Aluga: la vampiresa bíblica


Aluga: la vampiresa bíblica.




Los mitos bíblicos están llenos de referencias a los vampiros que nada tienen que ver con los vampiros del romanticismo o del período victoriano.

Los vampiros bíblicos, en realidad, son ásperas criaturas mitológicas, distantes e inhumanas, que sobrevuelan las leyendas de la Biblia con raras y a menudo inauditas características.

Aluga es una antiquísima súcubo o vampiresa. Su primera aparición se produjo en Babilonia, donde se la conocía como Alu o Alukah'a.

Se creía que atacaba a los hombres durante el sueño, drenando su energía vital mediante caricias hábiles en los placeres inconfesables del infierno.

Alu pronto fue absorbida por otra vampiresa bíblica: Alouqua, aquella despampanante maestra de Lilith, madre de los vampiros, y luego por la hematófaga del día de hoy: Aluga.

La palabra hebrea Aluga es traducida normalmente como «sanguijuela», aunque no se refiera directamente a esa simpática criatura chupasangre, sino a una entidad completamente diferente.

En su forma moderna, Aluga o Aluka ha pasado a engrosar una de las razas de vampiros más reconocidas de Oriente: los Ghouls, seres necrófagos cuya existencia no remite otro interés que el de un vástago evolutivo de una leyenda en particular.

Viajemos al pasado entonces, más precisamente a Babilonia.

Alu o Alukah'a era una mujer vampiro de origen asirio, una súcubo madre de dos hijas terribles: Deber («pestilencia») y Keeb («golpeadora»), quienes luego serán protagonistas de otras historias de la Biblia.

Bajo su mutación árabe, Aulak, esta vampiresa atormentó al pobre Saúl en lo que seguramente fue una de sus peores trasnochadas. La única manera de protegerse de Alukah era invocando el nombre del Señor, nombre que no ha sobrevivido más que en parábolas o en el rumor de las aguas.

El Talmud babilónico, siempre atento a estos inconvenientes, señala dos proverbios para combatir a la lujuriosa Alukah. El salmo 91: Shir shel Pega’im («Salmo contra los demonios»), también llamado Shir shel Nega`im («Salmo contra las plagas»):


¿Por qué «plagas»? Porque está escrito: Ninguna plaga se acercará a tu lugar de descanso. ¿Por qué «demonios»? Porque está escrito: Mil podrán caer a tu costado izquierdo.


Oscuro proverbio traducido a las apuradas que, sin dudas, no obtendría la aprobación de un Ben Levi.

El Talmud señala además que este proverbio solo sirve para ahuyentar Alukah, así como a otros súcubos menores, ya que únicamente Dios es capaz de exterminarla.

Salgamos por un momento de Babilonia y visitemos las interminables arenas árabes.

De allí emerge una de las formas más terribles de Aluga, llamada Aluqa, vampiresa de irresistible figura y facciones perfectas, nobles, casi divinas. No obstante, en su corazón se retuerce una horrible serpiente que la obliga, o la justifica, a atacar a los buenos esposos mientras duermen, vaciándolos espiritual y físicamente en un verdadero festival del desenfreno.

Se dice que las víctimas de Aluqa terminan en el suicidio debido a la enorme culpa que sucede al descontrol.

Las proezas que la víctima realiza con esta mujer vampiro neutralizan cualquier posibilidad de reinsertarse en el anodino ciclo de cotidianeidad, y mucho menos con las tímidas mujeres de las arenas.

Las leyendas árabes afirman que Aluqa no puede ser destruida, y que el único medio para ahuyentarla consiste en colocar un clavo de hierro debajo de la almohada, profiláctico insólito pero aparentemente efectivo.

Finalmente llegamos a la Biblia tal y como la conocemos, residencia de Aluga, abominable vampiresa sexual que tantas enojosas vigilias ha provocado en los buenos rabí.

Fuentes mediterráneas aseguran que Aluga es la reina de los vampiros del Sheol, el infierno hebreo, lugar de desesperanza y absoluto vacío; y que allí encabeza un ejército de chupasangres inmortales de rostros tan horrorosos que incluso para hablar entre sí deben emplear máscaras de bronce.

La Biblia menciona a Aluga en Proverbios 30:15. Allí, de nuevo, se la traduce como «sanguijuela», palabra que refleja pálidamente los horrores que su figura debía provocar en los oyentes de antaño:


La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡Dame!
Tres cosas hay que nunca se sacian;
Aun la cuarta nunca dice: ¡Basta!


Las dos hijas de Aluga son, desde ya, aquellas hijas de la mitología babilónica, Deber y Keeb.




Leyendas de vampiros. I Razas y clanes de vampiresas.


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2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Insisto en que creer que al descontrol sigue la culpa revela una mentalidad represiva.
Con la sensualidad de esas mujeres, creo que lo que provocaría una culpa inaguantable es haber dejado pasar la oportunidad.

jorome369 dijo...

Me parece interesante, y da luz sobre algunos pasajes que aparentemente no tiene mucho sentido comun.



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