Seres del Plano Astral que viven en los cementerios


Seres del Plano Astral que viven en los cementerios.




Según el Bestiario Astral propuesto por el profesor Lugano, junto con su grupo de exégetas, existen criaturas no humanas del plano astral verdaderamente desconcertantes. Algunas, de hecho, orillean constantemente por nuestra realidad.

En los cementerios podemos ver indicios de la ancestral batalla entre las fuerzas del bien y del mal representada en el arte. Más aún, el significado de las estatuas de los cementerios vindica es opinión: por un lado, las estatuas de ángeles son las encargadas de custodiar la entrada a nuestro plano; mientras que otras representaciones, digamos, más amorfas, macabras, y, en ciertos casos, decididamente grotescas, luchan para que esas mismas fuerzas oscuras se abran paso hacia nosotros.

Los seres del plano astral que viven en los cementerios necesitan esos puntos de apoyo para alimentarse de las excrecencias dimensionales que el cuerpo, ya despojado de alma, emana como una especie de sudor. Y, al parecer, ciertos escultores profanos han alcanzado la excelencia en el arte de confeccionar esos vórtices.

A menudo se los puede ver en las cercanías de criptas, mausoleos y tumbas, con formas que evocan cierta biología elemental, crustácea, bulbosa. Estas estatuas permiten que las larvas, gusanos y parásitos del plano astral se conecten con nuestra realidad física y se alimenten de los residuos astrales que el cuerpo emite durante la descomposición.

De este oficio siniestro —sostiene el De Masticatione Mortuorum in Tumulis (De la masticación de los muertos en sus tumbas)— se desprenden las historias de Vampiros, Grobniks, Ghouls y otras criaturas de cementerios: cuyas referencias abundan en todas las mitologías, casi siempre asignándoles el triste hábito de roer viejas tibias y atragantarse con la carne putrefacta de los muertos.

El mismo libro prohibido anuncia que, en tiempos anteriores al advenimiento de la lápida, las tumbas eran protegidas por los árboles, quienes se encargaban de mantener a raya a los espíritus famélicos del plano astral. La historia de Hyldemoer: el espíritu guardián de los árboles, reivindica la creencia ancestral de que los árboles no son portales interdimensionales, sino más bien cerrojos que custodian nuestra realidad.

En general, los vórtices de apertura en los cementerios están marcados por la presencia de estatuas mitad humanas, mitad animal, o bien directamente inhumanas. Algunos investigadores suponen que estas representaciones funcionan como una especie de huésped que permite el alojamiento de las entidades del bajo astral, pero lo cierto es que, en realidad, operan como pequeños amplificadores con poco rango de influencia.

Esto significa que la entidad del astral que llegue a nuestro plano por ese medio solo podrá orbitar en las cercanías de la estatua; ya sea para alimentarse de los vahos astrales de los difuntos como para adherirse a un caminante desafortunado, el cual, a partir de entonces, se convertirá en su fuente ambulante de energía. Según el profesor Lugano, las historias de espíritus que se «pegan» a las personas provienen de esta inquietante posibilidad.

Otros suponen que el ingreso de los seres del plano astral al cementerio depende de varios factores. La estatua, en este caso, sirve de faro para orientar a la entidad hacia nuestro plano, pero es en realidad la presencia de un ser vivo la que activa la transición. No en vano la mayoría de los ritos innombrables que se practican en los cementerios incluyen el sacrificio de algún pobre animal.

En general, los cementerios producen sensaciones sobrecogedoras en el visitante, más cercanas al miedo que al respeto o la solemnidad que imprimen los sitios sagrados. Si lográramos silenciar por un instante el discurso de la razón, aquel que, por costumbre o simple cobardía, nos impide considerar la posibilidad de que tales cosas existan, escucharíamos en cambio una voz clara, rotunda, sin ambigüedades, ordenándonos huir de inmediato.




Bestiario Astral. I Parapsicología.


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