Los Mitos de Khut-N’hah.
Ray Bradbury lo consideraba su mentor, y lo definió como un maestro olvidado. Es una definición acertada. La obra madura de Henry Kuttner (1914-1958), asociada al campo de la ciencia ficción, tiene un moderado grado de reconocimiento, pero su faceta como colaborador de H.P. Lovecraft en los Mitos de Cthulhu es propiedad casi exclusiva de los espíritus nostálgicos del pulp.
Henry Kuttner se hizo amigo de Robert Bloch, autor novato como él. Ambos compartían los mismos mercados, principalmente Weird Tales y Strange Stories. Incluso colaboraron en algunas historias, como El beso siniestro (The Black Kiss) y El apretón de la muerte (The Grip of Death). Otra cosa que compartieron fue la amistad con el Gran Viejo (Grand Old Man), como solían referirse a él: H.P. Lovecraft (ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»)
Es probable que Robert Bloch haya animado a Henry Kuttner a escribirle a Lovecraft. Después de todo, el flaco de Providence era un tipo accesible y bien predispuesto a aconsejar a los jóvenes escritores. En poco tiempo, Henry Kuttner se convirtió en uno de los miembros más estimados del Círculo de Lovecraft. Allí se lo rebautizó como Khut-N’hah. (ver: Henry Kuttner en los Mitos de Cthulhu)
Lamentablemente, aquel vínculo se estableció demasiado tarde. En el transcurso de un año, entre 1936 a 1937, Henry Kuttner le envió muchas ideas, argumentos y borradores a Lovecraft para su evaluación, como si se tratara de una especie de sumo sacerdote de un culto exclusivo. Y Lovecraft, como buen pontífice, respondió cada carta y pedido que le llegó hasta muy pocos meses antes de su muerte.
Algunos escritores periféricos de este Culto de Lovecraft condenaban al flaco de Providence como un corruptor de jóvenes escritores. Nada más falaz. Lovecraft animó a todo un grupo de jóvenes discípulos, incluidos Robert Bloch, Henry Kuttner, August Derleth, Duane W. Rimel, Richard F. Searight, entre otros, y lo hizo con verdadero interés. Muchos de estos autores jóvenes eran fanáticos del pulp que empezaron su producción literaria deseando escribir como Lovecraft. Algunos lo imitaron, con mayor o menor éxito, pero la mayoría se diluyó en los laberintos de los Mitos. Otros, sin embargo. escaparon de ese vórtice pero sin abjurar de su pasado.
La veneración por Lovecraft de parte de estos autores jóvenes, algunos de ellos, realmente jóvenes —como Robert Bloch, que tenía diecisiete años al inicio de su correspondencia con el flaco de Providence—, estaba plenamente justificada. Ahí estaba ese sujeto, ese tótem al que todos admiraban en Weird Tales; tal vez reunías el coraje sufiente para escribirle una carta elegante, sin parecer demasiado presuntuoso, y de repente recibías veinte páginas manuscritas donde Lovecraft te hablaba directamente a ti, sin generalidades, sin esa sensación de distancia y superioridad característica de los que se sienten admirados. ¿Cómo no entregarse intelectualmente a un hombre así?
Pero Henry Kuttner nunca quiso convertirse en un shoggoth de Lovecraft (ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth). Siempre tuvo su propia voz, y fue una voz importante, una que no puede considerarse un simple pastiche lovecraftiano. Henry Kuttner aportó lo suyo a los Mitos de Cthulhu, y ese aporte es valiosísimo.
Lovecraft era el ojo de un tornado. Uno podía tratar de arrojar algo ahí dentro y seguir adelante, pero el vendaval terminaba por atraparte para siempre. Algunos quedaban completamente fascinados por el estilo de anticuario del flaco de Providence; otros, como el propio Henry Kuttner, por su mitología. Y todo aquel que recorría este camino de peregrinación y adoración terminaba cediendo gustoso a la tentación de complicar un poco más los Mitos de Cthulhu, tal vez agregar una nueva deidad, ampliar el panteón, añadir unos cuantos tomos al vencido estante de grimorios y libros prohibidos (ver: Libros de los Mitos de Cthulhu). Henry Kuttner no fue en absoluto inmune.
