Hexe: las brujas que se convierten en vampiros.
Durante la Edad Media, la región del Rin solía confundir la brujería con el vampirismo, quizás porque se creía que ambas condiciones pertenecían al mismo tipo de abominación.
En consecuencia, las brujas eran acusadas de practicar el vampirismo bajo diversos disfraces. Uno de los más condenables era el de las Hexe; raza de vampiros notablemente difíciles de matar.
Las Hexe, es decir, brujas con la capacidad de convertirse en vampiros, podían exiliar su espíritu de la carne y enviarlo a través del plano astral hacia esas vigorosas reuniones en los bosques, sabbats y aquellarres, donde realizaban todo tipo de bailes indecorosos; o bien como Formas del Pensamiento (Thought Forms), especie de larvas, parásitos o gusanos del plano astral, con el objetivo de ajusticiar a la distancia a un enemigo.
Cuando las Hexe finalmente lograban reunirse las cosas se tornaban realmente confusas.
Hay testigos que afirman haber visto largas peregrinaciones de ojos rojos brillando en la penumbra, astros carmesí que flotaban por encima de los árboles entonando una aterradora melodía.
Las Hexe podían metamorfosearse en diversos mamíferos inferiores, casi siempre roedores y murciélagos. Una vez al año reunían fuerzas para atacar en grupo, una especie de flota aérea de siluetas rojas como el ocaso que se precipitaban sobre las aldeas en medio de la noche.
La noche predilecta de las Hexe comenzaba en la víspera de San Jorge, el 23 de abril, momento en que los poderes infernales logran liberarse momentáneamente su prisión eterna.
Si bien las Hexe eran entidades más o menos nebulosas, traslúcidas, etéreas, esto no impidió que los inquisidores sugirieran que para aniquilarlas se debía atravesarles el corazón con una estaca, método que demostró ser tan ineficaz como tratar de ensartar una nube.
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