Lo que Sigmund Freud no te contó sobre el complejo de Edipo.
Hace poco analizamos la tragedia de Edipo en la versión del Marqués de Sade. Esta vez recorreremos un camino distinto, pero igualmente siniestro.
La historia de Edipo es bastante conocida por todos, de modo tal que solo intentaremos resumirla antes de pasar al tema que nos interesa.
Layo, rey de Tebas, recibió una profecía inquietante: si alguna vez engendraba un hijo varón, éste, una vez adulto, lo mataría. A partir de entonces, Layo se cuidó de no dejar embarazada a su esposa, Yocasta, pero una noche, completamente ebrio, se acostó con ella. Nueve meses después nació un niño. Layo, visiblemente inquieto, le perforó los pies y le encomendó a un pastor que abandonara en el monte Citerón.
Como en la mayoría de las leyendas en donde el hijo está destinado a matar al padre, ya sea por un oráculo o por voluntad de los dioses, el padre nunca consigue salirse con la suya. Sigmund Freud, en este caso, le reconoce a Layo un gesto de bondad al no matar directamente al pequeño Edipo, pero lo cierto es que su acto conforma una infame todavía más grave: al perforar los pies del niño Layo sabía, o creía, que nadie lo recogería; de manera tal que en realidad lo condenó a una muerte atroz.
El pastor al que se le había encargado la misión de abandonar al niño sintió piedad por él, y lo entregó los reyes de Corinto: Pólibo y Peribea (o a veces Mérope). Fue ella quien le dio el nombre de Edipo, que significa «pies hinchados». Sus padres adoptivos jamás le contaron sus orígenes, pero al llegar a la adolescencia, Edipo comenzó a albergar ciertas dudas.
El muchacho visitó entonces el Oráculo de Delfos, que insistió en la misma profecía que le había hecho a Layo: Edipo mataría a su padre, aunque también añadió que luego de cometer ese crimen desposaría a su madre.
Ahora bien, Edipo creía que sus padres eran aquellos que lo habían criado, Pólibo y Peribea, de modo tal que huyó de la ciudad de Corinto para escapar de su destino. Camino a Tebas se encontró con Layo en una encrucijada. Hubo cierto altercado sobre quién debía ceder el paso. La cosa se puso violenta, se desenfundaron las armas, y Edipo mató a Layo, desde luego, sin saber que era su verdadero padre.
La primera parte de la profecía se había cumplido.
Más tarde Edipo encontró con la Esfinge, especie de monstruo enviado por Hera, que se había aquerenciado en el monte Ficio, y que mataba a todo aquel que no pudiese descifrar sus oscuros acertijos. Al parecer, nadie antes de Edipo había conseguido vencer a la Esfinge, de modo tal que esta se mostró bastante confiada cuando formuló la siguiente pregunta:
¿Qué ser camina en cuatro patas en la mañana, en dos al mediodía, y en tres al ocaso?
Y Edipo respondió:
El hombre.
Esto hace referencia a que el hombre gatea en cuatro patas cuando es bebé, camina sobre dos cuando es adulto, y se apoya en un bastón cuando es viejo.
Tras ser derrotada, la Esfinge se arrojó dramáticamente desde la cima del monte Ficio y Edipo fue aclamado como salvador de Tebas. Pronto fue coronado rey, y se casó con la viuda de Layo, es decir, su madre biológica: Yocasta.
En este punto, Sigmund Freud se alinea con la versión oficial de la historia, es decir, la que vocifera Sófocles en su famosa tragedia: Edipo y Yocasta contraen matrimonio y tienen cuatro hijos: Polinices, Eteocles, Ismene y Antígona. Versiones más antiguas sostienen que Yocasta ya era estéril por aquel entonces, y que los hijos antes mencionados proceden del vientre de Euriganía.
Finalmente, el sabio Tiresias, verdadero alcahuete de esta tragedia, le confiesa a Edipo que es en realidad el hijo de Yocasta y Layo; es decir, que la profecía se había cumplido: el muchacho había matado a su padre y había desposado a su madre.
Aquí, nuevamente, Sigmund Freud desestima varias versiones alternativas de la historia y utiliza la que mejor se ajusta a sus propósitos.
Algunos afirman que fue Yocasta la primera en saber la verdadera identidad de Edipo. Acto seguido, se colgó. Otras versiones sostienen que tomó bastante bien la noticia, y que vivió durante muchos años más, hasta el ataque de los siete contra Tebas, en el cual sus hijos se enfrentaron entre sí.