Después de un experimento interesante con el gótico en El secreto de Kralitz (The Secret of Kralitz), Henry Kuttner se fue aproximando al vértice lovecraftiano, tímidamente al principio, con dos cuentos dunsanianos: La broma de Droom Avista (The Jest of Droom Avista), y El Devorador de Almas (The Eater of Souls), historias que son el punto de partida de los Mitos de Khut-N’hah.
Poco a poco, Henry Kuttner empezó a hacer algunas referencias casuales a Yog-Sothoth, Cthulhu, Yuggoth y Yig, pero estas eran estrictamente marginales, y podrían haber sido eliminadas fácilmente sin alterar el argumento. Estas menciones constituían una especie de homenaje, porque el estilo de Henry Kuttner se acerca más al de Robert Bloch que al de Lovecraft. Además, los autores jóvenes del Círculo de Lovecraft preferían narraciones más ágiles, más directas, más cinematográficas en cierta medida. Incluso al utilizar términos accesorios de los Mitos de Cthulhu, es significativo notar que Henry Kuttner generalmente se abstiene de mencionar al Necronomicón, prefiriendo en cambio citar rabiosamente el De Vermis Mysteriis de Robert Bloch (ver: De Vermis Misteriis, el Vampiro Estelar y la biología extradimensional de los Mitos de Cthulhu).
Lo que hace eficaz al ciclo lovecraftiano es la impresión de que podría estar reflejando una genuina tradición antigua. Nombres como Azathoth, Yuggoth, Shoggoth, Yog-Sothoth, poseen similitudes lingüísticas coherentes, que de algún modo recuerdan al hebreo y el árabe, como si formaran parte de un grimorio medieval. Este tipo de aprovechamiento de la tradición mágica no pasó desapercibido para Henry Kuttner. Tal es así que procedió a camuflar su propia mitología, los Mitos de Khut-N’hah, con algunos elementos del zoroastrismo persa, probablemente porque Lovecraft no lo había usado. Uno de los ejemplos más notables al respecto es el cuento: Torres de la muerte (Towers of Death), donde el protagonista hace un trato con el dios Ahrimán.
Lovecraft quedó muy impresionado con la tradición de la Teosofía, la cual le fue revelada por un amigo suyo, E. Hoffmann Price. Había algo interesante en esos desquiciados libros de Madame Blavatsky, como Isis sin velo (Isis Unveiled) y La Doctrina Secreta (The Secret Doctrine); tal es así que fueron como una mina de oro para los escritores del pulp. Hay mucha teosofía en los Mitos de Cthulhu. De hecho, Helena Blavatsky es una de las influencias más importantes dentro de este ciclo. Ni siquiera Lovecraft puede afirmar que no está en deuda con Blavatksy sin incurrir en falso testimonio.
En el transcurso de sus interminables y prácticamente ilegibles tomos de sabiduría oculta, Blavatsky cocinó algunos bocados exquisitos para el pulp: teorías sobre una prehistoria desconocida del ser humano, cultos antiquísimos y deidades desconocidas. Todo esto fue adoptado por los autores del pulp, generalmente de forma sensacionalista, pero hubo algunos que llevaron las cosas un paso más allá, como Henry Kuttner.
Después de todo, era natural que los escritores del pulp incorporaran la tradición de Blavatsky, ya que ella parecía estar haciendo lo mismo: usar la genuina tradición mística como un ancla para proporcionar cierta sensación de gravedad y antigüedad a sus propias innovaciones esotéricas.
