¿Cuál es el problema de Louis de Pointe du Lac?
¿Cuál es el problema de Louis de Pointe du Lac?
La primera ocasión en que lo vampirizan es tras la muerte de su hermano, Paul. ¿Por qué entonces? Anne Rice nos informa que Louis se siente culpable, y que busca su propia muerte a manos de otra persona, cuando Lestat de algún modo responde a esa llamada (ver: 10 cosas que no sabías sobre Lestat de Lioncourt)
Lo cierto es que Louis tiene toda la razón para sentirse responsable. Él llama egoísta a esa parte de sí mismo que indujo la muerte a su hermano. Fue este egoísmo lo que le impidió creer que su hermano realmente podría estar teniendo visiones. Ahora la culpa alimenta su dolor, un terrible dolor que lo lleva a ser vampirizado:
¿Qué pasa con este egoísmo de Louis que, recordemos, se define en términos de rechazo a creer en las visiones de hermano y, en última instancia, en lo sobrenatural? ¿Qué sucede con la vampirización?
No podía pensar en nada más que en su cuerpo pudriéndose en el suelo. Vivía como un hombre que quería morir pero que no tenía el valor de hacerlo él mismo... Y luego fui atacado. Podría haber sido cualquiera, mi invitación estaba abierta a marineros, ladrones, maníacos, cualquiera. Pero fue un vampiro.
¿Qué pasa con este egoísmo de Louis que, recordemos, se define en términos de rechazo a creer en las visiones de hermano y, en última instancia, en lo sobrenatural? ¿Qué sucede con la vampirización?
El resto de Entrevista con el vampiro es la historia del cambio de Louis de Pointe du Lac. No es solo que se convierte en vampiro, sino que se convierte en su hermano.
Mientras que antes había sido el egoísta, el que no creía, Louis se convierte, ya como vampiro, en el gran visionario, el gran creyente; se convierte en el visionario torturado que era su hermano.
Para completar la transformación, Louis de Pointe du Lac debe ir hasta el final, más allá de convertirse en vampiro: debe mantener viva la desconexión con su hermanos al asumir otro rol. Y es Lestat, en este primer libro de Anne Rice, quien es enteramente egoísta. Él es lo que era el Louis para su hermano, un recordatorio doloroso de todos los atributos que mataron a su hermano.
Desde el principio escuchamos que Louis se siente abrumado como vampiro por el horror de la muerte del otro. Matar lo horroriza y, sin embargo, al vampirizar a sus víctimas es su propia muerte lo que reafirma:
Eso también significa que la pérdida de la propia vida tiene lugar cuando uno está quitando la vida de otro, y esta transformación es lo que anima la relación de Louis con el vampirismo.
De este modo, Louis de Pointe du Lac será rechazado por los demás vampiros por haber adoptado esta relación inusual con el vampirismo, en otras palabras, con la matanza y la inmortalidad (ver: Vampiros antiage: cómo mantenerse joven con el paso de los siglos). A propósito, Armand señala:
Traducción: estás tan atrapado en el otro que siempre estás repitiendo la misma pérdida, pero nunca experimentas la muerte.
O, como dice Lestat:
Porque la muerte, aquí, es la definición de vida para el vampiro; matar es lo que hay que reafirmar. Y eso es lo que Louis no puede dominar: su relación con la muerte, con el matar, pero en términos de vida (ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker).
Después de presenciar su primer asesinato (una demostración patrocinada por Lestat), Louis va a la escena del suicidio (o «accidente») de su hermano, y le pide a Lestat que lo mate. Entonces, de manera suicida, ambivalente, se convierte en vampiro (y asume la identidad con su hermano)
La melancolía de Louis es el alma de la novela de Anne Rice. Es una especie de hombre moderno destinado al suicidio porque no puede sobrevivir a su inmortalidad, no puede renunciar al amor perdido, no puede matar, sólo puede asesinar y, en consecuencia, sufrir indefinidamente (ver: Porqué todavía necesitamos a los Vampiros)
¿Cómo surge Claudia en este escenario?
Mientras que antes había sido el egoísta, el que no creía, Louis se convierte, ya como vampiro, en el gran visionario, el gran creyente; se convierte en el visionario torturado que era su hermano.
Para completar la transformación, Louis de Pointe du Lac debe ir hasta el final, más allá de convertirse en vampiro: debe mantener viva la desconexión con su hermanos al asumir otro rol. Y es Lestat, en este primer libro de Anne Rice, quien es enteramente egoísta. Él es lo que era el Louis para su hermano, un recordatorio doloroso de todos los atributos que mataron a su hermano.
