra y la idea de una entidad luminosa que desea brillar tanto como el Altísimo no es descabellada. De hecho, la palabra hebrea holela, que deriva de hêlêl, significa «locura».

Si Satanás no fue un hermoso ángel llamado Lucifer, ciertamente es una fuerza maligna activa en el Edén bajo la forma de una serpiente, ¿verdad? Esta es otra creencia falsa. No existe evidencia bíblica para esa interpretación.

La palabra hebrea satan es un sustantivo genérico que significa «acusador». También puede entenderse como «adversario», en términos de alguien que obstruye o se opone a algo. La mayoría de las veces, cuando la Biblia habla de Satanás se refiere a adversarios humanos, y sólo en Job y Zacarías parece referirse a una entidad sobrenatural, aunque no necesariamente diabólica. En otras palabras, cuando se usa sin el artículo ha, es decir, simplemente en la forma satan, se refiere a cualquier tipo de acusador humano, pero cuando se usa con el artículo definido [ha-satan] se introduce el elemento celestial. Esta seguna opción [hassä†än] aparece en sólo dos libros de la Biblia.

En el Antiguo Testamento, el sustantivo satan aparece 27 veces, el verbo satan aparece 6 veces, y en casi todos los ejemplos se usan de manera general. Si yo actúo como satan de alguien, me opongo a él, lo acuso, y probablemente lo calumnio. En algunos casos, este sentido es obvio, como Salomón al decirle a Hiram que no tenía ningún satan [adversario] que se le opusiera. Por lo tanto, el sustantivo y el verbo pueden tener en hebreo tienen el significado de oponerse a alguien como adversario. En el caso de Balaam, por ejemplo, incluso el mensajero de Dios era para él un satan, es decir, un adversario enviado por Dios. Ése es otro punto que hay que tener en cuenta: a diferencia de la connotación moderna, donde Satanás siempre se refiere a un ser maligno, en hebreo tiene un significado genérico.

El problema aquí, de nuevo, radica en las traducciones. La versión griega traduce satan y hasatan como diabolos, y la mayoría de las versiones modernas sólo utilizan Satanás. Es decir que cuando leemos Satanás en la Biblia en realidad, salvo dos excepciones, estamos ante la palabra hasatán [de ha, artículo definido «el»; y satan, «adversario» o «acusador»], que es un título o un oficio humano, no un nombre propio. En hebreo, al igual que en español, los nombres propios no tienen el artículo adjunto «el».

En cualquier caso, la palabra no aparece en el Libro del Génesis, que sólo menciona una serpiente parlante y no la identifica con ninguna entidad sobrenatural. Al parecer, Satanás no sólo no era un ángel llamado Lucifer, sino tampoco una serpiente.

Las traducciones al español no reflejan esto. Todas ellas emplean la palabra Satanás como si fuera un nombre propio, cuando en realidad es un oficio. En Job, por ejemplo, el satan aparece entre los ángeles para acusar a Job de actuar con integridad sólo porque era el favorito de Dios. El Señor luego permite que el satan aflija a Job con llagas. En Zacarías, «el sumo sacerdote Josué estaba de pie delante del ángel del Señor» y el satan «estaba a su derecha para acusarlo». En Job y Zacarías, por lo tanto, el satan tiene un rol similar: acusa a las personas buenas de servir a Dios por interés propio [Job], de no ser apto para ejercer el oficio de sumo sacerdote [Josué], o los tienta a pecar (David). En los dos casos, casi como un fiscal, el satan [hassatan] está allí para acusar a alguien, para señalarlo, y para decir a Dios, de manera coloquial, «estás equivocado respecto de esta persona». Porqué una deidad todopoderosa necesitaría de tales intermediarios es tema para otro debate.




Demonología. I Mitología.


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