Lovecraft compara el Culto de Cthulhu con la Sociedad Teosófica de Blavatsky en La Llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu). Sus vagas referencias a los Hijos de la Niebla de Fuego provienen directamente de Blavatsky, al igual que sus citas ocasionales del Las estancias de Dzyan (The Stanzas of Dzyan), códice de pergamino que, supuestamente, fue escrito en una lengua presánscrita: el Senzar. De hecho, toda La Doctrina Secreta es un comentario abultado sobre este texto imaginario, tanto como algunos de los cuentos de los Mitos de Cthulhu lo son del apócrifo Necronomicón (ver: El «Necronomicón» no es un libro, sino tres)
Algunas de los palabras más desconcertantes de Henry Kuttner fueron sacadas directamente de La Doctrina Secreta. Uno de sus relatos lovecraftianos más conocidos, El horror de Salem (The Salem Horror), menciona cuestiones como el Encantamiento Vach-Viraj y el Elixir de Tikkoun, así como un tomo prohibido: el Libro de Iod. Los términos Vach y Viraj provienen de La Doctrina Secreta, donde representan los principios femenino y masculino respectivamente. A su vez, Tikkoun se relaciona con la Cábala, y describe la restauración de la armonía, es decir, la liberación de los errores del alma, aunque Henry Kuttner lo tomó de segunda mano de La Doctrina Secreta (ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas)
No todas son habladurías en la obra de Blavatsky. Podemos reconocerle el valor de la síntesis creativa, digamos, derivada de temas sorprendentemente análogos extraídos del gnosticismo, las escrituras hindúes y la Cábala. Lovecraft y Henry Kuttner estaban haciendo lo mismo, solo que con fines literarios. La única diferencia entre ambos autores es que Lovecraft realmente estaba interesado en estos términos de forma integral, y Henry Kuttner ignoraba su significado, simplemente le gustaba cómo sonaban (ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?)
Aunque Henry Kuttner aportó su propio contenido para el nombre Iod., sus influencias son bastante evidentes. En la Cábala, las letras tienen un valor numérico. Podemos ver esto en el nombre de dios, Jehová, a saber, 1065, ya que los valores numéricos de las tres letras que componen su nombre: Jod, Vau y He, son respectivamente 10,6 y 5. En este contexto, es probable que la Iod de Henry Kuttner sea una versión fonética de la letra hebrea Yodh (Jod).
Otra pieza interesante de los Mitos de Khut-N’hah es el Ritual Chhaya, que aparece tanto en Hidra (Hydra) como en La caza (The Hunt). También fue extraído de Blavatsky, y con buenas razones. Leamos el párrafo original de La Doctrina Secreta:
Las Siete Huestes, los Señores Nacidos de la Voluntad, impulsados por el espíritu de dar vida, separaron a los hombres de sí mismos. Siete veces nacieron siete sombras de hombres del futuro, cada una de su propio color y especie, cada una inferior a su padre. Los padres, los Deshuesados, no podían dar vida a seres con huesos. Su progenie furon los Bhuta, sin forma ni mente. Por eso se les llama Chhaya, una sombra sin sentido.
Pero tanto en Hidra como en La caza, Henry Kuttner utiliza el término Chhaya sin ninguna asociación teosófica, pero en el cuento Terror en la casa (Terror in the House), lo hace todo explícito. El narrador ve una pintura al estilo de Pickman, solo que se titula La caza, y representa a los Chhaya, los Deshuesados de Blavatsky. Más tarde, alguien usa los movimientos de Tikkoun y el Canto Chhaya, que dice: Throg Chhaya thrugga — kad'sh Chhaya… Yin Chhaya. Aquí hay una referencia a la palabra hebrea kadesh, que significa «santo». Otra pequeña influencia de la Cábala.
