¡No salgas del camino! El Modelo «Caperucita Roja» en el Horror.
Entonces, alguien camina solo en la naturaleza. Antes de eso, no mucho, tal vez en alguna taberna de mala muerte, ese alguien recibió un consejo que resulta ser muy sabio: ¡no salgas del camino!
Es difícil precisar exactamente cuándo y dónde empezamos a contarnos la historia de Caperucita Roja. El por qué es más fácil de identificar: la historia separa claramente la seguridad de lo urbano —el camino— de los peligros de lo desconocido —el bosque— (ver: Psicología del bosque encantado).
¡No salgas del camino! es una advertencia que conocemos bien, y ni siquiera necesitamos a los hermanos Grimm para sentir que es verdadera. Basta escuchar a nuestros instintos cuando merodeamos por esa frontera con la desconocido. Fuera del camino siempre acecha alguna versión de la muerte.
Caperucita Roja se siente fiel a nosotros mismos, a nuestros miedos, de una forma tan intensa que resulta incuestionable. Es la historia de advertencia que más apreciamos, la que mejor se adapta a todas las culturas, la que no pierde su esencia al traducirse a cualquier formato de la ficción (ver: La psicología de Caperucita Roja).
Tal es así que esta historia sobre una joven que se sale del Camino ha perdurado tanto porque revela, en parte, lo que ocurre cuando uno toma malas decisiones. La tasa de mortalidad, allí, es mucho más alta que dentro del Camino. Hay cosas desconocidas, extraños, seres que viven al margen de la sociedad. Lobos, incluso.
Sí, permanecer en el Camino es un gran consejo para todos los niños, para todas las personas, en realidad... excepto para los personajes del Horror.
Casi todo el género se resume a la historia de personas que se han salido del Camino. Lo desconocido puede ser un Bosque, una Casa Embrujada, un Planeta lejano, pero en cualquier versión entendemos que esas personas se están jugando la vida, no ya por alimentar algún impulso o deseo por lo macabro en el espectador (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción). Sabemos que se están siendo sacrificados dentro de un esquema sagrado: el Modelo Caperucita Roja.
Apenas un personaje se sale de este Camino arquetípico sabemos que su vida está en riesgo, y que el horror que acecha en lo desconocido es real. En este contexto, cuando la Cosa con Dientes, el Lobo Feroz, en cualquier versión, se hace presente, en cierto modo nos gratifica, porque confirma que así son las cosas, que así funcionan.
En su nivel más elemental, la historia de Caperucita Roja nos dice que si te desvías del camino obtienes lo que mereces. Si no sigues los consejos que te dieron, si no escuchas a sus mayores, a los sabios, habrá consecuencias graves, permanentes. No hay historia de terror clásica que no recurra a este esquema, que aquí en El Espejo Gótico llamamos Modelo Caperucita Roja:
a- Advertencia.
b- Transgresión.
c- Consecuencias.
Si no hay una Advertencia no puede haber una Transgresión a las normas, con lo cual tampoco puede existir un castigo, es decir, una Consecuencia.
Pero, ¿acaso los personajes del género prestan atención a la Advertencia? Por supuesto no. No habría historia de otro modo. No habría sacrificio.
De hecho, la Advertencia tiende a funcionar en los personajes en un sentido inverso: como una invitación, una especie de desafío. Sin la arrogancia de la Transgresión, las Consecuencias que les esperan a estos personajes sencillamente no se sentirían como un castigo, un acto de la más pura y sincera justicia.
Después de todo, se lo buscaron.
Tampoco es necesario recurrir a un presagio nefasto, como Los muertos caminan deprisa, que el leguleyo Harker desoye al encaminarse al castillo de Drácula. A veces la Advertencia está implícita en la historia del lugar: una casa con reputación de estar embrujada, un bosque sobre el cual se cuentan historias inquietantes, un libro que no debe leerse, un nombre que no debe pronunciarse ante el espejo, un algo que no hay que hacer.
Incluso el Horror Cósmico de H.P. Lovecraft muchas veces se inscribe en el Modelo de Caperucita Roja. Sus personajes, frecuentemente, abren un libro prohibido —sabiendo que está prohibido—, como el Necronomicón, y abren las puertas a criaturas demenciales, extrañas, que existen fuera del Camino.
Es decir que la Advertencia no necesariamente debe ser proncunciada. A veces basta un personaje fronterizo, alguien estacionado a la vera de la sociedad para advertir a los caminantes que no se aventuren en la noche. Como es de esperar, estos presagios nunca son escuchados.
Salirse del Camino, como vemos, no necesariamente tiene que ver con entrar en un Bosque. A veces lo Desconocido puede ser una casa, como Hill House. ¿Acaso Elanor y su grupo se tropiezan al azar con Hill House? ¡No! Este es un experimento científico, serio, que se mete con cuestiones paranormales. Ellos lo saben. Todos lo saben. Y todos aceptan salirse del Camino.
