Parásitos astrales y las «malas energías»


Parásitos astrales y las «malas energías».




Aquellos que hablan de «malas energías» (ver: Espíritus y «ambientes cargados») suelen referirse a ellas como si se trataran de una abstracción, sin aclarar en qué consiste esa energía, qué la constituye, cómo se forma, o se trasmite, o se estanca en un lugar determinado. Y si uno tiene la audacia de exigir precisiones es probable que recibamos vagas explicaciones acerca de péndulos, pentagramas y varitas de dudosa eficacia (ver: Cómo eliminar un parásito astral).

Afortunadamente, no todos los que han dedicado su interés a las malas energías poseen este grado de simpleza. De hecho, existen estudios realmente interesantes sobre el tema, y la mayoría relacionan lo que vulgarmente conocemos como malas energía de una casa con la presencia de entidades, larvas, gusanos y parásitos del bajo astral.

El teósofo A.E. PowellEl cuerpo astral y otros fenómenos astrales (The Astral Body: And Other Astral Phenomena)— sugiere que el origen de las malas energías que sentimos en determinados lugares, o bien en determinadas personas, se debe a la interacción entre el Plano Astral y nuestra realidad.

Debido a que la distancia no existe en el Plano Astral, al menos no como la concebimos en nuestra realidad, cualquier espacio puede estar poblado por cientos de seres sutiles, resonancias e impresiones, todos en diferentes sustratos. Incluso el espacio vacío, aquí en el plano físico, puede estar ocupado por seres del Otro Lado (ver: El «Upside Down» de «Stranger Things» y la Cuarta Dimensión en la literatura).

Algunos de estos parásitos del Plano Astral pueden percibir e interactuar con nosotros, aunque la gran mayoría está demasiado desfasada ​​con esta realidad como para notar algo que no sea su propio entorno reducido. En cierta forma, el nivel de percepción de estos seres es similar al nuestro. La mayoría de nosotros estamos tan concentrados nuestro pequeño aspecto de la realidad como para responder ante cualquier otra cosa.

No obstante, también hay seres sensibles, en este y otros planos, y estos son los que responden a las malas energías, o mejor dicho, a las energías que confluyen entre planos. Algunos, de hecho, pueden existir a nivel perceptivo en una especie de umbral entre ambas realidades. Y así como ciertas personas sienten las malas energías, los seres del otro lado que las emiten también pueden percibirlas e interactuar fácilmente con ellas (ver: Cómo y por qué algunas entidades se «pegan» a las personas).

Puede resultar intensamente perturbador sentir a estos parásitos del Plano Astral, pero en la mayoría de las ocasiones simplemente percibimos algo así como una vibración o frecuencia más baja en el entorno. Esos lugares nos afectan, nos producen dolor de cabeza, sensación de aturdimiento, de cansancio, como si de algún modo algo nos estuviese vaciando de energía.

Aunque los seres no humanos del Plano Astral son profusos, y a menudo existen en conjunto con esta realidad, rara vez interactúan con nosotros de manera consciente o intencional. Sin embargo, todas las cosas que existen en la realidad sutil se alimentan de energía. Muchos incluso se alimentan exclusivamente de lo que C.W. Leadbeater denomina detritos energéticos en el libro: El plano astral: escenario, habitantes y fenómenos (The Astral Plane: Its Scenery, Inhabitants And Phenomena); es decir, energía negativa excretada y residuos emocionales de diversa índole.

Esta sería la naturaleza de lo que habitualmente se conoce como malas energías.

Estos gusanos astrales suelen alimentarse de forma subrepticia, y toman una cantidad de energía tan pequeña que fácilmente puede escapar de nuestra atención. No obstante, hay parásitos astrales menos cautelosos, y ciertamente más voraces, aquellos que toman mucho de una sola presa, volviéndose presencias difíciles de ignorar. En cualquier caso, las personas más sensibles rápidamente sentirán esa fluctuación en la energía del lugar, y en la propia.

Existen muchas especies de entidades del plano astral, a tal punto que los investigadores más serios ni siquiera han intentado clasificarlas a todas. La mayoría de ellas no ha pasado por el plano físico, sino que más bien merodean por nuestras fronteras; otros vagan accidentalmente por aquí y entran en contacto con las personas. Son impulsados por necesidades elementales, como la supervivencia y el hambre, y tienen poca o nula comprensión de cualquier cosa más allá de esos intereses. Podemos verlos como cucarachas que viven en las cañerías, pero que ocasionalmente se pasean alegremente por nuestra cocina.

Cuando este contacto o cruce entre ambos mundos se produce, rara vez es intencional. Las entidades astrales pueden haberse sentido atraídas por nuestra energía, o simplemente pueden estar explorando los límites de su propio entorno. De cualquier modo, su reacción es a menudo violenta. Pueden atacar al sentirse amenazados, o atacar por hambre, pero no hay intención maligna detrás de ninguna de sus acciones. Simplemente se comportan de acuerdo con su naturaleza.