Los Mitos de Khut-N’hah, el propio rincón privado de Henry Kuttner en los Mitos de Cthulhu, deriva en igual medida de Lovecraft, Bloch, el Zoroastrismo y la Teosofía. Pero, por supuesto, hubo algunas contribuciones originales, y estas forman la esencia de los Mitos de Khut-N’hah, cuyo eje es el Libro de Iod. De hecho, Lovecraft se sintió intrigado, o tal vez fingió estarlo, tan pronto como escuchó el título de este libro apócrifo de Henry Kuttner:
«El libro de Iod...suena prometedor en perspectiva. En algún momento lo citaré oscuramente. Supongo que es anterior a la raza humana, como los Fragmentos de Eltdown y los Manuscritos Pnakóticos, o repite los secretos más infernales aprendidos por el hombre primitivo a la manera del Libro de Eibon, De Vermis Mysteriis, el Cultes des Goules del Comte d'Erlette, el Unaussprechlichen Kulten de von Junzt, o el temido y aborrecido Al Azif o Necronomicón, del árabe loco Abdul Alhazred» [carta del 16 de febrero de 1936]
El Libro de Iod de Henry Kuttner hizo su primera aparición en Las campanas del Horror (Bells of Horror), que apareció dos años después de la muerte de Lovecraft, quien no tuvo la ocasión de citarlo. Henry Kuttner lo publicó bajo el seudónimo de Keith Hammond. Hasta entonces había estado satisfecho utilizando libros apócrifos creados por otros, como los Misterios del Gusano en Los invasores (The Invaders), o el Necronomicón en El horror de Salem.
Algunos escritores periféricos de este Culto de Lovecraft condenaban al flaco de Providence como un corruptor de jóvenes escritores. Nada más falaz. Lovecraft animó a todo un grupo de jóvenes discípulos, incluidos Robert Bloch, Henry Kuttner, August Derleth, Duane W. Rimel, Richard F. Searight, entre otros, y lo hizo con verdadero interés. Muchos de estos autores jóvenes eran fanáticos del pulp que empezaron su producción literaria deseando escribir como Lovecraft. Algunos lo imitaron, con mayor o menor éxito, pero la mayoría se diluyó en los laberintos de los Mitos. Otros, sin embargo. escaparon de ese vórtice pero sin abjurar de su pasado.
La veneración por Lovecraft de parte de estos autores jóvenes, algunos de ellos, realmente jóvenes —como Robert Bloch, que tenía diecisiete años al inicio de su correspondencia con el flaco de Providence—, estaba plenamente justificada. Ahí estaba ese sujeto, ese tótem al que todos admiraban en Weird Tales; tal vez reunías el coraje sufiente para escribirle una carta elegante, sin parecer demasiado presuntuoso, y de repente recibías veinte páginas manuscritas donde Lovecraft te hablaba directamente a ti, sin generalidades, sin esa sensación de distancia y superioridad característica de los que se sienten admirados. ¿Cómo no entregarse intelectualmente a un hombre así?
Pero Henry Kuttner nunca quiso convertirse en un shoggoth de Lovecraft (ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth). Siempre tuvo su propia voz, y fue una voz importante, una que no puede considerarse un simple pastiche lovecraftiano. Henry Kuttner aportó lo suyo a los Mitos de Cthulhu, y ese aporte es valiosísimo.
Lovecraft era el ojo de un tornado. Uno podía tratar de arrojar algo ahí dentro y seguir adelante, pero el vendaval terminaba por atraparte para siempre. Algunos quedaban completamente fascinados por el estilo de anticuario del flaco de Providence; otros, como el propio Henry Kuttner, por su mitología. Y todo aquel que recorría este camino de peregrinación y adoración terminaba cediendo gustoso a la tentación de complicar un poco más los Mitos de Cthulhu, tal vez agregar una nueva deidad, ampliar el panteón, añadir unos cuantos tomos al vencido estante de grimorios y libros prohibidos (ver: Libros de los Mitos de Cthulhu). Henry Kuttner no fue en absoluto inmune.
Después de un experimento interesante con el gótico en El secreto de Kralitz (The Secret of Kralitz), Henry Kuttner se fue aproximando al vértice lovecraftiano, tímidamente al principio, con dos cuentos dunsanianos: La broma de Droom Avista (The Jest of Droom Avista), y El Devorador de Almas (The Eater of Souls), historias que son el punto de partida de los Mitos de Khut-N’hah.