Desde el principio escuchamos que Louis se siente abrumado como vampiro por el horror de la muerte del otro. Matar lo horroriza y, sin embargo, al vampirizar a sus víctimas es su propia muerte lo que reafirma:
Matar no es una experiencia ordinaria, sentir la pérdida de una vida que fluye lentamente a través de la sangre. Es, una y otra vez, la experiencia de la pérdida de mi propia vida cuando succioné la sangre de la muñeca de Lestat y sentí su corazón latir con mi corazón. Es, una y otra vez, una celebración de esa experiencia.
Eso también significa que la pérdida de la propia vida tiene lugar cuando uno está quitando la vida de otro, y esta transformación es lo que anima la relación de Louis con el vampirismo.
De este modo, Louis de Pointe du Lac será rechazado por los demás vampiros por haber adoptado esta relación inusual con el vampirismo, en otras palabras, con la matanza y la inmortalidad (ver: Vampiros antiage: cómo mantenerse joven con el paso de los siglos). A propósito, Armand señala:
Eres extraño, Louis, en el sentido de que siempre mueres cuando vampirizas.
Traducción: estás tan atrapado en el otro que siempre estás repitiendo la misma pérdida, pero nunca experimentas la muerte.
O, como dice Lestat:
Estás muerto para tu naturaleza vampírica.
Porque la muerte, aquí, es la definición de vida para el vampiro; matar es lo que hay que reafirmar. Y eso es lo que Louis no puede dominar: su relación con la muerte, con el matar, pero en términos de vida (ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker).
Después de presenciar su primer asesinato (una demostración patrocinada por Lestat), Louis va a la escena del suicidio (o «accidente») de su hermano, y le pide a Lestat que lo mate. Entonces, de manera suicida, ambivalente, se convierte en vampiro (y asume la identidad con su hermano)
La melancolía de Louis es el alma de la novela de Anne Rice. Es una especie de hombre moderno destinado al suicidio porque no puede sobrevivir a su inmortalidad, no puede renunciar al amor perdido, no puede matar, sólo puede asesinar y, en consecuencia, sufrir indefinidamente (ver: Porqué todavía necesitamos a los Vampiros)
¿Cómo surge Claudia en este escenario?
¿Qué representa ella para Louis?
En cualquier caso, es imposible entender a Louis sin entender primero qué representa Claudia en la novela.
Todos los personajes de Entrevista con el vampiro, incluido Louis, parecen representar los distintos matices de la melancolía. En este contexto, Claudia protagoniza el fantasma melancólico del niño desaparecido (el pequeño que todavía nos persigue)
Ahora bien, estos fantasmas melancólicos solo se enfocan desde la perspectiva de Louis. Claudia, creada por Louis y Lestat, está, por su cuenta, del lado de matar. No hay apego en ella a algún amor perdido; de hecho, entre sus estrategias de caza está montar un escenario similar al de la pérdida de su madre para causar compasión en sus víctimas.
Durante años, Louis se priva de matar, es decir, de vivir en términos vampíricos, pero de repente escucha un llanto. Se siente atraído por la niña que no puede abandonar a su madre muerta que yace a su lado. Esto, extrañamente, reaviva su instinto. No llega a matar a Claudia, pero la deja morir. Sin embargo, la niña es convertida por Lestat, y eso significa que ahora forma parte de la pareja, de la familia. Claudia es como una hija adoptada por una pareja en franco deterioro. Es significativo que, durante esta época, Louis experimente una serie de sueños recurrentes con su hermano muerto.
En Entrevista con el vampiro el vampirismo está reducido a la perspectiva de Louis, quien sostiene una convergencia entre vampirismo y humanidad. De hecho, es la primera novela de vampiros que nos permite conocer de primera mano la perspectiva de un vampiro, ver el mundo a través de sus ojos, aunque en este caso el vampirismo de Louis está muy tamizado con lo humano.
[Por cierto, sí hay relatos de vampiros que nos ofrecen la perspectiva del vampiro, como El extraño (The Outsider), de H.P. Lovecraft; y Al otro lado del río (Over the River), P. Schuyler Miller. Este último es notable como ejemplo de las dificultades sensoriales que entrentan los vampiros]
Claudia exterioriza el vínculo melancólico de desconexión entre los hermanos. Es por eso que puede presionar por la destrucción de Lestat sin tener que ocupar su lugar. En cambio, se vuelve hacia Madeleine para contener su sensación de desamparo. Cuando Claudia muere, abrazada a Madeleine, muere junto a su «madre», como lo habría hecho hace mucho tiempo de no ser por la melancólica intervención de Louis.
En este punto, Louis queda devastado. Duerme en un ataúd ocupado en un cementerio, en una escena de caída de identificación. Se entrega a su dolor y lo esparce quemando el Teatro de los Vampiros hasta los cimientos.