Incapaz de tolerar el horror indecible del parricidio, y también el del incesto, Edipo se trastornó para siempre. No se arrancó los ojos, sino que se los vació utilizando los broches del vestido de Yocasta. Su destino también es incierto. Versiones alternativas aseguran que huyó, que fue encerrado, y otras que siguió reinando junto a Yocasta. El destierro es la versión que elige Sigmund Freud —la del Edipo Rey, de Sófocles—, donde Edipo es atendido en el exilio por su hija, Antígona.
Sigmund Freud se apoyó en este mito para dar forma, o mejor dicho, para explicar la esencia de su teoría sobre el complejo de Edipo, o conflicto edípico, la cual se caracteriza por los complejos sentimientos que el niño tiene en relación a sus padres, por quienes siente una mezcla de deseo y hostilidad. Cuando es positivo, el complejo de Edipo se define por el deseo inconsciente de mantener una relación con el padre del sexo opuesto, y de eliminar al progenitor del mismo sexo.
En otras palabras: matar al padre y desposar a la madre.
Si fuésemos conspicuos exégetas podríamos añadir que, en este contexto, Sigmund Freud sería algo así como la representación del Oráculo de Delfos, quien profetiza a la humanidad el mismo destino que el de Edipo.
Lo que Sigmund Freud básicamente trata de decirnos es que Edipo no soportó el horror de ver concretadas sus fantasías infantiles y se arrancó los ojos, o se los vació. Sin embargo, la dirección de esas fantasías, de acuerdo al conflicto de Edipo que desarrolla Freud, deberían estar dirigidas hacia sus padres adoptivos, es decir, Pólibo y Peribea.
Más allá de esto, el verdadero gatillo que detona el final de la tragedia no es Edipo, ni Layo, ni el Oráculo de Delfos; es la Esfinge. Si Edipo no la hubiese vencido nunca habría sido coronado como rey de Tebas, y en consecuencia jamás se habría casado con su madre biológica.
Sófocles, la fuente principal de Freud, omite que las oscuras intenciones de Hera al enviar a la Esfinge a la tierra.
Hera odiaba a Layo, debido a que éste había secuestrado y asesinado al joven Crisipo, por quien la diosa sentía un cálido afecto. Para vengarse del rey de Tebas, Hera envió a la Esfinge. Sófocles deduce que esa venganza se materializaba al matar a todo aquel que no respondiera correctamente sus acertijos, pero Hesíodo, flojo para las cronologías, supone que la misión de la Esfinge era impedir el paso a Tebas de todo aquel que no fuese Edipo.
Hera deseaba algo más que la muerte de Layo, que de hecho ya había ocurrido, sino la total y absoluta humillación de su estirpe.
En otras palabras, la Esfinge permitió que Edipo pasara habiendo respondido erróneamente al enigma. La poetisa norteamericana Muriel Rukeyser (1913-1980), reconocida por su áspera defensa de los derechos de la mujer, compuso un interesante poema al respecto, titulado: Mito (Myth):
Mucho tiempo después, Edipo, viejo y ciego, andaba por los caminos,
Sintió una fragancia familiar. Era la Esfinge.
Edipo dijo: «quiero hacer una pregunta:
¿por qué no reconocí a mi madre?»
«Porque diste la respuesta equivocada» —dijo la Esfinge.
«Pero esa fue la razón por la que todo lo demás ocurrió» —dijo Edipo.
«No —dijo ella— cuando pregunté: ¿qué camina en cuatro patas por la mañana,
en dos al mediodía, y en tres al ocaso; tu respondiste:
Hombre. No hablaste de la mujer»
«Cuando alguien dice Hombre —dijo Edipo—, también incluye a las mujeres.
Todo el mundo lo sabe»
Y ella dijo: «eso es lo que tu crees».
Long afterward, Oedipus, old and blinded, walked the
roads. He smelled a familiar smell. It was the Sphinx.
Oedipus said, "I want to ask one question.
Why didn't I recognize my mother?"
"You gave the wrong answer," said the Sphinx.
"But that was what made everything possible," said Oedipus.
"No," she said. "When I asked, What walks on four legs in the morning,
two at noon, and three in the evening, you answered,
Man. You didn't say anything about woman."
"When you say Man," said Oedipus, "you include women too.
Everyone knows that."
She said, "That's what you think."
roads. He smelled a familiar smell. It was the Sphinx.
Oedipus said, "I want to ask one question.
Why didn't I recognize my mother?"
"You gave the wrong answer," said the Sphinx.
"But that was what made everything possible," said Oedipus.
"No," she said. "When I asked, What walks on four legs in the morning,
two at noon, and three in the evening, you answered,
Man. You didn't say anything about woman."
"When you say Man," said Oedipus, "you include women too.
Everyone knows that."
She said, "That's what you think."
El lado oscuro de la psicología. I Mitos griegos.
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El artículo: Lo que Sigmund Freud no te contó sobre el complejo de Edipo fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
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