Ahora bien, la subespecie que nos interesa aquí es aquella que se relaciona con las malas energías. En cierta forma, su comportamiento es semejante al de las alimañas de este mundo. Tienden a ser entidades pequeñas, que se sienten atraídas por el rechazo y la energía negativa estancada. Se agrupan en espacios cerrados, oscuros y húmedos, como sótanos, armarios, habitaciones abarrotadas; y se alimentan de la energía desechada por los habitantes de la casa.

Como cualquier alimaña, estas entidades del bajo astral rara vez se aventurarán más allá de la seguridad de sus rincones y agujeros preferidos. A simple vista, el hecho de alimentarse de la energía negativa que emitimos parece algo deseable, pero estos seres también parecen producir sus propios detritos; y cuando hay un gran número de ellos en una casa, los deshechos que emiten se acumulan, se vuelven más intensos y perjudiciales que la energía negativa de la que se han alimentado en primer lugar.

En esencia: los excrementos astrales de estos seres son aquello que percibimos como malas energías, cuya intensidad puede oscilar entre cierta incomodidad y la generación de una atmósfera tan saturada que resulta prácticamente irrespirable para nosotros.

Convivir durante mucho tiempo entre estas malas energías puede afectar negativamente a la salud. En cierto modo, el propio lugar físico es percibido como algo enfermizo. Independientemente de nuestro estado emocional, aun cuando éste sea positivo, cada vez que ingresamos en uno de estos espacios sentiremos como rápidamente nuestra propia energía es absorbida por el entorno.

Una persona que vive en estas condiciones, o que pasa muchas horas al día en un entorno semejante, terminará convirtiéndose en un punto de anclaje para las entidades; es decir, él mismo se transformará en una guarida móvil para ellas. Estos individuos, a menudo acusados de ser personas tóxicas, o bien vampiros psíquicos, también conocidos como vampiros emocionales o vampiros energéticos, en realidad son huéspedes de un verdadero enjambre de alimañas astrales (ver: Entidades del Plano Astral que se «pegan» al aura).

Un escalón por encima se encuentran los parásitos astrales, entidades de una inteligencia comparable a la de los animales de nuestro plano, que en lugar de alimentarse de la energía desechada se aferran a los vivos y se alimentan directamente de ellos. Hay muchas variedades de parásitos astrales, pero las formas en las que afectan a las personas son las mismas. Tienden a perforar el aura, muy ligeramente, como si utilizaran un aguijón, y formar una conexión permanente con ellas (ver: Espíritus que se «pegan» a las personas). A través de esta conexión permanecen unidos a esa persona hasta que se los elimina.

En este sentido las personas que se dedican al ocultismo y el esoterismo, y principalmente a la magia negra, deben tomar precauciones extremas, precisamente porque manejan aquella vibración de energía que resulta particularmente atractiva para estos seres.

Otra subespecie astral que puede producir malas energías se relaciona con entidades sutiles con un orden de inteligencia igual o superior al nuestro, e incluye a cualquier entidad sutil consciente. Estos pueden ser espíritus desencarnados, es decir, que alguna vez fueron humanos, o seres que nunca lo han sido. Algunas de estas entidades son nativas del Plano Astral y no pueden tener una forma física. Otros son espíritus errantes de planos superiores.

Estas entidades pueden sentirse atraídas por nosotros, por ejemplo, para alimentarse, aunque no es siempre el caso. Algunas interactúan con los vivos, para bien o para mal, según sus propias agendas. Pueden pensar y razonar mucho mejor que nosotros, lo cual significa que también pueden manipular, desarrollar estrategias y mentir para obtener lo que quieren. Debido a que el Plano Astral, en alguno de sus sustratos, es su realidad nativa, son mucho más peligrosos que los ejemplos anteriores (ver: Sombras del plano astral que habitan en tu casa).

En ocasiones pueden convertirse en parásitos de las personas, pero a diferencia de los órdenes inferiores poseen una intención adicional, además de la necesidad de alimentarse. Algunos se unirán a las personas principalmente porque no pueden lograr una forma física propia, o bien usar a su anfitrión para realizar diversas acciones en el mundo físico (ver: Figuras humanas que caminan por tu casa de noche).

Muchos de los seres sintientes del Plano Astral son totalmente ajenos a esta realidad y a nuestra forma de pensar. Son complicados, impredecibles, y por eso se debe tener extrema precaución cuando se trata con ellos. Algunos pueden llegar a ser beneficiosos, y hasta nobles, mientras que otros tienen agendas insidiosas, y solo ofrecen ayuda por un precio. Finalmente, hay subespecies de un orden tan extraño que apenas logran advertir algo de esta realidad, e interactúan con nosotros únicamente por accidente.




Bestiario Astral. I Fenómenos paranormales.


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