Es importante mencionar que Entrevista con el vampiro es un tributo de Anne Rice a su hija muerta, Michelle; quien de hecho murió de leucemia, una enfermedad de la sangre. En cierto modo, Anne Rice, al igual que Mary Shelley con Frankenstein, logró transformar su pérdida en algo más. Ambas novelas se nutren del duelo y el desamparo. Entrevista con el vampiro y Frankenstein parecen conectadas a las criptas de niños muertos que sus dos madres no podían llorar, no directamente, no abiertamente, sino solo a través de esta posibilidad remota de situar sus historias de manera secundaria, tangencial.
Al lector se le ofrecen elegantes desvíos de este drama secundario, pero en definitiva se trata de un ocultamiento abierto, porque la propia Anne Rice se introduce en la novela, forma parte de ella, y abiertamente nos habla de su dolor.
Anne Rice es, literalmente, Madeline. O mejor dicho, está en la incapacidad de Madeleine para llorar a su hija y en su voluntad de convertirse en vampiro, es decir, de asumir el rol maternal de protectora de Claudia durante toda la eternidad, quien a su vez nunca murió, como sí lo hizo su hija, Michelle. En el otro extremo está la desgarradora escena de la propia Claudia aferrada al cadáver de su madre, cuya muerte no reconoce (ver: La cuestión de género entre vampiros y vampiresas)
Y el escenario de desconexión entre madre e hija reaparece en el culto de las muñecas, figuras, reinos en miniatura. Claudia descubre a Madeleine en una juguetería llena de réplicas del tamaño de una muñeca de la misma hija muerta. Cuando Louis la entrevista para el puesto de compañera de Claudia, Madeleine llega al límite de la ambivalencia:
Cuando Louis se adelanta y convierte a Madeleine en vampiro, le confía a Claudia:
Si la última parte mortal de Louis muere cuando crea a Madeleine es porque se han cumplido los términos de un contrato implícito en la historia. ¿Qué libera el último remanente de la humanidad de Louis? Madeleine, quien es el descomunal monstruo del duelo, un duelo enfermo, retorcido, como el que tanto tiempo estuvo dentro de Louis por la muerte de su hermano.
Una vez que entra en la no-muerte, Madeleine construye un hábitat mortuorio del tamaño de una muñeca para Claudia, la pequeña eterna e interna de Madeleine. Todos los puntales del culto a la muerte que se intercambian en la novela de Anne Rice entre Claudia y su madre muerta, o entre Madeleine y Claudia, son sofocantes; nos ahogan con un dolor que esperamos jamás experimentar.
¿Cuál es el problema de Louis de Pointe du Lac?, nos preguntamos al inicio de este artículo. Lo habitual en la novela gótica: la retención melancólica de una relación a la vez asesina e idealizada.
Louis es egoísmo, en un extremo, y vulnerabilidad en el otro. No puede sobrevivir a su inmortalidad, no puede afirmar la vida a través de la muerte.
Y eso es un grave problema en el mundo de los vampiros.
Vampiros. I Taller gótico.
Más literatura gótica:
Todos los personajes de Entrevista con el vampiro, incluido Louis, parecen representar los distintos matices de la melancolía. En este contexto, Claudia protagoniza el fantasma melancólico del niño desaparecido (el pequeño que todavía nos persigue)
Ahora bien, estos fantasmas melancólicos solo se enfocan desde la perspectiva de Louis. Claudia, creada por Louis y Lestat, está, por su cuenta, del lado de matar. No hay apego en ella a algún amor perdido; de hecho, entre sus estrategias de caza está montar un escenario similar al de la pérdida de su madre para causar compasión en sus víctimas.
Durante años, Louis se priva de matar, es decir, de vivir en términos vampíricos, pero de repente escucha un llanto. Se siente atraído por la niña que no puede abandonar a su madre muerta que yace a su lado. Esto, extrañamente, reaviva su instinto. No llega a matar a Claudia, pero la deja morir. Sin embargo, la niña es convertida por Lestat, y eso significa que ahora forma parte de la pareja, de la familia. Claudia es como una hija adoptada por una pareja en franco deterioro. Es significativo que, durante esta época, Louis experimente una serie de sueños recurrentes con su hermano muerto.
En Entrevista con el vampiro el vampirismo está reducido a la perspectiva de Louis, quien sostiene una convergencia entre vampirismo y humanidad. De hecho, es la primera novela de vampiros que nos permite conocer de primera mano la perspectiva de un vampiro, ver el mundo a través de sus ojos, aunque en este caso el vampirismo de Louis está muy tamizado con lo humano.
