¿Los vampiros toman Coca Cola?

¿Los vampiros toman Coca Cola?

Eso afirmó en profesor Lugano.

—¿En qué se basa, doctor? —preguntó alguien.

El profesor arrojó sobre la mesa una vieja colección de relatos franceses del siglo XIX.

—Mistral. Página 269 —dijo.

Fuimos hasta la página mencionada y leímos el relato. Las conclusiones fueron reservadas, habida cuenta de nuestro escaso conocimiento del francés, lengua que apenas intuimos.

Ciertamente, el relato de Mistral mezcla dos cuestiones irreconciliables: el vampirismo y la Coca Cola. Si a esto le sumamos la fuente, un relato francés del siglo XIX, el cóctel se convierte en una de las piezas más extrañas de la época.

—¿Usted entiende las implicaciones culturales y, hasta me atrevo a decir, políticas, de este hallazgo? —dijo el profesor— Las multinacionales nos han succionado la sangre durante décadas, practicando una clase de vampirismo inédito en la historia. ¡Imagine si descubren que, de hecho, esta dinámica tiene un precedente en la literatura del siglo XIX! ¡Nuevas oleadas de vampiros adolescentes tomarían por asalto nuestras bibliotecas, nuestros cines, mientras en los televisores aparecen vampiros tomando Coca Cola y hablando pestes de la vida eterna.

Nos tomamos un segundo para absorber tamaña profecía.

—Pero —dijimos por fin— el relato de Mistral no habla de vampiros que toman Coca Cola.

—¡Mucho peor, fusiona el vampirismo con la Coca Cola! —aulló el profesor—. Si este relato sale a la luz estamos perdidos.

Luego de una hora de discusión llegamos a la conclusión de que, en efecto, estábamos perdidos con o sin vampiros bebiendo Coca Cola.

Este es el misterioso relato de Frédéric Mistral: Los secretos de las bestias (Les secrets des bestes)




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