Poco a poco, Henry Kuttner empezó a hacer algunas referencias casuales a Yog-Sothoth, Cthulhu, Yuggoth y Yig, pero estas eran estrictamente marginales, y podrían haber sido eliminadas fácilmente sin alterar el argumento. Estas menciones constituían una especie de homenaje, porque el estilo de Henry Kuttner se acerca más al de Robert Bloch que al de Lovecraft. Además, los autores jóvenes del Círculo de Lovecraft preferían narraciones más ágiles, más directas, más cinematográficas en cierta medida. Incluso al utilizar términos accesorios de los Mitos de Cthulhu, es significativo notar que Henry Kuttner generalmente se abstiene de mencionar al Necronomicón, prefiriendo en cambio citar rabiosamente el De Vermis Mysteriis de Robert Bloch (ver: De Vermis Misteriis, el Vampiro Estelar y la biología extradimensional de los Mitos de Cthulhu).
Lo que hace eficaz al ciclo lovecraftiano es la impresión de que podría estar reflejando una genuina tradición antigua. Nombres como Azathoth, Yuggoth, Shoggoth, Yog-Sothoth, poseen similitudes lingüísticas coherentes, que de algún modo recuerdan al hebreo y el árabe, como si formaran parte de un grimorio medieval. Este tipo de aprovechamiento de la tradición mágica no pasó desapercibido para Henry Kuttner. Tal es así que procedió a camuflar su propia mitología, los Mitos de Khut-N’hah, con algunos elementos del zoroastrismo persa, probablemente porque Lovecraft no lo había usado. Uno de los ejemplos más notables al respecto es el cuento: Torres de la muerte (Towers of Death), donde el protagonista hace un trato con el dios Ahrimán.
Lovecraft quedó muy impresionado con la tradición de la Teosofía, la cual le fue revelada por un amigo suyo, E. Hoffmann Price. Había algo interesante en esos desquiciados libros de Madame Blavatsky, como Isis sin velo (Isis Unveiled) y La Doctrina Secreta (The Secret Doctrine); tal es así que fueron como una mina de oro para los escritores del pulp. Hay mucha teosofía en los Mitos de Cthulhu. De hecho, Helena Blavatsky es una de las influencias más importantes dentro de este ciclo. Ni siquiera Lovecraft puede afirmar que no está en deuda con Blavatksy sin incurrir en falso testimonio.
En el transcurso de sus interminables y prácticamente ilegibles tomos de sabiduría oculta, Blavatsky cocinó algunos bocados exquisitos para el pulp: teorías sobre una prehistoria desconocida del ser humano, cultos antiquísimos y deidades desconocidas. Todo esto fue adoptado por los autores del pulp, generalmente de forma sensacionalista, pero hubo algunos que llevaron las cosas un paso más allá, como Henry Kuttner.
Después de todo, era natural que los escritores del pulp incorporaran la tradición de Blavatsky, ya que ella parecía estar haciendo lo mismo: usar la genuina tradición mística como un ancla para proporcionar cierta sensación de gravedad y antigüedad a sus propias innovaciones esotéricas.
Lovecraft compara el Culto de Cthulhu con la Sociedad Teosófica de Blavatsky en La Llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu). Sus vagas referencias a los Hijos de la Niebla de Fuego provienen directamente de Blavatsky, al igual que sus citas ocasionales del Las estancias de Dzyan (The Stanzas of Dzyan), códice de pergamino que, supuestamente, fue escrito en una lengua presánscrita: el Senzar. De hecho, toda La Doctrina Secreta es un comentario abultado sobre este texto imaginario, tanto como algunos de los cuentos de los Mitos de Cthulhu lo son del apócrifo Necronomicón (ver: El «Necronomicón» no es un libro, sino tres)
Algunas de los palabras más desconcertantes de Henry Kuttner fueron sacadas directamente de La Doctrina Secreta. Uno de sus relatos lovecraftianos más conocidos, El horror de Salem (The Salem Horror), menciona cuestiones como el Encantamiento Vach-Viraj y el Elixir de Tikkoun, así como un tomo prohibido: el Libro de Iod. Los términos Vach y Viraj provienen de La Doctrina Secreta, donde representan los principios femenino y masculino respectivamente. A su vez, Tikkoun se relaciona con la Cábala, y describe la restauración de la armonía, es decir, la liberación de los errores del alma, aunque Henry Kuttner lo tomó de segunda mano de La Doctrina Secreta (ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas)
No todas son habladurías en la obra de Blavatsky. Podemos reconocerle el valor de la síntesis creativa, digamos, derivada de temas sorprendentemente análogos extraídos del gnosticismo, las escrituras hindúes y la Cábala. Lovecraft y Henry Kuttner estaban haciendo lo mismo, solo que con fines literarios. La única diferencia entre ambos autores es que Lovecraft realmente estaba interesado en estos términos de forma integral, y Henry Kuttner ignoraba su significado, simplemente le gustaba cómo sonaban (ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?)