[Por cierto, sí hay relatos de vampiros que nos ofrecen la perspectiva del vampiro, como El extraño (The Outsider), de H.P. Lovecraft; y Al otro lado del río (Over the River), P. Schuyler Miller. Este último es notable como ejemplo de las dificultades sensoriales que entrentan los vampiros]
Claudia exterioriza el vínculo melancólico de desconexión entre los hermanos. Es por eso que puede presionar por la destrucción de Lestat sin tener que ocupar su lugar. En cambio, se vuelve hacia Madeleine para contener su sensación de desamparo. Cuando Claudia muere, abrazada a Madeleine, muere junto a su «madre», como lo habría hecho hace mucho tiempo de no ser por la melancólica intervención de Louis.
En este punto, Louis queda devastado. Duerme en un ataúd ocupado en un cementerio, en una escena de caída de identificación. Se entrega a su dolor y lo esparce quemando el Teatro de los Vampiros hasta los cimientos.
Es importante mencionar que Entrevista con el vampiro es un tributo de Anne Rice a su hija muerta, Michelle; quien de hecho murió de leucemia, una enfermedad de la sangre. En cierto modo, Anne Rice, al igual que Mary Shelley con Frankenstein, logró transformar su pérdida en algo más. Ambas novelas se nutren del duelo y el desamparo. Entrevista con el vampiro y Frankenstein parecen conectadas a las criptas de niños muertos que sus dos madres no podían llorar, no directamente, no abiertamente, sino solo a través de esta posibilidad remota de situar sus historias de manera secundaria, tangencial.
Al lector se le ofrecen elegantes desvíos de este drama secundario, pero en definitiva se trata de un ocultamiento abierto, porque la propia Anne Rice se introduce en la novela, forma parte de ella, y abiertamente nos habla de su dolor.
Anne Rice es, literalmente, Madeline. O mejor dicho, está en la incapacidad de Madeleine para llorar a su hija y en su voluntad de convertirse en vampiro, es decir, de asumir el rol maternal de protectora de Claudia durante toda la eternidad, quien a su vez nunca murió, como sí lo hizo su hija, Michelle. En el otro extremo está la desgarradora escena de la propia Claudia aferrada al cadáver de su madre, cuya muerte no reconoce (ver: La cuestión de género entre vampiros y vampiresas)
Y el escenario de desconexión entre madre e hija reaparece en el culto de las muñecas, figuras, reinos en miniatura. Claudia descubre a Madeleine en una juguetería llena de réplicas del tamaño de una muñeca de la misma hija muerta. Cuando Louis la entrevista para el puesto de compañera de Claudia, Madeleine llega al límite de la ambivalencia:
Y con crueldad, seguramente, le pregunté:
—¿Amaste a este niña?
Nunca olvidaré su rostro, la violencia en él, el odio absoluto.
—Sí —ella casi me susurró las palabras—. ¡Cómo te atreves!
Era la culpa lo que la consumía, no el amor. Era culpa, esa tienda de muñecas era tal como me la había descrito Claudia: estanterías y estanterías de la efigie de ese niño muerto. Había algo tan duro en ella como la maldad en mí, algo poderoso.
—¿Amaste a este niña?
Nunca olvidaré su rostro, la violencia en él, el odio absoluto.
—Sí —ella casi me susurró las palabras—. ¡Cómo te atreves!
Era la culpa lo que la consumía, no el amor. Era culpa, esa tienda de muñecas era tal como me la había descrito Claudia: estanterías y estanterías de la efigie de ese niño muerto. Había algo tan duro en ella como la maldad en mí, algo poderoso.
Cuando Louis se adelanta y convierte a Madeleine en vampiro, le confía a Claudia:
Lo que ha muerto esta noche en esta habitación es el último vestigio de lo humano en mí.
Si la última parte mortal de Louis muere cuando crea a Madeleine es porque se han cumplido los términos de un contrato implícito en la historia. ¿Qué libera el último remanente de la humanidad de Louis? Madeleine, quien es el descomunal monstruo del duelo, un duelo enfermo, retorcido, como el que tanto tiempo estuvo dentro de Louis por la muerte de su hermano.
Una vez que entra en la no-muerte, Madeleine construye un hábitat mortuorio del tamaño de una muñeca para Claudia, la pequeña eterna e interna de Madeleine. Todos los puntales del culto a la muerte que se intercambian en la novela de Anne Rice entre Claudia y su madre muerta, o entre Madeleine y Claudia, son sofocantes; nos ahogan con un dolor que esperamos jamás experimentar.
¿Cuál es el problema de Louis de Pointe du Lac?, nos preguntamos al inicio de este artículo. Lo habitual en la novela gótica: la retención melancólica de una relación a la vez asesina e idealizada.
Louis es egoísmo, en un extremo, y vulnerabilidad en el otro. No puede sobrevivir a su inmortalidad, no puede afirmar la vida a través de la muerte.
Y eso es un grave problema en el mundo de los vampiros.
Vampiros. I Taller gótico.
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