La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House) resuena ligeramente en El resplandor (The Shining). ¿Acaso no se le advierte a Jack Torrance lo que le sucedió al antiguo cuidador del Overlook? Claro que sí. ¿Acaso los Torrance no tienen la oportunidad de escapar de este hotel embrujado antes de que llegue la nieve? ¡Por supuesto!
Cuando un personaje se arriesga innecesariamente en una historia de terror, ya sea por dinero, por conocimiento, por la emoción de hacerlo, significa salir del Camino para obtener algo prohibido, y eso lo convierte en un objetivo para el Lobo.
¿O acaso será que estos tipos arrogantes están siendo tentados por las sombras?
En cualquier caso, el Lobo arquetípico contiene el aliento hasta que alguno de los personajes de la historia da ese primer paso desde la seguridad a lo desconocido. En cierto sentido, el Modelo de Caperucita Roja implica que los personajes en estas historias sean cómplices de su destino trágico. Conocen las reglas, pero las transgreden.
Se lo buscaron, realmente.
Pero, ¿cuál es la Transgresión de los tripulantes del Nostromo en Alien? Bueno, en primer lugar no deberían haber explorado ese planeta extraño. De hecho, casi todos son culpables por haber invitado al Xenomorfo a volver con ellos a la nave, a pesar de las objeciones de Ripley, quien advierte sobre los peligros de que un miembro infectado de la tripulación regrese.
Caso cerrado. Todos obtienen lo que merecen, incluida Ripley, que sobrevive.
Porque el Modelo de Caperucita Roja, es bueno tenerlo en cuenta, castiga a los transgresores, pero también permite que la gente adecuada triunfe.
Las personas poco afines al género del horror generalmente no pueden ver más allá de los gritos y la sangre, pero nosotos sabemos que hay más en esas historias, algo que tiene sentido. Que un personaje se encuentre con el destino que él mismo ha forjado confirma, quizás, que existe cierto equilibrio en el mundo, cierta correspondencia entre los actos y sus consecuencias.
Ahora bien, el Modelo Caperucita Roja no solo expresa esa dinámica, sino que nos insta a realizar un balance de nuestro propio comportamiento, a reconocer las señales cuando estamos a punto de salir del Camino en nuestras propias vidas. Y uno se indigna, más bien, ante la actitud de ciertos personajes:
—Querida, ¿realmente es necesario que bajes a ese sótano?
Al contrastar nuestro raciocinio con la aparente irracionalidad de los personajes nos sentimos más seguros. Los Monstruos, de cualquier índole, atacan a personas que lo merecen. Y nosotros no lo merecemos. Claro que no. Sabríamos reconocer que estamos saliendo del Camino. ¿No?
El Modelo de Caperucita Roja es, digamos, como un sistema de justicia. El resultado es dramático para los personajes que transgreden las normas; pero, ¿qué esperaban? Si uno salta desde un edificio sabe que caerá, y que se hará trizas contra el suelo. Probablemente nos lamentemos de su destino, pero hay una especie de ley cerrada allí, de correspondencia. Si uno salta desde una gran altura, morirá. Triste, es cierto, pero inevitable. Si uno se sale del Camino...
Bueno. Hay Lobos ahí afuera.
Es decir que, al observar a los personajes desviarse del Camino y no regresar, hemos aprendido a permanecer en él.
Ahora bien, el Modelo de Caperucita Roja utiliza este sistema cerrado de justicia, pero hay otros, ciclos más abiertos, en donde las cosas no parecen tener demasiada correspondencia entre la Advertencia y la Transgresión. Por ejemplo, ¿qué ha hecho la pobre e inocente Regan MacNeil en El exorcista para que Pazuzu la haya poseído?
—Ah, pero eso le sucede a las nenas que juegan con un tablero Ouija. Meterse con esas cosas es como salirse del Camino, ¿verdad?.
En la película no queda claro del todo, pero en la novela Regan juega con el tablero Ouija después de que la posesión haya comenzado. El demonio sugiere que el motivo por el que eligió a esta chica es manifestarse a través de alguien inocente. Regan, en definitiva, no se sale del Camino; sin embargo, también ve de cerca los colmillos del Lobo.
Este Modelo es mucho más perverso, e inquietante, que el de Caperucita Roja, porque advierte que el Lobo puede atacarnos sin importar si lo llamamos o no, y eso nos convierte a todos en posibles víctimas, incluso a los que permanecen en el Camino.
Porque el Horror verdadero no tiene sentido. Puede ser arbitrario, aleatorio, y prescinde de las Advertencias.
Mantenerte en el camino no siempre te salvará.
Taller Gótico. I Mitología.
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1 comentarios:
Interesante recurso.
Alien tiene cierta ambigüedad. También hay una orden de atender la señal, es obligación de salir del camino. Y hay un personaje que cumple una misión, que los demás desconocen.
En las historias de Lovecraft, se da ese recurso, los personajes tienen una marcada obsesión por búsquedas que los conducirán a la locura, en caso de sobrevivir. Y a una verdad aterradora.
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