Aunque Henry Kuttner aportó su propio contenido para el nombre Iod., sus influencias son bastante evidentes. En la Cábala, las letras tienen un valor numérico. Podemos ver esto en el nombre de dios, Jehová, a saber, 1065, ya que los valores numéricos de las tres letras que componen su nombre: Jod, Vau y He, son respectivamente 10,6 y 5. En este contexto, es probable que la Iod de Henry Kuttner sea una versión fonética de la letra hebrea Yodh (Jod).
Otra pieza interesante de los Mitos de Khut-N’hah es el Ritual Chhaya, que aparece tanto en Hidra (Hydra) como en La caza (The Hunt). También fue extraído de Blavatsky, y con buenas razones. Leamos el párrafo original de La Doctrina Secreta:
Las Siete Huestes, los Señores Nacidos de la Voluntad, impulsados por el espíritu de dar vida, separaron a los hombres de sí mismos. Siete veces nacieron siete sombras de hombres del futuro, cada una de su propio color y especie, cada una inferior a su padre. Los padres, los Deshuesados, no podían dar vida a seres con huesos. Su progenie furon los Bhuta, sin forma ni mente. Por eso se les llama Chhaya, una sombra sin sentido.
Pero tanto en Hidra como en La caza, Henry Kuttner utiliza el término Chhaya sin ninguna asociación teosófica, pero en el cuento Terror en la casa (Terror in the House), lo hace todo explícito. El narrador ve una pintura al estilo de Pickman, solo que se titula La caza, y representa a los Chhaya, los Deshuesados de Blavatsky. Más tarde, alguien usa los movimientos de Tikkoun y el Canto Chhaya, que dice: Throg Chhaya thrugga — kad'sh Chhaya… Yin Chhaya. Aquí hay una referencia a la palabra hebrea kadesh, que significa «santo». Otra pequeña influencia de la Cábala.
Los Mitos de Khut-N’hah, el propio rincón privado de Henry Kuttner en los Mitos de Cthulhu, deriva en igual medida de Lovecraft, Bloch, el Zoroastrismo y la Teosofía. Pero, por supuesto, hubo algunas contribuciones originales, y estas forman la esencia de los Mitos de Khut-N’hah, cuyo eje es el Libro de Iod. De hecho, Lovecraft se sintió intrigado, o tal vez fingió estarlo, tan pronto como escuchó el título de este libro apócrifo de Henry Kuttner:
«El libro de Iod...suena prometedor en perspectiva. En algún momento lo citaré oscuramente. Supongo que es anterior a la raza humana, como los Fragmentos de Eltdown y los Manuscritos Pnakóticos, o repite los secretos más infernales aprendidos por el hombre primitivo a la manera del Libro de Eibon, De Vermis Mysteriis, el Cultes des Goules del Comte d'Erlette, el Unaussprechlichen Kulten de von Junzt, o el temido y aborrecido Al Azif o Necronomicón, del árabe loco Abdul Alhazred» [carta del 16 de febrero de 1936]
El Libro de Iod de Henry Kuttner hizo su primera aparición en Las campanas del Horror (Bells of Horror), que apareció dos años después de la muerte de Lovecraft, quien no tuvo la ocasión de citarlo. Henry Kuttner lo publicó bajo el seudónimo de Keith Hammond. Hasta entonces había estado satisfecho utilizando libros apócrifos creados por otros, como los Misterios del Gusano en Los invasores (The Invaders), o el Necronomicón en El horror de Salem.
