Einstein, la Relatividad y los Antiguos.
¿Albert Einstein conocía a los Antiguos?
(Juguemos un poco con esta hipótesis)
En pocas palabras, la teoría especial de la relatividad afirma que el tiempo y el espacio son relativos al observador. Dicho de otro modo, la razón por la que todos experimentamos el tiempo y el espacio de la misma manera es porque todos estamos moviéndonos a la misma velocidad en relación con los demás. De aquí surge la idea de que si pudieras viajar a la velocidad de la luz, el tiempo se ralentizaría en relación con aquellos que no están viajando a la velocidad de la luz.
Estas ideas tuvieron un gran impacto en la imaginación de Lovecraft, de modo tal que no es extraño que influyeran poderosamente en su obra.
Por allí tenemos El horror en el museo (The Horror in the Museum), donde un hechicero obsesionado con la cuarta dimensión fabrica un espejo capaz de generar un espacio independiente del tiempo (ver: La Cuarta Dimensión en la literatura). En este pequeño hiperespacio no hay tiempo, es decir que uno no envejece, y la conciencia continua virtualmente para siempre. La influencia de Einstein es evidente aquí. De alguna manera el espacio generado por el espejo es extradimensional, lo cual resulta en una tasa de envejecimiento increíblemente lenta.
Einstein es citado dos veces en Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams in the Witch House), donde Lovecraft especula acerca de ciertas unidades cósmicas más allá del espacio-tiempo continuo. También cita al gran físico en La sombra fuera del tiempo (The Shadow Out of Time), donde la teoría de la relatividad explica los saltos interdimensionales de Nathaniel Wingate Peaslee; y en El caso de Charles Dexter Ward (The Case of Charles Dexter Ward), donde el problema del espacio-tiempo continuo se relaciona con las artes ocultas.
En El que susurra en la oscuridad (The Whisperer in Darkness), Lovecraft va más allá, y deduce que hay razas interestelares son capaces de jugar con el cosmos de Einstein. De hecho, en esta historia se logra viajar a una velocidad mayor que la de la luz (ver: H.P. Lovecraft y los viajes en el tiempo: la tecnología de los Antiguos).
En esencia, Lovecraft señala que, mientras vivimos en el unvierso espacio-temporal que Einstein describe con sus teorías, hay otras cosas que no lo hacen (ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft).
Pero Einstein sabía más de lo que Lovecraft sospechaba. De hecho, sabía demasiado.
Muchos historiadores se preguntan por el hecho de que Albert Einstein confiara más en su intuición que en el trabajo de sus predecesores al desarrollar sus teorías. También resulta curioso que Einstein se refiriese a Dios como el Anciano (Old One), y a su propio trabajo de investigación como un intento de descubrir los Secretos del Anciano. Muchos acaso vean en esto una señal del sentido poético del físico, pero nosotros, investigadores de los Mitos de Cthulhu, sabemos el tipo de horrores con los que se encuentran aquellos que excavan demasiado en los misterios del universo.
En este contexto podemos preguntarnos: ¿Cuánto sabía Einstein sobre los Antiguos? (ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos)
Uno de los que podría haberlo sabido era el profesor Henry Reuterdahl, quien desperdició muchos años tratando de refutar la teoría de la relatividad, pero lamentablemente murió en circunstancias penosas en 1933. Podemos imaginar que H.P. Lovecraft se interesó en esas circunstancias. Según los periódicos, Reuterdahl cayó muerto en la vía pública, mientras miraba en el escaparate de una tienda de arte.
El interés de Reuterdahl por los asuntos místicos, pero también por la relatividad y la mecánica cuántica, lo vuelven un modelo más que apto para el protagonista lovecraftiano estandar. De hecho, es posible que Reuterdahl haya influido en Lovecraft, sobre todo cuando decidió refutar la teoría de la relatividad de Einstein.
Reuterdahl estaba convencido de que Einstein había plagiado un artículo de su autoría como base fundamental para el desarrollo de la teoría de la relatividad. La fecha de publicación de aquel artículo parece darle al menos algo de sustento a la reclamo de Reuterdahl, pero lo cierto es que el mundo científico le prestó poca atención. En este contexto, Reuterdahl cambió de estrategia drásticamente, e intentó desacreditar a Einsten afirmando que sus teorías eran suposiciones sin ningún fundamento.
