Eos: la diosa griega del amanecer


Eos: la diosa griega del amanecer.




Eos (Ἕως) es la diosa de la aurora en los mitos griegos, es decir, la deidad que gobierna sobre la luz del amanecer justo antes de que el sol aparezca en el horizonte.

Los sabios, gente trasnochadora en su mayoría, ensayan distintas explicaciones para su existencia, pero lo cierto es que se trata de una de las deidades indoeuropeas más antiguas, cuyos orígenes se remontan a los Vedas de la India, donde se la conocía como Ushas. Su posteridad está ligada a la Aurora latina. Posee uno de los epítetos más bellos de la mitología griega: Rhododactylos, que significa: «la de rosados dedos»; en alusión, naturalmente, al color del cielo antes de la salida del sol.

Antes de entrar apresuradamente en el confuso árbol genealógico de Eos, diremos algo sobre sus características.

Eos es básicamente la representación de la aurora, pero en la concepción griega, tan refinada como poética, su vínculo con el sol era bastante extravagante. La luz de la aurora es aquel tinte rosado que surge del horizonte cuando el sol todavía no ha salido, y que muere abrasado al emerger su eterno perseguidor: Helios.

Es decir que Eos es la que anuncia el día, un especie de heraldo del sol, aquella la que en su huída desgarra la noche con sus dedos rosados. En una época en la que la noche traía presagios desgraciados, ella es la que rompe el manto líquido de la oscuridad trayendo la esperanza de un día nuevo.

Su existencia es breve, sutil, y quizás en esta delicadeza se expliquen mejor sus mitos constitutivos.

Eos pertenece a la raza de los Titanes, enemigos de los dioses olímpicos, aunque algunos mantuvieron relaciones más o menos cordiales. Es hija de Hiperion y Theia, hermana de Helios (el sol) y Selene (la luna). Tuvo dos hijos, Memnon y Emathion, que participaron en la guerra de Troya luchando codo a codo con Héctor. Los íconos cristianos le deben una de sus más bellas representaciones: la Pietà, es decir, «la Piedad».

Así como Tetis lloró junto al cadáver de su hijo, Aquiles, Eos contuvo a su hijo agonizante en las planicies áridas de Troya. La escena sirvió de inspiración para la imagen de María sosteniendo el cuerpo de Jesús al ser bajado de la cruz.

Su existencia efímera no le impidió ser una de las diosas con más amoríos, aunque en sus andanzas se percibe cierta tendencia a trazar paralelos: enamorarse de seres igualmente efímeros.

En resumen, Eos se encamó con todos los vientos del Egeo: Bóreas, Eoro, Noto, Zéfiro, Eosforo, etc. También con algunas estrellas, como Héspero (el lucero de la tarde), sobre cuyas implicaciones habla severamente Ovidio.

Una observación personal: Hay quien afirma que Eos continúa encarnándose en algunas mujeres mortales, intentando ocultar en vano su naturaleza astral. Podemos reconocerla en ciertas ternuras en la oscuridad, en una hipnótica claridad que brota de sus ojos, y que combina perfectamente con todos los matices del verde.




Mitología comparada. I Seres fantásticos de la mitología.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Verde.....

Eos, Rosita, o "io" te amamos...


V.



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