En Hidra, Henry Kuttner aportó otros dos libros: La Llave Mayor (The Elder Key), del que no se nos dice mucho; y el Libro de Karnak (Book of Karnak), que parece tener una procedencia egipcia, o quizás no. Podemos seguir la evolución de este término desde El Devorador de Almas y La broma de Droom Avista, donde encontramos el nombre Yarnak, hasta El horror de Salem, donde aparece el término k'yarnak como parte de un encantamiento mágico, y finalmente en Hidra, donde aparece explícitamente el Libro de Karnak.
Anteriormente hemos dicho que Henry Kuttner hizo poco uso de las deidades de Lovecraft. Dos excepciones son Azathoth, que figura en gran medida en Hidra (ver: El libro de Azathoth: ¿los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?), y Dagón y su odiosa progenie, los Profundos (ver: ¡Dagón es Cthulhu!), claramente reconocibles en Los engendros de Dagón (Spawn of Dagon). En El secreto de Kralitz hay una referencia a Yog-Sothoth, pero en ningún momento se la amplía. Curiosamente, Henry Kuttner describe a esta deidad como subterránea. Quizás este sea el origen de la cuestionable clasificación posterior de August Derleth de Yog-Sothoth como un elemental de tierra. Ciertamente, nada en Lovecraft lo sugiere (ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu).
Los Mitos de Khut-N’hah se enfocan más en sí mismos que en los Mitos de Cthulhu, aunque podemos pensarlos como un anexo de estos últimos. Un aporte notable al respecto es Vorvadoss, quien aparece como un demonio de las arenas en El Devorador de Almas, donde aconseja a un rey sobre cómo vencer al Devorador. En Los invasores es aclamado por los mortales como ¡Vorvadoss de Bel-Yarnak! ¡El alborotador de las arenas! Tú que esperas en la Oscuridad Exterior, Encendedor de la Llama. ¿De dónde obtuvo Henry Kuttner el nombre de Vorvadoss? ¿Quién sabe?
Por allí tenemos también a Nyogtha, la Cosa Que No Debería Ser, el Dios Negro de la Locura, de El Horror de Salem, tal vez es el más conocido de los Antiguos dentro de los Mitos de Khut-N’hah (ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos). En el pasaje del Necronomicón citado por Henry Kuttner se menciona que está emparentado con Cthulhu. Se dice además que Nyogtha se esconde en las profundidades de la tierra esperando que lo invoquen. En cierto modo, el Nyogtha de Henry Kuttner se asemeja mucho al Nyarlathotep de El morador de las tinieblas (The Haunter of the Dark). Ambos son como nubes ocuras que el protagonista, un escritor, invoca accidentalmente en un antiguo edificio lleno de asociaciones ocultas.
Iod aparece personificado como una deidad en dos historias, Los invasores y La caza. Tiene toda la apariencia de una auténtica deidad lovecraftiana:
Era un horror cósmico ardiente engendrado por un universo fuera de la ley, una entidad prehumana, abismal, extraída de una antigüedad insondable. Un gran ojo facetado sobresale de la carne membranosa, escamosa, semitransparente, de la cual se extienden horribles apéndices vegetales que se retuercen ciegamente en el aire, haciendo pequeños y voraces ruidos de succión.
Anteriormente hemos dicho que Henry Kuttner hizo poco uso de las deidades de Lovecraft. Dos excepciones son Azathoth, que figura en gran medida en Hidra (ver: El libro de Azathoth: ¿los pactos de sangre son una muestra de ADN para los Antiguos?), y Dagón y su odiosa progenie, los Profundos (ver: ¡Dagón es Cthulhu!), claramente reconocibles en Los engendros de Dagón (Spawn of Dagon). En El secreto de Kralitz hay una referencia a Yog-Sothoth, pero en ningún momento se la amplía. Curiosamente, Henry Kuttner describe a esta deidad como subterránea. Quizás este sea el origen de la cuestionable clasificación posterior de August Derleth de Yog-Sothoth como un elemental de tierra. Ciertamente, nada en Lovecraft lo sugiere (ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu).