Una vez más se levantó cierta controversia, pero los argumentos de Reuterdahl fueron pulverizados con acusaciones de antisemitismo. El polvo se asentuó gradualmente, y Reuterdahl se desvaneció en la oscuridad, aunque continuó trabajando en sus teorías, sobre todo en aquella que buscaba probar que todas las cosas en el universo están interconectadas en la mente de un Principio Absoluto, al que podemos llamar Dios.
En todos sus escritos, Reuterdahl insiste en que las teorías de Einstein son inverosímiles, y por lo tanto no merecen mayor consideración. ¿Por qué este cambio de opinión, justo después de atriburse él mismo el germen que diera a luz esas teorías?
De algún modo esto recuerda la reticencia de Walter Gilman, quien había encontrado implicaciones siniestras en sus estudios sobre física cuántica y las ecuaciones de Riemann.
Reuterdahl también estudió estas áreas. Aquí incluso parece estar de acuerdo con Einstein, quien mantuvo hasta el final de su vida que el principio de incertidumbre de Heisenberg no podía ser la ley última del universo, y que eventualmente se encontrarían variables ocultas en eventos subatómicos para probarlo. En esto parece haber estado de acuerdo con Einstein, y digo parece, porque aquí Reuterdahl puede haber estado encubriendo algo más.
¿Acaso sintió que los científicos estaban aprendiendo demasiado sobre el universo?
Probablemente sí, en especial si tenemos en cuenta la teoría de que el espacio-tiempo es una especie de celosía con infinitas intersecciones, lo cual nos recuerda una de las frases célebres de Abdul Alhazred, autor del Necronomicón, respecto de los Antiguos:
«No es en los espacios que conocemos, sino entre ellos, que ellos caminan serenos y primarios, sin dimensiones e invisibles para nosotros».
(Not in the spaces we know, but between them, they walk serene and primal, undimensioned and to us unseen)
(Not in the spaces we know, but between them, they walk serene and primal, undimensioned and to us unseen)
La relatividad demostró que nuestro universo es inimaginable para la mente humana, y la mecánica cuántica que existe una aleatoriedad en los fenómenos subatómicos, es decir, que esos sucesos son impredecibles para los modelos matemáticos tradicionales. Schroedinger, en 1925, sostuvo que la órbita de un electrón podía describirse mediante las mismas ecuaciones que aplicables a las resonancias de un tambor o de un instrumento de viento. Eso nos recuerda los siguientes versos de Azathoth:
Bailaron enloquecidos al son del agudo gemido
de una flauta en una monstruosa garra,
desde donde fluyen las olas sin rumbo,
cuyo azar hace que cada frágil cosmos sea su ley eterna.
Lovecraft, un materialista declarado, de algún modo llegó a la conclusion de que el universo se sostiene en ondas sin rumbo producidas por las flautas del azar.
¿Y qué hay de Reuterdahl?
¿Sospechó alguna vez que su Principio Absoluto podría ser en realidad Azathoth? (ver: El libro de Azathoth: ¿los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?)
De ser así, también debió haber comprendido que su pretensión de obtener el crédito por la teoría de la relatividad habría sido imprudente, como mínimo, porque eso demostraría que sabía demasiado.
Entonces (sigamos jugando) habría tratado de encubrirlo diciendo que Einstein había plagiado a otros —Planck, Lorentz, Maxwell—, no solo a él. Esto pudo haber desviado la atención de los no iniciados, pero los científicos seguramente vieron que las ideas de Einstein le debían poco a estos predecesores.
Reuterdahl pasó sus últimos años estudiando espiritismo, y obsesionado con el simbolismo masónico de los Illuminati. ¿Estaba tratando de protegerse a sí mismo? Si es así, puede que tuviera éxito hasta aquel día fatídico ante la tienda de arte.
Ninguno de estos hechos es llamativo por sí mismo, ni siquiera para aquellos que creen ver un patrón en las casualidades más prosaicas.
Reuterdahl pasó sus últimos años estudiando espiritismo, y obsesionado con el simbolismo masónico de los Illuminati. ¿Estaba tratando de protegerse a sí mismo? Si es así, puede que tuviera éxito hasta aquel día fatídico ante la tienda de arte.
Ninguno de estos hechos es llamativo por sí mismo, ni siquiera para aquellos que creen ver un patrón en las casualidades más prosaicas.
Sin dudas, Reuterdahl fue un hombre consumido por el rencor, a tal punto que pasó de reclamar el reconocimiento por los descubrimientos de Einstein a declarar que estos eran fraudulentos. Eso es lo que haría un hombre despechado, es cierto, pero también alguien que quiere dejar en claro que no sabe demasiado.
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