Gollum y Renfield: el vampirismo en El Señor de los Anillos.
Mucho se ha escrito sobre la influencia de la mitología en El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, pero muy poco acerca de la literatura gótica como uno de los factores que dan forma a la atmósfera de la Tierra Media.
En efecto, El Señor de los Anillos que incorpora algunos de los principales ingredientes de la literatura gótica; entre ellos: el vampirismo (ver: ¿Vampiros en la Tierra Media?).
Entraremos en ese tema más adelante.
Uno de los ingredientes comunes de la literatura gótica es la presentación de una historia a través de documentos reales. El Drácula de Bram Stoker es un ejemplo clásico, compuesto enteramente de fragmentos de diarios personales, cartas, recortes de periódicos y grabaciones. Frankenstein de Mary Shelley comienza con una serie de cartas, y la novela propiamente dicha se presenta como un diario salpicado de largas epístolas. Lo mismo podría decirse de innumerables novelas góticas, como El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde), de R.L. Stevenson, y Melmoth el errabundo (Melmoth the Wanderer), de Charles Maturin, por citar dos casos paradigmáticos.
El Señor de los Anillos también se presenta al lector como una obra basada en documentos reales. Como J.R.R. Tolkien señala en el prólogo, la historia de El Hobbit proviene de un registro conocido como El Libro Rojo de la Frontera del Oeste, y añade otros ejemplos, como las bases de lo que sería El Señor de los Anillos, principalmente gracias a los registros de Frodo y Bilbo Bolsón.
Hay una clara diferencia, sin embargo, en el uso de documentos supuestamente reales en El Señor de los Anillos y la ficción gótica. En el gótico, estos documentos a menudo se presentan como registros personales, donde predominan las experiencias y las observaciones de quien los escribe; mientras que El Señor de los Anillos no se presenta como un documento personal en absoluto, sino más bien como un registro histórico (ver: El horror cósmico en El Señor de los Anillos).
La literatura gótica suele ser bastante simplista en lo que refiere a la diferenciación entre buenos y malos: Hyde es el mal, la sombra, de Jekyll; Drácula es enteramente malvado, mientras que sus cazadores son virtuosos. Nadie cruza la línea. Una de las pocas obras que plantea una cierta ambigüedad moral de Frankenstein.
El Señor de los Anillos sigue el mismo patrón, pero de forma más sutil. Los malos son siempre malos (Sauron, Orcos, Trolls), mientras que los buenos siempre son buenos; pero, al igual que en el gótico, en El Señor de los Anillos los buenos pueden ser tentados por el mal. Los ejemplos más obvios son Saruman y Gollum, o Boromir, que intenta apoderarse del Anillo, o Galadriel, que se siente tentada a tomarlo cuando Frodo se lo ofrece.
De hecho, el propio Frodo se rinde ante el atractivo del Anillo en el Monte del Destino.
Este tipo de tentación nunca ocurre a la inversa; es decir, los malos nunca son tentados por el bien, y eso es algo que abunda en la ficción gótica. A lo sumo, sus actos maliciosos terminan sirviendo a un bien mayor, pero esa no era su intención original.
Decíamos que El Señor de los Anillos es mucho más sutil que el gótico, y eso se advierte claramente en el tema de la redención. Boromir se redime sacrificando su vida tratando de salvar a Merry y Pippin, y Galadriel al negarse a tomar el Anillo cuando se lo ofrecen. Para los personajes verdaderamente malvados, no hay redención. Lo mismo ocurre con los villanos góticos.
Pero el ingrediente más interesante del gótico empleado en El Señor de los Anillos es su tratamiento del vampirismo.
Esto no significa necesariamente el consumo tradicional de sangre del vampiro clásico, sino el efecto que esta particular marca del mal tiene sobre los personajes.
El Bien, en El Señor de los Anillos, es diverso, subyace en los pequeños actos de bondad así como en las grandes hazañas, mientras que el Mal tiende a la homogeneidad (ver: La diversidad de género en «El Señor de los Anillos»). Es decir, el Mal niega y rechaza todo aquello que no forma parte de su esencia a través de la esclavitud y del deseo de consumir.
Esto tiene paralelos evidentes con el vampirismo.
Pensemos, por ejemplo, en Gollum, literalmente consumido por el Anillo. Si bien alguna vez fue un hobbit, ahora come pescados crudos, gusanos, insectos, y se rumorea que ha llegado a comer carroña e incluso niños hobbit. De hecho, si solo tomamos las cuestionables afinidades gastronómicas de Gollum, sobre todo su afición por lo crudo, podríamos identificarlo fácilmente como un Ghoul, una de las razas de vampiros más odiosas (ver: Ghouls: vampiros de los cementerios)
En este contexto, existen muchos puntos en común entre Gollum y el Renfield de Drácula (ver: Síndrome de Renfield: el vampirismo como enfermedad mental)
Renfield fue alguna vez un tipo respetable, y ahora consumido por el deseo de convertirse en servidor de Drácula. Desde entonces come moscas, pero también recoge arañas, gorriones, y hasta intenta comer un gato, y probablemente habría expandido su menú si no hubiese estado internado en un manicomio (ver: En el Manicomio: la locura en la ficción gótica) Al igual que Gollum, Renfield evidencia tendencias caníbales. En uno de sus pocos momentos de lucidez le confiesa a Mina que en una ocasión trató de matar a su médico para comerlo, con el propósito de absorber su vitalidad a través de la sangre (ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker).
Gollum y Renfield sufren el mismo mal: ambos están esclavizados, uno por el Anillo, el otro por Drácula, y ambos se consumen lentamente, adoptan una existencia nocturna, se vuelven subterráneos [ver: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield»]
Los Vampiros son tan homogéneos como el concepto del Mal en El Señor de los Anillos. Aunque nominalmente sean hombres y mujeres, ambos pueden procrear y lo hacen de la misma manera: homogeneizando a sus víctimas, es decir, transformándolas en otros vampiros.
El Anillo Único también homogeneiza a sus víctimas. Gollum, Bilbo e Isildur lo llaman precioso (casi con el mismo tono de Renfield al referirse a su amo). Por otro lado, el Anillo prolonga de forma antinatural la vida de sus portadores, mientras los convierte en sombras de sí mismos, vampirizándolos.
Evidentemente, Tolkien era un autor con un amplio conocimiento sobre mitología, y eso lo deja en claro constantemente, sin recurrir a alusiones groseras. Del mismo modo, emplea algunos conceptos comunes de la literatura gótica, probablemente de forma más sutil y eficaz que el material que los originó en primer lugar.
Tierra Media. I Taller gótico.
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2 comentarios:
Admito que El Señor de los Anillos es parte de uno de los libros que no he leído, pero me interesa bastante los temas a los que recurre.
Una lectura muy recomendable, Poky
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