Los Mitos de Khut-N’hah se enfocan más en sí mismos que en los Mitos de Cthulhu, aunque podemos pensarlos como un anexo de estos últimos. Un aporte notable al respecto es Vorvadoss, quien aparece como un demonio de las arenas en El Devorador de Almas, donde aconseja a un rey sobre cómo vencer al Devorador. En Los invasores es aclamado por los mortales como ¡Vorvadoss de Bel-Yarnak! ¡El alborotador de las arenas! Tú que esperas en la Oscuridad Exterior, Encendedor de la Llama. ¿De dónde obtuvo Henry Kuttner el nombre de Vorvadoss? ¿Quién sabe?
Por allí tenemos también a Nyogtha, la Cosa Que No Debería Ser, el Dios Negro de la Locura, de El Horror de Salem, tal vez es el más conocido de los Antiguos dentro de los Mitos de Khut-N’hah (ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos). En el pasaje del Necronomicón citado por Henry Kuttner se menciona que está emparentado con Cthulhu. Se dice además que Nyogtha se esconde en las profundidades de la tierra esperando que lo invoquen. En cierto modo, el Nyogtha de Henry Kuttner se asemeja mucho al Nyarlathotep de El morador de las tinieblas (The Haunter of the Dark). Ambos son como nubes ocuras que el protagonista, un escritor, invoca accidentalmente en un antiguo edificio lleno de asociaciones ocultas.
Iod aparece personificado como una deidad en dos historias, Los invasores y La caza. Tiene toda la apariencia de una auténtica deidad lovecraftiana:
Era un horror cósmico ardiente engendrado por un universo fuera de la ley, una entidad prehumana, abismal, extraída de una antigüedad insondable. Un gran ojo facetado sobresale de la carne membranosa, escamosa, semitransparente, de la cual se extienden horribles apéndices vegetales que se retuercen ciegamente en el aire, haciendo pequeños y voraces ruidos de succión.
Finalmente, en Las campanas del horror, Henry Kuttner presenta a su demonio de la oscuridad: Zuchequon, el Oscuro Silencioso. Es el heraldo de la oscuridad eterna y está programado para aparecer al final de cada era, aunque los estúpidos mortales pueden despertarlo antes de tiempo si logran pronunciar los tonos profunos de su invocación. Curiosamente, mientras que Henry Kuttner asocia explícitamente a Iod y Vorvadoss con Cthulhu y Yig como dioses adorados en el Mu primigenio, aquí también excluye explícitamente a Zuchequon de las filas de los Antiguos. No es una criatura engendrada, sino más bien un principio cósmico. En esto, Zuchequon nos recuerda al Ubbo-Sathla de Clark Ashton Smith, también disociado de los Antiguos por haber llegado a la tierra, todavía humeante, antes que Cthulhu y Yog-Sothoth descendieran de las estrellas.
Los Mitos de Khut-N’hah, como vemos, poseen un color singular, y aunque claramente orbitan alrededor de los Mitos de Cthulhu de Lovecraft, de algún modo intentan escapar de su poder de atracción. Superficialmente, ambas mitologías parecen formar parte del mismo sistema caótico; debajo de la superficie, sin embargo, podemos encontrar algunas particularidades que diferencian a sus respectivos demiurgos.
Taller gótico. I Henry Kuttner.
Más literatura gótica:
Los Mitos de Khut-N’hah, como vemos, poseen un color singular, y aunque claramente orbitan alrededor de los Mitos de Cthulhu de Lovecraft, de algún modo intentan escapar de su poder de atracción. Superficialmente, ambas mitologías parecen formar parte del mismo sistema caótico; debajo de la superficie, sin embargo, podemos encontrar algunas particularidades que diferencian a sus respectivos demiurgos.
Taller gótico. I Henry Kuttner.
Más literatura gótica:
- Kuttner y Moore: amor en tiempos de Lovecraft.
- ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?
- Hastur: el dios de los Mitos de Cthulhu anterior a H.P. LovecraftO.
- ¿Hill House podría pertenecer a los Mitos de Cthulhu de Lovecraft?
2 comentarios:
Un artículo fascinante. Todo lo relacionado con Lovecraft como maestro de una generación de narradores me llama la atención.
Fascinante, en verdad gracias por escribirlo.
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